El Ascenso del Monstruo Interior.
—Vaya, aguantaste bien —dice Echidna, mirando a la pantalla negra con una sonrisa. Yo me mantengo callada, sintiendo el sabor metálico de la sangre en mi lengua.
«Debo aguantar, a como dé lugar» me digo a mí misma, buscando consuelo para superar esta situación. Es similar a cuando me sucedió a mí, solo que yo estuve congelada y luego perdí mis recuerdos.
La situación de Marco sigue siendo crítica, sus padres murieron y quien sabe que habrá sucedido con los demás. Cierro mis ojos, deseando tener las fuerzas para poder seguir adelante.
Abro mis ojos y me encuentro con Marco, de píe, con una mirada llena de vacío. A pesar de estar mirando todo con indiferencia, en mi corazón hay un dolor tan grande que siento que me falta aire.
Siento que quiero estallar, que quiero arrancar mi piel. Aprieto mis manos, intentando contener las emociones de Marco. Es tan diferente, estoy sintiendo lo mismo que él, pero en cambio yo…
—No puedo… —susurro, mirando la pantalla mientras jadeo lentamente.
Ha fallado.
El vacío que estuvo a punto de consumirme se vuelve aún más tortuoso con el paso del tiempo. En una habitación lujosa, el jefe enciende un cigarro mientras insta a Marco a tomar un trago. Lo agita, y el sonido el hielo es lo único audible.
—No estoy interesado —dice Marco, mirando al jefe sin hacer un solo cambio en su expresión.
El jefe cierra los ojos, sonriendo y tomándose el trago que le había ofrecido.
—Fue una pena lo sucedido, pero tampoco era algo inesperado. —El jefe señala un tablero con varias fotos impresas de rostros, todos hombres, marcados con la palabra "Stratfor".
—Ya estabas marcado, pero lo que no se me ocurrió fue que el mismo gobierno extranjero te tuviera tan en la mira. —Su sonrisa se vuelve enigmática, como si ignorara todo lo que Marco está experimentando—. Parece que pesqué el premio mayor.
Marco aprieta sus manos, el calor inunda mi cuerpo, siento cómo todos mis músculos se tensan, intentando contener esta mezcla de emociones.
Ira, odio, rabia, tristeza.
Lo sé, estoy familiarizada con esto.
Lo recuerdo, aunque solo fuera por un corto periodo de tiempo, lo recuerdo con fiereza. Cuando los vi morir, cuando maté a mi madre.
«Sí, al igual que él, mis acciones llevaron a su muerte.»
El susurro del destino se cierne sobre Marco, mientras entrega la llave de su propia perdición a un hombre carente de empatía.
La memoria, testigo silencioso de secretos y tragedias, es recibida con una sonrisa que parece destilar veneno.
—Perfecto, valió la pena, con esto podré obtener lo que quiero.
En ese instante, la indiferencia del líder de la mafia corta como una cuchilla afilada.
Mis manos, inútiles ante la impotencia que siento, se aprietan en un vano intento por contener la avalancha de emociones que arrasa con mi alma.
El corazón de Marco, hecho trizas por las circunstancias, se manifiesta en sus ojos entrecerrados y en su sonrisa forzada.
«Cálmate, Marco Luz. Tus padres no querrían que te rindieras ahora», se dice a sí mismo, inyectándome coraje a través de las barreras que nos separan.
—Entonces, ¿trabajamos juntos? —la voz de Marco, neutral pero firme, resuena en el aire cargado de incertidumbre.
La oferta de una alianza, aunque desesperada, revela la determinación de un hombre dispuesto a sacrificar su propia libertad por la salvación de quienes ama.
«Mi vida puede ya estar acabada, pero la de ellos...» La conexión entre nosotros, a pesar de las dimensiones que nos separan, me permite sentir la pesadez de sus palabras.
Siento que con cada segundo que pasa, mi cuerpo solo se desmorona más y más. Él está de pie, mientras que yo apenas puedo mantenerme sentada.
