Hola, soy Jumps. Este capítulo es algo corto, pero realmente quería escribirlo y mostrarles mi trabajo. Espero que les guste. Antes de que lo lean, quiero pedirles que compartan esta historia con sus amigos, junto con la historia hermana de esta, "The Girl Called Nova". Me ayudaría mucho.
Dicho esto, comenzamos.
Advertencia: Este capítulo aborda temas sensibles como la pérdida y el cambio. Si sientes que estos temas pueden resultar difíciles para ti en este momento, te animo a tomarte un momento antes de continuar. Recuerda cuidar de ti mismo mientras lees.
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El viento jugueteaba entre las hojas, bailando con las más débiles hasta hacerlas caer al suelo. Algunas se estrellaban contra el pavimento, mientras otras se posaban en la acera, listas para ser pisoteadas por los transeúntes. Un grupo de hombres cargaba muebles con esfuerzo, metiéndolos en un camión de mudanzas de tonos azules que esperaba pacientemente.
Dentro de la casa, el trasiego continuaba mientras los empleados de la mudanza llevaban cajas de un lado a otro. En una habitación que servía como oficina, una mujer de unos cuarenta años, con cabello de un peculiar tono verde menta, hablaba por teléfono. Su tono de voz delataba su irritación, y los empleados de la mudanza no podían evitar fruncir el ceño al escuchar las palabras cargadas de molestia que salían de su boca.
De vuelta con los empleados de la mudanza, continuaban llevando cajas al camión. Uno de ellos, agotado, decidió tomarse un descanso en el sofá de la sala. Sin embargo, al sentarse, un ruidoso sonido lo sorprendió: parecía una flatulencia. El empleado abrió los ojos con sorpresa y vergüenza, pero al mirar debajo de sí mismo, descubrió la causa: un cojín con forma graciosa. Se quedó mirándolo con perplejidad, pero antes de que pudiera investigar más, dos fuertes risas lo interrumpieron. Al volverse, vio a dos jóvenes, una chica y un chico, ambos con cabello verde oscuro, riéndose por la broma que le habían hecho.
- ¡Caiste! - Dijeron burlonamente. El empleado solo hizo una mueca de fastidio y siguió con su trabajo, mientras los gemelos continuaban riendo y gastando bromas a los otros empleados.
Mientras tanto, en el segundo piso de la casa, en una habitación cercana al pasamanos de la escalera, con la puerta entreabierta, se podía ver una habitación parcialmente vacía. Solo había una caja de color lavanda en el suelo, y sentada en el borde de la ventana, una chica de unos quince años con cabello verde menta, igual que la señora de la oficina. Estaba absorta en la lectura de un libro, aunque de vez en cuando echaba un vistazo al exterior a través de la ventana. Llevaba puestos unos audífonos de color lavanda con manchas castañas, y se podía escuchar claramente la canción "Fix You" de Coldplay que sonaba en sus auriculares.
Mientras la chica de pelo verde leía su libro, movía la cabeza al ritmo de la música. Sin embargo, se detuvo al sentir algo insistente golpeando su pie. Bajó la mirada y vio lo que lo estaba tocando: algo similar a un ratón automático. Aparte de su diseño metálico gris, tenía brillantes cristales morados que simulaban ojos. La chica rió y levantó al ratón.
En ese momento, se escuchó el sonido de la puerta de la habitación abriéndose por completo. Quien la había abierto era un hombre de unos cuarenta años, con cabello castaño y unas ojeras debajo de sus ojos dorados, al igual que la chica de pelo verde.
- ¿Cómo estás, Mittens? - Decía el señor con tono amable y pacífico en su voz. La chica apartó el libro y lo miró mientras aún sostenía al ratón automático en su mano.
- Papá, ya sabes que no me gusta ese apodo - Decía la chica con tono tranquilo. La rata dejó la mano de la joven y se dirigió hacia el padre, subiendo por su pierna hasta llegar a su cabeza, donde se acostó sobre su cabello castaño.
- Por supuesto que lo sé. Solo es divertido ver cómo te enojas por ello - Decía entre risas el padre mientras se sentaba al lado de su hija junto a la ventana - ¿Qué estás haciendo, Amity? - Preguntó.
Nada, solo estoy leyendo. Quería ver la televisión, pero los de la mudanza ya la pusieron en el camión - Dijo Amity, señalando con su dedo hacia el espacio donde solía estar el televisor, destacado por la mancha rectangular que dejó. El padre de Amity soltó una risilla al ver eso.
- Bueno, al menos no te pasó como a mí - Dijo el señor sonriendo, mientras cogía al ratón automático que descansaba en su cabello y sacaba un destornillador para ajustar un poco los tornillos de la carcasa de la maquinita.
- ¿A qué te refieres? - Preguntó Amity.
- Los de la mudanza entraron a mi oficina y se llevaron mi silla y escritorio conmigo incluido - Continuó riendo el señor.
- ¿En serio? ¿Y por qué no te bajaste de la silla? - Preguntó Amity con una sonrisa de interés y una risa a punto de escaparse.
- Bueno, es que estaba terminando de hacer a este amiguito - Dijo mientras alzaba su mano, donde el ratón descansaba sobre su palma - Y ya cuando lo había terminado, me di cuenta de que estaba dentro del camión.
