Capítulo 17. Buenas acciones.
—¡¿QUÉ RAYOS ESTA PASANDO AQUÍ?! —gritó Comet horrorizado.
Justo detrás del arbusto estaban Diamond Tiara, Silver Spoon y Sweetie Belle. Ambas ponies estaban más que sorprendidas por ver a Comet en ese sitio, mientras que Sweetie Belle, estaba sentada en el suelo llorando. No podía creer lo que veía, mucho menos entendía que estaban haciendo esas dos ahí con Sweetie Belle.
—Ah, Comet. No esperábamos encontrarte aquí. Tan solo nos estábamos… divirtiendo. ¿Verdad Sweetie Belle? —dijo Diamond Tiara, acercádose intimidadoramente a la potranca en la última parte, haciéndola sollozar aún más.
—¿Q-qué? —tartamudeó Comet conmocionado. ¿Qué clase de diversión dejaba a un potro llorando?
—¿Por qué no te diviertes con nosotras? —lo invitó Silver Spoon—. Así podrás desquitarte de todo lo que las Crusaders te han hecho —dijo con un tono malicioso de voz.
Al oír esas palabras, Sweetie Belle dejó de llorar y se descubrió los ojos con expresión temerosa, asustada de lo que podía hacerle Comet. Entonces, este último se acercó tenebrosamente hacia ella con una expresión sombría. Haciendo que nuevamente se cubriera sus ojos, temblando de miedo, en espera de que el potro desatara su furia con ella.
Seguramente se vengará de ese almuerzo que interrumpió Rumble. No lo ha olvidado. Me odia desde entonces. Pensó presa del pánico mientras esperaba otro golpe.
En cuanto Silver Spoon dijo esa frase, Comet entendió de qué se trataba todo el asunto. No estaban jugando con Sweetie Belle. Rápidamente su rostro se ensombreció mientras comenzaba a aproximarse a las tres. No entendía por qué actuaban de esa manera. Siempre habían sido un dolor de muelas, pero ellas nunca se ensuciaban los cascos. Preferían usar trucos más rastreros o simplemente palabrería sin más. Hasta eso, Comet las había considerado un poco cobardes.
Diamond Tiara y Silver Spoon sonrieron triunfantes pensando que lo habían convencido, al mismo tiempo que Sweetie Belle se tapaba el rostro y comenzaba a llorar de nuevo temblando de miedo.
Sweetie Belle se descubrió el rostro. Temerosa, pero queriendo saber por qué no había pasado nada. Esperaba ver a un Comet furioso listo para golpearla, o algo peor. En cambio, tenía un Comet furioso, claro que sí, pero tendiéndole un casco.
Sweetie Belle no comprendía la acción del potro, pero no iba a despreciar un casco que se ofrece a ayudar. Un poco dubitativa, tomo el casco de Comet.
Inmediatamente Comet sintió el casco de la potranca, tiró de ella para ayudarla a levantarse y la colocó detrás de él.
—¿Qué creen que están haciendo? —dijo Comet una vez estuvo frente a Sweetie Belle en un tono de voz casi imperceptible.
—¿Qué? —dijeron las dos potrancas confundidas y algo nerviosas, pues no pudieron entender lo que el potro dijo.
—¡¿Qué creen que están haciendo?! —gritó Comet, dejando salir su enojo finalmente—. ¡¿Acaso les parece gracioso?!
—¡Sólo nos estábamos divirtiendo! —respondió Silver Spoon, sintiéndose algo asustada por la mirada de Comet.
—¡¿Divertido?! ¡¿A eso llaman diversión?! —dijo Comet aún más furioso—. ¡Sí empiezo a hacerles lo mismo a ustedes, ¿también sería divertido?!
—¡Tú no eres nadie para reclamarnos! —respondió fieramente Diamond Tiara al ver que no había funcionado—. ¡No eres mejor que nosotras! ¡Has hecho peores cosas por menos!
—¡Has sido el peor bravucón que ha tenido esta escuela! ¡Así que deja de ser tan hipócrita! —añadió Silver Spoon.
—¡Yo solamente les di el mismo trato que ustedes me dieron desde que llegué a esta escuela! ¡Jamás di el primer golpe! ¡Ustedes lo hicieron! ¡Una y otra vez durante meses! ¡¿Creen que me gusta golpear a los demás?! ¡No soy como ustedes! —dijo Comet temblando del enojo.
Mientras tanto, Sweetie Belle veía a los tres desde atrás de Comet, esperando que en cualquier momento comenzara una verdadera pelea. No pudiendo ignorar las palabras de Comet. Sin quererlo, había confesado algo muy importante.
—¿Qué les hizo ella para que la traten de esa forma? —les retó Comet.
—Ese no es asunto tuyo —bramó Diamond Tiara.
—¿Por qué estas de su parte? Queríamos ayudarte. Te dimos la oportunidad de vengarte de las Crusaders — dijo Silver Spoon reclamó como último recurso.
—¡No quiero vengarme de las crusaders! ¡Lo único que he querido desde que llegué a este horrible pueblo es que me dejen tranquilo! —el cuerno de Comet comenzó a brillar y a sacar chispas—. ¡Y aunque quisiera vengarme de ellas, me trajeron a la más inocente de las tres! —dijo Comet, sorprendiendo a Sweetie Belle—. Ahora, si saben lo que les conviene, es mejor que se vayan de aquí antes de que haga algo de lo que me arrepienta.
