Capítulo 5. Inician las clases… y los problemas.


Amanecía. Los primeros rayos de sol comenzaban a filtrarse por las grandes ventanas del castillo. Las aves comenzaban a darle vida al nuevo día con su canto y una fresca brisa ayudaba a soportar el cálido abrazo del sol veraniego.

-¡Hora de levantarse! –Entró emocionada una alicornio lavanda a la habitación de un potrillo aún envuelto entre las sábanas.

Era extraño que el potro no se hubiera levantado por sí mismo, siempre lo hacía con el alba, a excepción de los días después de mudarse a Ponyville, por lo que a Twilight le había sorprendido que no bajara a desayunar hace ya varios minutos. Creyendo que el potro había tenido problemas para dormir de lo emocionado que seguramente estaría por ese día.

-Ya amaneció, Comet –dijo Twilight al momento de correr las cortinas para permitir que la luz del sol entrara-. Hoy es un gran día, no querrás llegar tarde en tu primer día.

El potro se cubrió completamente con las sabanas, dando un quejido de molestia, al momento que el sol le dio de lleno en la cara.

-Aún es muy temprano… -se quejó el potro-. ¿Y primer día de qué?

-¿Qué no es obvio? Hoy comienzan las clases, debes apresurarte o llegarás tarde.

-No voy a ir –respondió de mala gana volteándose para darle la espalda a la ventana.

-Comet… -Twilight puso una mirada más seria y jaló las sabanas, descubriendo al potro, sorprendido de tan repentina acción- Ya lo habíamos discutido y decidimos que esto era lo mejor.

-Tú lo decidiste –respondió irritado, tomando de nuevo las sabanas con su magia y volviendo a cubrirse de nuevo.

Twilight con una mirada de cansancio, iluminó su cuerpo para hacer desaparecer directamente las sabanas de Comet.

Twilight ya esperaba este tipo de comportamiento. Las cuidadoras del orfanato le advirtieron que Comet podía ser muy necio e inflexible cuando una idea se le metía a la cabeza, haciendo muy difícil el hacerlo cambiar de opinión. Así que tendría que ser muy firme en sus palabras si quería que el potro la tomara en serio.

-¡Oye, eso es trampa! –chilló Comet al ver que su "refugio" ya no estaba.

-No voy a discutir esto otra vez, jovencito –dijo con Twilight dirigiéndole una mirada severa al potro, intimidándolo un poco-. Debes ir a la escuela. Y te guste o no, yo soy quien toma las decisiones aquí –dejando claro su punto, comenzó a caminar en dirección a la puerta-. Así que arréglate y baja para desayunar.

Twilight cerró la puerta, dando un profundo suspiro, no sabiendo si había hecho bien al ser tan dura con Comet, quizás debió detenerse a hablar con él y aclarar el asunto, pero a esas alturas, ya no podía retractarse. Además, Comet podría utilizarlo para demorarlos más.

Comet se quedó unos segundos en su cama, rabiando en silencio. Forzándose a aceptar la idea de tener que ir a la escuela, algo que él consideraba inútil e innecesario. Pensaba que no habría nada ahí que no pudiera aprender en otra parte e insistía en que Twilight podría ser su mentora. No entendía por qué se negaba tanto a hacerlo.

Entendiendo que no llegaría a nada, bajó de su cama y con desgana se dirigió a su ropero. Fue entonces que ahí, al pie de su cama, encontró un montón de cosas que él no recordaba haber dejado en ese lugar o siquiera haber visto la noche anterior. Entre ellas, se encontraba una alforja simple de color azul Prusia con unas hebillas personalizadas de color verde agua con forma de luna creciente; algunas libretas, pergaminos, lápices, lápices de color y demás útiles escolares que le servirían en su vida escolar.

Ahora entendía por qué Twilight había estado saliendo constantemente. La alforja, era obvio quien la había fabricado, tenía la firma de Rarity por todas partes; el resto, muy probablemente, los había comprado en los diferentes puestos del mercado. Twilight realmente estaba muy emocionada con la idea de que él asistiera a la escuela, tanto que se había tomado la molestia de comprarle más de lo necesario para ello.

