Los personajes principales le pertenecen a Stephanie Meyer la historia es mía queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización.


Capítulo 54

Declive.

Pérdida progresiva de la fuerza, intensidad, importancia o perfección de una cosa o una persona.

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Isabella maldijo cuando su mundo se movió, las voces en su cabeza gritando en agonía la dejaron sorda.

¿Por qué no podía sentirse feliz de que Félix estuviera al fin muerto?

La pregunta le apretó el corazón. Ella vio al fantasma de su padre con los brazos cruzados mirándola con desaprobación

—No somos como todos ¿No es así Hyõ? —murmuró antes de inclinar la botella de tequila en su rostro y beber.

El alcohol le pareció medicina aunque ella estaba segura que vomitar y sudar frío después no era la mejor cosa que podía pasarle. Bebió de nuevo, esperando no llamar la atención de nadie y despertarlos. Ya suficiente tenía con estar viendo fantasmas rodearla.

Estaba cansada, pero se sentía viva y despierta. Quiso ser egoísta y beber hasta el olvido. Lo malo de intentarlo es que no ocurría nada. Los recuerdos no se iban, estos estaban allí en ella haciéndola sentir cosas que se negaba a admitir en voz alta.

Sus recuerdos eran como serpientes enrolladas en su pecho, apretando, sofocando la poca vida que le quedaba. Resbaló en los escalones a la segunda planta así que se arrastró dando tumbos sintiendo ganas de vomitar.

Maldijo.

El detalle de maldecir es que debías saber a quien.

Ella no tenía idea si debía maldecir a la vida.

La maldita la había traído al mundo haciéndola sufrir. Ella aún veía a esa niña atravesando el bosque con apenas un short y una camiseta en temperaturas que matarían el alma de cualquiera.

Aún podía sentir la tierra enredarse en sus uñas y cabello, el olor de la suciedad.

Recordó a Jane dándole un baño con agua caliente. El primer baño con agua caliente, la lastima de Jane brillando en todo su rostro. El lodo deslizándose de su cabello, lo sucia que estaba el agua y lo difícil que había sido tratar con su cabello. Pero Jane había cuidado de ella, ayudándola a recuperar su fuerza llenándola de medicinas que aliviaron su dolor.

Recordó como Jane también ,de alguna forma, parecía que había perdido cosas que la vida o ella no podrían regresarle jamás.

"Harry está muerto" Le había dicho ella sin llorar y luego su vida se había visto envuelta en un mundo lleno de mierda de la que ella sabía tan poco.

Odiaba con su alma las drogas, sabía que de alguna manera su madre había muerto por probarlas. Por tener una adicción.

El amor que Isabella sentía hacia su esposo era como las drogas que René se había metido en sus venas por años.

El punto de quiebre de toda persona es el amor. Este que maldito fuera podía hacer que un gigante doblará sus rodillas en rendición. Ella no era ese gigante pero también había doblado su alma dejando que el dolor la arrastrará.

Vástaga perdida en sueños demasiado grandes sin sentido. Patética, pequeña, para todo lo grande que el amor podía ser.

Bip.

Ella odia escuchar esa máquina, la detestaba y a la vez le daba tanto alivio. Allí estaba su maldición a la vida.

Bip.

La máquina le confirmaba que había vida latiendo en el pecho del amor de su vida.

Bip.

Le confirmaba que un día esa vida iba como todo a esfumarse de sus manos. Cómo arena perdiéndose en sus manos, desapareciendo de entre sus dedos. Rápido, indoloro para cualquiera, una tortura que ella no podría resistir jamás.

Bip

Las luces iban a apagarse lentamente y dejarían de funcionar.

Edward iba a irse.

Bip.

No habría más un bip. Nada que pudiera salvarla, nada que pudiera sus pies en la tierra y le ayudará a enfocarse, ella estaba cansada luchando contra algo por lo que no podía luchar más, ya no podía.

El bip para ella, esa muestra de que estaba viva era todo lo que estaba a punto de perder.

