Alemania veía como Canadá estaba hablando con Reino Unido y Francia, con la francesa abrazando al canadiense y este correspondiendo, parecía ser una plática común y tranquila entre padres e hijo.
A veces se preguntaba, ¿cómo sería su vida si su padre siguiera con vida?, ¿tendría pláticas con él sobre de quien estaba enamorado?, ¿lo ayudaría con sus deberes como país?, ¿estaría orgulloso de él?, ¿se llevaría bien con Canadá?
Dejó sus cavilaciones al sentir que era abrazado, miró hacia abajo y vio a Canadá arropándose en su pecho, aquello lo hizo sonreír y abrazó también al canadiense, dándole también un beso en el tope de la cabeza, aunque tuvieron que dejar su momento cariñoso al escuchar un carraspeo, procedente de Reino Unido, cosa la cual hizo sonrojar al alemán.
—Buenos días, Reino Unido, Francia.
—Buenos días, Alemania, ¿cómo va todo? —preguntó el inglés de manera informal, aquello extrañó al alemán, no era común que saludara así, pero al ver que ni Francia ni Canadá lo miraron raro, supuso que era algo normal ya.
—Va todo bien, por ahora —contestó con voz tranquila.
—Alemania, he notado a UE algo alterado estos días, ¿tú sabes por qué? —preguntó Francia; ¿UE alterado?, eso era algo nuevo.
—No… es muy raro, no suele alterarse con facilidad, pero si me entero de algo te lo diré, a decir verdad, si me deja extrañado lo que me dices —respondió el azabache con el ceño levemente fruncido, pensando en que podría pasarle a Unión Europea.
Francia asintió, dándole una sonrisa amistosa.
No eran amigos en realidad, pero el haber trabajado de la mano con ellos cuando se tuvo que hacer cargo de su territorio había creado un mejor lazo que el que solía tener con el resto de países, muchos que no estaban en su círculo social solían ser groseros o crueles con él.
Un claro ejemplo era Noruega.
—Y… ¿cuáles son tus intenciones con nuestro niño? —preguntó Reino Unido, Alemania solo se sonrojó un poco más, y Canadá volteó su rostro para mirar a sus padres.
—¡Papá!
—¿Qué?, nos preocupamos por ti, ¿no es así, Francia? —Reino Unido se giró a mirar a Francia, quien asintió.
—En efecto, nos preocupamos por ti, de bébé.
—¡Mamá! —Alemania quería reírse por las reacciones de Canadá, quien se veía notablemente avergonzado.
Aquello lo hizo volver a pensar en su padre, ¿si estuviera vivo, él lo avergonzaría con Canadá?
Tuvieron que dejar su plática ya que la junta estaba a punto de iniciar, así que debían ir a la sala y tomar sus lugares. Antes de ir al suyo, Canadá lo jaló y lo tomó por el cuello para darle un beso rápido, él solo pudo sonreír de forma boba, le gustaban los besos de Canadá.
Al sentarse en su asiento sacó de un portafolio que llevaba una libreta que solía llevar a las juntas para hacer notas; se fue a la última hoja y comento a anotar sus dudas sobre cómo sería su vida si su padre estuviera vivo.
Dejó su mente divagar, no era muy común en él, pero ese día había tomado seis píldoras, no supo porque, solo lo hizo.
Cuando menos se dio cuenta la junta había llegado al receso que solía haber. Guardó sus cosas y cuando se levantó, vio a Ucrania hablando con Canadá. Aquello no le gustó, no olvidaba aquella conversación que escuchó a hurtadillas. Decidió acercarse para intentar separar a Ucrania de SU Canadá.
—Vamos, Can, hace mucho que no comemos juntos —decía el ucraniano haciéndole ojitos de cachorro a su amigo.
—Está bien… comeré contigo —dijo Canadá, aunque pronto miro detrás de Ucrania y vio a Alemania, aquello lo puso nervioso, ¿aquello lo molestaría?
—Alemania, no te molesta que vaya a comer con Ucrania, ¿verdad? —pregunto.
—No, claro que no, diviértanse —dijo mientras trataba de sonreír y se acercaba al pelirrojo, sabía que ser extremadamente celoso no sería bueno, lo había visto al principio de la relación de Rusia y México, así como en la relación de España e Italia.
