Descargo de responsabilidad: Los personajes son propiedad de Stephenie Meyer y la historia es de la increíble autora CaraNo, yo la traduzco con su permiso. ¡Gracias, Cara!
Disclaimer: The characters are owned by Stephenie Meyer and the story is by the amazing author CaraNo, I translate with her permission. Thank you, Cara!
Este y todos sus fanfics puedes encontrarlos en su blog, el link está en mi perfil.
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22.
~Eres tan jodidamente hermosa que duele dentro de mí~
Esta noche, Edward llega después de que haya cerrado la cafetería. Sonríe nervioso y me besa la mejilla, y luego tropieza un poco con sus palabras, tratando de preguntarme si me gusta la pizza al mismo tiempo que quiere saber si quiero sentarme con él. Me doy cuenta de que a menudo se repite. Todos los días son iguales cuando se trata de nuestro saludo. Siempre quiero sentarme con él, sin embargo, nunca deja de preguntar. Es algo que guardo para mi pausa para el café, ahora diaria, con Emmett.
—Me encanta la pizza. —Sonrío y le toco el brazo—. Y me encantaría sentarme contigo.
Se relaja.
—Tú... —Hace una pausa y entrecierra los ojos por un momento. Nunca lo apuro. Una dulce sonrisa—. Te ves muy hermosa.
—Gracias —respondo en voz baja, con la respiración entrecortada, mientras me aliso la falda y me siento. Es la única que tengo. Negra, sencilla, termina por encima de mis rodillas. Me gustan los vaqueros. Vaqueros ajustados y camisetas de manga larga. Edward es igual, me he dado cuenta, aunque a menudo lleva una sudadera sobre las camisetas. Pero esta noche lleva pantalones de vestir grises y una camiseta negra marca Henley. Está de muerte—. Te ves muy guapo —le digo.
Y no puedo evitar sonreír ante nuestro calzado a juego. A pesar de la ropa más bonita, todavía usamos Converse negras.
»Me gustan tus zapatos. —Le guiño un ojo.
—A mí también me gusta los tuyos —dice automáticamente, incluso antes de mirarlos—. Vaya. —Sonríe—. Son iguales.
No digo nada. En vez de eso, vuelvo a besarle la mejilla. Eso siempre lo hace sonreír.
Y también puedo disfrutar del beso que siempre me devuelve. Mucho.
—¿Tienes hambre? —susurra, pasando su pulgar por mi mejilla. Muy sútil, sólo un toque, simplemente prendiéndome fuego.
Observa el movimiento. Me estremezco. Asiento con la cabeza. Me recuerdo a mí misma que debo respirar. Es vital.
—Sí. —Exhalo. Pero no de pizza.
