Capítulo 5. Un buen hombre
Albus apareció cuatro días más tarde para llevarse a Potter. No compartió el asunto por el que se le requería, lo que enfureció a Severus en un grado completamente inapropiado. Sentía como si le estuvieran robando a Potter, lo cual, por supuesto, era absurdo. El chico no le pertenecía, ni a él ni a nadie más. Era una razón ridícula para sentir tanta ansiedad. Harry Potter no era suyo, sin importar el acuerdo absurdo que hubieran establecido entre ellos.
Cuando Albus llevó a Harry de vuelta al Número Doce, convocó una reunión con Severus. El hombre temió lo peor; seguramente Potter lo habría contado todo, habría revelado hasta el último detalle sórdido al director, y Severus sería despedido, convertido en serpiente y arrojado al sol. Al menos, así podría dormir un poco.
Sin embargo, ese no fue el motivo por el que el director había convocado al hombre. Cuando descubrió la razón real, Severus quedó atónito.
«¿Cómo te atreves a llevártelo contigo para ese propósito?», quería preguntar. Y también «si supieras lo que he estado haciendo con él, no me pedirías esto». Y «¿no te has dado cuenta de lo que está sufriendo Potter? ¿te da igual?». y «¿quién se supone que debería estar vigilando al chico?»
Sin embargo, en lugar de eso, lo único que fue capaz de preguntar fue:
—Entonces, ¿eso quiere decir que has cambiado tu opinión sobre mí?
Albus lo miró por encima de sus gafas con forma de media luna.
—No, mi querido muchacho. Simplemente te necesito. Si no crees que esta sea la opción correcta, por supuesto, enviaré un mensaje a Horace explicándole que no se requiere su presencia.
—Sabes que lo quiero —respondió Severus con tono brusco—. ¿Por qué ahora?
Albus permaneció en silencio y Severus bufó.
»¿Es acaso porque es un puesto maldito? Deberías habérmelo dado hace años entonces. Así habrías puesto fin a mi agonía.
—No podía arriesgarme a perder tu posición en la escuela, en el caso de que el puesto esté, efectivamente, maldito. —El anciano lanzó una sonrisa serena—. Como sabes, el tiempo para ese tipo de preocupaciones ya está llegando a su fin.
—Sí, soy consciente.
—¿Aceptas, entonces?
—Por supuesto que sí —escupió Severus. Posteriormente, dudó durante unos instantes antes de continuar hablando—. Pero hay algo que debes saber. —Hizo una nueva pausa—. Algo que he hecho. No me parecería correcto si... —Se interrumpió súbitamente, incapaz de proseguir, y Albus lo dejó sufrir durante varios segundos.
—¿Se trata de Harry? —le preguntó al fin. Severus no se sorprendió. Había sospechado que el hombre podría llegar a intuir lo que estaba ocurriendo, después de todo.
—Yo... sí.
Albus no le incitó a continuar hablando, solo juntó sus dedos y esperó. Severus carraspeó.
»Potter está... no está bien —comenzó—. No duerme. Él ha estado... buscándome.
—Supongo que eso te ha resultado perturbador.
—Francamente, sí. Después de toda nuestra historia... me cuesta entenderlo.
—¿Y qué piensas?
Severus apartó la mirada de los penetrantes ojos azules de Albus y la posó en sus manos.
—El chico encuentra mi... animosidad... reconfortante en cierta forma. Ha venido a buscarme por las noches.
—¿Para provocarte?
—Inicialmente. Últimamente he... —Se armó de valor antes de continuar—. Le he estado dando Sueño sin Sueños. Una fórmula mucho más fuerte que la aprobada por los sanadores. Ha estado viniendo a mi habitación la mayoría de noches desde finales de julio. Le permito dormirse en mi presencia y después lo levito de vuelta a su cama mientras todos los demás están durmiendo. —Severus se frotó los ojos con los dedos—. No debería haberlo hecho, y lo sabía. Pero de todos modos, lo hice. Reiteradamente.
—¿Eso es todo?
Severus alzó la mirada.
—¿Eso es todo? —repitió sarcásticamente—. ¿Drogar a un alumno? ¿Permitirle entrar en mis habitaciones por la noche? ¿Tolerar este acuerdo durante semanas? —Albus no dijo nada, simplemente continuó observándolo fijamente, y Severus estalló ante su pasividad—. ¡No! ¡Eso no es todo! —Apretó los puños antes de dejar escapar demasiada información. No había necesidad de ser enviado al cadalso de inmediato.
—¿Y bien? —instigó Albus. Severus resopló con desdén.
—¿Qué más? Lo he lastimado. Me ha atacado físicamente más de una vez, y y yo... le he hecho daño. Intentaba hacer que se detuviera.
—Entiendo. —Albus guardó silencio durante un buen rato—. Parece que habéis logrado superar eso, ¿no es así? ¿Habéis llegado a una especie de acuerdo, por así decirlo?
Severus no podía creer lo que estaba oyendo.
