NOTA.- He rehecho este capítulo totalmente porque no me convencía y al final su extensión ha sido casi el doble de lo que había sido inicialmente. No he querido eliminar nada, a riesgo de que resulte muy largo. Espero realmente que disfrutéis leyéndolo tanto como yo lo he hecho escribiéndolo. Elissa Mndz, nada más lejos de mi intención que dejarte con la intriga ;)

Gracias por leer.

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CAPÍTULO 15

Al terminar la reunión, Morgan esperó un tiempo prudencial para ir en busca de Emily, que había regresado a su escritorio. No estaba sola. No al menos totalmente. Reid también se encontraba en su puesto de trabajo, absorto en sus propios informes.

El joven sonrió al advertir la presencia de Morgan, y éste le respondió con un gesto de la cabeza a modo de saludo. Sin embargo, Reid decidió que lo que fuera que Morgan necesitara hablar con Emily, no era asunto suyo y decidió salir de la ecuación.

— Voy a preparar un café, ¿Os traigo?

Por primera vez, Emily reparó en el uso del plural y levantó la vista, sólo para estrellarse contra los ojos de Derek.

— No, gracias— Rehusó ella con un carraspeo.

Sin esperar la respuesta de Morgan, Reid se encaminó hacia el office.

Aún mantuvieron la mirada el uno en el otro, durante unos segundos.

— Gracias por lo de antes— Dijo Morgan por fin.

"Lo de antes", repitió Emily en su mente esbozando una pequeña sonrisa. Le causó ternura la expresión mortificada de Morgan. Lo ocurrido en la cabaña ahora parecía totalmente irrelevante.

— Sólo dije la verdad— Se limitó ella a exponer encogiéndose de hombros— ¿Estás bien?— Añadió preocupada. No debía ser fácil para él enfrentarse a una acusación tan miserable. Suponía que Hotch ya habría aclarado las cosas con la policía, pero aun así, todavía tenían que averiguar quién querría perjudicarlo— Derek, aunque yo no te hubiera proporcionado una coartada, nadie habría creído algo así.

Él asintió. Lo agradecía, pero no estaba tan seguro de ello.

Y de nuevo se quedaron en silencio.

Y el silencio comenzó a volverse incómodo a medida que los acontecimientos de la cabaña volvieron a hacerse presentes, demasiado conscientes de que aquella conversación era ineludible, a pesar de que los últimos acontecimientos hubieran desviado su atención.

— Oye...— Comenzó Morgan, nada seguro de cómo abordar aquel tema tan delicado. Aquello no había terminado bien, pero el hecho innegable era que se habían besado.

No podían simplemente ignorarlo.

— Ven después a mi casa— Le pidió ella, antes de que Morgan se perdiera en sus propias divagaciones— Te daré las explicaciones que necesitas— Continuó, tratando de convencerse a sí misma de que aún le quedaban unas horas para reunir el valor suficiente como para sincerarse con él.

La invitación lo sorprendió. Derek no estaba preparado para que ella fuera tan directa, después de que lo hubiera estado evitando todo aquel tiempo.

Pero no pensaba desperdiciar la oportunidad. Y sin embargo, temió estarla presionando. No era esa su intención.

— No tienes que...

— Te daré las explicaciones que necesitas— Reiteró Emily, con mayor convencimiento si cabía— Tú necesitas escucharlas y yo necesito que las escuches.

Si Morgan se planteó objetar o añadir algo, no tuvo tiempo. J.J. se encaminaba hacia la pareja, y Morgan aprovechó para despedirse fugazmente con una leve afirmación, y retirarse de nuevo hacia su despacho.

Con la misma brevedad, saludó a J.J. al cruzarse con ella.

— ¿Todo bien?— Le preguntó J.J. a Emily mientras seguía a Morgan con la mirada.

— Sí, claro...— Contestó ésta de forma distraída— Morgan quería darme las gracias...

