Capítulo 5:
La decisión de Lisa de asignar al Almirante Gloval como asesor cultural de la Tierra en la cofradía llenó de alegría a todos, en especial a los ex tripulantes del SDF-1. Una vez que los pods somáticos, o como se comenzaron popularmente a conocer, cápsulas de curación, estuvieron a disposición de la población, Henry Gloval accedió al tratamiento. Fue cuestión de unas pocas sesiones para que su enfermedad se erradicara por completo y de forma muy rápida comenzó a recuperar su condición física.
A ojos inocentes las cápsulas parecían magia pura, sin embargo se trataba de una reconstrucción celular indolora que, en términos sencillos, reseteaba aquellas que no se desarrollaban correctamente, permitiendo un envejecimiento y decaimiento natural.
La distribución de los pods somáticos alrededor del planeta no tomó mucho tiempo. Luego de la devastación causada por el ataque zentraedi que comprometió más del 95% de la superficie, la recuperación humana había sido lenta. Simplemente no había tantos seres humanos como un siglo atrás.
Lisa esperó la recuperación del Almirante antes de preparar su traslado a Ónides, uno de los planetas dentro de Alfa Centauri, el sistema estelar más cercano al sol y donde convivían cientos de especies diferentes que realizaban intercambios comerciales con otros sistemas, el equivalente a un puerto espacial.
"Almirante, ya está aquí el comandante Sterling", anunció la asistente. "Que pase, por favor", indicó Lisa.
Max ingresó a la oficina con su usual sonrisa tranquila, casi infantil. Lisa lo recibió alegremente.
"¡Max! ¡Qué bueno verte!, por favor toma asiento", invitó Lisa. "¿Cómo están Miriya y Dana?"
"Aburridas a más no poder. Tanta tranquilidad las está desesperando", comentó Max riendo.
"Ya me lo imaginaba, en especial de Dana. Toda su vida la ha pasado en medio de una gran urbe y viajando por la galaxia".
"Lo único que las mantiene algo más en paz es el uso del simulador. Dana está tan cerca de sobrepasarnos que resulta impactante. Por supuesto eso ha significado que Miriya esté obsesionada por mejorar", rió Max recordando a su esposa testarudamente tratando una y otra vez de ganarle a la pequeña, que lo veía todo únicamente como un juego gracioso. Ambos rieron antes la imagen mental de la zentraedi enfadada consigo misma.
"Por eso mismo vengo a verte Lisa, necesito pedirte un gran favor".
"Por supuesto, dime", dijo Lisa con atención.
"Tengo un problema con Rick", inició Max testeando las aguas con su reacción. Lisa levantó una ceja curiosa.
"¿Con Rick? ¿qué pasó?", preguntó intrigada. Era muy extraño que Max tuviese algún problema con su otrora superior.
"No ha logrado utilizar el simulador correctamente. Ha tenido 4 ataques de pánico sólo al tratar de ingresar y ni hablar de que pueda concentrarse lo suficiente para iniciar el sistema", explicó Max preocupado.
"Eso sí que me sorprende. Después de ti y Miriya, Rick es el mejor piloto que hay en el RDF, nunca me imaginé que tuviera problemas con el pod".
"Yo tampoco, pero la verdad es que ha lidiado mucho con el tema y su frustración es evidente".
"¿Cuál crees que sea el motivo?"
"Tengo una idea, pero no quiero sonar condescendiente", dijo Max mirándola algo avergonzado.
"Habla. Lo que digas quedará entre los dos", aseguró la Almirante. Max se tomó unos algunos momentos para responder, buscando las palabras adecuadas.
"El cerebro y las emociones de Rick son un caos. Es incapaz de focalizarse sin que todo lo que tiene en la mente o siente se interponga".
"Pero al pilotear lo hace sin problemas", añadió Lisa sorprendida.
"Creo que eso es mayormente memorial muscular. Creció volando aviones desde pequeño, por lo que sus reacciones no requieren mayor sinapsis. Sin embargo, sabes que los RFs requieren de una absoluta concentración".