—Las cosas no salieron planeadas para todos, por suerte, la madre y el padre de tu noviecita están levemente heridos. —La revelación del estado de los seres queridos de María añade hace que Marco asienta, sonriendo levemente.
Da un suspiro, fingiendo ser de la misma calaña que el monstruo que tiene en frente. Marco extiende su mano, intentando encontrar una salida.
—Entonces están vivos, eso es bueno. —El optimismo de Marco, expresado a través de su mano extendida, es conmovedor en su deseo de sacrificio.
«Si tengo que convertirme en un monstruo para salvarlos…», resuena la oscura reflexión en mi mente. Yo aprieto más mis labios, mirándolo con impotencia.
Una gota de sangre viaja por mi mentón hasta manchar mi ropa.
No... No pienses así.
«Tú, eres una luz para todos. Tú buscas iluminar el camino de aquellos que parecen haberlo perdido.»
«Tú haces que todos sonrían, que busquen mejorar y encuentren su verdadera felicidad.»
Lastimosamente, yo no puedo cambiar el pasado de Marco, no puedo trasmitirle mis emociones, por más que lo desee.
«Entonces que así sea», susurra, aferrándose a la cruel desesperanza.
—No lo había contado, pero ciertamente solo yo podría activar la máquina para que funcione correctamente. —La revelación de Marco, acompañada por la luz intensa del cristal piroxeno en la mesa del monstruo, hace que este abra sus ojos en sorpresa.
La sorpresa en el rostro del hombre de la mafia es palpable, como si hubiera descubierto una ficha ganadora en un juego maestro. Una pequeña sonrisa venenosa se asoma de sus labios.
Marco toma el cristal con su mano izquierda, apretándolo con fuerza.
Está tratando esto como un juego. Está tratando su vida como una simple ficha a jugar. La partida se ha vuelto más compleja, y el destino de Marco, entrelazado con el mío, pende de un hilo inestable en este tablero de decisiones fatales.
—Tengo la forma de llevarte a ser la persona más fuerte, puede que de momento no podamos competir, pero si crecemos te prometo serás imparable.
Las palabras de Marco resuenan en el aire cargado de tensión, como una oferta tentadora envuelta en promesas de grandeza. El monstruo lo mira; su sonrisa revela una ambición desmedida, un hambre voraz de reconocimiento a cualquier precio.
El gesto arrogante del monstruo se intensifica al levantarse y estrechar la mano de Marco.
—Entonces, será un gusto tenerte, por el resto de tu vida.
Mi corazón, un testigo impotente de la decisión que se avecina, late con pesar. Marco, atrapado entre la necesidad y la desesperación, parece aceptar a regañadientes la oferta que se extiende como una sombra sobre su destino.
—¿Los sacarás a todos? —Marco pregunta con firmeza, desafiante, como si buscara asegurarse de la magnitud del trato.
—¿No te han dicho que no se debe confiar en la palabra de un narcotraficante? —la respuesta del hombre, un juego sutil de manipulación busca socavar la confianza de Marco.
En ese momento, observo una faceta de Marco que desconocía, una determinación feroz emergiendo de las profundidades de su ser.
La amenaza cruda y directa sale de sus labios:
—Si llegas a traicionarme, entonces morirás.
Los guardias levantan sus armas, apuntando sin piedad, haciendo que el ambiente se torne más tenso y caótico. Marco, imperturbable ante las miradas amenazadoras, revela una astucia que me resulta ajena.
—Sabes, tengo mis formas y mis planes. —Una sonrisa oscura se forma en los labios de Marco—. En este momento podría matarte sin ningún problema, incluso si no estoy cerca de ti.
Marco aprieta la mano del hombre, una expresión de poder disfrazada de colaboración. El cristal en su otra mano empieza a iluminar con fuerza.
—Bastardo, ¡detén esa mierda! —exclama uno de los guardias, colocando la punta del rifle en la nunca de Marco. Uno intenta tomarla, pero saca su mano al quemarse con el cristal.
Marco mira al monstruo con una sonrisa, lo mira sabiendo que no está en una mala posición en este momento.