Amity no pudo evitar reírse ante la anécdota que le contó su padre. Este solo sonrió al ver el ánimo de su hija. Mientras se reía, Amity volvió su vista hacia la ventana, donde veía el camión de mudanzas. Se quedó en silencio mientras caía en sus pensamientos. El padre de Amity notó esto.
- ¿Sucede algo? - Preguntó, captando la atención de su hija.
Amity se giró de nuevo hacia su padre, quien la observaba con una expresión alegre pero tranquila. La joven jugó un poco con sus dedos antes de responder a la pregunta de su padre.
- Estoy... tengo dudas sobre la mudanza - Dijo Amity con cierta inquietud en su tono de voz.
- ¿Y eso a qué se debe? - Preguntó nuevamente el padre de Amity mientras usaba el desarmador para apretar unos tornillos del ratón autómata - ¿Tienes miedo de perder a tus amistades aquí?
- No, eso no me preocupa - Contestó Amity de manera corta.
- Entonces - Dijo llevando su vista hacia Amity, quien dio un leve suspiro - Es que toda mi vida ha sido aquí. No puedo imaginar cómo sería si viviera en otro lugar que no fuera este. Lo que trato de decir es que... voy a extrañar esta casa - Dijo con pesadez y en tono bajo Amity, cuya expresión se volvía más triste.
El padre de Amity dejó el ratón nuevamente sobre su cabello, llevó su mano hacia su barbilla y pensó con claridad las palabras que le diría a su hija hasta que abrió los ojos al tener algo claro.
- A veces los cambios pueden ser malos, hija... Hay veces que no te acostumbras a lo nuevo e incluso sientes extrañeza cuando duermes en ese nuevo lugar... Pero a pesar de que esos cambios traen cosas diferentes y desconocidas para nosotros, también pueden traer cosas realmente buenas, cosas nuevas que cuando las ves no puedes evitar dar tu sonrisa más sincera y cosas por las cuales siempre tratas de hacer que todo vaya bien para ellos - Decía el padre de Amity mientras ponía su mano sobre el cabello de su hija, meneándolo un poco - No quiero que pienses que los cambios son extraños e incoherentes. Quiero que aprendas a entenderlos y aceptes tanto lo malo como lo bueno... Pero si aún tienes dudas y sientes que no estás lista, no dudes en que yo, tu madre... y tus hermanos estaremos para ti, para ayudarte y aconsejarte en todo lo posible. Te quiero, Amity, y quiero que entiendas que siempre te apoyaremos en todo - Dijo con tono tranquilo junto con una sonrisa de igual sentimiento el padre de Amity.
Amity, al escuchar las palabras de su padre, no pudo contener una leve lágrima que salió de sus ojos. Se limpió con sus manos y volvió a mirar a su padre para sonreírle y rápidamente darle un abrazo - Gracias, papá - Dijo con gratitud. El padre de Amity sonrió ante las palabras de su hija - De nada... Mittens - Contestó en un tono suave.
El momento familiar continuó, siendo una escena conmovedora donde padre e hija se abrazaban, creando un ambiente maravilloso. Pero este fue interrumpido por el sonido de la puerta abriéndose. Era la mujer de cabello verde menta, quien minutos antes estaba atendiendo una llamada. Ahora, tenía una expresión más calmada en contraste con el enojo que mostraba durante la llamada.
- Amity - Dijo la mujer. Amity giró su vista hacia su madre - Hola, mamá - Dijo la chica en un tono tranquilo, con un rastro de alegría - Ya terminaron la mudanza - Continuó la madre de Amity, apoyándose en el marco de la puerta - Vamos a ir a comer algo antes de irnos, pero primero quería ver cómo estabas.
Amity bajó la vista hacia sus manos, las cuales acariciaban y rozaban el metal del ratón automata que había hecho su padre. Al ver la máquina, Amity dejó salir un leve suspiro y rápidamente se secó una lágrima que escapaba de su ojo izquierdo. La chica luego dirigió su mirada hacia su madre, pero esta vez le ofreció una sonrisa tranquila.
- Estoy bien - Dijo Amity con calma - Solo estaba leyendo - Tomó el libro que tenía a su lado. La madre de Amity dejó escapar una leve sonrisa al ver a su hija con esa expresión tranquila - Está bien. Avísame cuando estés lista y nos iremos a comer - Dijo la madre de Amity antes de apartarse del marco de la puerta y salir de la habitación de su hija, dejándola sola.
Amity volvió a tomar el ratón y lo sostuvo entre sus manos, dedicándole una sonrisa que se desvaneció en tristeza por unos instantes. Secó nuevamente sus lágrimas y llevó su dedo hacia lo que parecía el cabello del ratón, acomodándolo un poco para que se asemejara al estilo de cabello que llevaba su padre. Un suspiro pesado y cargado de nostalgia escapó de sus labios mientras recordaba el momento que había compartido con su padre.
Aunque aquel recuerdo solo existía en su imaginación, Amity no pudo evitar esbozar una sonrisa, aunque sus ojos reflejaban una leve tristeza - Gracias, Papá... - Murmuró Amity mientras abrazaba al ratón.
