Los personajes principales le pertenecen a Stephanie Meyer la historia es mía queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización.


Capítulo 50.

Cosas que nadie susurrara mañana.

"El dolor y el sufrimiento son siempre inevitables para una gran inteligencia y un corazón profundo. Las personas realmente grandes, creo, tienen una gran tristeza en la tierra." Fiodor Dostoievski.

.

.

Rosalie se limpió los ojos demasiado sentimental como para evitarlo.

—No puedes reclamarme por ser una romántica. Creo que es imposible no pensar en que ustedes se merecen un final feliz.

—Los finales felices son para las personas que no hicieron mal a nadie. Yo…

—Isabella, tú no eres mala persona. Nada de lo que me has contado me podría hacer cambiar de opinión. Tomaste decisiones drásticas, pero todo fue para protegerte y proteger a los tuyos. Rendiste homenaje a quienes lo merecían; y a los que no, los mandaste al infierno, pero lo merecían, todos merecían lo que les pasó —la interrumpió bruscamente Rosalie sorprendiendola por milésima vez.

—Edward no era un santo. Él había regresado porque quería ser parte de mi vida, de mí, aún sabiendo que llevábamos años sin saber del otro. Era obvio que las sorpresas de lo mucho que mi vida había cambiado fueron demasiadas, sin embargo, muy a mi pesar o a mi bendición, él estaba dispuesto a luchar para ser mi igual, para "merecerme". Yo por mi parte estaba en una nube de algodones de azúcar, feliz de poder colgarme de su brazo mientras ambos nos mirábamos a los ojos. Era imposible no amarlo, imposible no sentir lo que sentía cuando mi corazón era su rehén y él había hecho de mí una mujer que haría lo que fuera por solo una sola sonrisa.

Ya no éramos unos niños tontos, yo veía a través de sus ojos un futuro que no era para mí. Soñaba con algo que sabía que el destino un día iba a quitarme de las manos y aunque estaba consciente de que quizás, en un punto Edward iba a descubrir que estaba cometiendo un error al estar conmigo, lo dejé quedarse, lo dejé estar allí.

Él me habló de todo, de cómo conoció a la mujer que le dió la vida en Londres en un viaje con su escuela de medicina, de cómo eso lo cambió y lo convirtió en alguien más maduro. De cómo su padre, cuando era joven, había amado a una mujer, pero se había casado con otra por la seguridad que ésta le infundía a su futuro. De cómo hoy a la fecha eso había dejado de ser tan importante, pero no podía dar marcha atrás a sus decisiones y de cómo él le pedía no perder esa oportunidad de amar con toda su alma todo lo que fuera posible.

Me habló de cómo él supo que Hyõ tenía cáncer, pero que me había querido proteger. Me sentí lastimada, decepcionada de mi padre, de sus secretos, pero esos sentimientos se vieron opacados cuando más tarde esa noche Edward me dijo como Hyõ se había burlado de él y sus intentos de saber quién era yo antes de que nos encontraramos.

También, me contó de cuando Hyõ le hizo prometer amarme a pesar de todo, incluyendo la distancia.

Usábamos las noches para eso, mis días estaban ocupados en mi trabajo, enfocada en sacar adelante el sueño de Hyõ cómo fuera. Quizás fueron tiempos cortos que hoy en día extraño más que nada.

Había noches en las que sin perder el tiempo las palabras sobraban, así como nuestra ropa, lo amaba. Amaba demasiado su forma de tocarme y hacerme perder el control, ese sentimiento de dicha y éxtasis que me hacía perderme en sus ojos. Amábamos solo respirar el aire del otro mientras estábamos tan perdidos que no sabíamos dónde empezábamos o terminábamos. Éramos unos insaciables jugando a saciar esa necesidad del otro.

Podía mirar a Edward a los ojos y solo respirar. Era tan fácil hacerlo. Olvidé que por un momento tenía un propósito, todo pasó a segundo plano en cuanto Edward apareció y me sonrió.

Podía imaginarme perdida en sus latidos mientras con su voz él me leía un libro. Éramos felices, sencillos, tanto que no hay palabras para describir de forma sencilla el éxtasis en el que estaba envuelta cuando sus brazos apretaban mi espalda o mi culo.

Recuerdo que se molestó conmigo cuando después de salir de una junta dejé a uno de los nuevos socios tocar mi cintura. Estaba molesto, celoso. Sus ojos brillaban con dolor. Y su quijada temblaba. Era terrorífico ver a un hombre que emanaba paz furioso y a punto de explotar, sin embargo ignoré su comportamiento cavernícola hasta que estuvimos solos.

