V. Curación

Estoy sentado a solas en el suelo del dojo, a oscuras, con mi espalda apoyada contra una pared. Vuelvo a tocarme la cara, notando la inflamación de la mejilla y el corte del labio, que ha dejado un rastro espantoso de sangre a medias reseca y semilíquida por mi piel y en la camisa china, ahora rasgada, que llevo puesta. Ha pasado ya un rato desde que la fiesta se ha cancelado y la gente ha empezado a irse. Akane me ha dicho de esperar aquí mientras se encarga de despedir a los últimos rezagados.

Sé que he ganado la pelea, pues Kiro ha acabado inconsciente cerca del estanque, y que debería de sentirme satisfecho de cómo ha acabado todo. Sin embargo, a diferencia de otras veces, no me siento realmente vencedor o, si afino más, hay temas que me impiden disfrutar de la victoria. ¿De verdad Akane y su familia nos ven como unos "parásitos"? ¿Se ha dejado Akane toquetear, como ha afirmado Kiro con sus venenosas palabras? No quiero precipitarme, pero si ambas cosas acaban siendo ciertas, voy a acabar hecho polvo, y no por la pelea precisamente.

—¿Ranma? —escucho decir a Akane, su figura recortada como una sombra en la entrada del dojo.

—Estoy aquí —digo para que me ubique a la vez que ella va a encender la luz.

Akane se acerca a mí y se arrodilla a mi lado. Veo que trae consigo el botiquín y una bolsa de gel frío. Me entrega esta última a la vez que cruzamos nuestras miradas una vez para después ella apartar sus ojos. No atino a averiguar si porque estoy hecho un cristo o porque está enfadada.

—¿Ya se han marchado todos? —pregunto para romper el hielo. Sé que lo que viene a continuación no será una conversación fácil.

—Sí, por fin —responde escueta. Observo como saca gasas y empapa una de ellas con antiséptico.

Cuando acerca la mano con la gasa a mi cara hace una pausa:

—Esto va a doler —me avisa.

—Lo sé. Adelante —digo preparándome mentalmente, apartando el hielo de mi boca.

Aprieto los ojos cuando siento que ataca la herida más grave, y eso que sé que lo hace con todo el tacto que tiene.

—El labio tiene mala pinta —informa, a pesar de que no hace falta, pues duele horrores—. No sé si te tendrán que poner puntos.

—Esperemos que no —comento cuando Akane coge más gasas para seguir con los cuidados.

Durante unos minutos la dejo hacer, notando como va limpiando delicadamente rastros de sangre de mi cara y de mi cuello. Aguanto el dolor como puedo.

—¿Estás enfadada? —pregunto cuando no soporto más el silencio que se ha sembrado entre nosotros.

—No. ¿Por qué habría de estarlo? —acaba contestando, pero lo hace forzada, sin siquiera mirarme.

Respiro hondo, armándome de paciencia. Dejo en el suelo la bolsa de gel frío.

—Akane, mírame —digo, teniendo el coraje de cogerle la mano libre con las mías. En este momento me da igual si me rechaza y me aparta de un tortazo, estoy demasiado agotado mentalmente como para que me importe. El contacto le coge por sorpresa, pero se recompone rápido—. Si no lo estás, ¿por qué estás tan distante conmigo? ¿He hecho algo mal?

El que se demore tanto en contestar hace que me tema lo peor. Me consuela que al menos no ha retirado su mano.

—No es por ti, es por la situación —responde al fin en un tono áspero que reconozco muy bien, no está para tonterías—. No me ha gustado nada que la fiesta haya terminado así, pero creo que era inevitable.

No sé si se da cuenta del alivio que me provocan sus palabras. Dejo salir todo el aire que tenía aprisionado en los pulmones.

—Me quedo más tranquilo entonces —digo dándole un ligero apretón a su mano. Tras unos segundos, decido ser consecuente con mis actos—: Siento haberme peleado, pero n-

—No te disculpes, Ranma. Esta vez no ha sido tu culpa —me interrumpe con una medio sonrisa que hace que le devuelva el gesto. Nuestros ojos conectan con un brillo cómplice—. Estoy muy cabreada con Narasaki, se ha pasado tres pueblos. Sé que puede llegar a ser muy capullo, pero no a este nivel —explica. Noto entonces el cansancio en su voz y en su estado de ánimo.

—Iba buscando pelea descaradamente.

