Un Pacto con la Muerte
Prólogo
¿Cómo debería comenzar esto?
¿Por dónde empezar tal trágica aventura?
Bueno, si se le podía catalogar de aventura a su miserable vida llena vaivenes. Tal vez simplemente era la historia de otro fracasado que lo perdió todo en la lucha injusta de la vida. Alguien motivado por sus propios errores que nunca miro atrás, pero que fue demasiado prepotente para darse cuenta de su ceguera a futuro y que, por lo tanto, se dio de bruces contra el gran muro de la realidad, su dolorosa y deprimente realidad. Tal vez las personas como él solo estaban destinadas a morir enclaustradas en su obstinación.
Ah sí. Eso ultimo le hizo recordar. Se estaba muriendo, o quizá ya lo estaba. El dolor que sentía era inmenso, comparable a tener una montaña encima que te crujía con el más mínimo pensamiento. Aunque si estaba muerto no tendría que poder sentir dolor, ¿Cierto?
Entonces, ¿Estaba vivo? ¿Sabía lo que era el dolor? ¿Sabía quién era?, ¿Recordaba su nombre? ¿Cómo se suponía que debía recordarlo con este dolor intenso?
Era confuso e indistinguible dentro de la marabunta de emociones y pensamientos inconclusos. Pero debería poder recordarlo, no, tenía que hacerlo, después de todo no había otra manera de determinar con exactitud su situación actual. Tenía la mente demasiado convulsa para realizar una tarea tan banal. Algo irónico considerándolo de quien siempre fue el mayor prodigio Uzumaki que había dado a luz la tierra de los shinobi y, concretamente, Konohagakure no Sato.
Oh. Ahí había algo. Konoha y Uzumaki. Recordaba el primero como un lugar verde lleno de vida, paz y tranquilidad, aunque en lo profundo podía dilucidar la verdadera naturaleza oscura y lúgubre sobre la cual se sostenía aquella endeble paz. El sentimiento de traición e indignación en esos últimos pensamientos era casi palpable, una furia al rojo vivo, salvaje e íntegramente destructiva hacia esa ignorancia autoimpuesta por el 'bien mayor'. Todo ese trago amargo menguado por los rayos del sol, su Sol carmesí. Un Sol escarlata que con su luz lo acompañó y lo guio en los momentos más penosos de su ardua y 'gloriosa' vida. Pocos conocían su triste y melancólica naturaleza, pero era la verdadera que solo ella… solo esa persona especial, a la cual le prometió tanto, conoció. Y aun así le falló. En cuanto a Uzumaki no había nada muy esclarecedor. Solo venían a su cabeza las imágenes de remolinos, específicamente el de un collar azul que obsequio a un amor sin rostro mientras lanzaba palabras vacías al aire, y una luna brillaba en el horizonte llenándolo de...
¿Eso que sintió fue esperanza o…? No. Fue la absoluta desesperación de incumplir una promesa que no recordaba, que quería olvidar debido a la imposibilidad de su cumplimiento razonable. Otra de las tantas pegas de su vida fueron las promesas vacías y rotas. Sería capaz hasta de romper un pacto con la muerte si se lo propusiese, bueno, tal vez eso último era dudable. No importa a quien le preguntes porque seguramente lo engañó o le prometió algo que nunca llegó, ya sea por desinterés o por el simple hecho de que en su existencia todo importaba más bien poco, a excepción de su Sol claro está, a causa de un único ser de ojos carmesí.
Y otra vez, volvió esa rabia. Pero si posteriormente lo que experimentó se asemejaba como el Jutsu de fuego de un simple Genin quemándolo hasta la médula, ahora aparentaba ser un huracán de llamas del Amaterasu desintegrándolo molecularmente ¿Esos ojos rojizos le causaban este suplicio?