—¡¿Quién te crees que…?! —intentó decir Diamond Tiara no queriendo verse intimidada.
—Dije, ¡LARGO! —gritó al momento que lanzaba un hechizo que apunto hacia un árbol haciendo estallar su corteza y quemando gran parte de este—. ¡FUERA DE AQUÍ! ¡AHORA!
Esto fue suficiente para amedrentar a las dos potrancas, que prefirieron huir de vuelta al patio escolar con expresiones de enojo y miedo en su rostro. Mientras tanto, Comet intentaba calmarse, cosa que logró cuando Sweetie Belle colocó su casco sobre su hombro. Aun lloraba, pero notoriamente menos. En su rostro podía verse preocupación.
—¿Estas bien? —preguntó Comet, ya más tranquilo, pero en un tono que denotaba que seguía molesto.
—No… —expresó Sweetie Belle, mientras volvía a sentarse en el suelo. Sostuvo su frente con sus cascos y volvía a dejar salir el llanto—. Me duele…
—¿Qué te duele? —preguntó algo preocupado, levantando uno de los cascos de Sweetie Belle para poder ver.
El rostro de Comet rápidamente se llenó de horror. El casco de Sweetie Belle estaba manchado de rojo y un hilito de sangre escurría por la frente y rostro de la potranca, mezclándose con sus lágrimas, cayendo hasta manchar el suelo y parte de su pelaje. Sin embargo, lo que dejó en shock al potro fue ver de dónde brotaba la sangre. El cuerno de Sweetie Belle estaba roto.
Volteando hacia donde se encontraba Sweetie Belle antes de apartarla de esas dos, barrió con la vista el suelo, lleno de hojarasca y algo de césped. Los encontró. Varios fragmentos del cuerno fracturado de la potranca.
—Debemos ir con la señorita Cheerille ahora —indicó Comet asustado.
Tomó todos los fragmentos que pudo encontrar con su casco y sin siquiera advertirle, los metió en la boca de la potranca, que hizo un quejido de sorpresa, que bien pudo ser un grito, y algo de asco por la repentina acción de Comet.
—No te los tragues y no los muerdas —le ordenó Comet y tomándola de un casco, comenzó a correr tirando de la potranca de regreso a la escuela.
Sus compañeros se sorprendieron al ver a los dos potros salir corriendo de entre los arbustos de la arboleda a la que tenían prohibido ir. Ambos se veían con expresión de haber visto un fantasma, expresión que terminaron compartiendo entre algunas otras de consternación, en especial las otras dos crusaders, al ver el rastro de sangre que dejaban a su paso.
—Necesito esto —dijo Comet, arrebatándole un cartón de leche que una de sus compañeras había llevado y estaba punto de beber.
—¡Oye! —gritó indignada la potranca al ver su almuerzo robado tan descaradamente.
Sin embargo, no pudieron preguntar o decir nada, pues, en cuanto ambos entraron al salón, Comet cerró la puerta con llave. Ahora solo les quedaba ver que estaba pasando por las ventanas. Los potros se aglomeraron rápidamente alrededor de ellas, cada uno queriendo algunas respuestas. Entre ellos, Apple Bloom y Scootaloo quienes luchaban más ávidamente por estar al frente de todos. Su amiga estaba con Comet. Uno de los dos estaba herido y dado que Sweetie Belle no era alguien que se diga violenta, era lógico pensar qué había pasado. La reputación que tenía Comet también le jugaba en contra.
—¡Señorita Cheerilee! ¡Necesito ayuda! —exclamó Comet al entrar al salón.
—Comet, ¿qué está sucediendo? —preguntó Cheerilee alarmada.
—Sweetie Belle… Su cuerno está roto —dijo mientras buscaba un recipiente entre las cosas de sus compañeros.
—Oh no —exclamó la maestra—. Debemos llevarla al hospital.
—No hay tiempo. Debemos actuar ahora antes de que sea tarde —dijo Comet revisando dentro de una de las alforjas de sus compañeros.
—¿Tarde para qué?
—¡Aja! —exclamó victorioso sacando un pequeño recipiente donde probablemente hubo algo de comida antes—. El cuerno de un unicornio es muy sensible. Sí no hacemos algo ahora, sanará mal y no podrá usar magia después —dijo con preocupación, vaciando la leche en el recipiente—. Escupe… —le indicó a Sweetie Belle.
La potranca escupió todos los fragmentos de su cuerno en el recipiente que le estaba tendiendo Comet.
—¿Y qué esperas que pueda hacer? Jamás he curado un cuerno roto —dijo Cheerilee asustada.
—Yo sé cómo se hace —afirmó Comet—. Nunca lo he hecho, pero el libro de Twilight explicaba todos los pasos. ¿Dónde está el botiquín? Necesito antiséptico, gasas, adhesivo médico y vendas —indicó.
—Está en la gaveta, al lado de mi escritorio —señaló Cheerilee—. Pero solo encontraras banditas y algunos desinfectantes. Solo tenemos material para heridas menores.
