Capítulo 10. Calma relativa.
Mitad de semana. Comet estaba de vuelta en clases luego de haber estado varado junto a Twilight y Spike un día y medio en el tren que los llevaría de regreso a Ponyville luego de que se averiara a medio camino, atrasando todo el sistema ferroviario del centro de Equestria y manteniendo a todos los pasajeros del atascados entre las montañas a las afueras de Canterlot.
Intentar regresar tampoco era una opción, los pegasos habían programado una tormenta para ese día, y vaya que se lucieron, la tromba que dejaron caer en esa ocasión fue tremenda. Toneladas de agua caían a cada segundo; deslumbrantes relámpagos golpeaban estruendosamente del cielo dando un pequeño flash de luz a la penumbra que inundaba todo el lugar; el cielo rugía salvajemente con cada trueno, agitando el tren, haciendo temblar las ventanas. La lluvia era tal que la visibilidad hacia afuera era da apenas unos metros y para el anochecer, la oscuridad era total, con ninguna otra iluminación que la que ofrecía el mismo tren. Perdió un día de clases en lo que daban aviso del desperfecto y llegaba otro convoy a recoger a los desamparados pasajeros.
Explicarle todo a la señorita Cheerilee había sido una proeza, pues al principio no creyó una sola palabra, pero su detallada descripción de los hechos y una charla con Twilight habían sido suficientes para convencerla.
Ahora se encontraba en clase de artes. La tarea era representar lo más importante para ellos en una pintura. Comet había hecho su mayor esfuerzo por retratar a Cary, Twilight y Spike en su dibujo, sin embargo, cuando creyó haber terminado y le dio un vistazo a su obra, una mirada de frustración y extrañeza se dibujó en su rostro.
Realmente apesto en esto. Pensó, sin despegar la vista del dudoso resultado de su trabajo.
Pero nada de lo que sucediera ese día podría opacar la emoción que sentía, pues ese mismo día comenzarían sus lecciones de violín, ni siquiera las burlas de Rumble y compañía surtían efecto, dejando a los tres ponies molestos y perplejos ante la actitud tan positiva del potro, creían que perdían poder frente al él.
Cuando Twilight dijo que buscaría un instructor para él, jamás pensó que sería tan pronto, pues no había pasado ni un día desde que volvieron de Canterlot cuando Twilight le dio la noticia, haciendo que Comet se pusiera muy feliz.
No lejos de él, una potranca estaba feliz de volver a ver nuevamente a Comet. Desde el incidente de la semana pasada había querido enmendar las cosas con él, pero no había tenido la oportunidad de hacerlo porque lo encontraba junto a Rumble o estaba escondido en algún lado y esta semana había faltado. Pero ese día se le veía de muy buen humor, así que no tenía ningún miedo de hablar con él, además no parecía que llevar un libro ese día, así que tampoco estaría distraído.
Llegó el recreo, el momento perfecto para hablar con Comet. A diferencia de otros días, la potranca se separó de sus dos amigas para caminar hacia el árbol donde seguramente encontraría a Comet, llevando dos cajas de almuerzo con ella. En efecto, ahí debajo, fuera de la vista de todos, se encontraba el potro que estaba buscando, pero noto que había cometido una pequeña equivocación, si llevaba un libro consigo. No era tan grande como el otro, éste era mucho más pequeño y delgado, con la imagen de tres potrillos en la portada sosteniendo también un libro con caras de asombro.
-Um… Hola, Comet –dijo algo nerviosa, pues no estaba segura si era correcto molestar al potro cuando leía, podía molestarse, tocando delicadamente su hombro para llamar su atención.
-Eh… ¿Hola?... –respondió Comet algo confundido, pues no sabía quién o qué estaba haciendo la potranca con él.
- Lamento interrumpir tu libro… -se disculpó amablemente.
-No hay problema, ya estaba terminando –mostrando que se encontraba en entre las últimas páginas.