Lisa apoyó su cabeza en sus manos pensando qué hacer. Gran parte del plan de protección de la Tierra dependía de que Rick pudiese manejar los RFs perfectamente y posteriormente entrenara a nuevos pilotos. No podían desperdiciar su talento natural como piloto.
"¿Qué propones?", preguntó Lisa mirándolo fijamente. Max le dio una leve sonrisa nerviosa.
"Tengo entendido que en dos semanas vas a dejar a Gloval. Creo que sería bueno para Rick que trabajara directamente con los onidianos para que le enseñaran a controlar su cerebro".
Lisa se mantuvo en silencio reflexionando. Los onidianos habían sido esenciales en su aprendizaje acerca del cerebro humano y cómo controlarlo prácticamente a voluntad para conseguir enfocarse en tareas específicas. Debido a la evolución biológica del ser humano, el uso del cerebro era, en general, limitado y, particularmente, divergente.
"Entiendo lo que dices, pero te confieso que no me agrada la idea", dijo Lisa honestamente.
"Lo sé, pero no te lo pediría si no lo encontrara absolutamente necesario".
"Está bien. Haz los preparativos para que nos acompañe. Explicale lo mejor posible lo que verá, para que no se sorprenda tanto y cómo debe comportarse. El viaje será en total de diez días. Seis para el trayecto de ida y vuelta y cuatro allá. Yo debo presentar a Gloval ante el consejo", explicó Lisa seriamente. Max asintió.
"Gracias Lisa, de verdad", expresó Max agradecido.
"No hay problema. Esperemos que esto sea suficiente", agregó Lisa con calma.
Las semanas pasaron rápidamente y Lisa se encontró lista para la partida. Sin duda la petición de Max la descolocó pero no podía dejarlo ver abiertamente. Anhelaba viajar a Ónides y tener la posibilidad de pasar un tiempo en tranquilidad. Desde su llegada a la Tierra no había parado de trabajar y llevar a Gloval resultaba la excusa perfecta para alejarse un poco de las responsabilidades.
Rick y Gloval arribaron juntos hacia el hangar oeste, donde ya era conocido que se trabajaba con todo aquello que trajo el SDF-2. La seguridad alrededor era sumamente estricta por el mismo motivo. Se les indicó que debían caminar hacia la parte de atrás, donde Lisa los estaba esperando. Al terminar de rodear el enorme complejo, ambos quedaron desconcertados ante lo que había frente a sus ojos.
Una nave espacial de aproximadamente unos 70 metros cuadrados yacía en la loza esperándolos. En la parte superior, a varios metros de altura, se podía ver una cabina y bajo ella, una plataforma abierta. Los hombres se acercaron a la nave lentamente, con una especie de miedo y exaltación.
"No los va a morder", escucharon la voz de Lisa, bajando por la plataforma sonriendo. Llevaba puesto un uniforme de piloto de color negro y el pelo recogido. Rick reconoció el atuendo, lo había usado durante la transmisión televisiva al llegar con el SDF-2. Sin duda, el estilo le favorecía.
"¿No es una belleza?" dijo Lisa mirando la nave con notorio orgullo.
"Absolutamente", respondió Rick volviendo la mirada a la nave nuevamente un poco ruborizado. Gloval sonrió discretamente.
"Es un crucero votaniario. Tiene sus años pero está en perfectas condiciones", explicó Lisa tocando el fuselaje.
"¿De dónde salió?", preguntó Rick intrigado.
"Es mía. Se llama Hera", sonrió Lisa sin dejar de mirar su nave.
La sorpresa de ambos hombres fue evidente. Lisa los observó de reojo.
"Fue un regalo. La verdad es que comparada con otras naves es pequeña y anticuada, pero para mí es perfecta", explicó.
"¿Quién la pilotea?", preguntó Rick sin pensarlo mayormente. Lisa levantó una ceja.
"Yo, y sólo yo", respondió cruzando los brazos frente a ella un poco a la defensiva. Rick tragó saliva y se arrepintió de inmediato de haber abierto la boca.
