Este capítulo salió un poco largo.
Atte. Lime, violencia, intento de abuso.

CAPITULO 5: Despertar


Sentía una brisa suave y el aroma de las flores cerca de él. Estaba cómodo, no quería despertar por temor a perder los recuerdos de aquel sueño. ¿Realmente estaba despertando o era este el verdadero sueño?

—Qué bueno que por fin despiertas, nos diste un buen susto. —La sintió sentándose a su lado y unos dedos empezaron a tocarle el pecho deslizándose entre las ropas. —Te estaba echando de menos.

Los párpados le pesaban, ella por fin admitía estar preocupaba por él y haberlo extrañado ¿Extrañado? ¿Cuánto tiempo había pasado? ¡Qué importaba! Estaba con él, al final había aceptado ir con él para seguir cuidando de sus heridas, a pesar de todo se quedó a su lado. Haría lo que fuera para compensarla, se tomaría todo el tiempo necesario para hacerlo, se lo merecía, estaba tan feliz que le tomó la mano y se la llevó a su rostro buscando sus caricias; escuchó una risa por lo bajo, ella se estaba divirtiendo, pero había algo raro en su tono, la risa seguía y su mano no respondía a sus reclamos.

Abrió los ojos fastidiado para ver por qué no le prestaba atención y encontró a Mei Mei, que seguía riendo y tenía una mirada burlona. —No sabía que me habías extrañado tanto. Lo siento, pero pareces uno de mis cuervos buscando recompensas.

Gojo le dio una mirada molesta y observó toda la habitación buscando algo, estaban en su cuarto, pero sólo estaban Mei Mei y él. Ella se dio cuenta de su inquietud. Se echó a su lado y estiró el rostro para poder hablarle al oído —Me costó mucho trabajo encontrarte y traerte hasta acá, te saliste del camino y terminaste cerca al precipicio, muy lejos de aquí, pero me alegra que ya estés mejor. —le dio un beso en la oreja y empezó a lamer suavemente el lóbulo y los bordes mientras su mano paseaba por su pecho y empezaba a bajar.

Lo que en algún momento hubiera recibido más que de buena gana ahora sólo lo incomodaba, ¿Cómo que había sido ella? Estaba mintiendo, había alguien más que lo había estado cuidando. —Tú no estabas sola ¿Quiénes más estaban contigo? Te recompensaremos más que a los otros para que no tengas que compartir tu dinero así que puedes hablar sin preocuparte. —Le agarró la mano y Mei Mei detuvo sus caricias. No podía ser, tenía la sensación de haber perdido algo.

Mei Mei no pudo ver el rostro de la mujer por el sombrero que llevaba y encima logró escabullirse rápidamente de sus cuervos a pesar de que éstos estuvieron sobrevolando la zona aún después de que ellos se fueran.

Cuando encontró a Satoru estaba ardiendo en fiebre, tanto, que los delirios no lo dejaron reconocerla y siguió conversando como si ella fuera aquella mujer que había salido corriendo. Por lo que pudo escuchar habían pasado la noche juntos y él se mostraba muy interesado en ella, demasiado para su gusto, no dejaba de repetirle lo guapa que era y se comportaba como nunca lo había visto, aunque quería pensar que se debía a la fiebre tenía el mal presentimiento que no era por eso. Para su buena suerte se dio cuenta que no había pasado nada entre ellos en aquella cueva, es más él ni siquiera la conocía ni había podido obtener su nombre.

Este era el momento decisivo, tenía que convencerlo de que ella nunca existió, podría culpar a la fiebre y justificarse diciendo que lo encontró solo. Había estado trabajando durante años para alcanzar la posición más alta dentro del clan Gojo como la esposa del heredero, no iba a echar a perder su esfuerzo ahora que se sentía tan cerca de alcanzar su dinero y posición. Dejaba que Satoru se divirtiera con cualquier mujer, pero ella siempre permanecía y ahora no sería la excepción. En estos años su acuerdo de transparencia había funcionado, ambos se mostraban como eran y les había ido muy bien, pero ahora estaba en juego el futuro por el que trabajó, algún día iban a llegar a este punto y ambos lo sabían. Le quitaría ese capricho antes de que pudiera gozarlo.