Mierda. No lograba sacar nada en claro de estos pensamientos dispersos más allá de que su vida fue un auténtico calvario. Quitando algunos nombres en específico como Konoha y Uzumaki, o aquellos conceptos aislados como el de ser un prodigio o ese Sol que lo colmaba con su optimismo, fuera de ello solo había una neblina de confusión demasiado abstracta para sacar ideas en claro. Casi como si alguien estuviera manipulando su psiquis en contra de él. Algo que no puede ser visto, escuchado u oído. Un ser de otro planeta, cercano a una especie de dios oscuro y mortífero, que lo torturaba con sus fracasos. Alguna deidad de la muerte que, con el propio beneplácito de tan alto grado, se regodeaba de su pobre agonía. El Dios de la Muerte, un Shinigami.
'Aghh' Cualquier dolor se fue. La claridad llegó.Sus ojos se abrieron de repente, observando directamente a las fauces pútridas de una deidad de la muerte. Este ser le sonreía con picardía, disfrutando al máximo cada onza de su sufrimiento impartido por el mismo, y también por el de aquel mundo que él dejó atrás. Miró con detenimiento y pudo discernir su figura al detalle a pesar de toda la oscuridad que los apañaba. Un ser de unos 6 metros de alto, relativamente delgado, que poseía un cabello completamente blanco del cual sobresalían un par de cuernos negros totalmente demoníacos. Su cuerpo de tez morada con manchas negras alrededor de los brazos, donde parecía sostener una especie de sarta roja, y se encontraba recubierto en gran mayoría por una simple como mundana túnica blanca. La cara de este demonio fue lo que más horrorizaba, con esas escleróticas negras rodeando el iris amarillo de sus ojos juzgadores, además de aquellos dientes negros que desprendían una podredumbre casi percibida por su sentido inexistente, por lo menos en este espacio, del olfato.
No fue hasta que visualizó el 'pequeño' tantō de unos setenta centímetros de largo, con vendas en el mango, colocado entre su inmunda dentadura que recordó el día de su mayor y más mortal de los pecados. Esa tarde otoñal en la cual firmó con su propia y pura sangre de Uzumaki, un pacto con la muerte. En ese tratado se establecieron dos puntos vitales. Primero, que el utilizaría un sello de la muerte especial capaz de matar a un dios, contra la entidad milenaria, la semidiosa Kaguya Ōtsutsuki, jurando por la eternidad que llevaría a cabo su cometido. El segundo punto fue la separación de su alma en dos mitades iguales. Una se mantendría en su cuerpo mortal hasta consumir el espíritu de la diosa o, en su defecto, hasta que muriera intentándolo. Mientras que la otra mitad sería reencarnada posterior a su deceso en un nuevo cuerpo, concebido por un tercero que prestaría su vientre de forma voluntaria para que él finalizara el acuerdo. El renacimiento se daría en una nueva dimensión bajo el control del Shinigami para asegurar en lo posible su victoria, o eso fue lo que le dijo la deidad cuando establecieron el pacto.
La razón para no utilizar métodos naturales para la creación de este nuevo individuo era muy sencilla ¿Cómo podría condenar a un hijo de su propia sangre a cargar con tan alto peso? Él era pragmático, pero no insensible. No podría perdonarse jamás si un vástago suyo salía lastimado por este pacto. Si, él estaba creando una nueva vida aquí, pero era en esencia su propio renacimiento. Tomaría el cuerpo y fusionaría sus consciencias antes de que el niño fuera independiente de su propia persona. Esto último se escuchaba igual o aún más horrible que mandar a su primogénito al frente de batalla si era sincero consigo mismo.
Sonaba bastante complejo, pero era muy simple. Tenía dos oportunidades para absorber el alma de Kaguya Ōtsutsuki y si fallaba su esencia sería consumida al completo por el Dios de la Muerte. Ya había derrochado una de esas oportunidades, no volvería a fracasar. Aunque aún le martilleaba en la cabeza lo oportuno que se veía la segunda parte del trato.
Convenientemente esta segunda parte del compromiso fue ofrecida al completo por la divinidad, justo cuando necesitaba salvarle la vida a su queridísima amada, alejándola de las sucias garras de Konoha y el cruel mundo shinobi. Esto, sumado a otra de tantas conveniencias, lo llevó a pensar que el dios deseaba más el pacto que él mismo. ¿Pero qué otra opción tenía si a lo que se enfrentaba era un maldito semidios?
