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Capítulo 15: Ampliando límites
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Su falda larga oculta el violento temblor de sus extremidades mientras espera que se abran las pesadas puertas de madera que conducen a la gran sala del castillo. Ella agradece en silencio que su captor no se dé cuenta de que es su agarre en su brazo lo que en realidad la mantiene erguida. La luz de las antorchas ilumina el gran salón, su brillo parpadeante da vida a objetos inanimados con las sombras oscuras que proyectan sobre las paredes de piedra. Las sombras bailan en patrones antinaturales que se suman a la ardiente aflicción en sus dedos. Ella aprieta los puños para calmarlos.
—Lord Jakob, exijo que me lleven a reunirme con mi marido y mi padre.
—Paciencia, mi señora. Pronto nos reuniremos con ellos. —Sonríe Jakob—. Esperamos la llegada de invitados adicionales que completarán nuestro grupo.
Mientras dice esto, unos pasos resuenan por el oscuro y estrecho pasillo, y sus sombras crecen hasta alcanzar la altura de antiguos gigantes antes de derramarse sobre el techo de piedra e inclinarse hacia abajo. Cuando las figuras que se aproximan emergen de la oscuridad del pasillo, sus ojos distinguen la figura redondeada del sacerdote del castillo, el padre Michel, y de su amiga y ex dama de compañía, Cateline.
—¡Cateline! —llora, el temor por su amiga se enrosca en su vientre—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Cateline no puede responder con sus labios temblorosos.
—¡Debes huir, Cateline! —advierte, intentando liberarse del agarre de Jakob para poder ir con su amiga. Pero el agarre de Jakob se hace más fuerte y hunde los dedos más profundamente en su piel—. Debes escapar de los muros del castillo, porque mi padre se ha vuelto loco y no sé qué es...
—Quédese tranquila, mi señora —responde finalmente Cateline—, su padre busca mi ayuda para deshacer el error de juicio que cometió en su ausencia, nada más.
—El error de juic… ¿de qué hablas, Cateline?
—Estaba comprometida con lord Jakob, y es con él con quien debería haberse casado. Ahora, su padre desea que yo... —Baja la mirada y, cuando vuelve a hablar, apenas es más que un susurro—. Lady Bellaria, seré una buena esposa para sir Edward. Le prometo eso.
Por unos momentos, es incapaz de comprender las palabras que Cateline ha pronunciado, o tal vez no puede aceptar que las ha escuchado correctamente. Sus ojos pasan del rostro lleno de vergüenza de Cateline al impasible sacerdote y luego a la expresión engreída y triunfante de lord Jakob. Finalmente, regresan con su antigua amiga.
—Por el amor de Cristo, Cateline, ¿qué aceptaste? ¡¿Qué hiciste?!
—Bellaria —Cateline solloza en voz baja—, no era mi intención que esto sucediera. ¡Sólo deseaba ser útil!
—¡Que el diablo se lleve tus lágrimas falsas y tus locos deseos de servir! —sisea furiosamente—. Sepan esto: ¡ella será la próxima esposa de mi marido sólo sobre mi cadáver!
Se lanza hacia Cateline, pero el agarre de Jakob le pone ambos brazos detrás de la espalda. —Creo que estamos listos para unirnos a su esposo y a su padre. Venga, mi señora. —Él la arrastra hacia las pesadas puertas. Detrás de ella, Jasper lucha con sus propios captores. Y detrás de ellos esperan Cateline y el sacerdote.
Cuando las puertas se abren, se da vuelta y fija su mirada implorante en Cateline. —Cateline, por el amor de todo lo santo y sagrado, ¡cualquier cosa que te hayan pedido, te ruego que no lo hagas! ¡Todos debemos mantenernos firmes contra su locura combinada! ¡Es la única manera! —Jakob la empuja hacia la puerta, pero aun así ella le suplica a su amiga—. ¡Prométeme que no te doblegarás, Cateline! ¡Cateline, prométemelo!
Jakob le tira del brazo con fuerza y la empuja hacia la puerta, pero cuando ella levanta la vista hacia él... ya no es Jakob.
*Bellaria*
—Los círculos bajo tus ojos hablan de otra noche difícil.
Asentí en reconocimiento mientras Edward pasaba sus dedos debajo de mis ojos, su toque ya estaba trabajando para adormecerme y calmarme. Cuando se inclinó más cerca y reemplazó sus dedos con sus labios, suspiré de satisfacción.
—Dios, tu toque me tranquiliza hasta lo más profundo —admití en un susurro.
—Es bueno saberlo —respiró, su voz temblorosa contra mi piel—, porque creo que ya no tengo el autocontrol para mantener mis manos alejadas de ti por completo. Ha pasado demasiado tiempo.
