01
Dicen que para contar una historia bien, hay que comenzar desde el principio.
¿Muy pronto?
Ok, este soy yo.
Hanataro Haruno.
Cuando era niño mi papá me dejó con mi tío y a pesar de que siempre intentó deshacerse de mí siempre volvía, así que me encontró un nuevo hogar con un maestro ninja supuestamente para ayudarme a controlar mis poderes aprendí mucho de él, pero nunca fui bueno respetando a la autoridad, aunque ciertas personas no son lo que parecían ser, a pesar de todo no fue tan mal. Fui a la academia ninja de una aldea distinta me gradué y hasta tengo doctorado.
Me rompieron el corazón un par de veces, encontrar el amor no es nada sencillo. Así que me entregué a mi trabajo, me convertí en psiquiatra ahí lo conocí a él, el Señor G, mi Guasón.
Salte sin red, como cayendo de un acantilado sin paracaídas y aterrizando de cara sin protección. Perdí todo sentido de quien era yo porque solo tenía ojos para mi pudin.
Todos conocemos el dicho "detrás de un hombre exitoso hay un chico muy rudo" pues ese era yo el cerebro detrás de los mejores golpes del señor G aunque él nunca lo decía.
Supongo que todas las cosas buenas llegan a su fin.
Y bueno…
Termínanos.
Unos guardias tiraron a la calle a un joven rubio con raíces rosas como si fuera desperdicio, se levantó rápido, pero ya habían cerrado la puerta, se mantuvo golpeándola mientras lloraba.
Yo lo tomé de forma muy madura, pero el Señor G se quedó súper devastado.
Sin importar cuanto golpeara o pateara la puerta se quedó ahí llorando.
Me conseguí un lugar hermoso y era todo mío.
Ahora el joven estaba en un departamento muy lindo, aunque algo desordenado comiendo un tazón de helado de fresa con chocolate frente al televisor y tiró un cuchillo al tiro al blanco con la cara de su ex que tenía en la pared.
Me dio espacio para reflexionar los errores de mi pasado.
Se lamió un dedo mientras usaba la máquina de tatuar para escribir en su pierna "Puddin Cupcake".
Ahora estaba en el baño cortándose los excesos de cabello para dejárselo corto y reemplazar el rubio con rosa mientras derramaba algunas lágrimas.
Tenía que crear una nueva identidad.
Un nuevo yo.
Al instante se arrepintió de haberse cambiado el cabello.
Ahora se encontraba en un criadero de animales viendo uno por uno.
No fue fácil, pero después de un tiempo incluso me abrí a la posibilidad de un nuevo amor.
Sus ojos verdes se iluminaron e inmediatamente se fue corriendo a la jaula que tenía una hiena que se estaba riendo.
―Hola, eres una cosita muy hermosha –dijo con fascinación a la hiena.
Luego se puso a dar saltitos mientras miraba con infinito amor al animal.
La cosa con el nuevo amor.
El tipo del almacén se le acercó muuuucho.
―Acepto pago con favores –viéndolo de arriba abajo.
La hiena le gruño al tipo.
Era alimentarlo.
Hanataro tenía los pies recostados sobre la espalda de la hiena en su departamento mientras esta mordía la pierna del hombre del almacén, mientras él estaba viendo una película de la familia con su pijama de conejito y comía galletas con queso líquido.
Esa noche había una carrera en patines clandestina y él estaba ahí empujando a cada competidor que se ponía en su camino e incluso impulsándose para golpear a otros rompiéndoles la cara.
― ¡Impúlsame!
Uno de sus compañeros lo tomó de la mano para impulsarlo.
Pronto me volví a levantar dispuesto a superarlo y hacer nuevos amigos.
Luego de la competencia estaban tomando en un bar, lo típico de todo despechado alcohol, drogas y el pelirosa se puso a bailar como loco sobre una mesa.
Era hora de que las grandes naciones ninjas conocieran al nuevo Hanataro Haruno.
Estaba tan concentrado bailando que no se dio cuenta de que derramó su licor en otro cliente.