-Qué alivio –suspiró.
-¿En qué puedo ayudarte…? –respondió suspicazmente, haciendo un ademan con su casco dando entender que no recordaba su nombre
- Oh, Sweetie Belle. ¿Quería saber si podía sentarme y almorzar contigo? –preguntó inocentemente, algo esperanzada.
-¿Por qué? –dijo extrañado.
-Bueno, quiero darte esto –dijo mostrándole uno de los almuerzos que había llevado, vegetales cortados, casi molidos a base de cuchilladas, con algo que estaba cortado en cubos que no estaba muy seguro de qué era, podría ser huevo, queso o algún vegetal desconocido, por decirlo de alguna forma, pues la consistencia era algo extraña, parecía que se estaban derritiendo, pero se veía quemado de algunas partes.
-Uh… ¿Gracias? –dijo aún más extrañado, no entendiendo la razón de tan generoso acto. Se notaba a leguas que lo había hecho ella, pero no quiso decir nada por el esfuerzo que había puesto en ello.
-Tómalo como una disculpa por haber arruinado tu almuerzo la semana pasada –explicó rascándose la nuca un poco nerviosa-. Tal vez empezamos con el casco izquierdo, pero me gustaría que los dos comenzáramos de nuevo –le dijo con una sonrisa que parecía sincera.
Comet rápidamente recordó el día en que ella y otras dos potrancas le habían hecho tirar su almuerzo cuando lo sorprendieron. Además de que con su ruidosa discusión no lo dejaron concentrarse en su lectura, obligándolo a moverse a otro sitio.
Algo dubitativo, Comet aceptó la ofrenda de paz, pues parecía estar realmente convencida de lo que decía, así que decidió arriesgarse y confiar en ella invitándola a sentarse a su lado.
-¿De qué trata tu libro? Se ve interesante –dijo un par de minutos después al ver a Comet tan callado, intentando romper el hielo y poder entablar una conversación con él.
-Oh, pues trata de tres hermanos que se mudan a una vieja casa de un familiar lejano junto a su madre, ahí encuentran una habitación secreta con un viejo diario de campo sobre criaturas mágicas desconocidas y, junto a la ayuda de un duendecillo que vive con ellos tienen que… -le explicó Comet, sintiéndose extrañamente cómodo frente a la muestra de amabilidad de la potrilla; feliz de que alguien finalmente se interesara en lo mismo que él
Sweetie Belle escuchaba atentamente al potro, quien le explicaba apasionada y felizmente sobre su libro. Se podía oír el gusto que sentía ante el maravilloso y ficticio escenario que describía. Sweetie Belle sintió mucha alegría de al fin haber podido conectar con él.
-Aquí estas, Sweetie Belle –interrumpió una voz detrás de ellos, una voz que, para desgracia, Comet conocía muy bien-. Apple Bloom y Scootaloo te están buscando.
-Oh, gracias, Rumble –dijo Sweetie Belle ingenuamente-. Ya vuelvo –le indicó a Comet, quien se quedó ahí, deseando que no se fuera, escondiendo rápidamente su libro.
En cuanto estuvo lo suficientemente lejos, una oscura mirada de posó en el rostro del trio de potros frente a él al mismo tiempo que una maliciosa sonrisa se dibujaba en sus rostros.
-Rumble, eres un mentiroso. Ellas no me estaban buscando –dijo una claramente molesta, Sweetie Belle al encontrarse nuevamente con el potro en su camino de regreso al árbol luego de unos minutos de buscar a sus amigas.
-¿En serio? Tal vez solo fue mi imaginación –dijo en un tono burlón, restándole importancia al asunto, mientras pasaba de largo de ella.
