Kalameet

–Ah, gracias por atender tan rápido a nuestro llamado, buenas Caballeras de Bronce.

Las saludó la emperatriz Shitogi Eris con una gran sonrisa al ver que entraban al gran salón de los tronos gemelos el cuarteto de curtidas soldados que mandó a llamar para que se ocuparan de una nueva misión. Miya y Risa pusieron un puño y una rodilla sobre la extensa alfombra roja y Rikka y Sayuki hicieron lo mismo detrás de las primeras ya mencionadas.

–No es nada, Eris-Sama. ¿A qué se debe su nuevo llamado?

Le preguntó Miya mirando a los ojos a la emperatrices desde la distancia. Pero fue Kirishima Shizuku, la otra emperatriz, la que tomó la palabra.

–Recibimos una petición de ayuda de los colonos espantapájaros en los límites del imperio. Más concretamente tendrán que viajar al límite este-norte porque un gigantesco dragón negro está causando destrozos en dos pueblos de reciente urbanización. Todos los detalles se los indicarán y los mapas se los entregarán la capitana del zeppelín; Makino. Además dos docenas de otros soldados las acompañarán en este periplo. Partan enseguida.

–Que así sea, emperatrices.

Decía de nuevo Miya y cuando todas se pararon hicieron otra leve reverencia más para luego proceder a salir del salón de los tronos.

En el aeródromo de la Capital de Saint-Michael

–Bien chicas, a seguir ganándonos el sueldo.

Mencionó Miya y las otras tres asintieron cuando pasaron de la escalinata al interior del zeppelín. Allí saludaron brevemente a algunos de los otros soldados que ya habían subido al vehículo aéreo. Luego se dirigieron hacia la sala de mandos del gran vehículo donde hallaron a Makino la cual ya tenía la orden de partir de inmediato hacia el pueblo de Narnia (la localidad más atacada por el gran dragón).

–Bien, prepárense todos y todas que ya empezamos a volar.

Avisó Makino tras saludar al cuarteto de soldadas a las que ya conocía y les tenía afecto.

Algo más de cinco horas después…

Por fin habían llegado a su destino: Narnia se veía a la distancia con sus edificios que casi nunca superaban los cinco pisos de altura. El zeppelín aterrizó en el pequeño aeródromo de la localidad y los soldados empezaron a bajar. A propósito, el zeppelín se dividía internamente en tres secciones principales: la delantera para la sala de mandos y las salas de estar para los pasajeros (soldados en este caso), la del medio para el equipaje, las provisiones, los bártulos y las armas; y la trasera era reservada para transportar a las bestias de guerra.

Todos los humanos salvo la capitana Makino bajaron del zeppelín y también fueron bajados algunos perros, varios basiliscos, un par de mantícoras y unos cuantos grifos. Los soldados fueron montando a la mayoría de estas bestias mientras recorrían las calles pavimentadas de Narnia y eran recibidos por los lugareños. Los espantapájaros tanto de madera como los de hojalata los recibieron con los brazos abiertos y les comunicaron por escrito a Miya, Risa, RIkka y Sayuki que según ellos el dragón negro dormía en lo profundo del enorme bosque cercano y que los atacaba lanzando llamaradas y devorando a las ornitojevas (una especie de mamífero herbívoro mediano y cuadrúpedo mezcla de ornitorrinco con oveja) a cada tantos días. Los espantapájaros eran incapaces de hablar pero todos estaban alfabetizados así que les iban pasando notas escritas en papeles amarillentos a los soldados humanos que tenían más de cerca. Miya ordenó una breve asamblea en la plaza central del pueblo y en base a las informaciones que les entregaban los oriundos de Narnia la pelinegra decidió organizar tres equipos para la incursión en el bosque cercano: dos irían a pie atravesando el bosque en sí y el tercero sobrevolaría el mismo a lomo de grifo. Miya y Risa recorrerían el bosque junto a otra decena de soldados, Rikka y Sayuki volarían a lomos de grifos junto a otros cuatro y el resto iría por otra parte del bosque como el primer equipo expedicionario. Miya era consciente de que si el mensaje de petición de ayuda había sido elevado hacia las propias emperatrices el problema era grave como confirmó según lo que le iba contando Makino sobre que el dragón negro al que los habitantes de Narnia tanto temían pues había matado a buena parte de los soldados locales y herido a varios civiles cuando acechaba los corrales de las ornitojevas. Pero Miya, su novia, sus amigas y sus compañeros eran buenos soldados que habían batallado mucho bajo la bandera del imperio de Saint-Michael y por eso mismo sabían que aunque pareciera sencillo darle caza a un dragón no debían confiarse. Por cierto, los dragones eran una especie en peligro de extinción; ya que a lo largo de los años los avistamientos y los enfrentamientos con estos grandes reptiles de sangre caliente eran cada vez menos frecuentes. Miya, aunque no era demasiado ducha con la conservación de especies de bestias y de la sustentabilidad, lamentaba que debieran matarlo… pero al fin y al cabo este era uno más de sus deberes…