― ¡Ten cuidado! –exclamó molesto.
― ¿Cómo dices? –dijo Hana desorientado e inocente.
―Dije que pongas tu culo en una silla estúpida zorra –dijo arrogante mientras ponía sus pies sobre la mesa que tenía en frente.
―Ok.
En vez de sentarse saltó de la mesa y aterrizó en las piernas del tipo rompiéndoselas en dos, haciendo que gritara de dolor y la música parara. Mientras Hanataro se sentaba en sus piernas como si nada hubiera pasado.
― ¡Me rompiste las putas piernas!
― Ay papito que dramático jajaja.
Se levantó y vio como todos se le quedaban viendo.
― ¿Qué?
El dueño lo minimizó diciendo.
― ¡No es una fiesta sin un poco de drama! ¡Continúen!
Eso pareció haber bastado ya que todos continuaron celebrando.
― Estúpida Zorra, DOCTOR. Muerto de hambre –dijo Hanataro mientras bebía un sorbo de su botella.
―Joven Haruno.
―Romi.
―Ese era mi chofer.
―Ohhh como lo siento.
―No, de seguro fue su culpa no te preocupes está despedido.
Hanataro lo miró coqueto.
―Pues gracias sobre todo sabiendo que no te simpatizo.
Hanataro vio a un acompañante que estaba en el sillón y le dijo.
―Altera su delicado sentido de equilibrio mental y su necesidad obsesiva compulsiva de ser el centro de atención –dijo divertido e irritado con la intención de hacerlo enfadar.
Roman le dijo con cautela.
― ¿Tu amante nos acompañará esta noche?
―Esta noche no Romi, no esta noche.
El tipo parecía decepcionado.
―Es una lástima, pues diviértase joven Haruno y salúdeme al Guasón –dijo un poco renuente retirándose.
Ay bueno ya, no le dije a nadie que rompimos, pero también entiéndanme ser el bebé del Guasón me daba inmunidad, podía hacer lo que yo quisiera a quien yo quisiera y nadie se atrevía a contradecirme.
La fiesta continuó hasta la madrugada y parte del otro día, bebiendo y drogándose con sus "amigos".
Un buen día después de una buena carrera de patines fueron a beber unas cuantas botellas de fino licor, él tenía la bandeja llevando las bebidas con una gran sonrisa en el rostro. Pero se borró al escuchar lo que decían sus compañeros.
―No, yo pienso que regresan en un par de días.
Hasta cuando intentaba decírselo a alguien no me creían.
―Él dice que esta vez sí terminaron.
―Si, por eso sigue usando ese espantoso collar.
Hanataro se tocó ligeramente el collar que tenía la letra "G", fue un regalo de su puddin cuando se volvió su amor demencial.
―Va a regresar corriendo a sus brazos al primer tronido de dedos y si no es con él será con el macho alfa más cercano, me algo de lástima, pero seamos sinceros hay personas que no nacieron para estar solas.
―Basta de charlas mejor bebamos.
El escuchar eso lo dejó en shock, dolido, nadie iba a creerle que había acabado con esa relación conflictiva, así que se quedó parado con la bandeja de bebidas.
Tenía que encontrar la manera de decirle al mundo que había cortado con el Señor G para siempre.
Tiró la bandeja con las bebidas y salió corriendo de ahí ignorando el llamado de sus compañeros de patinaje, hasta alejarse a tropezones y seguir caminando por una calle desolada.
Hay quienes tienen las aguas termales o un puesto de ramen, incluso una banqueta. El Guasón y yo, nuestro amor nació en una planta de procesamiento altamente tóxica.
Vio literalmente la planta de procesamiento en la que se había arrojado hace años para probar su amor y le daba un sorbo a la botella que tenía en la mano, pensando en que por fin podría salir de ese círculo vicioso.
Y por suerte para mí, mis mejores ideas aparecen cuando estoy ebrio.
― Eshta es la mejor idea.
