Capítulo 16. El boleto extra.


El festival fue muy divertido. Terminaron yéndose a dormir a altas horas de la noche. Comet logró encontrarse con Cary nuevamente luego de bajar del escenario. Pudieron platicar con más calma que la vez pasada y, además, Comet aprovechó para presentarle a Cadance y Shining Armor. Cary estaba sumamente feliz por Comet.

Al ser ahora públicamente reconocido, muchos ponies extraños comenzaron a rodear a Comet, esperando poder hablar con él, saludarlo o conocerlo nada más. Había tantos alrededor suyo que sus compañeros no pudieron acercársele, o cualquier otro. Estorbaban para caminar o hablar con Twilight y Cary.


—¡¿Por qué no me dejan en paz?! —chilló Comet fastidiado, cerrando rápidamente la puerta del castillo detrás de él.

La paciencia de Comet ya había llegado a su límite. No solo tenía que soportar a los reporteros y demás ponies de regreso a casa o cada vez que salía a alguna parte, también a sus compañeros de clase. Cada almuerzo era perseguido por decenas de potros insistiendo en que les contara la historia de cómo había llegado a ser hijo de la Princesa de la Amistad.

La noticia de la relación entre Twilight y Comet se extendió rápidamente. Para cuando volvieron a Ponyville, no había un solo pony en todo el pueblo que no estuviera enterado. No habría sido tanto problema de no ser porque ahora eran asediados por reporteros en todas las calles, ansiosos por conocer la historia y obtener la primicia.

Reverencias y atenciones especiales por sobre otros ponies hacían sentir extraño a Comet. Lo que más incomodó fue que muchos otros ponies que él ya conocía, como los señores Cake, ahora se comportaban de diferente manera con él, como si el hecho de saber la verdad hubiera cambiado algo en su ser. De hecho, lo odiaba, pues otros ponies ahora mostraban respeto cuando antes una mirada de repulsión era lo único que le daban.

—¿Qué sucede, Comet? —contestó Twilight, curiosa de saber qué tenía al potro tan irritado.

—¿Qué más va a suceder? —replicó molesto—. Los ponies del pueblo. Todo el día me están siguiendo. No puedo hacer nada sin tener una horda de ellos rodeándome, tomando fotos y haciendo preguntas. Ya me cansé de ellos. Son como sanguijuelas.

—Solo están interesados en ti ahora que saben quién eres —dijo Twilight tratando de calmarlo.

—Están obsesionados. ¿Has visto los periódicos de esta semana? —dijo sacando uno de su alforja—. Decenas de artículos sobre mí comprando un cupcake… ¡Un Cupcake! A quién le importa de qué sabor prefiero el glaseado…

—Sé que es un poco extraño todo este cambio, yo aún no me acostumbro a todas las atenciones que me dan los ponies —empatizó Twilight con él—. Están un poco alterados porque eres la nueva noticia, ya verás que dentro de poco todo se calmará.

—Extraño se queda un poco corto —dijo sarcásticamente. Comet suspiró—. Espero tengas razón, me están volviendo loco.

—Te prometo que así será —aseguró Twilight—. Luego de mi coronación, todos los reporteros estuvieron sobre mí; dime, ¿has visto alguno preguntándome sobre ello recientemente?

—Creo que no, todo estuvo muy tranquilo hasta el festival —dijo Comet tratando de recordar.

—¿Lo ves? Todo estará bien. Solo ignóralos, así se irán más rápido.

—¿Dónde está Spike? —preguntó Comet al no detectar ningún olor a comida dentro del castillo, aprovechando también para cambiar de tema.

—Salió —explicó Twilight—. Fue a Canterlot a ayudar a las princesas con algo.

—¿Otra vez? —dijo Comet intrigado—. No hace ni una semana del festival.