J.J. vaciló un instante. No quería ofender a Emily, pero tenía que preguntárselo ahora que estaban a solas.

— Oye, Em...— La morena la miró intrigada— No mentiste, ¿no? Dormiste en casa de Morgan. Quiero decir que es evidente que Derek no hizo nada de lo que se le acusa, pero te conozco... Y sé que mentirías por él... Y yo te apoyaría— Añadió para que no cupiera duda de que estaba de su lado.

Bien pensado, J.J. creía que Emily haría mucho más que mentir por él, pero no venía al caso.

Emily se echó a reír.

— ¿Tan extraño resulta que haya dormido en su casa?

Aunque Emily comenzaba a considerar la posibilidad de que lo que realmente le resultaba a J.J. difícil de aceptar era que lo hubiera hecho en la habitación de invitados y no en su cama.

— Lo que me resulta extraño es que ambos lo ocultarais hasta ahora. No hay nada de malo en ello.

— No, no lo hay. Y no lo ocultamos, simplemente no lo mencionamos— La corrigió Emily. J.J. rodó los ojos, dejando claro que no iba a enredarla en un juego de palabras— Y no lo hicimos para evitar "esa" expresión— Continuó, señalándola. J.J. abrió los ojos, interrogándola con la mirada— "Esa" expresión tuya que parece querer preguntarme si me acosté con él— Aclaró Emily.

Ahora J.J. sí sentía verdadera curiosidad.

— ¿Lo hiciste?

A decir verdad, en opinión de J.J., tampoco habría sido la peor de las ideas.

— ¡Por Dios, J.J!— Exclamó Emily, en una actuación perfecta de que aquello era imposible que se le hubiera pasado por la cabeza— ¡¿Cómo se te ocurre?!

— Está bien, está bien...— Claudicó la rubia— Es que estáis actuando muy raro desde que regresamos de Maine... Eso es todo. Pero será mi imaginación... Lo siento...

Emily suspiró.

— Oye, Morgan y yo aún tenemos muchas cosas que aclarar... Lo sabes mejor que nadie...

En eso J.J. tenía que darle la razón. Tal vez no estaba abordando el tema de la mejor manera. Tal vez simplemente debería dejar que Emily y Morgan solucionaran sus asuntos por sí solos.

— Claro, por supuesto...

Tras aquella breve incursión en sus asuntos personales, nadie más se acercó a ella para interrogarla. Esperaba que Morgan hubiera corrido la misma suerte.

Al terminar su jornada laboral, Emily regresó en su vehículo y lo dejó aparcado en el garaje. Subió en el ascensor hasta el rellano de su apartamento y, una vez en el interior, decidió que tenía tiempo suficiente para darse una ducha y comer algo antes de que llegara Morgan.

Éste condujo directamente hasta el bloque de edificios y estacionó frente a la entrada. Después de cruzar el vestíbulo, enseñándole su placa al conserje, subió hasta la planta donde vivía Emily. No se dio cuenta de lo nervioso que estaba hasta que, tan pronto llamó al timbre, sintió su corazón acelerarse. Los segundos hasta que escuchó pasos y luego el sonido de la mirilla, se le hicieron interminables. Por un momento, temió que Emily no abriera la puerta, pero finalmente lo hizo.

Y de pronto, allí estaba ella, vestida apenas con un albornoz blanco, el cabello húmedo sobre los hombros, y la mirada transparente.

— Lo siento...— Se disculpó Morgan con torpeza. Claramente no esperaba encontrársela con aquella indumentaria— ¿He llegado demasiado pronto?

Ella sonrió de forma amistosa.

— ¿Lo dices porque estoy chorreando agua?

Literalmente la había sacado de la ducha.

Derek se echó a reír. Había temido que aquella conversación fuera tensa, pero por suerte para ambos, Emily no tenía ninguna intención de hacerle pasar un mal rato.