Ella rio nuevamente y le agarró el rostro con ambas manos para que la mirara a los ojos —¿Crees que no me importas? Fuimos mis cuervos y yo —tenía que quitar esa duda de los ojos de Satoru, no podía rendirse ahora que estaba tan cerca. —Te encontré al borde del camino, habías pasado la noche en una cueva, pasé todo el camino de regreso cuidándote, así como en nuestras misiones. Esa herida tuya no dejaba de sangrar y no te bajaba la fiebre. —Le rodeó la herida en la frente con los dedos y bajó a sus labios. —Me hubiera gustado que me consolaras en lugar de mirarme así. Realmente estaba preocupada por ti. —Empezó a darle besos cortos y rápidos en los labios, buscando alguna respuesta.

—Lo único que te preocupa es perder mi dinero. —No podía ser cierto, no había sido ella ¿o sí?, juraría que era otra mujer, pero no podía recordar ni su rostro ni su nombre, sólo sentía que se había sentido muy bien a su lado, quizás estaba confundido y sí había sido Mei Mei. Recordaba la cueva que ella mencionaba y los paños sobre su frente, ella jamás lo había acariciado ¿Acaso era cierto que sí había estado preocupada por él? Después de todo habían compartido muchos años como camaradas y amantes, conocía su ambición, jamás la había ocultado y había demostrado ser sincera ¿Sería posible que con el tiempo hubiera llegado a desarrollar algo más?

—Negarlo sería hipócrita de mi parte; pero no es lo único que me preocupa, hice cosas por ti que no pensé hacer. Eres un hombre excepcional y siempre me has gustado, lo sabes. —Se acercó una vez más para besarlo y esta vez sí recibió respuesta de sus labios, al principio con duda y poco a poco recuperó la intensidad de siempre, sintió sus manos en su cintura desatando el cinturón para lograr la apertura de su ropa. Sus labios se encontraban furiosos para apaciguar el ardor en su interior. Ella metió sus manos dentro de la bata y se sentó a horcajadas sobre él abrazando su cuello, presionando sus pechos con los de él, besándolo con pasión, mordiendo y jalando sus labios. Satoru no se quedó atrás, apretó su cintura y bajó las manos hacia sus caderas para hacer más presión en su pelvis, siguió bajando hasta agarrar su trasero y la recostó sobre la cama para acomodarse sobre ella, pero el movimiento rápido y descuidado hizo que la cabeza le diera vueltas y terminó cayendo a un lado. —Demonios.

Mei Mei rio —Todavía necesitas descansar, recuéstate, tienes que reponerte para poder celebrar tu bienvenida como corresponde. Les diré a los demás que ya despertaste, casi los matas de un infarto, aunque eso hubieras querido ¿no? —Gojo rio. Ella lo conocía bien. —Mandaré que te traigan algo.

Cerró la puerta y unos pasos más allá se detuvo a respirar, aquello había estado muy cerca, no pensó que pudiera recordar algo, había apostado muy alto y tuvo suerte de que él no se acordara del rostro de aquella mujer. Ahora tenía que ser cuidadosa y mantenerse acorde a su confesión. Era cierto que él siempre le había gustado, pero sabía lo insensato que era y no iba a arriesgarse a desarrollar sentimientos que le estorbaran.

En el cuarto, Gojo miraba el cielo celeste por la ventana y volvía a sentirse inquieto, no podía recordar aquel sueño, pero sentía que había dejado algo pendiente; pero eso no podía ser, había sido Mei Mei quien lo había rescatado ¿Verdad? Además, nadie podría vivir en esa zona ¿Quién iría a ese cementerio de rocas y árboles viejos? ¿Para qué? No tenía sentido. Pero al ver el cielo la incertidumbre volvía, quizás más adelante regresara a esa zona para cerciorarse. Ahora sólo debía enfocarse en Mei Mei, ¿Realmente había nacido algo más entre ellos?


Miwa estaba terminando de limpiar una de las habitaciones. Habían pasado varios días desde que rescató a Satoru, pero ella sentía su recuerdo fresco al ver las flores que él le había puesto en el cabello y que ella había disecado para guardarlas como consuelo, pues aquel día había perdido su collar y no se atrevía a regresar a buscarlo por temor a que estuvieran vigilando la zona para encontrar a su atacante.