—Lo sé, y es por ello que me alegro de que le hayas zurrado —confiesa ella, otra leve sonrisa brotando de sus comisuras. Su mano se escabulle sigilosa de entre las mías para poder seguir curándome.

Me hincho como un pavo real al escuchar el halago, sonriendo de lado.

—Lo único, Akane… —comienzo, queriendo llegar al meollo de lo que ha pasado—. Hay algo que no entiendo.

—¿El qué?

—¿Por qué piensan tus amigos y compañeros de la universidad que mi padre y yo…? —Me detengo; creo que no hace falta que termine la pregunta—. ¿De verdad es eso lo que pensáis tu familia y tú de nosotros?

Akane se detiene en sus quehaceres y se me queda mirando fijamente.

—Ranma, me ofendes con esas preguntas —responde con franqueza y pesar. En sus ojos percibo que le duele que dude de ella y de la que ya considero como mi familia, los Tendo.

—¿Y qué quieres que piense? —demando cauto—. No sólo nos ha insultado Narasaki. Una chica que se acercó a hablar conmigo me preguntó que si era el que estaba viviendo "de gratis" —entrecomillo haciendo el gesto con los dedos— en tu casa.

Akane se lleva las manos a la cara y se queda en esa posición. Dado que no sé cómo interpretarlo, intento averiguarlo. Extiendo mis manos y con toda la gentileza de la soy capaz bajo las suyas despacio. Es entonces que veo sus ojos acuosos, lo que me encoge el corazón.

—La que te tiene que pedir disculpas soy yo, Ranma. Lo siento —me dice, restregándose los ojos con las manos para borrar cualquier evidencia de posibles lágrimas—. Creéme cuando te digo que el insulto también me lo han hecho a mí, pues sois parte de mi familia —expresa apurada—. No sé muy bien qué ha pasado, creo que es algo que se me ha ido de las manos.

—¿A qué te refieres? —pregunto, presintiendo por dónde van a ir los tiros.

—Sólo le he contado nuestra situación a mis amigos más cercanos —aclara. Asumo que se refiere al compromiso y a la razón que nos trajo a mi padre y a mí a Nerima inicialmente.

—Y alguien se ha ido de la lengua… contando su propia versión de los hechos —concluyo atando los hilos—. Vamos, que tienes a un topo en tu grupo de amistades.

—Eso parece, aunque ahora mismo no podría decirte quién. —Akane se queda pensativa—. Pero me aseguraré de saber de quién se trata. No me gusta que hablen así a mis espaldas. —Tras unos instantes en silencio vuelve a hablar—: Me sabe mal que hayas tenido que pasar por esto por mi culpa, perdóname. —Acto seguido hace una pequeña reverencia.

—No ha sido tu culpa, Akane —corrijo, empujando levemente con mis manos sus hombros para que vuelva a erguirse—. No puedes controlar lo que hacen otras personas.

—Cierto, pero aún así… —susurra, volviendo a retomar la cura de mis heridas.

Los dos nos quedamos en silencio durante un rato, absortos en nuestros propios pensamientos. Sólo el sonido de los grillos y del carrillón de bambú colgado fuera, que suena por el ulular del viento, acompañan el paso de los minutos.

—¿Es cierto lo que le dijiste a Narasaki? —me pregunta Akane, sorprendiéndome, porque no sé muy bien a que se refiere.

—Le he soltado muchas cosas a ese capullo —respondo—. ¿A cuál de todas ellas te refieres?

Mi prometida hace una pausa antes de contestar. Parece estar pensando cómo articular lo que quiere decir.

—Mis amigas me han dicho que en un momento dado del combate has gritado algo así como… "¡Akane es mía, idiota!", o algo parecido —relata, concentrada en limpiar mi mano de sangre—. Yo no oía muy bien con todo el ruido que había, y estaba intentando asimilar lo que estaba ocurriendo. Es mentira, ¿verdad? Seguro que mis amigas se lo han inventado.

Me asombra el coraje que ha tenido para preguntarme esto. Hace que mi admiración por ella aumente. Eso sí, no ha sido capaz de mirarme a la cara. Siento como el calor sube por mi cuello; asumo que me estoy azorando. Con suerte mi careto está lo suficientemente maltrecho como para que se pueda dar cuenta.

—Hagamos un trato —propongo—. Si tú respondes sinceramente a mi pregunta, yo responderé a la tuya.

Akane alza la mirada con una expresión de curiosidad y extrañeza. No se esperaba que le saliera con estas.

—De acuerdo, me parece bien —accede.

Extiendo mi mano, la cual ella coge para darnos un pequeño apretón. El acuerdo queda sellado.