—¿Miel? —preguntó Comet desesperadamente, abriendo el botiquín. Cheerilee Tenía razón. No había más que material para raspones y algun golpe menor.
—Sí, en mí escritorio.
Comet comenzó a sacar varias cosas que necesitaba, un paquete de gasas, una botella con un antiséptico, un pequeño paquete con algo que parecían sales y un saquito lleno de algunas hierbas.
Luego de lavarse los cascos, Comet se apresuró a limpiar la herida de Sweetie Belle. Por desgracia, ésta había parado de sangrar.
—Sujétela bien; no deje que se mueva y aleje sus cascos de su cabeza —le indicó Comet a Cheerilee.
La yegua sentó a Sweetie Belle entre sus cuartos traseros, sujetando a la potranca con sus brazos, rodeándola para evitar que pudiera moverse demasiado.
Entonces, Comet cogió un hisopo y un abate lenguas para comenzar a raspar la herida de Sweetie Belle, quitar el coagulo que se había formado y así hacerla comenzar a sangrar de nuevo. Sweetie Belle comenzó a moverse intentando evitar que Comet le tocara la herida, le dolía mucho, pero la maestra la tenía bien sujeta que no pudo hacer mucho.
Una vez hecho eso, con una gasa embebida en el antiséptico, comenzó a limpiar la herida y a retirar cuanta suciedad hubiera caído en ella.
Aunque Sweetie Belle sabía que solo intentaba ayudarla, para ella era una tortura. Ya era dolorosa la herida por sí misma, el cuerno de un unicornio era muy sensible, y cada vez que el potro lo tocaba sentía una punzada eléctrica que se extendía por toda su cabeza, haciendo que las lágrimas volvieran a brotar.
Fue entonces que Cómet puso un poco de las hierbas en un plato que había sacado de otra de las alforjas de sus compañeros y comenzó a machacarlas con una cuchara. Acto seguido las mezcló con un poco de esas sales extrañas y por último agregó un poco de miel, creando así una clase de pasta verdosa muy viscosa y olorosa.
Comet cogió los fragmentos de su cuerno de la leche y los colocó sobre una gasa limpia. Con un abate lenguas, colocó cuidadosamente una delgada capa de la mezcla que había hecho sobre el cuerno sangrante de Sweetie Belle, quien aún lloraba.
La potranca cerró los ojos cuando Comet se acercó a ella, pensando que nuevamente se avecinaba el dolor. Sin embargo, al contacto de la mezcla con el cuerno, no hubo punzada. No disminuyó el que ya sentía, pero tampoco aumentó. Podía tolerarlo un poco.
—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó finalmente Cheerilee. Ahora que la potranca estaba más calmada, podía indagar un poco—. ¿Cómo es que Sweetie Belle se…
—Estábamos jugando… —respondió Comet rápidamente para no darle tiempo a Sweetie Belle de hablar—. Estábamos corriendo; Sweetie Belle tropezó y se estrelló contra un árbol.
—¿Es cierto eso, Sweetie Belle? —preguntó la maestra, no del todo convencida. No quería desconfiar de Comet, pero sabía que no solía jugar con otros potros, ni siquiera en las actividades que ella hacía. De hecho, no recordaba haberlo visto alguna vez jugando con alguien más. Comet tampoco era un potro agresivo, la única vez en que se había metido en alguna pelea fue con Rumble y de eso ya hacía uno meses. No creía que Comet fuera el culpable, pero sabía que había algo más ahí.
La potranca estuvo a punto de desmentir a Comet, pero una mirada de éste fue suficiente para detenerla y hacerla replantearse su respuesta. Finalmente, la potranca confirmó la historia de Comet, sin saber por qué había mentido o por qué le había seguido la corriente. Supuso que era porque diría que estaban en la arboleda. Ningún potro debía entrar ahí. Si delataba a ellas dos, estaría metiendo a Comet en problemas. No podía hacerlo. Se lo debía después de haberla rescatado. Cheerilee se conformó con la historia, aun teniendo sus dudas al respecto.
Uno por uno, Comet fue recolocando los fragmentos del cuerno de Sweetie Belle. Era como armar un rompecabezas con piezas muy pequeñas. Cabe resaltar que todo lo estaba haciendo con sus cascos; en ningún momento usó su magia en lo que duró. Fue muy tardado. Comet había dejado de usar mucho sus cascos desde que aprendió a usar magia por lo que ya no era muy diestro con ellos.
En cuanto a Sweetie Belle, tenía la mirada fija en Comet. No podía creer que no le guardara rencor. Todo ese tiempo pensó que la odiaba por lo ocurrido con Rumble desde ese almuerzo. Pero, por lo que dijo en la arboleda, todo indicaba que no la culpaba de nada. Estaba sorprendida de la sinceridad que había mostrado frente a Diamond Tiara y Silver Spoon. Pero, al parecer, Comet no se había dado cuenta de lo que había dicho. Ella sabía que Comet no era tan malo como parecía, lo había visto, durante ese mismo almuerzo que Rumble arruinó. Aunque fue por un tiempo muy corto, en sus ojos pudo ver felicidad y dicha. Le agradaba que alguien le hablara y se interesara en él. Una expresión muy diferente a la aburrida y algo recelosa que mantenía casi a diario.