Recuperándose de su ensoñación. Dirigió su vista al ser que tenía en frente. Esperando alguna burla. Curiosamente ocurrió todo lo contrario.
"Eres el humano que más rápido ha despertado de su trance" Resonó la voz de ultratumba de uno vaya a saber dónde.
Un elogio, o lo que se acercaba a uno, era el escenario más inhóspito para esperar de este dios. Pero si, él estaba despierto y recordaba todo. Él cumpliría con su misión sin dudar un solo instante.
"Tan solo tardaste un par de milenios" Mencionó con una risa al final.
Se tomo su tiempo aparentemente. Estaba seguro de… ¿Un momento?, ¿Acaso dijo un milenio? ¡Tardo un par de milenios en recordar quien era! ¿Cómo se supone que cumpla con su deber si su amada murió antes de su renacimiento?
"Recuerda que en la inexistencia de tu estado actual el tiempo para ti no existe. Da igual si tardases millones de lustros o tan solo un par de minutos, el tratado se dará. Después de todo, un pacto con la muerte no se puede romper" Escucho otra risa en la oración final.
Esto lo calmó. En cuanto al final de la frase… era algo ya sabido para él. Fue el precio a pagar para tener el poder de matar a un dios. Kaguya rozaba la omnipotencia cuando la enfrentó. Aún si tenía que pagar con el sufrimiento eterno en el estómago del Shinigami. Los sacrificios de todos sus seres amados no serían en vano. Menos el de ella… su amada Uchiha que cargaba en el vientre la reencarnación de su propio ser. Estaba decidido. Mataría Kaguya Ōtsutsuki y liberaría a la humanidad del Tsukuyomi Infinito, cueste lo que cueste. Tantos sacrificios no serían por nada.
"No me equivoqué escogiéndote… Namikaze"
Esa frase confirmaba el hecho que más temía. Ser utilizado como un engranaje dentro de una gran maquinaria que se estaba atascando. Obviamente al Dios de la Muerte no le interesaba un ápice la humanidad, pero si esta dejaba de existir, ya no habría ciclo de la vida y la muerte que lo alimentara. Esto todavía no justificaba el ser tan abiertamente insistente con su reencarnación en un nuevo mundo. Probablemente tendría centenares de humanidades a las cuales embaucar con sus tratos.
"Cierto, pero… tengo mis motivos. Tal vez algún día te bañe de comprensión. Si ya estas listo, podemos proceder"
Seguramente los tenía. Ahora que se daba cuenta, él no podía responderle con palabras, solo pensamientos. No sentía nada. Solo contemplaba a la muerte en su figura espiritual mientras su alma flotaba en el espacio. Era momento de avanzar y de reencontrarse con ella.
"Ajajajaja" Reía sacando su tantō de la boca.
Su hilaridad solo lo puso más tenso. Fantasmas de la sensación que dejo esa espada en su cuerpo humano ya hace años lo atormentaron. Que partieran tu esencia a la mitad no era algo agradable, ni tampoco deseable.
"Mis mejores deseos para ti Namikaze. Espero que llegues a tiempo. Nunca olvides quién eres y a quién te debes. Vence al maleficio eterno y legarás el poder de los ojos bermellón, necesario para cumplir tu misión" Sonrió la máxima deidad de la muerte. Conteniendo una carcajada hacia el final.
'¿Qué? ¿A qué se refiere con el mal-'
Corte*
Cualquier tren de pensamiento de Uzumaki Namikaze Naruto fue cortado con el tenue y voraz siseo de una espada. Deshilachando su mente, otra vez, en ese mar inconcluso de antes. Sintió la necesidad de gritar, pero no pudo. Le estaban rebanando y descociendo su persona en billones de fragmentos hasta no quedar nada. Y no quedo nada…
…
…nada
…
El Shinigami sonrío. Daba igual el resultado de su accionar en este nuevo mundo, la deidad ganaría después de todo este embrollo. Al final, no había cosa tan fácil y sencilla como manipular a un Uchiha. Madara, Obito, Sasuke y próximamente… el primogénito del Godaime Hokage. Un hecho bastante curioso que el Namikaze terminara siendo su propio padre. Consecuencias de hacer un pacto con la muerte, y de jugar con la vida como si fuese una simple pieza de ajedrez intercambiable, todo por una victoria imposible, inviable.