—¿Sabes? Ese "cristal" tiene muchas más formas de ser usado, así que, si no quieres morir, si quieres que deje el mundo a tus pies... —Marco suelta su mano, dejando una amenaza suspendida en el aire—. Será mejor que cumplas con tu parte del trato, además, si me disparas ahora también morirás. Solo yo sé cómo usar esto.
Este lado peligroso de Marco, la versión forzada de sí mismo, me inquieta profundamente. No es su naturaleza, lo sé, y veo cómo se estira hasta sus límites para proteger a quienes ama.
El monstruo parece captar lo que siempre anheló.
—Entonces, Marco Luz, trabajarás para mí, Oscar. —El hombre ordena a sus secuaces bajar las armas, y la tensión disminuye—. Te encargarás de reproducir la máquina y usarla para generar la suficiente energía para montar una fábrica subterránea de droga, armas y lo que sea que te pida.
Marco asiente con una mirada que es a la vez resignada y desafiante. Antes de abandonar el lugar, gira una última vez para mirar a Oscar.
—Empezaré cuando vea que los primeros llegaron sanos y salvos. —Marco le dedica una sonrisa enigmática—. Después de todo, si no te cumplo, sé que los matarás, aunque estén en otros países.
El pacto se sella en un ambiente disperso, y el peso de las decisiones pesa sobre Marco como una losa.
Marco es conducido a una sala apartada en la imponente edificación. Esta sala, a simple vista, se asemeja a un hospital, aunque la presencia de hombres armados afuera me recuerda al centro médico en Irlam.
Marco avanza con determinación, sin titubear ni un instante. Su rostro, impasible, apenas refleja el dolor que lo consume por dentro. Cada paso que da parece llevarlo más lejos de sus propios sentimientos, como si estuviera blindado contra cualquier emoción que amenace con desbordarse.
Pero la verdad es que el dolor lo consume, amenazando con hacerlo ceder en cualquier momento. Se siente como si su corazón estuviera al borde de la ruptura, o quizás ya se haya quebrado en pedazos.
Con una mezcla de fuerza y vulnerabilidad, Marco cruza el umbral hacia la sala. Allí, un coro de voces susurrantes y gemidos se entrelaza en el aire cargado de tensión. Antes de enfrentarse a la escena ante él, Marco respira hondo, preparándose para lo que está por venir.
«Debo sufrir las consecuencias de mis actos», se repite a si mismo antes de dar el primer paso.
El suelo manchado de sangre revela la cruda realidad de la tragedia que él mismo ha desencadenado. Amigos sujetando las manos de sus seres queridos, algunos resignados y otros aún despiertos pero marcados por heridas y vendajes.
A pesar de la atmósfera cargada de dolor, Marco permanece imperturbable, observando en silencio. «Merezco lo que está por venir», resuena en su mente, pues él fue el catalizador de todo este caos, aunque también brindó una mínima oportunidad de sobrevivir.
Las personas suelen reaccionar según sus emociones, pero a veces, cuando esperamos odio, recibimos algo completamente diferente.
Él lo sabe, lo ha experimentado en carne propia.
—¡Maldito! —Un puñetazo en el rostro lo hace retroceder, obligándolo a cerrar los ojos por un instante antes de volver a abrirlos con dificultad.
Solo que este parece no ser el caso.
La sangre comienza a manar de su labio, y, en lugar de rabia o tristeza, en su rostro se refleja una extraña expresión de felicidad.
Marco no pronuncia palabra alguna, pero los demás se lanzan sobre él.
—¡Eres una basura!
Marco es golpeado una y otra vez, sin siquiera esforzarse por identificar quién lo golpea.
—¡Por tu culpa! ¡Por tu culpa mi hermanito no despierta!
Patadas y puñetazos caen sobre él como la lluvia de un desahogo contenido.
«¿Por qué no les contó?»
«¿Por qué no les dijo la verdad?»
Marco carga con todo, con ese dolor que, a pesar de haber perdido a su familia, sigue intentando cumplir su objetivo.