Después de mucho tiempo, pudo volver a ver esa parte del potro que ocultaba tras su fachada de indiferencia. Ahí, justo en frente de ella, podía ver que era un potro sensible que se preocupaba por los demás; que le importaban.
Todos esos pensamientos le hicieron olvidarse momentáneamente dónde se encontraba. No podía dejar de mirar al potro que se había arriesgado por ayudarla; que había dejado atrás su pantalla tan solo para salvarla. El verdadero Comet. Un pequeño rubor comenzaba a formarse en sus mejillas mientras veía al potro con ojos soñadores.
—¡¿No hay vendas?! —exclamó Comet, sacándola de sus ensoñaciones.
—Lo siento, se terminaron la semana pasada, cuando Peachy Pie se lastimó en el columpio —se lamentó la maestra—. El concejo aún no nos ha entregado nuevas.
—Me lleva… —exclamó el potro.
—¡Comet! —lo reprendió la maestra, imaginándose la mala palabra que estuvo a punto de decir—. Cuida tu lenguaje.
—Ahora que voy a hacer. Necesito un vendaje o nada de lo que hice servirá —dijo preocupado.
Por primera vez desde que entró al salón, Comet utilizó su magia para levantar todas las alforjas de una vez y voltearlas para vaciar su contenido. Había muchos papeles, lápices y demás cosas que los potros llevaban a la escuela esparcidos por el suelo, pero nada que le fuera útil. ¿Por qué sus compañeros no usaban nada de ropa? A estas alturas cualquier tela sería útil.
Espera… Ropa. Eso era. Rápidamente, deshizo su corbata de moño y se quitó su ropa de encima. Desgarró una parte de su chaleco, no era lo ideal para cubrir el cuerno de Sweetie Belle, pero peor es nada. Envolvió suavemente el cuerno de la potranca teniendo cuidado de no mover ninguna pieza de su lugar. Una vez terminó, cogió su pajarita y se volvió hacia Sweetie Belle.
—Será mejor que muerdas esto —le dijo algo nervioso, poniéndole su corbata dentro de la boca. Ese era el último paso; el más crucial. Si lo hacía mal, todo se iría al drenaje—. Señorita Cheerilee, sosténgala firmemente. No debe moverse.
La maestra se puso nuevamente en posición, aferrando a Sweetie Belle con sus patas, preparada para cualquier cosa.
—¿Qué es lo que vas a…? —preguntó nerviosamente Sweetie Belle.
No pudo terminar su pregunta. En el momento en que Cheerilee sostuvo a Sweetie Belle, Comet cogió el extremo del "vendaje" y tiró de el con fuerza, ajustándolo y apretándolo en torno al cuerno de la potranca. Las palabras de la potranca se vieron reemplazadas instantáneamente por un gritó mezclado con llanto, ahogados por la pajarita de Comet que estaba mordiendo con fuerza, mientras se movía involuntariamente por el dolor que sentía. Cheerilee tuvo muchos problemas para mantener a la potranca quieta. Una vez estuvo bien ajustado, Comet le dio las últimas vueltas al cuerno de Sweetie Belle y aseguró el vendaje.
—Con eso debería bastar —dijo con un suspiro, sentándose en el suelo, agotado por lo estresante de la situación. Mientras tanto, Cheerilee intentaba tranquilizar a la potranca.
—¿Ella estará bien? —preguntó Cheerilee.
—En teoría. Eso espero —respondió el potro algo pensativo.
—¿En teoría? Comet, ¿funcionará o no? —preguntó Cheerilee con más insistencia.
—No estoy seguro —se lamentó Comet—. El libro decía qué hacer, pero nunca había tenido que reparar el cuerno de alguien. De todas formas, si no hacíamos nada, Sweetie Belle podía perder su cuerno.
—¿Es un 50/50? —asumió Cheerilee.
—Me temo que es más un 70/30 —dijo Comet con una nerviosa sonrisa—. Será mejor llevarla al hospital, ahí podrán decidir eso mejor que nosotros.
—Terminaré las clases por hoy —señaló Cheerilee—. Tal vez quieras tomar algo de aire fresco. Debo enviar algunos mensajes —le sugirió.
Comet asintió. Recogió lo que quedaba de sus ropas, las metió en su alforja, cogió su libro y se dirigió hacia la puerta.
En cuanto abrió la puerta, todos los potros se aglomeraron en ella intentando entrar para ver qué había pasado, pero Cheerilee les dio la indicación de permanecer en el patio. Algo frustrados, se dieron la vuelta, viendo ahora hacia Comet, que sorprendentemente no tenía su típica vestimenta puesta. Para muchos, si no todos, era la primera vez que lo veían sin ella.
Sus cascos estaban manchados de sangre que había intentado lavar, su cabello algo despeinado y su mirada se veía cansada. Él sabía qué había pasado, pero nadie se atrevía a preguntarle. Si le había hecho eso a Sweetie Belle, una potranca muy tranquila, no querían saber qué les haría a ellos.
Una ambulancia llegó. Comet se acercó curioso de saber que pasaría ahora. Un par de ponis con uniformes de color azul oscuro entraron al salón con una camilla, saliendo a los pocos segundos con Sweetie Belle sentada en ella. Sostenían una conversación con Cheerilee que no pudo escuchar completa.