Rápido fue corriendo a un camión que estaba estacionado y fue a conducirlo, mientras el dueño le gritaba que se detuviera, manejaba con paso decidido a estrellar ese vehículo contra eso mientras por su mente pasaba el momento en el que se había lanzado a los químicos, desde la manera en que había llegado y de cómo aceptó su amor, agarró con fuerza el collar con la letra "G", se lo arrancó y lo vio con rabia.
―Aquí es donde comenzó todo puddin –dijo con determinación.
A su mente llegaron los momentos con su pudin como si fuera ayer, como si estuviera en un sueño, como si despertara de golpe, desde que se conocieron en ese hospital, donde se lanzó a un bote de químicos tóxicos hasta que rompieron. Que lo desechó como basura.
Arrojó el collar por la ventana y trabó su bota de tacón alto en el acelerador y saltó del camión y espero a que estallara. Y así pasó hubo muchos fuegos artificiales y fuego de colores, lo vio fascinado o tal vez solo eran las drogas, así que solo se levantó y se alejó de ahí dejando que todo se quemara.
Ese era el cierre que necesitaba, era lo que necesitaba para ser libre de verdad, bueno aun no lo era de verdad de verdad, aunque creo que la emancipación es suficiente por ahora.
/
Momentos antes.
En un restaurante lujoso de la aldea estaban un equipo anbu especial, rodeando la escena del crimen unas cinco personas estaban en un baño de sangre y estaban dos muchachos pelinegros que tenían una banda de la aldea de la hoja y tenían el símbolo del abanico en la espalda.
―Al parecer quiso que fuera rápido, pero solo le importaba este –comenzó a decir la jovencita pelinegra mientras miraba al cadáver más maltratado.
― ¿No crees que exageras un poco hermanita?
―Solo cállate y observa bien, quería que este sufriera mucho por eso mató a los otras de manera rápida, al parecer él tiene un nuevo asesino.
― ¿Quién? –preguntó el pelinegro.
La pelinegra se acercó despacio.
―Roman… Sionis –arrastró las palabras para darle un efecto dramático.
Pero antes de que su hermano pudiera burlarse de ella escucharon una enorme explosión, salieron corriendo del restaurante y vieron a varios ninjas intentando apagar el voraz fuego con jutsus de agua.
Los hermanos se veían confundidos, ¿Cómo carajos paso eso? ¿Quién fue el loco que incendio esa fábrica tóxica?
Un Anbu se acercó a la señorita y le enseñó una bolsa con algo dentro.
―Señorita, encontramos esto.
―Muchas gracias –tomando la bolsa.
Ella se acercó a su hermano y le enseñó la bolsa que contenía el collar con la letra "G".
― ¿Qué es eso?
―Taro-kun y el Guasón terminaron –dijo como si fuera algo obvio.
― ¿Qué?
La pelinegra se irritó por la estupidez de su hermano.
―Este era su lugar, ¡acaba de publicar abiertamente su estado civil!
El pelinegro mayor aun le parecía algo del otro mundo que el Guasón se deshiciera de su "bebé"
―Hanataro-kun le está anunciando al mundo que está solterísimo. Además, se nota que no lo pensó mucho.
/
No me digas que no lo pensé mucho, muy pronto descubriré que muchas personas en todo el mundo me quieren muerto y arriba de esa lista está un maniaco arranca caras al que nunca se le puede decir no.
El hecho de que me quisiera muerto todavía no llegaba a mi radar, porque estaba atravesando la aldea, con resaca y pensando en el desayuno.
El jovencito peli-rosa estaba viendo como bobo al hombre que rompió dos huevos en la plancha.
Huevo…
Tocino…
Queso del país de la miel…
Una pincelada de mantequilla derretida…
Con unas gotitas de salsa.
―Pero no mucha Sam, quiero sentir ese queso –poniendo cara de amor, ensanchando un poco los ojos.
El tipo estaba armando el Sándwich, mientras Hanataro lo miraba con ojos de amor saboreando desde ya su desayuno.
Que forrrma de comenzar mi nueva vida, con el Sándwich de huevo perfecto.
El hombre terminó de empaquetar su Sándwich para ponerlo en el mostrador y entregárselo al chico el cual lo vio como si fuera un salvador.
