CAPÍTULO 29
Una semana y un día después, Emily volaba de regreso a Estados Unidos.
Olivia la había ido a recibir al aeropuerto para ayudarla con Sophie, y luego habían tomado un taxi que las trasladaría al que iba a ser su hogar, al menos temporalmente.
Emily había mantenido su apartamento, pero no su vehículo, que había decidido vender antes viajar a Londres.
Nada más entrar por la puerta, Emily se percató de los evidentes cambios. Olivia había hecho un gran trabajo adaptando el apartamento a las necesidades de la pequeña. Un parque de bebé de vivos colores presidía la sala; la sillita trona ocupaba su lugar junto a la mesa; y una hamaca infantil se hallaba ahora frente al televisor.
Y luego estaba lo que no podía apreciar desde allí. Biberones en los estantes de la cocina, el hervidor de agua sobre la encimera, una cuna y un cambiador en el dormitorio. Emily le había pedido expresamente a Olivia que sustituyera su viejo sillón por un cómodo sillón cama, teniendo en cuenta que sólo había un dormitorio, no iba a permitir que la joven acabara con dolor de espalda. De cualquier forma, Emily esperaba encontrar pronto una casa.
— Pareces aterrada— Señaló Olivia, contemplando a la que ya consideraba como parte de su familia.
Emily no había reparado en su propia expresión de pánico hasta que Olivia no lo había mencionado.
Y en realidad, estaba asustada. No por los cambios en su apartamento, sino porque desde que el avión había tomado tierra se había hecho muy presente el motivo por el que había regresado. No tenía intención de posponer su conversación con Morgan, lo que significaba que tendría que volver a verle, mirarlo a los ojos, sentir el calor de su cercanía. ¿Y qué sucedería? ¿Cómo reaccionaría? En aquel punto, Emily no tenía la menor idea de qué podría ocurrir, y perder el control de ese modo, era simplemente aterrador.
— Lo estoy— Admitió.
Pasaron la tarde deshaciendo las maletas, ocupándose de Sophie y readaptándose a la nueva situación. Al llegar la noche, ya estaban completamente instaladas.
Emily tenía intención de llamar a las oficinas a primera hora de la mañana. Hablaría con García para advertirla de que había regresado, y le pediría disculpas por no haberles avisado. Le preguntaría por Morgan, y le pediría que guardara el secreto hasta que pudiera hablar con él. La necesitaba precisamente para eso, para que le informara de cuándo estaría allí. Emily había sopesado la posibilidad de visitarlo en su casa, pero la idea de encontrarse a solas con un Morgan furioso, la acobardó, y eso si éste no se negaba a recibirla.
Aquella noche Emily no consiguió conciliar el sueño así que, tan pronto amaneció, se levantó y preparó el desayuno aprovechando que Sophie dormía plácidamente.
— ¿Sophie ha tenido mala noche?— Preguntó una somnolienta Olivia desde el sofá-cama de la sala.
— Yo he tenido una mala noche— Precisó Emily mientras servía el desayuno en la mesa del comedor— Lo siento… Te he despertado…— Se disculpó.
— No, me ha despertado el olor a croissant con mantequilla…— Dijo Olivia desperezándose. Los había comprado ella misma el día anterior en una pastelería que había descubierto durante su visita a la ciudad— Mis tripas han rugido tan fuerte que no te sorprenda que despierten a Sophie.
Emily se echó a reír. Comenzar el día con risas siempre resultaba agradable.
— Acaba de comer…
— Oh, qué sorpresa— Ironizó Olivia.
No es como si Olivia se considerara una experta en bebés, pero la joven habría afirmado sin temor a equivocarse que los bebés solían resistir al menos dos horas sin probar alimentos. No le extrañaba que Emily tuviera ojeras. La única solución que habían encontrado era recurrir a ese instrumento de tortura llamado extractor de leche, para que Olivia pudiera ofrecerle a Sophie algunas tomas con biberón, si su madre no estaba disponible. Pero lo cierto era que Emily odiaba aquel aparato con toda su alma.
Olivia se levantó del sofá y se unió a Emily para desayunar juntas.
Comprobó la hora. Las siete de la mañana.
— ¿No es muy temprano para llamarles?— Preguntó, ignorando por completo qué tipo de horarios serían los usuales en Estados Unidos para trabajar.
— Ya hay personal desde esta hora— Le informó Emily— Pero voy a llamar directamente a García, supongo que da igual donde esté.
— Penélope— Recordó Olivia. Emily le había hablado de todos los miembros del equipo, y le había enseñado fotos, así que casi era como si los conociera.
Emily asintió.
— Dijiste que no era la persona más discreta del mundo— Señaló Olivia alzando una ceja.