Miró a Edward, como esa mujer que espía a aquello que la vida le prohibió terminantemente, a través de la puerta de una habitación por la que había pagado miles de dólares sin parpadear.

El enfermero de turno apareció de pronto y le mojó los labios a su esposo, suyo para amar, proteger y hacer feliz sin embargo no le había traído más que miserias.

El debería odiarla, eso hubiese sido más fácil, que Edward la hubiese odiado y le hubiese quitado todo.

Ella jamás había sentido envidia de nadie. Era hermosa, la habían entrenado para ser un arma mortal de la belleza. Para obtener a base de miradas lo que quería.

Tenía todo para conquistar al mundo incluyendo su inteligencia pero no tenía nada más que envidia del hombre que estaba en esos momentos ayudando a su esposo a no tener los labios resecos mientras tarareaba en voz baja.

Dió un paso adelante y eso llamó la atención del chico quien al verla se sonrojó

—Señora Cullen —le dijo y ella asintió como si nada sin entrar a la habitación. Ella quería entrar en esa habitación.

El joven se retiró rápidamente dejándola sola. Todos sabían que si ella estaba en la puerta no debían interrumpir sus pensamientos. Isabella suspiró con anhelo y dió un paso más.

La puerta rechinó abriéndose y, como si fuera la primera vez que se movía y que ella la usaba para acceder a esa habitación todo le dolió, y eso que no había entrado.

El corazón latió en sus oídos dejándola sorda, su garganta dolió apretándole y su cuerpo se paralizó lleno de recuerdos que le dolían tanto como para siquiera moverse

Había aprendido a caminar antes de cualquier cosa, era independiente, pero podía todo menos moverse hacia el frente y enfrentar sus miedos.

Dolió, como el infierno abriéndose paso en su mente, todo pareció detenerse cuando se obligó a dar otro paso al frente, pero no pudo. Sus músculos le desobedecieron así que como una digna cobarde dió tres pasos atrás y se giró al salón de música de la casa tomando otra botella de tequila en el camino.

Maldita sea la muerte esta vez, esa a la que voluntariamente ella iba a entregarle su mundo y dejar que lo volvieran oscuro.

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Grace miró al joven pálido temblando mientras repetía la pregunta

—¿Estás seguro?

El chico asintió y se limpió el sudor de su rostro.

—Ella parecía determinada señora Grace a entrar en la habitación y luego solo se fue y desapareció en el cuarto de música.

—Ve a seguir con lo tuyo, yo me encargo de todo.

En cuanto el chico desapareció Grace levantó su celular mientras caminaba hacia la habitación de Rosalie para aporrear la puerta.

Rosalie se quitó la mano de Emmett de encima y lo escuchó maldecir cuando los golpes desesperados le llamaron la atención despertandolos a ambos. Emmett se levantó en boxers y abrió la puerta

—Grace —se asombró pero no pudo decir nada más ya que Grace entró pareciendo demasiado nerviosa como para ser educada

—Se que es de madrugada señorita Rosalie, pero Isabella podría necesitarla.

—¿Qué está pasando? ¿Volvió de México? Y ¿Por qué no me avisaste Grace? —preguntó Emmett. Grace le frunció el ceño y de pronto se cruzó de brazos mirándolo de pies a cabeza. Rosalie sonrió abiertamente cuando Emmett soltó un juramento y se sonrojó recogiendo sus pantalones del piso para ponérselos.

— Grace, ¿Qué sucede? —preguntó Rosalie volviendo a la realidad, pues la mujer nunca se había visto tan alterada.

—Isabella se encerró en el cuarto de música.

—Mierda —gruñó Emmett de pronto y preguntó sobre Rosalie — ¿Has llamado a Jasper?

—Está en camino señor Mccarthy —respondió Grace y Rosalie los miró a ambos esperando una explicación lógica que nadie le estaba dando.

—¿Puedes decirme por qué parte de la historia van? —preguntó Emmett poniéndose una camiseta. Rosalie siguió su ejemplo tomando un pantalón de pijama y deslizándolo sobre sus bragas antes de tragar de forma audible.

