La casa estaba silenciosa desde la partida de Severus y Draco. Era extraño que solo hubieran pasado cuatro días todos juntos, Harry los había sentido como mucho más. Tumbado en la habitación, después de comer el sexto día, miraba la cama vacía de al lado preguntándose cómo estaría su extraño compañero de viaje.
— ¿Harry? —le llamó Regulus desde el pasillo mientras se dirigía hacia el dormitorio.
El muchacho se incorporó en la cama, sobre los codos.
— Dime.
Su padre, aún le costaba pensar en él así, apareció en la puerta con una carta en la mano.
— Es de Severus. Están bien.
Harry soltó aire y se sentó en la cama, algo que Regulus tomó como una invitación para sentarse a su lado.
— Dice que Narcissa también está bien, pero conociéndolo es posible que minimice lo ocurrido para que no nos metamos por medio como Draco. Tampoco es conveniente dar muchos detalles en un correo a tan larga distancia. Hay un paquete también, según dice Severus es de Remus. Y una nota de Draco para ti.
— ¿Para mí? —cuestionó Harry sorprendido.
Regulus se la entregó sin decir nada más. Luego se puso de pie, y estiró las mangas de su túnica, un gesto que Harry asociaba a su educación porque se lo había visto hacer a Sirius también.
— ¿Quieres ver lo que hay en el paquete de Remus? tiene que ser algo importante para que Severus haya accedido a enviarlo por él.
Con un asentimiento, Harry se puso de pie, guardó la nota en su bolsillo trasero y siguió a Regulus hasta el pequeño salón, donde debía de estar su padre al llegar la lechuza, porque sobre la mesa del café había un paquete con aspecto de haber sido examinado minuciosamente con magia.
— Imagino que sobra preguntarte si lo has examinado.
— Alerta permanente —respondió Regulus, sacando la varita y haciendo otro hechizo por si acaso.
Harry soltó una risita por lo bajo y vio una pequeña mueca divertida aparecer en la cara apuesta de Regulus. Parecía mentira que Snape y él fueran casi de la misma edad.
— ¿Me contarás por qué cada vez que decías eso Draco daba un bote? —cuestionó mientras empezaba a abrir el paquete.
— ¿Conociste a "Ojoloco" Moody? —respondió Harry, acercándose a la mesa.
— ¿El auror?
— Ese mismo. Nos dio clase en cuarto año. Bueno, en realidad no era él, era Barty Crouch Jr. con multijugos.
Regulus se detuvo y miró a Harry, serio.
— ¿Disculpa? ¿A quién se le ocurrió que ese hombre era apto para dar clase? ¿Y Barty, que… que se suponía que pretendía?
— Todo era un plan retorcido para llevarme a donde Voldemort quería para completar su vuelta. Lo consiguió, pero le pillaron, está en Azkaban.
Abatido, Regulus se dejó caer en el sofá.
— Éramos amigos, en la escuela. Los dos teníamos padres estrictos, pero al menos él y su madre se entendían.
— Creo que estaba ya en Azkaban antes por torturar con tu prima Bellatrix a los padres de Neville Longbottom.
— Merlín —murmuró, frotándose la cara con las manos.
Harry se sentó junto a él y le puso la mano en la pierna.
— Lo siento.
Regulus repitió el gesto un par de veces más y luego se enderezó, con una sonrisa trémula.
— ¿Qué tiene que ver todo esto con Draco?
— El… nosotros nunca nos hemos llevado bien. Un día intentó hechizarme por la espalda y Moody… Crouch le pilló y lo convirtió en un hurón blanco. Era muy mono, la verdad. Pero a raíz de eso le cogió un poco de miedo.
— Oh, Barty… —rio tristemente, negando con la cabeza Regulus— siempre se le dio bien Transformaciones. Y le tenía mucha manía a Lucius. Muchos mortífagos jóvenes lo odiaban porque estaban enamorados de mi prima Narcissa.
