Capítulo 1. La última es la vencida
Éste es no es el primer fanfic que creo, pero si el primero que escribo y que me atrevo a publicar. La verdad , la idea surgió un día que empecé a crear un OC (Comet Dust) y comencé a ponerlo en situaciones tipo "y si", por ejemplo: "y si Comet Dust viviera en Ponyville", "y si Comet Dust tuviera alas, pero no fuera un alicornio", entre muchas otras, al final, se me ocurrió la idea "y si Comet Dust fuera el hijo de Twilight". Desde ahí comenzaron a surgir ideas y situaciones en las que el potro se vería involucrado. Poco a poco fui creando su historia en base a las ideas que iban surgiendo, las fui acomodando en una línea de tiempo y, sin darme cuenta, terminé encariñandome con el personaje por todo lo que puse de mí en darle vida. Es por eso que les comparto esta historia. Espero que la disfruten tanto como yo al escribirla.
Todos los sucesos que aquí se exhiben se desarrollan en un universo alternativo, por lo que no siguen por completo los cánones ni la línea temporal presentada en My Little Pony: La Magia de la Amistad. Aquí Twilight ya es una princesa y tiene su castillo, sin embargo, los sucesos ocurridos con Lord Tirek y Starlight Glimmer nunca ocurrieron y puede que hayan algunas variaciones en la personalidad de los personajes, aunque intenté (e intentaré) ser lo más cercano a los originales.
"Comet Dust, favor de presentarse en la sala de entrevistas" boceó alguien por el megáfono, esperando que fuera escuchado por quien estaban buscando.
Pasaron unos minutos, sin que nadie respondiera al llamado.
"Comet Dust, a la sala de entrevistas" Se volvió a escuchar en todo el edificio, pero ahora con un tono de molestia en la voz.
Pasaron otros 10 minutos. Esperando a que se hubieran dado por vencidos.
Su suerte se terminó cuando escucho cómo la puerta se abría y por ella entraba una de las cuidadoras, una unicornio algo pasada de peso, de pelaje rosa pálido y melena violeta recogido en un chongo, vistiendo su típico delantal blanco con encaje rosa.
-Comet, te he dicho muchas veces que no cierres con llave, además, te están llamando– le dijo la yegua, sabiendo que el susodicho había escuchado a la perfección su nombre por el megáfono. Aun así, le hablo de manera calmada y muy amable, como solía ser ella.
Dentro de una gran habitación, en la que había dos hileras de cinco camas, se encontraba un potro leyendo en solitario sentado en la cama más próxima a la puerta, quien no se inmutó ante la presencia de la cuidadora.
-Hola Cary. No voy a ir. ¿Puedes avisarle a las demás? Gracias- respondió con desgana, sin siquiera voltear a mirarla.
-Tu no decides eso –respondió Cary intentando mantener su tono relajado. Sabía muy bien que trabajar con niños no era sencillo y, en especial, conocía lo difícil que podía ser Comet a veces. En varias ocasiones ella se había metido en problemas cubriendo sus travesuras o cediendo a sus caprichos, sin embargo, esto era algo en lo que no podía ceder.
-Pues ya lo hice. Y te lo dije la vez pasada: no más entrevistas. Ya tuve demasiadas. No van a volver a rechazarme –respondió el Comet sin dejar el ver el libro en ningún momento.
-Tal vez no has tenido suerte encontrando una familia, pero esta vez puede ser diferente –le dijo intentando convencerlo-. Es un pony importante el que está esperándote, quizás si le das una oportunidad…
-Cary, cualquier pony que venga aquí, seguramente es alguien importante- dijo con una risilla burlona, restándole importancia al comentario de su cuidadora.
Cary se quedó sin cómo responderle al pequeño, puesto que lo que decía era cierto. Al estar ubicados en Canterlot, casi todos los que iban a la institución eran ponys adinerados, ya sean diplomáticos, grandes comerciantes o alguna figura pública, dejando a la yegua sin su mejor arma para convencer a los potrillos.
-Si es todo lo que ibas a decir, puedes retirarte. Por favor cierra la puerta cuando salgas. –le dijo con soberbia.
El comentario molestó mucho a Cary. Ya tenía demasiado trabajo atendiendo a los demás niños ella sola, como para soportar a Comet.