Había estado muy preocupada por él ya que había escuchado los rumores en el clan Zenin sobre la desaparición de aquel joven, quien había resultado ser Satoru Gojo, el heredero del clan, a quien habían encontrado de milagro muy mal herido. En todo ese tiempo no se había presentado en público, ni en misiones y se rumoreaba que quizás quedaría incapacitado, lo cual había causado gran regocijo entre los Zenin.

Al inicio se sintió traicionada, al darse cuenta que él le ocultó su identidad, pero después de pensarlo comprendió sus motivos para no revelar su nombre pues se encontraba en peligro y ella era una desconocida que se había rehusado a decirle siquiera su nombre.

Para ser alguien tan poderoso no era tan arrogante como Naoya, había sido un poco grosero por su falta de tacto para decir lo que pensaba sin tapujos, pero había tenido razón al decirle que jamás encajaría como una persona normal pues ella lo había experimentado desde que tenía memoria. No había sido la forma, pero la había hecho reflexionar sobre su futuro. Ya había tenido descuidos por los cuales Momo y Mai habían descubierto su identidad y en esa ocasión tuvo suerte pues ellas también eran hechiceras; pero si las personas del pueblo se enteraran la despreciarían y tendría que vivir como una paria.

Si tan sólo él estuviera bien. Recordaba su sonrisa y sus palabras ofreciéndole su amistad, pidiéndole que no lo olvidara, quizás no debió ser tan desconfiada. Necesitaba saber que los rumores eran falsos, que él se había recuperado. La angustia la había llevado a acercarse a la mansión de los Gojo para tener noticias sobre él, aunque no tuvo ningún resultado.
Los días pasaban y cada vez se lamentaba más no haber aceptado su invitación.

Se habían recostado en aquel árbol y él sonrió al ver una mata de flores azules que estaban a un lado, cogió algunas y se las colocó sobre la oreja haciendo que ella se sonrojara. —Esas flores son como tú, tienen tu color ¿Sabes cómo se llaman? Quizás por fin resolví el misterio de tu nombre.

Ella se rio —No tienen nombre, sólo son maleza, crecen rápidamente y son comunes de encontrar cerca de los ríos.

Él se quedó mirando las flores que tenía en las manos con un puchero y luego la vio a ella. —A mí no me parecen maleza, nunca había visto flores con este color, son exóticas igual que tú.

¿Por qué le gustaba repetirle esas cosas? Nunca nadie había mostrado tanto aprecio por su color de cabello, ni siquiera ella, eso la conmovía y la dejaba indefensa.

Es una falta de respeto que no tengan nombre ¿No te parece? Vamos a ponerles uno, empiezo yo: estrellita donde estás. Te toca.

Ella empezó a reír mientras él la apuraba para dar alguna sugerencia. —Ay no sé, morita. —Miwa siguió riendo.

¿Morita? ¿Cómo la fruta? Eso es copia, menos 5 puntos. Me toca: cielito lindo.

Estuvieron riendo y jugando con los nombres más ridículos que se les ocurrieron mientras comían y él le tiraba las flores en el cabello; hasta que cruzaron miradas y Satoru le dijo —Que se llamen No Me Olvides, porque no quiero que lo hagas, no quiero que vayas con tu prometido y te olvides de mí. —Miwa sentía como su corazón quería escapar del pecho, quizás él no estaba consciente de lo que estaba diciendo pues volvía a mencionar a un prometido que ya le había dicho que no tenía. —También llevaré algunas conmigo para no olvidarte y recordar esto. —Lo vio guardar algunas dentro de un bolsillo en el interior de su kimono.

No sé si te dije, pero eres amable y además muy guapa.

¿Por favor podría dejar de repetirlo? No me gusta que me digan mentiras. —Sintió como sus defensas se desarmaban cuando lo vio guardar las flores con el mayor cuidado posible. Toda la noche y en cada oportunidad que había tenido le repitió lo bonita que era, el cabello que tanto la había torturado a él le gustaba, el color azul que ella temía ahora era una flor, él la invitaba a abrazar aquella parte suya que había ocultado por tantos años y parecía estúpido, pero se había reído demasiado, nunca había tenido muchos motivos para reír de esa manera, se había divertido con sus hermanos, Ema y Azumi, pero ahora había podido dejar su disfraz a un lado y había alguien a quien le había gustado tal como ella era. Quizás seguirlo no era mala idea, quizás ser hechicera no era tan malo… Esta sería su última defensa, si seguía insistiendo le diría que sí a cualquier cosa que le dijera.