— Nos hemos cruzado varias veces…
En la cara de Harry se dibujó una mueca que hizo reír a Regulus cuando se mordió el labio para no decir lo que pensaba del patriarca Malfoy.
— Es un imbécil. Lo era cuando éramos jóvenes al menos, y por lo que le he escuchado a Draco no ha ido a mejor. Abramos la caja, a ver qué quiere contarnos Remus.
Quitó el papel marrón y manipuló con cuidado la caja, con la varita en una mano por si acaso.
— ¿Son recuerdos? —cuestionó Harry, sorprendido, al ver una serie de viales cuidadosamente embalados.
— Eso parece —respondió Regulus, abriendo la nota adjunta.
Los recuerdos estaban fechados cuidadosamente. Según la carta de Lupin, había comenzado por un recuerdo anterior a la desaparición de Regulus, para ayudar a Harry a entender la situación.
Fiesta de graduación en Gryffindor. Junio 1978
Harry y Regulus aterrizaron en la sala común de Gryffindor en medio de lo que obviamente era una fiesta organizada por lo de séptimo año. En el centro de la celebración estaban los Merodeadores, acompañados de Lily y sus amigas.
— Viéndolos juntos me cuesta tanto creer lo que hizo Peter… —murmuró Regulus.
— ¿Los conocías bien?
— Sí. Las chicas sobre todo fueron cómplices muchas veces para nuestros encuentros, se lo ocultamos a Sirius mucho tiempo.
— ¿Quién es quién?
— La de gafas es Mary. La rubia es Dorcas y la que está abrazándola es Marlene. A Lily ya la conoces. Oh.
Siguió la mirada de Regulus hacia una pareja que hablaba con las cabezas muy juntas y las manos enlazadas un poco más allá, algo alejados del jaleo.
— Son Alice y Frank Longbottom. Eran una pareja adorable. Son los únicos vivos según Severus, si es que lo que tienen es vida. No me dijo que habían sido Barty y Bellatrix…
Harry fue a decir algo, pero en ese momento James se alejó del grupo. Vio a Sirius poner cara de niño pequeño enfurruñado y a Remus morderse el labio, su lenguaje corporal delatando que quería hacer algo que no se atrevía a hacer. Ambos siguieron con la mirada a James, que se acercó al retrato de la Señora Gorda y pareció esperar unos segundos. Después, le pareció ver un destello un momento.
— Ese era yo, con la capa de tu padre. Así entraba muchas noches en Gryffindor —susurró Regulus con la voz un poco rota mientras ambos seguían con la mirada a James abandonando la fiesta, subiendo las escaleras hacia los dormitorios.
El recuerdo pareció parpadear un momento y de repente se encontraron en el desordenado dormitorio. Sirius seguía pareciendo molesto y Remus contenido. Harry no pudo evitar un nudo en la garganta al ver a su padre, tendido sobre la cama abrazando estrechamente a un joven Regulus. Los dos tenían el aspecto de alguien que ha estado llorando y se volvió a mirar al Regulus adulto, tratando de entender. Encontró unos labios apretados y lágrimas cayendo.
— Aquella noche le confesé a tu padre que mi madre me había escrito para recordarme que en verano tendríamos una visita y que esperaba que yo…
— ¿Que tú…?
— Ese verano recibí la marca, junto a Severus y varios compañeros más de Slytherin.
— ¿Y ellos lo sabían? — cuestionó, observando a Sirius dándose la vuelta para irse hacia su cama, aún enfurruñado, y a Remus sosteniendo la mirada oscura de James, que parecía destrozado.
— Sí. Fue James quien me convenció para espiar para Dumbledore. —Regulus usó el lateral del dedo índice para limpiarse las mejillas— Remus sabe eso, por eso te muestra este recuerdo.
— Siento que tengas que verlo —le dijo, sujetando con cuidado una de sus delgadas muñecas, consciente al hacerlo de lo parecida que era su complexión.
