¡Bienvenidos de nuevo!

Antes que nada quiero agradecer a cada uno de ustedes nuevos lectores que se animaron a dejar una reseña, no tienen idea de lo feliz que me hicieron.

Gracias por acompañarme en este viaje.

Espero que tengan un bello #MartesRosa


Bem-vindo


— Tengo que regresar a trabajar.

Inuyasha estaba sentado en el suelo frente a la extraña caja mágica de imágenes. Ella le había explicado cómo funcionaba y él creía que entendía lo básico. Era tan desconcertante como fascinante. Se encontraba tan concentrado que su anuncio lo tomó por sorpresa.

— ¿Trabajas?

— ¡Claro que sí! ¿De dónde crees qué me mantengo? El pueblo es pequeño y el santuario no recibe mucho. Así que en la semana trabajo en la panadería de mi tía abuela y los fines de semana me quedo a atender el santuario. Pedí unos días libres cuando te encontré pero hoy será un día ocupado por lo que necesito regresar.

— ¿Y qué pretendes qué haga mientras no estas?

— No sabía que me necesitabas. — contestó con una ceja alzada. — Pero puedes seguir viendo televisión o salir a caminar mientras no te exijas demasiado y trata de no ir lejos por favor, no quiero que te pierdas. Te dejé comida sobre la mesa, no necesitas calentarla. Si alguien viene no te preocupes e ignoralos, solamente vienen a orar, saben que no estoy disponible. Las personas ya conocen los horarios del templo.

La siguió por la casa mientras ella se ponía un abrigo esponjoso y zapatos extraños. Justo cuando tomaba su bolso frente a la puerta y se giraba a mirarlo se detuvo inseguro de qué hacer o decir. Ella aún no se iba y él ya se sentía abandonado, estos sentimientos que estaban creciendo en su interior eran una estupidez.

Ella lo miraba con tanta calidez que su corazón hizo ese extraño saltó de nuevo.

— Regresaré por la noche, no te preocupes. Además prometo traerte algo delicioso para comer.

Se estiró sobre la punta de sus pies y le acarició rápidamente una de sus orejas. Le gruñó enseñando los colmillos como respuesta pero ella solamente se rió y se fue dando saltitos como si fuera una niña.

El resto del día fue aburrido, estuvo observando la extraña caja parlante durante un tiempo hasta que perdió todo interés y la comida se acabó, por lo que optó por salir a caminar alrededor del santuario.

Estaba un poco alejado de la casa y era un lugar pequeño pero bien cuidado, completamente tradicional. Rodeado de árboles que lo hacían de alguna manera más salvaje y adecuado para él. Estaba acostumbrado a esto, a los árboles y el silencio aunque el aire aún se sintiera rancio. Un camino de piedra conducía hasta la puerta torii y un conjunto de escalones, un poco más allá caminos con cabañas igual de extrañas, personas caminando tranquilamente sin siquiera mirar en su dirección y extraños artefactos apestosos y ruidosos.

Su pecho tuvo una punzada muy dolorosa que hizo que su mano lo presionará con fuerza. Si antes no encajaba ¿cómo sería posible que lo logrará ahora? Ignoraba todo lo que lo rodeaba, no sabía tratar con los demonios y mucho menos con humanos. Su existencia estaba condenada al fracaso desde un inicio.

Regresó directo a la casa sintiéndose inquieto y abrumado, quería correr y golpear algo, pero ella tenia razón, necesitaba sanar primero.

Cuando la desesperación y la ira estaban en un punto máximo siguió sus instintos, sin darse cuenta abrió una puerta y se vio envuelto de nuevo en aroma dulce y cálido: la habitación de Kagome. Aspiró hondo hasta que sus pulmones se llenaron, lo contuvo unos segundos y expulsó el aire lentamente, era asombroso, lo estaba calmando. Su pecho dejó de doler y dejó de pensar negativamente. Quería un momento de paz y desconectarse de todo, por lo que se tumbó en su cama donde el olor era más fuerte y sin darse cuenta poco a poco sus sentidos se desligaron de todo.

La caricia delicada en sus orejas lo regresó al mundo de la vigilia. Su vista brumosa tardó un momento en adaptarse pero pronto pudo ver cálidos ojos grises que lo miraban con alegría.

— Hola de nuevo dormilón. Estoy en casa.

La sonrisa deslumbrante de Kagome lo hizo levantar las comisuras de sus labios muy levemente a su pesar, algo que no duró mucho cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Él no sonreía, era un hanyo solitario, no necesitaba sonreír.

— ¡No me toques mujer!

— ¿Por qué no? Sé que te gusta cuando acaricio tus orejas.

— ¡No soy una mascota! — gruñó con saña.

Kagome puso los ojos en blanco y se puso de pie. Se cruzó de brazos para mirarlo con exasperación.

— Sé que no eres una mascota Inuyasha. Eres una persona, pero tampoco eres inmune a las caricias y el cariño. Además tus orejas son adorables, ¿Quién no querría acariciarlas?

Abrió la boca para replicar cualquier cosa. Pero ella se le adelantó al darse la vuelta y salir de la habitación ignorandolo por completo.

— Vamos, te traje varios panecillos dulces. Sé que tendrás hambre así que puedes comerlos en lo que yo preparo la cena.

Ante la mención de comida no pudo evitar emocionarse, la siguió con rapidez y hasta que estuvo con la boca llena de pan delicioso llegó a la autorrealización de que si tuviera cola la estaría moviendo felizmente.

...


Gracias por leer. Queria publicar mi nueva historia esta semana pero tuve un pequeño accidente jugando tenis y mi espalda me esta matando. Pero prometo que pronto tendran noticias.

Y como siempre mil gracias por todos sus comentarios.