Morgan entró en el apartamento y aguardó a que Emily cerrara la puerta. Dejó que lo guiara hasta la sala, donde en la mesita junto al sillón, ya les esperaba una botella de bourbon y dos vasos.

— ¿Refuerzos?— Apuntó Morgan con mordacidad.

— Creo que los vamos a necesitar— Confesó ella.

Derek señaló entonces hacia su escasa vestimenta.

Imposible no mirar, especialmente cuando había decidido traicionar a su propietaria.

— Tal vez deberías cambiarte o el alcohol no será suficiente para que me concentre...

Derek ni siquiera sabía cómo se le había ocurrido soltar semejante estupidez, teniendo en cuenta las circunstancias.

Emily siguió la dirección de su dedo sólo para descubrir que el nudo del albornoz se había aflojado y dejaba entrever la parte interna de sus muslos más de lo que su madre aprobaría.

El rubor en su rostro fue instantáneo, tan instantáneo como el manotazo con el que cerró de nuevo el albornoz.

— Esto... — Balbuceó cual colegiala de quince años— Voy...— Señaló hacia la puerta de su dormitorio...— Ahora vuelvo...— Terminó de forma absurda.

En circunstancias normales, Morgan se habría echado a reír a carcajadas, pero lo cierto era que estaba tan avergonzado como ella.

Emily, por su parte, mientras se escabullía hacia su dormitorio, no paró de maldecirse en silencio, una y otra vez. Y cuando estuvo a solas, en lugar de tranquilizarse, sintió que sus piernas no le respondían, y terminó sentándose en la cama, temblando.

"Por el amor de Dios... Emily... Compórtate como una adulta..." Se reprendió a sí misma. Se suponía que aquella reunión era para tratar asuntos "serios", y ahora se sentía incapaz de enfrentar absolutamente nada.

Respiró hondo, intentando recuperar la serenidad, pero pronto se dio cuenta de que no iba a ser tan sencillo.

Y mientras, Morgan, esperó y esperó. Se tomó el primer vaso de bourbon, prácticamente de un trago, sólo para sofocar su propio nerviosismo.

Tampoco funcionó.

¿Cómo habían conseguido que todo se volviera tan inoportunamente íntimo si precisamente era lo que se suponía que tenían que haber evitado en primer lugar?

Miró hacia la puerta entrecerrada del dormitorio de Emily. No se escuchaba ningún sonido en el interior. ¿Qué diablos estaba haciendo Emily allí dentro? En cualquier caso, había pasado el tiempo suficiente como para que se vistiera. Por su mente demasiado activa, cruzó la idea de que quizás se había escapado por la ventana del dormitorio.

"Después de todo sólo son... ¿seis? ¿siete plantas?... Nada insalvable" Elucubró Morgan, como si aquella teoría fuera la más razonable del mundo.

Despacio, se acercó hasta el dormitorio.

— ¿Em?— La llamó en voz baja sin atreverse a fisgar en el interior.

Dentro, Emily se sorprendió al advertir su presencia. Aún estaba en albornoz. ¿Qué explicación iba a darle? ¿Que se había quedado petrificada en la cama? ¿Que todo el valor que creía haber reunido se había esfumado en cuanto él había hecho un comentario de lo más pueril sobre el efecto que producía en él?

Y lo que era peor, al parecer había desaparecido también su capacidad de comunicarse. El aire le faltaba, el corazón más que palpitar, galopaba en su pecho, y no se le ocurría ni una sola cosa medianamente sensata que decir.

Abrió la boca, la cerró, y jadeó.

— ¿Emily?— Volvió a llamarla Morgan con inquietud.

Y Emily sintió que la situación era tan absurda, tan poco acorde a lo que debería ser el comportamiento de dos perfiladores que pertenecían a la unidad de criminalística más prestigiosa del país, tan infantil en suma, que por puro nerviosismo, en lugar de contestar, comenzó a reír en voz baja.