Sweetie Belle lo vio pasar a su lado con una mirada de reproche, pues la había interrumpido deliberadamente para nada cuando ya había logrado acercarse a Comet. Creyendo que sólo había sido otra de sus tontas bromas, siguió con su camino, esperando poder volver a seguir con su conversación dónde la habían dejado y no haber perdido su oportunidad. Pero cuál fue su sorpresa cuando encontró a Comet detrás del árbol, tirado en el piso, tosiendo y sosteniéndose el estómago adolorido y sangrando por la nariz, junto a su almuerzo y el que le había preparado ahora todo pisoteado. Su ropa estaba sucia y desaliñada, su corbata estaba desatada y lo cubría una capa de polvo y tierra, algo muy extraño en él, pues era casi tan vanidoso como Rarity y evitaba ensuciarse a toda costa.
-¡Comet! ¿Qué sucedió? ¿Estás bien? –preguntó preocupada la ver al ver al potro en ese estado, no queriendo creer que Rumble fuera responsable por esto, pues jamás había llegado tan lejos, pero todo apuntaba a que sí.
-Como si te importara –contestó Comet molesto mientras intentaba ponerse de pie, sorprendiendo a Sweetie Belle.
-¿Necesitas ayuda? –pregunto preocupada.
-Estoy bien –dijo sentándose con todo el cuerpo doliéndole; dándole una mirada de desdén.
-¿Estar seguro? ¿Quieres que haga algo o…
-¡DIJE QUE ESTOY BIEN! ¡Acaso no lo entiendes! –Le gritó furioso, asuntándola-. ¡¿Por qué no pueden dejarme en paz?! ¡Solo quiero estar solo! ¡Por qué no vas a reírte con tus amigos, seguramente tienen mucho de que burlarse después de esto!
-¿Por qué dices eso? Yo no… -respondió al borde de las lágrimas, lastimada de que creyera que ella tenía algo que ver con todo esto.
-¡Que te largues! –exclamó mientras chispas comenzaban a salir despedidas de su cuerno por la rabia que estaba sintiendo, asustando a Sweetie Belle, creyendo que Comet iba a atacarla; saliendo corriendo de ahí.
Comet se sentó aun sosteniendo su adolorido estómago, pues el golpe que le había dado ese potro Bull, había sido sumamente fuerte. Sin embargo, este se veía opacado por la ira que sentía en ese momento. Estaba furioso con Sweetie Belle por haberlo engatusado de esa forma; furioso con Rumble por haberlo golpeado; y furioso consigo mismo por haber sido tan estúpido de creer que alguien estaría interesado en él y querría ser su amigo. Le habían tendido una trampa y él había ido directo hacia ella.
Con toda esa rabia nublando su juicio, salió corriendo hacia la arboleda. No tenía idea de donde estaba yendo, aunque tampoco le importaba demasiado, solo seguía corriendo sin motivo alguno. Al poco tiempo, sus emociones comenzaban a arremolinarse en su mente, cediendo el paso la ira a la frustración, luego a la tristeza, llegando al miedo y de regreso al enojo una y otra vez, demostrándose en el exterior como un llanto que le nublaba la visión.
En su carrera sin rumbo, las ramas, arbustos y zarzas arañaban su pelaje y ropas. Llegado a un punto bastante profundo en la arboleda, Comet tropezó, cayendo por una ladera que habría visto de haber estado prestando atención. Rodó hasta los pies de unos árboles más pequeños, menos frondosos y más espaciados entre ellos. Entre ellos se podía ver la luz que entraba desde el otro lado.
Comet se levantó dolorosamente, volteando a ver desde dónde había caído. Con ojos llorosos miró al frente y comenzó a caminar, un poco más tranquilo, hacia la luz. Cuando emergió de entre los árboles, frente a él pudo observar un hermoso escenario; un bello claro en el cual toda la atención se centraba en el estanque que ocupaba casi todo el espacio, resplandeciendo con la luz del sol, aun lado de éste, hacia la derecha se encontraba un enorme y viejo sauce llorón solitario imponiéndose en la orilla.
