Pues antes de continuar con la segunda parte de "¿bailamos?" se me ocurrió contar un poco de la historia de los ships de ese universo, así que aquí está el Obamitsu, como se conocieron y como se inició su noviazgo. Si ya leyeron el de "percance en la montaña" pues sin querer queriendo forma parte del universo de "¿bailamos?"

October and April

Ship: Obanai x Mitsuri

Sus vidas eran un total contraste; por un lado, un despejado cielo de abril, por otro, sombras y nubes oscuras de octubre. Sin embargo, pese a ser tan diferentes, pese a ser alguien llena de luz y alguien con el frio y las sombras impregnadas en su ser, ambos, estaban destinados desde una vida pasada a encontrarse y a complementarse.

...

Iguro Obanai era alguien que siempre lo tuvo todo, al menos bajo una fría perspectiva material.

Vivía en una lujosa mansión desde el día en que nació, tuvo la mejor educación, aunque ejerciendo una profesión obligada por su padre, un distinguido y reconocido abogado que lo obligó a seguir sus pasos bajo un régimen frio y estricto. Obligó a su único hijo, desde pequeño, a tener las mejores calificaciones, a estudiar varios idiomas para que lo más pronto posible se convirtiera en un abogado tan exitoso como él y generara aún más riquezas a su apellido.

Paso toda su vida en las sombras de escrutinio y exigencias de ese hombre, bajo el frio de esa mansión grande pero solitaria, nunca lo dejo si quiera tener una mascota, jugar como un niño, pues para el hombre era tiempo perdido para formar su educación.

Fue al cumplir los 21 años que pudo liberarse de esa enorme prisión llena de lujos, pero carente de amor y de libertad. Pero algo debía reconocerle a ese hombre, pues gracias a que lo obligó a estudiar tanto aquella carrera vacía para él, pero en la que se volvió muy bueno, se pudo graduar antes, empezó a trabajar y hacerse de su propio dinero e irse de ese lugar.

-eres un mal agradecido – le dice el hombre agarrándolo del brazo para voltearlo – desprecias la posición que te doy en mi despacho para iniciar solo como cualquier abogado de oficio, para iniciar siendo un mediocre.

-no seguiré bajo tus sombras nunca más, padre – quita la mano del hombre de encima de él

-entonces olvídate de mí herencia, de todo, empieza desde abajo como el gusano mediocre en el que quieres convertirte -

-es lo único que te hará compañía durante el resto de tu vida, que lo disfrutes – dice con frialdad dándose la media vuelta y tomando su maleta, dando los últimos pasos lejos de aquel frio lugar al que nunca más volvería.

...

Kanroji Mitsuri era la amada hija mayor de cinco hijos de unos gentiles padres dueños de una panadería y cafetería la cual tenía mucho éxito gracias a la calidez y alegría que brindaban en sus servicios y que se podía saborear en cada pan dulce que preparaban. Por eso es por lo que aquella peli rosa estaba tan llena de vida y alegría, podría decirse que vivía en una burbuja rosa.

Su familia siempre fue muy unida, vivían en una casa modesta pero lo suficientemente grande para que todos estuvieran cómodos. Ella y alguno de sus hermanos menores ayudaban en el negocio de sus padres, algo que no cambio, aunque fue con menos frecuencia, cuando Mitsuri cumplió su sueño de estudiar arte y posteriormente dar clases en una preparatoria.

Era feliz, una mujer soñadora que anhelaba algún día encontrar al hombre ideal con el cual casarse y vivir feliz como sus padres, que parecían seguir queriéndose pese a los años de casados. Y, siendo una mujer muy atractiva, de cuerpo bien proporcionado, y llamativa tanto por su cabello rosado de puntas verdes como por su personalidad alegre, vivaz y dulce, no le faltaban pretendientes. Pero, para su desdicha, solía ser demasiado ingenua pues ante la ilusión por encontrar el amor verdadero caía fácilmente ante las conquistas vacías de los hombres que la ilusionaban y la hacían sentirse presionada para tener relaciones con ellos, causándole, irónicamente, una baja autoestima pues ya era la tercera vez que la dejaban tras cumplir su frívolo cometido.

Eres hermosa, tienes buen cuerpo y buenos pechos, pero eres demasiado sosa, empalagas con tus mensajes con emojis y corazones, ya no eres una niña.

Le había dicho cruelmente su ultimo novio mediante un cobarde mensaje tras una noche en que se sintió obligada a tener relaciones con él.

Sera mejor que pares de hablar sobre casarte y tener hijos, eso solo hará que ahuyentes a los hombres, y para de comer tanto, das asco.

Eso la deprimo varios días, la hizo sentirse horrible, una bestia. No tenía la culpa de tener el metabolismo demasiado rápido debido a que siempre se mantenía muy activa, así era desde que era una niña. Sus padres la llevaron a un doctor y dijo que era una niña sana, que comiera lo que su cuerpo le pidiese ya que no tenía problema alguno de sobrepeso.

Pero si seguía siendo como es, una mujer enérgica, dulce y cursi nunca llegaría a cumplir su deseo de casarse algún día ¿tenía que cambiar completamente lo que es para lograrlo?

Mi amor, que nadie te haga cambiar la dulce mujer que eres. Algún día veras que llegara tu caballero ideal que te quiera tal y como eres, que sea feliz solo porque tú lo eres, que sepa apreciar y valorar tu encantadora esencia.

Le dijo su madre abrazándola cuando la encontró llorando desconsolada en su habitación abrazando uno de sus peluches de felpa.

...

Iguro había conseguido un buen trabajo en un despacho en la ciudad, a cientos de kilómetros de su padre. Era un trabajo bien pagado que le permitía vivir con modestia, pero dignamente. Lo que era suficiente para él y Kaburamaru, una boa albina que encontró en una tienda de mascotas y que lo miro tan fijamente que sintió que le pedía que lo sacara de esa fría jaula. Sonaba algo ilógico, pero sintió una conexión con ese reptil así que lo trajo consigo.

Pese ya estar lejos de su padre, sus sombras lo seguían acechando. Era libre de hacer su vida, de hacer lo que quisiera, pero estaba tan metido en ese oscuro mundo de exigencias que se lo llevo consigo. No hacía más que ir al trabajo, estudiar con detenimiento los casos, escribir posibles soluciones y ganar. Pasaba altas horas de la madrugada estudiando, leyendo, y, debido a eso, fue subiendo de puesto, fue ganando más, pero nada de eso quitaba la oscuridad, la mirada endurecida de su padre sobre él lo seguía acechando.

Tenía una rutina muy arraigada; Ir al trabajo puntualmente, trabajar en solitario, a veces con colegas cuando era necesario, pero nunca se involucraba con ello más allá de lo estrictamente laboral. Luego, volvía a su casa donde apenas tenía un poco de comida, pero lo suficiente para él, cocinaba, cenaba y volvía su atención a los libros de leyes y a los casos.

Pero un día, la rutina dio un giro, un giro que le daría la luz que necesitaba.

Al salir de su trabajo fue a cenar a una cafetería que se encontró a su paso. No tenía nada de especial, no había algún letrero llamativo de neón o si quiera un volantero que le ofrecía un descuento en alguna comida. Simplemente sintió que debía entrar diciéndose que así no tendría que ir a la tienda a comprar algo que cenar.

Fue a sentarse a la mesa, pidió un café y un platillo sencillo sin prestar atención a las personas a su alrededor y saco su portátil para escribir sus propuestas para un nuevo caso que se llevaría a juzgado en lo que llevaba la comida.

-es genial Kanae, estoy realmente feliz por ti – esa voz, fue únicamente esa colorida voz alegre que le hizo quitar su atención de la pantalla para buscar a la remitente – pero como te lo propuso, cuéntame por favor -

La ve, y entonces, las sombras de su fría y solitaria crianza se disiparon en cuanto lo deslumbro la luz de aquella mujer de cabello rosa con puntas verdes y de celestial rostro, que hablaba alegremente por teléfono riendo con emoción de algo que no prestó atención pues todo lo escuchaba eran los dulces sonidos de campanas de viento, lo que lo ilumino, lo que llenó de calor su corazón.

-de acuerdo, nos vemos en la escuela, de nuevo muchas felicidades – la ve saliendo, en todo ese momento su luz nunca se apagó, era de verdad, celestial.

No pudo apartar su vista de ella aun cuando solo la vio caminando tras las ventanas, lo que fue una fortuna porque se dio cuenta que un tipo con capucha, claramente borracho, comenzó a seguirla.

No lo pensó, a su mente lógica y metódica nunca se la paso que era una extraña, no pensó nada, solo se paró de su asiento rápidamente dejando su portátil y siguió a quien perseguía a ese ángel tan inocente y que iba tan sumida en lo que la tenía tan contenta, que no reparo en el peligro que corría.

-buenas noches, hay un tipo que está persiguiendo a una mujer, creo que está borracho y lleva una navaja – llama inmediatamente a la policía en cuento repara que estaba armado – dense prisa, la llevo a un callejón por la avenida kioto, frente a una licorería - dice rápidamente al ver que la tomaba del brazo tapándole la boca y llevándola a un callejón oscuro.

Por supuesto no esperaría a que llegaran, quien sabe que podría hacerle, así que acelero el paso. No dejaría que le pusieron sus sucias manos encima, la protegería.

...

Mitsuri temblaba de pies a cabeza mientras caminaba hacia atrás tratando de poner distancia entre ese sujeto y ella, pero su espalda topa con una pared. Estaba atrapada, era un callejón demasiado estrecho para evadirlo y correr.

-muy bien bombón, o tú te quitas la ropa o lo hare yo – amenaza con la navaja, tambaleándose hacia ella.

Abrió con terror sus verdes ojos, ni siquiera le salía la voz para gritar por ayuda. Estaba ya a escasos centímetros de ella, podía oler el desagradable olor a alcohol de su boca cuando de la nada, un hombre delgado, literalmente caído del cielo, se interpone entre ella y su atacante. Le daba la espalda, así que solo pudo observar que vestía de traje y tenía el cabello negro y lacio.

-no te atrevas a tocarla, bastardo miserable – su voz era tenue pero varonil, aunque al decir eso parecía más al siseo amenazante de una cobra.

