1945

Alemania corría de la mano de su padre, llevando una mochila en su espalda y sintiendo como sus pulmones ardían por el esfuerzo, pero el que su padre lo jalara evitaba que se detuviera.

—Papá… ya no aguanto más —dijo el joven alemán, mientras se sostenía el pecho y jadeaba.

Third Reich se detuvo, se giró y vio a su hijo, se notaba que estaba realmente agotado; así que se agachó dándole la espalda al niño.

—Sube, rápido —ordeno con voz seria, debían moverse pronto.

Alemania subió a la espalda de su padre, enredando sus piernas alrededor de su cintura y este volvió a correr lo más rápido que podía, tenía que poner a salvo a su hijo.

Estaba esquivando árboles, raíces y piedras, mientras escuchaba disparos a lo lejos, pero no lo suficiente; notó que Alemania temblaba, y lo entendía, su hijo no estaba acostumbrado a los disparos.

Un disparo dio en un árbol cercano a ambos y el alemán menor dio un grito ahogado, asustado por el sonido; Reich estaba sumamente nervioso, aquel tirador no estaba tan lejos como los demás y fácilmente podría darle a su hijo un disparo mortal.

Reich pronto divisó la vieja cabaña de su padre, así que aumentó la velocidad y entró, cerrando la puerta y subiendo a la planta alta sin dejar de correr. Entró en la habitación principal y bajó a su hijo, empujándolo para que entrara al closet; al mirar su rostro, notó que su semblante era de preocupación y terror, había un rastro de lágrimas incluso en sus mejillas, así que le sonrió forzadamente para intentar calmarlo.

—Alemania, hijo, necesito que te quedes aquí escondido.

—¡No, papá, no me dejes! —dijo el pequeño alemán mientras abrazaba a su padre.

Reich soltó unas lágrimas, odiaba tener que dejar a su hijo, pero era necesario, no podía ponerlo en peligro.

—Alemania, papá tiene que salir, solo así podré alejarlos de la cabaña y evitar te lastimen, regresaré, lo prometo.

—¿De verdad? —preguntó tembloroso el azabache mayor, aterrado de que su padre se fuera.

—Claro, es más, toma —dijo el mayor mientras le daba su quepí al niño—. Cuídamelo, te prometo que volveré por ti y por mi quepí.

Alemania tomó el gorro y se lo puso, cosa la cual hizo reír a su padre mientras lo abrazaba. Le dio un último beso en la frente y se levantó, cerrando la puerta del closet y saliendo de la habitación, dejando a su único hijo solo y asustado.

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Alemania despertó escuchando ruidos en la planta baja, su padre hacia dos días que lo había dejado, había estado comiendo cosas enlatadas que su padre había metido en su mochila; al escuchar pasos por la escalera se levantó de la polvorienta cama de la habitación y corrió hacía el closet, cerrando la puerta rápidamente y quedándose en absoluto silencio, justo como su padre la había estado enseñando en los últimos meses.

A través de las rendijas de la puerta pudo ver a una persona con una chamarra tipo aviador, pantalón militar café, unas botas negras y cabello corto. El intruso comenzó a buscar por la habitación, revisando donde hubiera algún indicio de que alguien estuviera habitando aquel cuarto, evitando el closet.

Pronto se escuchó una lata ser pateada, sorprendiendo a los dos en la habitación.

"Creo que debí guardar las latas en la mochila", pensó el pequeño mientras desviaba la mirada a la mochila a su lado, la cual aún tenía provisiones.

Desde la puerta la persona gritó.

—No está aquí —dijo con grave pero femenina, sorprendiendo al menor al notar que era una mujer la que había estado revisando.

—Debe de estar, sal de allí, yo busco —dijo una voz muy grave, Alemania la reconoció como la voz del señor URSS, el padre de Rusia.

La mujer salió y en seguida entró URSS, quien comenzó a buscar por todos lados. Alemania estaba conteniendo la respiración, cubriendo su boca con sus dos manos y evitando moverse.

Su padre le había dicho que URSS y él ya no eran amigos y que por ende era un peligro estuviera cerca, no entendía porque, pero aceptaba lo que su papá decía.

Por un momento parecía que URSS saldría, cosa que hizo suspirar a Alemania y cerrar los ojos con alivio, pero los abrió de golpe al oír la puerta abrirse, topándose con URSS en toda su altura. Se sintió intimidado, el hombre notó esto y se agachó, quedando a la altura del niño.

