CAPÍTULO 26

Emily cruzó por debajo de la cinta que seguía atada a la puerta de su apartamento y accedió al interior. Se lamentó en voz baja al contemplar, con más detalle que aquella mañana, el estado en que habían quedado sus pertenencias. Se acercó a la librería del salón, caída en mitad de la estancia. Su amplia colección de libros ahora yacía desperdigada a su alrededor. Se sentó en el suelo, y al azar tomó uno de ellos, cuya cubierta había sido arrancada por Marjorie en medio de su furia. Emily sonrió con amargura al reparar en el título.

"Les fleurs du mal"

Era como una broma de mal gusto.

Sintió ganas de llorar y de gritar.

Pero no lo hizo. Ella era Emily Prentiss y había sido educada en su infancia y entrenada más tarde, para controlar las emociones.

No sin esfuerzo, levantó la librería y la empujó hasta situarla contra la pared. Uno a uno fue colocando de nuevo los libros en los estantes. A algunos les tenía especial cariño. No tenía tantos como Reid pero era una ávida lectora.

Y finalmente, cuando sólo quedaba por devolver a la librería la obra de Baudelaire, no pudo hacerlo. Al contrario, lo mantuvo entre sus manos, contemplando su cubierta destrozada como si fuera un espejo de su propia relación.

Y entonces, una voz a sus espaldas.

— Tal vez pueda arreglarlo.

Emily se volvió hacia atrás. Cerró los ojos con un suspiro con la sensación de que era capaz de llorar y reír al mismo tiempo. Su corazón estaba tan roto como aquel libro.

— No todo tiene arreglo, Derek…

No había ningún reproche en su voz, ni enfado, ni resentimiento. Sólo una profunda tristeza.

Y Morgan supo que Emily no se refería sólo al libro.

— Emily, lo siento. No debí haber dicho eso delante de todos…

Ella lo miró perpleja, y acto seguido volvió a darle la espalda para dejar, ahora sí, el libro en la su lugar.

— No debiste decirlo— Dijo sin mirarlo. Acarició la cubierta del libro destrozado— Nunca debiste decirlo, en ninguna circunstancia…— De nuevo lo miró a los ojos— Pero es lo que pensabas, ¿no? Todo este tiempo… Has creído que seguía recordándole… De ese modo… ¿enfermizo?... Sí, dijiste eso… ¿Es eso lo que piensas sobre mí? ¿que estoy enferma? ¿Te has acercado a mí porque creías que necesitabas curarme?

Morgan se habría aproximado más a ella, pero temió que ella se apartara. ¿Por qué no iba a hacerlo? La había ofendido, la había puesto en evidencia. Y sin embargo y pese a todo, Emily estaba terriblemente equivocada.

— Estoy enamorado de ti— Sostuvo, desesperado porque ella lo comprendiera, porque ella creyera en sus palabras.

Pero Emily ya no sabía en qué creer.

— ¿Lo estás?— Lo cuestionó ella— ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que lo que sientes por mí es amor y no es simple compasión? ¿Cuántas veces has estado enamorado, Morgan?

Derek abrió los ojos, incrédulo. ¿De qué lo estaba acusando?

— ¿Realmente piensas que me he acostado contigo por compasión?— Replicó. Le dolía que ella pudiera llegar a dudar sobre sus sentimientos sólo porque no había sabido controlar sus emociones— Emily, no puedes hablar en serio. Puedes reprocharme muchas cosas, puedes estar molesta por lo que te he dicho…

Ella negó con la cabeza.

— No es lo que has dicho, Morgan, es lo que piensas…— Lo detuvo, tajante— El problema es que piensas lo que has dicho.

— No pienso que estés enferma— Le refutó él. Se arrepentía de cada una de las palabras que habían salido de su boca. Su conducta había sido miserable, daba igual que en el fondo todo hubiera sido producto de su preocupación por ella. Ahora se le ocurrían mil formas diferentes de haber abordado aquel tema tan delicado— No es eso… Emily… Me merezco todo tu resentimiento, pero no que desconfíes de lo que siento por ti. Nunca te he mentido al respecto.