Aún no tuvo en cuenta que el intrépido Namikaze se libere de su maldición y cumpla con la proeza de matar a Kaguya, pero eso solo sería otra buena noticia. Ella se había vuelto un verdadero problema.
¿Qué porque un dios de la muerte estaba tan interesado en acabar con el alma de una humana ascendida, que a través de una pseudo omnipotencia obtiene los poderes que le permiten viajar por las diferentes dimensiones? Bueno, la pregunta se respondía sola. Un ser como este, podría romper el equilibrio establecido. Sobrado de problemas con los otros Shinigami, para encima estar preocupándose de una mortal aspirante a diosa que se encontraba resentida con los humanos.
'Suficiente reflexión' Colocando el acero nuevamente en su boca. 'Es momento de darle un motivo extra al Kurogane de cumplir con su palabra' Desapareciendo en la nada con un propósito evidente luego de su reunión.
"Despídete de lo que más ames…" Un nombre fue pronunciado para sus adentros con excitación y anticipo.
…
…
…
~~o~~
Año 2054, 23 de noviembre. Japón, Kyoto.
Corría el año 2055 en otra horrible ciudad invadida por el capitalismo destartalado y las ambiciones nunca finitas de las corporaciones codiciosas. Calles prístinas y limpias en los barrios más pudientes, pero, todo lo contrario, en el lado pobre y desamparado de la metrópolis, que generalmente era su gran mayoría. Da igual en que ciudad del mundo, todo sucedía de la misma manera. No importaba si la urbe fuese controlada por Arasaka, Militech, Petrochem, Zetatech, Netwatch, Biotechnica, Kang Tao, o por todas estas a la vez, el resultado siempre fue idéntico. Lo peor es que no había ni un atisbo cambio, o no uno para bien, eso seguro. A las grandes corporaciones tampoco es que les interesara mucho el bien común.
En una de estas tantas ciudades semejantes, en uno de sus edificios calcados, en una de sus oficinas iguales y aburridas, había un hombre. Un hombre rubio con traje que denostaba superioridad, mando. Y era una persona muy superior que mandaba a muchos por debajo de su alto rango. Aun así, no era más que otro de tantos peones reutilizables y desechables de Arasaka. Él lo sabía, pero no por eso dejaba de luchar por sus sueños. Se había convertido en uno de los altos cargos con esfuerzo, mucho ingenio y trabajo, demasiado trabajo. No recordaba con exactitud las últimas vacaciones que tuvo. A lo sumo, unos mínimos días de descanso y a continuar con su labor.
"Ahh" El hombre rubio de ojos azules suspiró con exasperación, leyendo otro informe mientras bebía una taza de café. Abatido por lo tedioso de su quehacer mientras investigaban aquel prototipo de biochip que desarrollaban en secreto. Lo llamarían Relic y estaba seguro de que sería algo que revolucionaría el mundo en algún momento, pero aún el proyecto estaba muy verde. En harás de su desarrollo no descansaba mucho. Y ahora tenía que leer las pretensiones absurdas de los corporativos más ambiciosos de la empresa.