Todo el lugar desprendía una sensación de calma; el suave oleaje del agua, el susurro del viento y el ondear de las hojas del sauce daban un ambiente que podía ser la perfecta descripción de tranquilidad. Toda esta serenidad se le contagió al potro, quién olvido todo lo que le preocupaba y su llanto iba disminuyendo poco a poco, pasando a ser un débil sollozo, hasta desaparecer por completo.
Comet se acercó hacia el sauce, atraído por la curiosidad de saber que ocultaba detrás de esas cortinas de hojas tan características de su especie. El árbol era tan frondoso, que sus hojas llegaban hasta el suelo, algunas incluso rozaban la superficie del agua, creando un pequeño espacio debajo de él, como una habitación secreta apartada de todo el exterior. El suelo estaba alfombrado de las hojas caídas del mismo, musgo y hongos que crecían gracias a la humedad que retenía y la escasa luz solar que llegaba gracias al follaje. La luz que entraba ahí debajo era de un tenue color verdoso debido a las hojas que funcionaban a modo de filtro.
Con solo la compañía de las aves, su suave canto y el arrullo de la naturaleza a su alrededor, Comet comenzó a sentirse cansado. Acomodando la hojarasca entre las raíces, Comet se acurrucó y lentamente comenzó a cerrar sus ojos al mismo tiempo que su mente se ponía en blanco.
La campana de la escuela sonó. Haciendo que todos los potros caminaran de vuelta al salón de clases. Al final de la fila se encontraba una cabizbaja Sweetie Belle, con sus dos amigas a su lado, intentando animarla luego de haberles contado sobre Comet y cómo ahora él la odiaba sin que ella le hubiera hecho nada malo, y de cómo creía que Rumble tenía que ver en todo ese asunto, pero al no tener pruebas sobre ello, no podía decir nada al respecto.
Cuando todos estuvieron dentro del salón, la señorita Cheerilee entró y comenzó a hablar para dar paso a la siguiente lección, pero se detuvo en seco al tener una extraña sensación. Algo no estaba bien. Volteó a ver a todos sus alumnos intentando averiguar qué estaba fuera de lugar, mientras estos la veían con miradas expectantes o confusas ante la actitud de su profesora.
-¿Alguien ha visto a Comet? –Preguntó al finalmente notar la ausencia del potro.
Al instante, todos los potros se giraron hacia el lugar donde el susodicho debería estar sentado, notando que, en efecto, él no se encontraba ahí. Los murmullos de todos los potros del salón comenzaron a escucharse mientras algunos ponían expresiones de preocupación o confusión en sus rostros, algunos otros negando con la cabeza, aumentando la preocupación de su maestra. Al ser demasiado callado y no convivir realmente con nadie, nadie había reparado en su ausencia.
-¿Alguien?... ¿Nadie?...
-Tal vez aún esté en el patio –sugirió un potro de pelaje y melena marrones que vestía un gorrito con un rehilete en la punta.
-Probablemente se quedó dormido y no oyó la campana –añadió Rumble con un falso tono de consternación.
-¿Alguien estuvo con él durante el receso? –preguntó Cheerilee.
Todos negaron con la cabeza. A excepción de Sweetie Belle, quien fue la única en levantar su casco.
-Yo… -dijo algo nerviosa-. Estaba sentado bajo el árbol.
-¿Puedes ir a buscarlo?
Sweetie Belle aceptó insegura de que fuera una buena idea, pues probablemente ella era la última pony a quien Comet querría ver. Camino rápido en dirección al árbol, pero lo que vio cuando lo rodeó la dejó perpleja mientras el miedo comenzaba a cernirse en su rostro.
Sweetie Belle regresó corriendo al salón, pudiendo escucharse la preocupación en su voz.
-¡Señorita Cheerilee! –Gritó entrando al salón-. ¡Comet no está!
-¡¿Qué?! –preguntó horrorizada la maestra.
