CAPITULO 10
Como habían supuesto, se trataba de un caso. Casi de inmediato, sus teléfonos sonaron al unísono con el mismo mensaje, instándolos a regresar a la sala de reuniones. La puerta del despacho de Morgan se abrió. Emily no esperó a darle la oportunidad de que volvieran a coincidir con Rossi a solas, y se encaminó a la sala de reuniones. Reid ya estaba allí junto con J.J. y, poco después, Morgan entró. Cruzó una breve mirada con Emily y se sentó junto a Reid. Para alivio de Emily, Rossi había decidido no retomar el tema de Murphy. En cuanto Hotch y García se incorporaron, ésta comenzó a explicar los detalles del caso.
Un sudes que asesinaba parejas. Volaban a Maine.
El jet ya los esperaba en el aeródromo listo para despegar. Habían acudido en dos vehículos, y Emily se había ocupado de no coincidir con Morgan. Ya una vez en el avión no había habido tiempo para charlas personales. Llegaron a su destino, un pueblo en el condado de Aroostook, en plena tormenta de nieve. Las previsiones además, no eran las más optimistas, por lo que no podían permitirse perder el tiempo.
Una ola de frío los azotó en cuanto pusieron un pie en el suelo y se dieron prisa para subir a los vehículos que los trasladarían a la comisaría.
— Yo me ofrezco para revisar los archivos del caso— Dijo rápidamente Reid en cuanto se acomodó al calor del interior de la comisaría.
Se encontraban reunidos frente al tablón que les habían proporcionado al llegar. Les habían reservado una pequeña sala con una mesa amplia sobre la cual ya se encontraban todos los informes de las dos parejas de víctimas encontradas. Ambas en sólo una semana. Las habían asesinado en zonas exteriores, por lo que, con la nieve, no habían podido preservar los escenarios de los crímenes.
— ¿El testigo está aquí?— Preguntó Hotch al jefe de policía Jones.
Era la única pista que tenían por el momento. La policía aún no lo había interrogado.
— Hay aviso de que la tormenta empeorará, así que no se ha atrevido a venir. Vive en una zona que suele quedarse aislada por la nieve. Se tardan unos cuarenta minutos en llegar. La carretera no está en las mejores condiciones.
Hotch comprobó la hora. Aún tenían algo de tiempo antes de que eso sucediera, si es que las previsiones meteorológicas acertaban. Valoró si sería más prudente esperar al día siguiente teniendo en que cuenta que en un par de horas anochecería, quizás antes. No le apetecía enviar a nadie de su equipo. Morgan se adelantó.
— Está bien, Hotch. Yo me encargo.
Y casi inmediatamente.
— A Emily le encanta la nieve— Añadió Rossi.
Emily abrió la boca para protestar, pero en cuanto reparó en los rostros aliviados de Reid y J.J., renunció a luchar por un lugar calentito en la comisaría.
— De acuerdo— Se resignó— Pero vamos a necesitar más ropa de abrigo.
— Me ocupo de eso. Les conseguiré algo más apropiado— Les ofreció el jefe de policía.
Poco después, aparecía con sendos abrigos acolchados que se ajustaban perfectamente a sus respectivas tallas, al menos en el caso de Morgan. El de Emily era un poco más grande, pero ella estaba encantada de estar envuelta en aquel calor.
— No os retraséis— Les advirtió Hotch mientras salían de la sala— No quiero que os quedéis atrapados por la tormenta.
— Le acabas de dar a Morgan una buena excusa para saltarse los límites de velocidad— Bromeó Rossi.
— Como si necesitara una excusa… — Añadió J.J. cruzando una sonrisa cómplice con Emily, que era la que mejor podía dar fe sobre cómo conducía Morgan— Emily, ¿estás segura de que quieres acompañarlo?
— ¿Por qué no? Una tormenta de nieve, una carretera en mal estado y Morgan conduciendo, ¿Qué podría salir mal?— Concluyó Reid.
Derek contempló al grupo de agentes, que contenía la risa, y entornó los ojos con un resoplido. La mirada de advertencia de Hotch para que se comportaran como profesionales, tampoco había funcionado. Finalmente se detuvo en Emily, que se mordía el labio inferior tratando de permanecer seria.
— ¿Quieres conducir tú?— La invitó Morgan un poco mortificado no sólo por la broma en sí, sino por la intensidad de aquel día.
— Absolutamente no— Zanjó ella el asunto— ¿Vamos?— Añadió cuando él se quedó rezagado.
Con la tormenta, apenas había agentes disponibles, así que les proporcionaron un vehículo tipo todoterreno y les enviaron las indicaciones para que no tuvieran problemas para llegar. Derek se sentó al volante y esperó a que ella ocupara el asiento del copiloto y se colocara el cinturón de seguridad.
Luego, puso el motor en marcha.
— Tienes que girar a la derecha en el siguiente cruce— Le advirtió Emily, señalando un poco más adelante. Llevaban el GPS, pero aun así, también les habían proporcionado un mapa.
Morgan asintió, ya lo había tenido en cuenta, pero igualmente lo agradecía, porque la visibilidad se dificultaba a medida que se acercaban a la casa del testigo. Vivía en una zona montañosa, cerca del segundo escenario del crimen.
— No es por darle la razón a los demás, pero nos va a pillar la tormenta— Continuó Emily, que miró nerviosamente hacia el exterior. El cielo cada vez estaba más oscuro y los copos de nieve comenzaban a caer, un poco más fuerte que cuando habían salido de la comisaría.
Derek observó a su compañera. Parecía algo nerviosa. Lo cierto era que había conducido con más precaución de la que habría sido normal en él. No esperaba que la carretera fuera tan sinuosa y estrecha.