—¿Has perdido la cabeza? He manipulado y drogado a un estudiante. ¡Le he permitido dormir en mi cama! ¿Y me preguntas si hemos llegado a un acuerdo?
—Harry es un caso especial, como bien sabes. ¿Está obteniendo lo que necesita de ti en estas visitas?
—¿Sedación durante sus pesadillas? ¿Ser derribado de su pedestal y arrojado al maldito suelo? Sí, definitivamente he estado haciendo esas cosas por él, a pesar de mis mejores intenciones. ¿A qué te refieres exactamente con "lo que necesita"?
—Harry tiene que enfrentarse a tiempos más difíciles aún, Severus. Al igual que tú.
Oh, sí, por supuesto. Harry Potter tenía una fecha de caducidad grabada en su frente. No podía olvidarlo. El chico probablemente no alcanzaría los veinte años. Ni tan siquiera los diecisiete, si el Señor Oscuro se salía con la suya. Y, naturalmente, a Severus le había caído la condena de apagar la luz de los ojos del anciano para siempre. Todos estaban condenados. Absolutamente todos. Había sido un terrible error por su parte olvidar que ya nada importaba.
Albus no pensaba detener su acuerdo en absoluto. Por el contrario, lo iba a facilitar.
Severus se imaginó contándole al director sobre Harry besándolo, trepando a su regazo, suplicándole cosas indescriptibles, y el mero recuerdo de todo ello calentó su rostro.
—Creo que Potter necesita más de mí de lo que puedo darle —dijo Severus. Pero entonces, una idea atravesó su mente, y la retuvo durante unos instantes, dándole vueltas en su cabeza. No le parecía apropiado, pero como Albus había querido decir, de una manera escueta, realmente todo había terminado para ellos, por lo que se decidió a soltarlo—. Me preocupa lo que sucederá con él cuando se reanuden las clases. Me preocupa que no pueda... —Tragó saliva con fuerza—. Me preocupa que no pueda venir a verme.
Las comisuras de los ojos de Albus se arrugaron con complacencia.
—¿Has acabado preocupándote por él después de todo, Severus? —preguntó, pero Severus no respondió—. ¿Después de todo este tiempo?
—He dedicado mi vida a él, Director. Preocupación no es la palabra adecuada para lo que siento por él. Lo odio. —«Y también te odio a ti, vejestorio».
—Estoy seguro de que puedo encontrar una forma de acomodarlos a ambos.
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El director se marchó a la mañana siguiente. Potter lo visitó esa misma noche, a las once y media. Aparentemente, habían llegado al acuerdo tácito de que esa era la hora más temprana a la que el chico se le permitía acudir a su encuentro. Severus oyó el golpeteó habitual en su puerta.
Severus se había tomado la libertad de robar una botella de brandy de la cocina. Había tomado unos cuatro dedos de ella, lo que era poco para un bebedor habitual. Pero Severus no era un bebedor habitual, por mucho que le gustaría serlo.
—Adelante —dijo, en respuesta a los toques. La puerta se abrió, y el jodido Harry Potter entró, en pijama y calcetines, con un aspecto completamente inocente.
—Hola —saludó. Severus apuntó con sus dedos hacia la puerta y la cerró detrás del chico, bloqueándola con un hechizo. Harry se volvió para mirarla—. Oh. ¿qué está pasando?
—Nada —respondió Severus antes de señalarlo con la mano que aún sujetaba la botella de brandy—. Le he contado al director nuestra situación.
Harry palideció.
—No lo has hecho.
—Lo he hecho. Y definitivamente le he contado más de lo debido.
Harry dio un paso más, adentrándose en la habitación, y se sentó en el borde de la cama, al lado del hombre, mirando la botella.
—¿Estás bebiendo? —Se la quitó y estudió la etiqueta.
—Definitivamente —respondió Severus, tratando de recuperar la botella. Harry tomó un tragó y comenzó a toser.
—Merlín, Snape, ¿qué es esto? ¿Alcohol de quemar?
—Es brandy —corrigió Severus, arrebatándole la botella—. Y creo recordar que habíamos designado un título con el que debías llamarme.
—Sí, señor —respondió Harry entre risas—. Eso está malísimo.
—No, Potter. Simplemente eres menor de edad. —Se detuvo de forma súbita, y Harry aprovechó para intentar robarle de nuevo la botella, pero el hombre la apartó.
—Entonces, ¿van a cortarte la cabeza por ponerme las manos encima? —preguntó Harry, sin cesar sus intentos de conseguir el brandy.
—No —respondió Severus—. Me han ascendido.
—Tú... ¿Qué? ¿Qué le has contado?
—Le he contado que me has estado molestando, que te he hecho cosas, que te he estado suministrando pociones para dormir y que te he dejado acostarte en mi cama. ¡Bajo las narices de todos! —Severus bebió un trago largo antes de continuar—. ¡Y él me ha dado el puesto de Defensa! ¡Es un disparate! —Harry hizo un nuevo intento de quitarle la botella al hombre, pero Severus la sostuvo en alto, fuera de su alcance—. Ah, ah. Pídela con educación, Potter. Puede que a él no le importe tu protección, pero a mí sí.