—¿Por qué ese hombre se ha atrevido a tocarte la cintura? Responde —me exigió. Estaba asombrada de escuchar los celos que emanaba a borbotones de su voz. Quería burlarme de su desplante, gritarle y decirle que era mío y yo era suya, pero sus palabras fueron algo que me trajo a la realidad pues había algo que yo no había hecho, que no hice y me arrepiento.

Jamás dije en voz alta que Edward era mi esposo. Para el mundo el hecho de que el heredero de la Naviera Cullen estuviera cerca era porque estaban invirtiendo en mi empresa. Nunca nadie se atrevió a susurrar con sus malos pensamientos en mi dirección aunque yo siempre pensé que si un día alguien preguntaba yo era capaz de solo reclamarlo. Eso le dió inseguridad a Edward.

Obviamente el hecho de que él hubiese aclarado con la prensa que no iba a casarse con Kate molestó a Elizabeth, pero por una razón que desconozco ella se mantuvo alejada de mí. Creo que en su momento ella no supo quién era yo, y cuando Edward me mencionó ella se emocionó muchísimo ya que yo era una triunfadora. Dejé de ser aquella chica que no tenía nada.

—Dime una cosa —Edward se paseó por la oficina y luego se acercó a mí y me tiró a su pecho tomando mi cintura sorprendiéndome por su arrebato —¿Por qué no quieres estar conmigo Isabella? ¿Por qué nadie sabe quién soy yo?

Subí mi mano a su mejilla y cuando sus ojos se encontraron con los míos y nuestros corazones empezaron a latir sincronizados le susurré:

—Te haría daño. No creas que no quiero decirle al mundo quien eres, es solo que tenemos que asegurarnos que estaremos seguros. Félix aún está vivo. El aún podría hacerme daño. Si algo te pasará por mi culpa, yo estaría muerta en vida y lo sabes —Edward pareció tan sorprendido y asustado de mi respuesta que su agarré en mi cintura se debilitó y exhalo desorientado —. No puedo hacerte daño. Por eso no quiero estar contigo. Edward has vuelto, estoy feliz de que seas feliz conmigo, pero ambos sabemos que yo no puedo darte lo que tú quieres. No con Félix aún escondido en algún lugar de San Francisco, esperando a atacar. Y tú estás en medio.

No hay palabras más reales que aquellas que dije esa noche. Estaba consciente de que iba a hacerle daño, y lo amaba tanto que tenerlo cerca me hacía blanda. Yo tenía que vengarme. Tenía facturas de vida que cobrar con la gente que había dedicado su vida a hacernos daño y él estaba en medio. Estaba ciega de odio, de dolor. Quería sangre y hacerle daño a las personas, pero Edward… él cambiaba mi perspectiva.

Edward me hacía desear. Deseaba ser una chica cualquiera, que mi historia no estuviese tan llena de baches, de rencor, desconfianza, amargura. Deseaba ser una chica cualquiera que se tropezaba con él en la calle y de allí nacía un cuento de hadas tan sencillo. Pero nada en esta vida puede ser catalogado de esa forma. Traté de ignorar mis sentimientos en ese momento. Me recriminé por sentir cosas que no debía. No podía amar a Edward, y él no podía amarme. Pero éramos magia, esa magia a la que le temes porque no es un invento o una ilusión.

¡Infierno!

Éramos reales y la realidad es una mierda comparada con los sueños. El magnetismo que emanábamos al estar en la misma habitación, las miradas. Todo el mundo sabía que yo tenía una debilidad si él estaba cerca y eso lo convertía en un blanco fácil.Y no podía darme el lujo de ser débil. Jamás.

—No creas que deseo más de lo que tú puedes darme. Nada de lo que tú quieras dar sería poco para mí, Bella. No dejaré a ese maldito tocarte. No lo dejaría respirar cerca de ti si ese fuera el caso —sus palabras tocaron mi corazón volviéndolo nada, y volviéndolo todo al mismo tiempo.

—No sabes lo que dices.

—Hay una cosa que sé con certeza, pero sé que en algún momento estarás lista para escucharla. Saldrás huyendo si abro mi boca y te digo ahora mismo mis sentimientos. Pero sé con certeza que eres el único dolor que soy feliz de soportar. No me importaría nunca resistir solo un segundo Isabella, si te tengo a mi lado por todo lo que me resta de vida.