—Suele suceder. Estará aquí para la noche —continuó—. Podríamos aprovechar para salir a comer algo. Conozco un restaurante donde hacen unas hamburguesas deliciosas…

—No creo que sea el mejor momento para salir a ningún lado —respondió Comet algo dudoso.

—Bueno, podría intentar cocinar algo —sugirió Twilight.

Los ojos de Comet se abrieron en sorpresa y algo de terror.

—Pensándolo bien, no es tan mala idea —respondió nerviosamente—. Sólo iré a dejar mis cosas y podremos irnos. Bajo enseguida.

Comet salió corriendo rápidamente hacia su habitación.


Por raro que parezca, él potro ansiaba ir a la escuela. La señorita Cheerilee sabía de Comet desde el inicio y siempre lo había tratado como uno más del grupo, nada de atenciones especiales y consideraciones. Y afortunadamente todo continuaba así, al menos por su parte. Le gustaría poder decir lo mismo de sus compañeros.

—No puedo creer que Comet sea hijo de Twilight —dijo Apple Bloom sentada en el salón, en su mesa, a sus amigas.

—Si lo piensas, en retrospectiva, tiene sentido –—omentó Scootaloo.

—Lo sé, es por eso que me sorprende que no lo hayamos descubierto antes —dijo Apple Bloom.

—Yo ya sabía —confesó Sweetie Belle apenada.

—¡¿Qué?! ¡¿Desde cuándo?! —exclamaron las dos al mismo tiempo, sintiéndose ofendidas por haberlo guardado en secreto.

—Después de la pelea con Rumble —respondió un poco intimidada por sus amigas—. Fueron con Rarity y los vi en la boutique. Creí que eran primos o conocidos, no pensé que fuera algo importante.

—Bueno, eso ya no importa. Ya sabemos la verdad —dijo Scootaloo.

—Hay algo que aun no entiendo —dijo Sweetie Belle pensativa—. Twilight es un año menor que mi hermana, ¿cómo es que pudo tener un potro? Es demasiado joven.

—Me adoptó —respondió una voz algo seria detrás de ellas, sorprendiéndolas.

La crusaders pegaron un brinco cuando escucharon la voz. Se giraron rápidamente hacia Comet, que acababa de entrar al salón de clases. Las miraba con indiferencia, pero en sus ojos se veían rastros de cansancio, probablemente por ser el centro de atención o haber huido nuevamente de los reporteros. Pedirles a ellas tres que dejaran el tema a un lado seria tapar el sol con un casco, estaba en boca de todos.

—Creí haber mencionado que no me gusta que hablen de mí —dijo dirigiéndose a Apple Bloom, caminando hacia su asiento.

—Es muy difícil ignorar esto —respondió la potranca—. ¿Por qué no dijiste nada?

—¿Porque tendría qué hacerlo? —dijo con indiferencia.

Apenas Comet se sentó, fue rodeado por sus compañeros de clase que estaban dentro del salón. Comenzaron a hacerle muchas preguntas, las mismas que le hacían todos los ponies del pueblo. Era de esperarse; pero había otros que intentaban simpatizar con él, esto fue lo que lo molestó. Nadie quería dirigirle la mirada cuando era un donnadie, ahora que era hijo de la princesa, todos querían ser sus amigos. Esto era justamente lo que había intentado evitar desde un principio. Ahora tenía la atención de sus compañeros, pero no del tipo que quería.

—Muy bien, alumnos, todos a sus lugares —indicó Cheerilee al entrar al salón—. Sé qué todos están sorprendidos por la noticia sobre Comet, les aseguro que todos tendrán tiempo de hablar con él en el recreo. Por ahora, volvamos a nuestras actividades normales.

Los potros obedecieron de mala gana y volvieron a sus asientos. La clase comenzó y por varios minutos la única voz en todo el salón era la de la maestra explicando sobre cómo los pegasos controlaban el ciclo del agua para que ésta llegara a todos los rincones de Equestria.

