Capítulo 10. En picada.


Una y otra vez se repetía la misma historia; molestaban a Comet en la escuela, volvía a casa de mal humor y le mentía a Twilight para no preocuparla; guardándose toda su ira y resentimiento para él mismo.

Día tras día, el tiempo pasaba. Y para Comet, las cosas iban de mal en peor. Llegó un punto en el que a Rumble dejó de importarle mantener su acoso en secreto, empezando a molestarlo abiertamente. De muchas y más variadas formas que solo burlas y "pequeñas" bromas.

En muchas ocasiones, los cuadernos y pergaminos de Comet aparecían destrozados, impidiéndole entregar tareas y trabajos; sus lápices desaparecían, sus materiales terminaban hechos pedazos y sus deberes constantemente eran rayados y manchados de forma que no pudieran leerse.

En algún momento, Comet perdonó a Sweetie Belle por el altercado que tuvieron. Al observarla mejor, ella no se juntaba con Rumble; ni siquiera se hablaban, por lo que la idea de que Rumble también la había engañado ganaba fuerza. Pero nunca se lo dijo de frente.

Golpes, empujones e insultos era cosa de todos los días. Y con cada día que pasaba, los abusos iban subiendo de nivel, en especial en los recreos. Rumble disfrutaba de arrojarle pelotas, balones, barro o cualquier cosa con la cual pudiera humillarlo en frente de todos.

Sus almuerzos jamás llegaron a su boca, pues siempre terminaban en los cascos de esos tres, no sin antes proporcionarle una golpiza, teniendo ya la confianza de hacerlo frente a sus compañeros. Él solo no tenía oportunidad de defenderse, pues cada vez que lo intentaba, el tal Bull solo necesitaba un casco para tenerlo en el suelo. Y, aunque su mirada suplicaba por ayuda, ninguno de sus compañeros estaba dispuesto a ofrecérsela, algunos incluso llegaban a reírse de todo lo que le hacían. Como era de esperarse, estaba solo.

En una ocasión, la señorita Cheerilee había movido un poco los asientos de sus alumnos, quedando Comet en la fila de en medio, dos asientos detrás de Apple Bloom, quien ahora estaba hasta el frente. Pues Rumble no tardó en robarle el asiento para estar más cerca de sus amigos.

Al lado de ellos tres, cualquier cosa que dijeran Diamond Tiara y Silver Spoon o las crusaders eran mera palabrería.

En casa, las cosas tampoco iban mejor. A Comet le costaba cada vez más seguir con su farsa. Aun no acababa de recuperarse de las heridas anteriores, cuando regresaba a casa con nuevas. Sus mentiras eran cada vez menos convincentes y sus ánimos cada vez más bajos.

Pero eso no era todo, sus hábitos también habían cambiado. Con las lecciones de violín, había mejorado mucho en tan solo pocos meses, pero, en algún momento, dejó de practicar para no volver a tocar su instrumento, siendo que le encantaba, llegando a practicar a diario; dormía mucho, y por las noches, era azotado constantemente por pesadillas que no lo dejaban descansar. En un intento por ayudarlo, Twilight le pidió ayuda a la Princesa Luna, quien no pudo hacer mucho, pues decía que los sueños de Comet eran violentas tormentas, impidiéndole encontrar al potro entre tanto caos.

Comet se sentía mal todo el tiempo. Constantemente huía al lago que había encontrado, convirtiéndolo en su santuario secreto. Sin embargo, cada vez dejaba de ofrecerle el consuelo de la primera vez, ahora siendo un recuerdo más de lo miserable que se sentía en ese momento; transformándose en un lugar donde llorar en soledad.

Su apetito había disminuido. A veces saltándose la comida o la cena, o las dos juntas; tanto así, que en una ocasión Comet se había desmayado en medio de la clase por haberse saltado la cena y el desayuno, y no comer nada en el almuerzo por culpa de Rumble; semana tras la cual Rumble dejó de molestarlo por miedo a haberse excedido, pero no tardó mucho en volver a sus andadas.

Las lecciones de magia con Twilight tuvieron que ser interrumpidas también. No podía concentrarse. Sus emociones, especialmente rabia y frustración, hacían su magia errática, provocando varios accidentes al momento de intentar un hechizo. Debido a esa inestabilidad, Twilight decidió que lo mejor sería posponer las prácticas hasta que Comet estuviera mejor.