—¿Defensa? Creía que ese era el puesto para el nuevo profesor que conocí el otro día. Slughorn o algo así.
—¡Ja! No, él es un Maestro de Pociones, como yo. Profesor de pociones. Fue mi predecesor como Jefe de Slytherin. —Severus hizo una pausa—. Es un imbécil pomposo.
Harry se rio a carcajadas.
—Parecía pomposo —dijo, sin cesar en sus intentos de coger la botella. Severus la sostuvo más alto—. Entonces, ¿van a darte el puesto que has deseado durante años? Deberías haberme abofeteado mucho antes.
Severus agarró la mano que Harry había extendido hacia el brandy y tiró de ella hacia abajo, haciendo caer al chico sobre su regazo.
—No te he herido intencionalmente, Potter —gruñó, colocando su mano en la nuca de Harry, inmovilizándolo, mientras tomaba otro trago de la botella que sostenía con la otra mano—. Merezco algo de crédito por no haberte hecho nada mucho peor, incluso cuando me lo suplicaste.
El cuerpo de Harry se puso rígido.
—No pienso darte ningún crédito por ello.
—Deberías —replicó Severus, descubriendo que estaba realmente enfadado. Empujó a Harry, apartándolo de su regazo con tanta fuerza que lo tiró al suelo, y se puso de pie, plantando una bota en el pecho del chico, aplastándolo con ella—. Debería importarte lo que te pase Potter. Se supone que debes preocuparte. Se supone que no deberías comportarte así. Nunca... —Se interrumpió y observó al chico que lo miraba desde el suelo, con ojos brillantes e implacables.
—Debería —repitió el chico, con voz burlona—. Se supone que debería.
Severus se alejó, soltando la botella con brusquedad sobre su mesita de noche. Apoyó las manos a ambos lados de ella y respiró hondo, con intención de tranquilizarse, aunque sin lograrlo. Pudo oír a Harry levantarse; pudo escuchar con claridad el roce de sus calcetines contra el suelo. Se giró para mirarlo. Su apariencia seguía siendo de alguien frágil, dañado y hermoso, como siempre lo había sido.
Severus lo odiaba por ello.
—Tú —gruñó, agarrando la parte delantera de su camiseta y clavando los dedos en la tela con intención de rasgarla—. Se suponía que debía salvarte—. Las manos de Harry se alzaron, sujetando las muñecas del hombre, en un gesto que ya se estaba volviendo familiar para ambos.
—Nadie puede salvarme —respondió.
Severus quería pegarle, quería destriparlo, pero en lugar de eso, lo besó. No, fue mucho más que un beso. Severus lo atacó. Con una mano agarrando su camiseta con todas sus fuerzas y la otra sujetando la parte posterior de su cabeza, Severus lo arrastró y presionó sus bocas salvajemente. Quería eliminarlo, quería consumirlo, quería salvarlo. Quería protegerlo.
Pero era imposible.
Los giró con brusquedad y aplastó a Potter contra la cama. Pudo escuchar al chico expulsando aire, seguido de un jadeo superficial.
—Te odio —gruñó Severus, besándolo de nuevo, presionándose contra él, queriendo meterse en su piel.
—Ódiame —gimió Harry en respuesta, agarrando la nuca del hombre. Severus se apartó, casi disfrutando del dolor provocado por las uñas de Harry rasgando su piel, y colocó su mano sobre la boca del chico.
—Eres obsceno.
Las piernas de Harry se engancharon a su alrededor, enfatizando la posición en la que Severus lo había colocado. Gruñó con disgusto, incluso mientras se acercaba aún más al chico, presionándose contra su cuerpo. Harry estaba duro, él mismo estaba duro. Se frotó contra el chico, sintiendo cómo las caderas de Harry se alzaban para encontrarse con las suyas, y los talones del chico se clavaban contra la parte baja de su espalda, exigiendo un mayor contacto.
Hundió las puntas de sus dedos con fuerza en la mandíbula de Harry, con su palma aún sellando su boca, y notando el aliento caliente sobre su mano. Harry tenía los ojos cerrados con fuerza y las mejillas sonrojadas. Sus caderas presionaban con urgencia ante cada empuje de Severus, y a pesar de la mano sobre su boca, Severus podía oír con claridad cada respiro y cada gemido, cada pequeño sonido que realizaba el chico, clavándose en su cerebro como un clavo. Tras un jadeo más fuerte que los demás, sus pulmones se apretaron súbitamente en su pecho. Se suponía que no debería estar haciendo esto. Se había prometido a sí mismo que no lo haría. Retiró su mano.
—Dime que pare —exigió—. Chispas rojas, Potter. Dilo.