—Oye, Comet. ¿Puedo preguntarte algo? –le susurró Apple Bloom, sentada frente de él a mitad de la clase. Desde los días que había pasado en la granja de su familia, Apple Bloom sentía más confianza de hablar con él. Sabía que no la consideraba su amiga, pero al menos tampoco la veía como una enemiga. Se mostraba más abierto hacia ella, lo cual ya era un avance. Nuevamente habían cambiado de asientos, ahora Comet se encontraba en la segunda fila.

—Ya lo hiciste —dijo Comet sin quitar la vista de la pizarra o de la maestra; de por sí las ciencias le eran difíciles, si dejaba de prestar atención sería aún más problemático.

—Otra cosa —dijo Apple Bloom.

Comet asintió.

—La pony que visitaste en Canterlot, ¿quién era? —preguntó Apple Bloom muy bajo. Era difícil para ella distraerse de clase, estaba hasta el frente, Cheerilee podría verla en cualquier momento.

Aun así, varios potros alrededor de ellos lograron escucharla y disimuladamente se acercaron un poco más a ellos y dirigieron sus orejas para poder escuchar mejor, entre ellos, Dimond Tiara y Silver Spoon, sentadas a la derecha de ellos dos.

—Era Cary. Ella cuidó de mí antes de Twilight mientras viví en Canterlot —respondió sin mostrar mucho interés.

—¿Es familiar tuyo? —supuso Apple Bloom.

—No, pero podría decirse que sí. Es muy importante para mí. Por eso voy a visitarla cada vez que puedo; fue como una primera madre para mí.

—¿Por qué no lo dijiste antes? ¿Por qué el secreto? —indagó Apple Bloom.

—Mira a tu alrededor —respondió el potro.

Apple Bloom, algo dubitativa, hizo lo que Comet Dijo, en cuando dio la vuelta, el resto de sus compañeros volvió a sentarse "correctamente" con posturas algo rígidas y mirando hacia el frente, pretendiendo que no habían escuchado nada.

—Ya veo a lo que te refieres —dijo volviéndose hacia Comet.

Comet solo asintió.

—Pero ahora eres popular, cualquier potro querría estar en tu posición —aseguró Apple Bloom.

—Solo son amables conmigo ahora porque saben quién soy, no porque les agrade —dijo fríamente—. Cuando era sólo Comet sin más, nadie me dirigía la palabra. Lo único que hablaban de mí era sobre mi extraña apariencia, de lo raro que soy y lo desagradable que es estar conmigo.

—Eso no es cierto. Nosotros solo… —intentó excusarse Apple Bloom.

—No lo niegues, Apple Bloom —interrumpió Comet—. Sé lo que todos dicen de mí a mis espaldas. Todos son iguales. Ninguno intentó darme alguna oportunidad.

Apple Bloom no pudo objetar nada contra Comet. Ella junto a sus amigas había pensado todas esas cosas y más de él. Pero ¿qué otra idea podrían tener, si él mismo se comportaba de la misma manera tan desagradable de la que se quejaba? La única que aún le daba el beneficio de la duda era Sweetie Belle, y no entendían las razones del por qué. Sin embargo, también creía entender a Comet ahora mucho mejor que antes.


Tal cual como Twilight había dicho, con el tiempo las cosas fueron calmando. Cada vez menos ponies importunaban a Comet o a Twilight, pudiendo finalmente relajarse. Aunque no podía decir que todo había vuelto a la normalidad; muchos ponies continuaron comportándose como si se tratara de alguien de la realeza, haciendo reverencias o dirigiéndose a él con demasiada formalidad. Supuso que tendría que acostumbrarse a eso.

Sus compañeros no volvieron a ser tan indiferentes como antes, pero volvieron a darle su espacio, por lo menos, y ninguno era tan formal como los adultos, cosa que hacía sentirlo extrañamente cómodo entre ellos.