— No me duele ver a tu padre, me duele saber que siempre estuvimos abocados a esto, no había salida buena. Y tantos muertos…
Se quedaron en silencio los dos, mirando la pareja tumbada en la cama, el joven Regulus apretado contra el pecho de James, que lo abrazaba con brazos y piernas estrechamente. En silencio, Sirius volvió a salir de la habitación con dos botellas en la mano. Remus se sentó en el filo de la cama y lo observó, con ese gesto pensativo.
— Siempre pensé que Remus estaba enamorado de mi hermano.
Harry se agarró al brazo de Regulus justo antes de que el recuerdo terminara y estuvieran de nuevo en el salón de la pequeña casa.
— Viéndolo ahora… podría ser. Creo que en este momento está con Tonks.
Regulus alzó las dos cejas y se dejó caer en el sofá de nuevo.
— Tonks se llamaba el marido de mi prima Andrómeda.
Harry asintió con la cabeza, sentándose junto a él, un poco girado para no perder de vista sus gestos.
— Es su hija, Sirius me habló de ellos cuando me mostró el árbol Black.
— ¿Andrómeda vive? —preguntó, un poco más animado.
— Diría que sí. Tonks estaba en la torre la otra noche, es auror.
Ambos guardaron silencio unos minutos, con la mirada en los recuerdos que remolineaban en un sencillo soporte..
— Vi un recuerdo de Snape, por accidente, el año pasado —confesó Harry por fin después de un rato, subiendo los pies al sofá para abrazarse las piernas—. Mi padre y Sirius se comportaban… mal con él. Y mi madre… Lily, se enfadaba.
Regulus levantó el brazo y lo animó a apoyarse en él.
— Severus, Lily y yo éramos amigos. Mi hermano y yo teníamos una relación difícil, Harry, por eso él y Severus siempre se llevaron mal, puros celos. Ese día… es cierto que se pasaron muchísimo, y es cierto que Severus y Lily se pelearon. Él estaba enamorado de Lily.
— ¿En serio? —preguntó, acurrucado contra el pecho delgado.
— Desde niños, eran vecinos. También James y yo discutimos ese día.
— ¿Ya estábais juntos?
— Sí, hacía unos meses. Todo era complicado y todos hicimos cosas mal.
— ¿Papá estaba celoso de Snape también?
— Mucho. —Regulus sonrió un poco, nostálgico— Tu padre era el prototipo de Gryffindor, muy dado a actuar impulsivamente.
— Sé algo de eso.
— Severus lo dijo, te has estado metiendo en líos.
Harry guardó silencio un momento, con esa cara que Regulus ya iba conociendo cuando reflexionaba algo que le costaba un poco más procesar, normalmente cosas relacionadas con emociones.
— Él me odia —susurró por fin.
— ¿Severus? —Apretó un poco más su brazo alrededor de los delgados hombros— No, no lo hace. Siente que está en deuda contigo, y creo que ahora conmigo también.
— ¿Vemos otro? —preguntó Harry al cabo de un rato, estirando la mano para coger el siguiente recuerdo.
— Reconozco esta fecha, es dos días después de mi desaparición —comentó Regulus, revisando la etiqueta.
— ¿Estás seguro de querer hacer esto? No sé, —Harry se mordisqueó el labio— para mí es difícil verle, imagino que para ti tiene que ser...
Regulus parpadeó varias veces y lo apartó con suavidad de su pecho para mirarle a los ojos. Le quitó el pelo de la frente con dedos ligeros y acarició con el pulgar la mejilla morena, tan parecida a la de James.
— Gracias, Harry.
El muchacho arqueó las cejas, perplejo.
— ¿Por qué me das las gracias?
— En ningún momento has dudado de mi palabra.
— En la cueva, cuando me llamaste James… supe que había algo importante ahí. Tú le querías
— Lo hacía. Mucho.
— ¿Te preocupa ver su reacción en ese recuerdo?
El adulto negó con la cabeza y abrió el tapón del vial para echar el recuerdo en el pensadero.
— Remus me dijo que James nunca creyó lo que se dijo, supongo que por eso lo envía.
Y le ofreció la mano para entrar juntos.
