-Jacob POV-

Lo que parecía ser el mapa que nos conduciría a la victoria segura contra el chupasangre que aterrorizaba a Forks resultó ser una completa decepción. Los lugares señalados por los Cullen se iban agotando uno a uno, y aún no encontrábamos nada que nos acercara a Bella. Priorizábamos los nuevos destinos que surgían en la mente de Alice. Era agotador; no había noche en la que pudiéramos descansar.
Cumplimos nuestra parte del plan al entregarle a Edward informes policiales obtenidos del estudio de Charlie. Este consistía en una mesa improvisada junto a su sala. Había tomado un par de ellos de una pila el día que Billy lo arrastró a pescar en contra de su voluntad. No quise preguntar cómo lograron sacarlo de su oficina, pero probablemente lo habían atado en el bote y, después de un tiempo, habría cooperado. Nadie podía vencer la terquedad del padre de Bella, excepto Billy.

¿Por qué estos? preguntó mientras hojeaba las carpetas con una velocidad impresionante en el recibidor de la mansión Cullen.
No lo sé, fueron los primeros que vi.
No necesitaba poder leer la mente como él para darme cuenta de que estaba a punto de aventármelas.
Bueno, trabajaré en ellos.
Fue lo último que dijo antes de cerrarme la puerta en la cara.
Hijo de... me detuve a media oración cuando vi el auto del doctor Cullen estacionándose.
Me limité a sonreír, por educación, antes de dirigirme hacia el bosque.

Carlisle Cullen era quien mantenía la comunicación directa con Sam para informarle, las desapariciones se habían calmado hasta hace dos días, compañera de Bella. Los interrogatorios volvieron con fuerza, y los Cullen hacían todo lo posible por mantenerse al margen, excepto Edward, quien fue solicitado específicamente por Charlie. "Es el principal sospechoso", había declarado Sam. En circunstancias normales, habría disfrutado viendo eso.
Comenzaba a perder las esperanzas cuando sentía que seguíamos a la nada, en más de una ocasión, cuestioné la fiabilidad de los Cullen. Después de todo, por naturaleza eran nuestros enemigos, y no podíamos confiar plenamente en ellos.

En la reserva se había tomado la decisión de dar un toque de queda, nadie podía salir después de las siete —la hora en que usualmente comenzábamos la exploración por los alrededores de Forks—, el consejo había accedido. Nadie había protestado, pues la pandilla de Sam, a la que ahora pertenecía, tenía cierto nivel de respeto y autoridad, y aunque en el pasado hubiera sentido cierto odio hacia ellos, ahora, en cambio, me invadía una sensación de tranquilidad.

Esa tarde, el teléfono de casa resonó, y mientras Billy atendía, me apresuré a abrir la puerta para recibir a mis obstinadas hermanas. Paul no mostró una alegría completa cuando Rachel le sorprendió anunciando que había convencido a su hermana de visitar a papá, pero allí estaba junto a ellas, con una sonrisa forzada.
— ¡Sorpresa! — gritaron ambas al unísono, con maletas en mano.
— Son todas tuyas — balbuceó Paul, empujándolas al interior de la casa.
Reí incómodo cuando ambas me aprisionaron en un abrazo murmurando como había crecido.
— Ridícula, si acabas de verme — le dije a Rachel, intentando apartarla rebajándome a su fuerza humana. Su sobreprotector novio me miraba desde lejos con cautela. — Tu ganas... Y papá está — dije a medias cuando la expresión de Billy estaba seria.
Los tres Black volteamos a verle.
— Era Charlie — dijo con el teléfono aún en su oído — quiere que le ayudemos a sacar sus cosas de su oficina, acaba de renunciar.
La casa se sumió en un silencio total, y Paul terminó de entrar.
"Charlie Swan anunció su retiro" dijo desde la línea de comunicación a Sam y al resto.