Twilight sabía que algo andaba mal. Desde hacía tiempo que notó el cambio en la personalidad de Comet. Tenía muy mal humor la mayor parte del tiempo; era muy irritable y constantemente tenía rabietas explosivas muy violentas; rara vez se le veía sonreír. Su mirada se veía triste, descuidaba su imagen personal. Tenía miedo de salir, su rendimiento escolar había disminuido mucho y ya no quería ir a la escuela.

Intentó pedir consejo a Cary, pues quizás ella sabría qué hacer. Pero todo fue inútil, la actitud de Comet era completamente nueva para ella. Incluso, la visita de Shining Armor y Cadence no sirvió de nada para levantarle el ánimo a Comet.


Ese día, cuando llegó a casa luego de uno de sus peores días, en lo único en que pensaba Comet esa recostarse y dormir. Cosa que no pudo hacer, pues, en cuanto entró al castillo, fue envuelto por una efusiva bienvenida. Lo que menos necesitaba era la compañía de otros ponies en ese momento y ahora tenía a dos extraños ahí alegando que eran sus tíos.

Comet ya estaba demasiado molesto con todo lo ocurrido ese día, pero no fue hasta que Shining Armor lo cargó y por error tocó en uno de los sitios dónde lo habían golpeado, sintiendo un intenso dolor, que el potro explotó.

-¡SUÉLTAME! ¡BÁJAME EN ESTE INSTANTE! –gritó, dejando a todos los presentes boquiabiertos, con una expresión de sorpresa y horror en sus rostros.

Shinigng Armor lo dejó nuevamente en el suelo, aun conmocionado por la reacción del potro. En cuanto sus cascos tocaron el piso, dio media vuelta y caminó rápidamente a su habitación. Odiaba a todos en ese momento, a sus compañeros de clase, a Rumble, a sus tíos por haber llegado en el momento más inoportuno, a Twilight por haberlo llevado a Ponyville, ni siquiera su vida era tan mala en el orfanato, y a sí mismo por pensar mal de ella y desquitarse con quienes no tenían nada que ver. Azotó tan fuerte la puerta, que el golpe logró escucharse por todo el castillo.

-¿Qué le sucede? –Preguntó Cadence, preocupada.

-No lo sé. Ha estado comportándose raro últimamente. Esperaba que su visita lo alegrara un poco, pero… -respondió Twilight, con tono de frustración.

-¿Has hablado con él? –volvió a preguntar Cadence.

-Lo he intentado, muchas veces. No quiere decirme. Siempre que le pregunto dice que no pasa nada, que todo está bien. Lo he intentado todo. Ya no sé qué hacer –Twilight cubrió su rostro con sus cascos, intentando ocultar la frustración que sentía.

Luego de unos minutos, los tres subieron a la habitación de Comet. Shining Armor y Cadence habían convencido a Twilight de que quizás ellos podrían hablar con él. Aunque no muy convencida, los llevó hasta ahí; qué tenía que perder, sus opciones ya se le habían agotado.

-Comet, ¿podemos hablar? –Twilight toco la puerta.

Al no recibir respuesta, volvió a tocar. Nuevamente, nadie respondió. Los tres se miraron con extrañeza y Twilight abrió la puerta.

-No está –dijo Cadence.

-¿Adónde pudo haber ido? –Preguntó Shining Armor.

-Ay no. Lo hizo de nuevo –exclamó Twilight.

-¿De nuevo? –dijeron los dos al mismo tiempo.

-Comet suele escaparse cuando está molesto, lo cual es muy seguido últimamente. No sé a dónde va, ni que hace. Suele volver para el anochecer.

Shining y Cadence se quedaron viendo la ventana por un buen rato con consternación. Poco después, Shining desvió la mirada hacia un lado del ropero.

-¿Qué es eso? –preguntó, apuntando hacia una pequeña maleta de madera cubierta de polvo.

-Es el violín de Comet –respondió Twilight-. Hace tiempo que ya no lo toca. No entiendo por qué; le encantaba hacerlo.

Los dos ponies se quedaron de visita por lo menos una semana, en la cual, no tuvieron mucho tiempo para conocer a Comet; apenas hablaba o les dirigía la mirada. Pasaba casi todo el tiempo encerrado en su habitación, en completo silencio. Ocasionalmente se le veía bajando a comer o entrando a la biblioteca, siempre cabizbajo y con ojos vidriosos.

Al final, ambos regresaron al Imperio de Cristal sin haber ayudado en nada a Comet y sin que éste se despidiera de los dos.


