-LADY OSCAR NEWS DREAMS-

Arco II: "Identidad"

Capítulo XXXIV: "Sentimientos Divididos"

Han pasado unas semanas desde el nacimiento de Therese, la vida personal de Marie parece haber mejorado, su sonrisa verdadera ha vuelto, esa sonrisa que no había visto desde el día en que Fersen se fue. No esperaríamos que el suceso que marcaría el destino de mi hermana llegaría en esos momentos tan felices…

-Su Majestad, el joyero Boehmer ha llegado. – Saludó el mayordomo haciendo una reverencia ganando la atención de Marie, quien se encontraba sentada al lado de la cuna de Therese.

El joyero Charles Boehmer entró en la sala con una reverencia, cargando en sus manos un cofre hermoso.

-Su Majestad, permítame decir unas pocas palabras. – Dijo con una reverencia, acercándose a ella. – Me gustaría presentarle un magnífico collar de diamantes. –

-¿Un collar de diamantes? – Preguntó curiosa, poniendo total atención al hombre.

-En realidad, fue encargado por el ex Rey Louis XV como un regalo para su amante, Madame Du Barry. – Explicó, acercando el cofre a la reina. – Sin embargo, la orden no fue entregada debido a su repentina muerte. – Agregó, abriendo el cofre para mostrar el hermoso collar de diamantes, que resplandeció con fuerza ante el roce de la luz del sol que entraba por las cortinas. Marie soltó un pequeño exclamo por el deslumbro antes de tomarlo en sus manos con una sonrisa de emoción.

-¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Qué estupendo! – Exclamó Antoinette con una enorme sonrisa, observando cada detalle del collar.

-Debido a su alto precio, ninguna de las familias reales de Europa me ha hecho el pedido todavía. – Continuó diciendo Charles, aclarando su garganta. – En cualquier caso, el collar está valuado en 1.6 millones de libras. –

-¡¿1.6 millones de libras?! – Dijo Marie sorprendida, girándose a ver a Boehmer.

-¿Estaría usted interesada, su Majestad? – Preguntó sonriente el joyero. – El pago se puede arreglar en cuotas. –

-Uh, eh…oh, Dios mío… - Murmuró Marie nerviosa, soltando una pequeña risita. – Ya tengo muchos diamantes…y, francamente, prefiero gastar 1.6 millones de libras en dos buques de 60 armas. – Explicó, regresando el collar al cofre. – Es un magnífico collar, podrá encontrar a alguien que lo adore sin problema. –

-Pero nadie mejor que Su Majestad para portarlo. – Insistió, extendiendo el cofre hacia ella.

-No gracias, por favor, no insista. – Respondió Antoinette, cerrando el cofre mientras lo veía con una sonrisa. – Puede retirarse. –

-S-Sí…con su permiso, Majestad. – Se despidió el joyero, saliendo de la habitación.

En ese momento…Marie Antoinette no podría haber imaginado que aquel collar sería la causa de su trágica caída unos años más tarde.

[…]

-¡¿Qué?! – Exclamó Fernanda, mirando fijamente a Oscar y André. - ¡No, eso jamás! –

-Vamos, Fernanda, la abuela tiene muchas ganas de ver a Cosette. – Suplicó el castaño, mirándola mientras unía sus manos. – Sabes que no puede salir con facilidad de la Mansión Jarjayes. –

-Yo estaré con ellos, me aseguraré de que nada le pase a Cosette, te lo prometo. – Apoyó Oscar, cruzada de brazos junto a su amigo de la infancia. – Te juro por mi vida que nadie en la mansión sabrá que Cosette es tu hija. –

Fernanda soltó un suspiro. – De acuerdo…dejaré que lleven a Cosette a ver a su abuela, pero solo por hoy. – Condicionó, viendo a la pequeña que jugaba en la otra habitación con Anne. – Deberá estar aquí al anochecer. –

-¡Sí, está bien! – Asintió André emocionado, corriendo a darle la noticia a su hija.