Todavía desconcertada por sus referencias a un pasado que solo recordaba a pedazos, respondí solo enrollando mi dedo meñique alrededor del suyo y guiándonos a su edificio de apartamentos, donde Jasper y Emmett esperaban. Mientras subíamos los escalones que conducían al loft del segundo y tercer piso de Edward, él me siguió, con sus manos ligeramente alrededor de mi cintura, manteniendo las conexiones físicas y emocionales que ambos acabábamos de admitir. Ya no podíamos fingir lo contrario el uno con el otro, independientemente del pequeño hecho de que él no era un ser mortal, y no tenía idea de lo que eso significaba para esta versión «moderna» de nosotros.
Cuando llegamos al rellano, me giró en sus brazos y levanté ligeramente mis manos vendadas sobre su pecho, mirando sus brillantes ojos verdes.
—¿Cómo están tus manos?
—Ni siquiera duelen —me encogí de hombros—, si no fuera por lo incómodos que son los vendajes, me olvidaría por completo de que me había raspado las palmas de las manos. Supongo que hiciste un buen trabajo curándolas.
—Les echaremos otro vistazo —asintió.
—Edward... ¿puedo hacer otra pregunta?
La sonrisa que me ofreció tenía un toque de cautela, su manzana de Adán se balanceaba. —Por supuesto.
—¿Por qué el verde de tus ojos es tan brillante?
Sus ojos se entrecerraron. —Mis ojos son negros, Bella. Después del cambio, todos los vampiros tienen ojos negros a menos que nos hayamos alimentado recientemente —se aclaró la garganta—, en cuyo caso, son…
—Rojos. Sí, lo vi —murmuré—. Y los he visto negros cuando estás enojado. Pero a veces son verdes, un verde brillante, casi resplandeciente.
Acunó mi mejilla entre sus manos. —Eran verdes cuando era humano. Los de Jasper eran azules y los de tu hermano eran...
—Marrones, como los míos. Lo veo. Los veo a los tres con el color de sus ojos humanos.
Él frunció el ceño desconcertado. —Quizás veas nuestro verdadero color de ojos gracias a tu don. Quizás su brillantez sea la manera que tienes de distinguirlos... de distinguirnos y alertarte del hecho de que no somos humanos.
—Tal vez —asentí pensativamente—. Supongo que eso tiene tanto sentido como cualquier otra cosa hoy en día. —Cuando pasé mis dedos por la piel justo debajo de su ojo, Edward soltó una larga bocanada de aire mientras sus ojos se cerraban.
—Tu toque también me tranquiliza.
—¿Respiras, Edward?
—Respiro por costumbre, no por necesidad. —Volvió a abrir los ojos y sonrió—. Lo cual me doy cuenta de que es una tontería considerando la minúscula fracción de mi existencia que viví como humano.
Resistí la tentación de avergonzarme por su uso del término existencia para caracterizar su vida, especialmente porque sus ojos estaban firmemente en los míos, midiendo cada una de mis reacciones. Tomó mi mano y la colocó nuevamente sobre su pecho, esta vez directamente sobre su corazón. No latía, y mi propio corazón se contrajo ante esta comprensión obvia pero desgarradora. Sin embargo, mantuve mi expresión neutral. Él no quería mi compasión, lo sabía, y se lamentaría en silencio si pensara erróneamente por un segundo que me sentía disgustada.
—Mi corazón no late —confirmó mucho más sombríamente—, pero todavía siento.
—¿Qué sientes?
—Dímelo tú, Bella —susurró intensamente—. Me miras a los ojos con tanta atención que ves matices que nadie más ve. ¿Qué ves más allá del oscuro abismo?
—Veo… que lo sientes todo.
Él asintió, mirándome fijamente. —Con incluso más intensidad que antes del cambio.
Exhalé pesadamente, incapaz de hablar por unos momentos, y como si entendiera todas las cosas que todavía no podía decir, tomó mis manos entre las suyas y cambió de tema.
—Entonces, los sueños. ¿Te mantienen despierta de nuevo?
Asentí sombríamente. —Se están volviendo cada vez más... difíciles.
—¿Quieres hablar de ellos? —preguntó suavemente.
Cuando negué con la cabeza, un destello de decepción cruzó por su rostro.
—Edward, ahora entiendo por qué insististe en que descubriera tanto de lo que está sucediendo a través de la investigación en lugar de simplemente decírmelo. Si no hubiera descubierto todo esto lentamente con solo unos pocos empujones en la dirección correcta de parte de ti, Emmett y Jasper, nunca habría creído nada de esto —admití—, ni en un millón de años.
—Lo sé —dijo.