-No vine aquí para discutir –le respondió con voz autoritaria-. Ahora, arréglate y baja de inmediato.
-No– respondió tajantemente, pensando que se trataba de un simple farol.
Comet sabía que estaba metiendo los cascos en el fuego, siendo al niño que más tiempo había permanecido en el orfanato, conocía a la perfección a cada una de las cuidadoras, como tratar con ellas y hasta qué punto podía llegar y Cary no era la excepción. Normalmente era muy calmada y paciente, incluso con él, pero no era alguien a quien quisieras hacer enojar, sin embargo, está era una pelea que no quería perder, así que tomaría el riesgo.
Sin decir una sola palabra más, la yegua hizo brillar su cuerno, con una clara mirada de enojo en su rostro.
-¡Oye!- Gritó Comet al ser jalado por la magia de Cary fuera de la habitación de una oreja, arrastrándolo con todo y libro.
-Intenté que vinieras por las buenas, pero no me dejaste opción –le regañaba mientras intentaba sin mucho éxito peinarlo para que estuviera más presentable. -Ahora, no te muevas.
Comet sólo refunfuñaba entre dientes siguiendo la misma ruta que había recorrido numerosas veces de ida y vuelta. El camino que todo potro en ese lugar haría con mucho entusiasmo, en la hacía con desgana. Su entusiasmo se había ido desde la décima vez que había caminado en la misma dirección.
Odiaba tener que volver a hacer la misma farsa de siempre. Una pareja de ponies llegaba, se sentaba en la sala de entrevistas a la espera de Comet, lo veían con desprecio en el momento justo en el que él entraba a la habitación, platicaban un poco fingiendo tener interés en él, para después retirarse diciendo que lo pensarían y nunca más se les volvería a ver. Lo único que lo reconfortaba y disuadía de seguir discutiendo con Cary era su libro, el cual ya había leído por lo menos otras cinco veces, pero al menos sería más interesante que la plática de 15 a 20 minutos con el arrogante pony que iba de visita y de paso evitaba echar más leña al fuego con Cary.
-Llegamos. Lamento la demora, la entrevista lo tomó por sorpresa y se estaba arreglando –dijo Cary al abrir la puerta de la sala con una sonrisa forzada, tomando la responsabilidad de los inconvenientes que Comet había causado, de nuevo, esperando que el pony que se encontraba ahí no estuviera muy molesto.
-No se preocupe, se lo nerviosos que se pueden poner los niños con este asunto, así que no hay problema –respondió amablemente la voz de una llegue, a la que Comet ni siquiera se molestó en bajar su libro para verla.
-Uf… Qué alivio –murmuró Cary-. Bien, los dejo solos para que se conozcan. Pórtate bien –esto último diciéndolo entre dientes con un tono de hastío hacía Comet, quien solo se limitó a darle una irada de disgusto.
Cary cerró la puerta, dando un suspiro detrás de ella, deseándole suerte a Comet como en las otras veces. Ella había sido quien había llevado a Comet a todas sus entrevistas y odiaba ver la decepción y frustración en los ojos del potro cada vez que lo rechazaban. Entendía perfectamente el por qué era tan reacio a volver a esa habitación, pero odiaría más ver que el pequeño no pudiera obtener una familia, jamás se lo perdonaría. Comet llevaba seis años en el orfanato, la gran mayoría de los potrillos que llegaban ahí no duraban más de doce meses antes de ser adoptados, dado que el lugar tenía muy buena reputación, además de estar bajo la supervisión de la mismísima Princesa Celestia, como muchos otros que había inaugurado en toda Equestria; había superado por mucho el promedio de estancia en la institución, y por más que se hubiera encariñado con él, sabía que ya era tiempo de que se marchara.
El cuarto era muy acogedor. Era una habitación pequeña, con un par de sillones debajo de una ventana por la que entraba mucha luz natural; en medio, se encontraba una mesa pequeña con algunas sillitas pintadas de colores, la decoración era bastante alegre. Había unos cuantos libros para colorear y de cuentos junto con crayones en una esquina y algunos juguetes regados por el suelo. Sobre una mesita, en una esquina, se encontraba un fonógrafo, el cual Comet jamás averiguó si funcionaba ya que nunca lo había usado.