―Ere un ángel Sam –sacando de su Short un billete –y pagaré los 75 centavos, ok lo prometo, es todo el dinero que tengo en el mundo y esto lo vale –agarrando el sándwich como si fuera a dar vida eterna.
No sé si sea un pelo de su brazo armenio o por el hecho de que su queso caducó hace seis meses, pero NADIE hace un Sándwich de huevo como Sam.
Hanataro antes de salir del local le dijo al buen hombre.
―No he visto a nadie San, enserio –lo dijo como asegurándole que no le estaba siendo infiel con alguien más.
El tipo solo rio, ese chico se le hacía muy simpático.
Estaba caminando de lo más feliz por las calles de esa bonita aldea con su desayuno y aunque caminara con una sola bota de tacón, pero estaba feliz. Después de tantos años al fin podría respirar con tranquilidad. Desenvolvió su Sándwich, pero cuando estaba a punto de darle una mordida.
― ¡Alto!, ¡Policía militar de Konoha! –escuchó la voz femenina a sus espaldas.
Giró y vio impresionado a la chica solo por un momento, pero luego sonrió de forma burlona.
Si, hoy no.
Se echó a correr esquivando todos los obstáculos, metiéndose al mercado.
― ¡Alto!
Con esa insoportable pelinegra intentando alcanzarlo.
Estaba saltando y empujando a la gente para quitarla del camino.
Habían pasado solo seis horitas desde que mi numerito en la fábrica de tóxicos le anunció al mundo que el señor G y yo rompimos, la inmunidad que gocé tanto tiempo desapareció y esta bastarda policía que nunca me había perseguido ahora hacía esto.
Hanataro había dejado atrás su otra bota de tacón para correr descalzo para perder a esa policía.
Y lo peor, a todos a los que les hice algo ahora están intentando cobrársela.
Estaba tan concentrado corriendo que no se dio cuenta de que alguien le había tirado en el camino un microondas haciéndolo tropezar, miró arriba para ver quien se lo había lanzado y vio en una ventana de un segundo nivel a una mujer que le sacaba el dedo medio.
Nombre: Roller Dummy.
Agravio: Le rompió la nariz.
El pelirosa solo le sacó la lengua en un gesto infantil y siguió corriendo aun agarrando su desayuno, hasta asegurarse de perder a la policía, se detuvo solo por un momento para jalar de un puesto una bolsa muy colorida con brillantes que le gustó. Se metió en un callejón que indicaba la salida del mercado, pero una carreta se le puso en el camino.
Y ahora resulta, que le hice algo a muchos.
Puso una cara de miedo al ver a quien montaba esa carreta.
Nombre: Ralph Murray
Agravio: Le lanzó una hiena a su hermano.
Nuevamente decidió tomar otro camino cuando vio que la pelinegra lo estaba alcanzando, tuvo que saltar entre puestos para escapar por diversos callejones, hasta perder a esa tonta de vista y salir del mercado.
Suspiró aliviado por eso, así que más relajado se dispuso a querer disfrutar su desayuno.
Pero frete a él estaba, en silla de ruedas, otro a los que le había hecho algo con una mini bomba en la mano.
Nombre: El chofer del Señor Sionis.
Agravio: Lesiones leves en extremidades inferiores.
Tenía una cara de angustia intentando pensar en cómo salir de ahí.
Y luego…
― Tú y yo vamos a salir de esto –hablándole a su desayuno.
Y por hablarle al Sándwich no se dio cuenta que la policía lo había alcanzado, lo tacleó.
La tragedia me alcanzó.
Todo ocurrió en cámara lenta, Hanataro vio cómo su precioso sándwich volaba por los aires, y vio con horror cuando este mismo impactaba contra el suelo, el pan, el huevo y el tocino arruinados. Su cara era como si hubiera muerto alguno de sus padres, aunque ni cuando sus padres murieron puso esa cara de tragedia.
Y perder eso, que tanto amaba me hizo darme cuenta de que la gente que intentaba matarme era mucha.