—No... —gimió Harry en respuesta, alzando sus caderas y frotándose de nuevo contra el hombre—. No voy a decirlo, ah... Joder... —Severus volvió a colocar la mano en el mismo lugar, pero esta vez cubriendo la boca y la nariz del chico, cortando su respiración por completo. Harry lloriqueó, pero no como protesta.
—Mírame —exigió Severus, y Harry obedeció, abriendo los ojos y clavando su mirada en él, sin miedo. Sus pupilas estaban dilatadas al máximo, enmarcadas por un diminuto halo verde esmeralda, como pozos sin fondo, y Severus no podía dejar de mirarlo, deseando caer en la oscuridad que veía allí.
Un último grito fracturado irrumpió del fondo de la garganta de Harry, y sus caderas comenzaron a sacudirse fervientemente. Estaba justo al límite, persiguiendo su placer bajo el peso del cuerpo de Severus. Era agonizante verlo. Severus estaba seguro de que su visión periférica debería estar volviéndose borrosa, pero aún así el chico no luchó por liberarse. No se resistió. Al contrario, quería más, siempre más, y tras cinco, o tal vez diez segundos más de movimientos desesperados, se corrió, con sus piernas flexionándose alrededor de la cintura de Severus y sus dedos clavándose con fuerza en los hombros del hombre. Severus retiró la mano de la boca de Potter de inmediato, apenas a tiempo para escuchar el sonido más exquisitamente depravado que jamás había tenido la oportunidad de oír saliendo de la garganta del chico. Fue un jadeo en busca de aire, un gemido y un sollozo, todo al mismo tiempo. Ante ese sonido y el movimiento de las caderas del chico, Severus fue incapaz de contenerse. Hundió su rostro en el rebelde cabello negro y gritó, derramándose en su ropa como un virgen.
Sus brazos perdieron fuerza cuando los espasmos de su orgasmo disminuyeron, desplomándose contra el pecho de Harry, sintiendo las réplicas del cuerpo del chico como pequeños terremotos a través de su cuerpo. Harry jadeaba con fuerza, luchando por salir de debajo del peso de Severus, y cada respiración superficial se mostraba en forma de pequeños gemidos lastimeros. Haciendo un gran esfuerzo por levantarse unos centímetros, Severus lo contempló. Tenía los ojos cerrados de nuevo, con sus largas y húmedas pestañas apoyadas contra las mejillas rosadas, la boca abierta y los labios hinchados y enrojecidos. Severus catalogó en su cerebro cada detalle, como si la expresión en la cara de Potter en ese momento fuera un tesoro invaluable descubierto a un gran costo personal.
«Mira lo que has hecho, eres un monstruo horrible. Mira lo que le has hecho».
Severus desenganchó las piernas del chico con delicadeza de su cintura y las bajó al suelo. Posteriormente, se puso de pie tambaleándose, convocó su varita y los limpió a ambos. Después, caminó hacia el baño y se encerró dentro. Se quitó la ropa y abrió la ducha, situándose directamente bajo el chorro de agua fría. Dejó que el agua cayera sobre él mientras se calentaba y el vapor comenzaba a nublar poco a poco el aire. Permaneció allí durante bastante tiempo, sin hacer nada en absoluto, mientras el agua lo empapaba.
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Severus había preguntado una vez a Albus sobre el destino de su alma, sobre si al anciano le importaba lo que sucedería con ella cuando finalmente se viera obligado a asesinarlo. El director, en cierta forma, le había ofrecido consuelo. Lo hizo ver como algo mejor que un asesinato, como un acto de misericordia con el que ayudaría a un anciano a evitar el dolor y al mismo tiempo salvaría a Draco de la tragedia de cometer el hecho él mismo. Y tal acto de bondad no podría dañar el alma de Severus. Incluso quizá, en cierto modo, podría inclinar la balanza a su favor, deshacer algo de lo que había hecho con anterioridad.
Pero ahora no dejaba de preguntarse, ¿qué alma?
¿Acaso, después de todos esos años de lucha y esfuerzo, había llegado a convertirse en un buen hombre?
Cualquier redención posible para él, la había puesto a los pies del diablo a cambio de Harry Potter. A cambio de mirarlo. A cambio de tocarlo. Tenerlo en su cama.
¿En qué se diferenciaba a fin de cuentas de cualquiera de las otras docenas de personas que querían usar al chico para sus propios fines? ¿En qué se diferenciaba del mismísimo Señor Tenebroso? ¿Querer poseerlo era mejor que quererlo muerto?
¿Qué lo diferenciaba del resto?
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Severus esperaba una discusión sobre lo ocurrido. De hecho, esperaba que Harry exigiera que lo dejara entrar en el baño. Que golpeara la puerta, al menos. Pero cuando Severus regresó a la habitación descubrió que el chico se había quedado profundamente dormido, con los pies todavía colgando del borde la cama. La mera idea de dormir en esa postura hizo que comenzara a dolerle la espalda, por lo que levantó las piernas del chico y lo acomodó suavemente sobre el colchón, en una posición más normal, con la cabeza sin apoyar contra la almohada, pero al menos cercana a ella. Potter se agitó un poco, pero no se despertó, solo murmuró algo ininteligible mientras giraba su rostro hacia las sábanas. Severus se percató de que las gafas del chico estaban en el suelo y las recogió, cerrándolas con suavidad y colocándolas en la mesita de noche, en el lado de Potter.
