Quiero decir que soy una gran fan de Rachel, y me encanta darle la oportunidad de contar su perspectiva. Además amooo su personalidad y sus poderes de oráculo. ¡Disfruten!
CAPÍTULO 6
Rachel
Ser el oráculo apestaba. De verdad.
Claro, no se quejaba mucho de ser una persona importante dentro del Campamento Mestizo, ni de ser la única mortal capaz de entrar a ese lugar, tampoco que todos acudieran a ella en busca de ayuda. Le gustaba. Claro que sí.
Pero a veces, aquel poder era una carga.
Cuando supo que ella estaba destinada a convertirse en el siguiente oráculo, lo acepto sin dudar, creyendo que aquel era su destino y nada más. Pero no contaba con las innumerables noches en que las visiones del futuro no la dejarían dormir, o en las ocasiones en que las voces dentro de su cabeza resonaban más fuerte que sus pensamientos.
Incluso, a veces, estando en la escuela, no podía controlar aquel humo verde que salía de su boca. Era horrible. En serio.
Usualmente la voz del oráculo le hablaba constantemente, y le repetía una y otra vez palabras sin sentido. Corazón, corazón, corazón. Línea, línea, línea. Destino. Sangre. Sacrificio. Si, algunas no eran muy bonitas.
Pero había algo que la tenía mantenía inquieta esos días, y era la extraña ausencia de Apolo.
Apolo era su guía y dios favorito. Él siempre le brindaba apoyo en su camino como oráculo, y se mantenía en constante contacto con él. Pero de pronto un día solo…desapareció.
— Es como si estuviera desconectado.
Rachel se paseaba alrededor de su cuarto. Tenía un cepillo en la mano derecha y un oso de peluche en la izquierda.
— No ha respondido ninguna de mis plegarias, y el espíritu en mi cabeza me trae vuelta loca. — le dijo Rachel al osito. — Sé que entiendes que podría ser una situación sin importancia, pero me gusta confiar en mis instintos, y ellos me dicen que Apolo no desaparecería así como así. Debe de haber algo más. ¿No lo crees, Señor Agrios?
El oso ladeo la cabeza.
— Si, eso pensé. Creo que debo de ir al campamento. Quiero asegurarme de que todo está en orden. No quiero que algo como lo de Gaia vuelva a suceder. Por poco no nos libramos de esa.
Rachel soltó al oso y lo dejó en su cama. Se dirigió hasta una pared en donde tenía colgado un espejo. Comenzó a cepillar su cabello.
— No creo que sea nada grave. —se miró al espejo. — Si fuera algo malo lo sentiría. Quizá Apolo esté dormido en alguna cantina mágica para dioses griegos. Debe ser eso. Pero…— miró al oso. — No hará daño una visita.
Su visita al Campamento Mestizo fue más larga de lo que había esperado. Y se reprimió a si misma por hacerle caso a sus instintos.
Frente a ella estaba un sátiro de ojos marrones, cabello rizado y una barba de chivo bastante pequeña.
— Grover. —dijo ella despacio. — ¿Qué está sucediendo exactamente?
— Nada. O bueno, todo. No. No lo sabemos.
— ¿Por qué cuando llegué al campamento un montón de chicos me rodearon diciendo que si yo sabía que era lo que estaba pasando? Parecían preocupados de hecho.
— Si. Estamos algo preocupados. Bueno, yo no. Solo un poco sí. Es que algunos padres divinos no han respondido a las plegarias de algunos chicos del campamento. Y bueno, ya sabes que la última vez que los dioses se escondieron, es cuando apareció…
— Gaia. Si, lo sé.
— Así que fueron a hablar con Quirón, y estábamos a punto de llamarte. He tenido algunas conversaciones con dríades y el Consejo de los Sabios Ungulados, y todos coinciden en que hay algo extraño pasando en el cielo y…
— Grover, despacio. Yo también estoy preocupada por los dioses, en especial por Apolo. Necesito su consejo. Y la voz del oráculo no deja de resonar en mi cabeza. Es como si estuviera exigiendo salir para decir una nueva profecía.