Comet bajo a desayunar una vez estuvo listo. Resignado a que tendría que obedecer a Twilight. En cuanto ella lo vio, un sentimiento de alegría la llenó por completo de ver que Comet llevaba la alforja que había escogido para él. Puso una tierna mirada al ver que ya se veía como todo un estudiante, preparado para una nueva aventura.

Luego de avergonzar a Comet con muchos cumplidos y besos, el potro se dirigió a su asiento. Al ser una ocasión "especial", Spike había preparado, con algo de ayuda de Twilight, un gran número de platillos, entre ellos, un pastel, varios cupcakes traídos de Sugarcube Corner y, no podía faltar, una gran variedad de fruta sobre la mesa, a la cual Comet ya le había tomado el gusto, a excepción de las moras, claro está. Sin embargo, había que reconocer que ambos se habían extralimitado un poco, pues la cantidad de comida que tenía en frente alcanzaría para alimentar a un equipo de hoofball completo.

El desayuno fue tan tranquilo como las demás mañanas desde que llegó Comet, es decir, nada. Puesto que platicaban durante todo el tiempo que durara y a veces se extendían un poco más y ese día no era la excepción. Como no podía ser de otra manera, el tema en esta ocasión era el primer día de clases de Comet. Twilight no paraba de decir lo emocionante que sería, las cosas que aprendería y los amigos que haría. Comet, por otro lado, aún no estaba muy convencido con la idea, puesto que estar encerrado en un lugar con un montón de ponies desconocidos, no era lo más alentador para él. Sin embargo, el ver a Twilight tan emocionada, le dio un poco de seguridad; además, si la escuela de Ponyville era igual a las escuelas en Canterlot, o al menos lo que había oído de ellas, estaría en un salón amplio con apenas un puñado de alumnos, nada de qué preocuparse, ¿verdad?

-Está bien, iré –dijo finalmente Comet-, pero con una condición. Iré solo.

-¿Q-que? ¿Por qué? –Dijo Twilight un poco decepcionada por lo que le pedía el potro, ella realmente ansiaba poder acompañarlo.

-Si voy a hacer amigos, quiero que sean amigos de verdad, que me aprecien por quien soy, no solo porque soy hijo de la Princesa –mintió Comet, ocultando que realmente tenía miedo que Twilight viese el desenlace de todo.

Twilight se quedó pensativa un momento, intentando encontrar algo con qué contra argumentar, pues, Comet realmente tenía un buen punto. Ella confiaba en que el potro podría identificar una falsa amistad de una verdadera, pero si él creía que eso le daría más seguridad en cuanto a sus amistades, pues quien era ella para impedírselo, tarde o temprano, el secreto se sabría, pero hasta entonces, él tendría tiempo de afianzar sus lazos y el saber sobre ella no influiría en la imagen que tendrían sobre él.

Con pesar, Twilight aceptó, si eso significaba que iría a la escuela.


Comet recorrió todo el camino hacia la escuela, al otro lado del pueblo, con cierto nerviosismo. Muchos ponies, no solo los potros, volvían a sus labores después de las vacaciones, por lo que las calles ya estaban atestadas incluso desde muy temprano en la mañana. Todo el camino fue yendo por las sombras y evitando el contacto con otros.

Mientras más se acercaba a la escuela, más potros veía, pero no fue hasta que llegó a su destino que vio la verdadera cantidad de compañeros que tendría. La escuela no era muy grande, apenas una modesta cabaña pintada de rojo con algunos adornos de blanco y un campanario en el techo. Ahí, se encontraban alrededor de una treintena de potros, jugando en el patio al lado del edificio o despidiéndose de sus padres.

Comet empezó a sudar en frio, no tenía idea de que estaría junto a tantos ponies y en un espacio tan reducido. Comenzó a dudar sobre si haber dejado a Twilight había sido buena idea. No conocía a ninguno de esos potros, pero ellos al parecer sí se conocían bien, pues muchos entraban acompañados entre ellos hablando y riendo de lo mucho que habían hecho esas vacaciones.