Desde fuera, Morgan no supo cómo interpretar aquellos sonidos entrecortados. Se asomó un poco hacia el interior del dormitorio y sólo alcanzó a verla de espaldas con el rostro oculto entre las manos.

— Dios mío, Emily— Se alarmó Derek, atreviéndose por fin a entrar en la habitación— ¿Estás llorando?

Y a oídos de Emily su voz sonó tan terrible e irracionalmente dramática, que lo que había sido una risa contenida, acabó convirtiéndose en un estallido de carcajadas irrefrenables.

Morgan pasó de la inquietud al desconcierto en un instante.

Y una fracción de segundos después, estaba de cuclillas, frente a ella, tratando de consolarla por absolutamente ningún motivo lógico.

Emily lo miró, entre risas, prácticamente asfixiada por sus propias manos con las que se cubría la boca intentando recuperar el control. Pero era imposible. Cuando además reparó en su expresión confusa, aquello le resultó tan hilarante, que sólo lo empeoró.

— Qué demonios...— Murmuró Morgan, que comenzaba a creer que la morena había perdido completamente el juicio— ¿De qué diablos te estás riendo?

Y allí estaba él, el hombre al que Emily había rechazado hacía sólo un par de noches, junto a su cama, mirándola como si no hubiera otra mujer en el mundo más que ella; mientras que ella, seguía empeñada en auto convencerse de que podían ignorar los sentimientos que habían surgido entre ambos sin pretenderlo, hasta que finalmente les habían explotado en la cara.

"Como si el amor pudiera ignorarse..." Divagó.

Y aquel pensamiento que se inmiscuyó como una losa en medio de las risas, en medio del absurdo de sus vidas y en medio del cúmulo de acontecimientos que los volvían a reunir de nuevo por mucho que trataran de alejarse el uno del otro, fue tan simple, tan real, que la risa se desvaneció de golpe. El aire se volvió a replegar en sus pulmones, en una inspiración profunda, y allí se quedó, tan paralizado como ella.

Abrió los ojos de par en par, con la boca entreabierta, y el pánico reflejado en el rostro.

Y entonces Morgan, realmente se asustó.

— Por Dios, Emily, respira— Casi le ordenó, mientras la sujetaba por los hombros.

— Oh Dios, mío...— Logró ella por fin jadear— Oh Dios mío...— Repitió otra vez balbuceante— Oh Dios mío...— Reiteró por tercera vez...— Lo miró a los ojos, y sólo vio amor en ellos. ¿Cómo pudo haber temido, ni siquiera por un instante, la reacción que Morgan hubiera podido tener al enterarse de sus cicatrices, de lo que Doyle le había hecho? Y con todo lo que ella le había hecho, de cómo lo había tratado, él seguía allí, mirándola de aquel modo, sin perder la fe en ella lo más mínimo. ¿Por qué? ¿Cómo habían llegado a aquella situación? ¿Cómo era posible que Morgan no hubiera echado a correr hasta el otro extremo del país?— Derek, ¿Qué estás haciendo aquí?— Preguntó como si aquella fuera la cuestión más lógica del mundo— ¿Qué estás haciendo aún aquí?— Recalcó.

Claramente, sus dudas tenían sentido en su mente, como conclusión lógica de aquel hilo de pensamientos que la asaltaron.

Pero Morgan se había perdido el cómo había llegado hasta allí.

Y entonces Morgan, se sintió aún más estúpido. ¿De verdad había ido a buscarla a su dormitorio? ¿De verdad no había podido aguardar unos minutos a que ella regresara a la sala? ¡Por el amor de Dios! Si aún estaba en albornoz, si aún le chorreaba el cabello.

— Yo... Lo siento...— Se disculpó él, como si el resto de su vocabulario estuviera cumpliendo condena en una prisión de máxima seguridad. ¿Qué diablos le pasaba?— Quizás deba irme...