Luego, ya internándose en el bosque

–Ah, es una lástima matar a tan noble bestia aunque sea un dragón agresivo…

Se lamentaba Miya en voz baja para que sólo Risa la pudiera escuchar. Miya y Risa encabezaban el primer equipo que recorría a pie el gran bosque.

–Sí, lo sé, pero quizás no haga falta matarlo. Oí decir que los dragones están entre las bestias más inteligentes así que con ahuyentarlo de su territorio quizás se retire más al norte sin volver a su antiguo lecho por el resto de su vida.

–¿En serio crees que eso es posible?

Miya miró por un momento a su lado donde estaba Risa (pero sin detener la marcha).

–Sí, es muy posible. No sería la primera vez en la historia de las cacerías que ocurriera algo semejante.

–Mmm, ojalá se dé.

Después de casi una hora de caminata

Tras atravesar tanto tramo de bosque llegaron hasta el borde una gigantesca cuenca. En el otro extremo de dicha cuenca había una catarata y al pie de la misma se alcanzaba a distinguir la entrada de una gran caverna. Casi sin decirse nada Miya y Risa sabían lo que suponía la otra: que justamente ahí tenía su guarida el dragón negro. Ahora el drama era cómo bajar hasta el pie de la cuenca sin resbalar pues todo estaba demasiado húmedo ya a esa altura del interior del bosque y la bajada o caída del lugar era abrupta. A Miya no le quedó de otra más que llamar al tercer equipo, el conformado por los jinetes de grifos, para que de a poco todos los solados fuesen bajados al centro de la cuenca. Ya Miya estaba haciendo justamente eso comunicándose con los jinetes por radio portátil cuando vieron frente a ellas que un gran dragón negro salir volando desde la caverna (atravesando la catarata) en dirección hacia los grifos que en ese momento también surcaban el cielo.

–¡Guarda! (¡Cuidado!).