-no te metas en esto – el atacante empuña la navaja, abalanzándose a Obanai

El pelinegro estaba más al pendiente de que no se le acercara a ella, por lo que no hizo el intento de defenderse aun cuando la navaja le hizo un corte profundo en la mejilla derecha, que hizo a Mitsuri ahogar un grito de terror con sus manos. Pese a eso, pese a sentir el líquido caliente corriendo a sus labios, no flaqueo ni un poco, siguió firme extendiendo sus brazos para que ese desgraciado no pudiera acercársele.

-tendré que sacarte esos ojos de fenómeno - grita en amenaza alzando la navaja, pero justo en ese instante alguien detrás suyo lo detiene del brazo y lo inmoviliza en el suelo, la policía había llegado.

-quédate quieto – ordeno el oficial, poniéndole las esposas

Las piernas de Mitsuri no pudieron sostenerla más y cayó de sentón, temblando y soltando un mar de lágrimas de angustia ante el peligro en el que estuvo tan cerca de no ser por aquel hombre que justo en ese momento pudo de ver de frente cuando se volvió a ella y se inclinó, permitiéndole ver el rostro preocupado de su salvador ya que el callejón estaba un poco iluminado por un poste de luz.

Su rostro era delgado, de tez blanca, manchada con el rio de sangre que emanaba de su mejilla. Sus cabellos lacios caían sobre su frente, llegando casi a la mitad de su nariz. Pero lo más destacable de él, era ese par amables y cálidos ojos bicolores, azul y ámbar.

-¿estas bien? ¿te hizo daño? - ahora que se dirigía a ella, su voz sonaba gentil.

-no, e-estoy bien – su voz salió quebrada – pero, tu, estás herido, tienes que ir a un hospital – se apresura a decir una vez cayó más en cuenta de su herida, incluso el mismo parece reparar en esto, pues se lleva la mano a la cara, viendo la sangre.

-oigan ¿se encuentran bien? - pregunta un oficial

-no, él necesita ir a un hospital, lo hirieron – dice apresurada poniéndose de pie y tomando al hombre del brazo, de repente sus piernas habían cobrado fuerzas.

-es una herida profunda – dice el oficial al asomarse para ver el rostro del hombre – lo llevaremos – los guía a su patrulla, donde ambos se suben.

Mitsuri miraba con preocupación como la sangre seguía brotando, tenía que tratar de detener la hemorragia en lo que llegaban al hospital, por lo que, sin pensarlo, se quitó una de sus calcetas verdes y la puso sobre la mejilla del hombre, quien, al inicio, se impacta al ver lo que estaba haciendo.

-las arruinaras – dice este

-no importa, es solo una calceta – le sonríe de forma resplandeciente, lo que lo deja aún más asombrado. Acababa de pasar por algo horrible y aun así sonreía.

-¿cómo te llamas? - pregunta sin poder evitarlo

-Kanroji Mitsuri ¿y tú? -

-Iguro Obanai -

-gracias por salvarme, Iguro -

-no fue nada, Kanroji – mencionar aquel nombre le causaba un extraño confort.

La herida de Obanai requirió de varias puntadas, le advirtieron que le quedaría una cicatriz y que por un tiempo no podía tomar ningún irritante al menos hasta que terminara de cerrar bien pues la cortada por poco y le abre toda la boca. Fuera de eso, podía irse sin problemas a casa, tanto el cómo la mujer, no presentaban ninguna otra herida o trauma.

-fueron muy afortunados – les dijo el doctor a ambos, pues Mitsuri en ningún momento se separó de Obanai, estaba preocupada por él - ataques de ese tipo terminan muy mal.

-no sé qué hubiera sido de mi si Iguro no hubiese llegado – le dice Mitsuri mirando con una dulce y agradecida mirada. Este solo mira a otro lado, sonrojándose.

-sí, me entere que fue todo un héroe – alaga el doctor, poniendo mucho más incómodo a Iguro – recuerde ponerse esto sobre la herida para que no se infecte – le da a Iguro un tubo con una pomada especial – lo esperamos en un par de días para quitarle los puntos – diciendo esto, se retiró.

-¿tienes como regresar, Kanroji? - dice levantándose de la camilla.

-si, acabo de avisarle a mis padres donde estaba, se alteraron un poco pero ya les expliqué que me encuentro bien, de verdad muchas gracias, no cualquiera se hubiese arriesgado así por alguien que no conoce -

-no me gustaron las intenciones de ese tipo, no me podía quedar de brazos cruzados – para él mismo fue raro sentir ese impulso de protegerla a como del lugar.

-aun así, muchas gracias, me gustaría poder pagártelo de alguna forma – se quedó pensando un rato, Obanai en ese momento sintió una voz insistiéndole con que aceptara salir con él, pero no se atrevió a decírselo.

-no te preocupes, Kanroji – tan solo dijo eso, arrepintiéndose casi enseguida.

Al bajar la mirada, y ver que solo llevaba una calceta verde, recordó que la otra la uso para detener un poco la hemorragia en lo que llegaban al hospital, quedando estropeada, la sangre no se quitaría, al menos no totalmente.

-lamento lo de tus calcetas, te las repondré - dice él en un impulso del que él mismo se asombró, pero es que, sentía que debía hacerlo.

-oh no, no te preocupes, no es nada – ella se sonroja, llevándose las manos a sus piernas.

-por favor, insisto – la mira fijamente, casi suplicándole, lo que baja las defensas de la dulce mujer. Sus ojos eran muy lindos, reflejaban tanta amabilidad.

—está bien, pero entonces déjame reponerte tu camisa, también se manchó de sangre—, el hombro de su camiseta estaba manchada, y como era blanca ya había quedado arruinada.

-de acuerdo -

-intercambiemos números entonces – expresa emocionada sacando su celular de su bolso - así nos avisaremos cuando encontremos las prendas.

-de acuerdo – el también saca su teléfono de su bolsillo, intercambiándoselo con el de Mitsuri para poner en el de ella su número mientras que la peli rosa hace lo mismo con el de él.

Una vez que pusieron sus números, se regresaron sus teléfonos. Obanai se quedó mirando con adoración el nombre que ahora tenía entre sus contactos "Kanroji Mitsuri", nunca unos kanjis le habían parecido tan hermosos. Mitsuri, por su parte, también miraba con una encantadora sonrisa y las mejillas sonrojadas el nombre de su salvador en su teléfono.

-Mitsuri – se escucha entrando a una alterada mujer a la habitación del hospital – hija, aquí estas ¿de verdad estas bien? - va a abrazar a la peli rosa como si no lo hubiese visto en años, seguida de ella, venia un hombre, que también la abraza.

-mamá, papá, estoy bien, no se preocupen – ella les regresa el abrazo. Obanai veía aquella adorable escena con el corazón enternecido – Iguru fue quien resulto herido por protegerme, pero gracias a Dios la herida no fue tan grave – le señala al hombre, quien hace una respetuosa reverencia a los señores.

-no sabe cuánto le agradecemos por lo que hizo ¿cómo podemos pagárselo? - dice el señor Kanroji

-no hay nada que pagar, señor - responde Iguro caballerosamente

-por favor, insisto, por lo menos acepte que lo invitemos a comer algún día - se empeña con suma amabilidad el señor

-¿a comer? - Esa futura invitación lo pone inquieto y nervioso. ¿comer con los padres de Kanroji?

-por favor, Iguro, es lo menos que puedo hacer – ahora insiste adorablemente la peli rosa, a lo que Obanai no puede negarse ¿cómo podría negarse a tal bella cara celestial?

-de- de acuerdo, muchas gracias – acepta ocultando su sonrojo al mirar a otro lado y ponerse la mascarilla. Tendría que usar una por un par de días para que la herida no este expuesta y se infectara.

-por el momento ¿quiere que lo llevemos a algún lado? - ofrece amablemente la señora Kanroji – supongo que no trae auto

-sí, se lo agradezco – acepta el pelinegro, haciendo otra reverencia ahora hacia la señora.

Les indico su dirección, pero el trayecto duro muy poco para Obanai que quería seguir con Kanroji, quien iba platicando sobre su familia, sus hermanos, su vida y trabajo, hasta le conto cada uno de sus cinco gatos cuyos nombres se grabó, cada uno de ellos. Nunca había disfrutado una charla tan trivial, pero es que ella hablaba con tal energía, con tal corazón tan puro que le fue inevitable no grabarse cada detalle que le contaba.

-¿es aquí? - pregunta el señor al parar el auto frente a un complejo de apartamentos, interrumpiendo sin querer la charla tan animada de su hija con aquel hombre.

-sí, es justo aquí, muchas gracias -

-no, de nuevo, gracias a usted, si necesita algo no dude en pedírnoslo - le ofrece viéndolo tras el espejo retrovisor

-lo tomare en cuenta, gracias – baja del auto, mirando tras la ventana a Mitsuri – ten mucho cuidado ¿de acuerdo? - le pide casi en ruego – ve atenta si estás sola de noche y no dudes en llamarme si te sientes en peligro

-sí, tendré cuidado – dice ella – también a ti, si te duele la herida avísame, te acompañare al hospital – el asiente, mirándose uno al otro sin ser conscientes que los padres de la mujer miraban aquella escena enternecidos.

-está bien, bunas noches, Kanroji – se vuelve luego a sus padres – buenas noches, señores - se despide haciendo una inclinación.

-que descanses, y de verdad, te lo agradecemos mucho – dice la señora, casi con lágrimas en los ojos. Era notable lo valiosa que era su hija, y lo comprendía, era una mujer extraordinaria.

El auto arrancó, pero a pesar de ya estaba fuera de la vista de Obanai, se quedó un rato mirando el camino por donde se había marchado aquella mujer celestial que conoció en una situación no muy agradable, pero la conoció, y quería volver a verla. Por fortuna tenía el pretexto de reponerle sus calcetas, las cuales sin duda alguna buscaría.

Mitsuri por su parte, y a pesar de que se vio en una experiencia aterradora, iba con una sonrisa ensoñada que sus padres notaban desde el espejo retrovisor. Su hija era más trasparente que el agua, se notaba que estaba encantada con aquel hombre y no solo porque la salvo, ellos mismos se dieron cuenta de que era un joven amable, encantador y caballeroso. Deseaban de corazón que él fuera el hombre que su dulce hija ha estado buscando.