-Gracias, Fernanda, no sabes lo feliz que harás a nana. – Agradeció la rubia mayor, tomándola de las manos. – Deberías venir a visitarla algún día, estoy segura de que le alegrará verte de nuevo. –

-Sí…quizás vaya otro día, sería muy arriesgado ir el mismo día que Cosette. – Apoyó, girándose para ver cómo Andrea saltaba feliz a los brazos de su padre, claramente emocionada por la noticia. – Les encargo mucho a mi hija. –

-No te preocupes, daría mi vida misma para traerla a salvo contigo, puedes estar tranquila. – Aseguró Oscar, haciendo una reverencia. – ¿Necesitas que te traiga algo de la Mansión? –

-No es necesario, solamente encárgate de que Cosette no se meta en problemas. – Respondió Fernanda, soltando un suspiro. – Será la primera vez que se irá lejos de mí… -

-Tranquila, estará conmigo todo el tiempo. – Dijo Oscar con una sonrisa, colocando una mano en el hombro de Fernanda. – Toma este día libre para ti. –

-Bueno…quizá lo haga, me gustaría ir a visitar a alguien. – Agregó la rubia menor, recordando a la pequeña Charlotte.

-Cosette está lista. – Informó André, llegando a la habitación con la pequeña niña en brazos y una bolsa colgando de sus hombros. – Anne me hizo el favor de empacarme algunas cosas por cualquier situación que se diera. –

-Bien. – Asintió Fernanda, acercándose a su hija. – Pórtate bien, ¿de acuerdo? Mamá te estará esperando. –

-¡Sí! – Respondió la pequeña, abrazando a su madre. - ¡Adiós! –

-Nos vemos pronto. – Contestó Marie Fernanda, separándose de la niña. – Cuídala mucho, por favor. –

-No tienes qué decirlo, es mi hija también. – Apoyó André, caminando a la puerta. – Nos vemos más tarde. – Se despidió, saliendo de la casa para acomodar las cosas en su caballo y subir con la pequeña niña.

-Te veo más tarde. – Agregó Oscar, saliendo también de la casa.

-Buen viaje… - Murmuró Fernanda desde la puerta, viéndolos partir hacia la Mansión Jarjayes. – Bien…yo también me voy. –

-¿Irás a ver a Charlotte? – Preguntó Anne, acercándose a ella.

-Sí, la he dejado sola todo este tiempo, quiero ver cómo está. – Respondió Fernanda con una sonrisa. - ¿Quieres venir conmigo? –

-¡Sí, claro que sí! – Asintió emocionada, no había visto la hacienda de sus padres desde el día que la había vendido. - ¡Me trae tantos recuerdos! –

-Entonces andando. – Dijo la menor, escribiendo una nota para Allen (quien hacía unos encargos en el pueblo) y tomando una bolsa de víveres que había preparado para enviarle a Charlotte.

-Sí, rápido, rápido. – Apoyó emocionada la mayor, ayudando a Fernanda a subir las cosas a su caballo, partiendo juntas hacia Arles.

[…]

-Buenos días. Soy Cosette, ¿y tú? – Dijo la pequeña con un tono dulce, extendiendo la mano hacia la mujer frente a ella.

André tuvo que frotar la espalda de su nana con gentileza para ayudarla a calmarse después de los lagrimones que escurrían de sus ojos mientras miraba a la pequeña frente a ella, tan dulce e inocente como Fernanda, y tan cálida y amistosa como André. No había esperado vivir suficiente para conocer la descendencia de su nieto, pero tener a Cosette frente a ella en ese momento era más que suficiente. Podría morir en ese instante y se iría con una gran paz en su corazón, sabiendo que su nieto había tenido una hermosa princesa junto a alguien tan querida para ella como lo era Fernanda.

Oscar y André tuvieron que ayudar a la mujer anciana a sentarse en una silla cuando su cuerpo comenzó a temblar por la impresión, procurando que no fuera a lastimarse si llegaba a desmayar. Fue cuando Marron volvió a la realidad en el momento en que la pequeña Andrea se paró de puntillas a su lado, intentando limpiar las lágrimas en el rostro de la mujer.

-No llora, no llora. – Dijo Cosette con una sonrisa reconfortante, intentando aliviar la tristeza de la mujer frente a ella, provocándole una sonrisa.