Comet se paralizó, incluso cruzó por su mente la idea de volver o esconderse en algún sitio hasta que las clases terminaran. Pero, qué pasaría si Twilight se enteraba, ella confiaba en él, no podía fallarle. No quería decepcionar a Twilight. Aún aterrado, intentaba buscar el valor necesario para acercarse, pero cada vez que lo intentaba, sus patas no respondían, quedándose inmóvil dónde estaba.

La campana sonó, llamando a todos los alumnos. Las clases estaban a punto de comenzar. Todos los potros que estaban fuera, se apresuraron a entrar mientras una pony de pelaje fucsia, melena rosa y ojos verdes, probablemente la maestra, salía buscar que no faltara nadie. Esto fue suficiente para hacer que Comet se moviera, pues era más grande su miedo de fallarle a Twilight que el miedo a acercarse a otros.

-¡Espere! –Gritó Comet para llamar la atención de la yegua, quien ya empezaba a caminar dentro del edificio con una expresión que Comet no pudo decir si era de preocupación o cansancio.

La yegua volteó para ver quién había gritado, puesto que ya no había nadie más allí afuera. En primera instancia, no vio a nadie, sino hasta que giró su cabeza hacia abajo que vio a un potro corriendo hacia ella.

-Oh, tú debes ser Comet Dust… –dijo amablemente la pony.

La señorita Cheerilee se había quedado un largo rato en la puerta, quizás hablando con alguno de los padres de algún potro de los que estuviesen ahí, nadie podía decirlo con certeza, pues el cuerpo de la maestra y la puerta les impedía ver. Sin embargo, nadie pareció darle demasiada importancia, seguramente era una de esas aburridas pláticas que tenían los adultos y eso les daba tiempo para seguir platicando un rato más.

-…Sí, me divertí mucho en Ponyhattan con mi prima Babs –dijo una potranca de pelaje rubio y melena pelirroja con un gran moño rosado en ella a sus dos amigas-. Fuimos al parque, subimos hasta la cima de una enorme estatua que está en una isla y me llevó con su división de las Cutie Mark Crusaders.

-Que coincidencia, yo también fui a Ponyhattan –dijo una pequeña unicornio de pelaje blanco y melena lavanda con rosa-. Que mala suerte que no nos hayamos encontrado ahí…

-Sí, a Babs le hubiera encantado verte… -respondió-. Y tu Scootaloo, ¿qué hiciste en tus vacaciones?

-Mis madre me llevó de campamento –respondió una pegaso de pelaje naranja y melena magenta-. Remamos en canoa, nos lanzamos por una tirolesa, escalamos algunas montañas… fue increíble.

-Buenos días, alumnos –saludó alegremente la maestra entrando al salón siendo seguida por un potro extraño.

-Buenos días, señorita Cheerilee –devolvieron el saludo todos los potros al unísono.

-Me alegra mucho volver a verlos y tenerlos nuevamente aquí un año más… –dijo iniciando un discurso que la gran mayoría ya se imaginaba donde terminaría- …y me alegro aún más de anunciar que tenemos un nuevo estudiante con nosotros, así que todos denle una cálida bienvenida.

Inmediatamente, todas las miradas se dirigieron a Comet, en especial las de cinco potrancas quienes inmediatamente voltearon a ver su flanco, en el que faltaba una Cutie Mark. Tres de ellas lo hacían con entusiasmo, mientras dos se miraban entre sí, sonriendo con malicia.

Comet quedó petrificado al sentir el peso de todos esos ojos sobre él, lo único de él que se movía eran sus ojos, girando nerviosamente a todos lados en busca de un lugar donde nadie le prestara atención. Siempre cuidando de solo mostrar el lado derecho de su rostro. Seguramente alguien ya lo había visto; pronto todos sabrían sobre su ojo; nada cambiaría, todo sería igual que en Canterlot… todos esos pensamientos comenzaban a nublar su mente, no dándole otra respuesta que intentar huir.