—Entonces, se golpeó contra un árbol —quiso confirmar el pony.
—Hasta donde sé, sí —respondió Cheerilee.
—Algo más que pueda decirnos al respecto —interrogó intentando obtener toda la información posible.
—Lo siento, es todo lo que me dijeron los potros.
—De acuerdo —asintió el paramédico—. Una cosa más. Tomó buenas acciones. Muy pocos saben qué hacer con un cuerno roto; hizo un buen trabajo.
—Gracias. Pero yo no lo hice —negó amablemente Cheerilee.
—¿Quién fue, entonces?
—Él —señaló a Comet, quien obsevaba toda la escena con curiosidad y preocupación—. Comet —le hizo un ademán para que se acercara.
—Debo felicitarte, niño —lo alabó el pony—. Es posible que hayas salvado su cuerno. Debes sentirte orgulloso.
Comet solo asintió con una ligera sonrisa, un poco más tranquilo por saber que había hecho las cosas bien, pero aún estaba preocupado por Sweetie Belle. ¿Habría sido suficiente?
Cuando se fueron, caminó de vuelta a su árbol, más para relajarse que otra cosa y alejarse del ruido. Dejando a los adultos hablar. Al pasar junto a las verdaderas culpables, sólo des dio una mirada fugaz, pero hasta eso bastó para que ambas bajaran la cabeza avergonzadas. A medio camino, dos potrancas lo interrumpieron. Quienes más iban a ser que las dos mejores amigas de Sweetie Belle. Apple Bloom y Scootaloo. Quienes no se veían muy alegres. Lanzándole una inquisidora mirada a Comet.
—¿Qué le hiciste a Sweetie Belle? —preguntó Apple Bloom muy enojada.
—Salvé su cuerno, ¿no escucharon? Sólo la ayudé —respondió directo y al grano, no estaba de humor para discutir.
—Claro, después de lastimarla, ¿no es así? —lo acusó Scootaloo.
—Por supuesto que no —dijo Comet, ahora también molesto. Siempre algo malo ocurría, él debía tener la culpa. Estaba harto.
—Da la casualidad que Sweetie desaparece y luego salen los dos del bosque y Sweetie Belle está herida. ¿Crees que somos tontas? —apuntó Apple Bloom, intentando que Comet confesara.
—¿Realmente quieres que te responda? —dijo con hastío.
—Más te vale decirnos que estabas haciendo con Sweetie Belle o te juro que… —amenazó Scootaloo poniéndose cara a cara con Comet.
Tranquilamente, Comet apartó a la potranca con su casco, dejando a esta sorprendida y aún más molesta por no haberlo hecho retroceder ni un poco.
Comet sabía que debía decir algo antes de ellas perdieran el control. Dio un suspiro de cansancio y tornó los ojos dispuesto a hablar, poniendo nerviosas a ciertas potrancas que se encontraban escuchando la conversación a una distancia prudente para que no se dieran cuenta de su presencia.
—Estábamos jugando… —dijo finalmente.
—¿Q-qué? —dijeron las dos crusaders al mismo tiempo, confundidas.
—Estábamos jugando. Sweeetie Belle tropezó y se golpeó contra un árbol. La traje hasta aquí e intenté salvar su cuerno. Es todo —dijo corto y conciso, no quería dar detalles para evitar errores en un futuro.
—Eso no puede ser cierto —aseguró Scootaloo—. Tu no juegas con nadie. Nadie creerá esa historia. ¿A quién intentas engañar? —dijo ferozmente, hiriendo un poco los sentimientos de Comet. Pero era cierto, él no jugaba con nadie, pero no por las razones que creían.
—Exacto. ¿Crees que alguien creerá es historia? —concordó Apple Bloom.
—Lo ven, sabía que no me creerían. Me crean o no, eso no importa. Sweetie Belle lo confirmó —afirmó Comet sin importancia.
—Eso no puede ser posible —dijo Scootaloo, incrédula—. Estás mintiendo.
—Pregúntenle entonces —retó ahora Comet—. Estábamos jugando. Esa es mi historia y me apego a ella —dijo mirando directamente a los ojos a las dos.
Acto seguido, apartó de un empujón a las dos y siguió su camino hacia su árbol sin volver a dirigirles la mirada mientras ellas observaban iracundas al potro alejarse.
—Fui una tonta al creer que eras diferente. No has cambiado nada. Sigues siendo el mismo desalmado e insensible potro que conocimos —gritó furiosa Apple Bloom.
—Más vale que te cuides. Te estaremos vigilando, ¿me escuchaste? Descubriremos la verdad. Y lo lamentarás —amenazó Scootaloo.
Las dos potrancas que estaban escuchando, no podían creerlo. Comet las había encubierto y, en cierta forma, defendido de la furia de las crusadsers. Eso, en lugar de hacerlas sentir mejor, hizo todo lo contrario. Ahora toda la culpa caía en el potro que no había hecho nada más que salvar a Sweetie Belle de ellas.
El compañero del pony paramédico, le indicó que ya debían irse, así que ambos se pusieron en marcha rápidamente hacia el hospital. Pero antes de que pudieran avanzar, todas las miradas se dirigieron a la pony que venía bajando por el camino.