—De la misma manera, siento como si estos sueños intentaran mostrarme algo más que las imágenes mentales y los recuerdos que representan. —Fruncí el ceño—. Tengo la sensación de que hay algo en ellos que tengo que resolver por mi cuenta, o de lo contrario nunca entenderé realmente lo que se supone que debo entender de ellos.
—Está bien —asintió en voz baja—, pero si me necesitas...
—Lo sé. —Sonreí—. Sé que estás aquí y lo aprecio. —Poniéndome de puntillas, lo besé suavemente, enredando mis dedos en su cabello, ambos suspiramos cuando nos separamos.
—Es extraño, sin embargo, que cuando estuve aquí la otra noche soñé, pero aun así dormí, aparentemente bastante. Simplemente pasé de un sueño a otro sin despertarme en el medio. Cuando estoy en casa, doy vueltas y vueltas toda la noche entre sueños.
Me escudriñó cuidadosamente, sus pulgares acariciaron mis dedos. —¿Por qué crees que podría ser eso?
—Tengo mis sospechas, pero todavía hay muchas cosas que no entiendo, muchas cosas que considerar. ¿Puedo preguntar algo más? —respondí en su lugar.
—Aún tienes curiosidad. —Observó—. Eso no ha cambiado.
—Soy una académica —señalé. A pesar de saber ahora que yo era ella y ella era yo, no podía evitar sentirme... incómoda cada vez que me comparaba con Bellaria.
—¿Estás pensando en escribir un libro sobre esto? —Levantó una ceja.
—Por supuesto que no, no. Pero me gustaría saber todo lo posible sobre esto, sobre ti, si no te importan las preguntas intrusivas.
Sacudió la cabeza y deslizó su mano alrededor de mi nuca. —Bella, no me importan las preguntas y seré completamente honesto con mis respuestas. Si eliges pasar tu vida conmigo —dijo lenta y cuidadosamente—, entonces habrá mucho que considerar, sí. Así que, por supuesto, podrás hacer todas las preguntas que quieras. Mi único temor es que me preguntes algo cuya respuesta sea inaceptable.
Mi corazón se apretó dolorosamente, más porque en ese momento no podía, con toda honestidad, garantizarle que nunca llegaría a ese punto. Simplemente todavía no sabía lo suficiente. Entonces, en lugar de eso, le apreté la mano y me pregunté si, entre mis vendajes y su fuerza sobrehumana, él siquiera lo sentía. Y en la medida que pude lo tranquilicé con mis palabras.
—Te prometo que, si alguna vez llegamos a ese punto, te lo haré saber. Pero, Edward, ahora estoy viendo el mundo con nuevos ojos, donde los límites son mucho más amplios de lo que alguna vez creí. Y cada día, cada hora que pasa, esos límites aumentan.
La mirada agonizante y llena de culpa en sus ojos me hizo preguntarme si de alguna manera le había ofrecido lo opuesto a tranquilidad.
—Le he quitado la seguridad a tu mundo.
—Sabes que eso no es cierto —lo contradije intencionadamente—, aparentemente MI mundo nunca ha sido seguro. Al final me habría encontrado y, sin ti, no habría tenido idea de lo que estaba pasando. Me has quitado las anteojeras.
Resopló con autodesprecio, apartando la mirada de mí y sacudiendo la cabeza mientras sus fosas nasales se dilataban. —Semántica de nuevo. Está bien —suspiró en un tono que dejaba claro que en realidad no creía que todo estuviera bien—. Adelante, pregunta.
—¿Qué hicieron ustedes tres durante todo este tiempo, durante todos estos años?
—Por el amor de Cristo, definitivamente no haces las preguntas que espero que hagas.
—Tenme un poco de paciencia. Sólo estoy calentando.
Ante esto, se rio entre dientes y se llevó una de nuestras manos unidas a la boca. Sus labios rozaron mis dedos de un lado a otro, y sus ojos adquirieron una mirada casi vidriosa, como si estuvieran perdidos en recuerdos del pasado.
—¿Qué no hicimos, Bella? Probablemente esa sería la pregunta más sencilla. Hemos existido durante casi mil años y prácticamente lo hemos hecho todo: escalamos todas las montañas, nadamos en todos los mares. Somos médicos, científicos, inversores, escritores, investigadores, etcétera, etcétera. Por supuesto, nuestra investigación... tu investigación siempre estuvo a la vanguardia de todos nuestros esfuerzos. Verás, nuestras personalidades continuaron más o menos después de nuestro cambio; bueno, una vez que aprendimos el autocontrol, debería decir.
—¿De qué manera continuaron? —pregunté con curiosidad, aliviada no sólo por su prometida franqueza sino también por su aparente comodidad con esta línea de preguntas.