-No tienes por qué estar nervioso –le dijo una sonriente Cheerilee intentando calmarlo al ver que se encontraba en apuros-. ¿Por qué no te presentas? Háblanos un poco de ti.

-Y-yo… -dijo intentando decir su nombre, sin embargo, lo único que pudo hacer fue balbucear.

En un último intento por tranquilizarse, Comet cerró sus ojos y respiró profundamente. En ese momento, comprendió algo que no había podido ver hasta ahora. Rarity había dicho que sería el potro mejor vestido de la escuela y, pues, tenía razón, de hecho, era el único vestido. Lo gracioso de esa situación fue lo que su mente necesitaba para tener un poco de claridad. Obteniendo algo de valor, Comet finalmente se dispuso a hablar.

-S-soy Comet Dust. Tengo seis años. Me mudé hace unos días de Canterlot. –dijo tímidamente, siendo lo único que sus nervios le permitieron decir.

-Es un gusto conocerte, Comet. Estoy segura que todos aquí están ansiosos por conocer cómo es la vida Canterlot –hablo Cheerilee, quitándole algo de presión a Comet-. Tenemos tres asientos disponibles, siéntete libre de elegir el que quieras.

Comet observó los asientos que mencionaba la señorita Cheerilee. La verdad, ninguno le convenía, uno estaba en la segunda fila justo en medio, donde todos podían verlo; otro en el lado derecho del salón, dejando su ojo al descubierto; y finalmente, uno casi hasta el fondo del lado izquierdo, donde apenas alcanzaría a escuchar la clase, pero al menos nadie vería su ojo, decidiéndose por éste último.

Caminó, nervioso, entre las hileras de pupitres en las que estaban sentados sus compañeros, astutamente usando su alforja para cubrir su ojo, usando su magia para levitarla frente a él con la excusa de caminar mejor entre los bancos, asombrando a varios de sus compañeros, que, a pesar de tener la misma edad, aún no sabían usar magia.

Estaba tan distraído en cubrir perfectamente su ojo y en observar a sus compañeros que no se fijó dónde estaba pisando, tropezando con algo que no supo qué era o si alguien la había puesto una zancadilla, cayendo de frente al piso. Algunas risillas ahogadas se empezaron a escuchar y algunos otros observaron con reproche al potro que estaba sentado al lado de donde había caído. Un pegaso de pelaje gris y melena gris oscuro, Rumble. Pues era bien sabido por todos que le gustaba jugarles bromas a sus compañeros, llegando a ser muy pesado a veces. Rumble sólo puso una expresión de indignación al ser culpado por todos "injustamente", pero era difícil creerle.

Comet se levantó con un pequeño lamento de dolor. Algo aturdido, se puso de pie. Momento en el que se comenzaron a escuchar gritos ahogados y suspiros de asombro u horror. No tardó mucho en empezar a escucharse murmullos entre los ponies. La señorita Cheerilee intentaba calmar a sus alumnos, pero ya era tarde. La caída había desactivado la magia de Comet, dejando su alforja en el suelo. Al darse cuenta de esto y que todos ahora lo observaban, volvió a tomar su alforja y corrió asustado hacia su asiento.

La señorita Cheerilee logró calmar a sus alumnos después de un rato y Rumble logró convencer a sus compañeros que él no había tenido la culpa, pero el daño ya estaba hecho, por culpa de ese desafortunado accidente, todos habían visto su ojo, ahora todos sabían lo que era.

Para su suerte, nadie le volvió a prestar atención en lo que siguió de la aburrida clase, ventajas de estar en la parte de atrás. Todos los potros estaban muy atentos a la explicación que daba la maestra a excepción de tres: dos potrancas, una de pelaje gris y melena plateada y la otra rosada de melena violeta con blanco, que chismeaban a espaldas de la señorita Cheerilee; y Comet, quien había sacado dos de las pocas cosas que había llevado consigo, un lápiz y una libreta, su libro y su almuerzo seguían en la alforja; fingía estar tomando notas cuando realmente solo estaba haciendo rayones y garabatos, dado que la clase trataba de las reglas ortográficas, algo que Comet conocía muy bien por todos los libros que había leído, haciendo que volviera a su mente el pensamiento que haber ido allí no era más que una pérdida de tiempo.