Sí, tal vez lo mejor era que se marchara. Básicamente estaba haciendo un ridículo absoluto.

Él se incorporó, y ella dudó un momento.

Sólo un momento de vacilación. Nada en realidad.

Se levantó y le tomó la mano.

— Espera— Le rogó Emily.

Morgan se quedó allí, de pie. Parecía un niño perdido. Emily sintió cierta compasión. No se lo había puesto fácil, y sin embargo, aún seguía allí. Sólo porque ella se lo había pedido.

El silencio fue determinante.

Porque lo único que les quedó fueron sus miradas, y las miradas jamás se equivocaban.

El ambiente se electrizó a su alrededor. El roce de sus manos, fue la chispa que encendió el resto.

Derek realmente tuvo que hacer un sobreesfuerzo para no volver a cometer el mismo error que en la cabaña.

— Emily, tendrás que ser clara conmigo— Dijo entonces Morgan— Porque lo único en lo que puedo pensar ahora mismo es en arrancarte ese maldito albornoz y besarte hasta en el último rincón de tu cuerpo.

Ella asintió, comprendiendo que él estaba dejando la decisión completamente en sus manos. No había tiempo para más mentiras, para más excusas. Ni siquiera había tiempo para hablar, porque a veces, las palabras resultaban insuficientes. Entre ellos, especialmente, solían complicarlo todo.

Y Emily pensó, que realmente no era necesario que él le arrancara el albornoz, cuando ella podía deshacerse de él sin dramatismos.

Así que, con delicadeza, simplemente deshizo el nudo y lo dejó deslizarse desde sus hombros hasta el suelo, donde cayó detrás de ella.

Y Morgan, que se creía un gran conversador, literalmente se quedó sin palabras.

Emily lo miró en silencio, conteniendo sus propios nervios, dejándole que recorriera su cuerpo con su mirada, en la que más allá del deseo, pudo ver admiración. Permitiendo que llegara a las conclusiones por sí mismo, a que atara todos los cabos, a que hiciera las preguntas sólo cuando creyera que debía hacerlas.

Morgan se tomó su tiempo para disfrutar de su belleza, reparando en cada pequeño detalle de su rostro, de su piel, deleitándose en la suavidad de sus curvas, en sus pechos llenos y bien formados, en su delicada clavícula, su vientre liso y sus piernas interminables; venerando incluso cada imperfección perfecta, lo que incluía las cicatrices de su estómago, que le importaban entre poco y nada, destruidas por el conjunto de la criatura más sublime que sus ojos habían visto. Y tal vez sólo lo era porque la miraba con la calidez de sus sentimientos hacia ella, tal vez aquel era el efecto del amor; pero lo cierto era que ni un solo día desde que Morgan la había conocido durante aquella reunión donde ella los había sorprendido hablando en árabe, había dejado de admirarla como la increíble mujer que demostraba ser, sin ni siquiera proponérselo. Y era inteligente, y divertida, y valiente y por supuesto, innegablemente hermosa.

Casi con temor, se atrevió por fin a rozar suavemente su piel. Primero su cintura, y cuando ella se estremeció, la miró a los ojos, buscando su permiso, que ella le otorgó en silencio. Acarició las cicatrices blanquecinas de su estómago, que ya le resultaban familiares, y ascendió por la línea de su ombligo hasta que sus ojos finalmente se detuvieron en su pecho izquierdo. Una tenue cicatriz, con una extraña forma, se dibujaba allí, apenas visible en realidad, pero Morgan distinguió el trébol, o lo que quedaba de él, que tanto la había avergonzado, y comprendió que esa insignificancia era lo que la había hecho huir en la cabaña y que precisamente a eso se había referido ella cuando había hablado de "recuerdos indelebles"

Captó de nuevo sus ojos, sólo para asegurarse de que ella estaba bien, sólo para decirle, otra vez sin palabras, que no se iba a ir a ninguna parte, y que si pensaba por un instante que aquello iba a asustarlo se equivocaba terriblemente.