—Princesa Twilight, ¿qué está haciendo aquí? —preguntó extrañada Cheerilee.
Todos los potros, a excepción de Comet, que sólo levantó la mirada, hicieron una reverencia. Eso sólo hacía crecer más la frustración de las crusaders. Acusar al hijo de la princesa sin pruebas era una falta muy grave. Debían descubrir la verdad, antes que nada.
—Derpy fue a verme. Me dijo que había un problema en la escuela y que me necesitaba urgentemente —explicó Twilight—. ¿Comet está bien? —preguntó algo preocupada.
—Esa yegua —exclamó Cheerilee. Debió haberlo sabido—. Lamento haberla hecho venir hasta aquí, princesa. Le dije que buscara a Rarity.
—No se preocupe. Pero, ¿qué está pasando aquí? —preguntó al ver a los paramédicos cerrar las puertas de la ambulancia para llevarse a Sweetie Belle.
—Sweetie Belle tuvo un accidente y se lastimó. Comet la ayudó y la trajo conmigo. Derpy pasaba por la zona. Le pedí que trajera ayuda y a Rarity. Ahora debo ir a buscarla, pero no puedo dejar a mis estudiantes solos.
—Yo puedo ir a buscar a Rarity —se ofreció Twilight.
—Eso sería de mucha ayuda. Gracias princesa —dijo Cheerilee, aliviada.
—Me preguntaba si podía llevarme a Comet conmigo —preguntó Twilight.
—Eh… Sí. Daré por terminadas las clases. Además, se merece un descanso —respondió un poco más tranquila.
—Gracias —dijo amablemente—. ¡Comet! Hora de irnos.
El potro alzó la vista. Al ver a Twilight junto a Cheerilee, se levantó, recogió sus cosas del salón y se marchó junto a ella, bajo la pesada mirada de las dos crusaders, que no le quitaban la vista de encima ni por un segundo; y la cautelosa y vacilante mirada de otras dos potrancas escondidas detrás de la muchedumbre.
—¿Qué fue lo que pasó, Comet? Parece que fue un día algo agitado —Twilight intentó averiguar en qué estaba metido Comet en todo el asunto. Esperaba que en nada malo y obtener más detalles para cuando llegara dónde Rarity.
—Estábamos jugando —comenzó a decir nuevamente su relato, no estaba seguro si debía decirle la verdad a Twilight, ya le había mentido numerosas veces, pero en este caso era diferente. No se trataba de él. El problema era que ya le había dicho lo mismo a Cheerilee. Si le decía algo diferente podría meterse en problemas—. Sin darnos cuenta, entramos en la arboleda. Sweetie Belle estaba corriendo y se estrelló contra un árbol; se golpeó fuerte en la cabeza y su cuerno se rompió. La llevé rápido con la señorita Cheerilee y la ayudé a reconstruirlo.
—¿Y qué pasó con tu ropa?
—No había vendajes, tuve que improvisar un poco.
Twilight noto en la voz del potro que había algo que no le estaba diciendo. Algo le decía que Comet no estaba siendo completamente honesto, pero no sabía qué. Había verdad en sus palabras, aunque era difícil deducir que cosas eran verdad y qué otras eran falsas.
—Bienvenidas a la Boutique Carousel… —saludó amablemente Rarity, al escuchar la puerta de su casa abrirse—. Oh, Twilight, vaya sorpresa… y Comet… creí que estarías en la escuela —miró al potro algo confundida, pero luego observó las manchas en su pelaje y cascos y que no tenía puesta la ropa que le había hecho. Jamás se la quitaba—. Un momento… ¡¿Peleaste de nuevo?! —Exclamó dramáticamente.
—No, no es lo que crees… —se defendió Comet.
—Ya habíamos discutido este asunto la vez anterior, Comet. Un potro de tu clase no puede comportarse como un vil rufián —siguió Rarity sin escuchar al potro—. Estoy muy decepcionada de ti. Creí que lo habías entendido.
—Si tan solo me dejaras explicarte… —intentó de nuevo.
—…Como hijo de la princesa, debes mantener el porte y la elegancia en todo momento. ¿Dónde está tu ropa? —preguntó sin esperar una respuesta—. Seguramente la arruinaste nuevamente comportándote como un salvaje…
—¡Rarity! ¡¿Quieres callarte y escuchar?! —gritó Comet fastidiado. Si había algo que le molestara más que Rumble, era que no lo dejaran hablar cuando tenía algo importante que decir.
El grito de Comet dejó a Rarity perpleja, pero cumplió su cometido; dejó de hablar para voltear hacia el potro. Aún algo molesta, decidió escuchar lo que el potro tenía que decir, aunque estaba dispuesta a escuchar excusas.
—No me he peleado —dijo directamente, aunque al parecer la yegua no estaba muy convencida.
—Debes creerle, Rarity. Esta es una situación muy distinta —intervino Twilight al ver la expresión de su amiga. Dándole la oportunidad a Comet de relajarse, pues cuando se molestaba no era precisamente muy cuidadoso en sus palabras, así que sería mejor que ella hablara. Twilight dio un suspiro, no sabía qué palabras usar o cómo empezar a explicar para que fuera más sencillo para las dos. Decidió que decirlo directamente sería lo mejor—. Sweetie Belle sufrió un accidente hoy en la escuela… Lo siento.