Por fortuna, el recreo ya estaba cerca. Un descanso de tan soporífera clase, de comer algo y una gran oportunidad de poder continuar con los libros que le había regalado Twilight, puesto que no había avanzado mucho en los últimos días, terminando sólo uno.


El receso finalmente llegó y mientras el resto estaban ansiosos por jugar con sus amigos, para Comet significaba un pequeño momento de relajación y para estar a solas. Encontró un tranquilo espacio a la sobra de un árbol lejos de sus compañeros gritando y corriendo por todos lados.

Se sentó recargado en el tronco, dándole la espalda al resto de su clase, colocando su almuerzo a lado suyo. Nada ostentoso, una manzana, un emparedado de margaritas y un poco de heno junto con una botella con agua; tenía muchas ganas de poder continuar con su libro, una historia ficticia de cuatro hermanos que llegaban a un extraño mundo nevado a través de un ropero. Jamás se había interesado por las historias fantásticas, pero a esta le había dado una oportunidad porque Twilight se los había obsequiado, siendo la historia realmente buena.

Rápidamente quedó abstraído en el papel que tenía enfrente. Como siempre solía hacer, se adentraba tanto en las páginas de los libros que se olvidaba completamente del exterior y todos sus problemas dejaban de preocuparlo, nada existía además de él y su libro, algo que sabía perfectamente Cary, cuando por alguna razón él no bajaba a comer o a ayudar en el orfanato, probablemente era porque estaba leyendo. Era su escape favorito

Daba algún que otro bocado a su almuerzo cuando su cuerpo le recordaba que estaba hambriento, pero por el resto, no despegaba la vista, apenas y parpadeaba. Por primera vez en todo el día, estaba tranquilo, al menos por los treinta minutos que durara el recreo.

Mientras tanto, más cerca de sus compañeros y del mobiliario del patio, un trio de ponies buscaba ávidamente a Comet, con la excusa de disculparse con él. Siendo guiados por los pocos potros que habían alcanzado a ver por dónde se había dirigido, señalando el árbol. A paso veloz, el trio se dirigió para su encuentro con un desprevenido Comet.

-Así que aquí estabas –dijo el potro como si se impresionara de encontrarlo-. Tu y yo tenemos un asunto que arreglar…

Comet ni siquiera se inmuto ante sus palabras, de hecho, ni siquiera parecía haber reparado en la presencia de los tres potros que tenía junto.

-Oye, te estoy hablando –contestó un poco irritado, pero el efecto fue el mismo.

Los tres potros se miraron confundidos, pues Comet no se había movido ni un milímetro, todo lo que hacía era ver el libro que tenía. Entonces uno de los potros acercó su casco hacia él y le dio un ligero empujón en el hombro. Esto tomó a Comet por sorpresa, pues el creyó que estaba lo suficientemente lejos para no ser molestado.

-¿Ah? ¿Qué? Oh, lo siento, no vi que estaban ahí. ¿Decían algo? –dijo Comet confundido, apartando su vista un poco de las páginas, alcanzando a ver al mismo potro de pelaje y melena gris, ahora junto a dos más, uno corpulento de color crema y melena azul con un peinado estilo militar y otro más pequeño y escuálido de pelaje naranja y melena rojiza.

Los tres juntos se veían algo intimidantes, pero era mejor que tener a todo el grupo en frente.

-Tu y yo debemos hablar de lo ocurrido hace rato, en el salón… -repitió el potro, al parecer el líder del grupo.

-Rumble, ¿cierto? –Interrumpió Comet, intentando no sonar nervioso-. No te preocupes por ello, no fue nada grave -contestó, creyendo que con ello el asunto quedaría zanjado, por lo que volvió a su libro.