—Hey, te hemos buscado por todos lados, sal de allí —dijo de manera amistosa mientras le tendía una mano al niño, quien negó con la cabeza, fue allí cuando el adulto notó que Alemania tenía el quepí de Reich entre sus manos.

—No, papá dijo que volvería y me pidió que me quedara aquí.

URSS miró sorprendido al niño, sabía que Alemania era obediente, pero no imagino que seguiría una orden así considerando que el menor solía correr de un lado a otro, aunque su padre le dijera que no, pero al volver a analizar la situación, todo de nuevo lo llevó al gorro, ese que nunca se quitaba Reich.

"Ay Reich… ¿Qué hiciste?" pensó URSS, ahora tendría que explicarle al niño que su padre no volvería.

—Alemania… tu papá no va a volver, lo siento.

URSS notó como el rostro del niño cambiaba de uno asustado a uno de tristeza.

—No, él va a volver, me lo prometió, va a volver por mí y el quepí, por eso me debo quedar aquí—dijo mientras tomaba con más fuerza el sombrero y lo abrazaba contra su pecho, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas; URSS odiaba tener que mentirle al niño, pero no todo era mentira…

—Alemania, tu padre no va a volver… falleció.

Alemania comenzó a negar con la cabeza mientras la lagrimas se desbordaban por sus ojos, negaba con la cabeza, su padre le prometió que volvería.

—¡NO!, ¡Mientes!, ¡Papá dijo que te habías vuelto malo y por eso mientes!, ¡Él tenía razón!

—Alemania, lo siento mucho…

—¡No!, ¡Él dijo que volvería, lo prometió!

URSS tomó al niño en sus brazos, al principio comenzó a patalear, dándole puntapiés en las piernas con bastante fuerza mientras se removía para poder liberarse, pero pronto lo dejó para llorar desgarradoramente, haciendo que el corazón de URSS se volviera una pasa.

El mayor bajó con el niño en brazos, quien lloraba desconsoladamente. USA y México lo miraron, sintiendo lastima por el pobre niño.

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"Actualidad"

Habían pasado dos meses desde lo ocurrido en la junta en Canadá, Alemania no quería ni podía dejar solo al canadiense. Por un lado no quería porque sentía que algo malo podía pasarle y tenía esa necesidad de protegerlo y mantenerlo a salvo de todo y todos; y no podía porque Canadá no estaba bien.

Trataba de hacer parecer que todo estaba bien y no estaba ya tan afectado por lo sucedido, pero Alemania había notado que no podía dormir bien, tenía pesadillas que le hacían moverse mucho al dormir y le estaba costando comer, además de que ahora le daba asco siquiera oler el café.

Así que era obvio que no se separaría del mayor bajo ninguna circunstancia.

Justo en ese momento ambos se encontraban trabajando en el comedor, esto porque el estudio del canadiense no era tan grande como para que ambos pudieran trabajar allí. Estaban en silencio, cada uno en sus asuntos, cuando el teléfono de Alemania sonó, lo tomó y vio que era Berlín.

—Buenas tardes, querida, ¿qué sucede? —dijo con voz monótona, se sentía cansado luego estar horas leyendo documentos estadísticos.

—Hola padre, UE estuvo aquí, dice que es imperativo que regreses, que necesita hablar contigo en persona de forma urgente —dijo la joven con calma, mientras miraba su computador con noticias internacionales y comía unas palomitas.

—¿Te dijo sobre que quiere hablar conmigo? —preguntó con extrañeza mientras miraba a Canadá, quien estaba leyendo un informe.

—No, solo dijo que necesitaba verte, supongo es algo muy importante como para que lo sepa la capital… quien al final terminará enterándose de que pasa —Berlín rodo los ojos mientras tomaba un cigarrillo que estaba apoyado en un cenicero de vidrio y daba una calada.

—Está bien, estaré allí mañana, muchas gracias, cariño; cuídate y cuida a los demás.

—Si, no hay de que, tu tranquilo papá, nos veremos luego.

Ambos colgaron, Canadá vio a Alemania con preocupación, no quería quedarse solo, ya estaba muy acostumbrado a su presencia luego de dos meses viviendo juntos.

—¿De verdad tienes que irte? —preguntó con tono triste.

—Tenemos, no te pienso dejar solo, así que vamos, tenemos que preparar nuestras cosas —dijo el alemán mientras le daba una sonrisa, a Canadá le tomo un momento procesar la información, poniéndose de pie rápidamente y yendo a abrazar a su amado.