-Oh, pequeña…eres tan dulce, me recuerdas a tu madre… – Nana dijo con nostalgia, tomando el rostro de Andrea entre sus manos, acariciando sus mejillas con los pulgares mientras miraba a sus ojos. – Tienes la misma mirada dulce de mi niña Fernanda. –

-Cosette es una niña muy buena, Fernanda ha hecho un gran trabajo educándola. – André dijo con orgullo, acariciando el cabello de la pequeña. – No pude tener una mejor hija…y mi hija no pudo tener mejor madre que Fernanda. –

-No cabe duda de que la paternidad cambia a las personas. – Bromeó Oscar cruzada de brazos, mirando a André con diversión reflejada en su rostro.

-¡No molestes, Oscar! ¡Ya te veré el día que tengas hijos! – Dijo Grandier con una carcajada, sin notar el sutil cambio en la expresión de la joven rubia, quien se quedó en silencio, perdida en sus pensamientos.

[…]

-¡Fernanda-sama! – Exclamó Charlotte con alegría, corriendo hacia Fernanda con entusiasmo, abalanzándose sobre ella mientras la envolvía con sus brazos. - ¡La he extrañado tanto! –

-Charlotte… - Murmuró la mayor con una sonrisa, correspondiendo el abrazo con la misma emoción que la menor. - ¿Cómo has estado? ¿Te han tratado bien? –

-Vamos, lady Fernanda, esa pregunta me ofende. – Dijo Robin cruzado de brazos, recargado en la pared mientras las miraba con una sonrisa juguetona.

Charlotte soltó una risita, y se separó de Fernanda para verla al rostro. – Todos han sido muy amables conmigo, ¡incluso me enseñaron a hacer pan! –

-¡Vaya! Eso si me intriga. – Respondió Fernanda con una risita, acariciando el cabello de la menor antes de girarse hacia Anne, quien se había mantenido detrás de ellos. – Charlotte, te presento a mi hermana, Anne Auvergne. Anne, ella es Charlotte de Polignac. –

-Solo soy Charlotte…no puedo ser llamada con el apellido Polignac nunca más después de lo que hice. – Murmuró la niña con pesar, mirando al suelo mientras apretaba su vestido.

Todos vieron con preocupación a Charlotte, pero antes de que alguno pudiera hacer algo, Robin se acercó a ella, rodeándola con su brazo por los hombros, aferrándola a él.

-Entonces, ¿qué te parece si te llamas a partir de ahora "Charlotte Beaurielle"? – Preguntó el joven con una sonrisa coqueta, provocando un leve sonrojo en las mejillas de la rubia menor.

-¡Robin! ¡Deja de avergonzar a la señorita Charlotte! – Reprochó Marine rápidamente, dándole un suave golpe en la nuca a su hermano mayor.

-¡Ouch! – Se quejó Robin, sobando la parte afectada con su mano libre, sin dejar ir a Charlotte. – ¿Por qué me pegas, Marine? ¡Solo trataba de ser amable! –

Fernanda soltó una risita, divertida con la situación frente a ella. – Eso sonó más como una pedida de matrimonio, Robin. –

El rostro de Charlotte se volvió de un rojo profundo mientras bajaba la mirada al suelo, sintiendo su corazón latir con intensidad. Las mejillas de Robin también se sonrojaron, e inmediatamente se giró hacia Fernanda mientras movía las manos frenéticamente frente a él.

-¡No! ¡Espere, Fernanda-sama, no es eso! ¡Yo no…! – Las risas de Anne, Marine y Fernanda provocaron que los nervios del chico aumentaran, avergonzándolo aún más. - ¡No se burlen, por favor! –

-¡Perdón, perdón! – Se disculpó Fernanda, limpiando las pequeñas lágrimas que habían brotado de sus ojos, intentando recuperar la compostura.

-¿P-Por qué mejor no vamos adentro? Es mi turno de hacer la comida. – Dijo Charlotte con un ligero temblor en la voz, intentando disimular su nerviosismo a pesar de que sus mejillas seguían ligeramente coloradas.

-Bueno, no hemos comido desde esta mañana, así que eso me gustaría mucho. – Apoyó Anne con una sonrisa, tomando a Charlotte del brazo. - ¡Vamos, te ayudaré!

-¡Sí! – Asintió la menor con una sonrisa, siguiéndola dentro de la hacienda. Los demás se miraron con una sonrisa y las siguieron, continuando con la amena conversación para ponerse al día después de todo el tiempo que había transcurrido.