Las clases continuaban con normalidad. Cheerilee hablaba en frente de todos explicando con entusiasmo la lección, los ojos de los potros atentos a su maestra y los murmullos y risillas de quienes hablaban a escondidas mientras Cheerilee hablaba. Hacía calor, el sol entraba de lleno por las ventanas; el pequeño espacio y la cantidad de ponies dentro lo convertían en un horno, o eso decían los potros. Todo apuntaba a ser un día como cualquier otro de primavera.

Repentinamente, una pequeña nube de humo brillante entró por una de las ventanas llegando hasta Comet, condensándose nuevamente y, con un destello, transformarse en un pergamino, cayendo justo frente a él.

Cada potro en el salón dejo de prestar atención por ver lo extraña que era esa cosa.

—Comet, te he dicho que no uses tu magia en clase —dijo Cheerilee, molesta por la interrupción.

—No fui yo —reclamó Comet.

—Entonces ¿quién fue? —dijo Cheerilee sin creerle.

—Yo me hago la misma pregunta —Comet recogió el pergamino—. Es… de la Princesa Celestia —dijo desconcertado al ver el sello de cera Real. Cheerilee se acercó a Comet y este le mostró el pergamino. Efectivamente, la maestra pudo comprobarlo, tenía el sello de la princesa en la cera que sostenía el rollo evitando que se abriese.

—¿Por qué enviaría algo aquí? —dijo Cheerilee pensando en voz alta.

—Créame que estoy tan sorprendido como usted —concordó Comet—. Nunca me había escrito.

—Si lo envió directamente a ti, debe ser algo importante —sugirió Apple Bloom.

—No lo creo. Si fuera así, lo habría mandado con Twilight —negó Comet—. Lo leeré en el almuerzo —guardó el pergamino en su alforja.

—¿Cómo? ¿No vas a abrirlo? —preguntó una potranca que Comet no alcanzó a ver quién era.

—Sea lo que sea, puede esperar algunos minutos. Además, ya interrumpí demasiado la clase —se giró hacia Cheerilee.

Ella asintió y retomó la lección donde se había quedado, pero ahora también con la intriga por querer saber qué decía el pergamino.


—Vamos, ábrelo —insistió Diamond Tiara—. Queremos saber que dice.

—Sí.

—Ábrelo.

—Dinos. ¿Qué te envió la Princesa?

—Cielos. Están más ansiosos que yo por saber que hay en él —respondió Comet algo cansado de la insistencia de sus compañeros, no lo habían dejado terminar su almuerzo si quiera.

—Por favor, Comet. Estamos ansiosos.

Comet torno los ojos y sacó cogió el pergamino, lo desenrolló. Se sorprendió al ver que tenía algunos rayones y correcciones, no parecía algo que la princesa enviaría. Comenzó a leerlo:

"Atención a todos: Querido Comet:

Su Alteza Real de Equestria Yo, la Princesa Celestia, se complace me complazco en anunciar la Gran Gala del Galope de este año, con sede en nuestra hermosa ciudad capital de Canterlot, el vigésimo cuarto día de… Bla bla bla…

Por este medio extiende cordialmente una invitación con mucho gusto extiendo una invitación al unicornio Comet Dust más un acompañante.

Atentamente, el mensajero real.

tu amiga, la Princesa Celestia.

PD: Perdón por enviar esta carta de esta manera. Espero no interrumpir nada –algunos potros soltaron unas risas-. Spike está algo indispuesto el día de hoy. Y como hubo un poco de confusión con la anterior, decidí que sería mejor que la recibieras personalmente.

PD 2: Lamento la formalidad (protocolo)."

Dos boletos de color dorado, como si estuvieran hechos de papel de oro, cayeron al suelo cuando Comet leyó la última parte. Comet los levantó con un poco de confusión.

—Acaso oí bien. ¿Dijiste la Gran Gala del Galope? —dijo Diamond Tiara, emocionada.

—Uy, qué envidia —exclamó Silver Spoon.