Grover apretó la quijada.
— ¿No creerás que…?
—… ¿Sea otra Gran Profecía? Sería la… ¿Tercera Gran Profecía? Dioses. Me voy a volver loca. ¿Qué dijo Quirón con respecto a todo esto?
— Solo miró preocupado a los demás. Tal vez quiera hablar contigo.
— No. —dijo repentinamente. — No lo voy a hacer. No sé muy bien porque estoy diciendo esto, pero…si voy a decir una profecía, quiero que estén todos. Y me refiero a semidioses y…Otros descendientes.
— ¿Descendientes?
— Si. No sé muy bien qué clase de descendientes, pero sospecho que tendremos visitas inesperadas en el campamento. Creo que esto no solo involucra a semidioses.
¿Por qué estaba diciendo eso? Notó la mirada preocupada de Grover, y trató de que su rostro no demostrara que ella también estaba aterrada.
— Bien. — dijo Grover finalmente. — Llamaré a Percy y Annabeth. Mandaré un mensaje Iris.
Grover sacó una moneda de su bolsillo y la arrojo hasta un charco. Pero la moneda no se suspendió en el aire como normalmente hacía en los mensajes Iris. Ésta simplemente cayó al suelo. Rachel y Grover miraron la moneda caída por unos segundos.
— Creo que Iris tampoco puede contestar por ahora. Pero, puedo prestarte mi teléfono si quieres.
Rachel sacó su teléfono del bolsillo de su pantalón.
— No me agrada mucho la tecnología. — dijo Grover con una mirada apenada.
— Oh, vamos, Grover. Necesitamos contactar a nuestros amigos.
Grover dudó unos momentos, pero aceptó el teléfono.
— Bien. Me contactaré con Annabeth.
— Genial. Yo iré a mi cueva a esperarlos. Tal vez ahí pueda contactar a Apolo. — dijo encogiéndose de hombros.
Grover entró a su cueva unos minutos después y le contó su conversación con Percy y Annabeth.
— Vienen para acá. — dijo Grover. — Se veían muy felices. No quisiera molestarlos más. Después de todo lo que pasaron en el Tártaro…Todavía puedo sentir las pesadillas de Percy en ese lugar.
Rachel se quedó muda. Nunca había hablado con la pareja respecto a lo que vivieron. Aunque dudaba que contarle a ella les hiciera sentir mejor.
— Es lo mejor por ahora. Eso creo. No debemos asustar a los otros campistas. Quiero averiguar qué está sucediendo primero.
— ¿Cómo que ustedes tampoco saben lo que está sucediendo? — dijo Percy cruzándose de brazos.
— Entonces estamos de acuerdo en que los dioses no responden a nuestras plegarias, porque algo les está sucediendo. — dijo Annabeth. —. Poseidón le advirtió a Percy sobre un peligro grande que se avecina. Yo escuché a mi madre gritar, como si la estuvieran torturando. Todo eso en sueños. Y, Apolo tampoco está en contacto con su oráculo.
Annabeth bajó la mirada.
— ¿Por qué no le decimos a Quirón o a los demás? — preguntó Percy.
— Algunos chicos le advirtieron a Quirón, pero Rachel quería hablar primero con ustedes para decir…— Grover dudó y miró a Rachel.
— Una profecía. —dijo. —Pero necesitó más personas. Siento que esto es algo que deberían escuchar más de nosotros.
— ¿Te refieres a los romanos? — preguntó Annabeth. — Podemos hablar con Jason al respecto.
— Si. Pero, no solamente ellos. Creo que hay alguien más, ¿saben? Algunos descendientes.