...

En los días posteriores, Obanai traía puesta una mascarilla todo el tiempo, más que nada porque la herida aún estaba fresca y podría infectársele. Para su fortuna, siempre ha tenido la costumbre de llevar una bufanda blanca topándole la boca, por lo que no tuvo que dar explicaciones de la cicatriz que traía. Pero, a decir verdad, en su cicatriz era en lo último que pensaba, ni siquiera los casos que tenía pendientes ocupaban toda su atención. Su mente divagaba hacia aquel rostro celestial.

Deseaba mandarle un mensaje a Kanroji, pero cuando estaba por hacerlo se detenía. Se cuestionaba si era demasiado pronto, si se estaba viendo como un acosador, además que no sabía que escribirle, solo un... "hola ¿cómo estás?" podría servir, pero no se atrevía, debía buscar esas calcetas y así tener un mejor pretexto para reunirse y volver a verla.

Siendo de mundos tan opuestos, ambos eran bastante parecidos, pues justo la mujer de sus debates mentales pasaba por lo mismo que él.

-¿debería mandarle un mensaje? - pregunta una ansiosa Mitsuri a su colega y amiga, Kanae, mientras tomaban el almuerzo.

-no veo porque no – responde ella, divertida ante las inseguridades de la peli rosa -

Cuando le conto lo que le sucedió hace un par de noches, Kanae se quedó perpleja y preocupada, pero, al ver que su amiga relataba con ensoñación su encuentro con aquel amable y valiente hombre que la salvo se sintió feliz por ella, algo le decía que aquel hombre cuyo rostro desconocía era quien ha estado buscando con tanto anéelo.

Ahora parecía una adolescente insegura al debatirse si debía mandarle un mensaje, es decir, era lógico por su historial de patanes con los que era sumamente dulce y por ello la dejaban, diciendo que era muy asfixiante.

-puedes preguntarle como sigue de su herida, no tiene nada de malo – le aconseja la profesora de biología.

-sí, tienes razón, lo hare – comienza a redactar un mensaje.

Obanai en esos momentos también se tomaba su tiempo de almuerzo, pero en lugar de ir a la usual cafetería, va a un mercado buscando puestos de ropa de mujer, más precisamente, ciertas calcetas verdes.

-buenas tardes, joven – saluda una amable anciana - ¿busca algo en especial?

-eemm si, unas calcetas verdes tejidas – era increíble el detalle que recordaba de esa sencilla prenda.

-oh, creo que tengo unas por aquí - busca entre la ropa, que se notaba que era tejida a mano – sí, aquí justamente tengo un par – le muestra justo lo que buscaba – son las únicas.

-muchas gracias – las toma, viéndolas como si fueran el mayor hallazgo, que, para él, así lo era - ¿usted las teje? - la anciana asiente - ¿podría tejer otros dos pares iguales? Le pagaré por supuesto – le extiende algunos yenes, que ni siquiera cuenta, pero le pareció lo justo

La amable anciana se sorprende al inicio, pero al ver el interés en los ojos de aquel joven, no replica y acepta el pago, diciéndole que le tomaría un par de semanas, pero que se las tendría.

Guarda el par de calcetas en el interior de su abrigo, sintiendo que en el bolsillo de su pantalón que le llegaba un mensaje. No se apresuró a ver quién era, pues era común recibir varios mensajes de clientes que pedían asesoría o que deseaban programar una cita. Pero esta vez, no era de ningún cliente, se trataba de Kanroji que le preguntaba como seguía de su cicatriz. Ver ese mensaje lo lleno de calidez, lo sintió en su pecho que toco con su mano, arrugándose un poco la camisa.

"Estoy bien, solo es molesto al hablar y comer" – redacta él

"¿está cicatrizando bien? Si no, deberías ir al doctor ¿te estas poniendo la pomada que te receto?" - sonaba incluso dulce en un simple mensaje, podía escucharla

"Todo está bien, gracias" – no puede evitar sonreír, se le notaba en sus ojos a pesar de traer puesta la mascarilla

"Me alegra mucho "– adjuntado a eso, le pone un emoji de una carita sonriente.

"Encontré unas calcetas parecidas a las que se te arruinaron" – se atreve a redactar, aunque le cuesta poner lo que sigue – "podremos vernos en algún lado para dártelas, y si quieres, podemos ir a comer algo" - tarda en enviarlo, su corazón latía frenético, pero al final se atrevió.

Apareció en visto a los segundos y ya comenzaba a redactar algo. Nunca se sintió tan ansioso, ni siquiera al defender ante un juzgado un caso difícil.

"Por supuesto, me encantaría ¿está bien mañana a las 5?" - y adjunta otra cara sonriente

"Me parece bien, te vere en la banca debajo del faro que esta frente al banco ¿está bien?"

"Está bien, ahí te vere, hasta mañana"

No responde nada más, simplemente, con el corazón esperanzado y latiendo en gozó, guarda de nuevo su celular. Mañana, la vería de nuevo mañana.

-mañana tengo una cita con Iguro – chilla la peli rosa en alegría llevando su celular al pecho

-te lo dije, no perdías nada – le dice Kanae contenta

-bueno, aunque en sí, no es una cita – estaba insegura si llamarla de ese modo

-Mitsuri, por regla general, cuando es él quien invita para verse se le llama cita, aunque él no lo sepa – y esto lo dice con toda intención al ver llegando a Sanemi, su prometido, quien, al escuchar lo que dijo, se sonroja completamente al tiempo que se cruzaba de brazos y mira a otro lado. Si, ese era el famoso maestro de matemáticas quien era tan exigente que los alumnos terminaron apodando el akuma sensei.

Su primera salida solos fue porque ella, usando sus tácticas de insinuación inocente, logro que la invitara a comer a solas. Sanemi se ganó varias burlas de su hermano quien le dijo que eso entraba en la categoría de una cita.

-bueno, me adelanto, tengo que preparar todo para mi clase – se pone de pie en un infantil salto, yéndose prácticamente a los brincos hacia su salón.

-Kanroji parece más animada de lo usual – dice Sanemi al verla prácticamente con corazones revoloteándole - no me digas que ya tiene otro novio – conocía el historial de su colega por Kanae, a quien era común que le contara sus penas amorosas.

-aun no, pero conoció a alguien – le cuenta

-Kanroji es demasiado inocente, siempre se idealiza y la terminan lastimando – pese a que lo dice a modo de reproche, Kanae notaba que le preocupaba su colega. Hasta con él se ha ganado su cariño.

-presiento que esta vez es distinto – no sabía porque, no conocía a aquel héroe sin capa, pero algo se lo decía.

...

Iguro llego al lugar acordado media hora antes para no hacer esperar a Kanroji si es que ella llegaba antes de la cinco. Estaba bastante ansioso, la noche anterior casi no pudo dormir por la impaciencia de que ya llegara el momento de volver a verla, su alma se lo pedía a gritos. Nunca había tenido esta urgencia por nada ni por nadie, pero era una sensación que no podía controlar.

-Iguro-san – escucha su nombre como si fuera tocado por campanas de viento, ahí venia, agitando su mano efusivamente y sonriendo con resplandor.

Vestía un suéter de lana verde de manga larga y cuello de tortuga, jeans azules ajustados y zapatillas blancas, sobre su cabeza llevaba una boina blanca, traía colgando del brazo una bolsa de compras. Tan adorable, que mujer tan resplandeciente y adorable.

-hola, Kanroji... - dice poniéndose de pie en cuento la tuvo delante

-hola, Iguro-san, me da gusto volver a verte ¿cómo te has sentido? -

-bien, gracias – bendecía en ese momento el tener que usar una mascarilla, así no se daba cuenta de la sonrisa tonta cuando le dijo que le daba gusto volver a verlo - ¿quieres comer algo? Cerca de aquí hay un restaurante local – ella asiente con entusiasmo a la invitación, siguiendo a Iguro a dicho lugar.

Para Kanroji, todo lo del menú se veía exquisito, no sabía cuál pedir, es decir, por ella pediría todo, pero no quería verse como una tragona ante Iguro siendo la primera vez que salen juntos, así que pidió lo primero de la lista mientras Iguro ordenó algo sencillo.

Mientras esperaban, Kanroji, platicaba animadamente sobre su trabajo como maestra de arte en la academia, sobre su amiga y colega a la que le habían propuesto matrimonio y un sin fin de cosas a las que él ponía total atención, resultándole muy divertido y encantador todas las expresiones que ella hacía al hablar. Era sorpréndete lo mucho que disfrutaba oírla, ver sus gestos tan trasparentes.

En cuanto la comida llego, Mitsuri la disfrutaba con tal gusto que también le fue inevitable no observarla, era una persona tan sencilla que encontraba placer en el simple acto de comer.

Rápidamente terminó su platillo, incluso antes que él, pero se le notaba que no estaba satisfecha, su rostro lo reflejaba.

-pide otro si aun tienes hambre – dice él - no te preocupes si no te alcanza, yo pagare, así que pide cuanto quieras.

-no, no es por el dinero – voltea a otro lado mientras jugueteaba con su trenza – es que, suelo comer mucho, más que cualquier mujer – prefería ser de una vez honesta con él.

-pues pide cuanto quieras – insiste – adelante – ve en sus ojos bicolores la amabilidad, la honestidad de que no le importaba y no la juzgaría, así que se siente con la confianza de pedir otros cuatro platillos.

-todo esta delicioso – expresa sonrojada con una mano en su mejilla

-qué bueno que te gustó - dice contento, lo refleja en sus ojos pese a que una vez que terminó de comer, se volvió a poner la mascarilla.

Se acordó entonces para que la había citado, todavía no le daba las calcetas que mantenía guardadas en una pequeña caja dentro del bolsillo de su chaqueta, la cual, sacó disimuladamente aprovechando que Kanroji terminaba de comer su ultimo platillo, pero al no ser capaz de mirarla al momento de entregárselas, volteo al otro lado al tiempo que extendía la caja hacia ella, la que ella noto enseguida.