Y entonces dijo lo único que tenía sentido para él.

— Te amo— Confesó mientras le acariciaba la mejilla— Pero tú eso ya lo sabías, ¿verdad?— Añadió con una sonrisa.

— ¿Vas a quedarte?— Preguntó ella con timidez.

Morgan rió en voz baja.

— ¿Que si voy a quedarme?... ¿Qué clase de pregunta es esa?

Ni un ejército de espartanos habría podido sacarlo de allí.

Ella señaló hacia su ropa con un pequeño gesto del dedo índice.

— Aún estás vestido y ni siquiera me has besado...— Se lamentó, mordisqueándose el labio inferior con fingida inocencia.

Aquel gesto funcionaba como un maldito botón de encendido en Morgan, cuyas manos volaron hasta su cintura, tomándola por sorpresa.

Sus rostros, antes a centímetros quedaron apenas a milímetros el uno del otro.

Aún quedaba un mínimo espacio entre sus labios para continuar hablando, pero lo cierto era que a Emily se le habían agotado las palabras. La cercanía de Morgan, el deseo incondicional e inapelable con el que la reclamaban sus ojos, la enmudecieron.

Sus labios se encontraron, sus cuerpos se amoldaron entre sí, buscando el contacto físico, ese contacto que habían estado evitando y que ahora no hallaba barreras por parte de ninguno de los dos.

Sólo se apartaron el tiempo suficiente para que Morgan se deshiciera de su ropa, parte él mismo, parte prácticamente arrancada por Emily, hasta que acabaron cayendo sobre la cama, desnudos, sin más afán que disfrutar el uno del otro como tantas veces habían imaginado.

Y Morgan la besó de nuevo, esta vez más profundamente, con más determinación, ya con la convicción de que cumpliría cualquier condena que le impusieran por aquel delito.

La electricidad regresó a sus cuerpos, arrancando gemidos compartidos, actuando como si fuera una droga a la que no podían ni querían renunciar, no importaba lo letal que fuera. Los miedos se esfumaron, las dudas se disiparon.

Y no importó nada más.

Enredados el uno en el otro, recuperaron todo lo que habían perdido. No sólo el tiempo, sino también la confianza, la seguridad y la aceptación de que ambos merecían aquella oportunidad.

Y en algún momento de la noche, él la escuchó susurrar "Yo también te amo" justo antes de que el sueño la venciera.

Morgan sonrió.

No podía sentirse más feliz.

Habrían dormido hasta las primeras luces del alba si no hubiera sido porque el teléfono los interrumpió. Somnolienta, Emily extendió la mano luchando por alcanzarlo pero, envuelta en el cuerpo de Morgan, no podía llegar hasta él.

— Derek... — Lo llamó en voz baja mientras intentaba zafarse de él— Despierta...

Trató de llegar otra vez hasta el molesto teléfono, que no paraba de sonar, preguntándose cómo podía tener Morgan un sueño tan profundo.

— Morgan...— Volvió a llamarlo— Oh, por Dios...— Se quejó, y a continuación lo zarandeó.

Nada.

Estaba extenuado.

Aquel pensamiento la hizo sentirse orgullosa de sí misma. Morgan, el gran conquistador había caído derrotado ante ella.

Probó otra táctica.

Se acercó a su oído.

— Derek— Canturreó. Sonrió al arrancarle un "mmm"— ¡Escóndete! ¡Strauss!— Gritó.

El salto que dio Morgan en la cama no tuvo nada que envidiar al de un canguro. Salió tan despavorido que cayó de bruces en el suelo, mirando hacia todas partes en busca de Strauss, hasta que por fin se dio cuenta de dónde estaba. Atónito, se volvió hacia Emily, que estaba desternillándose de risa en la cama, mientras el teléfono seguía sonando.