"Es increíble Lisa, te felicito", intervino Gloval desviando el tema. Lisa inmediatamente se relajó.
"Bien, vamos entonces. Todo su equipaje ya está a bordo Almirante", comentó Lisa guiando el camino.
"Sólo dime Henry, Lisa", insistió Gloval. Lisa sonrió.
"Lo siento, viejos hábitos", replicó cortésmente.
Rick siguió a Lisa al interior de la nave, pero Gloval se detuvo un minuto mirando por última vez la Tierra. Jamás se imaginó que terminaría sus días viviendo una aventura de este calibre. Con agradecimiento y un poco de tristeza, dio un último vistazo a su planeta natal y por el cual había entregado su vida.
"Bienvenidos, les presento a Hera", dijo Lisa orgullosamente al interior de la máquina. "Lo lamento, pero estaremos un poco apretados, estas naves están pensadas principalmente en transporte de carga menor, con poco espacio para la tripulación", explicó.
Rick y Gloval miraban asombrados el interior de la nave. Efectivamente el espacio era limitado pero muy bien distribuido, con lo esencial para un viaje. En la parte superior se encontraba la cabina de pilotaje con espacio para dos personas. Bajando por una pequeña escalera, el área habitable tenía dos pequeñísimos cuartos para descansar, cada uno con dos literas, un cuarto de baño y un espacio común. En las áreas inferiores se encontraba la zona de carga, casi del mismo tamaño que la carlinga superior. Ahí sestaban las cajas con las posesiones más preciadas de Gloval que lo acompañarían en su próximo destino.
Lisa les indicó que durante el viaje les comentaría acerca de los detalles con los que convivirían los siguientes tres días. Gloval y Rick se sentaron en el área común, mientras Lisa subía a la cabina. Una vez solos, Gloval le hizo un gesto a Rick para que la siguiera.
"¿Puedo acompañarte?", preguntó Rick tímidamente asomándose a la cabina. Lisa hizo un pequeño gesto y subió. Ella realizó una serie de comprobaciones, que según él se parecían mucho a cartas de navegación.
"¿Cómo funciona?", dijo Rick tratando de ser lo más cuidadoso posible.
"Esta es una nave completamente mecánica. La verdad es que no requiere mayor talento para pilotar, casi todo lo hace de forma automática", comentó indicando algunos botones del panel. "Aquí se ingresan las coordenadas a donde vas y la computadora te indica el camino adecuado desde tu destino".
"¿Tiene el mapa de todo el universo?", preguntó impresionado.
"No, los mapas existentes abarcan únicamente nuestra galaxia y no están completos. Esta zona de aquí es donde se desarrolla la mayor parte de la vida conocida, y nosotros estamos aquí", y señaló un punto muy alejado. Rick entendió a qué se refería cuando mencionó que estábamos muy lejos de todo.
"Abróchate el cinturón. La primera parte es a gran velocidad para llegar a la corriente. De ahí en adelante no lo notaremos".
Rick quería preguntar más pero decidió guardar silencio. Lisa estaba concentrada poniendo todo en orden. A los pocos segundos la nave comenzó a vibrar al encender los motores. Suavemente ascendió verticalmente, para luego doblar en un ángulo de 45° y levantar el vuelo rápidamente, casi sin hacer ruido
Rick no podía creer lo que estaba experimentando. La pequeña nave tenía una velocidad mucho mayor que un VF y sintió el peso en su cuerpo encima. Lisa realizó algunos ajustes y la presión al interior de la nave cedió un poco, haciéndolo tolerable. Una vez sobrepasada la atmósfera terrestre, Lisa inició la gravedad artificial y la velocidad del motor descendió un poco.
"Debemos pasar la gravedad de la luna para realizar el salto con seguridad", le explicó al ver la curiosidad escrita en su rostro.
"¿A dónde nos llevará el salto?".