-Terminemos con esto rápido, ¿quiere? –Dijo Comet descortésmente, en cuanto Cary cerró la puerta, moviéndose hacia uno de los sillones, lo más alejado posible del pony visitante.
Esto dejó a la yegua perpleja. No se esperaba ese tipo de comportamiento tan negativo en un niño al cual ni siquiera había podido ver, el libro que llevaba consigo lo cubría por completo. Pero eso no sería suficiente para quitarle su optimismo.
-Tú debes ser Comet Dust, me han hablado mucho de ti –le dijo con mucho entusiasmo.
-Mmmm… Ya veo –Respondió desinteresadamente, intentando ser lo más grosero posible para que quien fuera que sea se fuera lo más rápido posible.
La yegua no entendía la reacción del potro. Con inseguridad, se sentó en el sillón al lado de Comet, insegura de si la reacción del niño era señal de que no la aceptaba.
-Me dijeron que eres muy independiente, que te gusta mucho leer y que aprendiste a usar magia tu solo… -habló la yegua intentando sacar tema de conversación.
-Gracias por decirme cosas sobre mí que ya sé… -Interrumpió Comet de forma sarcástica. Cosa que puso aún más nerviosa a la yegua.
No sabía cómo actuar ante esta situación. Sabía que algunos niños podían ponerse algo nerviosos o temerosos y se había preparado a conciencia para ello, pero jamás se hubiera esperado tal muestra de apatía, no le encontraba sentido a su forma de actuar. Aun así, algo en su interior le decía que no se diera por vencida, que siguiera intentándolo.
-¿Podrías, al menos, dejarme verte? –preguntó amablemente la yegua- Es un poco raro hablarle a un libro.
¿Por qué insiste tanto? ¿Qué no entendió el mensaje? Pensó Comet.
Comet giró la mirada con hastío, esperando que si le daba una mirada de desdén a la pony está se marcharía.
-Agh… bien –dijo mientras bajaba un poco el libro para poder ver a la extraña-. No sé qué espera ganar con… ¡P-p-princesa! –gritó por la sorpresa, mientras instantáneamente escondía el lado izquierdo de su rostro.
-Lo ves, así está mucho mejor –le contestó sin darle importancia al comentario de Comet.
Qué estaba haciendo ahí. Cary le había dicho que se trataba de un pony importante, pero él había creído que se trataba de otro ricachón altanero de Canterlot, no que estaría frente la Princesa de la Amistad en persona, Twilight Sparkle.
Ahora si la armaste en grande, Comet. Pensó el potro.
-Princesa, l-lamento mucho lo que dije… n-no debí… -tartamudeó Comet cabizbajo, sin encontrar las palabras con que disculparse- de haber sabido que era usted… yo jamás… -suspiró- Lo siento –dijo al final, pensando que había quedado como un tonto frente a la princesa.
-No te preocupes por ello –le respondió dándole una amable sonrisa, viendo como el potro volteaba desesperadamente intentando ocultar su rostro, asumiendo que era por la vergüenza-. No es necesario que me llames princesa, puedes decirme solo Twilight.
Comet no entendía qué estaba pasando. Se había comportado de una manera tan descortés hacia una de las máximas autoridades de Equestria y lo único que esperaría sería un castigo ejemplar, sin embargo, la princesa se mostraba calmada y comprensiva, que la princesa fuera quien había ido a buscarlo era una sorpresa, el que no estuviera furiosa por su actitud era otra aún más grande.
-¿Qué está haciendo aquí, Prince… Twilight? –preguntó temeroso.
-¿Tú qué crees que vengo a hacer aquí? –respondió Twilight amablemente con otra pregunta, viendo que el potro, aunque temeroso, al fin se animaba a charlar.
-¿Viene a dar alguna clase de magia o de la amistad?
-Podrías pensar eso, pero de ser así, los demás niños sabrían que estoy aquí, además, no estaría en esta habitación contigo.
-Entonces, ¿viene a conocer el lugar?
-Algo por el estilo.
-¿Y para qué me buscaba? –preguntó Comet aun ocultando parte de su rostro, pero con una voz que reflejaba nerviosismo.