—¿A quién vas a invitar? —preguntó una potranca, esperanzada.

—Sí. ¿A quién le vas a dar el segundo boleto?

—Yo… no lo sé —murmuró Comet.

—Invítame a mí —dijo una potranca.

—Yo podría ser tu acompañante —comentó otra más.

Comet no sabía qué hacer. Debía invitar a alguien. Sería descortés devolver uno de los boletos y haría a Twilight sospechar sobre su falta de amigos. Primeramente, pensó en invitar a Silver Spoon. El problema era que no la conocía lo suficiente y casi todas las veces que hablaban terminaban en una discusión, sería demasiado extraño que la invitara así de la nada. Podría levantar sospechas. Otra opción era Apple Bloom, pero no eran tan cercanos. Tampoco hablaba con otros de sus compañeros. ¿A quien podía invitar?

"A mí." "No, a mí." "Yo quiero ir." "Alguien mordió mi muffin." Era lo que todas las potrancas y algunos potros decían, mientras se acercaban cada vez más a Comet, poniéndolo incómodo.

El nerviosismo de Comet iba subiendo cada vez más mientras tenía a sus compañeros cada vez más cerca, todos queriendo el boleto extra. Volteando hacia la derecha, vio a las únicas potrancas que no estaban insistiendo, era extraño, pero en un impulso por salir de esa situación, gritó.

—¡SWEETIE BELLE! ¡¿QUIERES IR A LA GALA CONMIGO?!

—¿Yo? —dijo Sweetie Belle completamente impactada, sonrojándose un poco. Realmente era inesperado que la invitara a ella.

—Sí. Tu —confirmó Comet. Al instante, se comenzaron a escuchar ruidos de decepción por parte de los demás potros, comenzando a dispersarse

—Pues, me siento honrada, Comet, en serio —dijo Sweetie Belle apenada, aún sonrojada. Instantáneamente, algunas orejas se levantaron para seguir escuchando—. Pero mi hermana prometió llevarme este año, así que no podré ir contigo.

—¿Alguna de ustedes? —dijo Comet hacia las otras dos crusaders, con una mirada entre súplica y desesperación, sabiendo lo que vendría si no aceptaba alguna de ellas.

-Lo siento, estamos en la misma situación que Sweetie Belle –declinó Apple Bloom mientras Scootaloo sólo negaba con la cabeza.

—¿Escucharon eso? El boleto aún está disponible —exclamó una de las potrancas que se había quedado escuchando.

—Ay no —murmuró Comet, girando su cabeza con las orejas bajas para ver con terror cómo sus compañeros volvían rápidamente hacia él.

Sin que se le ocurriera otra cosa por hacer, salió corriendo con la horda de potros detrás de él, menos las crusaders, cada uno pidiendo ser el invitado de Comet.

—¡Déjenme en paz! —chilló el potro. Ya era la quinta vuelta que le daban al patio y ninguno parecía tener intenciones de desistir. Estaba comenzando a cansarse. Al pasar junto a las crusaders, recordó Canterlot y se le ocurrió una idea de cómo distraer a los demás potros y poder huir. Si funcionó allá, debería hacerlo aquí.

Comenzó a iluminar su cuerno mientras corría. Por la carrera y su mente solo pensando en el boleto, ninguno de sus perseguidores pudo darse cuenta de esto. Cuando tuvo cargado su hechizo, Comet giró rápidamente y disparó. Sólo dos potrancas fueron los suficientemente rápidas para ver que Cómet iba a hacer algo, deteniéndose justo a tiempo y ocultándose en el último momento detrás de un árbol, el mismo que Comet usaba para leer. El hechizo explotó por encima de los potros. Desafortunadamente, las crusaders estaban demasiado cerca de la muchedumbre cuando Comet lanzo el hechizo, quedando también cubiertas por una masa brillante pegajosa.