"Aquí", indicó Lisa y un mapa holográfico apareció frente a ellos. "La forma de viajar es una mezcla de pequeños saltos rápidos hasta llegar a algunas de las corrientes. Las corrientes son similares a las corrientes marinas de la Tierra, pero en vez de masas de agua, es energía electromagnética que forma una red semejante a una carretera de alta velocidad".
"¿Las corrientes son naturales?"
"Hasta donde sabemos, sí. El sistema solar está bastante retirado de las corrientes, por eso la dificultad de llegar a nosotros. Las corrientes te llevan a velocidades cercanas a la luz. No puede ser la velocidad de la luz porque somos materia y no energía, pero lo suficientemente rápido para cruzar de este punto a este punto en pocas rotaciones".
"¿Rotaciones?", preguntó Rick nuevamente.
"Los días que conocemos son medidas terrestres. Cada planeta tiene sus propias formas de medición, por lo que la cofradía en un intento de estandarizarla, creo que concepto de rotaciones. Una rotación es aproximadamente unas 10 horas terrestres".
Rick iba a preguntar más cuando una luz en el panel de control se prendió. Lisa revisó algunos ajustes.
"Vamos a saltar, prepárate", dijo y Rick se mantuvo quieto en su asiento. Una sensación de desdoblamiento que le resultó conocida recorrió su cuerpo al momento que la nave parecía desaparecer y aparecer en otra ubicación. Al terminar el salto La Tierra, la Luna y el Sol simplemente habían desaparecido. La oscuridad los rodeaba sin ningún punto conocido a seguir. Se le apretó el estómago.
"Tranquilo, es normal sentirse así. El salto que dimos en el SDF-1 fue defectuoso. Así es como debería ser un salto. En este momento estamos aquí", dijo Lisa apuntando otro punto en el mapa, ya muy lejano del origen. "Ahora la computadora de navegación nos llevará a la corriente más cercana y una vez dentro, viajaremos sin parar", trató de sonar lo más calmada posible, pero sabía que era mucha información que digerir.
"Voy a ver al Almirante", dijo Lisa.
"¿Puedo quedarme un poco más?", preguntó Rick notoriamente pálido. Lisa asintió pero le indicó que no tocara nada y desapareció por la escalera. Rick permaneció sentado sólo acompañado de las pequeñas luces que parpadeaban en los controles. Observó el espacio circulante y se le puso la piel de gallina. Era realmente aterrador sentir que su vida dependía únicamente de la nave en donde se encontraba. De pronto fue consciente de la vulnerabilidad y fragilidad de su propia existencia. Era un simple grano de arena dentro de una playa interminable. Cuando estuvo en el SDF-1 la nave era enorme y lo envolvía haciéndole sentir a salvo, pero ahora, dentro de la pequeña Hera, descubrió que siempre había sido una falsa sensación de seguridad.
Después de un rato, los tres se encontraron en la zona común de la nave. Lisa les explicó que la alimentación a bordo consistía en raciones artificiales que contenían lo necesario para sobrevivir. El agua era preciada y si bien un generador era capaz de reunirla partir del hielo circulante, debía aprovecharse con cuidado. La ducha consistía en una pequeña cabina individual donde un gas limpiaba el cuerpo con rapidez y en seco. Lisa les entregó uniformes similares al de ella, también de color negro. Les explicó que se trataba de una tela especial que no se ensuciaba, muy cómoda y resistente, que mantenía estable la temperatura del cuerpo. Con ella se podía dormir sin problemas.
Una vez dadas las indicaciones, Lisa volvió a la cabina de pilotaje mientras ellos se cambiaban.
"¿Qué pasa capitán? le preguntó Gloval al notar su silencio.
"Todo esto, es mucho. No logro asimilarlo", explicó con tristeza.
"Es normal, a nadie se le haría fácil algo así".
"Para Lisa parece lo más normal del mundo", dijo Rick avergonzado. Gloval frunció el ceño.