—¿Q-qué? —dijo Rarity, apenas perceptible. En cuanto mencionó su nombre, todo su enfado se desvaneció. Su rostro volvió plano; no había ningún rastro de sentimiento o emoción en él y palideció, si es que era posible verlo a través de su pelaje blanco.
—Comet y Sweetie Belle estaban jugando cuando se estrelló contra un árbol. Comet me dijo que se fracturó el cuerno… —volteó a verlo. Comet asintió.
—La señorita Cheerilee y yo logramos reconstruirlo —añadió Comet, pensando que eso podría aliviar un poco la preocupación de Rarity.
—Se supone que Derpy iba a venir a avisarte, pero es su lugar fue al castillo —le explicó Twilight—. Sweetie Belle está bien, la llevaron al hospital. Es por eso que vinimos a avisarte.
Lo que sucedió después, fue difícil de recordar. Todo se había movido demasiado rápido; hasta donde Comet puede recordar, ellos ya estaban de camino al Hospital de Ponyville junto a Rarity, muy preocupada. En un parpadeo, ya estaban ahí.
Justo al llegar ahí, Rarity pidió saber el cuarto dónde estaba su hermanita y rápidamente llegaron gracias a las indicaciones de la asistente, pues el lugar era un laberinto y uno podría perderse fácilmente si no lo conocía. Justo afuera de la puerta, había otras dos potrancas esperando con caras de preocupación, pero con un lenguaje corporal algo arisco. Qué otras iban a ser más que Apple Bloom y Scootaloo, las mejores amigas de Sweetie Belle, a quienes les habían negado visitarla hasta que un pony mayor llegara.
Giraron sus cabezas al escuchar que alguien se acercaba. ¡Qué suerte! Rarity había llegado. Finalmente podrían ver a su amiga. En su rostro se dibujó una pequeña sonrisa de alivio y algo de felicidad; expresión que se esfumó al momento que fijaron la vista en Comet, cambiando su actitud a una más hostil, algo que ni Rarity o Twilight no notaron debido a que estaban concentradas en un asunto más importante. Comet ni se inmutó por ellas dos. A pesar de la amenaza que le habían hecho hace rato, realmente no había ninguna culpa sobre él, por lo que terminó ignorándolas.
Luego de hablar un poco con una enfermera, de lo que Comet solo pudo alcanzar a escuchar que Sweetie se encontraba descansando o durmiendo, Rarity entró sola al cuarto. El resto se quedó afuera esperando. Comet, como era costumbre, se sentó a leer. Sería fácil, el hospital era bastante silencioso, así que concentrarse no sería ningún problema. O eso creyó. Algo no lo dejaba relajarse como quisiera; fieles a su promesa, las crusaders no le quitaban el ojo de encima a Comet. Sentía su pesada mirada llena de rencor cayendo sobre él, incomodándolo lo suficiente para que no pudiera disfrutar de su libro.
—Voy por algo de beber —dijo Twilight, algo cansada por haber corrido todo el camino persiguiendo a Rarity—. ¿Quieres algo, Comet?
Comet asintió con la cabeza, sin apartar su vista del libro haciendo todo lo posible por concentrarse.
Sin embargo, en cuanto Twilight se fue, Comet se dio cuenta del error que había cometido. Debió de haberla acompañado, ahora estaba a solas con esas dos potrancas con las que no estaba en la mejor situación en ese momento. Sin importar que tan nervioso se encontraba, mantuvo la compostura y una apariencia serena, solo así podría evitar que ellas dos se aprovecharan de ello.
—Sí que tienes agallas de venir aquí —dijo fríamente Scootaloo.
—Las tendría si tuviera alguna culpa sobre mí —respondió intentando sonar desinteresado.
—Pagarás por lo que le hiciste a Sweetie Belle —reiteró Apple Bloom.
—¿Qué van a hacerme? ¿Golpearme? —dijo Comet intentando mostrar más valor del que sentía—. No creo que puedan hacer nada que Rumble no me haya hecho ya.
—Sabemos la verdad… —aseguró Scootaloo—. Se la diremos a todo el mundo.
—¿Qué verdad? —Comet arqueó una ceja.
—Que tú lastimaste a Sweetie Belle, por supuesto —aseguró Apple Bloom—. Así todos verán el monstruo que eres.
—¿Basado en qué? ¿Con qué pruebas? No tienen ninguna evidencia. De lo contrario no estaríamos teniendo nuevamente esta conversación —dijo Comet muy molesto; odiaba esa palabra. Monstruo. Desde que recuerda, oía a los ponies llamándolo de esa forma poco después de rechazarlo—. Es mi palabra contra la suya y, hasta ahora, la mía es la más creíble.
—Por ahora. Eras el único con Sweetie Belle en ese momento. Y… —dijo Scootaloo, siendo interrumpida por Twilight, quien acababa de llegar. Había sido muy rápido.
—Solo tenían agua —Twilight regresó con algunas botellas—. También traje para ustedes, niñas.