Noviembre de 1979
Se trataba del salón de una casa desconocida. Harry pensó en seguida que podría ser la de sus abuelos, por los cuadros y las fotografías en las paredes. James estaba en el sofá, sentado en un extremo, con los brazos apretados sobre el estómago.
— No lo creo —decía con voz ahogada.
— James… —trató de hablar Remus con él, sentándose a su lado en el sofá.
— Regulus no haría eso —negó James, inclinando el cuerpo hacia delante.
Remus miró hacia Sirius, que estaba apoyado contra la pared con un cigarrillo entre los dedos. Pero el rostro de Sirius estaba cerrado y Harry supo que no le iba a gustar lo que iba a escuchar antes de que abriera la boca. Apretó un poco la mano de Regulus y lo miró de reojo. El rostro de su padre también estaba duro, cerrado.
— Mi hermano estaba marcado, le debía obediencia a Voldemort, James.
— ¡No! —gritó James, poniéndose de pie—. Tiene que haber una explicación.
— Jamie… entiendo que… —le dijo Sirius, separándose de la pared para tratar de sujetarlo del codo.
— No me hables como si fuera idiota, Sirius. —Se liberó de su agarre con brusquedad— Conozco a Regulus, parece que mucho mejor que tú.
De nuevo el rostro de Sirius se cerró.
—¿Crees que conoces a mi hermano porque te acuestas con él? —cuestionó con algo de desprecio.
— Cállate Sirius —intervino Remus, interponiéndose entre ellos con los brazos estirados—. James, puedo escribir a Dumbledore o a Snape, quizá él sepa algo más.
— ¿Por qué vas a escribir al murciélago? ¿Desde cuándo sois amigos? —espetó Sirius, con los ojos brillantes de ira.
— ¡Pero qué demonios te pasa Sirius! Se trata de tu hermano.
— Que es un mortífago, Remus. Que estáis todos muy ciegos con él pero mi hermano es un puto seguidor de Voldemort, como toda mi maldita familia.
A Sirius lo silenció un puñetazo de James, que tenía la cara desencajada de dolor. Le giró la cara, haciendo saltar sangre, y luego salió de la habitación dando un portazo.
Salieron del recuerdo, los dos un poco mudos de la impresión.
— Sirius hablaba mucho de mi padre. Seguro que luego lo arreglaron. Tuvieron que hacerlo para que le nombrara mi padrino.
— Yo… necesito un momento —respondió Regulus, dejándose caer en el sofá.
— ¿Quieres que te deje solo? Para ver el siguiente. En la carta pone que es el momento en el que James les dijo que estaba… embarazado.
Regulus se tapó la cara con las manos un momento y respiró hondo.
— No entiendo por qué Dumbledore no les dijo dónde estaba yo, por qué nadie fue a sacarme de allí.
— En la carta Remus pone que hay un recuerdo de Kreacher.
— ¿Aún vive Kreacher? —preguntó, esperanzado.
Harry hizo una mueca al pensar en el desagradable elfo, pero asintió.
— Él fue uno de los responsables de la muerte de Sirius.
— Sirius nunca supo tratar bien a los seres a su alrededor.
— Dumbledore dijo algo parecido. ¿Quieres ver eso?
Con un sonoro suspiro, Regulus se inclinó hacia el soporte y buscó el recuerdo. Con dedos que temblaban un poco, lo destapó y lo puso en el pensadero.
Principio de noviembre de 1977
El recuerdo tenía los bordes difusos. Harry reconoció el armario en el que Kreacher escondía cosas en Grimmauld Place justo antes de que se abriera la puerta y Regulus apareciera. La imagen pareció aclararse, como si el elfo viera a su joven con un halo de luz.
— Necesito que hagas algo por mí, Kreacher —le dijo con dulzura.
— Lo que mi amo Regulus quiera —respondió el elfo, poniéndose de pie e inclinando la cabeza.
— Necesito que me lleves a esa cueva, por favor.