Les advirtió Miya pero ya era tarde pues el dragón que era del tamaño descripto por los espantapájaros (de 18 metros de largo (contando el rabo) y de casi 7 metros de altura) ya estaba sobre los jinetes de grifos. Risa trató de apuntar con su gran arco compuesto pero el dragón seguía volando muy alto y muy rápidamente por el cielo lanzado llamaradas y esferas ígneas a los grifos que apenas podían resistir y esquivar sus ataques tan veloces. Entonces el dragón hizo algo extraño pues emitió un aura de luz rojiza desde la cabeza (donde extrañamente tenía una gran joya roja incrustada en la frente) y esa aura de luz que todos los jinetes y los grifos percibieron y padecieron de alguna rara forma (no sólo viéndola sino también padeciéndola en sus cuerpos que empezaban a contaminarse con la misma aura rojiza que despedía el dragón desde la joya en la frente) de pronto notaron que sus fuerzas de debilitaban a pasos agigantados: los jinetes ya no eran capaces de conducir a los grifos y estas últimas bestias ya no eran capaces de soportar ni su propio peso volando… Así pues, tanto los jinetes como sus grifos cayeron hacia las copas de los árboles haciéndose mucho daño en la caída… El dragón negro rugió desde la altura dejando de emitir aquella luz rojiza pero cuando vio o detectó también a Miya, a Risa y a los soldados (tanto hombres como mujeres) que las acompañaban bajó rápidamente planeando hacia el borde de la cuenca. Entonces Risa le disparó una flecha grande hecha enteramente de metal que el dragón alcanzó a esquivar a duras penas obligándole a detener su picada hacia abajo haciéndose a un lado. Entonces el gran reptil lanzó desde aquella distancia y altura tres esferas ígneas esta vez obligando a los soldados a retroceder para esconderse debajo de las copas de las distintas especies de árboles. Pero por fortuna el bosque no empezó a incendiarse como tal a causa de la mucha humedad del ambiente. Pero el dragón, temerario como era, bajó hasta rozar las copas dando zarpazos con las patas delanteras. Los soldados se volvieron a replegar a tiempo y ya tenían semi rodeado al reptil de sangre caliente.

–¡Ahora, Risa!

Ordenó Miya y su novia, ni lerda ni lenta; le disparó tres fechas grandes de metal en un solo tiro de su arco grande y compuesto (que para disparar tres a la vez debía anclarse en el suelo). Risa tuvo tanta buena suerte que la flecha del medio impactó de lleno en la extraña joya roja de la frente de la bestia llegando a rajársela bastante (la flecha no se le clavó sino que "rebotó" perdiéndose luego en alguna parte del bosque). De las otras dos flechas una erró el tiro y la otra se clavó en la gran zarpa del reptil escupe fuego. El dragón rugió lastimeramente cayendo al suelo repleto de malezas cerca del borde de la cuenca bastante cerca de donde estaban Miya, Risa y los demás. Risa preparaba otro tiro triple aprovechando que el dragón estaba algo distraído sacándose penosamente la flecha que tenía atravesada en la zarpa izquierda con la derecha.

–¡Toma esto!

Risa disparó al cuello y al pecho del dragón pero el mismo se protegió con las alas que aunque fueron perforadas provocándole mucho dolor pudo proteger las partes más interiores de su cuerpo. Enseguida a ello logró sacarse la gran flecha metálica de la zarpa lanzando una gran y rápida llamarada continua que llegó hasta donde estaban los humanos pero ya los soldados habían anticipado aquello y estaban agachados sosteniendo los escudos hacia adelante protegiendo así a la gran arquera que era Risa mientras esta preparaba otro tiro triple (los escudos bien construidos resistieron el abraso de la gran llamarada). El dragón, por más que su inteligencia apenas pasara de ser bestial, comprendió que su ataque había sido bastante ineficaz y que no podría acercarse lo suficientemente rápido antes de ser atacado con más tiros de arco y flechas. Entonces retrocedió dejándose en parte caer por el borde de la cuenca para luego planear hacia el interior de la misma.

–Mierda, creo que vuelve hacia su cueva…

En efecto esa era la intención del dragón pero otro trío de flechas iguales a las que empleaba Risa le impactó de improviso al dragón negro en pleno planeamiento: desde otro punto al borde de la cuenca (que era semi circular) Rikka le había disparado con su propio gran arco compuesto. A su lado estaba Sayuki y el resto de su equipo o pelotón. El dragón recibió de lleno dos flechazos en el costado y el tercero fue errado. Con el cruel acero atravesándole las costillas el dragón esta vez sí que cayó hacia el centro e interior de la cuenca dándose un tremendo porrazo de costado contra el suelo verdoso y húmedo.

–Bien hecho, Rikka.