Más tarde esa noche Edward me miró por un largo momento antes de decir mientras me tomaba en sus brazos para moverse. Estábamos en su hotel escondidos del mundo y estaba asustada porque quería gritar hasta quedarme sin voz que lo amaba.

—Mis padres amaban a Elvis cuando solían estar enamorados. Ahora parece que se odian. Aunque no puedo asegurarte que de verdad se quisieran por mucho tiempo —dejé de ver la ciudad y lo miré.

—Hyõ decía que Elvis tranquilizaba su mundo y le daba esperanza. También decía que sus películas eran malas, y que si las veía, tenía que recordar que él me lo había advertido.

La sonrisa de Edward me hizo sonreír y me miró un momento antes de tomar su teléfono y teclear en él. La suave tonada de "Can't help falling in love with you" comenzó a sonar. Y sorprendiendome Edward tomó mi mano y tiró de mí hasta que estuvimos riéndonos como estúpidos mientras él fingía bailar conmigo en sus brazos. Dios, era tan torpe y descoordinada. Jamás pude seguir sus pasos; él en cambio parecía disfrutar de solo moverme despacio, de solo tenerme en sus brazos, de sentir mi corazón latiendo al ritmo del suyo.

—Deja que el infierno arda en San Francisco. Mientras yo bailo con lo más preciado que tengo. Esposa —susurró. Habría dado todo el dinero que tengo, la vida y mis mansiones por poder hacer que ese momento durara para siempre. Porque él era mi único. Y así, como yo era, un destrozo de mujer. Yo era su única, no podía ser su mejor opción, sin embargo, en su caótica mente lo era. Y estaba loco porque me amaba y yo a él .

Sus ojos brillantes de emociones era como estar en el pasto en una granja mirando las estrellas mientras las luciérnagas alumbran queriendo competir contra ellas. Edward era todo lo bello que se encuentra en la oscuridad. Era el suave rocío de una noche de verano, no había nada más que nosotros encontrándonos siempre. Ese día acepté que él, de una manera o de otra, iba a estar en mi vida. Y yo quería que se quedara. Fui egoísta. Pero él era mío.

Y yo siempre voy a ser suya

.

.

.

Rosalie sonrió abiertamente con los ojos aún llenos de lágrimas y preguntó

—¿Qué le dirías? Si el abriera la puerta en este momento, ¿Qué le dirías?

Isabella no lo pensó, ella miró a la nada y susurro con la voz rota.

—Le diría te amo. Por todas las veces que no lo hice. Le diría lo siento, por todas las veces que lo lastimé; le pediría una sonrisa suya porque no hay nada en este mundo que ilumine más mi vida que sus ojos brillando mientras me mira y sonríe. Le pediría un abrazo, porque no hay nada que no daría por tener sus brazos rodeándome mientras su corazón y el mío laten al unísono y porque él es el único que puede unirme cuando yo estoy hecha pedazos. ¿Qué más podría decir? ¿Qué más me dejaría mi corazón susurrarle al oído? Creo que no lo soltaría nunca. Velaría sus sueños para siempre con el miedo de que él no despertara nunca.

Me pondría de rodillas, le rogaría que se quedara conmigo; que me dejara escuchar su corazón latiendo contra mi mejilla para siempre mientras me lee un libro o habla de alguna tontería, lo que sea. Daría mi vida a cambio de la suya por oírlo hablar, por oírlo llamarme por mi nombre, porque me fastidiara con sus apodos cariñosos. Por escucharlo hablar con reverencia de su "esposa". Me convertiría en poeta si eso me hiciera sentir las yemas de sus dedos deslizándose por mis mejillas.

¿Es mucho pedir? ¿Es mucho pedir que me quite este dolor y esta agonía que no me deja respirar y que me haga la mujer más feliz del mundo? Él es el único que podría hacerlo. No habría nadie más. No habría manera. Rosalie. Edward es mi ancla, yo soy un maldito barco a la deriva.

Le pediría que me ame. Mucho. Que no suelte mis manos aunque quizás me vea soltando las suyas. Sería egoísta y le rogaría a Jasper más tiempo. No tengo más que decir. Y no hay más tiempo que podamos pedir. Le hice una promesa, una promesa que voy a cumplir.

Eso es todo por hoy Rosalie. Es todo lo que puedo darte.

.

.

.

Rosalie tomó la grabadora y la apagó antes de dejar a Isabella en el estudio. Cuando se hubo asegurado de que estaba lejos de la cámara en la entrada de la oficina sacó una grabadora que le había pedido a Lauren y la apagó mientras miraba las escaleras del segundo piso.