— ¡¿Te has vuelto completamente loca?!— Le recriminó aun tratando de recuperar el latido de su corazón.

Aquello sólo la hizo reír con más fuerza.

— Shhhh— Lo instó con el dedo en los labios, y luego por fin, ya liberada, atendió a la llamada.

Quizás contestó con demasiada alegría.

— ¿Emily? Que risueña tan temprano...

— Buenos días, García— Saludó Emily sin apartar la vista de Morgan, que se había dado un buen golpe. Se sintió un poco culpable. Pero sólo un poco.

La analista se sorprendió de lo animada que estaba su amiga, teniendo en cuenta que junto a Morgan parecía haberse convertido en el objetivo de un sudes. Sintió arruinarle la mañana.

— Por desgracia tenemos un caso.

Emily ya lo había supuesto. No había otro motivo para tanta insistencia.

— ¿A dónde vamos?

— A Atlanta... Ve directamente al aeródromo.

— De acuerdo. Intentaré no llegar tarde.

— Oh, no te preocupes. No sé qué ocurre hoy que me cuesta contactar con todos— Se lamentó García— Morgan no me coge el teléfono, le he tenido que dejar un mensaje... Aunque no me extraña después de todo lo que ha sucedido. Debe estar angustiado.

Emily desconocía las razones del resto, pero tenía muy claras las de Morgan, y no tenían nada que ver con la angustia sino más bien con que había olvidado su teléfono en la sala, junto a la botella de bourbon que se habían terminado entre sesión y sesión de sexo.

Morgan aprovechó entonces para su pequeña venganza. Se deslizó en la cama, y sin ningún tipo de cautela, comenzó a hacerle cosquillas en la cintura. Emily contuvo la risa como pudo, y de paso, le dio un manotazo para que se detuviera.

No sirvió de mucho.

— No te preocupes... Se habrá quedado dormido...— Mintió sin inmutarse— Puedo pasarme por su casa si no lo localizas... No me importa desviarme.

Su ofrecimiento había sido arriesgado, pero totalmente intencionado. Quería dejar claro que no había ningún motivo para que García, la persona más indiscreta de todo Quántico, pudiera pensar que Morgan estaba en su cama. De reojo comprobó la reacción de éste. Básicamente la de alguien que se acababa de convertir en estatua de sal. Al menos había dejado de hacerle cosquillas.

— Bueno... Te avisaré si no me contesta— Aceptó García.

No había asomo de desconfianza en su voz.

Las dos mujeres se despidieron y Emily aprovechó para escapar de Morgan, pero éste decidió recuperar su ventaja, y tiró de ella, inmovilizándola en la cama, bajo su cuerpo. Emily ni siquiera intentó zafarse.

— Derek, tenemos trabajo. Y si no respondes al mensaje de García, entrará en crisis— Le advirtió.

Eran dos verdades irrefutables.

A Morgan no le importó ninguna de ellas.

— ¿Te das cuenta de que podría haberme partido la cabeza al caer?— La reprendió como si fuera una niña pequeña.

Ella alzó una ceja. A su entender, Morgan se había puesto un poco dramático.

— ¿Lo siento?— Se disculpó con voz inocente.

Derek aprovechó para juguetear con su cabello, desmadejado sobre la almohada. Era condenadamente hermosa incluso al despertar.

— Sí, seguro que lo sientes...— Luego le susurró al oído— Tienes suerte de que tengamos que ir a trabajar...

Con un casto beso, se apartó de ella, que aún permaneció un poco más tendida en la cama, envuelta en las sábanas y disfrutando de la vista de Morgan desnudo que, al contrario que ella, no tenía ningún tipo de pudor en exhibirse mientras recuperaba la ropa que había dejado esparcida por el suelo.

Ciertamente, Emily habría preferido quedarse en casa y disfrutar de su mala suerte.

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