—Gracias, Twilight —dijeron los tres al mismo tiempo, pero sin emoción alguna. Notando la tensión en el ambiente, Twilight les dijo que Sweetie Belle estaría bien, que no había razón para preocuparse, asumiendo que esa era la razón del aura negativa que se cernía sobre ellos.
Unos cuantos minutos después, Rarity salió de la habitación.
—Parece que no fue tan grave —dijo Rarity aliviada cuando salió—. Comet hizo un buen trabajo ayudándola. Le dije muchas veces a esa potranca que tuviera cuidado. Comet, tú también debiste estar más atento. No deben jugar en esa arboleda. Es peligroso.
—¡¿Ay, es en serió?! —gritó Scootaloo. No podía creer lo que escuchaba. Se quedó algo paralizada al ver que ahora Twilight y Rarity la veían fijamente, algo desconcertadas por tan repentino grito.
—¿Sucede algo? —preguntó Rarity confundida y preocupada.
—No… nada… —respondió la potranca apretando los dientes, forzándose a no decir nada sobre Comet. Lo que había dicho el potro era verdad. No tenían pruebas. Comet era protegido por ser hijo de Twilight; era intocable. Eso era lo que más le molestaba.
—Pueden pasar a verla si quieren, ya está despierta —cambió de tema Rarity, creyendo que el exabrupto de la potranca no tenía mayor importancia.
—Que pasen primero ellas —sugirió Comet, creyendo que si lo escuchaban de la boca de ella podría hacerlas razonar o por lo menos calmarlas un poco; estaban bajo mucho estrés— …yo iré después.
Al parecer su plan funcionó… un poco. Cuando ellas salieron, no lo hicieron tan alteradas como cuando entraron, pero aun continuaron viendo a Comet con animosidad; sin perder de vista al potro mientras se retiraban a sus casas y él entraba a la habitación.
—No puedo creer que Sweetie haya confirmado la historia de Comet —musitó Scootaloo, algo decepcionada y frustrada—. No tiene sentido. Seguramente Comet le hizo algo.
—Ahora que lo mencionas, Comet mencionó que sabía usar un hechizo desmemorizante —recordó Apple Bloom, creyendo haber encontrado la respuesta—. No le creí en el momento. Ahora ya no estoy tan segura.
—¿Estás diciendo que Comet hechizó a Sweetie? —Scootaloo estaba perpleja. A pesar de todo, no creía que Comet fuera capaz de hacer eso. Al menos hasta ese entonces no lo creía—. Si es así, eso explicaría por qué no acusa a Comet y porque sus dos historias concuerdan. No sabe lo que ocurrió y dice lo primero que Comet le dijo.
—Debemos comprobarlo —indicó Apple Bloom—-. ¿Pero cómo?
—Sólo nos queda seguir a Comet, en algún momento bajará la guardia y ahí estaremos cuando eso suceda —dijo Scootaloo resuelta.
—Comet… —exclamó Sweetie Belle sorprendida, sonrojándose un poco—. No creí que vendrías a verme.
—Hola Sweetie Belle. Quería saber cómo estabas —Comet entró tranquilamente a la habitación. Al menos una de las crusaders sabía sobre su inocencia y lo defendería—. ¿Cómo te sientes? —se sentó en un banquillo al lado de la cama.
–Mucho mejor —dijo alegremente la potranca—. Me dieron una medicina que sabía horrible, pero ya no me duele tanto.
—Y qué hay de tu… —señaló su propio cuerno con su casco—. ¿Qué te dijo el doctor? —había cierta preocupación en su voz. Si había hecho algo mal, Sweetie Belle perdería la capacidad de usar su magia por su culpa.
—Dijo que estaré bien. Mi cuerno sanará y podré usar magia cuando lo haga. Todo gracias a ti —le sonrió—. Mientras tanto tengo que usar esta cosa —señaló un anillo metálico con algunos grabados y piedras incrustadas. Su cuerno ya no tenía la curación que había hecho Comet. En su lugar, el médico le había hecho otra más limpia y menos torpe—. Ni siquiera sé lo que es.
—Es un inhibidor —explicó Comet algo fascinado—. Nunca había visto uno, es… —se interrumpió al ver la expresión estupefacta de Sweetie Belle. Ese no era el momento para emocionarse. Comet se calmó y carraspeó para volver al tema—. Es para que no utilices tu magia mientras tu cuerno sana o lo lastimarías… —Hubo un silencio por unos segundos—. Perdón por lastimarte mientras intentaba ayudarte, pero… —balbuceó sin entender realmente la razón por la estaba disculpándose.
—Creo que era inevitable —lo interrumpió poniendo uno de sus cascos sobre el suyo, dándole una amable sonrisa.
Comet le devolvió la sonrisa.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo Sweetie Belle.
—¿Qué cosa?
—Lo que dijiste en la arboleda, cuando discutiste con Diamond Tiara y…
—Olvida lo que dije —la interrumpió Comet. Su expresión cambió a una más evasiva—. No es importante —bajó del banquillo y caminó hacia la salida.
—Pero… —intentó insistir.
—Me alegra que todo haya salido bien. Nos vemos pronto. Descansa —Comet salió de la habitación un poco apurado.
Muchas gracias a todos los que leen y siguen esta historia.
Un abrazo y un beso. Hasta la próxima.