Con un traje completamente azul marino, camisa blanca y una corbata con tres rayas diagonales verdes, zapatos de vestir completamente negros, lentes ondulados de color café claro, una barba de candado bien cuidada, igual de rubia que su cabello peinado hacia atrás, probablemente con toques de gomina, y su ya característico semblante serio y tranquilo. Anders Hellman, de 36 años de edad, no era un hombre muy sociable, pero que no se confunda esto con apatía, solo que se centraba demasiado en el trabajo y se olvidaba un poco del resto, tal vez demasiado. Fuera de esto él siempre trato de ser bueno y educado con sus subordinados y superiores. Semblante serio y tranquilo, sí, pero también agradable cuando la situación lo requiriese, además, la gente generalmente era propensa a ayudar y comprometerse con aquellos que los tratasen de buena manera. Siendo permisivo con las pequeñeces y estricto con las tareas de verdadera importancia se ganó la confianza de todos y fue en ascenso rápidamente hasta llegar a donde se encuentra hoy en día, el ejecutivo de mayor rango de Arasaka en la sucursal de Kyoto, solo teniendo tres décadas y media de existencia. También ayudó el hecho de ser una de las personas más agudas y capaces de la megacorporación. Al mando del proyecto Relic que lo consiguió por su gran talento con la bioingeniería concretamente. Pero, de vuelta, él demostró tener un genio absoluto en casi todos los campos habidos y por haber dentro de la empresa.
A pesar de todo esto él tenía una gran limitante para sus ambiciones. Este límite era su moral y ética. No es que Hellman fuera un pastor de la bondad y el buen hacer, simplemente él poseía unas fronteras morales claras, donde los demás parecían tenerlas difusas o inexistentes. Uno de tantos ejemplos era la experimentación o utilización de menores para proyectos que estaban proponiendo de las altas esferas de la corporación. Surgieron, otra vez, con la idea de recolectar un grupo de netrunners, joven y capaz, teniendo la tarea de atravesar el muro negro, adquiriendo cualquier rastro de información perdida por el DataKrash en ese mar de IAs corrompidas. La excusa para esto fue darles una 'oportunidad' a niños desamparados y huérfanos, por un cambio profundo y para bien en sus miserables vidas en las calles, y que mejor que ayudando a la megacorporación más grande del mundo, Arasaka, a recuperar 'datos perdidos' de más allá del muro negro. Por supuesto, esto fue una dulce y atractiva manera de llamar a un campo de trabajo forzado de menores, que se dedicaría a extraer cualquier tipo de información relevante perdida en la antigua red. También podrían extraer proyectos secretos o planes a futuro de Militech o cualquier otra empresa competidora. Incluso datos sensibles de competidores o grandes magnates y figuras importantes, todo con tal de extorsionarlos y obtener, ya sea acuerdos beneficiosos a futuro, o simplemente para que no interfieran, socavando su autoridad y buena imagen a la hora de ejecutar sus ilegalidades.
Los campos de 'oportunidades' ya se habían utilizado en la gran década de los 20' con otros motivos. La razón para darlo de baja fue no solo el foco de Arasaka en aquel momento, que era la guerra corporativa contra Militech, sino también, el hecho de que algunos de sus 'oportunistas' escapó y armó un gran revuelo en Japón, que era donde se encontraba el laboratorio en ese entonces. Por suerte pudieron persuadir al niño y a la población que le creyó, es decir, realizaron un asesinato y algunos sobornos. Ahora, para evitar el alboroto ante una plausible fuga, llevarían a cabo el proyecto en un lugar recóndito de los Estados Libres de América que, según los informes que había recibido la semana pasada, era un antiguo laboratorio de armas biológicas en desuso que alguna vez emplearon, previo a la Gran Cuarta Guerra Corporativa. Y esta vez colocarían a un equipo de combate medianamente experimentado para evitar fugas. En fin, este proyecto no se reactivaría hasta renovar este laboratorio y adaptarlo a sus nuevas necesidades. 'Tomará uno años' Leyó, suspirando en desacuerdo con estas medidas tan desagradables. Con suerte, el grupo reclutado para ir más allá del muro negro, sobrevivirán y conseguirán un trabajo en Arasaka como netrunners de la empresa luego de su ardua, y complicada, tarea.
'A otra cosa supongo' Pensó Hellman deslizándose al siguiente informe frente a él.