¿Mentiras? Yo nunca miento, eres muy bonita ¿Acaso no te has visto en un espejo? Es más, me gustaría… —sus palabras fueron cortadas por el graznido de varios cuervos que regresaban, uno se paró cerca a ellos y Gojo rio —Veo que ya llegaste Mei Mei.

El cuervo la trajo de vuelta a la realidad. Se afligió al sentir como desaparecía la ilusión, pero agradeció su llegada, se había dejado llevar y pudo haber terminado haciendo todo lo que prometió no hacer. Esa era su señal para partir, al parecer ya los habían encontrado y no tardarían en llegar. Reunió fuerzas para terminar con aquella fantasía.

Iré a traer más comida. —Agarró sus cosas y estaba a punto de levantarse cuando Satoru le agarró la mano. —No es necesario ¿Por qué te llevas tus cosas? Te vas a ir, no vas a volver. —Maldijo para sí el haber hablado en voz alta.

Deben de tener hambre, el camino aún es largo, les traeré algo para llevar. —Debía salir de ahí o si no después no podría hacerlo. No quería irse, le preocupaba dejarlo solo, pero si se quedaba se metería en problemas y él no podría ayudarla como se encontraba.

Él vio la angustia en su rostro, no quería dejarla ir. Ella le había dicho que quería mantener distancia con los hechiceros, lo más probable era que Mei Mei no viniera sola, si los demás la veían la interrogarían y podrían culparla. Sentía como su fuerza lo abandonaba, no aguantaría mucho más despierto. Haría lo que ella le pidió, respetaría su deseo, la dejaría ir. Levantó la mano hacia su mejilla y vio como ella cerraba los ojos tratando de aguantar las lágrimas. —Te buscaré, no me olvides. —Sus manos bajaron al cuello de ella y se escuchó el crujir de hojas cerca de ellos. Miwa levantó la vista hacia todos lados y salió corriendo. Gojo acercó su mano y encontró el colgante de ella, sonrió triste y lo guardó con cuidado junto con las flores en su bolsillo secreto. Los ojos le ardían y los cerró para descansar. No la olvidaría.

Miwa había estado tan ensimismada recordando sus últimos momentos con Satoru que no se dio cuenta de Naoya hasta que estuvo demasiado cerca de ella. —Por fin solos de nuevo. —Miwa quiso salir corriendo, pero Naoya estiró los brazos y la atrapó contra la pared. —Es de mala educación no saludar. —Acercó su rostro para besarla pero ella giró su cabeza apretando los labios con fuerza. —Antes no eras tan tímida, deja de fingir que no te gusto, eso sólo hace que me excite más. —Empezó a oler su cuello y Miwa rezaba porque su sombrero se mantuviera en su lugar y el tinte resistiera. Empujaba su pecho con fuerza para alejarlo, pero él tenía mucha más fuerza que ella. Alzó la voz. —Suélteme, voy a gritar. —Naoya soltó una risa demente. —Hazlo, soy el heredero del clan y puedo hacer lo que me da la gana con una estúpida criada.

Miwa quería llorar mientras repetía que la soltara y lo empujaba, él tenía razón, en aquel lugar las mujeres y empleadas eran meros objetos, había sido una estúpida por creer que él era una buena persona a pesar de las advertencias de Mai. Se había dejado llevar por sus miradas y su sonrisa, por pequeñas atenciones cuando hacía la limpieza y las conversaciones de su día a día, pero era tan guapo como perverso. Era cierto que se había deslumbrado con Naoya, le había correspondido las sonrisas, había disfrutado de sus historias, aceptado sus avances tomando su mano, hasta había pensado en recibir su primer beso ¡Que tonta había sido!

Después de que revelara sus intenciones se dio cuenta de que las conversaciones siempre giraron en torno a él, su sonrisa y su mirada no tenían la calidez de Satoru. —Si te hubieras portado bien como entonces, te hubiera dejado tocar mi cama, pero el suelo es lo que te mereces. —Empezó a tocarla de forma brusca y desesperada, Miwa empezó a forcejear y pedir ayuda, pero Naoya le puso la mano en la boca. —Todavía no es momento de que grites y quítate ese sombrero.