A pesar de la brutal golpiza, no parece culpar a sus compañeros. En medio del caos físico, Marco lleva consigo un peso emocional que supera con creces el castigo físico que está soportando.
Marco cometió errores, sí, pero no es completamente su culpa.
«Parece que se calmaron, que bueno». Yace en el suelo, luchando por recuperar el aliento, su nariz completamente rota expulsando sangre en un desfile desgarrador.
—Debías arriesgarlo todo, por tu culpa, todo se arruinó.
Marco se esfuerza por levantarse, aunque todos parecen listos para volver a golpearlo. La mirada sonriente de Marco detiene a sus agresores por un instante.
—Voy a enviarlos... fuera del país, cada uno tendrá... dinero base y podrá vivir por un tiempo. —Las palabras de Marco son interrumpidas por su lucha física, apoyándose en la pared mientras sus piernas tiemblan, cada bocanada de aire causándole dolor.
Sopla con fuerza, expulsando la sangre de su nariz.
—Lo siento, pero es la única cosa que pude hacer, tendrán una nueva vida. —Marco escupe una gran cantidad de sangre, para luego dirigir su mirada hacia ellos—. Se los prometo, con la inteligencia que poseen, de seguro les será fácil seguir viviendo.
Finalmente, Marco cae al suelo, completamente desmayado. La pantalla se torna negra, pero el torbellino emocional persiste como si ya me hubiera fusionado con las emociones de Marco.
Observo mis manos, manchadas de sangre. Uñas ensangrentadas por apretar con fuerza. Mi corazón a punto de romperse.
«¿Por qué no puede decir lo que siente?»
«¿Por qué sus decisiones no lo conducen a la felicidad?»
Incluso sus padres actuaron simplemente según la situación. Ambos sacrificaron sus vidas para darle tiempo a Marco. Puedo entenderlo, pero no puedo comprender cómo ninguno de ellos actuaba como deberían actuar; asustados.
La mirada en sus rostros, la seguridad que mostraron.
«¿Qué clase de situaciones deben vivirse para llegar a ser así?»
La pantalla se ilumina de nuevo. Marco, en la cama de una habitación llena de vendajes, comienza a recobrar la consciencia.
—¡Agh! —Marco aprieta sus ojos por el dolor, y María es quien toma su mano.
Marco abre los ojos, acomodándose en la cama. Sus ojos se encuentran con los de María, pero la mirada de ella ya está apagada, sin inspiración, sin determinación, sin la luz que una vez brilló.
Ella lo mira con profunda tristeza, sus lágrimas en el rostro revelan la preocupación que la consume.
—¡Perdón! ¡Tienes que cargar con todo! —María mira a Marco, sacando de sí misma lo que no pudo expresar antes.
Marco dirige la mirada hacia un lado, encontrándose con los padres de María. Parece que ella les contó lo sucedido. A pesar de observarlo con severidad, no le dicen nada.
—Perdiste a tus padres, y aun así tienes que cargar con todo.
Marco presiona la mano de María con suavidad.
Vuelve a sonreír, mientras mis lágrimas comienzan a fluir.
—No pasa nada, mis padres querrían que hiciera esto. —Marco mira a los padres de María a los ojos—. Nunca pude verlos en persona hasta ahora, pero su hija para mí ha sido la luz que me ha permitido seguir adelante.
Marco acaricia la cabeza de María y se sienta en la cama.
«Duele, parece que de verdad me odian.»
A pesar de eso, Marco sonríe con gracia antes de extender la mano hacia ellos. Mis lágrimas no cesan, mis manos temblorosas y la presión en mi corazón a punto de hacerlo estallar. A pesar de todo, hay una verdad que soy capaz de reconocer.
Estas no nos solo mis lágrimas.
—Soy Marco Luz, y aunque nos veremos por poco tiempo, les deseo el mejor de los éxitos. —Marco mira a María antes de pronunciar esas palabras—. Terminaremos esta relación aquí.