Sintió algo filoso contra su cara, la policía sacó su espada para tenerlo sometido.
―No te muevas –dijo con rabia.
Pero la rabia llegó a él al notar que los ojos negros de esa niña se volvían rojos con aspas negras, vio detrás de ella al tipo con piernas rotas, con la bomba. Lentamente se levantó ante la mirada atenta de la chica.
Con todos queriendo cobrármela, supongo que no tenía muchas opciones, necesitaba ejecutar una maniobra maestra.
El tipo de la carreta también se acercaba a ellos, así que agarró una bolsa de basura maloliente que estaban cerca de él y se la tiró a la chica, todo el contenido de la bolsa le cayó a ella y al chofer que por no poder ver lanzó la bomba al aire y le cayó al tipo de la carreta lo cual causó que le explotara la cabeza.
Al no tener control de la carreta la iba estrellar contra ellos, así que se puso a correr para treparse a un techo, la chica logró esquivar la carreta y terminó impactando contra el tipo de silla de ruedas.
Supongo que soy muy afortunado y haberle lanzado la basura a esa chica, se sintió de maravilla.
Le sacó la lengua a esa niña y se fue escalando por el edificio, metiéndose en un negocio de comida pidiéndole una salida al dueño. Le dio una sonrisa amable y le dio una salida en la puerta trasera para ir al callejón del negocio.
―Lamento por asustarte así y muchas gracias por el atajo –se despidió del hombre que ahora cerraba la puerta.
Cuando estaba caminando para irse chocó con alguien, un pecho fornido de un hombre muy alto y musculoso, tuvo que subir la vista porque el tipo era un mastodonte que medía 1.90 y él apenas media 1.65, además de que tenía un inusual tatuaje en la cara y sostenía una barra de hierro en la mano.
―Ahí estas, Hanataro Haruno.
Tuvo que retroceder un par de pasos.
― ¿Sí?
―Esperé mucho tiempo para esto.
Hanataro puso cara de angustia.
― ¿De verdad? Es que todavía no desayuno –dijo aun pensando en su difunto alimento.
Pero también puso cara de confusión, a ese tipo no lo recuerda para nada.
― ¿Y a ti que te hice?
El tipo puso una cara de furia contenida.
― ¿Es enserio? ¿Qué no vez mi cara?
Su rostro comenzó a ponerse roja, y se puso aún furioso.
― ¡SOLO MIRA MI CARA!
Nombre: ¿Feliz?
Agravio: Vandalismo Cosmético.
Ahora si lo recordaba, su cara se tornó como si una bombilla se hubiera encendido en su cabeza.
―Esa no fue mi idea –se defendió.
―Pero lo retaste a hacerlo.
―Sí, pero reto a todo mundo a que haga cosas mira ya hasta él y yo rompimos –le explicó como si fuera algo obvio.
El tipo sonrió de forma macabra, apretando la barra de metal.
―Lo sé, es por eso nadie me impedirá hacer eso.
Hanataro se puso nervioso y puso las manos en posición defensiva.
―Vas a morir Haruno.
El hombre alzó la barra de metal para rompérsela en la cabeza.
―Huy, moneda –exclamó el pelirosa feliz olvidándose del tipo enorme y aterrador y se agachó para recogerla.
Cuando se enderezó feliz mirando su moneda, su cara cambió a una de terror cuando vio al tipo aterrador con una flecha en su garganta mientras se ahogaba con su propia sangre, se escondió detrás de él como escudo en caso de que le dispararan.
― ¿Ahora porque están lanzando flechas?
Intentó ver al tirador, su cara era desconocida para él.
Nombre: ?
Agravio: ?
El tirador salió huyendo, quiso hacer lo mismo cuando escuchó el sonido de las armas al final del callejón, viendo a matones armados con sus katanas recién afiladas y cuando quiso huir por el otro lado había más matones armados y ya sabía a quién pertenecían.
― ¿Él también? –preguntó con cansancio.
Resignado soltó el cadáver de escudo y sacó una servilleta blanca agitándola como si fuera una bandera.
― ¿Parley?