-No está, fui a buscarlo al árbol y solo encontré esto –Sweetie Belle le mostró el libro.
En ese momento, el rostro de la profesora palideció, al igual que el de muchos de los potros ahí presentes, pues, aunque no convivían mucho con él, sabían que Comet nunca se separaba de sus libros. El que lo haya dejado solo era preocupante. Aterrada, pensando en todo lo malo que pudo haberle pasado al potro, la señorita Cheerilee les ordenó a sus alumnos que permanecieran dentro del salón y salió en busca de Comet.
Lo llamó gritando su nombre por todos lados, con la vaga esperanza que lograra escucharla y le diera una respuesta, para así terminar con esa pesadilla. El resto de potros veía desde dentro por las ventanas a su maestra buscando desesperadamente al potro desaparecido. Conforme el tiempo pasaba, su preocupación crecía, incluso Rumble y compañía comenzaron a sentir un poco de miedo y culpa.
Luego de varios minutos de búsqueda infructífera, la señorita Cheerilee volvió al salón. Temiendo por la seguridad de sus alumnos, por si algo peligroso estuviera rondando ahí fuera, dio por terminadas las clases ese día y acompañó a los potros de regreso al pueblo, camino a sus casas. Luego tendría que ocuparse de la desagradable tarea de informarle a la madre que su hijo había desaparecido, algo que ningún pony querría hacer.
Se acercó temerosa a la puerta, dudando si debía tocar. Si darle esa terrible noticia a un pony normal ya era difícil, cómo sería hacerlo cuando el hijo perdido es de la princesa. Sin embargo, sabía que era lo correcto, así que, aun sabiendo lo arriesgado que era también para ella, tocó la puerta.
Spike abrió la puerta, sorprendido de ver a la señorita Cheerilee ahí tan temprano. Al poco tiempo llegó Twilight, curiosa de ver quien era. Saludó amablemente sonriendo a la pony que tenía enfrente, un poco extrañada de verla ahí a esa hora. Pero, poco a poco su sonrisa se fue desvaneciendo al ver que Comet no se encontraba con ella y la expresión de preocupación que tenía Cheerilee. Fue entonces, cuando le explicó muy apenada toda la situación, que su rostro palideció.
Rápidamente, e intentando controlarse, Twilight y Cheerilee se dirigieron al ayuntamiento, no sin antes ordenarle a Spike que se quedara en casa por si llegaba a volver. El pequeño dragón obedeció, aunque no le terminaba de agradar la idea, pues él también quería ir en busca de su "hermano", pero era necesario que él se quedara.
Los segundos se hacían minutos y los minutos se transformaban en horas. ¿Cuántas? Comet no supo decirlo, despertó bajo el abrigo del viejo sauce. Hacía calor, pero la sombra del árbol lo mantenía fresco. Cuando salió de entre las hojas pudo ver que el sol estaba en su zénit y por el calor que hacía, debía pasar del medio día, lo cual significaba, que había perdido toda la clase.
Ahora debía volver por su alforja a la escuela y explicar todo lo ocurrido, incluido su altercado con Rumble. El solo recordarlo de nuevo, hizo que le hirviera la sangre. Si supieran con quien estaban tratando, si tan solo tuvieran idea de quién era hijo, le darían el respeto que se merecía. Pero se había prometido no revelar ese secreto, pues de ser así, lo respetarían por Twilight, por miedo o admiración a ella, no por quien era, o al menos así lo veía él. Además, como podía hacerse llamar hijo de la Princesa si ni siquiera podía defenderse a sí mismo.
Recordar el camino de vuelta no había sido nada fácil. En su exabrupto no había prestado atención por donde iba, así que tuvo que guiarse por lo poco que podía recordar. Mientras intentaba volver, pensaba en lo tranquilo y solitario que era ese lugar, no parecía haber sido tocado por los cascos de ponies en mucho tiempo. Pocos ponies, o ninguno, parecían conocer de su existencia, pues no se había alejado mucho, apenas unos minutos a pie, pero nadie había aparecido en todo ese tiempo. Finalmente, logró volver al punto de partida, la escuela.
