Hinata no quería bajar a cenar...
Sus nervios estaban al tope, y no sabía qué hacer con ella misma. Más cuando se enteró que llegaron visitas de imprevisto. No sólo conocería finalmente a la mejor amiga de Kushina y a su esposo pervertido...
También habían llegado Shion y Karin.
Ella no quería enfrentarlos, teniendo tantas cosas que hablar con Naruto. Cosas que le convenían sólo a ellos dos, no a toda esa gente desconocida. Si, eran parte de la familia de Naruto, pero para ella no eran nadie, ni siquiera los conocía y ni siquiera quería pensar en la bruja de Shion, que se escondía en su apariencia débil y suave.
Hinata se quedó acostada, aunque estaba vestida para bajar a cenar, no quería levantarse. Estaba tentada a decir que se sentía mal, pero estaba casi segura que Kushina haría esa mentira una gran preocupación. Esas dos semanas que estuvieron en Suna, la mujer la había tratado con una gran porción de respeto y cariño. Hinata no recordaba mucho de su madre, que se sintió tan cómoda y necesitada de ese cariño, que rápidamente se encariño con la mujer. Kushina tenía bordes ásperos, un tono mandón la mayoría del tiempo. Pero no era una mala mujer...
Ella levantó la cabeza suavemente de su almohada cuando alguien golpeó en su puerta suavemente. La persona que estaba del otro lado no esperó respuesta y abrió la puerta. Probablemente la había llamado con él pensamiento, porque era Kushina en persona.
La mujer tenía una sonrisa suave mientras entraba a la habitación y cerraba la puerta suavemente.
— Hola Hinata, ¿cómo te sientes?
Hinata se sentó en la cama mientras ella se acercaba. Kushina no se sentó en la cama, quedó a los pies de esta, parada mirándola.
— Hola—, murmuró —. Yo, estoy bien— dijo finalmente con un suspiro.
Kushina le sorprendió, lanzando una risa suave.
— Creo conocer esa mirada—, le dijo con picardía —. No quiere bajar, ¿verdad?
Hinata hizo una mueca y luego sonrió.
—¿Se nota mucho?— preguntó arrugando la naríz.
La expresión de la pelirroja se suavizó y asintió lentamente. Hinata suspiró, mirando hacia un lado. No quería ser mala ni mal agradecida con Kushina, desde un principio, sin siquiera conocerla, ella la había ayudado. Primero rompiendo su matrimonio con Sasuke, dándole un sustento por los peores seis meses de su vida. Luego, ella la había encontrado en Suna, siendo amable y cariñosa cuando ella se había sentido desgraciada.
— Lamento ponerte en esta posición, Hinata. Pero, no debes preocuparte por Tsunade, ni mucho menos por Jiraiya. Ellos son padrinos de Naruto, y quieren conocerte.
Hinata se mordió el labio, sin mirarla. Eso la ponía más nerviosa aún. Eso quería decir que la opinión de ambos eran importantes para Naruto. ¿Y si ellos la odiaban?
Pero, luego frunció el ceño y volvió a mirar hacia Kushina.
— Lo entiendo. Es un poco aterrador, pero puedo manejarlo—, le juró, teniendo una sonrisa de aprobación de parte de la Uzumaki —. Pero..—, ella dudó. No sabía si Shion también estaba bajo la ala de Kushina y no quería ser... Mala gente —. ¿Qué hay de Shion?— murmuró finalmente. Los ojos violetas de Kushina se abrieron, algo sorprendida por sus palabras —. O sea...—, aclaro rápidamente —. Entiendo que estén los padrinos de Naruto y que quieran conocerme. Y también, comprendo que esté Karin. Es parte de la familia. Pero...
— Shion también lo es—, le cortó Kushina, algo crispada.
Hinata bajó rápidamente la cabeza, ocultando su mueca. Ella se mordió el labio, no podía discutir con eso si ella lo consideraba así. Así que, simplemente asintió.
Kushina, carraspeó suavemente, y sus siguientes palabras fueron más suaves.