Fue lo único mientras esos ninjas se acercaban a él.
/
Estaban a pocos pasos de la entrada de la aldea y chica estaba a un milímetro de matar a su hermano mayor por estarse burlando de ella.
― ¡Ya cállate!
―Lo siento es que aún me cuesta creer que no pudiste atraparlo, estaba a centímetros de ti y aun así te humillo –seguía carcajeándose.
Y tenía razones ya que estaba manchada de pies a cabeza del desperdicio de la basura y eso sin mencionar que apestaba peor que una alcantarilla.
―Solo me confié, la próxima vez que lo vea lo voy a matar.
―Suerte con eso.
Los guardias que vigilaban las puertas de la aldea les dieron la bienvenida, aunque tapándose la nariz debido al mal olor que desprendía la chica.
― ¿Vamos a entregar el reporte al Hokage?
―Ve tú, yo iré a ver a papá para decirle lo que sucedió.
―Tendrás suerte si lo encuentras a esta hora.
―Lo intentaré.
Todos en la aldea la veían con aprecio y respeto, pero algunos la veían mal, como si fuera algún error o como si fuera algún producto de una maldición, entró al edificio donde estaba el símbolo del abanico. Sus compañeros no tardaron en burlarse de ella.
― Que asco Uchiha hueles a ano de rata muerta.
Ella solo le dirigió una mala mirada.
―Sí, que gracioso –dijo con sarcasmo - ¿Saben si está mi padre?
― El jefe no está, a lo mejor está con tu mamá.
Ella solo asintió y fue a casa. Fue a un lugar cerca de los campos de entrenamiento donde había una casa grande con el símbolo del abanico. Entró, pero no había nadie.
― ¿Hola? –nadie respondió - ¿Mamá?
Llamó, pero nadie respondía. Luego escuchó unos pasitos acelerados y sintió unos bracitos alrededor de su cintura notando una cabellera roja.
―Hermana –dijo la voz infantil de esa niña de aproximadamente nueve años.
―Hola Mikoto, ¿Dónde está mamá?
―En la cocina.
La chica se dirigió a la cocina y vio a su hermosa madre.
―Mamá.
La mujer pelirroja de ojos rojos volteó y le sonrió.
―Sarada, mi niña ¿Cuándo llegaste?
―Hace poco.
― ¿Irás a darte un baño? O ¿Prefieres comer?
― Qué se bañe mamá, apesta peor que el baño del tío Naruto –dijo Mikoto tapándose la nariz.
― Fuchi.
Sarada volteó y vio al pequeño de dos años, de cabello negro y ojos negros, idéntico a su padre.
―Hasta Itachi cree que apestas –dijo la niña riendo.
Ella solo rodo los ojos y se fue a su habitación para darse un baño que le quitara el mal olor.
Cuando bajó su madre estaba sirviendo el almuerzo, así que se sentó a comer.
― ¿Y papá?
―Debe estar con el Hokage, ¿Dónde está Daisuke? –pregunta al no ver a su hijo mayor.
―Fue a dar su reporte.
― ¿Qué fue lo que pasó para que olieras así?
―Perseguí a un criminal y este me arrojó basura.
―Solo espera la próxima vez que me lo encuentre.
Comieron en silencio, aunque algunas veces la madre intentaba sacar conversación, pero solo la pequeña pelirroja contestaba emocionada.
En eso escucharon la puerta abierta y escucharon una voz profunda y varonil.
―Ya llegamos.
La pelirroja se paró emocionada.
― ¡Papá llegó!
Ella corrió a la puerta para abrazar a su papá, se vio a un hombre alto y guapo, pelinegro de ojos oscuros y profundos, en su espalda estaba el símbolo del abanico. Y con él venía su hijo mayor.
La pelirroja le dio una tierna sonrisa.
―Bienvenido Sasuke-kun.
―Ya estoy en casa Karin.
Si, una muy bonita familia feliz.
/
Mientras tanto.
Se escuchaban el eco de los tacones, de una mujer con abrigo y lentes de sol. Se acercó a la recepción, esperando que el oficial la atendiera.