Era extraño, estaba completamente desierta. Sabía que era tarde, pero no creyó que lo suficiente para que hasta la señorita Cheerilee se hubiera marchado también y había algunos guardias reales en las cercanías, algo muy raro de ver, pues Ponyville era un lugar muy tranquilo, por lo que la guardia real no se solía ver por ahí.
Cautelosamente, se acercó, escondiéndose rápidamente detrás de su árbol para evitar que los guardias lo vieran. Al comprobar que no había moros en la costa, se acercó al edificio y miro por una de las ventanas. Vacío, completamente. Intentar entrar sería una pérdida de tiempo, habrían cerrado con llave y de todas formas no había motivo en hacerlo, sus cosas no estaban ahí, alguien se las había llevado.
Comet decidió que era mejor irse antes que alguien lo viera. En ese momento, una sombra creció detrás de él. Se giró nervioso, viendo a uno de los guardias parado detrás de él, viéndolo severamente.
-¿Qué estás haciendo aquí, niño? –Le preguntó autoritariamente, asustando al potro-. ¿Cómo te llamas?
Comet no pudo responder. Su boca estaba seca y su mente no pensaba con claridad, produciendo solo un balbuceo sin ningún significado como tal. Cuando el guardia dijo que lo acompañara, Comet no pudo más. Presa del pánico, asustado por creer que podría ser arrestado, actuó de la forma que creyó sería mejor para la situación. Llamó la atención del guardia para que lo viera fijamente, para después iluminar su cuerno, lanzando un hechizo que dejó al aturdido guardia inmóvil, mientras Comet aprovechaba esos valiosos segundos para escapar.
Al ver un destello de luz, los otros dos guardias que estaban en el frente de la escuela corrieron a averiguar que estaba pasando. Encontraron a su compañero con una expresión de confusión en su rostro. Al preguntarle qué había sucedido no pudo responder nada en concreto, no lo recordaba.
Comet corrió lo más rápido que pudo en dirección al pueblo. Había estado demasiado cerca, pero su mejor hechizo lo había salvado de nuevo, o no. Comet apenas estuvo lo suficientemente lejos de la escuela para relajarse un poco que cayó en cuenta que acababa de atacar a un guardia, algo sumamente serio. ¿Y si algún otro lo había visto? ¿Qué pasaría si lo atrapaban? No había más guardias a la vista, pero no podía fiarse de eso, ya que tampoco había visto al que se le había acercado. Si alguien lo reconocía estaría en serios problemas, ya no solo por no haber entrado a clase, ahora también esto. ¿Qué debía hacer? Twilight estaría furiosa y no quería pasar el resto de su vida en los calabozos.
Convenciéndose de que ninguno de los otros guardias lo había visto y que el otro no recordaría su encuentro, siguió su camino adentrándose en el pueblo. Al pasar frente a Sugarcube Corner su estómago rugió, recordándole que nuevamente no había podido almorzar por culpa de esos brabucones, volviendo el sentimiento de rabia e impotencia. De un bolsillo oculto en su chaleco, sacó unas monedas. Lo justo para comprar una malteada. Comet dudó por un segundo, decidiéndose finalmente por comprar algo de comer. Ya estaba metido en problemas, que importaba uno más.
Fue extraño no ver a Pinkie Pie ahí dentro, pero no le dio mucha importancia, ella era demasiado aleatoria para ser predecible. Sin embargo, la actitud de los Cake había sido extraña, no sabía qué era o por qué, solo pudo decir que era extraña.