La felicitó mentalmente Miya; ya que desde tanta distancia aunque gritara con todas sus fuerzas Rikka no podría llegar a oírla. Y desde ya no había tiempo para intentar hablar por las mini radios portátiles porque el dragón aún no estaba derrotado: el mismo se levantó sobre sus cuatro patas pero en vez de dirigirse hacia la caverna de la catarata se dio media vuelta avanzando a pasos redoblados hacia el equipo de Miya. Risa estuvo a punto de poder volver a dispararle pero el dragón esta vez fue mucho más rápido pese a sus heridas alcanzando a estar frente al equipo de soldados humanos. El gran reptil estiró su largo cuello con las fauces abiertas para hincar los colmillos en la blanda carne de Risa; que por tener en mano el arco grande era más lenta para desplazarle y esquivar. Pero Miya se interpuso entre ambos logrando darle un tajo en la punta de la lengua al dragón, el cual, por el dolor, dio dos pasos hacia atrás… Entonces el reptil se vio de vuelta semi rodeado de los demás humanos que se le acercaban como hormigas guerreras a un gran escarabajo que amenazaba su hormiguero. Unos dos soldados (un hombre y una mujer) lograron herirle superficialmente en la pata trasera derecha y entonces la bestia les dio una tremenda patada a ambos que los mandó casi literalmente a volar.

–¡Resistan! ¡Sigan atacándolo! ¡No le debe quedar mucha más fuerza!

Gritaba Miya a sus soldados. Pero en un acto que parecía suicida el dragón lanzó una gran llamarada continua directamente hacia el suelo donde él mismo estaba parado logrando con eso (pese a que se hería así mismo pero no tanto ya que era altamente resistente al fuego que era su propio elemento) quemar a varios de los soldados del equipo de Miya. La propia Miya tuvo que retroceder protegiéndose con su escudo mediano. Entonces Risa volvió a disparar certeramente dando en un lado del cuello de la bestia con una flecha, en el hombro izquierdo y en la rodilla derecha de la gran bestia escamosa logrando de ese modo derribarla de forma definitiva. El dragón se desplomó cayendo de su lado derecho… y gemía lastimosamente…

–Sólo nos queda rematarlo.

Mencionó Miya al momento en que levantaba la espada para cortarle el cuello muy cerca de la altura de la cabeza.

–¡Espera, Miya!

La detuvo Risa poniendo una mano sobre en la que Miya sostenía la empuñadura de su espada.

–¿Eh…? ¿Qué pasa, Risa…? ¿Para qué me detienes…?

–¿Acaso te olvidaste de lo que hablamos?

Claro que Miya lo recordaba pero…

–No creo que una bestia tan agresiva quiera dejar su hogar.

–No digo que lo dejemos huir sino que lo adoptemos.

–¿Cómo…?

–Piénsalo, Miya. Si adoptamos y entrenamos a esta noble criatura nos servirá muchísimo como bestia de guerra.

Risa sonrió cuando Miya bajó y envainó la espada.

–Ciertamente. En Saint-Michael todavía quedan algunos grandes "domadores" de dragones. Muy bien, que sea así. ¡Escuchen todos! ¡No dañen más al dragón! Y curemos a nuestros heridos…

Un buen rato después todos los tres equipos estaban reunidos alrededor del maltrecho y aún postrado dragón para vigilarlo (ya luego de curarse las heridas y de las quemaduras mientras terminaban de esperar a que llegara desde las alturas el zeppelín que había llamado Risa por radio). Cuando el gigantesco vehículo aéreo llegó al punto indicado bajó cuatro ganchos bastantes grandes, los soldados ataron firmemente al dragón con cadenas y luego el zepelín emprendió el viaje de vuelta a Narnia tras bajar varias escaleras por donde subieron los soldados que no iban montados en grifos (los cuales ya estaban bastante recuperados de su atontamiento por lo del aura rojiza). Al ver al dragón derrotado y siendo llevado hacia la capital los espantapájaros ovacionaron silenciosamente a los soldados humanos del imperio pese a que estos últimos no se detuvieron en su trayecto por el pueblo.