[…]

Las horas habían pasado, y antes de darse cuenta la noche había caído. Oscar y André cabalgaban de regreso al hogar de Fernanda, listos para entregar a Cosette después de un largo día. La pequeña yacía dormida en el regazo de Oscar, descansando después de haber pasado tantas horas jugando alegremente con su padre y su bisabuela.

-Creo que Cosette terminó exhausta. – Dijo Oscar con una risita, mirando a la niña entre sus brazos.

-Sí, bueno, no paró de correr en el jardín de la Mansión Jarjayes, dudo que despierte pronto. – Respondió André con una sonrisa, dirigiendo su mirada hacia su hija que dormía plácidamente recargada en la rubia. – Te verías bien como madre. –

-Sabes que jamás seré una. – Replicó Jarjayes con un tono de voz áspero, enfocando su mirada en el camino mientras cabalgaba a ritmo lento.

Grandier permaneció en silencio unos momentos antes de continuar hablando. – Siempre podrías retomar ese camino. –

Oscar se quedó callada, pensando en lo que André acababa de decir. Sin embargo, no respondió. Prefirió quedarse sus pensamientos para sí misma. En el fondo, era consciente de su realidad. Había estado enamorada de Fernanda, pero sabía que era una relación imposible, más ahora que una hija la unía para siempre a André, y que era cuestión de tiempo para que la existencia de Cosette los uniera nuevamente. Y su reciente amor por Fersen también era inalcanzable…la Reina era dueña de su corazón, y era consciente de que Marie Antoinette era también la mujer de sus sueños. Y ella jamás se atrevería a romper el corazón de su amada reina.

El resto del camino prosiguió en total silencio, salvo los pasos de los caballos en las desoladas calles. Poco después llegaron finalmente a casa de Anne, donde Fernanda ya los esperaba en la puerta, caminaba de un lado al otro con clara ansiedad, la cual pareció desaparecer en el instante que sus ojos divisaron a Oscar y André.

-¡Gracias a Dios! – Exclamó Fernanda con alivio, corriendo a recibirlos con una sonrisa en el rostro.

-Sugiero no hacer ruido, se quedó dormida. – Explicó Oscar con una risita, entregándole con cuidado la pequeña a su padre, tratando de no despertarla. Una vez André caminó dentro de la casa con Cosette en brazos, la joven bajó de su caballo, mirando fijamente a Fernanda. – ¿Todo bien? –

-Sí, ¿por qué la pregunta? – Cuestionó la austriaca, confundida.

-Porque te conozco lo suficiente como para saber que algo te angustia. – Respondió Oscar con una sonrisa, cruzando los brazos mientras la miraba fijamente. – ¿Qué sucede? –

-No es nada importante, es solo que…pensar que Cosette estuvo en la Mansión Jarjayes es…difícil. – Murmuró la menor con un tono afligido, mirando al piso. – Sé que no estuvo en la Mansión principal, pero… –

Jarjayes miró fijamente a la joven en silencio por unos segundos antes de colocar una mano en su hombro, tratando de reconfortarla.

-No tienes nada qué temer, nadie vio a Cosette, puedes estar tranquila. – Respondió Oscar con tranquilidad, sonriéndole con gentileza.

Fernanda negó con la cabeza, abrazándose a sí misma. – No es eso… – Murmuró, girándose a verla. – Odio saber que en ese lugar…fue que André… – Las lágrimas en sus ojos y el nudo en su garganta le impidieron continuar hablando, pero Oscar entendía perfectamente a qué se refería. – ¿Cómo le explico a mi hija…que fue en ese lugar donde su padre abusó de mí…? –

Antes de que pudiera decir más, Oscar la aferró a su cuerpo, abrazándola con fuerza mientras apoyaba su rostro lloroso contra su pecho.

-Cosette no tiene qué saberlo… - Dijo la mayor con voz baja, recargando la mejilla contra la frente de Fernanda, sin dejarla ir. – No tienes qué recordar eso nunca más…déjalo ir. –

-Eso quiero…eso quiero, pero… - Sollozó Marie mientras rodeaba a Oscar con sus brazos, aferrándose a ella, dejando que las lágrimas desbordaran y se deslizaran por sus mejillas. – El recuerdo no se va… - Murmuró antes de levantar la vista, dejando que sus ojos se encontraran con los de Jarjayes por unos segundos.