Pasada el hambre y el enojo, Comet volvió a pensar en lo mal que había salido todo; el día que se supone sería perfecto, nuevamente había sido arruinado. No quería volver a casa; no quería ver el rostro decepcionado de Twilight: no quería lidiar con la vergüenza de haberle fallado. Pero no tenía de otra, debía ir. Mientras más se tardara, peor sería para ambos.
Comet entró al castillo, algo deprimido. Pensando qué sería mejor decirle a Twilight.
Twilight volaba frenéticamente por todo el pueblo. Luego de que Cheerilee le avisara que Comet no aparecía, rápidamente dieron aviso en el ayuntamiento, donde la alcaldesa Mare no tardo en movilizar ponies para ayudar en la búsqueda. Poco después, volvió al castillo a decirle a Spike que enviara una carta urgente a la Princesa Celestia, fue así que ella envió una guarnición de guardias como apoyo. Suena exagerado, pero no había habido una desaparición de un potro en Ponyville desde hace décadas, por lo que se tomó como un asunto muy serio.
Siempre contando con la ayuda de sus amigas, comenzó la búsqueda y "rescate" del potro. Rainbow Dash y ella patrullaban el pueblo y sus alrededores, Fluttershy y Applejack buscaban por las cercanías del bosque y los huertos y Raity y Pinkie Pie se encargaban del centro del pueblo.
Twilight estaba iniciando otra ronda más en busca Comet; ya había perdido la cuenta de cuántas vueltas le había dado al pueblo, lo había recorrido de arriba abajo una y otra vez sin encontrar un solo rastro de él. Era como si se hubiera esfumado. Twilight comenzaba a desesperarse. Volaba frenéticamente por sobre la escuela nuevamente, esperando ver algo que en las numerosas veces anteriores no hubiera visto. Las lágrimas comenzaron a escapársele pensando en que le hubiera ocurrido lo peor y que no volvería a ver a su pequeño potro nunca más.
Fue en ese instante cuando una nube de humo se le acercó y frente a ella apareció un pergamino. Rápidamente lo abrió. En él estaban escritas tan solo tres palabras, pero tres palabras eran lo único que quería ver en ese instante: "Volvió. Está bien." Rápidamente, Twilight encendió su cuerno, lanzando varias luces al cielo que explotaron en brillantes chispas, iluminando todo el pueblo. Sin perder ni un solo segundo, voló a una velocidad tan rápida hacia el castillo que muchos podrían creer que se trataba de Rainbow Dash en vez de ella.
-¡¿Dónde está?! –Preguntó abriendo las puertas de golpe, muy agitada y cansada, pero su estado era lo que menos le importaba en ese momento.
-Está arriba, en su habitación –respondió Spike sin rodeos-. No ha dicho nada, sólo se encerró ahí –añadió con algo de preocupación.
Sin decir otra palabra, Twilight corrió escaleras arriba en dirección al cuarto del potro.
Comet había estado intentando limpiarse y ocultar los moretones desde que había regresado. Twilight no estaba en casa, no recordaba que le hubiera dicho si iba a salir, pero eso le daba un poco de tiempo de ventaja. Si lograba convencer a Twilight que solo había discutido con sus "amigos", tal vez todo se solucionaría más rápidamente, aunque tuviera que mentirle a Twilight de nuevo. No era algo que le agradara, pero si con eso ella estaría feliz, valdría la pena, aunque eso significara que él tendría que guardárselo todo nuevamente.
Comet había terminado de arreglarse lo mejor que pudo, el resto dependería de su manejo de la situación. Se disponía a tocar su violín para calmar un poco sus nervios, cuando la puerta se abrió sorpresivamente.
-¡Comet! –Exclamó una voz entrecortada, la de Twilight, quién se abalanzó sobre el dándole un fuerte y afectuoso abrazo-. Qué alegría que estés bien, No sabes lo preocupados que estábamos. ¿Qué sucedió ¿Dónde estabas? ¿Te encuentras bien? ¿Por qué no volviste?
