Último día del Kisspril!! (yay!!!) Para este día tenía en mente tantas parejas, que no sabía cuál elegir lol la que más quería era Sasha y Sisifo, o Camus y Milo, pero como no deseaba una historia triste, decidí optar por otro de mis ships: SaMu . Tengo emociones encontradas porque fue MUY difícil escribir en una situación como la mía, sin embargo, me ayudó mucho explorar parejas que no son mi típico, y cumplir pequeñas fantasías personales…

Espero que disfruten esta historia, y nos vemos pronto! Por ahora me enfocaré en mi fic principal y guardaré un poco de energía. Saludos a todos y gracias


El adiós que nunca llega

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No sabía cuando comenzó a sentir aquello, ni podía entender en qué momento pasó de un saludo casual y frecuente, a la necesidad de coincidir con él a cada instante; y de pasar de eso, a una conversación profunda, hasta que en una de ellas, sus ojos se sintieron atraídos por él, por el movimiento de su boca al pronunciar cada vocablo. La perspectiva de todo se perdió, y su concentración fue absorbida totalmente por él. Le vio sonreír y decir algo como "Saga, ¿te gusta el té?", para hacerle sentir que había algo que le gustaba más que eso.

Entonces, rendido a él, se inclinó y lo besó.

El guardián de la primera casa dejó los ojos abiertos contemplando la proximidad del otro, y dejándose envolver por un beso suave y cálido, que era tan imprevisto como las lluvias en el Santuario. Hacía calor, pero no era el sol quien calentaba e inquietaba a Mu, si no el hombre de quien se había enamorado por casualidad.

Eran compañeros de batalla, y se conocían desde hace más de una década, y aunque podrían añadir un sin fin de cosas que los alejaban, el caprichoso Eros decidió que tenían solo una razón para estar juntos.

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Caminar de la mano a su lado se volvió un gesto necesario, porque sentir la palma sin el abrigo de su piel le hacía experimentar un ligero vacío y una sensación de frialdad que solo se calmaba cuando sus dedos tomaban los de aquel.

La mano de Saga era ligeramente áspera, pero disfrutaba sentir el contacto entre sus dedos moviéndose singularmente mientras hablaban. Le parecía que estaba un poco nervioso. Sí, en realidad uno de los hombres más fuertes del Santuario parecía perder el dominio sobre sí mismo mientras estaban juntos, pero eso no le preocupaba, al contrario, le parecía ligeramente divertido, porque verlo revestido por géminis lo hacía sentir imponente e inalcanzable; sin embargo, usando esa chaqueta de cuero negra, y esa pantalón de mezclilla como una persona normal, parecía vulnerable y tangible…

Aquella fue la primera vez que salieron siendo una pareja oficial, pues, desde ese primer beso bajo la sombra de géminis, siguió una pequeña disculpa, una ligera confusión y después de un enorme malentendido, comenzaron una relación.

Fue difícil pasar de algo casual y simple, a una situación elaborada dónde las preguntas que nunca hizo, atacaron su mente como el qué decir, o el qué hacer durante la salida. Incluso el qué vestir. Nunca tuvo problemas con usar algo casual para ir al pueblo a andar por ahí, sin embargo, la ocasión ameritaba usar algo adecuado, o al menos eso pensó.

Cuando vio a Saga bajar desde géminis con esa colonia varonil y esa conjunto sobrio, se dio cuenta que había hecho lo correcto en prepararse también para lucir 'apetecible' para él, y por la cara de géminis se dió cuenta que había hecho bien en usar la colonia con clavo y canela para esa tarde.

Desde esa primera cita habían tenido tal vez quince o dieciocho más.

Esa noche, llegando a Aries, el gemelo se volteó, le dio un beso, y añadió:

—¿Me acompañas a la salida?— el lemuriano asintió, porque despedirse en el pasillo ya no le satisfacía, pues necesitaba un poco más de tiempo para estar con él.

El paso se volvió lento, y pesado, mientras hablaban de todo y nada.

Cuando el resplandor lunar acarició la frente de Mu, elevó los ojos, notando el segundo templo.

—¿Vamos a Tauro?— preguntó, señalando con la cabeza. Saga asintió, y afianzó el agarre emprendiendo la marcha hacia arriba.

El recinto estaba vacío, por lo que ambos consideraron que un lugar neutral sería suficiente para que la despedida fuera menos difícil; no obstante, cuando alcanzaron la entrada, y se besaron, Mu agregó:

—Te llevo a la salida…— tiró la extremidad ajena para invitarlo a avanzar. Saga, por supuesto, no se negó.

—Está bien—. Respondió, pero cuando estaban por llegar, volvió a hablar—. ¿Quieres tu bufanda? Ya sabes, la roja…— Mu recordó que hace unas noches se la prestó.

—Si, vamos—. Y volvieron a avanzar.

Cuando estuvieron en Géminis, Saga lo condujo hasta la habitación y le mostró la bufanda sobre el buró junto a la cama.

—Te ofrezco un té como agradecimiento—. Mu rio suavemente.

—Claro—. Respondió, pensando que un beso habría sido mejor.

Prolongando el tiempo de mutua permanencia, ambos disfrutaron el sabor del jazmín con miel, hasta que Mu no encontró otra excusa para quedarse.

Podría decirle que le prepararía el desayuno, pero aún faltaban horas para eso. Entonces se levantó con la intención de despedirse, dándole un beso como adiós, cuando él lo envolvió entre sus brazos, haciendo un silencio intenso en la pequeña habitación. Mu sintió los dedos ajenos moverse lentamente por su espalda, y su propio corazón ansioso acelerarse entre la calidez y el olor del hombre antes inalcanzable para él.

Lanzó un suspiro entrecortado y se perdió entre las sensaciones que él le provocaba, volviendo un beso suave, en ansioso, que fue abriendo terreno para la lengua ajena, activando cada célula dentro de su cuerpo, y haciéndola reventar, como si estuviera en una explosión de galaxias, o una revolución estelar.

Debería ser un beso de despedida con la promesa de encontrarse después, sin embargo, la necesidad de estar y obtener un poco más, lo llevaron a demandar y corresponder el afecto que Saga requería y que también ansiaba de él.

El fuego se encendió en su sangre y corrió como en un incendio por lugares inmaculados de su ser, que el gemelo fue palmando con infinita calma, transformando una lenta despedida en un acto de fusión y entrega mutua.

No fue necesario hacer preguntas, tomar tiempo para meditar, o disculparse por lo que iba a pasar, simplemente volvieron a la habitación, marcando sobre la sábana la culminación del amor que nació desde un simple saludo, una conversación frecuente, un noviazgo accidental, y un par de citas donde fue cada vez más difícil decirse adiós.

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FIN


Para ti, mi reina SaMu ElieGStardust.

Por nas historias SaMu!

Gracias por la lectura. Abrazos!