«El lado de Potter. En mi cama. Mmm».
Permaneció un rato de pie, mirándolo indeciso. Su deber era despertarlo y obligarlo a regresar a su propia habitación, y tenía que hacerlo en ese mismo momento, rápidamente, como arrancarse una tirita, pero estaba paralizado por la duda. Debía sacarlo de su habitación, pero imaginarse a Harry despertando solo después de lo que le había hecho le hizo plantearse si esa no sería la peor opción.
Entonces imaginó a alguien descubriéndolos juntos en la cama. Un miembro de la Orden.
Pero, ¿acaso importaba? Albus era consciente de que el chico estaba en sus habitaciones, ¿qué importancia tenía entonces que otra persona lo descubriera?
A pesar de sentir que estaba cometiendo una completa imprudencia, apagó la luz y se recostó junto al cuerpo dormido de Potter. Cubrió a ambos con las mantas y tras unos segundos, Harry se giró hacia él. Severus no se apartó, ni siquiera cuando la mano del chico encontró su cuerpo en la oscuridad y se deslizó por su pecho, o cuando apoyó la cabeza contra su hombro, emitiendo un pequeño suspiro. No solo no se alejó, sino que se atrevió a cubrir la mano del chico con la suya.
La respiración de Harry se volvió más relajada, y Severus no pudo evitar preguntarse cuánto duraría.
Su descanso.
Su respiración.
Su vida.
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Cuando Harry se despertó a la mañana siguiente, la luz del sol entraba por la ventana y un rayo atravesaba su rostro. Se movió, cubriéndose los ojos con los brazos, y de repente, se percató de la superficie en la que su cabeza se encontraba apoyada.
Miró hacia arriba. Snape era una mancha borrosa sobre él. Escuchó el sonido familiar de una página siendo volteada, seguido del de un libro que se cerraba.
Su cabeza estaba en el regazo de Snape.
—Buenos días —saludó Snape.
—Buenos días —respondió Harry lentamente—. Es de día. Y todavía estoy...
—¿Todavía estás aquí?
—Sí. ¿No me voy a meter en problemas? —Agarró las gafas que Snape había colocado en su mano y se incorporó de mala gana. Echó un vistazo a la habitación. Nunca había estado en ese lugar durante el día. Se dio cuenta de que era bastante pequeña.
—Puedo asegurarte que seré yo el que tenga un problema —respondió Snape—. No te preocupes por eso.
—Oh, bueno, en ese caso... —Harry se deslizó de nuevo entre las sábanas. Escuchó un suave resoplido de diversión.
—No puedo creer que aún quieras seguir durmiendo —dijo Snape.
Harry se topó con una de las piernas del hombre bajo las mantas y la tocó de forma tentativa.
—No. No tengo sueño.
—Potter, no empieces nada que me haga tener que castigarte. Acabas de despertarte —dijo Snape mientras se levantaba de la cama, apartando las piernas del toque del chico. Harry lo observó desde debajo de las sábanas.
—¿Qué hora es?
—No tengo ni idea —respondió Snape.
—Podríamos quedarnos en la cama.
Severus lo miró. Estaba de acuerdo con la imprudencia que había cometido, pero no era suicida.
—Tentador —respondió—. Sin embargo, prefiero poder dar la mayor imagen de normalidad posible —continuó, mientras entraba en el baño.
Harry se estiró con amplitud bajo las mantas. Se sentía mejor que nunca. Deseó poder dormir así todas las noches. Y ni siquiera había necesitado una poción.
Hundió la cara en el colchó, inhalando el aroma de Snape y sintiéndose absolutamente satisfecho. Entonces se quedó paralizado.
Alguien estaba subiendo las escaleras.
Permaneció quieto, con los ojos bien abiertos, escuchando con atención.
De repente, alguien llamó a la puerta.
—¡Severus! ¡Severus! —gritó Lupin—. ¡No encontramos a Harry! ¿Estas ahí?
TOC, TOC, TOC.
»¡Severus, abre! ¡Harry ha desaparecido!
Harry se incorporó de golpe, sentándose muy erguido y se aferró a las mantas con fuerza, apretándolas contra su pecho justo cuando Snape asomaba la cabeza a través de la puerta del baño.
—Ha sido rápido —murmuró, retirándose unos instantes de nuevo en el baño y saliendo de segundos después. Quitó el hechizo que protegía la puerta, pero la dejó cerrada.
—Está aquí, Remus —exclamó.
—¿Qué? —inquirió Lupin con un grito amortiguado por la puerta que se interponía entre ambos.
—Harry está aquí —repitió Snape—. Conmigo.