Hubo una pequeña mejoría durante las vacaciones de invierno, donde Comet se le veía un poco más calmado. Su humor había mejorado un poco, aún se le veía decaído, pero llegaba a sonreír en ocasiones. Pues, durante esa época, no había escuela, ni Rumble que lo acosara. Podía pasar todo el día en casa, tranquilo, lejos de todos sus problemas. Aun así, mintió diciendo que sus amigos estaban fuera del pueblo y por eso no los vería por un tiempo.

Pasaron Corazones Cálidos en Canterlot, con sus abuelos, Shining Armor y Cadence, quienes se sorprendieron al ver a Comet, pues parecía un potro diferente, muy distinto al malhumorado y gruñón potro que conocieron tiempo atrás. Haciendo creer a los tres -Twilight, Shinig Armor y Cadence- que, a lo mejor, solo había sido una faceta. Idea que se desvaneció en el momento en que terminaron las vacaciones, pues justo cuando Comet volvió a la escuela, volvió a decaer. Pero esta vez peor, pues las historias que inventaba Comet respecto a sus dolencias eran cada vez menos consistentes. Pidió consejo de algunas de sus amigas, quienes no supieron decir cuál era el problema con Comet, pues ninguna de sus hermanas actuaba diferente, se les veía tan alegres como de costumbre. Y hablar con Cheerilee había sido tan infructífero como con el resto.

El punto de quiebre llegó cuando un día, saliendo de la escuela, Comet encontró uno de sus libros tirado fuera de esta completamente destrozado; hojas rotas, el encuadernado lleno de tajos y, por si no hubiera sido suficiente, las hojas que aún le quedaban, estaban ilegibles, manchadas con la tinta que le habían robado apenas días atrás. Ese libro había sido el regalo de Corazones Cálidos que le había dado Twilight. Un hermoso ejemplar con las historias y aventuras de un astuto detective y su asistente. No había podido empezar a leerlo siquiera, y ahora, ya jamás podría.

Comet no sabía que sentir en ese instante. Sentía su corazón encogerse. Durante años, los libros habían sido sus únicos amigos y consuelo; los únicos que le hacían compañía en su soledad; los únicos que le contaban maravillosas aventuras o le enseñaban cosas nuevas sin siquiera juzgarlo y ahora ni siquiera ellos estaban a salvo de las garras de Rumble.

No muy lejos, se podían oír las risas de Rumble y los demás. Mofándose de haberle quitado lo único que le quedaba.

Destrozado, Comet salió corriendo, esta vez, no hacia su jardín secreto, sino en dirección al parque, llorando amargamente. Ahí, se quedó sentado en una banca lo suficientemente apartada para que nadie lo viera, llorando hasta que no pudo más.

Pasaron un par de horas. El calor era insoportable, pero poco le importaba a Comet. Simplemente estaba sentado en su banca, mirando a la nada con expresión indiferente. Ya se había demorado bastante en regresar a casa, pero eso ya era costumbre. Sin embargo, esta vez, realmente no quería volver. Su mente era un desastre en ese momento. Se sentía deprimido; que había llegado a lo más bajo que podía, y tener a Twilight haciéndole montones de preguntas no ayudaría en nada. Preguntándose a cada rato: ¿cómo había podido permitir que las cosas llegaran tan lejos?

Casualmente, Rainbow Dash volaba por la zona, viendo al pequeño potro sentado en soledad en aquella banca apartada de todos.

-Hola, Comet. Hace tiempo que no te veo. ¿Cómo va todo? –Bajo para saludarlo.

El potro se limitó a solo voltear a verla, con los mismos ojos inexpresivos con los que veía hacia el horizonte. Era imposible no notar lo hinchados que estaban por haber estado llorando un buen tiempo. Rainbow, al percatarse de esto, se acercó al potro con cautela, sentándose a su lado.

-¿Te encuentras bien? –Preguntó.

-Sí, estoy bien –respondió Comet con una voz apagada y llana.

Obviamente era una mentira, no se necesitaba ser Applejack para darse cuenta de eso. Al mirar más detenidamente al potro, pudo ver algunos de los raspones y moretones que tenía Comet por todo el cuerpo, siendo el más notorio, un ojo morado, difícil de no ver por su pelaje blanco.

Rainbow no estaba segura de que decir o hacer, o si le correspondía hacer algo, pues ese sería trabajo de Twilight. Pero la condición del potro y la forma en que se veían los golpes, le daban a entender que no era algo reciente y que probablemente Twilight no sabía nada al respecto, así que, finalmente se armó de valor.