-Es cierto, creo que al final todos se olvidaron de ello –dijo Rumble moderando su voz para hacerle creer que no le daba mucha importancia-. Vaya sorpresa fue cuando todos vieron tu ojo, es algo… peculiar, ahora estoy interesado…

Comet no pudo evitar molestarse con ese último comentario. Había sido casi lo mismo que habían dicho las amigas de Twilight, pero algo en el tono de su voz le hacía creer que lo que estaba diciendo Rumble no lo decía con amabilidad.

-Si esto es por lo del salón, ya te dije que no guardo rencor hacia ti. Así que, por favor, déjame tranquilo –respondió de la manera más amable que pudo, haciendo un esfuerzo por no ceder ante las provocaciones de Rumble.

-Escúchame fenómeno, tu pequeña bromita casi me mete en problemas –dijo Rumble, finalmente sacando a la luz sus verdaderas intenciones- y alguien debe pagar por ello.

-No sé de qué estás hablando –respondió tajantemente Comet volviendo a posar toda su atención en su libro, dándoles la espalda a los tres.

-¡OYE, DEVUÉLVELO! ¡ESO ES MIO! –Gritó Comet cuando el potro escuálido le arrebató su libro.

-Bien hecho, Blink –lo aduló Rumble.

-¡Devuélveme mi libro! –Ordenó Comet, mientras se acercaba peligrosamente a ellos al momento que activaba su cuerno.

-Bull… -indicó Rumble.

En el acto, el corpulento potro se abalanzó sobre Comet, empujándolo, haciéndolo caer dolorosamente al suelo evitando así que pudiera usar su magia.

-Y mientras estés ahí presta mucha atención –dijo Rumble amenazante-. Si creíste que por ser nuevo o por ser raro te íbamos a tratar diferente, estas muy equivocado. En esta escuela mando yo, y si te metes conmigo la pagarás caro… -Es ese momento, Rumble vio el almuerzo sin terminar de Comet al lado de dónde estaba tirado en el suelo, impedido de levantarse por el potro llamado Bull, quien se había sentado encima de él; y sonrió maliciosamente-. Tomaremos esto como disculpa. Vámonos.

Rumble cogió lo que quedaba de la comida de Comet, seguido por sus dos secuaces, no sin antes que Blink le arrojara su libro encima.

Comet se incorporó dolorosamente, respiraba con dificultad, tener a ese potro encima era como ser aplastado por una máquina expendedora con patas, ni se diga ser arrollado por él, aún podía sentir el golpe.

Volteó a su lado para ver a su ahora maltrecho libro. Esos brutos lo habían tratado de una forma en la que nunca se debe de tratar un libro. Varias hojas estaban arrugadas, algunas desgarradas; con la caída se había llenado de tierra, manchando las páginas y algunos de los tocados en dorado y el encuadernado azul quedaron raspados. Las hojas rotas podía arreglarlas con magia, pero el resto de los daños eran irreparables. Habían arruinado el hermoso libro que le habían regalado hace apenas unos días.

El resto de lo que quedó del recreo estuvo intentando arreglarlo lo mejor que pudo, enderezando las hojas dobladas, aplanando las arrugadas, uniendo las rotas y sacudiéndole la mayor cantidad de tierra que pudo. Todo aún con el cuerpo adolorido por los golpes y los raspones que se había hecho, sin dejar de insultar en silencio a los tres que le habían hecho eso.

La campana volvió a sonar y todos caminaron de vuelta al salón de clases, excepto tres potrancas que esperaban junto a la puerta, buscando a alguien de entre todos sus compañeros. Fue entonces que la pegaso, Scootaloo, apuntó al final de la fila, ahí estaba, Comet Dust.

-Comet, hemos estado buscándote, soy Apple Bloom, ellas son Scootaloo y Sweetie Belle; queríamos saber si… -Apple Bloom paró al ver la cojera de Comet-. ¿Te encuentras bien?

Comet no respondió, pasó de largo de ellas sin siquiera notar su presencia. Estaba demasiado concentrado en soportar el dolor que no tenía tiempo para prestarle atención a nadie más.