-¿Hay algún problema? –Preguntó Twilight, algo confundida por el repentino cambio de actitud del pequeño.
-Es solo que hay otros potros que seguramente le agradarán más que yo –Respondió tristemente.
-¿Por qué no ibas a agradarme? –preguntó Twilight aún más confundida.
-Porque soy el mayor aquí –le mintió.
-Eso no tiene sentido, ¿por qué no ibas a agradarme por tu edad? Debe haber otra razón para que pienses eso.
-Es solo que siempre ha sido así –dijo Comet al borde de las lágrimas en un murmullo apenas perceptible, pero que Twilight alcanzó a escuchar.
-No entiendo, ¿qué ha sido siempre así?
-Los ponies…
-¿Qué tienen los ponies?
-…no les agrado porque soy… diferente –le dijo con ojos llorosos y voz quebradiza.
-Pero todos somos diferentes, eso es lo que nos hace únicos, incluso tú y yo, el que seas diferente a alguien no necesariamente significa que no le agrades…
-No princesa, no entiende…
-Sé que conocer a otros ponies puede ser aterrador, pero si les das una oportunidad y te das una oportunidad a ti mismo, verás que la impresión que creías que tenían de ti no es verdad…
-Eso ya lo sé, a lo que me refería era… decía Comet cada vez más frustrado de que la princesa no lo escuchaba.
-Entiendo que estés nervioso y por eso pensaste que ocultarte tras un libro era buena idea, créeme lo sé por experiencia, pero si hicieras los libros a un lado y te relajaras…
-Princesa…
-Solo debes ser tú mismo…
-¡MÍREME! –Gritó, arrojando el libro con fuerza. Molesto, frustrado, triste de saber el desenlace de lo que venía, un mar de emociones que solo era expresado en un débil llanto y un ligero sollozo, mientras se paraba frente a Twilight.
Twilight se quedó sin palabras, más por el exabrupto de Comet que por su apariencia, que era lo que Comet quería que notara.
-¡¿Quería conocerme?! ¡Pues aquí me tiene! -Gritaba entre llanto- ¡Ahora sabe lo que soy! ¡Un monstruo!
Comet comenzó a llorar sin parar, desahogando toda esa frustración, rabia y tristeza acumuladas de las muchas veces que una familia y muchos otros niños lo habían rechazado con solo verlo sin siquiera darse el tiempo de conocerlo, por la misma razón que sabía que Twilight haría lo mismo que los demás.
Twilight se entristeció al escuchar las palabras de odio hacia sí mismo que decía Comet. El sólo pensar en las innumerables veces que tuvo que soportar las bromas, insultos y demás sobrenombres que le hayan puesto para que el mismo creyera que era un monstruo, que no merecía una familia o amor le provocó un nudo en la garganta.
Si bien la apariencia de potro era similar a la de cualquier otro, se podía notar que el pequeño sufría de alguna condición médica. Su pelaje, de un color azul grisáceo, estaba manchado de grandes parches de color blanco, lo cual no sería realmente nada fuera de lo común, de no ser porque las zonas afectadas el pelo era de un blanco tan puro que parecía no tener ningún tipo de color, podría decirse que era hasta transparente, ni siquiera Rarity podría competir con ese blanco tan limpio; además de que el pelo en dichas zonas era más largo e hirsuto de lo normal, semejándose más a una barba rasposa que al suave y terso abrigo que poseían los ponies.
Una mancha blanca que atravesaba el lado izquierdo de la cabeza y rostro del potrillo, justo el que cubría con el libro, afectaba su cuerno, dejándolo mitad blanco, mitad gris azulado, una parte de su melena, convirtiéndola en una maraña de pelo blanco, enredado y tieso; y también su ojo, quitándole su natural color anaranjado, como tenía su otro ojo, a un azul, lechoso, que afectaba hasta la pupila.
Twilight, sin saber que más hacer o que palabras decir para ayudarlo, lo único que hizo fue coger al pequeño en sus cascos y abrazarlo, intentando consolarlo. Después de todo, aunque al principio se hubiera ocultado tras esa fachada de desinterés, en el fondo seguía un pequeño potrillo inseguro y asustado de lo que pudiera resultar de ese encuentro.