Annabeth la miró por unos segundos. Sus ojos grises la intimidaron, y se encogió en su lugar. ¿Qué pasaría si alguna vez ella se enterara que Percy y ella se besaron? Probablemente no saldría viva.
— Rachel, ¿puedes dejarnos a solas un segundo?
— ¿Yo? Claro, solo…
— Necesito hablar con Percy y Grover. — sentenció Annabeth.
Rachel los miró a los tres por unos momentos y se dio la vuelta.
Afortunadamente Percy y Annabeth habían llegado más pronto de lo que habían previsto, y habían acordado platicarles todo lo sucedido en el bosque en cuanto llegaran, pero siempre olvidaba lo desconfiada que era Annabeth, a pesar de que ya la consideraba su amiga después de lo del laberinto.
— Creo que sé a lo que se refiere. — murmuró Annabeth.
Rachel ya se encontraba muchos pasos por delante de ellos, pero la había escuchado. Se escondió entre uno de los árboles que estaban a su derecha, y agudizó el oído.
— ¿De qué hablas? — dijo Percy.
— Descendientes no solo se refiere a semidioses, sino a personas que estén en contacto con otras divinidades.
— ¿Otras mitologías? — preguntó Grover.
— Personas con las que no deberíamos mezclarnos. —continuó Annabeth. —No creo que sea buena idea invitarlos a entrar al campamento.
— Pero Rachel dijo que necesitaba más personas que escucharan lo que necesita decir.
— No creo que sea tan fácil, Grover. Si alguien nuevo entra, lo mejor será que lo saquemos del campamento lo más pronto posible.
— Pero Annabeth, eso sería ir en contra de los deseos de una profecía. Sabes que eso siempre sale mal.
— Hay una posibilidad…— dijo Annabeth en voz baja. Rachel tuvo que acercar su oreja lo más posible hacia ellos para escuchar. — Existe una opción en la que aquellas personas deban estar aquí para cumplir algún destino, y quizá los dioses tengan que ver. Pero, existe otro camino en la que nos pueda ir mal, y haya otra guerra. No quiero que alguien más vuelva a morir.
Rachel escuchó como la voz de Annabeth se quebraba, y después un silencio tenso.
— Aguarden un momento. — dijo Percy en voz alta. — Me perdí con la parte de descendientes.
Después de ahí no escuchó gran cosa, pero pudo imaginar a Annabeth rodando los ojos y diciéndole algo como Te explicaré luego, Sesos de Alga, o alguna cosa así.
— ¡Bien! — dijo Rachel lo suficientemente alto para que pudieran escucharla. — ¿Terminaron o qué?
Antes de que pudieran contestarle, Rachel se dio media vuelta y se encaminó de regreso junto con ellos.
— ¿De qué me perdí? — dijo Rachel con una sonrisa.
— Creo que lo mejor será esperar un poco. — dijo Annabeth. Tenía el ceño fruncido.
— Si. — dijo Rachel. — Quiero esperar a más personas. No sé exactamente a quienes, pero sospecho que va a haber visitantes en el campamento más pronto de lo que pensamos.
— Esperaremos dos días por si algo más vuelve a ocurrir, o si tenemos visitantes desconocidos. Pero si son peligrosos, los sacaremos del campamento.
— No. — dijo Rachel.
— No es una pregunta. Debemos garantizar la seguridad del campamento.
— De acuerdo. Solo si me prometes que si son personas inofensivas, se quedaran aquí a escuchar lo que tengo que decir, y para ver que han planeado los dioses con nosotros.
— Bien. Lo haré.
Ambas chicas se dieron la mano.
Rachel esperó dos días. No sabía muy bien porque Annabeth se comportaba tan extraño o porque les había dicho a Percy y a Grover aquellas palabras tan extrañas sobre conocer otras mitologías. Quizá tenía razón y semidioses de otras culturas eran a los que estaban esperando. Una parte de ella se extrañó de no estar sorprendida ante esa posibilidad, pero su vida ya era bastante extraña, así que ¿por qué no estar abierta a eso?