— Cierto…— Admitió Emily— Pero es la única que siempre sabrá localizar a Morgan… Y la que mejor lo conoce.
Emily confiaba en que García, por una vez, fuera capaz de mantener un secreto.
— Pensaba salir con Sophie… — Dijo entonces Olivia de forma casual. Le apetecía mucho pasear con la niña por la ciudad—Acaban de inaugurar un centro comercial cerca de aquí y he visto que tiene una tienda de ropa de niños…
— Olivia…— Le advirtió Emily. Sophie ya tenía más ropa de la que nunca utilizaría.
— Te prometo que me contendré— Aseguró Olivia con una sonrisa inocente dibujada en su rostro.
La sonrisa de Clyde, se dijo Emily. Es igual que él. Y miente exactamente como él.
La tarde anterior, Emily había dejado un par de biberones de leche en el frigorífico, así que Sophie tendría algunas horas cubiertas respecto a su alimentación. Y en realidad, de todas formas pensaba pedirle que se quedara con ella. No tenía intención de presentarse en la unidad con un bebé en brazos.
Básicamente porque era muy probable que, no sólo Morgan, sino su equipo al completo sufriera una conmoción.
Así que, después de desayunar, Emily hizo la llamada que tenía planeado hacer.
El teléfono dio un par de tonos antes de que García respondiera con un entusiasmo que sólo alguien como ella podría desplegar a aquellas horas de la mañana.
— ¡Emily!— Saludó con un gritito, un poco exagerado sobre todo teniendo en cuenta que apenas hacía un par de semanas de su última conversación— ¡Qué alegría escucharte tan temprano!— Dudó un poco. Siempre se hacía algo de lío con el cambio de horarios— Aunque ahí ya debería ser…— Calculó la hora— ¿Mediodía?... ¡Da igual!— Continuó sin permitirle siquiera decir una sola palabra— ¡¿Cómo estás?!
"Por fin, una pausa" suspiró Emily, acostumbrada a la locuacidad de su amiga.
— Buenos días, Pen— Saludó Emily más calmada— ¿Estás ya en la oficina?
Definitivamente no necesitaba exaltarla más.
— Acabo de salir del ascensor…
De hecho, Emily escuchó perfectamente el taconeo acelerado de sus zapatos y no pudo evitar sonreír.
— ¿Y los demás?— Preguntó con cautela.
Por primera vez, García se quedó en silencio, vacilante. Había algo extraño en el tono de voz de Emily pero no podía determinar el qué.
— Diría que aterrizarán en el aeródromo dentro de…— Calculó de nuevo— Un par de horas tal vez… Regresan de un caso en Denver… Un asesino de ancianos… ¿Te puedes creer que alguien pueda tener la mente tan enferma?— Añadió con un escalofrío.
Lamentablemente, Emily había conocido lo peor del ser humano, así que sí, podía creerlo.
— Oye…— Continuó Emily, sopesando muy bien cada palabra que decía— ¿Te puedo pedir un favor?
Al otro lado del teléfono, García frunció el ceño. Acababa de llegar a su oficina, y se sentó en la silla frente al ordenador.
— Claro… — García temió que Emily se hubiera metido en algún tipo de problema grave— ¿Te ocurre algo?— Preguntó con preocupación.
— No, Pen, tranquila…— Se apresuró a asegurarle Emily— Es sólo que…— Por un momento titubeó, acobardada — ¿Puedes no decirles que estoy aquí?
Y lo siguiente que escuchó Emily fue un auténtico derroche de gritos exaltados.
— ¡¿Estás aquí?! ¡¿De veras?! ¡¿Pero por qué no avisaste que venías?! ¡Podría haber ido a buscarte! ¡¿Dónde estás?! ¡¿Vienes para acá?! ¡¿Voy a buscarte?! ¡Oh, vaya! ¡Se van a alegrar tanto de verte!
Emily no estaba tan segura de que todo el mundo, y especifícamente Morgan, la recibiera con tanta alegría.
— García, ¿has oído lo que te he pedido? No les digas nada, por favor. Voy de camino hacia ahí, quisiera llegar antes que ellos… Es decir… — Suspiró hondo, consciente de que debía sincerarse con su amiga— Oye, tengo que hablar con Morgan y se niega a responder al teléfono… Si le dices que estoy ahí, es probable que se vaya directamente a casa sin pasar por la oficina… Y realmente necesito hablar con él.
Aquella confesión entristeció a García. En su mundo rosa, aquellas tragedias entre las personas que amaba, no debían ocurrir.
— ¿Tan mal están las cosas entre vosotros?
Emily lamentaba mucho tener que admitirlo ante García. En sus conversaciones con ella y con J.J. solía evitar el tema de sus sentimientos hacia Morgan y las había mantenido al margen de sus fracasados intentos de contactar con él.