'Una organización conocida como los Kuroi Mantoo capas negras,se cree que tiene gran control sobre el megaedificio H11 de Night City. Como su nombre indica, llevan capas negras y se diferencian entre ellos con máscaras que representan distintos tipos de animales. Se desconocen métodos empleados en el combate, operaciones realizadas, o como mantienen su territorio. Existen suposiciones acerca de su origen como un grupo fanático del edgerunner Kurogane,aunque aún no se tienen datos concisos que ratifiquen una relación directa más allá de su apariencia. Entre sus actividades solo se datan obras de caridad o beneficio social, como ayudar a enfermos y familiares de estos, a causa de la última gripe aviar que asoló a la ciudad dejando miles de fallecidos. Este accionar es probable que sea para favorecer la opinión popular de cara a futuras acciones desconocidas.'
'Ah' Contuvo el enésimo suspiro en la mañana mientras sus ojos visualizaron otro informe acerca de Kurogane, el edgerunner o 'ghostrunner', que había causado tanta agitación en Night City desde hace un par de años, siendo comparado incluso con Adam Smasher o Morgan Blackhand. De ese nivel de agitación se trataba. No sería nada nuevo que no se haya visto antes, un mercenario haciendo de las suyas por esa ciudad en antiguo caos y actual recuperación. De no ser porque este no es un simple Merc o Solo cotidiano. No, este es muy especial. Lo primero y lo más importante es que no se sabía nada acerca del sujeto en sí, y por nada, es absolutamente nada. Sexo, edad, apariencia, cyberware, afiliación, motivaciones, o siquiera un pequeño hilo del cual tirar para saber más acerca del sujeto. Lo único que se sabía fue de unos pequeños fragmentos de información algo vagos obtenidos de fuentes poco fiables y convulsas. Posee una cabellera roja como la sangre, ojos rojizos con un patrón particular, una máscara blanca que se asemeja a la cara de un zorro y una capa negra que cubría la mayor parte de su cuerpo. Nadie vio su rostro así que esta descripción valía igual que poco y nada. En cuanto a su armamento, se sabía de la utilización de un tantō, junto con lo demás que se creía ser un armamento shinobi, todo de color negro. Jamás uso armas de fuego, pues se especializaba en el asesinato silencioso y premeditado de sus víctimas, por lo menos, en la gran mayoría de casos. También, se obtuvo la información del uso de venenos no identificados hasta ahora, y de paso, completamente irreproducibles en los laboratorios de Arasaka. Aparte de su existencia, la única otra cosa de la que estaban seguros fue que Kurogane odiaba a las corpos, o por lo menos, le causaban el suficiente rechazo para no trabajar para, o con ellas. Arasaka intentó ofrecerle un contrato a largo plazo, pensando en la locura que sería tener a una bestia silenciosa como él y a Adam Smasher de su lado en una futura guerra, pero ni siquiera recibieron una contestación, dejando en claro su oposición.
Lo más trascendental acerca del merc pelirrojo se obtuvo hace 7 meses, cuando algunos civiles creyeron reconocerlo previo a los hechos que más tarde serían conocidos como la gran Matanza de Japantown. Alrededor de unos cien Garras de Tygre asesinados en el corazón del distrito japonés, y todos guardaban la similitud de haber sido asesinados por armas blancas, nada de disparos. De vuelta, Kurogane solía ser silencioso, invisible e indetectable, pero eran varios los testigos que afirmaron verlo aquel día. Nunca obtuvieron pruebas muy concretas, pero era todo lo que tenían. No por nada le decían el ghostrunner, término únicamente utilizado para él, pues era como un fantasma que apareció en la ciudad de la mismísima nada y se ganó el estatus de leyenda. Ni siquiera los fixers que lo contrataron sabían algo más allá de lo bueno y discreto que era en sus trabajos. Kurogane nunca dejaba pruebas que refutaran su culpabilidad, si no fuera por aquellos que reconocieron contratarlo para un trabajo, nadie habría sabido nada de él en un principio. Hasta ahora solo hubo pequeñas pinceladas de información. Hasta ahora.