— Vuelves a equivocarte… Yo no estoy resentida contigo…— Se acercó a Morgan, y le acarició el rostro. Sus frentes rozaron una contra la otra, y Emily depositó un beso fugaz en sus labios. Al apartarse, mantuvo su mano en su mejilla. Su calidez la seguía estremeciendo, sin importar los obstáculos que se interpusieran entre ellos— Jamás podría albergar ningún sentimiento negativo hacia a ti… No se trata de eso…

Morgan sintió que aquel beso sabía a despedida, y su corazón se resquebrajó. Casi hubiera preferido que ella le gritara, que exteriorizara su furia, que le insultara y le reprochara su conducta. Aquella templanza resultaba mucho peor.

— Emily, ¿Qué quieres que haga?

Ella finalmente rompió el contacto.

— Nada… Sólo necesito pensar…

A Morgan le llegó alto y claro que, sutilmente, lo estaba invitando a dejarla sola. Sólo había un problema.

— No puedes. Quiero decir… No me iré.

Ella estrechó sus ojos, desconcertada al principio, hasta que al final comprendió que Morgan no estaba allí sólo para disculparse sino para garantizar su seguridad. La sudes había demostrado que era capaz de matar, y lo cierto era que posiblemente ella fuera un objetivo mayor que el propio Morgan.

— ¿Los demás ya se han marchado?— Preguntó Emily sólo para cerciorarse.

— No podemos hacer mucho más aquí. El forense llegará pronto, en cuanto retiren el cuerpo y tomen las huellas, precintarán el apartamento. Si García consigue identificar a Marjorie, Emma, o como quiera que se llame, a través del reconocimiento facial, nos avisará, y de cualquier forma mañana su cara saldrá en todas las noticias. Con un poco de suerte alguien nos dirá quién es. Ahora mismo es peligroso que te quedes sola. Pensé que esta noche podrías dormir en mi casa.

A Emily aquella le pareció la peor de las ideas.

— No. Llamaré a un cerrajero para que cambie la cerradura hoy mismo— Dijo. No tenía intención de darle la oportunidad a la sudes de que entrara de nuevo en su apartamento— Creo que es lo mejor.

Por supuesto a Morgan le dolió que rechazara su invitación, pero lo entendía. Con lo que no se encontraba a gusto era con la idea de que la sudes pudiera seguir vigilándola y tratara de agredirla.

— Quédate con Rossi o con J.J. si lo prefieres— Insistió.

— Derek, sé cuidarme— Zanjó ella el asunto.

Emily no tenía fuerzas para discutir sobre su seguridad con Morgan y tampoco iba a permitir que, ni él ni nadie, la tratara como una víctima desvalida.

— Hotch no va a estar contento…— Le advirtió Morgan.

Aquel intento de manipulación era su última baza, pero Morgan sabía de antemano que no funcionaría. Conocía muy bien la determinación con la que Emily tomaba sus decisiones.

— Él sabe tan bien como tú que la sudes no hará nada esta noche. Se sentirá acorralada y estará trazando un nuevo plan. No va a arriesgarse— Afirmó utilizando su tono más profesional— Así que Morgan, esta noche dormiré aquí, y mañana iré a la oficina temprano. Si García averigua algo más, sólo avisadme, ¿de acuerdo?

— Está bien, como quieras— Claudicó Morgan. No, Hotch no estaría contento, como tampoco había estado contento con la decisión del propio Morgan de rechazar que asignaran dos agentes a la vigilancia de su domicilio.

Pero eso se lo guardó para sí mismo.

Sin despedirse, Morgan abandonó el apartamento, asumiendo que debía darle a Emily el espacio que le había pedido. En lugar de dirigirse a su casa, regresó a la unidad, con la esperanza de que García hubiera podido averiguar algo.

No fue así. Y finalmente Hotch los envió a todos a sus casas.

Emily, por su parte, llamó a un cerrajero como tenía previsto, y permaneció en su apartamento afanándose en poner algo de orden en aquel desastre mientras le instalaban una cerradura de seguridad. Al caer la noche, su dormitorio comenzaba a parecer de nuevo un dormitorio, aunque de igual modo tendría que cambiar el colchón y algunos muebles. El espejo estaba roto en pedazos, y una de las puertas del armario desencajada. Además, la sudes había hecho trizas gran parte de sus prendas de vestir, si bien y por fortuna, Emily había podido salvar las suficientes como para no tener que renovar urgentemente su guardarropa.

Apenas durmió, y a las seis de la mañana ya estaba en pie dispuesta a regresar a la oficina.

Tan pronto cruzó las puertas acristaladas, divisó a Hotch junto a su despacho. "Otro madrugador", se dijo Emily. Éste, al verla, le hizo una señal para que se acercara, así que Emily se reunió con él sin pasar por la zona de escritorios, aún vacía.