—Tomemos a tu hermano, Emmett, por ejemplo. Incluso ahora, está adentro del apartamento prácticamente rebotando en las paredes mientras espera con impaciencia tu llegada.
No pude evitar reírme, más aún cuando Edward se rio conmigo.
—Él siempre ha sido el más gregario de nosotros, el menos perturbado por nuestra inmortalidad y todo lo que implica la existencia. Al principio, por supuesto, hubo cosas que lo angustiaron mucho, como verse obligado a dejar atrás a sus seres queridos porque simplemente no sabía cómo controlar su sed; ninguno de nosotros lo sabía al principio.
—Él cambió primero —dije, sorprendiéndome al darme cuenta de repente.
—Sí, lo hizo. Pero le permitiré que te lo explique. Sin embargo, una vez que Jasper y yo pasamos por el… cambio, los tres nos encargamos de ciertos asuntos urgentes, que también discutiremos más adelante —añadió sin darle importancia—. Después, Emmett fue quien pudo adaptarse a nuestro nuevo mundo con mayor facilidad.
—¿Así que mucho montañismo? —Me reí con inquietud.
—Sí. Además, siempre ha tenido sus coqueteos para distraerlo.
—¿Coqueteos?
—Con las hembras de nuestra especie.
—¿Hay… hembras de tu especie?
—Por supuesto. —Se encogió de hombros como si eso debería haber sido obvio—. Mil años es mucho tiempo para existir sin compañía. Emmett ha tenido enamoramientos, una relación o dos, como los ha tenido Jasper.
Puede que haya dicho más en ese sentido, pero me había quedado atascada en la frase, hembras de nuestra especie.
—Creo que parte de la historia de Emmett me ha llegado en mis sueños —asentí, intentando mantener el flujo de la conversación—. Había una mujer… una hermosa mujer rubia y una niña…
—Sí, Bella —asintió Edward—. Sí, y son cruciales para una discusión sobre tu linaje; por lo tanto, es una de esas prioridades que debemos discutir.
—¿Y Jasper? —pregunté—. ¿Cuál es su personalidad innata?
—Jasper siempre ha tenido un apetito voraz... por el conocimiento. —Sonrió.
—¿Estás… burlándote de mí?
Cuando echó hacia atrás la cabeza y soltó una carcajada, confirmando mis sospechas, fue una de las vistas más hermosas y serenas que jamás había visto. Más que nunca, pude ver claramente por qué Bellaria alguna vez adoró a este hombre. Cuando estaba feliz, era un espectáculo sobrecogedor.
—Con toda seriedad —dijo una vez que su diversión se disipó—, desde el principio, Jasper ha luchado más con el hecho de que nos alimentamos de... de...
—¿Sangre? —insistí.
—Sí —exhaló con aparente alivio—, sobre sangre.
—Vamos —fruncí los labios—, si puedes burlarte de mí por los apetitos voraces, entonces puedes decirme sangre.
Su resoplido resultante fue mucho menos alegre que su risa unos momentos antes—. Parece que estoy teniendo dificultades para creer que realmente estemos discutiendo estas cosas contigo después de lo de ayer. —Luego, escudriñándome detenidamente primero, continuó—. Junto con nuestra investigación sobre tu linaje, Jasper recorrió el mundo en busca de cada tomo o artefacto que pudo encontrar sobre los de nuestra especie. Y cuando agotó esa información, simplemente leyó todo lo demás sobre cualquier otra cosa. No creo que exista un solo libro que no haya leído.
—Así que, literalmente, es un experto en todo.
—Literalmente —sonrió Edward—. De hecho, él fue quien susurró nuestra historia a los oídos de tantos grandes de la literatura. Es por eso que tú y yo fuimos recreados en Tristán e Isolda, en Camelot, en Robin Hood y en Romeo y Julieta. Fue él quien les contó nuestra historia en lo que creían que eran conversaciones casuales. Y el resto de las historias de Emmett y Jasper, realmente creo que deberían contarte ellos mismos.
—Eso es... alucinante —suspiré—, saber que tú y Bellaria han sido…
—Quieres decir que tú y yo hemos sido —corrigió.
—Tú y yo —reconocí torpemente—, hemos sido la inspiración para tantas obras de arte literarias y, sin embargo, tú, EHDA, Edward, hijo del albañil, permaneciste oculto.
Él se encogió de hombros. —Mi propósito al escribir sobre tu antepasada y al escribir El verso para Bellaria era que lo tuvieras una vez que regresaras. No fue para ganar elogios literarios de ningún tipo.
—Pero ¿cómo supiste que ella regresaría?