—Está bien, te veré en un rato —dijo mientras le besaba la mejilla.
Alemania suspiró, viendo a su amado irse con una persona non grata para él; que rápido podían romperse los lazos de amistad. Iba a salir para comer solo, pero sintió unos brazos rodearlo por la espalda, y unas manos cubriendo tus ojos.
—¿Quién soy? —pregunto una voz masculina. Rusia no podía ser, la voz no era tan gruesa, lo sobre pensó y pronto supo quién era, ese acento se había vuelto su pesadilla durante un año gracias a Italia.
—Bueno… las manos huelen a limón, así que son de Japón, Italia es quien está abrazándome.
Entre risas, ambas chicas lo soltaron, Alemania se giró a verlas, y estas volvieron a abrazarlo, miró a España, quien sonreía con ternura mirando a Italia.
—Muy bien, vamos, debemos apresurarnos si queremos comer bien —dijo España, mientras miraba su celular.
—Certo, andiamo! —dijo Italia mientras tomaba a Alemania por un brazo, Japón tomó el otro y empezaron a caminar. Alemania volvió la vista para ver a España acelerar el paso y terminar a lado de Italia, parecía estar tranquilo, incluso se podría decir feliz, ¿cómo es que podía estar feliz viendo a su pareja abrazar de forma muy cariñosa a otro hombre?
Los cuatro salieron del recinto y se encaminaron a un restaurante de comida internacional que estaba cerca, buscaron una mesa vacía y se sentaron.
—Ahora volvemos, vamos al baño —dijo Japón mientras se levantaba, seguida de Italia.
España y Alemania se quedaron solos en un silencio un poco incomodo, por un lado, Alemania miraba a todos lados o a la mesa, mientras movía su pierna derecha de arriba abajo; y España miraba a Alemania, lo notaba molesto.
—¿Qué es lo que te molesta, Ale? —preguntó España.
—No nada, no es nada importante —respondió Alemania tratando de evadir el tema.
—Noto tu mirada extrañada desde que estábamos en el recinto, vamos tío, dime que pasa, ¿es sobre lo raro que esta UE estos días?
—No, no es eso… ¿cómo es que no te molesta que Italia me abrace frente a ti?, digo, si yo fuera tú, me pondría algo celoso.
España rio bajito, se acomodó en su asiento y miró a Alemania.
—Bueno, la verdad es que si soy algo celoso, pero es solo si alguien se acerca a Tali, si ella es quien lo hace no tengo porque enojarme… además, la última vez que demostré mis celos, terminé castigado un mes y con muchos moretones; —esto último lo dijo sobándose el cuello y riendo nerviosamente, la gente creía que Italia no era alguien de violencia, pero ella podía ser un demonio cuando se lo proponía, sin duda Italia Fascista había instruido a Italia bien para que nadie se metiera con ella—y según sé, son amigos desde que eran niños, no puedo ponerme celoso de que se te acerque o te acerques, y menos viendo cómo se comportan tu y Canadá
—Si… pega muy fuerte cuando se enoja —dijo Alemania riendo, mientras recordaba una vez que Rusia y él se habían burlado de la italiana por no poder hablar en alemán… no habían vuelto a hacerlo después de los golpes que habían recibido.
—Y, a todo esto, ¿por qué preguntas de los celos?, ¿te sientes así acaso? —preguntó España, viendo divertido a su acompañante.
—Ammm… no, para nada —dijo Alemania nervioso, España solo rio nasalmente y negó con la cabeza.
—Parte de amar es confiar en la otra persona, sé que es molesto ver como otros se acercan a lo que uno ama, pero debes mantener la calma o tendrás problemas, además de que todos tenemos derecho de acercarnos a quienes queramos sin preocuparnos de que nuestra pareja vaya a enojarse.
Tuvieron que detener esa platica porque Japón e Italia volvieron, riendo entre ellas.
El almuerzo pasó de manera pacífica, entre platicas casuales sobre sus territorios, novedades y otras cosas. Antes de irse del restaurante, Alemania fue al baño y sacó sus píldoras; era aún temprano para su dosis de la tarde, pero sentía que debía tomar unas cuantas, así que saco cuatro pastillas y las tomó con agua del grifo.
Volvieron al recinto y se sentaron en sus lugares, aunque a Alemania le extrañó ver que Canadá no volvía, y se preocupó mucho cuando vio que ni él ni Ucrania volvían y la junta era retomada.