La cara del elfo fue de pavor. Junto a Harry, el Regulus adulto suspiró mientras su versión más joven se agachaba delante del elfo para seguir hablándole en voz baja.
— Unos días antes, Voldemort le pidió a mi madre un elfo para un recado. Cuando no volvió, me preocupé. Ya sé que tú lo odias, pero Kreacher significó mucho para mí mientras crecía. Daba igual lo que estuviera haciendo, siempre aparecía cuando le llamaba. Incluso en Hogwarts.
Harry volvió la atención a la extraña pareja en la cocina justo en el momento en el que el elfo sujetaba de la mano a su joven amo y chasqueaba los dedos para desaparecer. El recuerdo parpadeó y se encontraron delante de la conocida cueva.
— Voldemort quería a Kreacher para probar la poción. Lo trajo aquí, lo llevó con la barca al centro del lago —Ambos siguieron con la mirada a las dos figuras menudas que hacían exactamente eso—, le hizo beber todo el contenido y puso dentro el guardapelo de Salazar Slytherin.
— El que tenían los Gaunt.
— Yo tenía que recuperarlo y llevárselo a Dumbledore. Por eso le pedí que me trajera , por eso sabía cuando os saqué de allí que el que había dentro de la vasija era falso.
El eco de la cueva trajo las voces de la pareja que discutía en la isla. Harry prestó más atención y entendió que Kreacher quería beber la poción él, pero Regulus le decía que lo necesitaba para salir de allí y esconder el guardapelo.
Con la piel de gallina, vio a Regulus beber la poción y comenzar a gemir. Tal y como había ocurrido con Dumbledore, el joven del recuerdo comenzó a derrumbarse, sollozando, llamando a James, a Sirius y a Severus. Suplicándole a su madre que no golpeara a su hermano y a él. Mientras, Kreacher lloraba, pero obedeció y cambió los guardapelos.
El Regulus adulto se inclinó hacia delante, estrechando los ojos.
— No recuerdo esto, solo el ardor de la poción al pasar, era agónico. Lo siguiente fuisteis vosotros en la cueva.
— Y le habías dicho a Kreacher que te sacara de allí.
— Mira.
Ante los gritos de Regulus, Kreacher se hizo un ovillo. Y luego de repente pasaron muchas cosas: una mano salió del lago y sujetó a Regulus del tobillo. Kreacher se puso en pie, con las orejas tensas, como un perro cuando recibe una orden. Lo vieron mirar a Regulus y golpearse la cabeza con las manos, y de repente, puff, desapareció, haciendo un hechizo justo antes que impactó en el joven y lo envolvió en una luz azul.
Salieron del recuerdo casi violentamente, y Harry tuvo que sujetar a su padre para evitar que se fuera al suelo.
— ¿Qué ha ocurrido ahí? —preguntó, ayudándolo a sentarse en el sofá porque Regulus parecía desorientado.
— Le llamaron. Seguramente mi madre, porque no tuvo opción a marchar, pero intentó hacer algo por mí, no tenía tiempo para sacarme de allí.
— ¿Entonces eso fue un hechizo protector? ¿Y por qué no volvió a buscarte?
Regulus se pasó por la cara y el pelo las manos temblonas, tratando de centrarse.
— Los elfos no pueden salir de las casas por su voluntad. Si mi madre no lo mandó a buscarme y yo no pude llamarlo… En realidad me salvó la vida.
Harry no tuvo más remedio que darle la razón y decirse a sí mismo que si volvía a ver al viejo elfo le daría las gracias.
— Pero ellos dijeron que estabas muerto. Tus padres.
— El árbol Black me daría por muerto porque mi energía mágica desapareció, envuelta en el hechizo de Kreacher y el sellado de la cueva.
— No te vimos en la cueva al llegar.
— La magia de los elfos tiene cosas que no entendemos. No sé porqué se rompió el hechizo protector, quizá por tu magia.
— ¿Podría ser eso? —cuestionó Harry, tratando de recordar qué hechizos había hecho en la cueva.