—Es complicado, Isabella está mezclando recuerdos a este punto. Yo… —Emmett le puso las manos en sus antebrazos haciéndola sentir pequeña y cuando los ojos de ambos se encontraron Rosalie se dió por vencida —. No sabía hasta qué punto Félix le había hecho tanto daño. Estaba hablándome de la mansión y de cuando la secuestraron y golpearon a Edward…

Rosalie no pudo seguir pues Emmett, quien siempre parecía no afectado por lo que ellos hablaban, se sentó en la cama mientras deslizaba las manos por su cabello viéndose cómo cuando le había tenido que contar de su pasado, cómo cuando había hablado del suicidio de su hermana Claire.

—Escuche niña Rosalie. Eso es uno o dos días antes del accidente del señor Edward y… —Grace le llamó la atención pero Emmett la interrumpió.

—Es dos días antes de que todo explotará Rose. Toma la grabadora y ve, que Grace te lleve. Esperaré por Jasper. Ella nunca había entrado en el salón de música ¿Lo entiendes? Nunca.

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Rosalie siguió a Grace en silencio y las tonadas rotas de las teclas de un piano le llamaron la atención.

La sala de música era un enorme y hermoso cuarto lleno de instrumentos que parecían valer una fortuna. Al fondo un hermoso piano de cola negro brillante estaba sonando; Isabella estaba tocando sus teclas sin producir nada, pareciendo un fantasma. Estaba a oscuras y, aunque había iluminación moderada, Rosalie tuvo que entrecerrar sus ojos para ver a Isabella quien parecía que el mundo la estaba aplastando. Se sintió mal por tener que entrar en la oscuridad de la que Isabella parecía estar rodeada pero aún así se obligó a no verse asustada aunque lo estaba. Pero se había hecho una promesa e iba a intentarlo, iba a intentar ayudar de una u otra forma a Isabella.

—Es un piano hermoso —susurró llamándole la atención a Isabella quien se enderezó de pronto reaccionando a su voz — ¿Tocas? —preguntó llamándole la atención y la señora sonrió bajando la tapa antes de responder

—No, nunca aprendí a tocarlo.

—¿Era de Edward? —preguntó Rosalie intentando llamar su atención, pero Isabella estaba borracha, se veía exhausta y tenía manchas en el rostro de maquillaje. Eso fue lo poco que pudo ver en la oscuridad de la habitación.

—Edward amaba la fotografía. Hay fotografías que él tomó por toda la casa. No sabía tocar el piano o algún instrumento aunque era fan de Elvis. ¿Quién a su edad es fan de Elvis de todos modos? Su música es una mierda.

—Supongo que él te habría dicho que no hay edad para la música. Y no toda era mala.

Isabella sonrió de forma dolorosa, tenía los ojos llenos de lágrimas que parecía poco dispuesta a derramar y las mejillas rojas. Era como si Rosalie le hubiera golpeado el rostro y ella no se estuviera defendiendo por lo que se arrepintió de haber mencionado a Edward

—Supongo que tienes razón Rosalie —ella volvió a levantar la tapa del piano y empezó de nuevo.

—Si te hace sentir mejor creo que mi padre en algún momento me enseñó "Mary tenía un corderito". Puedo..

Isabella bufó ante la familiaridad con la que Rosalie la trató mientras se sentaba a su lado en el banco frío del salón de música a oscuras, siguió su mano y la vio poner la grabadora antes de oírla suspirar mientras la escuchaba tararear

—Si la sol la, si si si, la la la, si re re

—Hablabas en serio con lo de Mary tenía un corderito ¿Cierto?

Eso hizo que la rubia ojos azules se sonrojara antes de que ambas se miraran a los ojos y, por primera vez en horas, las facciones de Isabella se relajaron.