Se perdieron en la mirada de la otra en el silencio del momento, y se atrajeron mutuamente en un impulso casi hipnótico que no pudieron resistir. Oscar bajó sus manos por las curvas de la chica y apretó la cintura de Fernanda con fuerza con sus brazos, presionándola contra su cuerpo. La austriaca tuvo que pararse de puntillas para acercarse al rostro de Jarjayes, cerrando sus ojos en el momento que sus labios rozaron los de la mayor.

Fue apenas un roce de uno o dos segundos, que rápidamente se rompió cuando Oscar retrocedió unos pasos, soltándola por instinto y girándose al lado contrario, incapaz de verla al rostro. Sentía su corazón acelerado, pero al mismo tiempo la culpa la carcomía por dentro. Fernanda se quedó inmóvil en su lugar, mirando fijamente a la rubia mayor en silencio, tratando de procesar lo que había sucedido.

-Lo…lo siento. – Se disculpó Fernanda cuando finalmente pudo recuperar la compostura, bajando la mirada.

Oscar negó con la cabeza, incapaz de girarse para verla a los ojos. – No, perdóname tu a mí…no puedo hacer esto…no te lo mereces. –

Fernanda apretó su vestido con fuerza, mordiendo su labio antes de responder. – Tampoco merecía todo lo que me hicieron…pero supongo que jamás podrás sacar de tu cabeza la idea que te creaste de mí… –

Jarjayes se giró a verla al escucharla, sintiéndose culpable por la situación. – No, Fernanda, no pienses así, eso no es… –

–Está bien, Oscar. – Interrumpió la menor, negando con la cabeza antes de desviar la mirada. – Ya lo entendí. – Murmuró, caminando de regreso a la puerta de su hogar.

–Espera, Fernanda… – Intentó hablar nuevamente, pero la joven no se detuvo. – ¡Fernanda! –

–Buenas noches. – Se despidió, entrando a la casa y cerrando la puerta tras de sí.

Oscar se contuvo de seguirla, sabía que actuar impulsivamente solo lastimaría más a la Fernanda, y no quería hacerlo. Ella misma estaba en conflicto, por un lado, sus sentimientos por la joven seguían latiendo con fuerza en su pecho, ese beso era una clara prueba de que el simple hecho de estar cerca de la austriaca provocaba que sus sentimientos renacieran de las cenizas cual fénix. Por otro lado, el amor que había desarrollado por Fersen recientemente impedía que pudiera acercarse a la austriaca por completo.

En el fondo, sabía que Fersen jamás la correspondería, porque su corazón amaba únicamente a Marie Antoinette, así como el de la reina le pertenecía solo a él. Oscar nunca se atrevería a lastimar a la dulce austriaca, ni tampoco al joven sueco del que se había vuelto una amiga cercana. Y aunque era consciente de que Fernanda la amaba y estaba dispuesta a intentarlo nuevamente con ella, sabía que la división en su corazón no le permitía amar a la joven como merecía.

Oscar no era capaz de jugar con los sentimientos de Fernanda, y sentía que sería cruel de su parte ilusionarla sabiendo que no podría amarla de la misma forma en que la amó en el pasado…cuando solamente ella habitaba en su corazón…

Tal vez…y solo tal vez…algún día este amor que siento por Fersen se desvanezca. Y, quizá, solo entonces…podría tener una oportunidad más de amar a Fernanda. Hasta entonces…perdóname, mi dulce Fer… hasta que mis sentimientos divididos vuelvan a unirse en uno solo, solo entonces podré amarte de nuevo.


¡YAHALLO! xHimemikoYukix aquí~

¿Qué pensaron? ¿Que la historia ya estaba muerta? ¡Pues no, reviví! Pido perdón por el laaargo plazo, me han pasado muchas cosas...mi hija fue diagnosticada con autismo, así que entre terapias, sus clases normales y las labores hogareñas mi tiempo se ha reducido demasiado, pero intentaré ir avanzando poco a poco. Por el momento, les dejo este pequeño capítulo que es preludio para el arco del collar, ahhhh! ¿Qué les ha parecido? ¡Espero sus comentarios!

SALUDOS Y AGRADECIMIENTOS ESPECIALES A TODOS LOS QUE HAN SEGUIDO FIELMENTE ESTA HISTORIA, ¡GRACIAS A TODOS!

¡NOS LEEMOS!