Cuando iba a volver a tocarla apareció Mai por detrás golpeándolo fuerte con una escoba y Kasumi pudo escapar de su agarre. —Maldita fracasada ¡Cómo te atreves! —En un abrir y cerrar de ojos le quitó la escoba de las manos y la lanzó al suelo, levantó la mano para golpearla, pero la puerta se abrió de un estrépito y entró Naobito Zenin, el jefe del clan. Vio a Mai y Miwa abrazadas en el suelo y a su hijo a punto de golpearlas. No solía meterse en los líos de faldas de su hijo, pero no le gustaba sus arrebatos, pensaba con la cabeza caliente y con la de abajo también, si quería tomar las riendas tenía que aprender a controlarse o el clan sufriría las consecuencias. —Naoya, ven conmigo. Ustedes váyanse de aquí. Mai, ven a verme después. —Naoya les lanzó una última mirada y le pareció ver un pequeño destello celeste en el cabello de Miwa. —Naoya —No le quedó más remedio que seguir a su padre, pero ya se las arreglaría para que no se le escape de nuevo.

Miwa y Mai, se abrazaron más fuerte, lágrimas caían. La puerta se abrió una vez más y entró Momo. —Díganme que Zenin sama llegó a tiempo por favor. —Ambas asintieron con la cabeza y empezaron a secarse las lágrimas. Momo las ayudó a ir a sus cuartos y Miwa les pidió perdón por no haberlas escuchado. —No, también fue mi culpa. —Dijo Mai con la mirada en el suelo. —Debí haberte dicho que Naoya es un cerdo. —Lanzó un suspiro. —Siempre que tiene oportunidad nos agarra el trasero a mí y a mi hermana, no pude decirlo por vergüenza. No sé si ha hecho algo como esto antes, pero si ha llegado a este punto es porque está decidido a todo.

Kasumi la vio sorprendida y la abrazó. —Pero ustedes son primos, ¡Cómo se atreve! Perdóname, fui una estúpida por creer en él.

—Eso no es algo raro por aquí ni impedimento para él. Discúlpame por no haber sido sincera. —Mai y Momo se vieron y Momo habló. —Escuché que estos días tendrán una expedición lejos de aquí, irá Naoya con algunos soldados élite porque demorarán varias semanas. Creo que puede ser tu oportunidad para escapar, ya no puedes estar aquí, lo sabes.

Kasumi asintió. —Qué voy a hacer, no puedo dejar este trabajo, mi padre quiere que me case. —Momo le dio unas palmaditas en la espalda. —Te ayudaremos a buscar algo, no te preocupes.

—Iré a ver a mi tío. Le diré la basura que es su hijo. Momo, quédate con ella, buscaré alguna excusa para ustedes.

Miwa se echó en la cama mientras Momo le acariciaba la cabeza. Recordó lo cerca que había estado de Satoru cuando lo rescató y lo añoró aún más al darse cuenta que jamás la tocó más de lo debido a pesar de haber dormido juntos o cuando se apoyaba en ella. Recordó la suavidad de sus caricias y no pudo retener las lágrimas silenciosas y pidió con todas sus fuerzas que los rumores fueran falsos y él estuviera bien para volverlo a ver.


Satoru se recuperó por completo después de una semana, sólo quedaba la cicatriz en la frente que había necesitado un par de puntos. Apenas pudo salir de su cama dejó sorprendidos a todos cuando lo vieron levantarse temprano para entrenar y acercarse a los sabios y eruditos del clan para aprender a mejorar su técnica.

Al parecer aquella experiencia cercana a la muerte lo había hecho reflexionar, habían enviado a sus guardias a revisar la zona, sin novedades. Satoru les comentó las características del tipo que lo había atacado y llegaron a la conclusión que había sido un restringido, no se sabía mucho sobre ellos, sólo que poseían una gran fuerza física, la pregunta era de dónde había venido, si sólo era un delincuente o si era un mercenario. Había atacado al grupo de Satoru y se había llevado algunas cosas de valor que traían de su expedición.

Era molesto perder sus bienes, pero había sido un precio bajo que de haberlo sabido hubieran pagado mucho antes con tal de ver a Satoru tan esmerado como ahora, si tenían suerte quizás ahora sí decidiera sentar cabeza y tener la descendencia que tanto le habían exigido. Lo único malo era su cercanía y el capricho que tenía por Mei Mei, ella había demostrado ser tan inteligente como bella al tener encandilado a Satoru por tantos años y hubiera tenido la aprobación de los ancianos por completo si no fuera por su descarada ambición. Aunque si no tenían opción tendrían que ceder si Satoru decidía hacerla su esposa, al final de cuentas siempre había la posibilidad de que se aburriera y decidiera buscar otras mujeres, cualquier cosa con tal de que siguiera su linaje y dejara descendencia, ahora más que nunca que estuvo al borde de la muerte.