—¿Quieres decir cómo supe que tú regresarías?
Cerré los ojos y exhalé. —Sí. ¿Cómo supiste que regresaría?
Él sostuvo mi mirada sin decir palabra. —Ven —dijo finalmente, señalando con un gesto hacia la puerta de su loft. —Lo discutiremos todo con más profundidad en tu jardín.
Me quedé clavada en mi lugar. —Edward... —Tragué nerviosamente cuando me miró de nuevo—, no me has dicho lo ocupado que te has mantenido durante casi mil años —mientras hablaba, se acercó un poco más—. ¿Has leído todo, hecho todo y estado en todas partes? ¿Has susurrado cuentos o has coqueteado con mujeres inmortales? —hice una pausa—. ¿Te has enamorado a lo largo de los siglos?
La mitad de su boca se curvó hacia arriba mientras deslizaba una mano por mi cabello y suavemente tiraba de mí hacia adelante, presionando suavemente su boca contra la mía. —Bella, no puedes caer en algo de lo que nunca has salido en primer lugar, ni salir de un lugar del que nunca quieres irte. —Respiró tiernamente contra mis labios—. Sería como salir de un pozo cuando ese pozo es el único en todo el mundo que proporciona agua.
—Dios, ¿eso es lo mucho que la amabas?
Ahora apretó la mandíbula con impaciencia, enmarcando mi rostro entre sus manos con firmeza y fijándome en su mirada ardiente. —A ti, Bella; Eso es lo mucho que te he amado.
Mi cabeza daba vueltas y, a pesar de toda la charla sobre el agua, mi boca se sentía tan reseca como un desierto. A pesar de todas mis preguntas, a pesar de sus respuestas abiertas y a pesar del hecho de que sí, ahora lo creía todo, todavía era muy difícil de entender y aceptar. Así que, en lugar de eso, dejé caer mi mirada desconcertada entre nosotros y apoyé mi frente en su pecho, un pecho sin latidos. E incluso antes de pronunciar las palabras, sabía lo ridículamente masoquistas que eran, lo doloroso que sería para ambos escucharlas en voz alta. Sin embargo, como una cobarde, seguí adelante y las solté de todos modos.
—Por suerte o por desgracia, según se mire, en ningún momento de la historia el amor ha sido un requisito absoluto para el bienestar físico, ni para hombres ni para mujeres.
No respondió de inmediato, pero su pecho subía y bajaba como si su respiración inexistente de repente se le hiciera difícil. Cerré los ojos con fuerza. Cuando colocó su dedo debajo de mi barbilla y suave, pero firmemente, levantó mi cabeza, esperando que lo mirara a los ojos, supe que mi mirada estaba llena de arrepentimiento por mis palabras irreflexivas.
Su mirada estaba llena de fuego.
—¿Qué es lo que realmente estás preguntando y no lo estás expresando claramente, Bella? No me importa lo que ha sido o no un requisito a lo largo de la historia —siseó—, nunca he dejado de ser un hombre casado. Desde el día en que me enamoré de ti, de tu alma, desde el día en que te di mi promesa, no ha habido otra mujer, mortal o inmortal, para el amor o el coqueteo o cualquier otra cosa, física o de otro tipo. ¿Es eso suficientemente claro para ti?
Tragué a través de la constricción que ahora cerraba mi garganta. Sin embargo, al mismo tiempo, mi corazón egoísta se elevó, eufórico por esta prueba más de su interminable y absolutamente fiel devoción a Bellaria, a… mí, y devastado por esta prueba más de la abismal soledad de una tan larga e interminable existencia, como él continuamente la llamaba.
—Bella, tú y yo siempre fuimos criaturas muy celosas cuando se trataba del otro. Veo que eso tampoco ha cambiado.
Cuando finalmente pude hablar, mi voz salió como nada más que un susurro ahogado. —Pero Edward, no sabía nada de ti... ni de nosotros.
—Lo sé, Bella. —Sonrió con ternura, ahorrándome la culpa y la humillación de lo que sabía que estaba tratando de decir. Sus labios rozaron mi frente y me atrajo hacia él, envolviéndome con fuerza en su enérgico abrazo. —Sé que no lo hiciste. Ahora ven, amor mío. Hay mucho más que discutir y están esperando.
*Bellaria*
Jasper y Emmett me saludaron con sonrisas impacientes y exultantes, como el regreso de la amiga pródiga, hermana… y esposa horriblemente negligente e infiel.
—Ahora, ¿puedo abrazarla?
Emmett sonrió ampliamente cuando entré por la puerta, lo que me ayudó mucho a deshacerme de mis malhumorados pensamientos internos. Recordé ese primer día en el jardín cuando lo conocí, lo impaciente y frustrado que parecía mientras estaba allí, como ahora, entendí que fingía no conocerme.