-¿qué es eso? - pregunta ella

-son... tus calcetas... - responde sin mirarla – acéptalas

-oh, muchas gracias – toma la caja, abriéndola - son más bonitas que las que tenía antes, se notan que son hechas a mano – las toma con cariño, resguardándolas en su pecho – muchas gracias, las cuidare mucho.

-no te preocupes por eso, Kanroji – finalmente vuelve su vista a ella – úsalas con confianza, si se rompen, te daré otro par – ella muestra una sonrisa angelical, asintiendo.

—yo también te traje algo—alza la bolsa que estaba a lado suyo— toma, no sé qué gustos tengas, pero cuando la vi me pareció que te quedaría bien— le cuenta nerviosa, tallándose las manos.

Abre la bolsa, sacando su contenido. Era una camisa blanca de mangas largas, pero estas tenían rayas negras verticales. Ese simple detalle lo sorprendió ¿cómo supo que tendía a usar ropa con rayas negras verticales?

-¿te gustó? - pregunta insegura al ver que no decía nada – si no te gusto podemos cambiarla

-no, quiero decir, claro que me gusto, muchas gracias, Kanroji - Y ese fue solo el inicio.

Tras eso, empezaron a verse con toda la frecuencia que podían, por lo menos se citaban para algo cada fin de semana, sea para comer, ver una película, tomar un café, no importaba, ambos deseaban verse y conocerse más. Y mientras más tiempo pasaban juntos, más se deban cuenta que rápidamente se estaban enamorando uno del otro, incluso tenían la misma inquietud si era muy pronto para asumir eso.

Pero era inevitable creerlo, es decir, siempre que la veía estaba tan enérgica y sonriente que cada vez disipaba más sus sombras, su monotonía del trabajo. Su vida había dado un nuevo rumbo al cambiar su rutina por salidas esporádicas a las que lo llevaba Kanroji, se divertía mucho con ella, el frio en su corazón ya no existía al solo pensar en ella.

Para Mitsuri también fue inevitable no enamorarse rápidamente de Iguro, y no, no solo por tenerlo idealizado como el caballero que la salvo de aquel borracho, era sobre todo por ser un hombre sumamente amable y dulce. Nunca la juzgo por su gran apatito, al contrario, siempre la invitaba a comer más si quería. La escuchaba atentamente, aun si solo era por alguna gracia que hizo alguno de sus gatos o sobre sus clases. Le mandaba mensajes muy bonitos felicitándola y alagando su buen trabajo en la escuela, por mínimo que fuera. Era, sin duda, un hombre muy diferente de los que ha conocido.

Podrían tener pasados muy contrastados, incluso en apariencia eran muy distintos pues Mitsuri vestía siempre de colores pasteles claros y el llevaba siempre su traje negro con una camisa blanca, pero nada de color.

Ella hablaba mucho mientras que él apenas y musitaba algo de su vida al considerar que no había nada interesante que decir. Ella comía lo triple que él, su trabajo era artístico y no tan metódico como el de él.

Eran un cielo despejado en abril y un día nublado y oscuro de octubre. Pero, pese a ser tan distintos, ambos se correspondían sin saberlo y ambos se reprochaban que era demasiado pronto para confesar sus sentimientos por el otro.

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Miraba su reloj cada minuto, claramente reflejando lo ansioso que la espera lo estaba poniendo. Esperar a Kanroji cuando quedaban de verse en algún lugar siempre lo ponían bastante ansioso pero esta vez lo estaba aún más pues pensaba de una vez por todas confesarle sus sentimientos.

Llevaban poco tiempo de conocerse, poco más de un mes, pero, para ser sincero (y verse un poco cursi, lo admitía) desde que la vio ya la amaba, era lo que muchos llamaban amor a primera vista y ha bastado poco tiempo de salir en ocasiones como amigos para saber lo que sentía por ella, como si la conociera de otro tiempo.

Nunca fue así de impulsivo, se reprendía constantemente por eso, era un conflicto que tenía cada vez que se veían y su corazón latía fuertemente al ver el dulce rostro de Kanroji sonriendo al disfrutar de la comida o contarle sobre que travesura hicieron sus gatos. Es que simplemente le parecía demasiado linda, era una luz que lo llenaba de calor y dicha.

-pero... ¿cómo se lo diré? - se preguntó, nunca ha sido de los que exponían abiertamente sus sentimientos, no era para nada como Kanroji que solía ser tan exquisitamente trasparente.

Quizá, si primero lo escribía, podría repasarlo y tener un discurso más sólido, al igual como lo hacía al exponer en el juzgado sus casos. Primero los escribía y luego, con más confianza podría exponerlos con firmeza y lengua afilada.

-bien, lo hare – saco una pluma de dentro de su saco y como no tenía papel a la mano, escribió sobre una servilleta que estaba a un lado suyo.

Kanroji...

Se que es poco el tiempo que nos conocemos, pero, desde el primer momento en que te vi supe que ya te amaba, como si te conociera de otra vida y no supiera que te estaba buscando hasta ese día que escuché tu risa de campanas de viento.

Te amo...

-no, esto suena ridículo – se dijo una vez leyó lo que escribió - pensara que soy un desesperado - Volteo la servilleta, disponiéndose a escribir otra cosa.

-Iguro – le interrumpe aquella hermosa voz, viendo que Kanroji entraba a la cafetería y se dirigía a él - perdona por hacerte esperar – se disculpa encantadoramente, haciendo una reverencia.

-no, descuida, yo llegue antes para que no esperaras -

-gracias, eres muy lindo – dice como si nada, mostrándole esa esplendida sonrisa reluciente que siempre lo hace sonrojarse.

-por favor, siéntate - la invita volteando a otro lado

Esperaba que se sentara delante, pero no, se sentó justamente a lado suyo manteniendo su dulce expresión. Últimamente siempre hacia eso, se sentaba cerca de él cuando salían a algún lado, causándole un estremecimiento interno que ella ignoraba.

-buenas tardes ¿gustan ordenar? - se acerca una amable camarera

-sí, gracias – Kanroji ve el menú, empezando a ordenar varios platillos que la camarera anota con una sonrisa nerviosa ¿eso de verdad seria solo para ella? - Iguru ¿tú que ordenaras?

-arroz al vapor con algas, por favor – es todo lo que pide, vaya contraste.

-la comida de aquí es deliciosa – expresa Mitsuri con su usual entusiasmo

-sé que te gusta, así que pide cuanto quieras -

-pero, fue mucho lo que pedí y siempre me invitas – dice ella un poco apenada, que adorable era.

-está bien, Kanroji, no te preocupes por eso – contesta él mirándola con gentileza, recargando su mejilla en su puño

-gracias, Iguro, siempre eres muy amable y lindo conmigo - ¿cómo no podría serlo? El solo mirarla provocaba el impulso de hacerla feliz – te llevare mucho pan dulce de la panadería de mis padres como agradecimiento – promete con una encantadora convicción.

-de verdad, no es necesario – mira hacia abajo, sintiendo sus mejillas acaloradas.

En cuento los platillos comenzaron a llegar, Kanroji los vio con emoción, expresando lo deliciosos que se veían. Obanai no podía evitar sonreír enternecido ante esa usual escena, le encantaba verla tan entusiasmada mientras con finura se llevaba los bocados a su boca y los degustaba fascinada mientras que él comía su sencillo platillo con el que quedó satisfecho, pero, aun así, aceptaba lo que Kanroji le compartía para que él probara lo delicioso que estaba.

-¿verdad que sabe exquisito? - pregunta adorablemente cuando le paso un trozo de takoyaki

-sí, está muy bueno – responde Obanai, aunque su sonrisa no era por el sabor de la comida, era por el semblante de gusto de Kanroji.

Ella continúo degustando cada platillo con felicidad, pero con calma. Pese a comer tanto nunca comía de prisa, siempre masticaba lento, disfrutando. Sin embargo, varios murmullos de las mujeres superficiales y huecas (a como las veía Obanai) empezaron algunos murmullos nada disimulados sobre que no es apropiado que una mujer comiera tanto, o decían que era una ridícula al hacer tantos gestos al comer. Por supuesto que esto lo escucho la peli rosa, haciéndola sentir tan apenada y mal, que, a medio camino de llevarse otro bocado, lo dejo sobre el plato.

-no hagas caso, Kanroji – siente la mano de Obanai sobre la suya, haciendo que lo mirara para ver la amable sonrisa del heterocromático - si comer te hace feliz, hazlo, no tienes por qué avergonzarte -

Lo dicho con tanta ternura por parte de su amigo lo hace volver a sentirse bien y más que feliz. Iguro era un hombre muy amable y caballeroso.

Volvió entonces a comer, ya no importándole lo que dijeran los demás, si a Iguro no le importaba su gran apetito, tampoco a ella, a pesar de que por estereotipo una mujer no debía comer tanto.

-oh, necesito una servilleta – dice al sentir que se había ensuciado un poco la mejilla

-aquí tienes – le extiende una

Se limpió la mejilla dándole la vuelta para limpiarse también el labio, pero al momento de hacerlo, se dio cuenta que había algo escrito y que empezaba con su apellido.

Obanai se queda un poco confundido de que Kanroji se le había quedado viendo a la servilleta, por lo que se asomó. Al darse cuenta de que era la servilleta donde escribió su confesión sintió que la cara le explotaría por la acumulación abrupta de sangre. Si será idiota.

-Kanroji, espera, no leas eso...

Pero ya era tarde, los ojos de Kanroji empezaron a humedecerse, aunque sonreía, pero varias lagrimas comenzaron a resbalar por sus blancas mejillas con pecas. Obanai empezó a armar terribles conjeturas en segundos ¿porque lloraba? ¿acaso se sentía mal por no poder corresponderle? Quiso salir corriendo en ese instante, pero no pudo, aunque su corazón latía frenético estaba congelado.

-Iguro... soy tan feliz... - gimotea en un dulce murmuro quebrado, llevándose la servilleta al pecho. Obanai se quedó aún más estático, sin decir nada, no creía lo que pasaba – yo... también te amo – confiesa mirándolo aún más resplandeciente, haciendo a Iguro abrir más sus ojos

-¿de... verdad? - la ve asentir.