Convenientemente cuando se adentró en el comedor vio a Jasper Whitlock hablando con Grace, quien se quedó en silencio al verla entrar en la cocina. Grace salió de la cocina dejándolos solos y entonces Rosalie tomó la decisión, esa de la que si Isabella se enteraba iba a odiarla con todo su corazón y a acusarla de traición, pero que si funcionaba estaba segura que lo que fuera que pasará Isabella iba a poder estar en paz.

—¿Señor Whitlock? —Jasper se giró al escuchar a Rosalie llamándole y la miró antes de sonreírle.

—Por favor, solo Jasper. Señor Whitlock es mi padre y no quieres saber la forma en la que mi esposa usa mi apellido cuando está molesta conmigo. No es del todo malo si estás enamorado sin embargo —Rosalie se sonrojo y Jasper le sonrió abiertamente antes de decirle sin poder evitarlo —¿Puedo ayudarte?

—En realidad hay algo que quiero pedirle, pero no sé si sea adecuado.

Jasper dejó las bromas de lado y serio asintió hacia la mesa del comedor. Rosalie se sentó nerviosa y sacó la grabadora de su bolsillo dejándola en la mesa y Jasper la miró antes de mirar a Rosalie y sentarse.

—¿Tienes preguntas sobre mi relación con Isabella? Antes de que me preguntes, creo que en silencio ella es ahora mi única amiga más sincera y buena. Es una mujer solitaria, tosca y autodestructiva, pero creo que habrías querido conocerla cuando nuestro Edward estaba despierto. Él era el único que podía controlar ese tsunami. Eran adecuados el uno para el otro y se amaban más que a nada en el mundo.

Jasper se detuvo de repente cuando se dió cuenta de la sonrisa suave que Rosalie tenía en su rostro. Era una jovencita hermosa y sencilla que seguro podría sacudir el mundo de cualquiera que se pusiera frente a ella con el valor suficiente para amarla. Los ojos de Rosalie brillaron de repente con culpa, él conocía ese sentimiento ya que también lo había padecido.

—Lo siento, creo que a cualquiera de nosotros se nos van los recuerdos de las manos cuando hablamos de ellos, es imposible no recordar o añorar volver en el tiempo y detenerlo solo para poder apreciar más las cosas sencillas de la felicidad.

—Supongo que tendré que estar de acuerdo con usted en eso. Tengo una petición pero antes de decirle lo que quiero tengo que pedirle que me escuche y luego me diga lo que piensa.

Jasper sintió un nudo en la garganta y sus manos empezaron a sudar cuando Rosalie se levantó de la silla y lo miró. Mirarla a los ojos era como verse en un espejo y no porque ella luciera como él cuando era joven, si no que ella le recordaba a lo que todos habían sido antes de que su mundo y su vida chocará con las desgracias que la vida les tenía preparadas. Estaba consciente de que él se merecía todo menos el buen trato y el respeto con el que lo trataba Isabella, después de lo malo que él había sido y lo buena que ella había mostrado ser.

—¿Ha escuchado sobre la teoría del Talamo?

Jasper suspiró de alivio y asintió. La medicina era un territorio seguro para él. Su vida personal, sobre todo su pasado, era como caminar sobre espinas.

—Si, de hecho hicimos varias radiografías para determinar si una operación haría que Edward despertara. La teoría de Talamo dice que el cerebro se divide en dos partes y estas no pueden comunicarse entre sí y es por eso que una persona está en coma pero a la vez consciente de lo que está pasando a su alrededor. Sin embargo, el cerebro de Edward está sano, mucho más de lo que cualquier neurocirujano podría explicar luego de su accidente. ¿Quiere que le expliqué acerca de su lesión? Creo que Isabella tiene todos los términos médicos y definiciones, pero no estoy seguro de que pueda explicarlo mejor que yo. Aunque estoy siendo presuntuoso por supuesto.

Jasper se detuvo antes de mirar a Rosalie caminar de un lado a otro pues ella parecía estar tomando una decisión difícil. Él la dejó pensar mientras la estudiaba; una chica inocente quien parecía ser la luz inconsciente de Isabella en ese momento estaba examinándolo. Ella se detuvo y miró la grabadora en la mesa antes de caminar a ella y mirarlo desde detrás de la silla en la que había estado sentada minutos atrás.

—Luego de que Isabella me cuenta una historia la borró de esta grabadora. Todo queda guardado en la computadora que ella me dio, pero escrito.