Su padre sonrió y tomó su mano. Harry pudo sentir una pequeña corriente de energía pasando desde él.
— Las magias familiares se llaman. Lo que sigo sin entender es porqué Dumbledore no les dijo a los míos, al menos a James, dónde había ido. Sé que habrían venido a buscarme.
— O por qué no fue él directamente.
Soltando aire con fuerza, Regulus volvió a frotarse la cara y luego se puso en pie.
— Creo que necesito un descanso y salir a caminar.
— ¿Tú solo? ¿Es seguro? —preguntó Harry, poniéndose de pie frente a él, preocupado.
— Puedes venir conmigo. Hay un hechizo que estaba muy de moda cuando yo era joven. Nos dará un rato ahí fuera con tranquilidad, aunque lo cierto es que dudo mucho que alguien nos reconozca aquí.
El chico solo asintió y fue a por su chaqueta, el tiempo se ponía fresco por la tarde. Caminando codo con codo, salieron por la puerta trasera después de un Glamour para cambiar sus ojos y cabello, un hechizo tan cómodo que Harry se preguntó porqué no lo había usado nunca. Sintió a Regulus tomar aire profundamente junto a él, llenando sus pulmones. Lo miró de reojo y admiró su perfil, tenía el mismo innegable atractivo que Sirius, pero más suave, menos canalla.
— Él… ya debe saber que has vuelto —comentó por fin, rompiendo el cómodo silencio.
— Mi prima Bella habrá ido directa a contárselo —confirmó Regulus, pasándole un brazo por los hombros.
— ¿Cómo fue crecer en tu familia? Trato de pensar…
— ¿En cómo habría sido crecer siendo un Black?
Harry asintió, con el labio enganchado entre los dientes.
— Bellatrix me pareció una loca. Disfrutó matando a Sirius. A la madre de Draco solo la he visto de lejos. Y empiezo a pensar que no puedo creer en todo lo que Sirius decía.
— Bueno, yo tengo buenos recuerdos con mi hermano, mis primas ya eran más mayores. Mi madre es hermana del padre de ellas y odiaba a su madre. Pero eso no es nada nuevo, mi madre odiaba a todo el mundo.
— Tuve un par de encuentros con su retrato en Grimmauld —le explicó, tras un escalofrío al recordar los gritos e insultos de Walburga Black.
— Si las cosas hubieran sido distintas y hubieras crecido conmigo, tampoco te habrías criado con los Black —afirmó Regulus, con calidez—. Lamento que tus abuelos Potter no llegaran a conocerte, eran excelentes personas.
— Ellos… ¿sabían lo vuestro? Yo… no he conocido nunca a dos chicos o dos chicas que estén… juntos.
— Se me olvida que los muggles para eso están mucho más atrasados. En el mundo mágico no suele ser un problema, por eso hay magos hombres que pueden gestar. A mis padres no les molestaba eso, les molestaba que fuera James. Mi madre me exigió que lo terminara ya antes de hacerme tomar la marca.
— ¿Lo sabían también?
— Mi madre siempre lo sabía todo. Y si, los padres de James lo sabían también. Ellos se ofrecieron a acogerme como habían hecho con mi hermano.
— ¿Y qué pasó?
— Dumbledore —contestó, con voz cansada.
— ¿Estoy haciendo demasiadas preguntas? —se preocupó Harry.
— No, no. Es solo que está todo un poco confuso todavía. Imagínate dormir una siesta de diecisiete años, te despiertas con las ideas enredadas. Pero… puedo enseñarte algunos recuerdos.
—¿Seguro? no es necesario que revivas más cosas dolorosas.
— Igual me ayuda a ordenar ideas. Los eventos más cercanos a la cueva son los más difusos. Pero no hoy, hoy necesito respirar un poco, que me cuentes cosas de ti y hacer algo rico de cenar.
— Me parece un gran plan. Menos lo de hablar de mí.
— Sin embargo, a mí me parece la parte más interesante —afirmó Regulus, apretándolo más contra él con una gran sonrisa.