Su gesto excesivamente austero, le hizo temer lo peor. Miró un poco más allá del despacho de Hotch, donde se encontraba el despacho de Strauss. Tenía la luz encendida. Mal asunto.

— Tengo la impresión de que va a ser una mañana muy larga— Dijo Emily a modo de saludo.

Hotch se encogió de hombros, y le dirigió una expresión de disculpa.

— Strauss quiere veros a ti y a Morgan.

Por supuesto. Tenía que ocurrir tarde o temprano. Era evidente que Hotch no podría seguir manteniendo a Strauss en la ignorancia. Emily ni siquiera podía reprochárselo. Bastante había arriesgado ya.

— Imagino que no estará contenga.

Hotch mantuvo su rostro impertérrito, lo que en aquel caso, significaba que su respuesta era una confirmación rotunda.

— He hecho lo que he podido…

Emily no tenía la menor duda sobre ello, y era algo para lo que en realidad se había preparado. Lo positivo de las noches de insomnio era que se disponía de mucho tiempo para reflexionar y tomar decisiones. Y las decisiones que Emilly había tomado aquella noche tenían una única finalidad. No iba a permitir que nadie saliera perjudicado por su culpa. No otra vez.

Tenía muy presente que aquel asunto, en manos de Strauss, o de sus superiores, sólo serviría para ofrecerles una excusa para disolver el equipo en el peor de los casos – ocultar información sería recibido como una nueva falta de profesionalidad— y en el mejor, determinaría el traslado de Morgan o de ella misma. Pero alguien indudablemente tendría que pagar el precio.

— Deja que yo hable con ella.

Hotch estrechó la mirada. Emily le estaba pidiendo que mantuviera a Morgan al margen. ¿Debía hacerlo? Sospechaba que Emily guardaría las formas mejor que Morgan, y al fin y al cabo, ¿cómo iba a impedírselo? Morgan ni siquiera había llegado.

— Está en su despacho,

Hotch se había citado con Strauss a primera hora, y le había explicado todo lo que estaba ocurriendo. Puede que Strauss y él hubieran tenido muchas diferencias en el pasado, pero lo cierto era que la jefa de sección, había dado la cara por ellos ante el comité disciplinario durante el asunto de Doyle.

Emily asintió, y acto seguido se encaminó hacia allí.

Inspiró profundamente antes de llamar a la puerta, y luego esperó a que Strauss la invitara a entrar.

— Señora— Saludó Emily al verla— Me gustaría hablar con usted.

Strauss la estudió con curiosidad. De todos los agentes de la UAC, Emily Prentiss era la que más quebraderos de cabeza le había provocado, lo que resultaba irónico teniendo en cuenta que precisamente ella había estado involucrada en su admisión.

— ¿Y el agente Morgan?— Preguntó y miró un poco más atrás de Emily sólo para confirmar que no habían venido juntos.

— Me gustaría hablar con usted— Repitió Emily— A solas.

Strauss permaneció en silencio unos segundos, y a continuación alzó la mano señalando hacia la silla que había al otro lado del escritorio.

— Tome asiento, agente Prentiss.

Emily se acercó. Sus manos temblaban ligeramente, muy consciente de la trascendencia de la conversación que iba a tener lugar.

— Entiendo que Hotch le ha puesto al día— Comenzó Emily.

Strauss sonrió con cierta condescendencia. Emily odiaba ese tipo de actitudes pero no era el momento para mostrar su desagrado.

— ¿Se refiere a la sudes que ha estado acosándolos o al hecho de que usted y el agente Morgan han estado manteniendo una aventura que los ha puesto en peligro a ambos?

Emily carraspeó. Podría acusarse a Erin Strauss de muchas cosas, pero no de ambigüedad.

— No es una aventura, señora…— La rectificó Emily, sin apartar sus ojos de ella. No había podido evitarlo. Aquella forma despectiva de referirse a ellos le había molestado. No habría podido definir exactamente qué había entre Morgan y ella, pero definitivamente no era, ni nunca sería sólo una aventura.

— Pues su relación entonces…— Puntualizó Strauss— No sé si se da cuenta de que eso es peor.

Emily habría querido gritarle allí mismo que lo que hubiera entre Morgan y ella era algo absolutamente privado, y que no era asunto suyo con quien se acostaba mientras no interfiriera en su trabajo, pero era tan obvio que sí había interferido en su trabajo, que Emily se habría quedado sin defensa alguna antes de intentar protestar.