-Te molestan en la escuela, ¿cierto?

Comet alzó las orejas y volteó a ver sorprendido a Rainbow, pues él no le había dicho nada. Ni siquiera Twilight sabía de ello. ¿Cómo es que Rainbow, siendo la más despistada de sus amigas, se había percatado?

-¿Cómo es que lo…? –Preguntó.

-Es difícil no verlo –respondió apuntando hacia su ojo morado-. Además, sé cómo te sientes, a Fluttershy y a mí también nos molestaban.

Comet sólo siguió mirando a Rainbow con sorpresa, pues no podía imaginarse a ella, una pony ruda y segura de sí misma, siendo molestada por otros.

-Dime, ¿qué fue lo que pasó? –le dijo Rainbow amablemente, acercando al potro a ella.

Y por primera vez, después de meses de soportar y guardarse los abusos y acoso de esos tres potros, Comet se abrió y dejó salir todo por lo que había pasado, toda la ira, angustia y tristeza que se acumulaban en su mente como una olla a presión, finalmente salían. Le contó desde cómo había empezado todo, cómo habían aumentado las cosas de nivel y cómo había llegado hasta ese punto. Recordando cada mala pasada que le había hecho Rumble, mientras Rainbow escuchaba atentamente cada palabra del potro, sorprendida de lo mucho que había soportado. Cuando por fin terminó de decir todo lo que tenía guardado, Comet se sintió mejor. Liberado. Se había quitado un enorme peso de encima.

-Ese Rumble, no puedo creer que sea un brabucón –dijo Rainbow.

-¿Lo conoces? –Preguntó Comet.

-No a él, pero conozco a su hermano, Thunderlane; es buen pony. No comprendo por qué su hermano se comporta de esa manera.

-Eso no importa… -replicó Comet.

-Aún hay algo que no entiendo. ¿Por qué dejaste de hace lo que te gustaba por ellos?

-Eran ellos o yo. Siempre estaban ahí, incluso cuando estaba en casa; jamás se iban –explicó algo decaído y frustrado-. En cualquiera de los casos, ellos ganaban igualmente.

-Sólo ganan si tú se los permites y creo que ya les has dado demasiadas ventaja. Si te rindes ahora, esto jamás terminará, serás su presa por el resto de tu vida.

-Para ti es fácil decirlo –respondió Comet con desdén.

-Claro que no, nunca es fácil, pero es algo que debes hacer.

-Pero, ¿qué puedo hacer yo?

-Ponerlos en su lugar. Demuéstrales que no eres alguien con quien deban meterse. Que entiendan que no volverán a molestarte sin que haya consecuencias.

-Son tres contra uno. ¿Has visto alguna vez a Bull? Es tres veces mi tamaño.

-Es una broma, ¿cierto? No vi ningún rastro de miedo en ti cuando decidiste asustar a tres yeguas adultas. Planeaste una de las más terroríficas experiencias en las que hemos estado, tu sólo. Tienes más fuerza de la que tú crees. ¿A cuántos potros de tu edad has visto hacer tales ilusiones? ¿Cuántos potros pueden cargar tanto peso como tú con su magia? Es más, ¿a cuántos potros de tu edad has visto que puedan usar magia?

-Pero ellos…

-Nada de "peros". Es hora de que abras los ojos y les des una lección. El único que puede permitir que alguien te dañe, eres tú. La elección es tuya. Puedes dejar que los demás se aprovechen de ti y ser su burla para siempre o puedes ponerle un fin a todo esto –dijo levantándose de su asiento, dando unos cuantos pasos.

Comet no respondió, se quedó en silencio sopesando lo que Rainbow le acababa de decir.

-Te lo dejo para que lo pienses un poco –dijo al ver lo callado que se había quedado el potro-. Debo irme, tengo que terminar mis labores climáticas. Por cierto, te contaré un secreto. Los ponies que te molestan, lo hacen porque se sienten intimidados por ti –dijo guiñándole el ojo antes de despegar a gran velocidad.

Comet se quedó sentado en su lugar, pensativo. Intentando procesar todo lo que acababan de discutir. Rainbow tenía razón. Sabía que debía hacer algo al respecto, ya había dejado a Rumble llegar demasiado lejos, pero ¿qué? Luego de meditarlo por un buen tiempo, se levantó de su asiento, cogió sus cosas y caminó decididamente hacia el castillo.