Tal vez también debía sentir remordimiento por ocultarle sus preocupaciones a los otros semidioses, pero no quería aparecer murmurando algo sobre un posible mal, sin antes estar segura de a qué se referían sus visiones, y sentía que solo lo conseguiría al conocer a aquellas personas.
Y otra vez su instinto no falló. Dos días después de la conversación con Percy, Annabeth y Grover, llegaron a atacar el Campamento Mestizo. Eran chicos vestidos con trajes de lino y sostenían en sus manos artefactos extraños. Parecían báculos o varitas mágicas.
El alboroto sucedió cerca del área de las cabañas. Pero Rachel no se acercó. No sabía muy bien por qué. Solo sabía que aquellas personas no eran enemigos. Así que decidió obsérvalos desde lejos.
Parecía que los chicos nuevos habían decidido hablar en lugar de atacarlos, y dos de ellos ingresaron a la Casa Grande seguidos de todos los líderes de las cabañas.
Estaba a punto de dirigirse al lugar, cuando todo se volvió negro.
Usualmente las visiones del oráculo no eran tan aterradoras. Estaba de pie en medio de un campo. El cielo estaba rojo y del cielo caía un líquido oscuro y espeso. No podía mover sus pies, solo su cabeza. Giró levemente el cuello, y observó cuerpos inertes junto a ella. Tirados en el campo, los cuerpos se encontraban en posiciones extrañas. A lo lejos, había otros apilados uno sobre otro formando una especie de escalera, la cual se dirigía a un trono.
No era una visión del oráculo. No. Eso no podía ser el futuro.
— No eres como los otros mortales. — dijo una voz que la hizo sobresaltarse. — El espíritu del oráculo te eligió para ser sus ojos y voz.
Rachel quería despertar. Cerró los ojos con fuerza.
— Tranquila. No durará mucho. Solo quiero que veas cómo los mortales como tú se convertirán en cimientos para mi trono. El caos regresará. Los mortales serán el alimento de mis hijos. Y los seres inmortales, tan patéticos como los dioses no serán nada más que mis esclavos por el resto de la eternidad. Ellos conocerán lo que es el sufrimiento. Llevan demasiado tiempo en el poder. Demasiado tiempo limitando mis poderes. Demasiado tiempo ocultándome del resto del mundo.
Rachel tragó saliva. Su cuerpo comenzó a temblar.
— ¡Yo los cree! Yo soy el creador de todas las criaturas existentes. ¡¿Y cómo me lo pagan?!
La voz sonó tan fuerte que sintió que la cabeza iba a estallarle en cualquier momento.
— ¡Yo soy χάος! Y cuando capturé a todos los dioses, mataré a sus hijos, y los despellejaré vivos frente a ellos. ¡NADIE SE INTERPONDRÁ EN MI CAMINO!
Rachel abrió los ojos tan bruscamente que por poco pierde el conocimiento otra vez. Su mente gritaba, pero de su boca no podía escapar ningún sonido.
Miró a su alrededor y observó a Jason, Quirón y otras personas que se encontraban cerca de la Casa Grande. Corrió hacia ellos.
— Señorita Dare…— murmuró Quirón al observar que ella se acercaba. El centauro apenas podía sostenerse sobre sus patas.
— Quirón, lo que acaba de pasar…
— Si, lo sé. Todos lo vimos.
— No. No lo entienden. Las palabras que me decía el oráculo…La profecía. Todo se está haciendo realidad. Y me advirtió que debo decirla antes de que sea demasiado tarde.
— ¿Una…nueva profecía? —murmuró Jason, mientras se incorporaba lentamente. Estaba pálido.
— Esto es grave. —Continuó Rachel. —Y no podemos perder más tiempo.
Omg! ¿Qué pasará? Muajajaja.
Reviewwsss