Comet no entendía por qué Twilight estaba llorando o tal muestra de sentimentalismo, pero ese abrazo era justo lo que necesitaba.
-Tranquila, Twilight. Estoy bien, solo me fui por unas horas –respondió el potro algo confundido, confusión que le contagió a la alicornio al escuchar sus palabras.
-¿Unas horas? Comet, levas un día desaparecido –le dijo Twilight incrédula.
Debido a la sorpresa, Comet estuvo a punto de caerse. Sabía que había pasado bastante rato desde que se había dormido, pero nunca creyó que hubiera sido tanto. Había estado dormido por un día entero. En retrospectiva, ahora todo tenía sentido, la escuela vacía, la guardia real, la actitud de los Cake y la ausencia de Pinkie Pie en Sugarcube Corner.
Comet sintió su estómago revolverse; tal vez esa malteada no había sido buena idea después de todo. Corrió en dirección al baño antes de que su cuerpo la expulsara en su habitación.
Cuando se sintió mejor, regresó a su habituación, donde Twilight aún lo estaba esperando. Comet se sentó en la cama junto ella, aun sintiendo un nudo en el estómago, pero sin nada en éste que su cuerpo pudiera volver a expulsar.
-¿Te sientes bien? –le preguntó tranquilamente, entendiendo que el potro estaba tan confundido como ella.
-Yo… Yo… -intentó continuar con su plan, pero las palabras simplemente no salían, mientras el también comenzaba a llorar por tantas emociones en "un solo" día, lanzándose a los brazos de Twilight.
Twilight le devolvió el abrazo, esperando a que el potro se calmara y así poder platicar con él. Pues en ese estado no podría decirle nada.
-Comet, no vuelvas a hacer eso –le dijo tranquilamente, mientras el potro aún sollozaba en sus brazos-. En verdad me preocupé. Sé que sólo fue un día, pero creí que no volvería a verte. Tenía miedo que te hubiera pasado algo malo –le explicó-. ¿Qué fue lo que sucedió?
Comet se tomó un tiempo para responder, pues no sabía qué hacer. Escuchar el dolor que le habían causado sus acciones, le hizo pensar que quizás sería mejor para ella olvidar todo. Sin embargo, Comet no tenía el corazón de hacerle eso, después de todo esto, Comet aún podía sentir el amor de Twilight hacia él. No podía arriesgarse a perderlo por usar ese hechizo en ella.
-Lo siento… -dijo finalmente-. Mis amigos y yo discutimos y… yo estaba tan molesto que… me fui… Me quedé dormido y cuando desperté… pensé que solo habían pasado unas horas… Perdón por haberte preocupado tanto…
-¿Discutiste con tus amigos? ¿Sobre qué? –Preguntó algo inquieta, pues ¿qué sería tan importante para que se ausentara un día entero?
-Eso no importa ya… una tontería. Creo que me di cuenta muy tarde.
-Si realmente son tus amigos, se darán cuenta al igual que tú y te perdonarán como tú a ellos. Pero huir de los problemas, nunca soluciona nada –le sugirió Twilight, creyendo entender un poco a Comet. Las discusiones son comunes en la amistad y no suelen ser nada grave, pero al ser Comet tan inexperto en ello, pudo haber pensado que esto significaría el fin.
Twilight había mordido el anzuelo. Había creído cada una de las palabras de Comet; demasiado fácil. Quien, muy a su pesar, creía que era mejor que decirle que lo habían golpeado unos potros o que lo molestaban en la escuela. Se repetía una y otra vez que todo valía la pena si Twilight era feliz creyendo una mentira que decepcionada de él con la realidad, impulsándose así a seguir con su farsa. Pero, ¿Por cuánto tiempo más?
Gracias a todos los que me siguen y les gusta tanto esta historia como a mí me está gustando escribirla. Ya saben, todo comentario o crítica es bienvenida.
Un abrazo y un beso, hasta el siguiente episodio.