Su siguiente abrazo fue brusco y sorprendentemente no de una manera inesperada, como si, aunque no lo conociera exactamente, una parte interior de mí sí lo sabía. Levantó mis pies del suelo, ignorando las protestas y advertencias de Edward de que tuviera cuidado conmigo.
—Amigo, cálmate —puso los ojos en blanco—, ella es mi hermana y siempre ha sido más dura de lo que parece.
—¿Supongo que es un cumplido? —pregunté en voz alta mientras me alzaba, haciéndolo reír de buena gana.
El abrazo de Jasper fue mucho más asombrado y respetuoso. —Mi señora, es maravilloso tenerla finalmente de regreso con nosotros.
—Gracias, Jasper. Pero… sabes que no tienes que llamarme mi señora.
—Oh, ya lo sé. —Sonrió serenamente—. Simplemente disfruto llamándote mi señora. Así es como he pensado en ti durante todos estos siglos.
Una vez más, oculté cualquier signo evidente del desconcierto que rondaba por mi cabeza al saber que yo había sido el centro de sus existencias durante tanto tiempo, pero recién ahora estaba empezando a recordarlos.
Y una vez más, colocaron una mesa y cuatro sillas, pero esta vez estaba en el centro del solárium en lugar del jardín. La mesa estaba dispuesta con una bandeja llena de frutas y aperitivos, una jarra de limonada rosa y una selección de bolsitas de té con todos los utensilios necesarios para prepararlo y servirlo.
—¿Supongo que esto es todo para mí? —pregunté, sabiendo lo que ahora sabía sobre su dieta.
—Por supuesto —respondió Edward, sonriendo. Sacó mi silla y cuando me senté, acomodó mi largo cabello detrás de mí para que no se enganchara entre mi cuello y el respaldo de la silla—. Si falta algo en la selección, házmelo saber y haré un viaje rápido al mercado.
Cuando lo miré con el ceño fruncido, no había rastro de burla en su expresión.
—Esto es más que suficiente. Gracias.
—Muy bien. —Se rio entre dientes.
Se sentó a mi lado y, durante los siguientes minutos, los cuatro nos involucramos en esa clase de bromas de calentamiento en las que caen los amigos que no se han visto en mucho tiempo.
—Entonces, ¿qué opinas de la renovación de los muelles de Seattle?
—¿Cómo se compara con los muelles de todo el mundo y de los siglos?
—¿Qué posibilidades crees de los Mariners este año?
Todo el tiempo, en el fondo de mi mente, y estaba segura de que en el fondo de la de ellos también, estaba el conocimiento de que las bromas fáciles no podían durar. No éramos cuatro personas normales que no nos habíamos visto en un año o incluso en una década y ahora simplemente nos estábamos poniendo al día con las estadísticas del béisbol. Ellos no eran humanos y yo era otra cosa, y hace dos días, todos nos habíamos visto en acción. Y la realidad era que teníamos asuntos mucho más críticos y casi increíbles que discutir.
Sin embargo, cuando terminé de servirme, Jasper se reclinó en su silla, su mirada se movió hacia las ventanas y el jardín exterior como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para charlar.
—Veo que estamos teniendo otro gran día en cuanto al clima, mi señora.
—Así es, ¿no? —Estuve de acuerdo, uniéndome a su admiración por el clima y la vista del jardín.
—¿Qué ves hoy en el jardín, Bella? —Jasper preguntó casualmente.
—¿Qué es lo que veo? —repetí—. Veo el sol asomándose a través de nubes que son ligeras y vaporosas. ¿Ves esos rayos? Parecen una especie de heraldos sobre los cerezos —sonreí—. Y mira cómo los pájaros se persiguen unos a otros de árbol en árbol. Casi se les puede oír cantando a través de las ventanas. Y el estanque —suspiré—, brilla con el reflejo del sol. Es todo muy hermoso.
—Lo es —reconoció Jasper—. ¿Sabes por qué Edward recreó ese jardín?
Volví a mirarlo, algo sorprendida por la sencillez de la pregunta. —Supongo… lo recreó para mí.
Edward tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos, moldeándolos ligeramente alrededor de los suyos.
—Sí, para ti —sonrió Jasper—. Había un jardín muy similar a este en la parte trasera de la cabaña donde él y tú vivían como marido y mujer.
Mis ojos rápidamente se dirigieron a Edward en busca de confirmación, lo cual él asintió.
—No recuerdo eso —admití. Con un suspiro, volví a mirar hacia la ventana, donde ahora una nube flotaba cerca del sol.