Paul había prometido entretenerlas hasta nuestro regreso si nada más surgía. Billy estacionó el auto en el lugar reservado para discapacitados, quedando aún más cerca del acceso a la comisaría. Me apresuré a sacar su silla.
La secretaria intentaba secarse las lágrimas a toda prisa.
— El jefe... — tosió incómoda —, el señor Swan los espera en la oficina.
Ambos asentimos simultáneamente. Empujé la silla hacia el interior, avanzando en silencio por la oficina. Un escalofrío recorrió mi espalda al ver al frío salir de esa habitación.
— Estará mejor así, señor.
Detuve la silla abruptamente, lo tenía a corta distancia. Si tan solo pudiera... Pero se detuvo, probablemente confundido por el olor al que la rubia de los Cullen se había referido como "la peste". Nos sonrió después de unos segundos antes de continuar su camino. ¿Sabía lo que era? Billy pareció preguntarse lo mismo.
Me tranquilicé antes de avanzar y encontrar a un Charlie mirando un pequeño retrato suyo de joven junto a otro hombre también uniformado. Dejé a Billy a su lado.
— Fue mi primer jefe. — se limitó a decir antes de quitarla y echarla a una caja. Miré alrededor, viendo el resto de sus pertenencias.
— Las iré subiendo — anuncié mientras caminaba hacia el escritorio, apilando un par de cosas.
"Está aquí, en la comisaría..." informé al pasar de nuevo por la recepción, sonriéndole nuevamente a la secretaria.
"No hagas nada, Jacob" sentenció Sam.

El trayecto de vuelta a la casa Swan se vio interrumpido por la música que brotaba de la vieja radio de Billy. Charlie mantenía una expresión seria, con la mirada clavada al frente, sabía que debía quedarme para llevarlo de regreso, podía asegurar que beberían mucho, o tal vez se quedaría a acompañar a su amigo.
Al llegar frente a la casa, nos recibió un montón de periódicos amontonados. Charlie los pateó para abrir paso y así facilitarme la tarea de bajar las cajas. La escena bien podría haber salido de una película de terror. Y el interior no decepcionaba en cuanto a caos se refería, incluso más que la última vez que me había colado por allí.
— Yo bajo todo. — dije al ver desde lejos a Charlie intentando bajar un par.
— Eres fuerte, Jacob. Podría lastimarme la espalda con una de estas. — dejó la caja de nuevo. Se acercó a Billy, empujando la silla al interior de la casa, dejándolo cerca de uno de los sillones para ayudarle a bajar. — Jake, trae un par de cervezas.
Me apresuré a dejar la caja cerca del escritorio y corrí a la cocina, abrí el refrigerador. Cervezas, era todo lo que había allí. La conversación entre ese par surgió al instante, sus voces hacían eco.
— Lo sé, a todo el mundo parece sorprenderle... pero, creo que ya era tiempo que soltara toda esta vida tan... agotadora.
— ¿Por qué? —se limitó a preguntar papá con cautela.
— Es... — suspiró cansado — en estas últimas noches, Billy te juro que lo único que pensaba era simplemente acabar con todo.
— Te refieres a... ¡Charlie no puedes estar hablando en serio!
— Ya sabes, jalar de un gatillo, un par de píldoras... pero fui muy cobarde.
Un golpe seguido de un quejido resonó en la habitación. Me acerqué a la sala dejando las bebidas en la mesa, tratando de ignorar lo que sucedía, aunque Charlie se frotaba el hombro al lado de Billy.
Salí para terminar bajar las cajas, revisando ocasionalmente como iba la convivencia entre ellos, Billy asintió mientras su amigo parecía sumido en su propio sufrimiento, con la mirada perdida y la cerveza a medio tomar en la mano. Me dirigí lentamente hacia las escaleras, procurando no hacer ruido.