-basto un par de semanas de empezar a salir juntos para ya sentir que te quería, y es que, Iguro desde el primer momento fue muy lindo, amable y gentil – confianza limpiándose una lagrima, aunque era inútil, pues más y más salían - deseaba decírtelo, pero pensé que pensarías que me estaba apresurando mucho y te alejarías, creí que pensarías que era una mujer ridícula y cursi, o demasiado empalagosa – hablaba gimoteando y no pudiendo parar de llorar.

Eso había sido el causante de sus desaires amorosos con algunos chicos en el pasado, la dejaban porque le decían que era muy sosa y empalagosa y se sentían asfixiados, además que les avergonzaban llevarla a restaurantes porque comía demasiado.

-para nada, Kanroji – la toma del rostro con ambas manos, limpiando con sus pulgares el rastro de lágrimas – eres feliz, encantadora y muy dulce, es lo que me dejo embelesado desde el primer momento, me llenas de dicha con solo verte – ella sonríe, tratando de dejar de llorar, pero era tanta la felicidad que sentía que no lo lograba – por favor, permite ser yo quien siga manteniendo esa felicidad ¿puedo? - pide dulcemente.

-claro que sí, nada me haría más feliz, mi querido Obanai – ahora eran los ojos bicolores de Obanai de los que comenzaron a salir varias lágrimas de dicha. Que hermoso sonaba su nombre en sus labios.

-mi amada Mitsuri – junta su frente con la suya, ambos tenían lágrimas en sus mejillas, al igual que extensas sonrisas enamoradas.

Obanai le limpia el rastro de lágrimas con delicadeza, como si quitara el roció a los pétalos de una flor. Mitsuri trato de dejar de llorar y puso su mano sobre donde Obanai posaba la propia en su mejilla, cerrando luego sus ojos. Él sintió un sobresalto ¿era una invitación?

Sus labios rosados eran demasiado tentadores, y bueno, acababa de saber que sus sentimientos son correspondidos así que estaba bien ¿cierto?

Al diablo, dejaría de pensar tanto, una parte de él pedía a gritos que no debía perder más tiempo, así que junto delicadamente sus labios con los de ella, sintiendo como era dulcemente recibido. Aquello era el paraíso en la tierra.

Al separarse apenas unos centímetros vieron en el reflejo de los ojos del otro la misma dicha, aunque rápidamente fue reemplazada por rostros sonrojados al rojo vivo al escuchar varios aplausos a su alrededor. Habían olvidado que estaban en una cafetería, que se confesaron en un lugar público y que todos lo escucharon y claro, no pudieron evitar aplaudir a la recién formada pareja con tal confesión de cuentos de hadas.

Ambos ocultaron sus rostros ardientes entre la palma de sus manos, llegaría a pasar demasiado tiempo para que se atrevieran a volver a esa cafetería.

-Ka... Mitsuri... ¿terminaste de comer? - pregunta sin mirarla, y no por ella, se sentía demasiado apenado por dar tal exposición de sentimientos ante tanta gente.

-s-si... - es todo lo que dice, también estaba demasiado apenada, pero feliz, muy feliz.

-d-disculpe... - le llama a la mesara que los estaba atendiendo - ¿me puede traer la cuenta?

-con gusto – dice la amable señora

En los minutos que la mesara tardó en regresar con la cuenta, la recién feliz formada pareja no se atrevió a decirse más, estaban felices claro, pero fue tanta su dicha de saber que se correspondían que hasta olvidaron donde estaban. Únicamente se miraron, sonriéndose al ver que ambos estaban igual de abochornados.

-aquí tiene – vuelve la mesera, poniendo la cuenta delante Obanai, este, tras dar un rápido vistazo, saca su cartera y pone el dinero en la bandeja

-gracias – dice este

-gracias a ustedes, y felicidades, hacen una linda pareja – esto los sonroja aún más, aunque Mitsuri se veía más que resplandeciente – su novio es todo un caballero, señorita

-lo sé - lo toma del brazo al encaminarse a la salida

Estaba tan encismada en su propia dicha que ni siquiera noto las miradas recelosas de las chicas que habían hablado de sus malos hábitos para comer, porque claro, el hombre que ahora oficialmente era su novio era muy atractivo e interesante, aquella cicatriz en su mejilla le daba un toque extra, y se notaba en la expresión de sus ojos bicolor cuando quería a aquella mujer, no importando que por estereotipo comiera demasiado.

-oh, espera un momento, olvide algo – dice apresurada Mitsuri corriendo de vuelta a la cafetería, acelerando el paso cuando noto que la mesera ya estaba recogiendo su mesa – espere por favor, no tire eso – ruega al verla tomar la servilleta donde estaba escrita la linda declaración de su ahora novio.

-¿esto? - reacciona la señora

-si... e-es, donde mi novio escribió su declaración - dice con una encantadora sonrisa apenada juntando las manos – quisiera conservarla

-oh, entiendo, aquí tiene – le da la servilleta, la cual Mitsuri ve con brillo en sus ojos – es un joven encantador – dice la señora - se nota que la quiere mucho, nunca vi a ningún hombre mirar de esa manera a una mujer mientras está comiendo – eso le pareció tanto divertido como muy dulce.

-ha sido muy amable y lindo conmigo desde que lo conozco, fue inevitable enamorarme de él - expresa con dulzura llevando la servilleta a su pecho – muchas gracias, que tenga un lindo día - hace una reverencia, saliendo del lugar como si caminara sobre nubes para encontrarse con su novio – listo, perdón por hacerte esperar – dice tomándolo del brazo.

-no te preocupes ¿encontraste lo que olvidaste? -

-sí, aunque casi lo tiran – muestra la servilleta del lado donde él había escrito.

Al ver el objeto por el que regresó con tanta urgencia, sus ojos bicolores se abrieron más al tiempo que un fuerte sonrojo se apoderó de su cara, que trata de ocultar poniéndose su bufanda blanca a media cara y mirando a otro lado. Él había creído que olvido un arete, su teléfono o algo así.

-vo-volviste... ¿solo por eso? -

-claro, fue una confesión muy bonita, la conservare siempre – de reojo, ve que la dobla cuidadosamente y la guarda en alguna parte de su bolso – pero... ¿qué tal si no le hubiese dado la vuelta a la servilleta para ver que había algo escrito? La hubiese tirado – pensar eso la preocupo, la confesión de Obanai se hubiese arruinado.

-en realidad... no era mi plan que fuera así – confiesa él - olvide que había escrito eso cuando te pase la servilleta

-entonces ¿cómo lo ibas a hacer? - pregunta curiosa, aquella forma de confesarse le había parecido encantadora

-no lo sé, lo escribí porque estaba buscando las palabras correctas - comenzaron a caminar, iban en dirección a un parque – pensé que escribiéndolas las encontraría

-y lo hiciste – dice encantada abrazándose más al brazo de Obanai – fue una confesión hermosa, por eso quiero conservarla.

Comenzaron a caminar por un sendero donde varios árboles les proporcionaban una agradable sombra y varias hojas caían sobre ellos por la entrada del otoño.

-pero... solo lo escribí en una servilleta, ni siquiera es una carta -

-No importa, lo atesorare siempre – se recarga en el brazo de su novio, y como era algo más alto que ella, no ve la mirada de adoración que le brinda, aunque podía sentirla.

-eres... demasiado linda, Mitsuri – se detienen al momento en que Obanai se pone delante de ella para posar delicadamente su mano en su la mejilla de la ojiverde – siempre estas tan alegre, siempre irradias tanta luz y amabilidad, me encanta lo dulce que eres en todo momento, haces que mi corazón siempre se sienta cálido - aquellas palabras tan hermosas, provocan que de nuevo los ojos verdes de Mitsuri comiencen a llenarse de lágrimas.

-Obanai... - nunca se lo ha dicho, no le ha contado que, en otras relaciones a los chicos, al ser como es los hacía sentirse incomodos, empalagados decían ellos, pero Obanai decía que es lo que amaba de ella.

-no llores, se arruinará tu hermoso rostro – limpia sus lágrimas con sus pulgares.

-es que... soy muy feliz...

-siempre te hare feliz, siempre te protegeré - esta vez, sin temor a estar haciendo pública su declaración ya que estaban solos en aquella zona del parque, unieron una vez más sus labios de forma calmada y acogedora mientras las hojas de tonos otoñales caían, haciendo aquella escena muy romántica.

...

En cuanto su relación se hizo oficial, Obanai comenzó a ir más seguido a la casa de su novia para cenar con su familia, mostrándole un mundo completamente distinto al ambiente de las pocas cenas que llegaba a tener con su padre en las que el único sonido que se escuchaba era de cubiertos contra platos y la ocasional voz de su padre al pedirle a la servidumbre con voz autoritaria y ausente, que le trajeran algo. Podrían estar en la misma mesa, en la misma habitación, pero parecía que los separaban kilómetros de distancia.

Las cenas con la familia Kanroji era totalmente lo contrario; se escuchaban risas por parte de todos, platicas alegres, el alboroto de los hermanos más pequeños de su novia, que, aunque ya no eran tan pequeños, entre los menores de 12 y 15 ya se armaban algunas divertidas discusiones.

-tus ojos son geniales, Iguru-kun – expresa el niño menor de los hermanos – quisiera tenerlos igual

-gracias – responde Obanai sonriente y dándole unas palmadas en la cabeza

-¿desde cuándo vives solo, Iguro? - pregunta con amabilidad la señora, sentados todos a la mesa

-desde los 21 – responde él con simpleza, pero caballerosidad

-¿vez seguido a tu familia? - ahora pregunta el padre. No es que quisieran verse entrometidos, simplemente estaban tratando de hacerle conversación al hombre – si no viven lejos, también podrías invitarlos a cenar un día.

—se lo agradezco, pero no creo posible—ante eso, todos callan, temiendo estar inmiscuyéndose en un asunto delicado— mi padre es mi única familia, pero no tengo una buena relación con él. No hemos hablado desde que me mude — cuenta desviando la mirada, reflejando lo dicho.

-bueno, eres bienvenido aquí siempre que quieras – habla el segundo hermano, un joven de 22 años, copia casi exacta de su padre – cuéntanos como tu familia, y como vez, una muy grande y ruidosa – expresa con jovialidad.