—Gracias —dijo mientras se sentaba en sus piernas y ocultaba su cara en su cuello, Alemania lo abrazó con fuerza.

—No hay de que, pequeño mapache; ahora, anda, debemos arreglar nuestras cosas.

Alemania soltó a Canadá para que se pusiera de pie y ambos subieron a la planta alta para preparar sus cosas. Fue algo que hicieron en silencio y de manera rápida.

Al terminar, Alemania tomó su celular y llamó al aeropuerto para comprar los boletos de avión, los cuales tenía fecha para ese mismo día a las ocho de la noche, era medio día, así que aun tenían tiempo. Cuando colgó se giró para ver a Canadá y se sonrojó.

No supo en qué momento había pasado, pero ahora veía a Canadá con una de sus camisas, que le quedaba un poco grande por obvias razones, y parecía que solo llevaba eso puesto.

—Canadá… no es que me esté quejando, pero ¿en qué momento te desnudaste y te pusiste mi camisa?, y ¿qué pretendes? —dijo mientras lo señalaba con su mano derecha.

—Mientras comprabas los boletos, y mis planes son seducirte, ¿está funcionando? —preguntó el de hoja de maple mientras se acercaba de manera sensual al tricolor y lo abrazaba por el cuello.

—Si, está funcionando —dijo Alemania mientras bajaba su rostro y besaba a Canadá.

Alemania tomó por los muslos a Canadá para levantarlo, cosa que provechó el pelirrojo para envolver sus piernas alrededor de la cintura del alemán.

El alemán se sentó en la cama, sin dejar de besar al canadiense. El beso estaba subiendo de intensidad, con las lenguas de ambos jugando entre sí y con suspiros y jadeos ahogados en la boca del otro; Canadá ahora estaba tratando de quitarle el suéter que traía puesto Alemania, y cuando lo consiguió, notó que solo traía aquella prenda puesta, admirando el cuerpo esbelto pero marcado, relamiéndose los labios con sensualidad.

—¿Cómo es que no me di cuenta? —preguntó jadeando; Alemania comenzó a besar el cuello de Canadá, dejando algunas marcas y acariciando los muslos del bicolor.

—No lo sé, pero no importa ahora, Liebe.

Alemania metió sus manos bajo la camina, pasándolas por el torso suave del canadiense de manera sensual, mientras este le quitaba el cinturón y abría su pantalón.

Alemania recostó a Canadá en la cama mientras abría los botones de la camisa y se la quitaba, oportunidad que aprovechó Canadá para bajar de manera rápida y desesperada el pantalón y ropa interior del alemán. Tomó el rostro del más bajo y lo besó con lujuria, sintiendo las delicadas y suaves manos del bicolor en su miembro, separándose cuando les faltó el aire.

—¡Mgh!, por favor, dime que t-tienes preservativos a la mano —dijo Alemania con voz entrecortada y suplicante, con sus ojos oscurecidos por la lujuria. Su respiración era pesada y su piel estaba sonrojada.

—Si, en el segundo cajón de mi cajonera —dijo Canadá, señalando el mueble con la mirada y soltando a Alemania, quien al ponerse de pie, se terminó de quitar sus ropas y fue a la cajonera, abriendo el cajón mencionado y encontrando una tira de cuatro preservativos, volvió a la cama y se colocó entre las piernas del canadiense. Acercó dos de sus dedos a la boca del otro y le acaricio el labio inferior.

—Chúpalos —demandó, orden que fue obedecida por el mayor, que comenzó a lamer aquellas falanges de manera juguetona, moviendo su cabeza de atrás hacia adelante, pasando su lengua por entre los dedos y succionándolos con coquetería y mirada perversa.

Aquella visión le resultaba muy sensual a Alemania, el sonrojo que tenía Canadá hacia resaltar sus pecas, los moretones que anteriormente había tenido estaban a nada de desaparecer o ya no estaban, y sus ojos brillando con emoción y perversión le daban un toque angelicalmente demoniaco.

—Suficiente —dijo mientras sacaba sus dedos de la boca de Canadá.

Le quitó su ropa interior mientras dejaba algunos besos por las piernas y muslos del bicolor, acariciándolos mientras la prenda era removida.

Acercó sus dedos a aquella entrada, introduciendo uno con cuidado y sacándole un gemido.