Hubo un largo silencio.
—Abre la puerta —exigió Lupin finalmente.
Severus escudriñó a Harry, quien permanecía aún en la cama, comprobando que no existiera ninguna señal visible de lo que le había hecho la noche anterior, más allá del hecho de que Harry se encontraba allí. No tenía marcas. Estaba vestido. Tenía un aspecto bastante desaliñado, pero no era algo que se pudiera evitar. Una vez se hubo cerciorado de que el aspecto del niño era completamente inocente, apuntó con su varita a la botella de brandy que aún permanecía en la mesita de noche y la hizo desaparecer. Acto seguido, abrió la puerta.
Lupin estaba allí, completamente solo. Sus ojos viajaron desde la ropa de dormir de Severus hasta su cara, y después se dirigieron justo detrás del hombre, donde se encontraba Harry, envuelto en mantas y con rostro aterrorizado, las gafas torcidas y el cabello revuelto. Miró de nuevo a Severus.
—Severus —comenzó, con tono tranquilo—, te doy diez segundos para explicar esta situación.
—Me temo que no será suficiente —respondió Severus.
—Hola —saludó Harry con voz temblorosa.
—¿Por qué está Harry en tu cama, Severus?
Harry notó cómo el tono de Lupin comenzaba a cambiar y a volverse agresivo poco a poco. Solo había visto enfadado a ese profesor en una única ocasión, cuando descubrieron que Peter Pettigrew era la rata de Ron, y había sido bastante terrorífico.
—Ha estado teniendo problemas para dormir —explicó Snape—. No ha estado durmiendo en absoluto, de hecho. Le he estado suministrando Sueño sin Sueños para ayudarlo. Los últimos días, ha preferido quedarse conmigo tras quedarse dormido. Desafortunadamente, yo también me he quedado dormido en esta ocasión, y no pude levitarlo de vuelta a su cama antes de que amaneciera. Ese es el motivo por el que aún está aquí.
Los ojos de Lupin se fueron abriendo progresivamente a lo largo de la explicación de tal forma que Harry comenzó a temer que se le salieran de las órbitas.
—¿Qué has... hecho... qué? —logró decir, con la mandíbula apretada.
—Como ya he dicho, le he estado ayudando a dormir —respondió Snape, modulando su tono.
—¿Lo has estado drogando? ¿Desde cuándo?
—Profesor Lupin —intervino Harry, agitando una mano para llamar su atención—, estoy bien. —Ninguno de los dos hombres lo miró.
—Si te paras a pensarlo por un momento —prosiguió Snape—, creo que podrás averiguarlo.
—Snape —gruñó Lupin, agarrando la parte frontal de la camisa del hombre con ambos puños—, ¿qué has hecho? —Snape levantó ambas manos en gesto de apaciguamiento y Harry saltó de la cama.
—Justo lo que he explicado —respondió Snape.
Harry interpuso un brazo entre ambos, presionando la palma de la mano contra el pecho de Remus.
—Oye, cálmate. ¡Estoy bien y estoy aquí delante!
—Mantente al margen de esto, Harry —gruñó Remus.
—¿Mantenerme al margen de qué? ¿De mi propia vida? —escupió Harry en respuesta, metiendo la mano libre entre ambos y haciendo todo lo posible por separar a los dos hombres—. ¡Ojalá!
Ambos lo miraron en ese momento. Remus soltó la camisa de Snape y dio un paso atrás. Snape pasó sus manos sobre los pliegues de su ropa, tratando de alisarla.
—Albus lo sabe —replicó—. Se lo he contado todo.
—¿Se lo has contado? —preguntó Remus con sorpresa en su voz— ¿Y lo ha permitido? No puede ser.
—Lo ha hecho. Quise que me despidiera, pero declinó la propuesta.
—Eso no es posible.
—Habla con él. —Snape se giró hacia Harry—. Potter, creo que será mejor que bajes a desayunar algo.
Harry simplemente lo miró, deseando con todas sus fuerzas que Snape leyera su mente o algo así, y le permitiera quedarse arriba. Los ojos de Snape recorrieron lentamente su rostro, analizando su expresión. Aparentemente, eso fue todo lo que necesitó para comprender su petición silenciosa. Miró a Remus y se corrigió.
»Pensándolo bien, creo que sería mejor que bajáramos tú y yo en su lugar.
Remus clavó sus ojos en el hombre.
—Está bien —respondió—. Harry, quédate aquí.
Harry miró a Snape, quien le asintió con suavidad. Remus frunció el ceño ante la acción.
—¿Puedo ducharme? —preguntó Harry.
—Tómate tu tiempo —respondió Snape antes de darse la vuelta y dirigirse hacia las escaleras.
Remus permaneció mirando a Harry por un largo instante.
—Estoy bien —repitió Harry, y cerró la puerta en la cara del hombre lobo.