Hellman deslizó el documento para pasar al siguiente, causándole un interés inmediato por lo que leyó por encima. 'Mph. Interesante' Pensó el rubio ejecutivo de Arasaka bebiendo una taza de café, entretanto terminaba de leer el informe que le llegó acerca del individuo enmascarado. De alguna manera se confirmó su participación en la masacre de los garras de tygre por una especie de ajuste de cuentas, debido a que la banda mencionada secuestró y mató a alguien de su… organización '¿Organización?, ¿Kurogane poseía una organización y no se enteraron hasta ahora?' Continuó leyendo hasta un punto que le llamó bastante la atención e iba relacionado con sus dudas. Kurogane no solo poseía una organización, sino que también adquirió el control íntegro de uno de los megaedificios de la ciudad. 'Curioso ¿cómo es que nadie se dio cuenta de esto antes?' Se cuestionó Hellman. Y no era para menos. Para controlar un edificio de miles de personas se necesitaba una banda completa y muy bien organizada, además de armada y lista para cualquier asalto de las pandillas de Night City, o cualquier corporación lo suficientemente dispuesta, como Arasaka. Justo se mencionaba algo relativo hacia el final del informe.
'Kurogane llevaba desaparecido varios meses. No recibía trabajos ni hubo señales de una muerte o asesinato repentino. Por lo tanto, enviamos un equipo especializado a que se infiltre en las filas de esta agrupación ilícita, aprovechando la desaparición de su cabecilla. Fallo rotundo. Descubrieron al equipo y desparecieron sin dejar rastro. Solo recuperamos el dato de que esta organización opera bajo el nombre de'Kuroi Manto', confirmando de una vez la relación del edgerunner con el organismo, preconcebido anteriormente como un grupo de fanáticos del mismo. Se envía este informe a toda la empresa para no involucrarse en los asuntos de la asociación ya mencionada, y si la última se mantiene en contacto con usted, asegúrese de acudir de manera inmediata al Departamento de Seguridad de Arasaka más cercano, o en caso extremo, la cede más próxima a su persona.' Terminó de leer el informe sin firma de ningún tipo, o acreditación al departamento de Arasaka encargado de la investigación infructuosa. Aunque, probablemente fuera contraespionaje. Hellman supuso también que los distintos informes fueron realizados con meses de separación, ya que al principio se hablaba de Kuroi Manto como una simple banda de fanáticos del edgerunner más famoso de esa ciudad, y ahora, todo cobraba mayor sentido sabiendo que le servían directamente al edgerunner pelirrojo.
"Tenemos a un espía de primer nivel aquí. Uno capaz de hazañas casi imposibles y muy versado en el combate por lo que se lee" Pensó en voz alta el rubio. El informe seguramente llevaba un par de meses de preparación y contención, eso según el protocolo a seguir. Tendría que revisar luego si conservaba algo de información concerniente al tema para ayudar en la investigación. Dudaba que fuera el caso siendo que las operaciones de 'Kuroi Manto' se daban al otro lado del océano, en una metrópoli lo suficientemente grande para mantenerte ocupado la gran mayoría del tiempo, una ciudad en caos que poco a poco recuperaba su brillo, y a la cual volverían tarde o temprano.
"Sea como sea. Dudo que Kurogane se presente a mi oficina a saludar y desearme una buena mañana" Dijo de manera cómica el único ocupante de la habitación, cuando se decidía a continuar el desarrollo del proyecto Relic en su laboratorio privado, hacia el sur de la sucursal actual. En el instante que comenzó a levantarse, recibió un llamado de su secretaria por parte de un holograma en la esquina derecha de su escritorio.
Hellman-san, el doctor Akira Yamaoka desea verlo en este instante en el hospital central de la ciudad. Dice que es de extremada urgencia y necesidad su presencia Escuchó la voz de la asistente a través de un holograma en la esquina de su escritorio. Hellman se sorprendió gratamente de un llamado de tal clase, y encima del reconocido doctor Yamaoka. Muy extraño.
"¿No mencionó ningún motivo?" Preguntó el ojiazul sorprendido de tal llamado, de manera tan repentina, casi sonando como la invitación de la vida a una distracción en su ardua mañana.
Solo mencionó lo que le acabo de informar Hellman-san Respondió la secretaria. ¿Acudirá a la reunión?