—No fue tan malo ¿Sabes? —dijo ella mirando a la oscuridad de la habitación mientras sus ojos se ponían borrosos de nuevo. Rosalie encendió la grabadora y Isabella tragó el nudo en su garganta —. Aún tenía algo que nadie sería capaz de quitarme de ninguna manera. Sé que cuando el frío de la primera noche llegó recordé que Edward y yo podíamos pasar días encerrados en el otro solo en silencio, descubriendo con nuestros ojos las palabras que no podían ser dichas porque no hay forma de describirlas.

Recuerdo que Edward me hizo el amor de forma salvaje y me reclamó de una forma que haría a cualquiera quedarse sin respiración al borde del abismo esperando el descenso del cielo.

Éramos uno, y él podía arrancarme la respiración con solo mirarme. Compré la mansión sin parpadear aunque se enojó conmigo porque lo hice sin dejarlo gastar un centavo. No era millonaria, pero tenía el dinero y podía permitirme comprar una mansión que él quería para empezar nuestro futuro. ¿Cómo podía no hacerlo? Si yo misma me ví soñando en sus ojos lo que nos deparaba nuestro felices para siempre.

Cuando la recorrimos de la mano él me alzó en sus brazos y me pegó en la pared continúa a la puerta de este maldito salón y yo enrollé mis piernas en su cintura. Sus besos decididos me dejaron hambrienta de más y sus manos desesperadas me hicieron suspirar y cuando me tenía jadeando, rogando por más él habló mordiendo mi cuello.

—Podríamos tener un enorme salón de música aquí. Con instrumentos por todos lados y enormes cuadros por toda la habitación —me dijo y embistió en mí, jadeé en busca de palabras mientras mi respiración se perdía en su boca, él quería un enorme salón de música y yo quería que no se detuviera.

—No tocas música —le repliqué y él gruñó cuando apreté mi agarre a su alrededor mientras lo instaba a moverse más rápido, eso era lo único que había podido decirle antes de sentirlo.

—¿Quién dijo que era para tocar música?

Me reí tontamente y él lo hizo conmigo antes de besarme. Él sabía cómo besarme, podía morir por un beso suyo, mataría por uno solo de sus roces, sentir sus labios deslizándose sobre los míos reclamando mi labio inferior mientras se movía de una forma que debería ser ilegal y que yo amaba tanto.

—Podría ponerte sobre la tapa del piano y hacerte cantar mientras te corres diciendo mi nombre de esa extraordinaria forma en que lo haces cada vez que estoy aquí dentro.

Rosalie se sonrojó de forma furiosa e Isabella sonrió abiertamente pérdida en sus recuerdos antes de continuar tocando las teclas del piano.

—Compré este piano de cola unos días después del accidente. No pudimos usarlo nunca. Yendo al punto, ese recuerdo, de nosotros haciendo el amor fue lo que me hizo dormir en aquella cama fría en la que estaba atada sin poder moverme. Eso fue lo único que no dejé a nadie quitarme jamás. Félix podía quitarme todo.

Mi dignidad, mi inocencia, mi niñez, mi esperanza. No mis recuerdos. Él podría hacerme pedazos pero yo era dueña de algo a lo que nadie podía llegar jamás y ensuciarlo. Cuando el destello de luz me dió en el rostro, imaginé a Edward a mi lado sonriendo y me dijo "Resiste".

A ese punto recordé en dónde estaba. Félix apareció más tarde esa mañana, era el segundo día desde mi secuestro y recuerdo que me sonrió abiertamente; él siempre sonreía al verme así indefensa y cuando extendió su mano y yo quise alejar mi rostro él sonrió aún más.

—Shh, shh, shh —me hizo como se le hace a un caballo asustado de un latigazo más. Tomó mi quijada con una mano mientras se sentaba a la orilla de la cama y me acarició la mejilla —. Ves como sí puedes cooperar —me gruñó cuando alejé mi rostro. Félix se me echó encima y empezó a tocarme. Sentí asco de él, de mí, de su forma sucia de corromperme tanto que me removí y él se quejó porque moví mis pies hasta que lo patee en las bolas tirándolo al piso. Él estaba encima de mí así que en mi lucha por alejarlo logré golpearlo.