—Cuando eras Bellaria —espetó, haciéndome poner rígida en mi silla—, lo cuidabas religiosamente. Ya entonces eras una amante de la naturaleza. Plantaste rosas, lavanda y hierbas medicinales mientras el resto de nosotros trabajábamos en los campos de trigo. Pero fuiste una gran señora. Nos traías bebida y comida a mitad del día, y nos pedías que descansáramos mientras nos leías. Fuiste tú quien me enseñó a leer y a amar la palabra escrita.
—No lo recuerdo —repetí. Mantuve mi mirada en las ventanas, donde momentos antes, los pájaros afuera habían estado cantando y planeando. Ahora habían desaparecido entre los árboles.
—Parte de tu vida pasada volverá a ti. Parte de ella podría permanecer encerrada en su subconsciente para siempre. Es difícil que en un alma existan dos vidas completamente separadas.
—Lo siento —dije. Mis dedos temblaron. A lo lejos me pareció oír el ruido sordo de un trueno—. Lo siento, pero no recuerdo esas partes.
Edward apretó mis dedos con cuidado. —Está bien, mi amor. No te disculpes, Bella. —Fuera de mi periferia, pude ver el ceño fruncido.
—Sí, mi señora. No te digo estas cosas para que te disculpes o te arrepientas. —Jasper hizo una pausa—. Sin embargo, me pregunto cuánto recuerdas de la noche en que Jakob y sus hombres vinieron a buscarnos a esa cabaña.
Mi respiración se entrecortó, completamente desconcertada por la dirección en la que Jasper de repente había llevado la conversación.
—Jasper, detente. La estás molestando. —Las palabras de Edward retumbaron en su pecho, compitiendo con el trueno que ahora comenzaba a acercarse.
—¿Qué diablos estás haciendo, Jasper? —Emmett gruñó en voz baja desde su silla a mi otro lado.
Jasper los ignoró a ambos. —Vinieron a buscarnos mientras su marido estaba en el castillo. Llegaron al amparo de la oscuridad y con alrededor de una docena de cambiaformas que pensamos eran hombres mortales. Pero estos hombres mataron fácilmente a las tres docenas de hombres fuertes y bien entrenados que estaban bajo el mando de su marido. Asesinaron a todos allí excepto a ti y a mí.
Mi corazón latía salvajemente en mi pecho, mis ojos muy abiertos y congelados en el paisaje cada vez más oscuro fuera de las ventanas.
Me temblaron las manos.
—Por el amor de Dios, Jasper —gruñó Edward con los dientes apretados—, ¡detén esto!
—Jakob entró en la cabaña y te golpeó dos veces. Luego amenazó con... cometer actos aún más atroces contra tu persona. ¿Recuerdas eso?
—Yo… yo… —jadeé, incapaz de hablar mientras los oscuros recuerdos destellaban en mi cabeza.
Edward empujó su silla hacia atrás tan fuerte y tan rápido que patinó por la habitación y se estrelló contra la pared antes de desmoronarse en pedazos. —¡Detén esto, AHORA! —rugió.
—Luego nos arrastró a los dos fuera de esa cabaña, y te vi mirar hacia el jardín mientras nos alejábamos, el miedo en tu...
Edward se abalanzó sobre la mesa, rompiéndola y tirando todos los platos y la comida al suelo, y Jasper encima de todo. Los puños comenzaron a volar, Edward aterrizó uno y luego Jasper otro. Rodaron y rompieron más muebles, los sofás y el televisor de la pared. Uno estaría en la cima y tendría el control, y luego, en la siguiente fracción de segundo, el otro lo dominaría.
Todo el tiempo, Emmett y yo nos quedamos en medio de la habitación. Me sostuvo detrás de él mientras estaba pendiente de ellos. Y cuando miré hacia arriba, sus ojos estaban tan negros como se había vuelto el cielo exterior, y su pecho se movía agitado y sus fosas nasales se dilataban. Tenía las manos en puños, listas para atacar, pero no tenía idea de defendiendo a quién o contra cuál.
Quizás fue esa incertidumbre la que provocó lo que pasó después.
Cuando Jasper voló contra la pared, abollando y agrietando el yeso por la fuerza del impacto, al principio pensé que Edward lo había arrojado. Emmett se movió, pero no tenía idea de qué hacer. De repente, quedó congelado en su lugar a mitad de una zancada y sus brazos suspendidos en el aire, sus ojos que se movían salvajemente eran la única parte de su cuerpo en movimiento. Cuando sus ojos sorprendidos y los de Edward permanecieron en mí, volví mi atención hacia adentro.
Mis manos estaban arriba y frente a mí, los dedos extendidos… una mano hacia Jasper y la otra hacia Emmett. Tan pronto como los bajé, Emmett se enderezó con un largo grito ahogado y el cuerpo de Jasper cayó al suelo.