—¡OYE! —gritó Apple Bloom, enojada por tan traicionero ataque.

La explosión y el brillo aturdieron lo suficiente a sus compañeros para darle oportunidad a Comet de correr y esconderse y, como extra, estarían muy ocupados intentando quitarse la plasta brillosa de encima para continuar siguiéndolo.

—Eso estuvo cerca —dijo Diamond Tiara saliendo de detrás del árbol, completamente limpia.

—Y que lo digas —concordó Silver Spoon, también sin ningún rastro de brillantina encima.

Ambas potrancas no pudieron evitar reír a carcajadas al ver a todos cubiertos por esa baba que parecía hecha de diamantina, mientras el resto de potros las miraban animosamente, molestos de que ellas se hubieran salvado.

Volver al salón fue un momento incómodo para Comet, todas las miradas estaban sobre él y no precisamente amistosas. Cheerilee se sorprendió de ver a todos sus alumnos, a excepción de tres, cubiertos por brillantina rosada. Por más que habían intentado lavarla con la manguera del patio y mucho jabón ésta no se iba, por algo Twilight se había molestado cuando la usó en la biblioteca; lograron quitarse el exceso de encima, sin embargo, aún parecía que cada potro se había hecho un tratamiento capilar por todo el cuerpo.

Tardaron más de una semana en poder quitarse de encima todo resto del hechizo de Comet. Los únicos potros que no habían sido afectados por el mismo no podían parar de reír a costa de sus compañeros. Era divertido ver a todos esos potros desfilar por todo el pueblo con manchas de brillantina rosa. Fue bueno no ser el centro de atención por un momento. Sin embargo, esa semana Comet estuvo muy inquieto. Aún no decidía a quién llevaría a la gala y, a pesar de todo, sus compañeros no desistían, estaban empeñados en ganar el boleto, así que ahí se fue otra de las ideas de Comet. Pensó en regalar el boleto al pony que insistiera hasta el final, queda de más decir que no resultó. Las potrancas eran las más persistentes. Sabían que la gala era una oportunidad de arreglarse y lucir "hermosas" ante los ojos de los ponies más ricos y respetables de Equestria. No querían perder esa oportunidad.

—¿Por qué no invitas a Cary? —sugirió Twilight.

—Ya le pregunté —respondió Comet rendido mientras leía en el escritorio de su cuarto, apoyando su cabeza sobre uno de sus cascos—. No puede ir, tiene trabajo. Y dijo que no sería apropiado que un pony de su edad vaya de acompañante de un potro. Ni siquiera sé qué quiso decir con eso.

—¿Y qué hay de uno de tus amigos?

—Eh… Tampoco pueden —dijo desviando la mirada—. Se acaban las opciones.

—Aún falta mucho para la gala. Quien sabe, algunas cosas pueden cambiar —dijo Twilight despreocupada—. Ya encontrarás a quien darle el boleto.

—Eso espero.

Al igual que con la noticia de ser hijo de Twilight, las cosas se fueron relajando poco a poco, pero jamás se olvidaron de los boletos. Aún algunos intentaban ser los elegidos intentando hacerle favores especiales. Comet debía admitir que poder hablar y pasar tiempo con otros ponies no le desagradable del todo, aunque solo lo hicieran por razones algo egoístas; cuando todo acabara, volvería a ser como antes.

—¿Por qué no intentas dárselo a Silver Spoon? Seguro que así caerá rendida a tus cascos —le susurró Apple Bloom al oído con una mirada pícara y un tono juguetón de voz.

—Oh, cierra la boca —espetó Comet ruborizado, siendo tomado por sorpresa mientras leía en el almuerzo dándole vueltas al asunto. Desde que Apple Bloom se había enterado de ello, no dejaba de molestarlo. Por lo menos tenía el cuidado de hacerlo cuando ningún potro podía escucharla.

Apple Bloom echo a reír al ver a Comet tan sonrojado y rápidamente caminó lejos de ella con una expresión avergonzada en su rostro.