-se los agradezco mucho – y no sabían cuánto, pues en verdad, era un ambiente que lo llenaba de gozo.

Kanroji en definitiva llegó para darle luz, para sacarlo de las frías sombras de la exigencia y frialdad en su educación y crianza. Con aquella mujer tan llena de vida, dulce y alegre tenía ese extra que lo apartaba de la rutina de su trabajo, pues era una mujer con tal vitalidad y espontaneidad que en el poco tiempo de estar saliendo se vio rodeado de compañía.

Se hizo buen amigo del hermano de 22, era un joven de carácter jovial pero tranquilo. También, hizo buenas migas con el prometido de la compañera de trabajo de Mitsuri, Sanemi Shinazugawa, a quien conoció una vez que las mujeres los involucraron en una salida para hacer los preparativos de boda de la pelinegra y como ellas estaban tan encismadas hablando de quien sabe cuanta cosa mientras caminaban, ellos tuvieron la oportunidad de charlar amenamente y vieron que se entendían muy bien. Tenían un carácter similar.

Mitsuri le había dado dicha a su vida, tan solo siendo tal cual era. Disfrutaba de las cosas simples a lado de ella, a veces solo bastaba con dar una tranquila caminata en las que él, a sabiendas de lo mucho que le gustaba comer, le compraba algún helado o algo sencillo que pudiera ir comiendo mientras caminaban. Siempre se mostraba llena de vida, tan alegre, que era como si lo bendijera al compartirle parte de esa felicidad.

-será mejor regresar – comenta Obanai mirando al cielo que comenzaba a nublarse – antes que empiece a llover –

Solo habían salido para comprar algo que comer mientras veían una película en su departamento, y como la tienda estaba cerca, fueron caminando. Pero la tormenta estaba más cerca de lo que pensaron, por lo que, a medio camino de llegar, cayo de repente sobre ellos una fuerte lluvia.

Obanai de inmediato se quitó su chaqueta a rayas y se la puso encima para que no se mojara tanto, comenzando ambos a correr entre risas por parte de ella que inevitablemente lo contagio a él.

La puerta del oscuro apartamento se abrió de golpe, dejando a entrar a dos empapados pero felices enamorados.

-lo lamento, nunca pensé que fuera a llover tan pronto – le dice Obanai quitándole su chaqueta a rayas empapada

-no te preocupes, fue divertido – responde ella demostrándolo en su rostro

-te prestare algo de ropa mientras lavo la tuya, espérame en el baño - ella asiente, yendo a donde le dijo.

Obanai se apresura a buscar algo en su armario. Por razones lógicas únicamente tenía ropa formal pues casi todo el tiempo vestía de traje para el trabajo. Era poca la ropa que tenía casual y, aun así, esta eran camisas blancas y pantalones negros, nada de eso le quedaría a alguien como Mitsuri que siempre vestía de forma colorida. Opto por tomar una de sus ropas de dormir, que era un pantalón y camisa blanca holgada con rayas negras.

-Mitsuri, aquí tienes – dice tocando la puerta del baño, la cual a los segundos se abre solo lo suficiente para que su novia asomara su brazo desnudo y tomara aquellas prendas, pero fue suficiente para que el rostro de Obanai se sonrojara de inmediato, obligándolo a voltear a otro lado.

-gracias – escucha que dice desde dentro

-déjame tu ropa en el baño, luego pasare por ella – vuelve a su habitación para cambiarse la ropa mojada.

Mitsuri tomo aquellas prendas entre sus manos, cubriéndose superficialmente su semidesnudo cuerpo. Estaba nerviosa, a los segundos de quitarse la ropa mojada y quedarse en ropa interior fue que se dio cuenta que estaba en el baño del departamento de su novio semidesnuda. Esa idea le provocaba un estremecimiento en su pecho, es decir, no había nada de malo, eran novios, pero, aun así, estaba inquieta y no por pensar que Obanai fuera a faltarle al respeto, él jamás podría, pero, llevaban apenas el primer mes saliendo y...

-no, Mitsuri, deja de pensar en esas cosas – se da golpes en la cara, disponiéndose a ponerse la ropa de Obanai, disfrutando el aroma al llevárselas a su nariz, el aroma otoñal de Obanai.

El hombre en cuestión estaba en la cocina poniendo agua para preparar té, ya cambiado con cómodas ropas de dormir. Se encontraba casi en el mismo conflicto interno que Mitsuri, también la idea de saber que se estaba cambiando en su baño, poniéndose su ropa...

-maldito pervertido – se reprende - ¿cómo puedes tener esos pensamientos sobre un ángel como ella? - Comienza a hacer las infusiones, acomodando dos tazas.

Si, era un ángel celestial que lo ilumino en el momento en que la vio, pero, no era ciego, notaba lo hermosa que era, tanto por dentro como por fuera. Notaba su figura ya que solía usar ropa algo entallada y casi siempre usaba falda, deleitándolo con sus largas y bien contorneadas piernas.

Era hermosa, muy deseable, pero también era tan inocente y dulce que, aunque lo deseara, no se atrevía a toques más atrevidos de los que le daba al acariciar su tersa mejilla.

-es un pijama muy bonito y cómodo - la oye entrar a la cocina usando sus ropas, lo que no ayudo en nada a sus debates internos posteriores – gracias por prestármela

Él era un poco más alto que ella, la rebasaba apenas unos 10 cm, así que arrastraba un poco el pantalón, que pisaba con sus adorables pies descalzos. Como era un pijama de botones y bueno, Mitsuri era de grandes atributos, no lo pudo abrochar por completo, así que dejo dos botones sin abrochar de la parte de arriba, dejando ver un poco el inicio de su busto. Traía el cabello suelto, como se habían empapado, se deshicieron sus encantadoras tranzas. Linda, estaba demasiado linda como para poder soportarlo, así que lo unico que pudo hacer Obanai fue taparse la cara sonrojada con la palma de su mano.

-d-de nada – su voz suena apagada al estar tapando su boca –pre-perare un poco de té - le extiende el suyo a Mitsuri, sin atreverse a mirarla – yo... iré a lavar la ropa mojada, ponte cómoda en la sala – sin más va al cuarto de lavado, dejando a Mitsuri un poco confundida mientras sostenía la humeante taza.

Tenía una lavadora y secadora, su ropa y la de Mitsuri quedarían limpias y secas en una hora. Volvió a la sala, donde estaba sentada en el sofá tomando con gusto el té que le preparó. En cuento reparó en la presencia del heterocromático, le preguntó si no tenía un peine que le prestara respondiéndole que tenía uno en el baño.

-gracias, Obanai – dice ella cuando volvió. Estaba por tomarlo, pero Obanai sutilmente lo apartó.

-permíteme – pide él mientras que Mitsuri, al entender, se sonroja un poco, sentándose a espaldas de su novio.

Como si se tratara de finos hilos de seda, Obanai toma algunos mechones de su cabello, procediendo a pasar con cuidado las cerdas del cepillo. Era una sensación tan pacifica, ese simple mimo a con su novia lo llenaba de ternura y calidez.

Como separaba las partes de su cabello que ya estaban cepilladas, inevitablemente su cuello fue quedando expuesto y ya no pudo apartar sus encandilados ojos de esa parte de su piel, así como no pudo evitar acercarse con sigilo y posar sus labios con delicadeza y adoración, sintiendo como Mitsuri daba un pequeño sobresalto por tal sorpresivo contacto. Cuanto tocaba sus mejillas con su mano sentía su sueve piel, no imagino que la piel de su cuello fuera igual de suave, y ahora, podía percibir su dulce aroma a flores de cerezo.

Comenzó a darle sutiles besos, llegando a la cuenca entre su cuello y su hombro. Mitsuri disfrutaba aquello, eran caricias suaves y lentas, su corazón latía con desenfreno y su pecho comenzaba a sentirse muy cálido.

-Que hermosa eres... - musita con voz aterciopelada en su hombro

De repente, las inseguridades aparecieron, provocando que Mitsuri se volteara y se separara de las suaves caricias de su novio.

Obanai la mira preocupado, especialmente porque los bellos ojos verdes de su novia temblaban y lo miraban de una forma que interpretó como miedo.

-lo siento... no quería... - iba a tocar su mejilla, pero no se atrevió. Idiota, idiota, idiota – Mitsuri, lo siento... no creas que yo... - se tapa de nuevo la cara, esta vez sintiéndose de lo más bajo y miserable por haber asustado a su inocente ángel.

-no, Obanai, tu no hiciste nada – se apresura a decir, quitándole las manos de su rostro – me... estaba gustando, tus besos siempre me hacen sentir bien – admite con una dulce sonrisa y un adorable sonrojo mientras llevaba su mano a la mejilla del hombre, justo donde tenía la cicatriz símbolo de su valía del día en que se conocieron – solo que... es que... por tonta, me he dejado presionar para tener relaciones en noviazgos anteriores, y no me daba cuenta de que eran lo único que querían – admite con vergüenza y tristeza – sé que tú no eres así, solo que me acorde, además, salvaste mi vida y por ello sé que lo menos que...

-Mitsuri, detente – la interrumpe tomándola de ambas manos - ¿enserio crees que, porque me interpuse entre tú y ese malnacido, debes pagarme con sexo? - la mira fijamente, casi molesto, aunque más que nada estaba asustado de que su novia de verdad lo creyera– no, por favor, no – le ruega, posando su mano en su mejilla – si lo hice, fue porque no soporte la idea de que le hicieran daño a un bello e inocente ángel como tú y para mí fue suficiente recompensa el seguir viéndote, que me dejaras quererte. No negare que deseo amarte con plenitud, en todo sentido, pero no tienes que sentirte presionada, esperare el tiempo que sea necesario, así que no creas que me debes eso ¿de acuerdo? - la besa cálidamente en la frente, reconfortándola tanto, que varias lágrimas de felicidad empiezan a emanar de sus ojos -

-Obanai, eres muy gentil y lindo, te amo – se abalanza a él, abrazándolo por el cuello – me haces muy feliz.