— Esta vez tendrá que escucharme— Respondió Emily de forma ambigua— Mira, en un momento estaré allí, ¿de acuerdo? Tengo muchas ganas de verte.
— Yo también, Emily— Dijo García, y en esta ocasión Emily detectó más compasión que entusiasmo.
Antes de dirigirse hacia Quántico, Emily le volvió a dar el pecho a Sophie, que ya se había despertado, y a continuación se despidió de Olivia. Bajó en el ascensor hasta la zona del vestíbulo, y saludó al nuevo conserje. Un joven de poco menos de treinta años que había entrado a trabajar después de que Charlie se trasladara a vivir con su hijo a San Diego. Emily se había enterado el día anterior, cuando había llegado al edificio de apartamentos y no había sido Charlie quien la había recibido. Se alegraba por él, pero lo echaría de menos.
Tomó un taxi hasta las oficinas, y por primera vez en casi un año, atravesó el arco de seguridad. Todo resultaba extraño a su alrededor, los pasillos, las fotografías de la pared, el personal que iba y venía. Reconoció a muchas de aquellas personas, pero había otras muchas caras nuevas que la miraban con curiosidad.
Y por fin, cruzó las puertas de cristal que daban a la zona de oficinas de la UAC.
Se detuvo un instante, contemplando el que había sido su escritorio, y tuvo que armarse de valor para llega hasta él. Se sorprendió porque había esperado que alguien lo hubiera ocupado. Ni siquiera había hablado de ello con nadie del equipo, simplemente había asumido que le habrían buscado un reemplazo. Ahora entendía por qué ninguno de sus antiguos compañeros lo había mencionado. Simplemente porque su puesto continuaba vacante.
No estaba segura de sentirse reconfortada o triste.
Siguió su camino en dirección hacia la oficina de García. La puerta estaba entreabierta, tal vez esperándola, y se asomó al interior. García estaba enfrascada en el ordenador y rodeada de decenas de muñequitos y lápices de colores.
Emily sonrió.
Con sigilo, se acercó hasta ella, y dejó sobre su mesa un pequeño obsequio que le había traído desde Londres. Una taza que imitaba la cabeza de un gato, incluidas las orejas, y que llevaba escrito en la parte de atrás las palabras "eres única".
De inmediato, García se volvió hacia ella, se levantó y ambas se fundieron en un abrazo tan largo como deseado.
— Ya estás aquí…— Susurró García en su oído— Ya estás aquí…
Finalmente se apartaron, aunque García se negó a soltarle la mano durante un buen rato.
Y luego comenzaron las preguntas de rigor.
— ¿Cuánto tiempo te vas a quedar?
Emily prefería mostrarse prudente respecto a la información que le facilitaba. No quería decepcionarla si las cosas no salían como esperaba.
— Aún no lo sé… Por ahora no tengo billete de vuelta.
García arrugó el ceño.
— ¿Y tú trabajo en Londres?
Aquella era una buena pregunta. ¿Qué trabajo? Básicamente sólo había podido colaborar con Clyde en lo mínimo y ambos habían tenido claro desde el momento en que Emily se había enterado de su embarazo, que regresaría a Estados Unidos.
Por lo demás, responder a aquella pregunta con sinceridad, suponía desencadenar otra serie de cuestiones que no podía aclarar.
— Oye, te prometo que te contaré todo… Pero…
Sin embargo, García era mejor perfiladora de lo que Emily creía.
— Quieres hablar con Derek antes, ¿no?
Emily asintió.
— Pen…
A García no le hacían falta muchas más explicaciones.
— Emily, está absolutamente enamorado de ti…— Le dijo con dulzura— Lo conozco bien. Por muy enfadado que esté, no te ha olvidado. Pero es tan terco…
— No, Pen— Le rebatió Emily—No es culpa suya. No tengo excusa para lo que le hice.
No lo diría en alto, pero para García, los problemas entre parejas solían ser responsabilidad de las dos personas. Y en este caso, dos personas a las que amaba.
— Sé que aún podréis arreglarlo. Estáis hecho el uno para el otro.
A Emily la conmovió la bondad del corazón de su amiga.
— Gracias…
Emily comprobó entonces el reloj. Aún faltaba alrededor de una hora para que el avión aterrizara. Suspiró resignada. La mañana se le estaba haciendo eterna.
García, sintió lástima por ella. No había esperado verla tan triste.
— ¿Sabes? Tengo una idea— Dijo de pronto la analista. La tomó de la mano y tiró de ella hacia la puerta— Vamos a la sala de reuniones, así veremos cuándo llegan.