Alemania se acercó a los labios de Canadá y lo besó de manera intensa mientras movía su dedo, deleitándose con los gemidos bajos y contenidos que mostraban agrado ante su toque, haciéndole sonreír de manera interna y que la temperatura de su cuerpo aumentara por la emoción.

Podía sentir como los músculos tensos de aquella cavidad se aflojaban poco a poco alrededor de su dedo, permitiendo mayor movilidad y alcance.

Pronto introdujo un segundo dedo, haciendo que Canadá se separara tratando de introducir aire a sus pulmones, cosa la cual era difícil por el placer que estaba experimentando en aquel momento, gozando de las descargas eléctricas y estremecimientos que le provocaban aquellos movimientos dentro de su cuerpo. Comenzó a mover su cadera, buscando más placer y ronroneando cuando los dedos comenzaron a entrar de manera más fuerte y sin titubeos, calentándole de sobre manera.

—A-ale… te necesito a ti, tómame —dijo Canadá con voz necesitada, mirándole con suplica.

El alemán sacó sus dedos del canadiense y lo tomó por ambos lados de la cadera para hacerlo girar, quedando boca abajo. Canadá estiró uno de sus brazos y tomó una de sus almohadas para colocarla bajo su cuerpo, abrazándola para mayor comodidad.

Alemania hizo que el bicolor encorvara la espalda al tiempo que lo instaba a colocar sus rodillas en el colchón, provocando que se elevara su trasero, tomó y se colocó un preservativo con cuidado para introducir su miembro de manera subsecuente en el ano del pelirrojo, consiguiendo un gemido alto y prolongado, incluso podría decir que un poco agudo, acompañado de jadeos audibles y pesados.

Canadá necesitaba que Alemania se moviera, así que comenzó a balancear su pelvis de atrás hacia delante de manera suave, cosa que hizo reaccionar al alemán y lo tomó por la cadera, controlando él las embestidas, siendo estas fuertes y precisas, deleitándose con el rebote que tenían las nalgas del canadiense al chocar con su pelvis.

Tomo ambos glúteos y los separo, viendo su pene entrar y salir de aquella dulce y cálida cavidad que lo recibía de manera sencilla.

—¡Ngh!, Ale… ¡más rápido! —exclamó el canadiense con voz ahogada mientras giraba su cabeza y miraba al alemán con la cara sonrojada y mordiéndose el labio inferior.

Alemania no pudo negarse ante esa mirada, razón por la cual comenzó a aumentar la velocidad, apretando sus dedos alrededor de la piel rojiza y blanca, cosa la cual volvió loco a Canadá.

El azabache comenzó a restregar y enterrar con mayor profundidad su pene, sus testículos chocaban con los del pelirrojo, los gemidos cada vez eran mayores y Alemania no podía evitar gruñir bajo al sentir como su miembro era apresado por el interior del menor.

Las embestidas comenzaron a ser más toscas de lo que ya eran, generando que pronto terminara golpeando contra el punto G del mayor.

—¡Ah!, ¡justo allí, cariño!, no pares… no pares… ¡carajo no pares! —suplico Canadá, salivando en exceso y jadeando de forma superficial.

—Te vez tan… ¡mgh!, tan lindo así, sonrojado y con esa mirada de placer —dijo el alemán mientras pasaba una de sus manos por la espalda del canadiense de manera provocativa, pasando por sobre la columna con sus finos dedos, para al final terminar en su trasero y propinarle una nalgada con bastante fuerza, la cual hizo que Canadá gimiera más alto y levantara el pecho de la cama, se terminó de enderezar y se recargó contra el pecho del alemán, quien tomó su barbilla, lo hizo girar su cabeza y lo besó con pasión, las lenguas de ambos se encontraban y jugueteaban, provocando que la saliva corriera por las barbillas de ambos.

En la habitación solo se oían sus gemidos y jadeos, así como el choque de sus pieles, el choque y rechinar de la cama, y los sonoros besos que compartían.

Alemania bajó sus besos por el cuello y hombros del más bajo, a la vez que tomaba su miembro con unas de sus manos y comenzaba a bombearlo con fuerza; Canadá a la vez tomó por la cadera al alemán, y su mano libre se dirigía al cabello de este para tomar un puñado con fuerza, buscando algo a lo que aferrarse. Cada vez se sentían más cerca del orgasmo y sus respiraciones se volvían más erráticas, así que Alemania aceleró el ritmo de sus caderas y su mano, consiguiendo que Canadá se corriera entre gemidos ahogados y con lágrimas de placer corriendo por sus mejillas, y, por lo estrecha que se volvió la entrada del primero, se corrió igualmente el alemán, dejando una mordida sangrante en el hombro de Canadá mientras gemía de manera grave.