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Dentro de la ducha, Harry no podía oír los gritos procedentes de la planta de abajo. Se lavó el pelo y cubrió su cuerpo al completo de jabón, evitando imaginar lo que estaría ocurriendo en ese mismo momento en la cocina o quién estaría en ese lugar. Intentando no visualizar la cara de Ron, o la carta que con total seguridad escribiría a Hermione. Tratando de no imaginar todas las preguntas. Todos los ojos sobre él. De pronto, mientras el agua caliente enjuagaba la espuma de su cuerpo, el sonido de la ducha comenzó a volverse distante, y luces tenues comenzaron a parpadear en su visión periférica. Y entonces, de forma abrupta, se le hizo imposible respirar. Apoyó en primer lugar su mano en los fríos azulejos de la pared, y a continuación su frente, pero no ayudó. Mareado, cayó de rodillas en el suelo mojado.
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—Llamad al director si no me creéis.
Remus, Molly, Arthur, Ronald Weasley y Mundungus Fletcher estaban reunidos en el lugar, actuando de acusadores. El chico Weasley parecía el más afectado de todo el grupo. De hecho, estaba pálido, y Severus asumió que había sido él el que había notado la ausencia de Potter y había dado la alarma. Mundungus no parecía mostrar mucho interés en lo que estaba ocurriendo. Molly, sin embargo, estaba roja de ira.
—¡Es lo que voy a hacer! —exclamó—. ¡ARTHUR!
El patriarca Weasley se sobresaltó.
—Sí, Molly, por supuesto —respondió, agarrando la lata de Polvos Flu de la encimera de la cocina—. Ahora mismo.
Lupin, por su parte, estaba apoyado contra la pared con los brazos cruzados y las manos cerradas en puños.
—Si no estás diciendo la verdad —dijo con tono grave—, yo mismo me ocuparé de ti.
—Por favor, hazlo —respondió Severus con desdén—. Después de todo lo que he hecho por el chico, es lo justo. Envíame a Voldemort cubierto de vendajes. Hecho pedazos.
Remus se alejó de la pared y apuntó con un dedo a la cara de Severus.
—Te mataré —ladró—, como se te haya ocurrido ponerle un solo dedo encima.
—Vamos, Remus —intervino Mundungus—. No es necesaria esta conversación.
—Le he puesto más de un dedo encima —replicó Severus—. Lo hice por misericordia. Nadie estaba allí para él. Estaba solo.
—¡Remus! —exclamó Molly, agarrando el brazo del hombre lobo, quien estaba dispuesto a abalanzarse sobre el otro hombre—. ¡Espera a Albus!
El labio de Remus se levantó, exponiendo los colmillos del hombre, y por primera vez Severus deseó que fuera luna llena. «Desgarra mi garganta. Cómete mi corazón»
—Suéltalo, Molly. Tiene algo que decirme. Adelante, Lupin, ¿qué es?
—Estás enfermo... —gruñó Lupin, pero se detuvo súbitamente cuando vio a Arthur regresando acompañado por Albus Dumbledore. El director apuntó su varita al hueco que quedaba libre entre Severus y Remus, y ambos salieron disparados hacia atrás unos centímetros.
—Buenos días —dijo con tono tranquilo—. ¿Té, Molly?
—Oh, sí —respondió la mujer, sorprendida—. Por supuesto, director. —Agarró a Ron del brazo y lo arrastró con ella.
Un silencio tenso se instauró en la estancia. Albus se sentó en la mesa de la cocina, entrelazó los dedos y miró directamente a Severus.
—Supongo que no has sido del todo discreto.
—Puede que haya perdido mi instinto de supervivencia —respondió Severus.
—Puedo verlo. Quizá sería mejor que fueras a revisar a Harry, suponiendo que no está siendo atendido por nadie en este momento.
—Iré yo —intervino Remus de inmediato. Severus lo miró de reojo.
—No te lo tomes a mal, Lupin —dijo con desdén—, pero él no querrá que vayas tú.
—¡Director!
—Remus, por favor, quédate aquí. Severus, ve a ver cómo está, ¿quieres?
Severus asintió con la cabeza, agradecido por el respiro que le ofrecía el anciano, y salió de la cocina. Aún vestía su ropa de dormir, por lo que su salida no fue tan dramática como si hubiera llevado su túnica y capa puestas.
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Al entrar en su dormitorio, Severus escuchó el agua de la ducha aún abierta, por lo que llamó a la puerta del baño.
—Potter —exclamó—. ¿Estás bien?
No hubo respuesta.
—¿Potter? —Golpeó la puerta de nuevo, con mayor fuerza—. ¡Potter! ¡Respóndeme!
Nada.
La puerta estaba sin el pestillo echado, por lo que la abrió de un tirón y apartó la cortina de la ducha. Harry estaba hecho un ovillo bajo el chorro de agua caliente, con la cabeza entre las rodillas y las manos aferradas a su cabello. Severus cerró inmediatamente el grifo y cogió con brusquedad una toalla de los ganchos de la pared. La arrojó sobre el chico antes de sacarlo de la ducha, con el cuerpo tembloroso y frío al tacto. Lo atrajo hacia su regazo de inmediato, rodeándolo con sus brazos.