"Lisa viene de una familia naval con más de un siglo de historia. Tu eres un piloto, lo tuyo es el cielo, sin embargo Lisa creció en el mar. Vivir en el mar es muy parecido a estar en el espacio. Eres consciente de que tu vida depende completamente del navío en donde te encuentras. El mar es traicionero, como lo es el espacio", le explicó. "Además, es muy probable que Lisa lleva años manejando esta nave por la forma como la trata. Me atrevería a apostar que conoce cada componente dentro de ella".
Rick lo observó y asintió en silencio. No se trataba de que su reacción fuera mejor o peor, sino que ella tenía mucha más experiencia.
"¡Rick, ven!", llamó Lisa desde la cabina. Rick se disculpó con el Almirante y se apresuró a ir con ella.
"Vamos a entrar a la corriente, siéntate" dijo entusiasmada.
De pronto frente a ellos se vió una especie de tubo de energía, levemente celeste y brillante. A medida que se acercaban a ella, los haces de luz que emanaba parecía querer agarrarlos, como dedos fantasmagóricos. Rick sintió que el corazón se aceleraba. Lisa lo miró de soslayo. "Todo saldrá bien", le aseguró con calma.
Las luces envolvieron a Hera y suavemente ingresó a la corriente. La nave aceleró de una manera inconmensurable pero ellos no sentían la inercia del movimiento. Lo único que se veía era un intenso brillo blanquecino rodeándolo todo y la sensación de estar recorriendo un túnel.
"Y eso sería todo", declaró Lisa sonriéndole. Rick la miraba asustado todavía. "Ahora simplemente esperamos. La corriente nos llevará directamente a Ónides. A diferencia de la Tierra, la corriente pasa muy cerca del planeta. No será necesario dar otro salto", le aseguró.
"Te confieso que estoy shockeado con todo esto. Y te admiro muchísimo, no sé cómo lo haces", dijo Rick apoyándose en su silla, soltando un suspiro
"Es sólo la costumbre. He hecho esto muchas veces". Rick la observó fijamente, su rostro tranquilo iluminado por las luces de la corriente. Con el cabello tomado, su cuello y sus facciones destacaban mucho más. Sus ojos verdes brillaban con destellos plateados debido a la luz.
"Te ves preciosa", murmuró suavemente. Lisa no se esperaba semejante comentario.
"Creo que te haría bien comer y descansar. Han sido muchas emociones para un día", sugirió levantándose de su asiento y caminando hacia la escalera.
"En un momento voy", dijo Rick devolviendo la mirada hacia la corriente. Sin duda todo lo vivido había drenado su energía y estaba exhausto. Sin embargo, había algo hipnótico en ella y quiso observar un poco más.
Los siguientes días pasaron en calma para los tripulantes del Hera. Como si se tratase de un campamento de verano, Gloval relató muchas historias de su pasado atrapándolos en su narración como a niños pequeños. Lisa constantemente revisaba la cabina de pilotaje y Rick la acompañaba. A pesar de su negativa a que volara la nave, le enseñó algunas cosas básicas del panel de control. Era imposible negarse a la curiosidad del piloto por aprender todo lo que ella sabía, hasta que consiguió doblarle la mano y acceder a que lo dejara volar sólo un poco antes de volver a la Tierra.
Durante el tercer día, el panel de control indicó que ya estaban cerca de su destino. Rick, ya más familiarizado con la nave, se sentó en el asiento del copiloto esperando ansiosamente conocer cómo era la salida de la corriente. Lisa lo observó, contenta de ver que había recuperado el ánimo y la curiosidad.
"Prepárate, vamos a salir. Esto se puede mover un poco", dijo Lisa controlando la nave con destreza. Efectivamente fue como salir a la fuerza de una corriente de agua y la nave se sacudió ante el repentino descenso de la velocidad.
Una vez detenida la nave, Rick observó por la ventana y se quedó sin aliento. La imagen frente a él parecía sacada de una película de ciencia ficción. Un planeta gigantesco, mucho más grande que la Tierra cubría prácticamente toda la vista. Cientos de naves de todos los tamaños entraban y salían de ella en un constante movimiento. Desde las alturas el planeta de color amarillento hervía en vida.