Alemania apenas pudo poner atención, estaba preocupado, ¿dónde estaba Canadá?, su mente no dejaba de maquinar en que estaría pasando, y su corazón comenzaba a sentirse pesado.
Algo estaba pasando.
Al finalizar la junta se dirigió a Bielorrusia, que era la más cercana al ucraniano.
—Hola Bielo, ¿sabes dónde está tu hermano?
—Hola Ale, no, dijo que iría a comer con Canadá, pero no he sabido nada de él —dijo la chica con pesar.
—Está bien, gracias.
Se alejó de la chica y revisó su celular, esperando ver un mensaje del canadiense, pero nada. Sintió que tocaban su hombro, y al girarse, se topó con los hermanos de Canadá; Nueva Zelanda tomó la palabra.
—Alemania, ¿sabes dónde está nuestro hermano?, le hemos enviado mensajes, pero no responde.
—La verdad es que no… se supone fue a comer con Ucrania, pero no hay noticias de ambos.
Escucharon un estruendo y vieron a Rusia siendo sostenido contra una pared por Kazajistán y Uzbekistán para que no saliera hecho una furia, eso era raro.
Alemania se acercó, sabía cómo era el ruso cuando se enojaba, así que sus hermanos necesitarían una mano.
—Rusia, ¿qué rayos te ocurre? —preguntó el alemán.
—No te metas, Alemania —dijo Georgia, mirándolo molesta.
—Se debe meter y lo sabes, no trates de defender lo indefendible —dijo Moldavia enojada, mirando a Georgia.
—No creo sea el mejor momento para discutir eso, niñas —dijo Tayikistán, recibiendo apoyo de Turkmenistán.
Todos parecían molestos, exaltados y enfadados al mismo tiempo.
—¿Qué está pasando? —preguntó Alemania preocupado, nunca había visto a los eslavos así.
Su teléfono comenzó a sonar, lo sacó de su bolsillo y vio que era Canadá, así que contestó rápidamente.
—Canadá, que bueno que llamas, ¿dónde estás? —habló rápido, se sentía aliviado de tener noticias de su pequeño mapache, aunque al mirar hacia los eslavos, los vio con expresiones asustadas en sus rostros.
—Alemania… ¿puedes venir por mí? —Alemania se asustó, sonaba como si Canadá hubiera o estuviera llorando.
—Si, por supuesto, pero ¿qué ocurre?, ¿por qué lloras? —al escuchar eso, USA se puso frente a la vista del alemán, haciéndole un ademan como preguntando "¿Qué pasa?", pero Alemania solo negó, con mirada perdida.
—Solo ven por mí, por favor —dijo Canadá al otro lado de la línea, soltando un sollozo, Alemania ya no pudo con eso, empujó a todo fuera de su camino y corrió hacia la puerta de la sala, para salir del recinto.
—Canadá, estoy saliendo, ¿dónde estás?
—Te envío la ubicación por mensaje… solo apresúrate —Alemania se metió a sus mensajes, viendo que tenía uno de Canadá, abrió el chat y al presionar en la ubicación, decía que estaba… ¿En un motel?
—Canadá, ¿qué haces en un motel? —preguntó tratando de no sonar enojado, sabía que si usaba ese tono solo alteraría más al canadiense.
—Yo… no lo sé, lo juro —dijo mientras se tiraba a llorar de manera dolorosa.
Alemania tomó un taxi y le indicó a donde ir al taxista, mientras trataba de mantener a Canadá hablando en la línea, quien solo podía llorar y decir lo siento.
—Can, respira, tienes que respirar —le decía el alemán con voz serena, aunque por dentro estaba colapsando por tener al mayor en llanto.
—Señor, ya hemos llegado —informó el taxista.
—Necesito que me espere aquí, no tardaré —dijo Alemania abriendo la puerta y saliendo del vehículo.
Empezó a caminar por el estacionamiento, mirando a todos lados.
—Canadá, estoy aquí, ¿dónde estás? —preguntó preocupado por no verlo a simple vista.
—En la recepción —contestó con un hipido, Alemania colgó.
Alemania se dirigió a la recepción, encontrando a Canadá en un sofá tras el escritorio del encargado, cubierto con una manta, su cabello alborotado y un vaso de papel en sus temblorosas manos, con lo que parecía té.