'Parece ser algo muy importante' Pareció reflexionar el rubio trajeado 'Tampoco tenía otros planes, quitando el siempre ocupante y laborioso proyecto Relic' Decidido a ir a esta abrupta reunión, dictada por una inesperada bifurcación de su destino, se levantó y caminó hacia la puerta.
"Dígale que estaré allí en unos instantes, Kristina" Declaró Anders.
Como ordene señor La susodicha contestó mientras desaparecía su holograma de la mesa. Hellman, salió de la habitación por la puerta doble de su oficina, pasando por la antesala dirigiéndose directo al garaje donde se encontraba su VA, durante el camino era asaltado por elogios y saludos de sus inferiores, en la ya clásica cotidianeidad de ser el pez más gordo de aquí. El genio respetado y vanagloriado respondió apacible ante esto, sin darle demás importancia a un hecho tan común en su vida.
Llegó a la zona de estacionamiento y subió a su VA personal. Una vez dentro estableció el Hospital Central de Kyoto como su destino a llegar, relajándose y tomando una copa de champagne en quien sabe cuánto tiempo. A la vez pensó y le preocupó lo que podría haber ocurrido. El doctor Yamaoka no era fácilmente espantable, y era un médico de gran renombre que llevaba décadas y décadas en su trabajo. Tuvo que suceder un hecho único, para, además, llamarlo justo a él. Anders Hellman un simple bioingeniero, aunque de simple no tenía nada, al igual que su viejo amigo que lo llamó de una manera muy inesperada.
Akira Yamaoka, hijo del ya célebre Mura Yamaoka, es el director general del Hospital Central de Kyoto, encima de un estudioso de la medicina y las implicaciones del cyberware en esta. Otra de las grandes mentes pensantes dentro de la gran urbe, y este es alguien de la confianza de Hellman. Lo ayudó en algunos proyectos anteriores cuando apenas daba los primeros pasos en bioingeniería, cooperando con Anders en todo lo que hiciera falta, naciendo de este modo una fructífera y saludable amistad. Tampoco es que tuviera muchas opciones de antemano. Todo lo que se encuentre en Japón está intrínsecamente supeditado a Arasaka, y viceversa. Incluso si eres una insignia en tu campo y una persona con tanto poder como el señor Yamaoka, debes responder al beneplácito de la corporación más grande de tu país. Quién sabe lo que podría ocurrirte si no lo haces.
'Yamaoka no suele exagerar en cuanto a temas urgentes se deben de tratar' Pensó el rubio, vislumbrando la gran ciudad a su costado derecho a través de la 'ventana', que en realidad era una pantalla reflectora de todo lo que ocurría fuera del VA. Esto fue hecho así por motivos de seguridad. ¿Quién quería un lindo ventanal endeble si podías tener el metal más confiable y resistente del mundo?
Llegando a destinoHellman escuchó la voz robótica de la inteligencia artificial que manipulaba el vehículo volador. De camino, sacándolo de su ensueño interminable. Observó como este se situaba en un estacionamiento exclusivo para invitados de alto rango como él. Se abrieron las compuertas y bajó del VA a la azotea. Donde se encontraba esperándolo su próximo acompañante.
Akira Yamaoka es un hombre bajo y regordete de unos 87 años de edad. Camisa celeste claro, traje azul y encima de este un guardapolvo de médico. Cabello negro enmarañado y desordenado, dejando en claro que su apariencia física no es lo que más le importe. Gafas con un marco negro y las lentes transparentes. Su rostro estaba arrugado y marcado por el tiempo, pero lo que destacó por sobre todo del hombre fue la cara absolutamente seria y casi petrificada.
Ya habiendo visto su expresión que no vaticinaba nada bueno, de hecho, todo lo contrario, Anders no dudó un segundo y tomó un cigarro de una caja que tenía en sus bolsillos, lo prendió con un mechero también sacado de un bolsillo interno de su chaqueta, y se colocó en la boca, comenzando a fumar.
'Esto dará para largo. Muy largo.' Fue el último pensamiento del rubio antes de proceder con las presentaciones y acudir dentro de la instalación.
…continuará…