Lisa observó la reacción de Rick y sonrió recordando la suya propia la primera vez que vio Ónides. Sin duda una imagen imposible de olvidar. Volviendo la atención a la nave, abrió los canales de comunicación e indicó su número de registro y motivo de visita. Esperó unos momentos y recibió de vuelta una serie de sonidos ininteligibles. Rick la miró con sorpresa.
"¡Lo había olvidado!". Bajaron juntos al área común de la nave, Lisa buscó algo en su pequeña habitación y volvió con dos pequeñas cajas.
"Son traductores universales. Lo adecuado sería decirles galácticos, pero la idea se entiende", dijo Lisa. Dentro de las cajas había dos pequeños dispositivos casi imperceptibles, similares a un sofisticado audífono.
"Deben usarlos permanentemente, o no van a entender nada de lo que les digan".
"¿Y tú no usas?", le preguntó Rick.
"No, el mío está implantado", dijo mostrándole detrás de su oreja una pequeñísima cicatriz.
Una vez todo listo, Lisa condujo su nave suavemente a destino, para que tanto Rick como Gloval, que estaba mirando desde la sala común, pudiesen llenarse con la vista.
La ciudad flotaba sobre la superficie. Toda la actividad urbana se realizaba en las alturas, mientras que el suelo se utilizaba para algún tipo de plantación. Se veían algunas formas montañosas a lo lejos, pero en su mayoría el planeta era plano y sin mar a la vista.
"Uno de nuestros grandes errores al buscar vida en otros planetas fue centrarse en aguas superficiales o señales de ella. Ónides sólo tiene aguas subterráneas", explicó Lisa. "También ten presente que hay una presión atmosférica menor que en la Tierra, por lo que te tomará un poco acostumbrarte. Es como vivir en las alturas de nuestras montañas más altas".
Luego de dar un pequeño paseo por la superficie cercana, acomodó la nave para aterrizar en la plataforma designada.
Lisa detuvo la nave y muy emocionada bajó al encuentro de la comitiva que se acercaba a ellos. Al bajar de la rampa, junto con Gloval y Rick, caminó lentamente al encuentro de cinco seres increíblemente extraños y que a primera vista, habrían causado terror en cualquier ser humano. Sin embargo Lisa se acercó a ellos como si se tratara de su familia.
"Bienvenida Lisa", escucharon todos claramente. El traductor era inmediato y mantenía hasta un tono de voz similar al emisor.
"Que gusto verte Saedan", respondió Lisa formalmente.
Saedan era un ser de más de 2 metros de altura un poco encorvado. Si bien era humanoide al tener dos brazos, dos piernas y un torso, su piel era blanquecina, casi transparente. Sus ojos, grandes y negros carecían de pupilas. Tampoco tenía nariz, sólo dos pequeños orificios para respirar y una boca muy pequeña, sin labios. No tenía ni un pelo encima. Utilizaba el mismo traje negro que ellos, el cual denotaba un cuerpo muy delgado.
Lisa presentó a Gloval y a Rick quienes saludaron cuidadosamente al grupo. Rick observaba a Lisa y trataba de copiar lo mismo que ella hacía, preocupado de hacer algo que pudiese ser considerado ofensivo. Gloval se notaba sumamente relajado.
Caminaron hacia el interior de la ciudad, una visión increíble. Cientos de pequeñas naves cruzaban de un lado al otro formando caminos en el cielo. Los edificios se elevaban a cientos de metros de altura. El cielo era prácticamente blanco y un sol lejano iluminaba mucho menos que en la Tierra. Rick se sintió como un niño viendo el mundo por primera vez.
Los condujeron dentro de un rascacielos repleto de seres de diferentes especies. Algunos tenían características similares a un animal o insecto de la Tierra, otros eran más parecidos a un humanoide. Cada uno caminaba tranquilamente por el lugar, inmersos en sus propios asuntos. Rick trataba de no mirar fijamente a nadie pero resultaba prácticamente imposible. El lugar al que entraron eran las dependencias de la cofradía, de ahí la razón de su gran diversidad.