—Canadá, ¿qué ocurrió? —preguntó mientras caminaba a su amado, este solo negó con la cabeza y siguió llorando. Le quitó el vaso de las manos y lo abrazó—. ¿Qué ocurrió? —preguntó de nuevo el alemán, ahora mirando al hombre que parecía ser el encargado.
—Siendo honesto no lo sé; un huésped vino a quejarse de que había lo que parecía ser una pelea, fui a ver y cuando entré solo estaba este joven, medio desnudo y confundido, podría decir que incluso parecía atolondrado o drogado —Alemania abrió los ojos como plato y miró a Canadá con detenimiento, ahora se encontraba vestido, pero su ropa estaba desarreglada, a su camisa le faltaban unos botones y su saco negro estaba sucio, como si lo hubieran pisado.
—Muy bien Can, vamos a casa, ¿vale? —el canadiense solo asintió.
Alemania le iba a quitar la manta que tenía encima, pero el encargado le dijo que podía quedársela, así que procedió a llevarse a Canadá al taxi que aún lo esperaba y le indicó la dirección del canadiense.
Durante todo el camino, Canadá no dejó de llorar, aquello estaba preocupando mucho a Alemania, jamás lo había visto así.
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Un baño y un té después, Canadá se encontraba durmiendo con su pijama puesto mientras Alemania lo abrazaba.
Su teléfono vibró, lo tomó sin soltar a Canadá y vio, era un mensaje de Rusia.
Rusia.
Rusia: Alemania, quiero que sepas que siento mucho lo que hizo mi hermano, no sé qué ocurrió, pero si quieres golpearlo te dejamos un poco, incluso Rumania y Australia se metieron, no sabía que Australia estaba saliendo con Bielo, pero bueno. Por cierto, Rumania dice que le des como solo tú sabes, no sé a qué se refiere, yo solo envió el recado, ¿cómo se encuentra Canadá?
Alemania suspiró, no negaba que tenía ganas de golpear a Ucrania, pero en ese preciso instante, su lugar era con Canadá, aunque… podría enviar a Italia y a Japón, ambas eran buenas con los golpes.
Alemania: Hola Rusia, tú no tienes por qué disculparte, ahora entiendo tu reacción en el recinto, ¿ya le han dicho a USA lo ocurrido?, tampoco sabía lo de Australia y Bielo; respecto a golpear a Ucrania, no puedo, no dejaré a Canadá solo por ningún motivo, pero le diré a Japón y a Italia, ellas pueden ir por mí, luego hablaré con Rumania; Canadá está bien ahora, aunque estaba muy alterado y algo lastimado, pero está durmiendo ahora.
Envió el mensaje y rápidamente le envío uno a Japón y a Italia, diciéndoles lo ocurrido y pidiéndoles el favor de ir a golpear a Ucrania, ninguna se negó. Pronto recibió respuesta por parte de Rusia.
Rusia: Si, USA ya sabe, Nueva Zelanda, México y Perú lo calmaron un poco… lo suficiente para no iniciar una guerra, me alegro ahora Canadá este bien, cualquier cosa puedes decirme, y dile que tiene mi apoyo para lo que sea que necesite.
Alemania solo respondió con un sticker que decía "Muchas gracias, pitudo", cortesía de México.
Alemania dejó delicadamente a Canadá, procurando no despertarlo; dejó su teléfono en la mesita de noche que estaba a su lado y se dirigió a su saco, donde en los bolsillos de este buscó sus píldoras para encaminarse al baño. Antes de tomarlas se miró en el espejo, notando que se veía pálido y ojeroso, signo de que estaba estresado. Abrió la llave del agua fría y se empezó a enjuagar la cara, mientras recordaba lo que le contó Canadá.
Flashback.
Alemania ayudó a Canadá a desvestirse mientras la tina que había en el baño se llenaba con agua caliente, notó que el pelirrojo tenía moretones en el cuerpo, tanto en su torso como piernas, supuso que había peleado a golpes hasta que, al quitarle su ropa interior, vio en el costado de la pelvis una mordida que comenzaba a tornarse de un morado bastante grotesco… aquello no lo había hecho él.
Miró a Canadá, quien parecía mirar a la nada; cerró la llave del agua para evitar que esta se desbordara y tomó la cara de Canadá para mirarlo a los ojos.