Las tres potrancas quedaron sin habla al ver que el potro las había ignorado por completo. Pudieron ver la cara de enojo que tenía y que murmuraba algunas cosas que no alcanzaron a comprender. Lo vieron entrar al salón sin siquiera darles una mirada o un ademán en respuesta. Siguieron a Comet dentro del salón, pues ellas eran las últimas que faltaban para poder retomar las clases. Aún preocupadas por él, no podían dejar de verlo sintiendo algo de lástima por el potro.

Comet avanzó renqueando entre las hileras de asientos, pasando de nuevo al lado de Rumble, quien le dedico una mirada soberbia y una sonrisa burlona al momento de estar frente a él, pero Comet ni siquiera se molestó en voltear a verlo, cosa que irritó al potro, haciendo una mueca de molestia. Finalmente, Comet llegó a su asiento, sentándose pesadamente en él y guardando su libro para evitar que alguien intentara nuevamente cogerlo.

La señorita Cheerilee entró y las clases comenzaron nuevamente, esta vez matemáticas, al fin algo que sería interesante, de no ser porque Comet no pudo concentrarse al no poder sacar de su mente lo ocurrido en el patio y en lo mucho que odiaba a Rumble en aquel momento. Debió de haber hecho o dicho algo para defenderse, debió haberles hecho frente, pero lo superaban en número, además, Comet no era el potro más atlético del mundo y sin magia que le sirviera de defensa, no habría manera de ganarles. Y aunque intentara pedir ayuda, los demás no lo apoyarían, estaba solo, como siempre.


-Comet, la clase ya terminó. Ya se fueron todos –le habló una amable voz despertándolo de sus pensamientos. Tan sumergido estaba en sus propios problemas que no se había percatado del paso del tiempo-. ¿Te encuentras bien? –preguntó, viendo que se trataba de la señorita Cheerilee, quien tenía una mirada de preocupación en su rostro ante el triste semblante del potro.

-Estoy bien, sólo estoy cansado –respondió Comet desviando la mirada.

Comet bajó de su asiento, tomó su alforja y caminó a la salida. El sol aún estaba en lo alto, cegándolo momentáneamente. Por suerte, Rumble y sus compinches ya se habían ido hace mucho, lo que haría el viaje de vuelta más tranquilo. De camino a casa, se volvió a encontrar con las crusaders, ignorándolas nuevamente cuando intentaron saludarlo.

Se le veía decaído. Su primer día de clases había sido un fiasco. No hizo nada interesante, no aprendió nada nuevo y no hizo ningún amigo, al contrario, se había hecho de un enemigo sin siquiera haberle hecho algo. Por lo menos su cojera ya no era tan notoria, el tiempo sentado en clase había sido suficiente para disminuir el dolor. Pero eso no servía de nada en subirle el ánimo, pues sentía que había fallado. El pensar en qué diría Twilight al ver que había fracasado en la única tarea que le había encomendado, no hizo más que deprimirlo.

Twilight estaría decepcionada. Ella realmente esperaba que él hiciera amistades, que fuera tan bueno en la amistad como ella. Si se enterase que había sido todo lo contrario, que se había paralizado al ver a sus compañeros, que estaba aterrado de siquiera hablarles, que nuevamente había sido objeto de las burlas de los demás y había hecho lo único que sabía para refugiarse, esconderse de todos y aislarse en sus libros, y peor aún, haber arruinado el regalo que le había dado con tanto cariño; le rompería el corazón.

Frente a la puerta del castillo, Comet dudaba, no sabía si lo mejor era entrar, pero su estómago le pedía a gritos algo de comer, desde que no había podido terminar su almuerzo.

Dando un profundo suspiro, intentó relajarse, y poniendo su mejor sonrisa abrió la puerta.

-¡Ya llegué! –gritó simulando algo de emoción.

-Comet, bienvenido –respondió Twilight saliendo del comedor-. Ve a lavrte los cascos, ya va estar lista la comida.