El pensar en la idea de ellos dos en la Gran Gala del Galope, bailando, mientras ella usaba un lindo y costoso vestido lo hizo sonrojarse aún más. Enseguida se sacudió el pensamiento y se dio unas palmadas en el rostro para calmarse. ¿En qué estaba pensando? Ir con ella realmente le gustaría, pero sería tomar la decisión a la ligera y Apple Bloom no lo dejaría olvidarlo nunca. Además, si Silver Spoon aceptara, lo haría solo por ser la Gran Gala del Galope, no porque realmente quisiera ir con él, de hecho, no creía que ella tuviera algún sentimiento por él.

Debía de pensarlo muy bien. Necesitaba de silencio y un lugar tranquilo en dónde meditarlo con calma y sabía perfectamente a qué lugar ir. Sus visitas se hicieron más esporádicas desde que peleó con Rumble y hacía tiempo que no le hacía una visita a su santuario secreto, pero no debió de haber cambiado mucho en tan solo unas semanas.

En las últimas ocasiones en que llegó a ir, fue para probar, ensayar y adaptarse a su nuevo violín. No el Chords, pues este lo dejaba en el castillo; había convencido a Twilight de comprarle otro, uno más barato, para poder llevarlo de viaje o a otros lugares y así evitar que se dañara el otro, por ejemplo, por si iban de visita con los abuelos o tíos. Así que ensayaba en casa con el Chords y en otros lados con éste otro.

Lo llevó a la escuela una vez, en la que la señorita Cheerilee había hecho una actividad en la que cada uno debía de mostrarles a sus compañeros algo que les gustara mucho hacer. Tocó unas melodías, esperando que les gustaran y sorprenderlos un poco. Sin embargo, tuvo el efecto contrario, lo tomaron como un presumido y engreído. De haber hecho eso ahora que tenía el boleto seguro lo habrían vitoreado hasta quedarse afónicos. Era una situación complicada. Tenía atención y ponies que lo trataban bien ahora, pero en el fondo sabía que nada de eso era cierto. Él no les agradaba. Jamás lo haría.

Una y otra vez volvía a lo mismo. No podía sacarse el boleto de la cabeza. Había muchas opciones y ninguna que lo convenciera. Silver Spoon le agradaría muchísimo, pero no estaba seguro; Diamond Tiara, sería tan catastrófico como se escuchaba, pero la opción estaba; Dinky, no la conocía bien, pero siendo de los pocos ponies con los que nunca tuvo conflicto, no estaría mal; lo mismo con Button. Esperaba que la quietud de su escondite le despejara la mente y pudiera decidir con más claridad. Pero solo logró que sus pensamientos hicieran más ruido en su cabeza.

Sin embargo, un extraño sonido llamó su atención. Se detuvo en seco. Alzó las orejas para poder escuchar mejor. Parecían voces a lo lejos. No podía entender que decían, el follaje ahogaba el sonido. No era común escuchar voces ahí, ningún pony se adentraba demasiado a esa zona. Decidió dejar su camino de lado para investigar qué y de dónde provenían.

El sonido lo guio hasta un pequeño claro. Conforme se acercaba, el sonido se hacía cada vez más nítido. Definitivamente eran voces, dos, extrañamente conocidas. Había una que otra risilla y palabras que no se entendían bien y había algo más, un sonido que no pudo identificar bien por las otras dos voces. Los responsables estaban tan solo detrás de un arbusto. Si estaba en lo cierto, vería a quienes se imaginaba ahí. Esperaba equivocarse.

Atravesó el arbusto.

-¡¿Pero qué… ¡¿QUÉ RAYOS ESTÁ PASANDO AQUÍ?!


Un capítulo cortito, pero espero que les guste.

Muchas gracias a todos por apoyar mi trabajo.

Un abrazo y un beso. Hasta el próximo capítulo.