― ¿Cuál es su problema?
― Ah sí, vengo a reportar un horrible crimen.
La mujer se bajó un poco los lentes de sol dejando ver sus hermosos ojos verdes.
― ¿De qué horrible crimen habla?
La chica se quitó el abrigo dejando ver muchas armas de comprensión de aire con muchos cuchillos en esa camiseta de risas y esos Shorts ajustados, se quitó el resto del disfraz dejando ver que no era una chica, sino un chico.
―De este.
De disparó con el arma de compresión una almohada, justo entre los ojos, recargó el arma con otro cartucho.
Entró a la estación y golpeó a cada oficial y ninja de elite que quiso detenerlo. Disparó muchos cartuchos, unos contenían humo de diversos colores: Rosa, azul, rojo, amarillo, etc. Mucha pintura y confeti.
Les rompió las piernas y los brazos a varios oficiales. Hasta que llegó a la oficina de inteligencia.
― ¿Dónde encuentro los pergaminos prohibidos? –preguntó con tranquilidad como si pidiera un pastel de chocolate.
Ok creo que lo conté todo mal, regresemos unas cuantas horas antes cuando intentaron dejarme igual que un alfiletero.
/
Los hombres lo habían atado a una silla, en eso escuchó unos pasos y unas voces sumamente enojadas.
―Solo asegúrate de que la próxima vez arrancarles los ojos a esos niños estúpidos, quiero el poder de los Uchiha.
Fue lo único que escuchó antes de escuchar esa misma voz en su oído de forma amenazante.
―Hanataro… Haruno –arrastrando las palabras como en un susurró.
El pelirosa bufó exasperado.
―Hola Romi.
― ¿Sabes por qué estás aquí?
Tratándose de Roman Sionis y yo, hay muchas posibles respuestas para eso.
―Estas aquí porque yo…
―Hay por favor, ahora vas hacer tu teatrito donde abres un maletín de artefactos extraños de tortura mientras me das miles de detalles sobre tu plan maestro y como yo no entro en él –contestó irritado.
―Estoy planeando…
― ¡¿Es enserio?! No es necesario de verdad, estas creando un imperio criminal porque papi te sacó del legado familiar y crees que así lo ofendes, pero es un mal intento para ganar su respeto lo entiendo. No eres tan complicado como crees.
―Y tú no eres tan inteligente como crees, porque ahora…
― Santo… Dios, ahora vas a decir que vas a matarme para poner un ejemplo que aburrido eres –con aburrimiento.
―Puedo matarte… porque puedo hacerlo ahora que el Guasón no está aquí.
Pasando un cuchillo por su cara.
―Con todo y tu irritante parloteo, solo eres un niñito sin nadie que lo proteja.
Se sentó en la silla para ponerse a comer palomitas mientras un loco se acercaba con él con un cuchillo.
― Espera, no me mates.
Roman solo se puso a reír.
―No, enserio Romi, Roman –corrigió inmediatamente.
El loco solo reía mientras ponía el cuchillo en su cara.
―Debe haber algo a lo que podamos llegar, debe haber algo que quieres, algo que no pudiste conseguir, lo escuché. Un Sharingan.
De inmediato Roman detuvo la tortura y le prestó atención.
―Busca en mi Short.
Uno de los matones pone una mano en el bolsillo del Short y sacó un pequeño pergamino.
―Extiéndelo.
El matón lo hizo y Hanataro mordió su lengua ligeramente salpicando el pergamino de su sangre, una pequeña luz salió revelando un frasco con dos globos oculares rojos con aspas muy diferentes a un Sharingan.
Roman de inmediato se acercó.
―Te los doy, a cambio de que me dejes ir y me entregues el pergamino del tiempo.
Roman de inmediato aceptó. Era un cambio justo.
―Te lo daría, pero ese pergamino está en manos de la policía Uchiha.
―Eso basta para mi Romi –con una sonrisita –disfruta tu regalo.
Lo último que escuchó fue la risa malvada de Romi y él se proponía asaltar Konoha por ese pergamino.