Comet comenzó a correr, feliz de oír esas palabras. Tal vez la escuela haya sido horrible, pero siempre tendría un lugar en el cuál sentirse seguro, donde ni las burlas e insultos podrían entrar, su hogar.

-Espera… -lo detuvo Twilight, acercándosele con cierta consternación en el rostro-. ¿Qué te pasó en la cara? –preguntó alzando su rostro para ver que estaba lleno de raspones, algo difícil de ocultar con lo blanco de su pelaje.

-Eh… pues, y-yo… verás, estábamos jugando y yo… me caí –mintió- tropecé con una piedra.

-¿Estabamos?... eso significa que tú, ¿hiciste amigos? –dijo Twilight con mucho brillo en sus ojos.

-Eh… S-si –respondió intentando sonreír.

-Lo sabía –dijo Twilight emocionada-. Sabía que podrías hacerlo. Estoy muy orgullosa de ti -Twilight tomó al potro en sus brazos y le dio un gran abrazo.

Comet no pudo evitar poner una expresión de dolor en su rostro, pues él no podía sentirse de la misma manera. El abrazo que se supone debería ser cálido y reconfortarlo, lo sintió vacío e insignificante, producto de una mentira y por lo tanto falso. Sin embargo, él no se atrevía a decirle la verdad, no tuvo el valor de romperle el corazón a Twilight luego de verla tan emocionada por creer que había hecho amistades. Así que sólo se quedó ahí, recibiendo un abrazo que sentía que no merecía, conteniendo las lágrimas.

-Ya quiero que me presentes a tus nuevos amigos –dijo finalmente Twilight.

-Es un poco pronto para eso, no crees –dijo evadiendo una respuesta.

-Lo sé –respondió cariñosamente-. Ve a asearte, debes tener hambre.

Comet solo se limitó a asentir y salir corriendo lo más rápido que pudo a su habitación, no pudiendo contener más su frustración por su fracaso de ese día.


Mientras tanto, en Sweet Apple Acres, tres potrillas corrían hacia su casa club, en medio de los huertos, encontrándose de paso con cierta pony de acento campirano y sombrero vaquero.

-Hola, niñas. ¿Cómo les fue el día de hoy? ¿Sucedió algo interesante en la escuela? –dijo Applejack, obviamente hablando de Comet.

-Hola Applejack –respondió su hermana menor Apple Bloom-. Pues, hay un nuevo estudiante.

-¿En serio? ¿Y cómo es ese pony nuevo?

-Pues es un potro de nuestra edad, se llama Comet Dust –respondió Applebloom.

-Dijo que venía de Canterlot. ¿Quién estaría tan loco para mudarse de Canterlot a Ponyville? –dijo Scootaloo.

-Y vieron su ropa, bviamente Rarity la hizo –añadió Sweetie Belle.

-¿Cómo puedes estar tan segura? –preguntó Scootaloo.

-Conozco el trabajo de mi hermana, ese atuendo tenía su firma por todos lados –respondió Sweetie Belle, sintiéndose orgullosa de su hermana mayor.

-Quien lo diría –dijo Scootaloo mientras ella y Apple Bloom compartían una mirada de confusión.

-Parece que tuvieron mucho de qué hablar –dijo Applejack pateando un árbol.

-Pues, no. No realmente. Fue un poco…

-…extraño… -completó Scootaloo.

-Sí, no habló con nadie y nos ignoró cuando intentamos acercarnos –añadió Sweetie Belle.

-Tal vez solo es un poco tímido –dijo Applejack un poco confundida, pues no se parecía al Comet que ella recordaba.

-Pensamos lo mismo –concordó Apple Bloom- Como él tampoco tiene su Cutie Mark, pensamos en que podríamos invitarlo a nuestro club.

-Sí. Un miembro más para las Cutie Mark Crusaders –dijeron emocionadas Scootaloo y Sweetie Belle.


Muchas gracias a todos los que siguen mi trabajo.

Un beso y un abrazo, hasta el siguiente capítulo.