Los ojos de María se abren, su mirada fija en Marco hace que este deje de sonreír. Marco pone su mano en su pecho, conteniendo el dolor, el desgarro en sus músculos, conteniendo su alma rota.
—Conseguí que los saquen del país, sé que tienen otras familias, pero el gobierno no les hará nada. —Marco los mira con la mayor seriedad posible, transmitiendo su deseo—. Sé que es difícil, pero con el dinero que les darán podrán empezar otra vida. Velaré por eso.
Los padres están por hablar, intentando decir algo, pero María toma a Marco de los hombros.
—¡Déjate de juegos! —María lo aprieta con fuerza, pero Marco no parece verse afectado—. Siempre quieres hacerte el fuerte, hacerte el que nada le afecta, hacerte la persona más fría y cálida al mismo tiempo.
Marco abre los ojos, sorprendido por las palabras de María.
—¡Te amo! ¡Te amo a ti, Marco Luz! —María lo besa, intentando transmitir sus emociones.
A pesar de todo, Marco solo lo contiene. Mis lágrimas, mis manos temblando, mi cuerpo que parece perder todo rastro de energía.
—Si me amas, lo mejor que puedes hacer es vivir, ser feliz...
¡Slap!
María lo abofetea y los padres la sostienen, alejándola.
—¡Eres un idiota! ¡No me alejarás! ¡Me quedaré a tu lado! —María llora, llora e intenta que sus palabras lo alcancen—. ¡Esto no es tu culpa! ¡Tú también mereces ser salvado!
Las palabras no parecen llegarle a Marco, a pesar de ser las mismas palabras que quiero decirle, las mismas cosas que deseo transmitirle.
Marco se ha sellado por completo.
Queda solo, en esa habitación helada.
Marco mira sus heridas, y todo lo que hace es desplomarse en la cama. No hay más que vacío, no hay más que la sensación de estar en un sueño. Lo único que lo mantiene despierto es el dolor.
El tiempo fluye rápidamente, sin darle espacio a nadie.
Oscar cumple con su parte, sin embargo, María se rehúsa a irse.
La situación ha afectado a todos, en este lapso han pasado ya cuatro meses. Marco fue declarado un terrorista junto con su equipo. En todo este tiempo, Marco solo ha hablado con María y John.
El resto del equipo se rehúsa a hablar con Marco.
John es la única persona a la que Marco le contó sobre construir la máquina para salvarlos a todos.
Ya se han ido casi todos, quedando solo María y John, quien atrasó su ida para ayudar a Marco. Contrario a sus padres, quienes ya quieren irse, John ha sido el mejor apoyo para Marco en este momento.
En un campo abierto, un lugar para practicar su puntería, se encuentra Marco. Un pequeño televisor está mostrando las noticias.
Lo que hacemos con periódicos, aquí se hace por medio de videos.
—Se ha declarado una recompensa de diez millones de dólares por información sobre el paradero del cabecilla... Alias Marco, y su grupo por cinco millones de dólares, Alias...
Marco apaga la televisión, mirando sus manos mientras dispara hacía unos blancos. Los padres de María aparecen, haciendo que Marco deje de disparar.
Ha pulido su puntería incansablemente mientras realiza todos los trabajos disponibles.
Sacrificó sus horas de sueño, ahora sumido en una existencia de trabajo constante y la compañía de libros añejos que narran historias de máquinas antiguas.
Los padres de María agradecen con gestos extendidos de mano.
—Gracias, gracias por permitirnos sobrevivir. —El odio inicial que reflejaban sus miradas ha dado paso a una gratitud profunda—. Pero, lamentablemente, no podemos corresponderte con ayuda alguna.
Marco responde con una sonrisa, entrelazando sus manos con las de ellos.
—Espero que puedan comenzar de nuevo. La cirugía fue un éxito, y aunque sus rostros se vean alterados, es la mejor opción.
Todos se sometieron a la cirugía facial, excepto Marco, quien se niega a cambiar su apariencia para asegurarles de que no escapará.