Mei Mei estaba más que satisfecha, su posición se había fortalecido dentro del clan, no sólo por haber rescatado a Satoru, sino porque su relación con él parecía haber tomado más importancia y respeto ante los demás. Todo estaba saliendo a pedir de boca, tendría que ser paciente, estaba cerca de lograr su cometido, lo podía sentir en las miradas de los ancianos. Ahora le permitían estar cerca a Satoru tanto como quisiera y le habían otorgado una recámara más amplia dentro de la residencia principal de la villa con más sirvientes a su disposición. La muchacha de un clan pequeño que había llegado para ser parte de la escolta y soldados de los Gojo, estaba pronta a convertirse en la esposa del amo.

En cuanto a Satoru, ya no le quedaba dudas de que se había olvidado de esa mujer, ella también había tomado sus medidas y estuvo vigilando con sus cuervos cualquier visita o persona que se acercara a la villa. Felizmente él no le había vuelto a cuestionar sobre lo que había sucedido, si había tenido dudas las borró cuando se recuperó. Tal y como le prometió celebraron su recuperación encerrados en su cuarto por tres días antes de que él decidiera salir a entrenar. No podía quejarse, era un amante magnífico y pasaban buenos momentos, pero se había prometido que su amor y lealtad sólo serían para sí misma.


Satoru estaba terminando su baño cuando se acercó su sirviente más cercano, no le gustaba pensar en él de esa forma, lo consideraba más como un asistente, pues era quien se encargaba de llevar a cabo sus encargos más personales. Un joven de cabello rosa, que le había simpatizado por su lealtad y empeño.

—Señor, por fin he podido contactarlo sin la vigilancia de los demás. Tengo que entregarle algunas cosas que encontré en su bolsillo especial. No he podido hacerlo porque la señorita Mei Mei ha estado… con usted. —No se atrevía a decirle que habían estado demasiado empalagosos. —No estaba seguro de entregárselo frente a ella, así que preferí esperar a que estuviera solo como usted me indicó en un principio. Además, no creo que sea del agrado de ella.

Satoru agarró la bata que el muchacho le ofrecía y salió de la tina cubriéndose. —Hiciste muy bien Yuji, no me equivoqué al encargarte mis cosas privadas. ¿Alguien más lo sabe?

—Sólo mi amiga señor, pero yo me encargué de sus cosas, el kimono ya regresó a su habitación, pero lo que encontré lo tengo muy bien guardado. Sólo dígame cuándo se lo puedo entregar.

Satoru le revolvió el cabello —Buen trabajo Yuji —el mencionado sonrió contento. —Manda a preparar un baño especial para Mei Mei ahora en la noche, con aceites, perfumes, flores y todas esas chucherías que le gustan, envía sirvientas para que le hagan masajes ¿Todavía tienes esas hierbas para dormir? —Yuji asintió. —Asegúrate de poner ese té en toda la comida que le envíen. Cuando esté dormida vienes a mi recámara y ten cuidado con los cuervos.

Satoru vio la cara un poco angustiada del muchacho, sabía que era un poco lento para algunas cosas, pero no dudaba de su lealtad. —Si quieres le puedes pedir ayuda a tu novia, sólo si es de confianza y no abre la boca.

Yuji se sonrojó y empezó a tartamudear. —N n no es m m mi novia señor.

Gojo sonrió y le dio una palmada en la espalda. —Todavía no lo es, pero en algún momento aceptará, sólo tienes que tener paciencia y confianza. Ahora ve que tienes muchas cosas que hacer.


Por la noche, Gojo estaba sentado en su cama, había sido un estúpido en dejarse llevar por las palabras de Mei Mei, quería saber qué era lo que tenía en aquel bolsillo, sabía que había algo extraño en la historia de Mei Mei, pero prefirió ignorar su intuición, se dejó llevar por sus hormonas y la confianza que le tenía. Escuchó la puerta abrirse como todas las noches y en unos momentos sintió su abrazo y sus besos. —Sabes Mei Mei, aún no he tenido ningún detalle contigo, sólo dinero es algo muy vulgar ¿no crees?