—Oh, Dios — exhalé, girando mis manos—¡Oh, Dios! Oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios. —Las hundí en mis muslos, doblándolos para detener su violento temblor.
Edward rápidamente me acunó en sus brazos y enterré mi rostro contra su pecho, observando con un ojo cómo Jasper se levantaba y se sacudía pedazos de pared y yeso de sí mismo.
—Shh —susurró Edward, acariciando mi cabello y pasando sus labios por mi cabeza. —Está bien, Bella. Está bien, mi amor.
—Pensé… pensé que te iban a lastimar. ¿Qué hice... casi... podría haber...?
—Shh —. Edward me apretó más fuerte contra su pecho. —Está bien. No pasó nada.
—Pero podría haber...
—Lo siento mucho, mi señora —murmuró Jasper. Se acercó a mí con cuidado, cautela, con una de las palmas hacia arriba en un gesto de rendición mientras usaba la otra para frotarse el pecho una y otra vez. Todavía tenía marcas de quemaduras humeantes en su camisa junto con un enorme agujero en el medio. Aparte de eso, físicamente parecía estar bien—. Era la única forma que conozco de hacer que tus poderes se mostraran.
—Tonto, ¿quieres decir que hiciste esto a propósito? —Edward escupió furiosamente.
—¡Era la única manera que conozco de que ella manifestara su don!
—Acordamos que discutiríamos cuidadosamente...
—¡Falta menos de un mes para el solsticio! ¡Ya no tenemos el lujo de tener tiempo para una discusión cuidadosa, Edward!
—Realmente podría haberte lastimado... tal vez incluso acabar contigo —dijo Emmett.
—Confié en que sabría cómo evitar golpearme con toda la fuerza de su don, que lo controlaría.
—¡Pero no puedo controlarlo! —siseé, mirando a Jasper—. ¡No puedo controlar nada a mi alrededor!
—Ahí es donde te equivocas, mi señora —respondió Jasper—, mira cómo ha cambiado el clima afuera.
Levanté mi cabeza del pecho de Edward y moví mis ojos hacia las ventanas donde el jardín exterior ahora estaba bañado en oscuridad, las nubes flotando entre los árboles y el pequeño estanque reflejando el cielo ennegrecido.
—¿Qué está diciendo? —Miré a Edward—. ¿Está diciendo que yo hice eso?
—Sí, mi amor —respondió Edward, rozando sus labios contra mi frente—. Tus estados de ánimo alteran el clima que te rodea; afectan el florecimiento de las flores, el calor del aire, el canto de los pájaros…
Me aparté de él, sacudiendo la cabeza violentamente. —Eso es imposible. No tengo ese tipo de control sobre la naturaleza.
Los tres hombres me miraron en silencio.
»¡No tengo ese puto control sobre la naturaleza! —repetí, el pánico burbujeaba en mi interior mientras destellos... imágenes de un volcán en erupción en la distancia llenaron mi mente—. ¡Me habría dado cuenta!
—Bella... —Edward extendió su mano hacia mí, y a pesar de mi sorpresa y desconcierto o tal vez debido a ello, la encontré con la mía. Lo alcancé de la misma manera que uno alcanza el borde de un acantilado cuando está a punto de caerse. Me atrajo hacia él y, cuando habló, su voz era suave pero firme.
—No lo has controlado en toda tu vida, sólo desde que tu mente comenzó a despertar. Antes de eso, tal vez era sólo un árbol que florecía cuando te sentabas debajo de él o una nube que desaparecía cuando sonreías. Era así cuando eras Bellaria, pero nunca me di cuenta... nuestras mentes estaban cerradas a todas las maravillosas posibilidades. Pero ahora… Bella, si toda la investigación que hemos realizado a lo largo de los tiempos es correcta, si las palabras de Rena fueron ciertas, entonces tu don está más allá de toda medida.
Todo mi aliento me abandonó rápidamente, y fue el agarre de Edward sobre mí lo que me mantuvo erguida.
—Bella... —Con cuidado, y con sus ojos en los míos, Edward tomó una de mis manos entre nosotros y comenzó a desenvolver la gasa. Dio vueltas y vueltas hasta que quitó todo, y luego dejó que la franja blanca e inmaculada cayera al suelo.
A pesar de la forma horrible e insoportablemente dolorosa en la que me había quitado toda la piel de las palmas apenas cuarenta y ocho horas antes, mi mano, que debería haber tenido cicatrices de por vida, estaba inmaculadamente suave.
Completamente curado.
—¿Qué diablos...?, ¿quién carajo soy yo?