—Cariño, ¿qué ocurrió? —preguntó con la voz más suave que pudo conseguir, Canadá comenzó a llorar en silencio, mientras se abrazaba a su mismo.
—Yo… no lo sé… en un momento estaba tomando café con Ucrania, y al siguiente… él… él… —se interrumpió a si mismo con un sollozo, Alemania soltó su rostro y lo abrazó, dejando que Canadá ocultara el rostro en su pecho y llorara.
—Ucrania… ¿abusó de ti? —preguntó, tratando de ocultar su ira.
—No… logré detenerlo, no sé qué pasó, solo cuando me di cuenta estaba sobre mí… no entiendo que es lo que hice… ¿Alemania que hice mal?, ¿por qué me quiso hacer eso? —la voz de Canadá estaba teñida de dolor, un dolor bastante crudo por lo ocurrido por quien creía uno de sus mejores amigos.
—No Can, tu no hiciste nada, ni eres culpable de lo que paso, tú no eres responsable de las mierdas que hacen otros —respondió el azabache.
Alemania suspiró y separó a Canadá de su cuerpo para instarlo a entrar en la tina. Lo ayudó a darse un baño, tratando de hacerlo de manera que Canadá se terminara relajando.
Fin del flashback.
Alemania terminó de enjuagarse la cara, sentía tanta ira e impotencia. Ira por lo que Ucrania había hecho, e impotencia por no poder estar allí para Canadá… debió decirle a Canadá que si había problema de que se fuera con Ucrania.
Suspirando, sacó varias pastillas de su frasco, ni siquiera las contó, solo las metió a su boca y las tragó con agua de la llave. Salió del baño, volvió a guardar el frasco en su saco, volvió a la cama, abrazando a Canadá, quien se había girado y ahora le daba la espalda.
—Siento mucho que tengas que lidiar con mi desastre y problemas —dijo Canadá con tono adormilado y esnifando.
—No te preocupes, no me molesta en absoluto, ahora duerme —dijo Alemania mientras besaba el cabello de Canadá.
—No puedo… tengo algo de hambre.
Alemania rio bajito, Canadá giró y lo vio, a la vez que le tocaba la mejilla, el alemán no se resistió y besó al más bajo, quien aceptó gustoso el beso, él solo quería los besos y caricias de alemán, y de nadie más.
Alemania se separó de Canadá y se levantó para ir a la cocina, y cocinarle algo al canadiense.
Cuando Canadá vio que Alemania fue a la cocina, se levantó y se dirigió a donde Alemania había dejado su saco, vio como estaba colocado y lo tomó, empezando a buscar en los bolsillos; había visto a Alemania guardar un frasco color ámbar allí, él conocía ese frasco porque alguna vez tuvo uno.
Dentro de uno de los bolsillos interiores encontró el frasco, lo sacó y observó.
Sintió como si una piedra se instalara en su estómago cuando leyó el nombre del medicamento… Prozac.
"Oh, Alemania… ¿por qué estas tomando esto?"
Volvió a dejar el frasco donde lo encontró y procuró dejar el saco como estaba, volvió a la cama y abrazó una de las almohadas que allí tenía, recordando cuando él también tomó esas píldoras; fue durante la guerra fría, ver a su hermano y a URSS en esa guerra, junto a México sufriendo por URSS y con lo inestable que se había vuelto la relación de sus padres, quienes se empeñaban en usarlo de intermediario de sus problemas… aquello había hecho que entrara en una profunda depresión.
Nueva Zelanda al ver su estado lo llevó con OMS, y esta le había recetado dicho medicamento para ayudarlo después de varias sesiones para entender que le ocurría, pero aquello solo le generó una codependencia al medicamento terrible, llegando al punto de tener que ir a una clínica de rehabilitación para poder dejar ese medicamento, y yendo a terapia para tratar su depresión de otra manera, esto recomendado por OMS al enterarse de la adicción que había empezado a tener el canadiense por esas píldoras.
Sin darse cuenta, había comenzado a llorar, ¿cuánto tiempo llevaba tomando esas píldoras?, ¿por qué no le había dicho?, tenía muchas preguntas que no podía hacerle a Alemania, porque entonces se daría cuenta de que había estado esculcando en sus cosas, algo que sabía que molestaba al alemán.