— Todos en esta casa son parte de la familia. También lo eres ahora, Hinata. Todos estamos felices con la nueva vida que viene, y cada persona que estaba abajo desea darte los mejores deseos.
Hinata volvió a asentir, mirando fijamente sus manos en su regazo.
— Yo.. esto es mi culpa. Creí que...—, Kushina cortó sus palabras y luego agitó la cabeza —. No importa lo que creí. Lo importante es que Naruto está por llegar.
Hinata levantó la mirada, un poco asustada. Tenía terror que él la despreciará frente a toda la familia. ¿Qué haría sí...
— Hablé con él por teléfono hace unos minutos —, dijo Kushina, como si pudiera leer su mente—. Estaba más tranquilo que hoy a la mañana. Tiene muchas ganas de verte y hablar contigo.
Hinata tomó aire, intentando sacar los malos pensamientos de su cabeza.
— Yo también quiero hablar con él—, dijo.
— Si—, Kushina hizo una mueca—. Lamento que la cena no sea más privada. Es totalmente mi culpa. Pero, estaba tan feliz porque al fin voy a ser abuela, que no pude evitar decirle a casi todos.
Hinata miró asombrada a la mujer. Ella definitivamente, no parecía una abuela, ni por asomo. Luego, se sintió contagiada por su entusiasmo y sonrió, levantándose de la cama. Dió los pasos que la separaban de Kushina y tomó sus manos.
— Muchas gracias —, le dijo, sabiendo que sus ojos mostraban lágrimas no derramadas.
Kushina le frunció el ceño, Pero apretó sus dedos.
—¿Gracias? ¿Por qué?— preguntó confundida.
— Por su entusiasmo. Por la felicidad que siente por este bebé —, dijo sonriendo, sintiéndose sensible y llorona cuando las lágrimas bajaron por su mejilla.
Kushina la observó con la cejas alzadas, pero finalmente su rostro se arrugó. Hinata no pudo identificar cuál era el sentimiento que lo provocó, pero soltó una jadeó cuando la pelirroja la abraza de manera brusca.
— Yo te doy las gracias, Hinata. Este bebé me ha dado una felicidad que ni siquiera sospechas. Me hubiera encantado tener muchos bebés, pero me costó mucho tener a mis dos hijos—. Los brazos de Kushina se apretaron casi dolorosamente —. Amo a mis hijos, y tengo hijos de corazón, que cuido con tanto amor como lo hice con los míos. Pero, también quiero ver la descendencia de mi descendencia. No quiero morir sin verlos. Y tú —, Kushina tomó sus hombros, separando su cuerpo de ella. Mostró una gran sonrisa, aunque sus ojos estaban sospechosamente húmedos —. Me has dado eso.
Hinata sintió que su pecho se apretaba. Ojalá Naruto estuviera, sólo un 2% de lo feliz que parecía ser Kushina... Eso la haría sentir menos culpable.
— Ojalá, Naruto también lo piense —, no pude evitar decir sus miedos en un murmullo.
— Oh—, se quejó Kushina, agitando una mano, con una sonrisa divertida—. Él tiene 35 años, pero se comporta como un chiquillo. Sólo debes amarrarlo con una correa y mantenerlo siempre tirante. Él es un hijo del rigor.
Hinata soltó una risita, sin poder evitarlo. Kushina siempre decía las cosas más divertidas.
— Ahora — dijo con un suspiro, y poniéndose más recta. Ella uso sus dedos para levantar la barbilla de Hinata, alzando su rostro—. Bajaremos, y no mostraras ese miedo. Quiero una sonrisa—, la pelirroja le mostró eso mismo en el rostro —. Y no bajas la mirada. Los Uzumaki no bajamos la mirada ante nadie. ¿Me oyes?
Hinata alzó una ceja, pero asintió. Levantó su rostro, como ella le pedía y le mostró su mejor sonrisa, falsa pero convincente. Kushina asintió, complacida.
— Muy bien, mi niña—, dijo mientras tomaba su brazo, y la guiaba a la puerta—. Ahora eres una Uzumaki. No lo olvides.
Continuará...