Ella siguió con sus caricias, tantos años juntos no habían sido en vano, sabía muy bien lo que le gustaba y ya estaba frente a él tratando de sacarle la bata. —Es posible, pero no hay nada que el dinero no pueda comprar ¿no crees?

Él le agarró las manos y la alejó, quería presionarla para que hablara, pero sólo lo empeoraría, tenía que seguirle el juego. La levantó y la llevó a su cuarto de la mano, abrió la puerta y ahí estaba todo lo que había pedido, los perfumes eran tan intensos que escondían por completo el aroma de aquel té. —He sido tan desconsiderado y quise darte algo más… por la confianza que nos tenemos. —Y la besó llevándola hacia la tina. —Es todo tuyo, disfrútalo.

Ella se colgó de su cuello. —¿Acaso no lo vas a disfrutar conmigo?

Satoru soltó una risa burlona. —Si me quedo, lo único que disfrutarás es a mí y se arruinaría mi regalo, tienes que engreírte un poco, te lo has ganado. —Satoru aplaudió y se acercaron algunas jóvenes con toallas, aceites y una copa de licor. Mei Mei vio todo con una sonrisa. —Están a tu disposición. —La volvió a besar y le dio una nalgada de despedida.

—Iré después para que veas los resultados. —Le dijo Mei Mei mientras él salía de la habitación.

—Claro, te espero.

Satoru veía por la ventana. Tocaron la puerta despacio —Adelante.

Yuji entró a la habitación —Señor, la señorita Mei Mei se quedó dormida hace media hora, tuve que esperar para asegurarme. Aquí traigo sus cosas. —Le extendió una tela doblada.

Gojo la recibió y la abrió para encontrar una bolsita pequeña de tela. La abrió y sacó un collar de hilo negro con un pendiente de madera tallada con algunas figuras. Lo quedó mirando, tenía una sensación extraña de tristeza. Revisó la bolsita y la volteó en su mano donde cayeron algunas flores secas de color celeste apagado. —Lo que estaba en su bolsillo solo era el collar y las flores, lo guarde en ese saquito para que lo pueda llevar con usted y no perder las flores ¿Sabe de quién es? —Yuji se tapó la boca por hablar de más, pero Satoru sólo movió la cabeza negando. Se veía triste. —¿Está bien? ¿Necesita algo más?

—No Yuji, puedes irte. Haz hecho un gran trabajo, después hablaremos de tu recompensa.

A diferencia de otras veces Satoru se veía serio y fastidiado, así que Yuji obedeció sin dudar. Gojo se sentó en su cama con el collar en sus manos, definitivamente era de una mujer, pero lo frustraba sobremanera no recordarla. Había alguien que lo había ayudado y cuidado y no era Mei Mei. Debió haberlo impresionado porque en aquel bolsillo sólo guardaba papeles o cosas de gran valor, pasó horas jugando con el pendiente entre sus dedos, hasta que hizo fuerza de más y pensó que lo había roto, pero se dio cuenta que giraba para convertirse en corazón, siguió jugando con él hasta que giró para abrirse. ¡Qué relicario más extraño! Esperaba encontrar algo, pero estaba vacío.

Se recostó en la cama, con el colgante entre sus dedos, cerró los ojos para pensar y sin darse cuenta se quedó dormido. Caminaba al borde del río hasta que encontró una de aquellas flores azules, la flor se iba arrastrada por el viento y él la siguió hasta una cueva donde habían más flores como ésa, pero cuando las quería tocar se alejaban de él riendo, estuvo corriendo tras ellas hasta que logró atrapar una y de pronto se vio a sí mismo, echado con vendas en la cabeza y una muchacha con el cabello celeste lo acariciaba, las flores lo envolvieron y por fin pudo ver su rostro, recordó aquella noche, su olor, su cabello, los ojos que lo veían con ternura y la despedida antes de que llegara Mei Mei, "¡No me olvides!". Despertó sudando con el relicario en la mano. —Te buscaré.


Habían pasado tres semanas desde el incidente con Naoya, éste se había mantenido alejado de ellas hasta que salió de viaje a la expedición. Habían estado buscando opciones donde Miwa podría ir a trabajar, algunas muy buenas en otras mansiones de familias adineradas, el problema era que conocían a Naoya y si él llegaba a enterarse donde se encontraba nuevamente tendría que salir de ahí.