-es lo único que me importa, hacerte tan feliz como tú me haces a mí con solo verte sonreír - la rodea con sus brazos, poniendo su mentón sobre la coronilla peli rosa - ¿aun guardas los contactos de esos sujetos que dices? Soy abogado, puedo hacer que pasen el resto de sus miserables vidas en la cárcel por cometer el imperdonable crimen de jugar contigo – oye a Mitsuri reír entre su cuello, lo que es una música celestial para sus oídos.

-ya no me importan – se separa un poco para mirarlo de frente – ahora estoy feliz contigo – le da un acaramelado beso en la mejilla, justo en su cicatriz.

Obanai la tomo delicadamente de la barbilla para voltearla y besar sus naturales labios rosados, fundiéndose en un beso largo en el que hacían varias pausas para mirarse con anhelo a los ojos, para luego volver a hacer contacto. Ellos demostraban que podía haber besos reconfortantes, que, a pesar de estar solos, podía haber ese tipo de contacto cálido y sin intención de llegar a más.

Obanai se recostó a lo largo del sofá, quedando Mitsuri encima suyo. Rápidamente se quedó dormida debido a los mimos que su novio le daba al acariciar su cabello, tocar su cara con la yema de sus dedos, así como por largo de sus brazos. Nunca se dejaría de cautivar por lo suave que era su piel y el olor natural de flores de cerezo.

-hhuummm mi lindo Obanai – susurra entre sueños, mostrando una angelical sonrisa.

De verdad, jamás conoció alguien tan extraordinariamente linda y tierna. No concebía como alguien se atreviera a solo querer tener relaciones con ella y luego dejarla cuando él, desde el instante en que la conoció, lo único que deseaba más que nada en este mundo era permanecer a su lado. Y así lo haría, no la dejaría, la haría feliz.

...

Comenzó a abrir con pereza sus ojos, sintiendo que estaba recostada sobre algo cálido, algo muy diferente de su cama pues parecía tener pulso y sentía que bajaba y subía al compás de una calmada respiración. Al terminar de despertarse, se dio cuenta que estaba acostada sobre Obanai, quien seguía profundamente dormido. Se sonrojo enseguida, se había dormido en el departamento de su novio y encima de él, era la primera vez que pasaba desde que empezaron a salir oficialmente.

-Mitsuri... - habla él comenzando a despertarse

—lo siento, me quede dormida, debiste estar muy incómodo— por instinto, oculta su rostro sonrojado en el pecho.

-do- ¿dormimos juntos? - cae en cuenta Obanai, también sonrojándose al igual que su novia.

-si, perdón, no era mi intención - no se atrevía a mirarlo

-no, no fue tu culpa, también me quede dormido – cubre su cara con su mano

Ambos se miraron, y toda vergüenza pasó a risas al ver que estaban igual de sonrojados que el otro.

-¿quieres desayunar? Creo que tengo lo suficiente para hacer panqueques – le dice acomodando un mechón de cabello detrás de su oreja. Ella sonríe y asiente – te vez sumamente linda con mi pijama – se levanta un poco para darle un beso en la frente.

Era fin de semana, así que no tenían prisa por arreglarse para el trabajo, por lo que se tomaron con calma la preparación del desayuno en la que, pese a las réplicas de Mitsuri por ayudar, fue Obanai quien hizo todo insistiendo que ella se sentara y fuera comiendo en cuanto los panques fueran saliendo, así los comería calientes.

-están deliciosos – expresa con su usual dulzura infantil– no sabía que cocinaras tan delicioso, Obanai

-bueno, vivo solo y no siempre me gusta estar saliendo a cenar, pierdo más tiempo – dice mientras daba la vuelta a otro panque en la parrilla.

-¿de verdad? A mí me encanta visitar cada vez que puedo un restaurante que no conozca, la comida sabe diferente en cada lugar – expresa entusiasta – pero... la comida de Obanai es muy distinta a cualquiera, no se describirlo, quisa porque la prepara con mucho cariño - lo dice tiernamente sonrojada.

-la cocino para ti, claro que lo hago con cariño, quiero que seas feliz – tras dejarle otra ración en su plato, le da un beso en la mejilla, volviendo luego para preparar más raciones.

Mitsuri ante lo dicho por su novio grita internamente totalmente enamorada al tiempo que se lleva sus manos a su sonrojada cara. Encantador, tan encantador, era la mujer más afortunada del mundo.

Luego de ese día, Mitsuri en ocasiones solía quedarse en el departamento de Obanai, sus padres no tenían problema alguno pues el hombre ha demostrado ser todo un caballero que de verdad quería demasiado a su hija como para atreverse a hacerle daño. Confiaban completamente en él y con justa razón, pues Obanai no pasaba de ciertos límites aún, él le cedía su cama mientras que él dormía en el sofá.

Siempre le tenía el desayuno listo ya que tenía la arraigada costumbre de dormir poco, a lo que Mitsuri en ocasiones se lo agradecía llevándole el almuerzo a su trabajo, el cual comían juntos. La soñadora chica no pudo evitar fantasear con que empezaban a verse como una pareja casada, deteniéndose a no decirlo porque esos comentarios eran los que asustaron a sus relaciones pasadas. Sin embargo, Obanai, en silencio, también comenzaba ya a desear una vida a lado de ella.

En el tercer mes de su noviazgo decidieron pasarla en el departamento y ver un maratón de películas, elegidas todas por Mitsuri ya que Obanai no tenía costumbre de ver mucha televisión, a lo mucho ponía los canales de investigación ya que los tomaba como practica en su profesión, pero nunca ponía algo simplemente para distraerse, su padre jamás dejo que perdiera segundo alguno y eso se arraigó a él hasta que Mitsuri llego a darle espontaneidad a su rígida vida.

Mitsuri trajo algunos postres de la pastelería de sus padres, mientras que Obanai preparo bastantes bocadillos al saber que su novia le gustaba mucho comer, siempre tenía suficiente comida cuando sabía que venía a su departamento.

-oh, hola Kaburamaru – saluda al reptil albino que se deslizó y se enredó en su cuello

Obanai miraba con encantó como su novia acariciaba la cabeza de su mascota al tiempo que dejaba más bocadillos y bebidas en la mesa de centro frente al sofá donde verían las películas. Casi desde sus primeras visitas a su departamento, Kaburamaru había tomado la costumbre de enredarse en el cuello de Mitsuri. Al inicio claro que se asustó, pero solo fue cuestión de segundos para que la peli rosa le tomara cariño y comenzara a acariciarlo. Fue algo confuso para Obanai pues se vio sintiendo celos de un reptil.

-¿ya elegiste una? - pregunta sentándose al lado de Mitsuri

-sí, esta es mi favorita ¿ya la has visto? - Obanai vira su vista a la pantalla, viendo el nombre de una película animada "your name"

-no, casi no veo películas -

-te gustara, es muy hermosa – expresa infantil

-bueno, veámosla -

Era interesante, el concepto de dos chicos que viven lejos e intercambian cuerpos, pero, a decir verdad, Obanai llego a estar más entretenido con todas las expresiones que hacia Mitsuri al ver la película. Era algo encantador, su trasparencia ante lo que sentía seguía enterneciéndolo.

En un momento, Kaburamaru pareció aburrirse o quizá tenía hambre, así que se fue a su pecera. Ese reptil era muy peculiar.

En fin, eso le dio la oportunidad de rodear a Mitsuri por el cuello y atraerlo a él, gesto al que ella no opuso resistencia, recargándose en su hombro.

-¿verdad que es hermosa? - era la quinta vez que veía esa película, pero le seguía encantado, especialmente el final en que se reencuentran y parecen reconocerse a pesar de no recordarse.

-si, muy hermosa – pero esto lo dijo en un suspiro mirándola a ella y tomándola delicadamente de la barbilla para virar su rostro hacia él - lo más hermoso que he visto – por supuesto que palabras tan dulces mientras la miraba con tal brillo en sus ojos bicolores la enternece, y, en un silencioso acuerdo visual, juntan tranquilamente sus labios mientras la canción final de la película sonaba.

No prestaron atención cuando los créditos ya habían acabado, seguían sumidos en la caricia que se daban mutuamente con sus labios, tanto que, en un momento, Obanai empujo a Mitsuri a lo largo del sillón, quedando encima de ella, teniendo precaución de no dejar caer todo su peso sobre ella e incomodarla.

Fue inevitable no desviar su camino al cuenco de su cuello, donde la besó con suavidad, siguiendo con delicadeza hacia su oreja mientras disfrutaba los suspiros que deba su novia. Volvió a sus labios y mientras la pasión subía a un ritmo suave, Mitsuri empezó a desabotonarle la camisa para poner sus manos sobre su delgado, pero bien formado pecho, recorriendo este con una seducción que era tanto un tacto dulce como invitante.

-Mi-mitsuri... - murmura él con voz temblorosa, mirándola a los ojos, reflejando una clara pregunta que no necesito de palabras, no para la peli rosa que envolvió la hermosa cara de su novio con sus manos.

-Por favor... - dice con sus ojos temblándole, y no por el miedo. Él veía en sus preciosas gemas que tenía por ojos la petición.

Junta su frente con la de ella, sintiendo que su corazón le palpitaba con fuerza, no podía creer que era ella quien casi le suplicaba. Eso lo acabo, no podía existir mujer más angelical y dulce que ella. Lo era tanto, que se sentía en un conflicto: por un lado, claro que deseaba amarla, deseaba besar cada rincón de su cuerpo, explorar cada rincón de su piel. Por otro lado, era una mujer tan celestial que se sentía como un vil pecador por tener tales deseos.

-Mitsuri... - murmura con sus ojos cerrados manteniendo su frente pegada a la de ella, respirando agitadamente, pero esto le dio una idea equivoca a ella.

-e-está bien... si tu no quieres... - él abrió sus ojos de inmediato, separándose un poco para verla a los ojos

-por Dios, Mitsuri, te aseguro que no es eso – le acaricia delicadamente la mejilla con el dorso de sus dedos – es que... esto está ocurriendo tan rápido que me abruma, y a la vez, siento que llevo esperándolo desde hace una vida, es extraño - peina su sedoso cabello con sus dedos. Sus mechones pasaban entre ellos como agua – te amé, desde el instante en que te vi, nunca me había sentido así por nadie – no, no eran palabras vanas solo por verse conquistador, sus ojos bicolores reflejan la sinceridad – quiero demostrarte que no solo busco acostarme contigo, como los demás miserables que te hicieron daño, por eso estoy dispuesto a esperar, quiero que veas que te atesoro no solo por lo hermosa que eres, si no, especialmente por tu maravillosa esencia – le da un sube beso en la mejilla, luego en su boca, prolongando un poco más este último.