—Matame, pero jamás vas a tocarme.

No reconocí mi voz, está se escuchaba tan vacía, me sentía vacía, rota pero mi voz era como la última cosa que él no podía arrancarme aún con todos los golpes. Félix volvió a golpearme cuando se recuperó del golpe y me dejó tirada en el piso, volvió a usar su cinturón y lo hizo tan fuerte que sentí el calor de la sangre deslizarse sobre mi piel. Me gritó cosas que no voy a repetir, me hizo sentir nada con cada uno de sus golpes. Y cuando me soltó el resto del día transcurrió conmigo en el piso demasiado débil para moverme. Recuerdo que alguien soltó mis manos pero no me quitaron las cadenas de las caderas y también recuerdo que sentí las manos frías de Edward tocarme y lo escuché sollozar

—Bella —me llamó moviéndome, abrí mis ojos y toqué su rostro moviéndome apenas entre las ramas de mis sueños.

—Eres tan guapo. Lo mejor de mi vida —le dije y él pareció aliviado de verme despierta pero yo estaba soñando ¿Cierto?

—Debemos irnos —intentó levantarme del piso y maldijo al ver las cadenas —. Cariño, despierta. Ayúdame —me ordenó sacudiéndome con sus manos en mis hombros intentando no lastimarme

—No podemos irnos. Él va a atraparnos —susurré sintiéndome cansada cerrando los ojos aún en el piso —. Eres un sueño.

Edward se inclinó y me besó en los labios antes de levantarme en el aire, pero el peso de las cadenas nos hizo tropezar. Caímos al piso y eso me despertó y me hizo reaccionar, él estaba allí, yo no sabía cómo, él me había encontrado. Desesperada busqué a Félix en la oscuridad y el pánico en mis ojos destello en los suyos.

—Vete —le pedí a susurros desesperados empujándolo lejos de mí pero Edward parecía determinado.

—No sin ti —me gruñó buscando quitarme las cadenas, ambos lo intentamos y él murmuró —. No voy a dejarte esta vez. Ni hoy ni nunca ¿Lo entiendes? Ayúdame.

Un sollozó se abrió paso sin permiso fuera de mi boca cuando logramos desplazar las cadenas fuera de mi cadera y él me ayudó a levantarme.

—Emmett está afuera. Vamos.

Mis piernas flaquearon tantas veces que Edward casi tuvo que cargarme. Estábamos en el sótano de un edificio abandonado que había sido un hangar de autos por lo que salir iba a ser un caos de difíciles decisiones y cuando ambos vimos la puerta suspiramos de felicidad. Sin embargo la muerte nos estaba esperando a ambos en cuanto abrimos la puerta para irnos.

Félix gritó tras de mí desde algún lado.

—¡ISABELLA!

Me giré para ver el destello del arma y a él jalando el gatillo. El aire dejó mis pulmones y el pánico crepitó en mi estómago junto con la sensación de pánico que me impidió moverme, pero Edward me empujó suavemente al frente. Escuché el arma a mis espaldas siendo disparada, escuché el sonido de la muerte gritándome al oído y lo intenté, con mi vida lo intenté, intenté alejar a Edward del zumbido de las balas pero Edward jadeó y cayó de frente al pavimento a los pies de la salida antes de que las sirenas de la policía se escucharán y el infierno abriera sus puertas.

Eso sin embargo no fue lo que me dejó sin aliento.

Edward no se estaba moviendo.


¡Muy buenas!

Aquí tenemos un nuevo capítulo y un capítulo muy duro porque por desgracia todos sabemos qué va a ocurrir después.

Estamos en la recta final pero Edward sigue en coma ¿saldrá? o ¿Isabella se unirá a él en el más allá?

Para vuestra desgracia, hay que esperar a los próxios capítulos para saberlo.

Muchas gracias a todas las personas que nos están siguiendo y un placer enorme el leer todos vuestros mensajes.

Nos leemos la semana que viene.