Lo mejor en ese tiempo había sido la noticia de la recuperación de Satoru. Había querido acercarse para tentar suerte, pero temía que no la recordara. Quería verlo, no para reclamar su recompensa, sino para aceptar su oferta de amistad, había aceptado que no podría ocultar su naturaleza por siempre, quería aprender a manejar su poder si es que tenía alguno.

Momo entró a su habitación con Mai, ambas se veían un poco ansiosas. —¡Kasumi hemos encontrado el lugar perfecto y están buscando personas de servicio!

—¿De verdad? Ya estaba pensando en alguna excusa para no casarme cuando regresara a casa. No pensé que hubiera alguna buena familia que no conociera a Naoya. ¿Quiénes son?

Momo y Mai cruzaron miradas nerviosas. —Bueno, sí lo conocen, pero Naoya no podrá hacerte nada mientras estés ahí. —Miwa las vio curiosa, pero Mai no pudo más. —Es en la villa de los Gojo. Sabes que mi familia tiene una mala relación con ellos, así como con los Kamo, pero no pueden enfrentarse sin quedar en la miseria. Naoya jamás se enterará que estás ahí y si lo hace no hay nada que pueda hacer contra Satoru Gojo.

Las chicas se quedaron sorprendidas al ver la cara de emoción de Kasumi, no lo podía creer, su deseo se había cumplido, podría volver a verlo y estar cerca a él ¿Qué le diría? Que importaba, si la recordaba seguro estaría feliz de verla y si no… igual ella podría conocerlo más. —¡Es perfecto! Iré preparando mis cosas. Muchas gracias a ambas, sobre todo a ti Mai, sé lo difícil que es tu familia ¿Por qué no nos vamos juntas?

Mai negó con la cabeza —Es distinto, mi familia me buscaría hasta el cansancio si huyera. Sería una traición y podrían lastimar a Maki. Aprovecha tu libertad y haz tus cosas.

Miwa la vio con tristeza y le dio un abrazo. —Eres muy valiente. Gracias por todo. —Se dio la vuelta y empezó a sacar sus cosas entusiasmada.

Mai y Momo se miraron con sospecha y estaban por salir cuando Momo regresó como si hubiera recordado algo. —¡Ah! Casi lo olvido, Satoru Gojo es un mujeriego de lo peor, pero por el momento no tienes nada de qué preocuparte porque dicen que pronto se casará, ojalá Mei Mei san le ponga un freno a sus locuras.

Miwa sintió un escalofrío en la espalda y los vellos se le erizaron, sintió un golpe sordo en el estómago que la dejó sin aire. ¡Se iba a casar! No aprendía la lección, sí que era estúpida, una vez más ponía sus sentimientos en el lugar equivocado por no escuchar los consejos de los demás. Al final de cuentas siempre supo que tenía que cuidarse de los hechiceros.


Notas:

Las flores son No Me Olvides, búsquenlas en internet, son pequeñas pero muy bonitas. Cuando empecé a escribir esta historia recordé un libro que mencionaba "los no me olvides azules" y al buscarlo en internet me di con la grata sorpresa de que era una flor azul que representa "el amor desesperado y el amante eterno", además recordé la intro donde sale Gojo llevando su ramo de flores azules (aunque probablemente sean nemophilas o simplemente rosas azules por el tamaño) y en mi cerebro todo quedó PERFECTO xD

El estrellita donde estás es del Juju corto donde Gojo molesta a Megumi junto con Yuji y Nobara xD casualmente la flor tiene 5 pétalos, así que cae XD

Naoya, tan guapo como perverso (inserte voz de Loreto) jajajaja no pude resistir y tuve que poner la frase de Rubi.

En cuanto a lo del papa de Miwa queriendo casarla es normal, ya que antiguamente los matrimonios eran arreglados y se casaban super jóvenes, si no me equivoqué con los números Miwa ya está pasada de edad para esa época.

Quise poner el beso con Mei Mei llevándola a su cuarto como representación del beso de la traición.

Por cierto este es mi primer intento de lime (¿?) y escenas fuertes, espero haberlo hecho bien y si no acepto sugerencias.

Gracias por leer :)