— Ya estamos llegando. No tardaremos mucho— La tranquilizó.
Fue ella la que entonces asintió. Y de nuevo se quedaron en silencio. Era evidente para los dos que su conversación interrumpida era la causa de aquella ligera incomodidad. La climatología no lo mejoraba. Emily notó cómo Morgan la miraba de reojo. Lo había estado haciendo durante todo el trayecto, pero al parecer no tenía el valor de decirle lo que realmente quería decir.
— Emily... Lo que te dije...— Se animó finalmente éste, titubeando.
Ella le sonrió. En el fondo sentía que él no se merecía atormentarse por una tontería.
— No pasa nada, Morgan. Todo está bien.
Derek no sabía muy bien qué era lo que estaba bien. ¿Se refería a su discusión con Murphy o a su incapacidad de explicar sus sentimientos hacia ella? En cualquier caso, no parecía que Emily tuviera intención de ahondar en el tema, sin embargo, él lo necesitaba. Necesitaba aclarar si todo estaba sólo en su imaginación. Se desvió un poco hacia un lado de la carretera y detuvo el vehículo.
Emily lo miró desconcertada.
— Derek, ¿Qué haces?
Él se tomó unos segundos para reflexionar antes de hablar.
— Lo de esta mañana... No tenía intención de complicarte las cosas — Dijo al fin— Apenas has tenido tiempo de adaptarte.
— No me complicas las cosas— Le aseguró ella. Sonrió y señaló hacia el exterior— Eso me las está complicando.
Morgan, sin embargo, notó su nerviosismo y eso sólo podía significar que Emily entendía perfectamente que se refería a la conversación que Rossi había interrumpido. Resultaba frustrante la forma en que intentaba evadir el tema.
— Emily, por una vez seamos sinceros. Nosotros...
La sola utilización de aquella palabra, "nosotros", la hizo contener el aliento. No sólo por la palabra en sí, sino por el modo en que Morgan la había pronunciado. Aquel "nosotros" implicaba sentimientos que Emily no se sentía capaz de afrontar a pesar de que se trataba de un sentimiento compartido, pero sus circunstancias actuales, sus traumas actuales, le impedían ni siquiera planteárselo.
— No Derek... No lo hagas...— Le rogó— No estoy preparada para lo que me estás pidiendo...
Por supuesto, Morgan lo comprendía. Estaba pasando por una situación difícil, y no era justo que la pusiera entre la espada y la pared.
— Está bien, pero... No está sólo en mi imaginación, ¿verdad?
Morgan se dio cuenta de que era lo único que necesitaba saber. El resto, podía esperar.
Y Emily sintió que Morgan no merecía que le mintiera. Estaba harta de mentiras. Las mentiras eran lo que casi había acabado con su vida, alejándola de sus seres queridos.
— No, no lo está...— Admitió con sus ojos fijos en él— Pero ahora mismo necesito un amigo... No quiero perderte... - Añadió, apesadumbrada.
Sólo entonces él se dio cuenta de que posiblemente aquel debía ser uno de sus mayores temores, y no había razón para que se sintiera así.
— Oye, no existe ninguna posibilidad de que eso suceda, ¿de acuerdo?- Le aseguró Morgan con una sonrisa cálida.
— De acuerdo... — Susurró ella tímidamente.
Fue suficiente para Morgan. De nuevo puso en marcha el motor del vehículo, y continuó.
Al pasar la siguiente curva, Morgan divisó una casa solitaria unos doscientos metros más adelante. El testigo tenía razón al negarse a acudir a la Comisaría. Morgan estaba convencido de que esa zona debía quedarse aislada cada vez que había tormenta.
— Es ahí— Le indicó con la cabeza.
Emily miró en esa dirección e hizo la misma deducción que Morgan.
— Debe tener una despensa llena de reservas.
No era la única vivienda que habían visto durante el trayecto, aunque la mayoría no era más que pequeñas cabañas más o menos abandonadas. La casa del testigo estaba especialmente aislada, sendero arriba, pero su dueño ni se había planteado salir de allí durante la tormenta.
Derek aparcó justo en la entrada, donde la nieve comenzaba a acumularse centímetro a centímetro.
Se detuvieron frente a la puerta, y Morgan llamó al timbre. Emily indagó a su alrededor. A simple vista sólo podía atisbar nieve y árboles cubiertos de más nieve.
— Diría que ésta es la guarida del sudes— Bromeó al darse cuenta de que la localización y la casa en sí, eran un lugar excelente para ocultar un cadáver.
— Ojalá, así podríamos volver a casa hoy mismo.
Emily sonrió cuando Morgan, inconscientemente, puso una mano sobre su glock.
Sin embargo, cuando la puerta se abrió básicamente se encontraron a un abuelito entrado en años, algo sordo, que caminaba con dificultad.
— Son los agentes del FBI, ¿verdad?— Dijo el anciano a modo de saludo— Pasen, pasen... No se queden ahí fuera... Se van a congelar... Les prepararé algo de té y galletas...
Morgan miró de reojo a Emily, con una sonrisa burlona en la cara.
— Sí, ya sé... No parece un asesino en serie...— Le susurró ella— Pero, nunca se sabe, ¿no?
— Oh, por supuesto— Replicó Morgan— Seguramente hemos encontrado al asesino del zodíaco. Es probable que nos rebane el cuello con una galletita de mantequilla.
Emily contuvo la risa. Suponía un alivio que, a pesar de todo, fueran capaces de seguir conservando intacta su amistad.
Finalmente, el anciano encantador, resultó ser sólo un anciano encantador que, además, había sido capaz de dar una descripción detallada del sudes.
Al salir de la casa, llamaron a Hotch para ponerle al tanto de lo que habían descubierto.
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