-mi lindo Obanai – dice esta al separarse – yo siento lo mismo, en poco tiempo me enamore de ti, pero siento que llevo queriéndote desde hace mucho tiempo y por eso ya no quiero esperar más, por favor...

Lo atrae a ella rodeando del cuello para besarlo con una dulce seducción abrumadora para Obanai, pues su invitación en sus labios era coqueta, pero, al mismo tiempo, delicada. No, no podía negársele, así que entre esos apasionados besos que no dejaban de ser suaves, Obanai la tomo entre sus brazos, sobresaltándola un poco al inicio.

-no quiero que estes incomoda – le dice, y es cuando ella se da cuenta que se dirigían a su habitación.

La recostó en la cama como si ella fuese una delicada muñeca de porcelana que se rompería si no se colocaba en el estante con cuidado, para él, lo era. Mitsuri tenía una sonrisa tímida, pero dichosa al momento en que su amado se puso encima suyo y deslizó la camisa ya desabotonada de Obanai por sus hombros, dejándole ver su torso desnudo. No era de complexión muy musculosa, pero tenía un cuerpo bien formado.

Le dio sutiles besos pequeños en el rabillo de sus ojos, en su mejilla, cuello y lóbulo, haciéndola reír un poco por las pequeñas cosquillas que le daba. Se alejo luego un poco, poniéndose literalmente a sus pies para quitarle sin prisas las calcetas verdes que habían sido obsequio suyo y casi todo el tiempo usaba. Se tomó un tiempo delirante en esa tarea al deslizar sus dedos por el largo de sus piernas mientras deslizaba aquella prenda, besando luego esa parte de su cuerpo con absoluta devoción.

Nunca le habían dado este trato previo tan dulce, y no es que lo compara con sus otras relaciones, pero era inevitable pensar en la diferencia entre él y otros hombres que llegaban a hacerla sentir incomoda por la rudeza y prisa con la que tenían el acto con ella. Obanai sin duda era el hombre tierno que ella había anhelado, no cabía la menor duda.

Los labios del peli negro regresaron a su cuello mientras que ella lo deleitaba con caricias sobre su espalda y el canto agudo y dulce que su voz soltaba, ahora más nunca le sonaban a el sonido de las campanas de viento, un sonido que llegaba al alma y la deleitaba, como si fueran las campanas que daban la bienvenida al paraíso.

Desabotonó la blusa de ella, acariciando su vientre cuando tuvo mayor acceso a esa zona de su cuerpo, cada rincón era suave a su tacto, sensación que se estaba convirtiendo adictiva. Las manos de Mitsuri bajaron a su pantalón aprovechando que sus labios volvían a acariciarse mutuamente, quitándoselo con la ayuda del propio Obanai.

Aquel acto previo y suave se volvió deliciosamente largo hasta llegar al punto en que ambos estaban en la misma situación de desnudez, pero antes de empezar a unirse, Obanai la miró con fascinación desde arriba, sosteniendo su peso al poner sus brazos a cada lado de ella. Notaba su contorneado cuerpo aun con ropa, pero casi se le va el aliento al verla totalmente desnuda. Su cuerpo formaba una curvatura perfecta, como si fuera una antigua estatua de una doncella griega. Tanta belleza delante suyo, era tal, que la miro por largo rato al no poder procesar que era real, y, sobre todo, que era una belleza que se entregaba a él.

-O-obanai, es vergonzoso que me mires tanto – dice ella tapándose con sus brazos, algo que a él terminó por enternecerlo más.

-no puedo evitarlo – le susurra seductoramente en el oído, estremeciéndola - tener a un ángel tan bello como tú me abruma demasiado – besa el lóbulo de su oreja, su cuello, estaba vez siendo más candente, todo mientras daba atenciones a sus pechos con su mano. Aquello hizo la voz de Mitsuri sonara más hermosa, que el sonido de campanas fuera más bello, como de una catedral antigua.

Incluso en el vaivén de sus caderas al unir sus cuerpos, aun cuando tomo un ritmo más apasionado, se sentía como una dulce caricia sin prisa, sin llegar a ser puramente por el deseo carnal pues era una combinación tanto física como emocional, era totalmente un acto de amor en que sus labios seguían tocándose con adoración y pasión, un acto que culminaron juntos en un replicar de campas conjuntas y estremecedoras al dar la bienvenida a la entrada al paraíso.

Las palabras sobraban al yacer juntos y tapados con la sabana, las miradas y sonrisas mutuas lo decían todo, y ellos lo entendían con claridad pues lo reafirmaban juntos con caricias reconfortantes. Mitsuri fue la primera que inevitablemente fue cerrando sus ojos, pero manteniendo una sonrisa más que feliz en sus labios. Y, aunque Obanai hubiera querido seguir contemplando su celestial rostro dormido, se sentía tan en paz y en calma, que también cayó profundamente dormido mientras cobijaba a su ángel entre sus brazos.

...

Comenzó a abrir sus ojos con pereza, había caído tan profundo que ahora le costaba levantarse, aunque a decir verdad siempre fue algo perezosa para levantarse en las mañanas.

Vio a su alrededor, ubicaba que se encontraba en la habitación de Obanai, ya veces anteriores que se ha quedado a dormir ahí, pero, su novio era tan respetuoso con ella que la dejaba sola. Sin embargo, con lo hecho la noche anterior, pues era lógico que amanecieran juntos ¿porque se habrá ido? La inseguridad de experiencias anteriores la empezó a invadir, aunque no duro demasiado al momento de ver a Obanai entrando con una bandeja.

-buenos días, Mitsuri – saluda él acercándose a un lado de la cama – despiertas justo a tiempo, recién está listo el desayuno – deja la bandeja en el buro a lado de ella - ¿dormiste bien? - con un amor reflejado en sus ojos, acaricia su cabello. Ella claro que no puede evitar mirarlo con adoración, totalmente feliz y enamorada.

-si, muy bien, aunque me hubiese gustado despertar a lado tuyo – hace un adorable puchero, lo que le parece de lo más lindo a Obanai.

—lo tendré en cuenta a la próxima—le besa en la frente— ¿quieres desayunar? Prepare panqueques – ella asiente y se sienta en la cama tapándose con la sabana. De acuerdo con que ayer la vio desnuda, pero no sentía propio mostrarse así mientras desayunaba en la cama.

Él se puso a lado de ella, comenzando a partir pequeños pedazos de los panqueques que le daba en la boca. Ella aceptaba con cierta pena, nadie nunca había tenido ese tipo de atenciones tan lindas. Eran tan feliz, muy, muy feliz.

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Como de costumbre, iba en camino a almorzar algo a una cafetería cercana a su trabajo, pero ahora, su mente divagaba en otras cosas que no eran los casos de sus clientes, esta vez, su mente se encontraba pensando en su hermoso ángel que tenía por novia y en la caja de terciopelo que guardaba celosamente en unos de los bolsillos internos de su chaqueta.

¿Era correcto? Apenas hace unos meses habían cumplido un año de novios, pero de verdad quería pasar el resto de su vida a su lado, despertar cada mañana abrazándola, saber que al final de una larga jornada se encontrarían en la misma casa. ¿qué debía hacer?

Justo saliendo del edificio, la vio a lo lejos, caminando pensativa.

-¿Mitsuri? - se sobresalta cuando ser acerca a ella – hola ¿qué haces aquí? - le daba gusto verla, como siempre, pero no habían quedado de verse.

-salí temprano hoy, y quise traerte el almuerzo – le extiende una caja envuelta en un pañuelo.

Tan linda, era tan linda. Un año de relación y aun ese tipo de gestos espontáneos de parte de ella lo seguían poniendo tan nervioso que instintivamente se cubría la mitad de su cara con su bufanda mientras miraba a otro lado para que no viera su sonrisa tonta y sonrojo.

-gracias, Mitsuri ¿quieres acompañarme? - la ve asentir al mirarla de reojo

Fueron a un a un parque cercano, sentándose bajo la sombra de un árbol. El almuerzo que le trajo eran unos onigiris que él comió lentamente, ofreciéndole uno.

Notaba que Mitsuri estaba algo inquieta, se delataba porque jugueteaba con su trenza. Quería decirle algo, pero, por alguna razón no se atrevía a decírselo, así que tuvo que cuestionarla.

-¿clases de baile? ¿quieres que vaya a clases de baile contigo? - pregunta para confirmar lo que con tanto balbuceo le pedía

-e-está bien si no quieres, sé que eso no te agrada mucho, así que está bien – dice apresurada, moviendo sus manos.

-tú... ¿de verdad quieres ir? - pregunta nuevamente ocultando la mitad de su rostro tras la bufanda blanca mientras su vista temblorosa miraba hacia enfrente.

-sí, suena muy divertido, y... me gustaría ir con Obanai – dice tímida, mirando hacia abajo. Empezaba a arrepentirse de haber preguntado cuando su novio no dijo nada, pero estaba tan nerviosa que no se atrevió a mirar su expresión.

-e-está bien – finalmente habla, lo que la hace volver su vista ilusionada al pelinegro que seguía oculto tras su bufanda y sin mirarla directamente.

-¿de verdad? - este asiente una vez – gracias, veras que será muy divertido...

Sin duda desde que conoce a Mitsuri se ha visto en cosas que jamás imagino hacer, y ahora, había aceptado tomar clases de baile con ella. Además de que no podía negarle nada que la hiciera feliz, el sumirse en la espontaneidad de su novia también lo alegraba, pues nada le gustaba más que verla contenta, aun si eso implicaba tomar lecciones de baile.

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Y aquí es donde entran los sucesos de la primera parte de "¿bailamos?" posiblemente después de este siga con la historia del Sanae, creo que ya voy teniendo algo en mente. Espero que la historia de este ship les haya gustado. He sentido que me quedo bastante cursi, pero pues ¿que se le va a hacer? Estamos hablando del pilar del amor y de Obanai que se desvive por ella.