Escuchó su teléfono sonar, así que lo tomó de la mesita de noche que estaba a su derecha; era una video llamada del grupo que tenía con sus hermanos; limpio sus lágrimas y contestó.
—Oh my fuking god, ¿cómo estas, osito? —preguntó USA, preocupado por ver los ojos hinchados y rojos de su hermano, así como unas ojeras.
—Bien… algo deshidratado —dijo mientras sorbia por la nariz, y se la tallaba con la manga de su pijama de franela.
—Are you sure, big brother? (¿Estás seguro, hermano mayor?) —preguntó Australia con una notoria preocupación. Le
—Yeah, i'm fine… Germany is here with me, he went to cook something because i'm hungry (Si, estoy bien… Alemania está aquí conmigo, él fue a hacer algo de comer porque tengo hambre) —dijo Canadá pasando una mano por su cabello alborotado.
—Golpeé a Ucrania —dijo de la nada Australia, Canadá abrió los ojos como plato.
—Mierda, ¡Australia, ¿por qué hiciste eso?! —preguntó alterado.
—¿Qué por qué?, el hijo de puta hozó en abusar de ti, nadie toca a mi familia, y tiene suerte de que no pudiera matarlo —dijo mientras se cruzaba de brazos.
—O de que le declarara la guerra, ya vencí a su padre, esa pequeña mierda no es nada más allá de un mocoso radiactivo, —dijo USA con tono engreído—aunque si tiene suerte de que no pueda, además, Rusia intervino por él diciendo que debíamos dejarle algo a la salchicha alemana —dijo alzando las cejas, aquello hizo sonrojar a Canadá.
—Si, bueno… dejando eso de lado, no abusó de mi en realidad… yo… no quiero hablar de eso ahora —dijo mientras limpiaba unas lágrimas que salieron de sus ojos, realmente no quería hablar del tema.
—Está bien, tranquilo, Can… mamá y papá aún no saben… —dijo Nueva Zelanda, aquello hizo suspirar a Canadá de alivio.
—De seguro papá está muy ocupado tomando mate —dijo Australia conteniendo la risa mientras miraba la cara de confusión de sus hermanos.
—¿Por qué papá estaría ocupado tomando mate?, él toma té —dijo USA.
—Concuerdo… El mate es argentino —dijo Canadá mirando a su hermano.
—Australia… ¿estás bien? —preguntó Nueva Zelanda.
—Si, solo estaba haciendo un chiste; en fin, creo debemos dejar descansar a Can, se nota cansado.
—Tienes razón, descansa Canadá —dijo USA.
—Bye bro —dijo Nueva Zelanda mientras se despedía con la mano.
—Bye Bros, no le digan a mamá y a papá, ¿quieren?, no quiero preocuparlos.
La llamada se cortó y Canadá suspiró, justo en ese momento entró Alemania sonriéndole y con un plato con varios emparedados de queso
Canadá sonrió, adoraba que Alemania estuviera allí para él.
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Jamás pensó que volvería a entrar en esa casa, mucho menos que lo haría con la compañía que tenía a su lado… sus amigos y esposo.
Durante años solo se había limitado a observar con binoculares y desde una distancia segura. Sin hacerse notar.
—¿Seguro que quieres entrar, cariño? —preguntó su esposo mientras tomaba su mano, y con su mano libre lo tomaba del rostro y lo hacía mirarlo a su único ojo.
—Si, dijiste que él tomaba esas pastillas desde que prácticamente fueron descubiertas, es mucho tiempo… además, quiero saber más de él —dijo mientras una lagrima caía de su ojo izquierdo, que fue limpiada por su esposo y lo besó con ternura.
—Ugh, ¿pueden dejar eso para después?, prometieron que no tardaríamos aquí tanto para que nos diera tiempo de ir a mis tierras —dijo uno de los acompañantes.
—Concuerdo con mi pequeño pepperoni, aún tenemos que ir también a mis tierras y dejar a Rumania a tiempo en las suyas para su cita con Kaz.
La mención del kazajo hizo sonrojar a la rumana, y bufar al más alto de todos.
—Muy bien, entremos —dijo el exdueño de la casa.
Rumania se adelantó y abrió la puerta para sus amigos y el colado, quienes entraron tras de ella, y siendo un tricolor el que cerró la puerta.