Jasper levantó las cejas sin saber que decir y Rosalie encendió la grabadora. La voz de Rosalie se escuchó transportándolos a ambos al estudio de Isabella y, por alguna estúpida razón, Jasper se la imaginó de pie caminando de una lado a otro por la oficina.

¿Qué le dirías? Si el abriera la puerta en este momento, ¿Qué le dirías?

Jasper jadeó y el nudo en su garganta apretó dejándolo sin aire. Se imaginó el dolor en los ojos de Isabella, la vio allí de pie mirando al jardín de la enorme mansión que ella había construido con la esperanza de un día poder ser feliz con su mejor amigo, pero la vida, la mierda y la maldad del mundo había sido tan cruel con Isabella incontables veces y ahora ella tenía una decisión que tomar. Él sintió el dolor de la chica a la que jamás había querido en la vida de su mejor amigo y la vio respondiendo a la pregunta de Rosalie como si de verdad estuviera viendo a Edward a los ojos y esta fuese la última vez.

Así que evitándose un dolor más grande del que ya sentía se levantó y apagó la grabadora antes de golpear la mesa frustrado sintiendo unas enormes ganas de llorar.

—¿Qué crees que estás haciendo al mostrarme esto? —le gruñó a Rosalie mientras su quijada temblaba y sus manos picaban con ganas de golpear algo. Félix, maldito Volkov, por ejemplo. Jamás había sentido tanto odio por nadie. Rosalie palideció y tomó la grabadora para guardarla en su bolsillo antes de responder.

—Isabella no entrará jamás en esa habitación porque si ella lo hace, va a perder de vista su objetivo. Ella tiene miedo de entrar y hablarle y yo tengo fe de que si ella entra y lo hace Edward despertará. Sé que el señor Cullen está sano, pero para mí la teoría del Tálamo se resume en unir dos partes que se necesitan una a otra con demasiada pasión.

—No voy a obligarla a entrar. La rompería si le pidiera acercarse a Edward. Isabella no tiene el valor de siquiera susurrar algo a su esposo sin flaquear o quebrarse. La has visto, ella está rota, está mal. Nadie más que Edward podría arreglar eso.

—No es lo que le estoy pidiendo Jasper. No le estoy pidiendo que la obligue a entrar —lo acorraló Rosalie sin dejar de mirarlo.

—¿Puedes decirme qué es lo que quieres? —le exigió ofuscado.

—Quiero que entre en la habitación de Edward y presione este botón rojo. Si usted no tiene el valor de escuchar lo que Isabella tiene para decir agradecería que dejara que Edward lo hiciera. Así, cuando Isabella le de los papeles firmados con la autorización para desconectarlo y usted vaya y lo haga nos aseguremos de hacerle saber que ella aún tenía algo que decir. Y que él no se perdió las últimas palabras de amor de su esposa. Usted y yo sabemos que estás son palabras que nadie susurrara mañana. Él merece escuchar a Isabella una última vez.

Jasper soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo y negó antes de sentarse de nuevo en la silla sintiéndose tan viejo y cansado que tuvo de restregar sus ojos y esconderse entre sus manos.

—Isabella…

—Ella no tiene porque saberlo. Y si lo hace, puede echarme la culpa —lo interrumpió Rosalie antes de poner la grabadora frente a él y luego le puso una mano en el hombro obligando a Jasper a mirarla a los ojos.

—Ella lo ama con locura Jasper. Lo ama de una forma que no podríamos describir o entender. Y sí, lo que le estoy pidiendo va en contra de lo que yo le prometí a Isabella porque le prometí no decir o hacer nada sin que ella se diera cuenta, pero se que si ese hombre muere sin escuchar esa grabación yo me arrepentiré para siempre.


Muy buenas! Aquí tenemos un nuevo capítulo y qué capítulo. Un Edward celoso, muuuy celoso, reclamando su lugar al lado de Isabella, el que le corresponde, pero esta lo quiere proteger a toda costa.

Por otro lado, años después, Isabella diciéndole a Rosalie lo que le gustaría decirle a Edward, pero que no puede ya que no se atreve a entrar en esa habitación.

¿Dará resultado el plan de Rosalie? Habrá que esperar a los siguientes capítulos, así que agarraros que vienen curvas.

Muchas gracias a todas aquellas personas que siguen la historia y aquellas que dejan un comentario, muchísimas gracias, nos animáis a seguir creando historias (la cabeza de Ann no esta muy bien y necesita sacar todo en sus escritos, de ahí las grandes historias que escribe).

Nos leemos en el siguiente capítulo.

Un saludo