De camino, muchas cosas estaban pasando en su cabeza mientras ponía sus pensamientos en orden. Uno de ellos le causó especial gracia: de todas las amigas de Twilight, jamás esperó que Rainbow Dash fuera quien le diera apoyo emocional; tal vez Fluttershy, Rarity, inclusive Applejack, pero jamás Rainbow. Sin embargo, fue bueno que así fuera. Pensándolo bien, quizás ella era la más indicada.

-¡Ya llegué! –gritó el potro al entrar al castillo, sorprendiendo a Spike y a Twilight, pues hacía meses que el potro no anunciaba su llegada.

Sin ir a dejar sus cosas en su habitación como acostumbraba, entró directo en el comedor, donde se encontraba Twilight y Spike recogiendo la loza sucia luego de terminar de comer, y cogió una de las manzanas que había en un frutero justo en medio de la mesa.

-¿Qué hay de comer? Muero de hambre –preguntó mientras devoraba la manzana a grandes bocados.

Twilight y Spike se miraron entre ellos, confusos. Pues, aunque era bueno ver a Comet de nuevo con tanta energía, era inesperado una mejora tan repentina. En seguida, Spike caminó hacia la cocina para traer un plato de comida a Comet. En cuanto lo tuvo enfrente, comenzó a comer ávidamente, dejando el plato completamente limpio. Luego, le pidió a Spike que le sirviera más.

Twilight no pudo dejar de ver al potro que tenía frente a ella. Era alguien completamente distinto a quien era hace sólo unas horas atrás; era difícil creer que hace apenas esa mañana estaba completamente decaído. Ahora tenía una expresión severa en su rostro, sin embargo, no era una mirada de enojo o molestia, más bien, era una que denotaba resolución ¿Qué pudo haber ocurrido para generar tal cambio?

-¿Comet, te sientes bien? –Preguntó Twilight.

-Claro, ¿por qué no lo estaría? –respondió con un gran bocado dentro de su boca, cosa que Twilight dejo pasar, pues hacía tiempo que no comía bien.

-¿Sucedió algo interesante en la escuela? –Continuó, intentando averiguar que había puesto a Comet de tan buen humor.

-No, fue igual que siempre –respondió.

-¿Entonces…?

-Entonces… ¿Qué? –Preguntó Comet viendo con algo de confusión a Twilight, pues no entendía de qué estaba hablando.

-Nada... Olvídalo –dijo Twilight aún pensativa.

-¡Terminé! –Exclamó con una cara de satisfacción.

Acto seguido, dejó la loza en el fregadero y subió corriendo a su habitación y, tras mucho tiempo de dejarlo arrumbado acumulando polvo, volvió a tomar su violín y ponerse a practicar. Pero primero, tenía que afinar el instrumento; antes de dejarlo, le había aflojado las cuerdas para evitar que la tensión lo rompiera. No fue muy difícil, conocía a la perfección qué tono debía tener cada cuerda, pudiendo afinarlo con tan sólo el oído.

El tiempo sin práctica le había pasado factura. Le costaba trabajo presionar las cuerdas apropiadamente para cambiar de tono, pero todo eso lo recuperaría con en el tiempo.

En cuanto comenzó a tocar una de las melodías que había aprendido tiempo atrás con su instructor, logró recordar por qué le gustaba tanto. Los sonidos arremolinándose y trabajando juntos para formar una bella melodía capaz de provocarle diferentes sensaciones a los ponies.

Fue entonces que pensó que había sido un tonto por dejar de hacer lo que le gustaba por estar pensando en esos tres; fue ahí que por fin entendió las palabras de Rainbow Dash. Les había dado demasiada importancia. Había permitido que tomaran control sobre él y su vida, era momento de recuperarlo. Sabía que debía hacer algo al respecto, aún no estaba seguro de qué, pero en su momento lo sabría.

Estaba tan concentrado en su música y en sus propias emociones que no notó a la alicornio y al pequeño dragón que lo veían sigilosamente desde la puerta. Habían subido al escuchar de nuevo el casi olvidado sonido del violín de Comet. Esperanzados por lo que escuchaban no fuera su imaginación, abrieron lentamente la puerta de su habitación y ahí vieron al pequeño potro tocando nuevamente con el mismo entusiasmo con el que lo hacía cuando empezó sus lecciones.

Sonriendo el uno al otro por haber recuperado al verdadero Comet, cerraron la puerta lentamente para no ser escuchados y dejar al potro seguir con su música.


Gracias a todos los que apoyan mi trabajo.

Un abrazo y un beso. Hasta el próxico capítulo