Rápidamente el exdueño se dirigió escaleras arriba, a la habitación principal, donde encontró las cosas de cierto alemán menor… se sintió como en los años 40's, cuando ese pequeño alemán corría y dejaba todo tirado por donde sea que pasaba… Ahora lo único tirado eran libros en pilas y algunos documentos.
Su esposo lo seguía de cerca, por temor a que se rompiera emocionalmente.
—Recuerda a que vinimos, cielo —le recordó con voz suave, pero autoritaria.
—Lo sé —dijo el más bajo suspirando.
Rápidamente empezó a caminar con cuidado, procurando no pisar nada que delatara su intromisión a la habitación, se dirigió a las mesitas de noche, pero en los cajones de estas no había nada.
Se dirigió al closet, buscando en cajas de zapatos con cuidado, en los bolsillos de suéteres y abrigos, y nada.
Se dirigió a la cómoda con muy poca esperanza, abrió el primer cajón y lo primero que vio lo hizo sonrojar. El más alto al ver la reacción de su pareja se dirigió con cuidado a su lado y vio lo que miraba sorprendido.
—Vaya… alguien ya empieza a experimentar su vida sexual —dijo mientras reía.
—¡Oh, cállate! —dijo el otro mientras le golpeaba el pecho, no le daba vergüenza encontrar los preservativos, lo que le producía vergüenza era ver el lubricante de sabor fresa, no quería ni imaginar para que era usado.
Empezó a esculcar cuidadosamente entre la ropa interior, topándose con lo que buscaba, una receta.
La tomó con cuidado y la desdobló, leyéndola. Noto que recientemente la habían resurtido.
—Vaya, apenas la volvió a surtir… exactamente hace dos días y… ¿Cada cuanto debía surtirse en promedio? —preguntó mirando a su esposo.
—En promedio, una vez al mes, se supone toma tres al día, mira, aquí dice —menciona mientras señalaba un renglón en la receta.
—Algo anda mal, está tomando cerca de quince pastillas al día si las que contó Rumania esa vez en el baño son la cantidad promedio que está tomando, lo que hace que la resurta cada semana, máximo dos…
—Eso es imposible, OMS le dijo que solo debía tomar tres al día.
El más bajo volvió a dejar la receta en su lugar, cerró al cajón y sobre la cómoda vio un portarretratos con una foto, de Alemania junto a su padre; la tomó entre sus manos y delineó el rostro del joven alemán con su dedo índice, pasando por la gran sonrisa que mostraba sus dientes de piraña que quedó inmortalizada en la fotografía.
—Debemos irnos, amor… sé que duele, pero debemos hacerlo.
El intruso fornido tomó a su esposo, quitándole la foto de las manos y dejándola en su lugar, levantó del suelo a su esposo y salió con cuidado de la habitación, mientras el más bajo lloraba en silencio.
En la planta baja se encontró a sus otros dos amigos y a la rumana, que se alertó en cuanto vio a su amigo llorando en brazos de su pareja.
—¡¿Ahora que le hiciste, bastardo de mierda?! —habló con enojo.
—¡Yo no le hice nada!, ¿¡porque siempre que llora, tiene que ser mi culpa!? —pregunto el contrario enojado también.
—¡Porque eres un imbécil, por eso!
—¡Te recuerdo que en el último mes se ha sentido más sensible de lo normal!
—¡Ah mira!, ¡¿y entonces porque llora mein Führer?! —en eso, el más bajo habló.
—Solo son recuerdos, Rumania, déjalo así… debemos irnos para que el tipo pizza llegue a tiempo a sus tierras.
Los cinco salieron de la casa, Rumania la cerró con llave y se puso a lado de quien cargaba a su amigo, quien aprovechó para hacer una pregunta.
—Rumania, repíteme por favor cuántas píldoras viste que tomó Alemania aquella vez.
—Tomó cinco píldoras, ¿por qué? —preguntó con interés, aunque el más alto terminó respondiendo la duda de la mujer.
—Se supone solo debería tomar una en cada dosis.
Lo que nadie notó, es que cierta capital austriaca los vio alejarse del lugar, solo que no pudo identificar a todos los del grupo, solo al más alto, y a la más baja.
—Santa mierda… ¿Tía Rumania que mierda hiciste?