Había algo extraño en la segunda planta, esa sensación me llevó al cuarto de Bella. Sam había dicho que dos de ellos habían entrado a hurtadillas a la casa Swan porque creyeron ver algo, al final del día no fue nada. Nada que un vampiro pudiera percibir a la primera, Bella si había estado en esa habitación, estaba su esencia más allá que en sus pertenencias. Un olfato tan desarrollado que los fríos no tenían o tal vez, eso iba más allá y tenía que ver con mi vínculo con ella.
Miré a las esquinas de la oscura habitación comprobando que nadie más estuviera allí oculto, caminé hacia el armario, allí se intensificaba todo. Casi podía jurar que podía oler su miedo y un leve aroma endulzante, el mismo que percibí en la comisaría, me asqueaba. Pero ahora sabía que existía una mínima posibilidad de otro acercamiento, y que estaba viva, aún.
Salí confundido de esa habitación, debía informarle a Sam.
— ¿Y qué pasará con Bella? — preguntó Billy cuando terminaba de bajar las escaleras.
— ¿Crees que siga viva después de todo este tiempo? Dime quién volvió viva en todos estos meses... — dijo tosiendo incómodo — entre más rápido afronte la realidad...
La poca esperanza que había surgido se acabó en ese momento, sentía que todo esto llegaba a su fin, estaba desesperado por encontrar pistas; me negaba a aceptar el cierre que su padre estaba dando, que la manada lo llegara a hacer y que, incluso los chupasangre de los Cullen lo hicieran y quedar allí, todo al aire.
Trastabillé distraído.
— ¿Estás bien? — preguntó Charlie intentando divisarme.
— Si, solo... necesito aire.
— A dormido mal — me excusó Billy.
Caminé hacia el recibidor, mirándome en el espejo. Apoyé las manos sobre el pequeño mueble donde Charlie solía apilar algunos correos; un cajón estaba entreabierto. Escuché que la conversación continuaba, habían cambiado de tema. Tiré del cajón: una navaja de bolsillo, un abrelatas... no cuestioné a Charlie por guardar esas cosas allí. Bajo todo eso, unas fotografías. Las saqué con cuidado y caminé hacia la salida para verlas, sin preocuparme de que Charlie apareciera detrás de mí.
— Pero qué... —susurré.
En todas ellas, Bella aparecía inconsciente, magullada, atada, con sangre. Las pasé rápidamente, cada una más perturbadora que la anterior. La cabeza me daba vueltas; corrí hacia el árbol más cercano para vomitar.
"No. Hagas. Nada. Jacob" La voz de Sam se repetía en mi cabeza mientras intentaba calmarme, pero sentía que la sangre me hervía.
Volví al interior de la casa para avisarle a Billy que volvería por él en una hora, ignoré toda autoridad de Sam al dirigirme a la casa de los Cullen.

Estampé las fotografías sobre la mesa cristalina, la expresión en Edward se endureció al verlas.
— ¿Dónde las encontraste? — preguntó con voz tensa.
— En casa de Charlie. ¿Qué me dirás para evitar que vaya a la comisaría a matarlo con mis propias manos?
Mi mandíbula temblaba, sintiendo el corazón martillear con desesperación en mi garganta, suplicándome que lo dejara salir, que me transformara e hiciera una masacre, no importaban los testigos; después de todo, no sangraría de todos modos.
— No podemos... exponerlos así, Jacob. — dijo Carlisle acercándose a verlas. — Él se acercará, Alice lo ha visto.
— También ha visto ubicaciones incorrectas ¡por semanas! ¿Qué estamos esperando? ¿A que nos envíe un cuerpo? ¡Estoy harto de esperar! —Observé de reojo cómo Emmett se acercaba con cautela—. No haré nada... hoy. Pero no puedo esperar más, simplemente no puedo. —Odié cómo mi voz se quebró en la última oración.
Me dirigí hacia la salida, observando cómo Alice se acercaba a Edward para coger las fotos. Tropecé con Sam en el vestíbulo y seguí adelante, ignorando sus llamadas repetidas. Carlisle lo había llamado para que me calmara.

Billy no me preguntó por lo que hice; seguía balbuceando sobre qué preparar de cena para sus dos hijas favoritas. Cuando no le respondí, me miró con cautela, se removió en su asiento antes de lanzar la bomba:
— Invité a Charlie a vivir en la reserva. Tal vez pueda pasar su retiro allí junto con los demás ancianos. Dijo que lo consideraría. Le llamaré en un par de días, y si no, tendré que sacarlo por la fuerza de esa casa.
Apreté el volante y, con la vista al frente, le pregunté:
— ¿Será lo correcto? Podría descubrir lo que somos.
— Lo hará tarde o temprano — Sam le había contado — somo su única familia que le queda.
Encendí las luces y bajé la velocidad al entrar en la reserva. Tenía un mal presentimiento; veía venir el regaño que me esperaba antes del recorrido de hoy. La comunicación entre la manada estaba callada. No podía ser algo bueno.
Un escalofrío me recorrió al ver el Volvo plateado estacionado frente a la casa. Los sentí; Edward bajó del auto. No podía ser nada bueno, menos cuando la persona que bajaba del otro lado era su hermana Alice, con las fotografías en la mano.
— Espérame aquí — le dije a Billy, bajando de prisa sin apagar el auto.
Me acerqué a ellos.
— Jacob... — sentí raro que me llamara ella por mi nombre — La vi.