Realmente Emily no tenía nada mejor que hacer, salvo asegurarse de que Olivia no había hipotecado su apartamento para renovarle el vestuario a Sophie.
— Ve tú— Le pidió— Primero debo hacer una llamada.
García enarcó las cejas, algo perpleja, pero enseguida le ofreció su mejor sonrisa.
— De acuerdo… Además, se me ha ocurrido algo.
Emily prefería no saberlo.
Una vez a solas, Emily llamó a su compulsiva compañera de apartamento, que ya debía encontrarse en el centro comercial.
Esta vez, el teléfono sonó al menos diez veces antes de que Olivia contestara. Era algo habitual en ella, que solía dejarse el teléfono en cualquier parte, así que Emily no se sorprendió.
— Sólo le he comprado un par de vestidos…— Confesó Olivia a modo de saludo. Emily no pudo evitar pensar que García y Olivia se lo pasarían en grande yendo de tiendas— Bueno… Y tal vez unos adornos para el pelo… Y un gorro… Y calcetines… Y algunos pijamas… Le gusta estar calentita…
— Oh, señor…— Resopló Emily, resignada a que Olivia dejara su tarjeta de crédito sin crédito— Está bien… Supongo que es inútil que proteste…
— Bastante inútil— Apostilló Olivia
Emily habría jurado que incluso parecía orgullosa de sí misma.
— ¿Qué tal Sophie?
— Durmiendo…— Olivia miró al bebé, acurrucada en su mantita dentro del cochecito— Está bien, Emily, no te preocupes. ¿Y por ahí? ¿Has hablado con él?
Emily ya se había percatado de que Olivia solía evitar referirse a Derek por su nombre.
— Regresan de un caso— Le informó— Pronto estarán aquí.
— Avísame si necesitas que le dé un puñetazo.
Emily se echó a reír. Estaba bastante segura de que Olivia sería capaz de ello. Siendo sobrina de Clyde, éste se había ocupado de enseñarle unas cuantas técnicas de defensa y ataque.
Después de su breve conversación, Emily se dirigió hacia la sala de reuniones, donde García había secuestrado una botella de bourbon, muy probablemente del despacho de Rossi, y estaba llenando dos vasos en el minúsculo office que había allí, y que en realidad, sólo servía de soporte para unos cuantos vasos de plástico y lo necesario para preparar café.
En aquel momento Emily se habría bebido la botella de bourbon entera de buena gana.
— ¡Oh, bien…! – Exclamó García al verla— Ya estás aquí… Y mira lo que he encontrado— Añadió señalando hacia las copas.
"Estupendo. Ahora tendré que darle un buen motivo para rechazar mi bebida favorita", se dijo Emily.
— En realidad no debería…— Se excusó Emily tratando de encontrar una explicación lógica en su cabeza. ¿Quizás le funcionaría la disculpa de la úlcera? Probablemente no— Aún estoy con el jet lag, ¿sabes? Pero tomaré un poco de agua…— Añadió sirviéndose un vaso.
García la miró, atónita.
— ¿El jet lag? Tú, Emily Prentiss, que has viajado por medio mundo, ¿sufres de jet lag?...— García se detuvo un instante mientras su mente trabajaba a toda velocidad— Oye, no estarás enferma, ¿no?
Bueno, Emily tenía que admitir que tenía buenas razones para desconfiar. Pero tampoco había motivo para preocuparla.
— No, no estoy enferma— Declaró con una sonrisa que intentó ser convincente.
García balanceó la cabeza, observándola con más detenimiento. Definitivamente, Emily parecía distinta. Algo había cambiado en ella.
— ¿Embarazada?
Y Emily, que acababa de tomar un sorbo de agua, se atragantó miserablemente con el líquido.
No era la primera vez que García achacaba su estado de ánimo a un embarazo. Recordaba perfectamente que había hecho lo mismo durante el asunto de Doyle. En ese momento Emily se había molestado, pero ahora, García no tenía ni idea de lo cerca que había estado de la verdad.
Tosió, tosió y tosió hasta el punto de que García tuvo que darle un par de palmaditas en la espalda.
— Por Dios, Emily… ¿Hasta cuándo te va a durar esa alergia a todo lo que implique compromiso?
Una vez recuperó el aliento, Emily le dirigió una mirada de absoluta incredulidad. ¿Esa era su conclusión?
Por fortuna, ni siquiera había necesidad de mentirle.
— García, te puedo asegurar que no hay ninguna posibilidad de que esté embarazada.
Estrictamente era cierto.
— Menos mal…— Exclamó aliviada García— Por un momento temí que lo que necesitabas decirle a Morgan era que habías conocido a alguien.
"Y estrictamente, eso también era cierto", pensó Emily.
A partir de ahí, la conversación derivo hacia temas menos espinosos.
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