—Potter —susurró en su oído—. Respira conmigo. Inhala —ordenó, inhalando él mismo para que el chico lo siguiera. Forzó a su propia respiración a volverse más lenta y profunda. «Tranquilo», pensó para sí mismo, «calma»—. Exhala. —Soltó el aire. «Despacio, despacio. Con calma».
Repitió el ciclo una y otra vez, pero Harry no respondía. Permaneció inmóvil como un maniquí entre los brazos de Severus, y el hombre podría haberlo dado por muerto sino fuera por los temblores que no cesaban de recorrer su cuerpo.
«Yo le he hecho esto», pensó Severus. «Lo hice pedazos y dejé que lo descubrieran así».
—Vamos, Potter —continuó Severus—. Estoy aquí contigo. Respira. Vamos, inhala. —«Uno, dos, tres»—. Exhala. —«Uno, dos, tres, cuatro, cinco».
Sintió cómo lentamente la respiración de Harry comenzaba a igualar la suya. Su caja torácica empezó a expandirse y contraerse al mismo tiempo que la de Severus.
»Muy bien —murmuró—. Lo estás haciendo muy bien. Inhala... —Continuó contando mentalmente—. Exhala... —Dirigió una mano hacia la parte posterior de la cabeza de Potter, enredándola en el cabello empapado del chico—. Muy bien, Potter. Respira. —Todavía continuaban los temblores violentos. La respiración de Harry se estabilizó por unos instantes, pero volvió a su ritmo anterior cuando el chico se quebró del todo y rompió a llorar.
»Shh —lo consoló Severus, acariciando su cabello—. No pasa nada. Todo está bien.
Las manos de Harry se aferraron a la espalda de Severus y enterró su cara con más fuerza en el pecho del hombre. Parecía tan frágil, como una figura de cristal, con sus omóplatos sobresaliendo y las protuberancias de su columnas marcándose de forma bastante visible. ¿Había estado siempre tan delgado? ¿Acaso no estaba comiendo? ¿Quién se suponía que era el que estaba a cargo de su cuidado?
Justo cuando Severus estaba planteándose esa cuestión, escuchó los pasos de alguien entrando en su dormitorio, y acto seguido Molly Weasley apareció en la puerta del baño. La mujer se quedó congelada al verlos.
Severus le hizo un gesto desesperado para que se marchara.
—Me... van... a... obligar... a... irme —sollozó Harry, con la voz rota y amortiguada por la camisa de Severus.
—No —susurró Severus en respuesta, manteniendo el contacto visual con Molly—. Nadie va a sacarte de aquí. Estás a salvo, como te prometí. Voy a quedarme contigo. Respira. —Comenzó a contar de nuevo, sin apartar la mirada de la mujer que permanecía en la puerta, observando la situación—. Inhala. —«Uno, dos, tres»—. Exhala. —«Uno, dos, tres, cuatro, cinco». Harry luchó por imitarlo, y lentamente, su respiración comenzó a estabilizarse de nuevo.
Molly no había apartado la mirada de ellos en ningún momento, con el ceño fruncido, pero finalmente, cuando Severus dirigió los ojos hacia la puerta indicándole silenciosamente que se marchara, la mujer se fue.
Severus permaneció en la misma posición, en el suelo del baño con Harry, por un largo tiempo. No fue hasta que pudo sentir el cuerpo del chico comenzando a relajarse que se atrevió a intentar moverlo.
—Déjame llevarte de vuelta a la cama —dijo, pero Harry negó con la cabeza contra su pecho—. Potter, voy a llevarte a la cama. Estás helado. Harás lo que te digo.
Esa vez no negó con la cabeza, por lo que Severus lo interpretó como un sí y se levantó con mucho cuidado, cargando a Harry en sus brazos, envuelto en la toalla. Lo sacó del baño y lo llevó hacia la cama, donde dejó caer la toalla mojada al suelo y lo cubrió suavemente con las sábanas, como había hecho la noche anterior. Le palpó la frente, pero estaba fría y húmeda. Al notar el contacto, la mano de Potter salió de entre las mantas y se aferró a la suya.
—No lo hagas —pidió.
—Potter —respondió Severus—, debo volver abajo.
—No te permitirán regresar conmigo.
—Tranquilo, el director está aquí. Él lo solucionará.
—Te obligarán a marcharte.
—Te encontraré de nuevo si lo hacen —lo tranquilizó Severus—. Pase lo que pase. —Harry giró su rostro hacia la palma de Severus—. Lo juro.
—Está bien —respondió Harry. Sus párpados se cerraron lentamente—. Señor.
—Duérmete. Estaré aquí cuando despiertes.
El chico se quedó dormido al instante.
Severus le arrojó una manta extra y corrió las cortinas para que el sol no penetrara en la habitación. Con suerte, dormiría un buen rato. Un día completo sería un milagro.