Lisa presentó a Gloval a todos quienes se detenían a saludarla y hablar con ella, era importante establecer relaciones diplomáticas desde el primer momento. Gloval, acostumbrado al ambiente político, se desenvolvía sin problemas, pero Rick parecía un niño asustado. Lisa notó su desazón, se le acercó disimuladamente, le tomó la mano y sonrió tratando de contenerlo.
El tiempo transcurrió rápidamente. Luego de los saludos protocolares e introducciones respectivas, los llevaron a sus acomodaciones para descansar. El espacio de Gloval, al tratarse de algo permanente estaba preparado y sus cosas ya habían llegado. A Lisa y a Rick les asignaron dos habitaciones contiguas temporales. Luego de asegurarse que el Almirante estuviera cómodo y no necesitara ningún tipo de asistencia de su parte, Rick y Lisa se retiraron.
Lisa entró a su habitación. La conocía bien, todas eran iguales para los miembros de la cofradía, sólo se acomodaban en caso de que la especie tuviera necesidades específicas. Se sacó las botas y descalza caminó decidida hacia el baño. Después de tres días ansiaba una ducha real. Estaba pronta a entrar cuando tocaron la puerta.
"No sé usar el baño", dijo Rick avergonzado cuando abrió la puerta. Lisa lo miró sin saber si reír o llorar. Lo acompañó a su habitación y le mostró el funcionamiento básico de las cosas.
"Discúlpame. Debí darme cuenta que esto sería difícil para ti".
"No te preocupes", contestó Rick cansado, sentándose en lo que supuso era una silla. Ella se sentó a su lado.
"Los cambios no son lo tuyo, ¿verdad?", bromeó Lisa tratándo se sacarle una sonrisa. "Anímate, en una semana estaremos de vuelta".
"Sé que debería estar emocionado, pero todo esto es demasiado para mi pequeño cerebro", comentó sarcásticamente.
"Así que de eso se trataba", dijo Lisa sonriendo. "Crees que tienes algo mal en la cabeza y por eso estás aquí".
"¿Sino para qué?", gruñó. Lisa miró el techo.
"No tienes nada malo. El simulador no es fácil".
"Dana entra como si nada".
"Dana se crió prácticamente dentro de esa cosa. No puedes comparar", respondió Lisa con reproche.
"Max y Miriya tampoco", insistió con un mohín.
"Max es un genio y Miriya es zentraedi", Lisa lo miró incrédula. "Si de algo te sirve, yo también tuve que entrenar de la misma forma que tu lo harás".
Rick la miró sorprendido. Ella asintió tranquilamente.
"Nuestros cerebros son un misterio. Tienen una capacidad increíble que no sabemos utilizar. Con el entrenamiento adecuado podemos lograr muchas cosas, entre ellas la concentración necesaria para usar el simulador y los RFs. Es muy probable que a otros pilotos les pase lo mismo. Vamos a tener que crear algún tipo de programa para traerlos aquí o llevar a los onidianos a la Tierra", comentó pensando en que iba a tener que negociar algún tipo de arreglo.
"¿Usaste el simulador?"
"Sí, cuando estábamos desarrollando los prototipos".
"¿Hay algo que no hagas?", le dijo antipaticamente. Lisa rió y le dio un codazo.
"Te hará bien. Cuando controles mejor tu cerebro, podrás controlar tus emociones y con eso uno se ahorra muchos problemas", comentó Lisa.
"¿Por eso estás tan tranquila? porque desde que llegaste parece que nada te afecta", preguntó con curiosidad.
"En parte, pero la lección de no llorar sobre la leche derramada la aprendí mucho antes", contestó levantándole una ceja, pero Rick no captó el sutil sarcasmo. "Si ya sabes como usar lo necesario, me retiro. Necesito una ducha con agua y dormir en una cama blanda".
Rick se quedó mirándola mientras se dirigía a la puerta. Unos minutos después abrió los ojos enormes al darse cuenta lo que ella le había querido decir.