Los padres de María agradecen nuevamente, pero la escena toma un giro inesperado cuando alguien más aparece. María observa a todos con un odio profundo, sus ojos inyectados en sangre revelan un torrente de emociones ocultas.
Marco dirige su mirada hacia María, y su corazón siente punzadas, mientras su alma suplica por comprensión. Marco y María han llegado a un acuerdo, un pacto que debería liberarla de este oscuro lugar.
—¡No me iré! —exclama María con desesperación.
Sin embargo, las cosas no transcurren como Marco había planeado.
—Sé que no pude cumplir mi promesa, pero por favor, necesitas irte hoy. No habrá más oportunidades. —Marco se acerca a María, reconociendo un aroma peculiar—. Si la recompensa sigue aumentando...
De repente, algo llama su atención en ella.
«Se ha drogado...»
Las manos de Marco se tensan, pero María lo abraza con fuerza.
—¡No! ¡Si no estoy contigo, preferiría estar muerta! —María mira a Marco, pero sus ojos no parecen enfocarse en él—. ¡Lo siento! ¡Si me voy, entonces ya sabes que será tu culpa!
Los padres apartan a María de los brazos de Marco. Él mantiene sus ojos fijos en ella, su corazón, agobiado por un torbellino de emociones, termina por hundirse más. En medio de la confusión, ya no puedo distinguir entre mis propios sentimientos y los de Marco.
—La llevaremos, la llevaremos a como dé lugar.
¡BOOOOM!
Un estruendo ensordecedor retumba en todo el lugar, mientras Marco parece comprender lo que está sucediendo. Los guardias corren hacia él, pero él solo carga su arma y mira hacia el horizonte.
—¡Llego el ejército! ¡Debemos largarnos! Los disparos y los gritos comienzan a llenar todo el lugar.
Marco dirige su mirada hacia los padres de María y toma una decisión.
—Llévatela, estarán a salvo con Oscar, yo tengo algo por hacer.
Marco se pone en marcha, corriendo con todas sus fuerzas mientras sostiene la pistola en su mano. Al llegar al laboratorio, observa que ya están recogiendo todo.
—¡Llévense solo esto! —Marco señala una máquina en proceso de construcción—. El resto lo haremos volar.
La resistencia persiste, con personas disparando y sosteniendo la lucha. Marco toma la memoria y algunos documentos, guardándolos en una bolsa. Esta vez, Marco ha dejado la instalación lista para este tipo de situaciones.
Activa en su computadora una secuencia de destrucción. Una vez que se han llevado lo esencial, Marco se prepara.
—¡Nos vamos! —Marco corre con el grupo, pero un dolor profundo lo asalta mientras observa cómo el ejército dispara.
«Qué ironía.»
Marco avanza, encontrándose con John.
—¡Vámonos!
John y Marco corren junto a cinco guardias, pero al llegar a su ruta de escape, se ven acorralados.
Los guardias disparan, brindando un pequeño respiro ante los soldados, pero estos son rápidamente asesinados. Marco corre junto a John, adentrándose en un túnel. Marco activa una bomba que sella la entrada y comienzan a correr.
Los túneles, una creación estratégica de Marco, forman un laberinto que solo unos pocos conocen. Ni siquiera le han revelado a John la forma correcta de escapar sin morir.
—Con esto estamos a salvo. —Marco mira a John—. ¡Tus padres!
John niega con la cabeza y la mirada de Marco se torna perdida. Las lágrimas brotan de los ojos de John, pero hay una extraña sonrisa que se forma en su rostro.
—Debo vivir, debo vivir para vengarme. —John observa su arma, y mientras ambos corren, comienza a hablar—. No te lo había dicho, pero la persona que nos traicionó no fue solo el profesor.
Marco dirige su mirada hacia John, cuyo llanto y sonrisa parecen luchar por la atención de su rostro. Intenta articular palabras entre sollozos.
—La persona que nos traicionó fue María, tu novia.
¡Bang!
El estruendo del disparo resuena en el aire, un eco de traición que corta a través de la confusión.