Sin embargo, tampoco se dejaría humillar.

— No estoy aquí para disculparme.

Strauss negó con la cabeza, y dibujó en su rostro una sonrisa irónica.

— No esperaba menos de usted— Afirmó— Y no necesito una disculpa— Juntó las manos entrecruzando los dedos y se inclinó un poco hacia adelante, señal indiscutible de que la reprimenda acababa de comenzar— Una disculpa no solucionará el problema que usted y el agente Morgan han ocasionado. Ambos sabían perfectamente la importancia de atenerse estrictamente a las normas establecidas después de lo ocurrido con Ian Doyle. Ahora resulta que tengo un cadáver en el depósito y una asesina fugada, y todo porque dos agentes han decidido infringir las normas más básicas de confraternización establecidas precisamente por motivos como éste ¿Lo entiende, agente Prentiss?

A aquellas alturas, Emily había construido en su mente su propio muro de las lamentaciones. No podía refutar absolutamente ninguna de las acusaciones de Strauss. Les habían dado una segunda oportunidad y no habían sabido aprovecharla.

— Si, señora— Respondió, avergonzada.

— Bien, me alegro— Continuó Strauss— Porque ahora me encuentro en una posición complicada. Y no sólo yo, o usted, o el agente Morgan, sino la unidad al completo. Aunque usted no lo crea, agente Prentiss, he intentado por todos los medios salvar este equipo, pero realmente su obstinación en saltarse los protocolos lo está convirtiendo en una tarea casi imposible. Ahora tendré que dar explicaciones al comité, y sinceramente, no sé qué tipo de explicaciones puedo ofrecer que los salve.

De pronto, Emily sintió que tal vez, sí debería haberse disculpado.

Sólo quedaba una opción posible. Y la odiaba con toda su alma, pero no había otra salida.

— En realidad, venía a comunicarle que me han ofrecido un puesto de trabajo en la INTERPOL, y que he decidido aceptarlo.

Strauss abrió los ojos, sorprendida. Hotch no le había comentado nada al respecto. Asumió que era bastante probable que no estuviera al tanto.

— ¿En Londres?

Emily asintió.

— Supongo que eso facilitará un poco las cosas.

Por supuesto que lo facilitaría. Ambas lo sabían. Emily le estaba poniendo en bandeja su propia cabeza como sacrificio. Y sin dramatismos.

— ¿Ha tomado la decisión únicamente por lo ocurrido?

Emily se apresuró a negarlo.

— Llevo mucho tiempo pensando en ello. Quizás me precipité al aceptar regresar a la Unidad— Mintió. Cierto era que había tenido sus dudas al respecto, pero jamás había considerado seriamente marcharse. Pese a todo, consiguió que su expresión permaneciera serena – Es una gran oportunidad profesional para mí.

En cualquier caso, Strauss no la creyó. No se lo diría claro, le concedería esa victoria. Al fin y al cabo, admiraba su capacidad de renuncia.

— ¿Lo sabe el agente Morgan?

Strauss conocía a Derek Morgan, y si realmente mantenían una relación que pudiera calificarse como seria, dudaba que se conformara sin protestar.

— No, y me gustaría decírselo yo misma.

Aquel fue el único momento en que la expresión de Emily cambió durante un segundo, y su voz se quebró al imaginarse a sí misma anunciándole a Morgan aquella noticia.

— Entiendo…— Prosiguió Strauss— Asumo que es una decisión definitiva.

— Sí, señora— Afirmó Emily, recuperando la rotundidad en su voz.

— Bien… No voy a tratar de convencerla de que se quede, porque sé que esto beneficiará al equipo… — Strauss se detuvo un instante, pensativa, antes de continuar— Y del agente Morgan— Añadió enfatizando tácitamente el hecho de que él sería el primer beneficiado— Infórmeme en cuanto esté todo listo…

— Por supuesto.

Emily se levantó y se dirigió a la puerta.

— Agente Prentiss— La llamó Strauss. Emily se volvió hacia ella— No soy su enemiga. Creo que es usted una agente competente a pesar de su tendencia a actuar por su cuenta, y no me equivoco al afirmar que su marcha supondrá una gran pérdida para el equipo.

Por un instante, Emily vislumbró un atisbo de empatía en su rostro, algo que sucedía sólo en contadas ocasiones.

— Gracias, señora.

Sus manos aún temblaban cuando salió del despacho.

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