De vuelta en la Capital

Al mediodía siguiente todas las tropas de los tres equipos que habían derrotado al dragón negro al cual decidieron llamar "Kalameet" estaban festejando la victoria de la campaña (que era doblemente victoria al no haber sido muerto ni herido de gravedad ninguno de los suyos) en una taberna tomando mucha cerveza, haciendo apuestas con dinero y dados y jugando pulseadas para demostrar quiénes eran más hábiles y fuertes. En esto estaban claro está Miya, Risa, Rikka y Sayuki, conocidas como Las Caballeras de Bronce, que casi siempre tenían éxito en las misiones o campañas que les eran encargadas. En eso ellas cuatro también celebraban de lo lindo bebiendo cerveza de la buena en tarros de madera o en vasos de zinc cuando Miya le dijo estas aladas palabas a su novia:

–No sé vos, Risa, pero yo ya estoy lista para fecundarte si te parece del todo bien.

Menciono la morocha acariciándole la panza plana a Risa. Esta se sonrojó aún más (porque ya estaba colorada por tomar tanta cerveza) y se tapó los labios con ambas palmas de las manos teniendo un principio de lagrimeo.

–Sí… ¡Sí, Miya, me encantaría tener hijes con vos!

–Oh, entonces no se hable más… ¡Compañeros, les anuncio dese ya que estoy comprometida a casarme con Risa, la novia más espléndida del imperio!

Y entonces todos los que alcanzaron a escuchar aquel grito de glorioso amor empezaron a chiflarles y a decirles dulces palabras como "¡Oh, pero qué excelente noticia!", "¡Sí, se lo merecen, Comandantes!", "¡Ya era hora de que formalizaran más y mejor lo suyo!", "¡Felicitaciones, Comandantes!", "¡Wuuujuuu!". Sin esperar más Risa besó en los labios a Miya y esta aunque no se esperaba semejante atrevimiento de su normalmente bastante tímida novia (ahora prometida) se dejó besar por esos dulces labios con un poco de lengua. Todos y todas los y las que vieron la escena amorosa las vitorearon (incluidas, cómo no, Rikka y Sayuki; que planeaban hacer algo parecido dentro de algún tiempo más entre ellas).

Aquella noche, en los aposentos de Miya y Risa

–Así que a las emperatrices les encantó la idea de entrenar a Kalameet como una bestia de guerra al servicio del imperio, ¿no es así?

Preguntó Miya y Risa le respondió del siguiente modo:

–Claro, el cambio de planes fue para mejor y eso lo admitieron de inmediato las dos.

Le comunicó Risa estando ya en camisón para luego acostarse al lado de su prometida que estaba leyendo un libro de texto que era una recopilación de relatos breves. Y cuando Risa finalmente se puso a su lado sobre la cama Miya dejó en la mesa de luz aquel libro y le dijo estas aladas palabras a su amada:

–Por cierto, ¿qué te parece si empezamos esta misma noche a tener hijes, Risa?

–¡Con mucho gusto!

Risa abrazó a su prometida y le plantó un beso quizás un poco más fuerte de los que solía dar (estaba demasiado emocionada con la idea de formar una familia propia con Miya). Aquella noche probaron, como casi siempre cuando hacían el amor, muchas posiciones diferentes mientras se exploraban con dulces caricias. Y ya sabían que en las entrañas de alguna de las dos se estaba formando una nueva vida (pero lo que no sabían es que el destino les tenía deparado que tuvieran gemelas).

FIN

Notas del Autor: al final me salió un fanfic más de aventura y combate que uno de romance yuresco como suelo hacer xD. Pero por cierto, a Kalameet (tanto al dragón como a su nombre propio) no los sobreinventé yo sino que los tomé del "Dark Souls 1". Y si captaron la referencia de las "ornitovejas" significa que leen bastantes webcómics de origen hispano jejeje. ¡Saludos, yuristas!