-Yo no veo ningún monstruo –dijo tiernamente Twilight una vez Comet se hubo calmado un poco, quien solo se quedó callado, dejando salir algún ligero sollozo-. Ten será mejor te le limpies –le dijo haciendo aparecer un pañuelo frente a él un pañuelo.
Comet hizo lo que le indicó Twilight, aun estando entre sus brazos. No que ría salir de la seguridad que le proporcionaba ese cálido abrazo.
-Te diré lo que veo –continuó-. Veo aun potro como cualquier otro y como cualquier otro, merece una familia.
Comet se desprendió de los brazos de Twilight, mirándola con ojos esperanzadores. Deseando que esas palabras condujeran la conversación en la dirección que él creía.
-Dime, ¿te gustaría venir a casa conmigo? –finalmente le preguntó.
En cuanto dijo esas palabras, los ojos del pequeño se llenaron de dicha y felicidad y una enorme sonrisa se dibujaba en su cara. Tras varios años de intentarlo y decenas de entrevistas fallidas, estaba sucediendo, por fin alguien lo había aceptado, haciéndole la pregunta que tanto esperaba escuchar.
Las lágrimas volvieron a brotar por sus ojos, sin embargo, estas eran diferentes, ya no estaban cargadas de tristeza e ira, al contrario, éstas eran el tipo de lágrimas que todos querrían ver, de alegría pura.
Impulsado por ésta, Comet se abalanzó hacia Twilight, mientras rodeaba su cuello con sus brazos, como muestra de afecto hacia la única pony que no había huido ante su extraña apariencia, la única que le había dado una oportunidad.
-Gracias… -fue lo único que alcanzó a decir Comet hundiendo su rostro en el pelaje de su nueva madre.
En ese momento, Comet despertó. Un poco confundido al no reconocer el lugar en el que se encontraba.
Conforme su cuerpo iba despertando y su mente se aclaraba, recordó el sueño que acababa de tener, el mismo que se había repetido desde hace varias noches. Todo eso había ocurrido hace poco menos de una semana y aun no podía creer que fuera cierto. Pero ahí estaba, acostado en una cama improvisada en una de las muchas de las habitaciones del castillo de Twilight. Despertar cada mañana con ese sueño, recordando cómo había conocido a la Princesa de la Amistad y ella lo había aceptado en su vida, era lo más feliz de su vida.
Sin embargo, no estaba completamente seguro de lo que había ocurrido después de eso, todo se limitaba a pequeños fragmentos. Recordaba estar aburrido mientras se hacía todo el papeleo, la mirada llena de envidia de sus demás compañeros al ver con quién se iba y, sobre todo, estar abrazando a Cary, quien lloraba, triste de tener que despedirse del potro al que cuidó todos esos años, pero feliz de tendría una familia que lo amaría como ella lo hacía.
Pensar en Cary lo entristeció un poco, aunque sabía que ella estaba feliz por él desde donde fuera que estuviera en Canterlot, el decirle adiós no había sido nada fácil, a fin de cuentas, ella había sido con quien Comet había forjado un lazo más fuerte, prácticamente ella lo había criado, lo conocía y lo entendía mejor que nadie, ella había sido quien realmente le había enseñado a usar su magia, aunque a ella le gustaba decir que había aprendido el solo.
Se levantó de la cama, listo para bajar hacia el comedor, Spike y Twilight ya deberían estar despiertos y no quería llegar tarde a desayunar.
Antes de cerrar la puerta, le dio una rápida mirada hacia las únicas pertenencias que había llevado consigo, un pequeño libro de hechizos básicos, un reloj despertador con la forma de un parasprite y sobre una caja al lado de su cama, guardada con mucho cariño, una foto de él junto a Cary y las demás cuidadoras del orfanato, tomada el mismo día en que partía hacia Poniville junto a su nueva familia.
Gracias a todos aquellos a los que leen y apoyan mi historia, no saben lo mucho que me alegra el saber que alguien disfruta de mi trabajo. También se agradecen todos sus comentarios y críticas, todas me ayudarán a mejorar mi estilo de escritura y la historia en sí.
Un abrazo y un beso a todos los que hayan llegado hasta aquí. Gracias a todos. Hasta el próximo capítulo.
Itzli F.P.