—Te respondo con otra pregunta—comienzo—: ¿es verdad que Narasaki te ha "metido mano"?

Akane abre los ojos más de lo normal, perpleja, para después echarse a reír, tapándose la boca con una mano, pudorosa. Su reacción me descoloca.

—¿Qué pasa? —pregunto intrigado, no entendiendo qué le hace tanta gracia.

—¿De dónde ha salido eso? ¿Quién te lo ha dicho? —inquiere jocosa, su mirada risueña tras sonreír tanto.

—Primero responde a mi pregunta —le recuerdo—. Es en lo que hemos quedado.

—Cierto —comenta más compuesta—. Es mentira. Quienquiera que haya dicho eso está mintiendo —continúa de forma rotunda—. Ya le habría gustado a Kiro… —dice más para sí misma que para mí—. Ahora es tu turno. ¿Dónde has oído eso?

Me relajo al saber que uno de mis peores temores no es cierto, pues por lo que la conozco, sé que no se está quedando conmigo.

—Me lo dijo el propio Narasaki en la pelea —desvelo—. Supongo que quería cabrearme, y vaya si lo hizo…

—¿Entonces es verdad lo que le dijiste? —insiste. Parece importarle mucho la veracidad de lo que le han contado.

Noto como me vuelvo a sonrojar. Me cuesta contestar, pues me da una vergüenza tremenda. Empiezo a jugar con los dedos de las manos.

—Mmm, sí… —ladeo la mirada—. Sí, es lo que le grité a ese malnacido.

Espero unos segundos para constatar que Akane no se ríe de mí o, por el contrario, se enfada por mi confesión. Al final me acaba encandilando cuando noto un dulce beso sobre la mejilla. Mi pulso comienza a acelerarse de manera desorbitada.

—¿Y eso? —Por supuesto, me hago el tonto.

—Gracias por defender el honor de nuestras familias y por… y por hablar conmigo antes de pensar lo peor de mí.

—No hay de qué. Es lo menos que podía hacer. —Los dos nos sonreímos y después apartamos la mirada, resulta embarazoso estar teniendo esta conversión. Es quizás por su singularidad que saco valor y arriesgo—. ¿Me das otro? —pregunto divertido señalando con un dedo la mejilla que ella ha besado instantes antes.

Me mira asombrada y se echa a reír. Está tan guapa. Siento que me derrito por dentro. Al final asiente y se acerca a darme otro besito.

Esta vez no me hago el tonto y giro la cara en el último momento para que nuestros labios conecten. ¡Gloria bendita!

Akane se aparta rápido al darse cuenta de lo que ha pasado, tocándose la boca alborozada. Nuestro primer beso, ¡por fin!, aunque se lo haya robado.

—¿Qué haces, baka? —me pregunta con voz temblorosa. Nos cuesta mirarnos. Por unos instantes espero paciente a que llegue el bofetón, pero nunca llega—. Tienes el labio partido.

Vaya, así que está preocupada por eso y no por el labio en sí. Eso es una buena señal. Es cierto que el labio me sigue molestando una barbaridad, ya que pulsa con un latido propio, pero ha merecido totalmente la pena.

—No es para tanto —comento tranquilo viendo como termina de poner una tirita en una herida del antebrazo—. Echaba de menos que me curases —admito.

—Yo también —confiesa Akane con una sonrisa—. ¿Te parece que vayamos a urgencias para que te miren el corte?

—Claro.

Cuando los dos nos ponemos de pie cojo de nuevo su mano. Me la llevo a la cara y le doy un pequeño beso en el dorso—. Gracias, Akane.

Noto que está sorprendida, pero también contenta a decir por la radiante sonrisa que me brinda.

—Me gusta, pero no te pega nada ser romántico, Ranma —acierta ella.

—Lo sé, por eso espero que lo valores más.

Ella asiente alegre. Salimos del dojo cogidos de la mano, y es justo en ese momento cuando soy consciente de que me siento el hombre más afortunado del mundo. ¡Por fin tengo a mi chica!


Kanakosmiles: Con este capítulo llegamos al final de la historia. Espero que os haya gustado y que me digáis qué os parecido. Gracias por acompañarme en esta pequeña aventura con Ranma y Akane. A continuación dejo algunas canciones más que me han ayudado a escribir el fanfic: i) Beacon – Running Out, ii) Keshi – Less of you, y iii) The Chainsmokers – Summertime Friends. ¡Hasta la próxima!