Ambos se dejaron caer agotados en la cama, recostándose de lado. Alemania salió del cuerpo del canadiense de manera suave y cuidadosa, cosa que este aprovechó para girarse entre los brazos del alemán y lo abrazó con cariño, depositando un suave beso en su pectoral izquierdo.

—Me mordiste fuerte —dijo Canadá con voz cansada y suspirando.

—Lo siento, después te compensaré —dijo Alemania mientras besaba la frente del más bajo y dirigía su mano izquierda a las hebras rojizas para acariciarlas delicadamente, quien se acurrucó más contra el más alto y bostezó, cosa la cual le pareció tierna al azabache.

—Con que te quedes conmigo, me conformo.

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Alemania estaba sentado frente a UE, quien le pidió ir al edificio de reuniones en su territorio; parecía muy nervioso, cosa que era muy rara en la organización, siempre se le podía ver muy serio y tranquilo, incluso podía decirse que frío y un poco aterrador.

—Me alegro vinieras, Alemania, ¿gustas algo de beber? —preguntó la organización de manera educada y formal.

—No hay problema, estoy bien así; ¿qué quera tan urgente para que quisieras que nos reuniéramos aquí? —Alemania fue directo al grano, no quería dejar mucho tiempo solo a Canadá.

—Bueno… Alemania, ¿qué sabes sobre la muerte de tu padre? —preguntó UE de manera seria.

—Ammm… bueno, no mucho a decir verdad, solo sé que URSS lo asesinó. Mi padre me dejó en la cabaña donde me encontraron, dijo que no tardaría, pero no regresó, ¿por qué? —preguntó parpadeando rápidamente de forma sorprendida a la vez que sentía una punzada en el pecho, odiaba recordar cómo fue que se separó de su padre y quedó huérfano.

A veces como deseaba volver al pasado y prenderse de su pierna para que no se fuera; independientemente de lo que hizo y provocó, él amaba a su padre por ser como era con él, por haber sido un buen padre, cariñoso, amoroso y paciente.

Le importaba una mierda lo que el mundo opinaba de su padre, él sabía cosas que los demás no, Third Reich había visto por él, por su futuro y bienestar; no era el monstruo que todos creían, y era por eso que Alemania amaba a su padre.

—Entonces, ¿no lo viste muerto? —preguntó la organización, parecía un poco más nervioso debido al movimiento que hacían sus pulgares en contacto gracias a que sus manos estaban entrelazadas sobre el escritorio.

—No, supe que había sido de su cuerpo porque URSS me llevó a su tumba, pero no fue hasta 1967, cuando hizo público que había pasado con mi padre, ¿qué es lo que ocurre? —preguntó con precaución, sintiendo que algo estaba fuera de su alcance.

—Bueno, no ocurre nada en realidad, solo que hay rumores de personas diciendo que han visto a la representación de la Alemania Nazi, pero son solo eso, rumores, castillos de humo de los humanos —Alemania soltó una risita, pensando que era ridículo aquello.

—Unión, no te ofendas, pero mi padre lleva muerto más de setenta años, es muy ridículo lo que implican esos rumores, además, URSS y mi padre se odiaban, dudo mucho URSS lo haya dejado vivo después de lo ocurrido en ese tiempo entre ambos, y si fuera así, mi padre lo hubiera asesinado para venir a buscarme, ¿no lo crees?

—Si, supongo… digo, siempre has expresado que tu padre era un buen padre en realidad y dudo mucho te hubiera dejado así; bueno, eso era todo, a decir verdad, creía que este tema no podía ser tratado por teléfono, por eso te hice venir, es mejor te enteres de estas cosas, por más ridículas que suenen, por mi parte que por los murmullos de otros, ya sabes cómo pueden ser de pesados algunos países —dijo UE con una sonrisa.

—Ni que lo digas… no te preocupes, entiendo —dijo aun con una ligera risa el alemán, aunque sentía una tristeza sobre su corazón, siempre que hablaba sobre su padre se sentía así—. Bueno, debo irme, que tengas un buen día —dijo mientras se ponía de pie, UE lo imitó y le dio la mano a Alemania como despedida.

Una vez Alemania salió de la oficina, UE borró su sonrisa y tomó su teléfono, marcando una serie de número.

—Hola, ¿qué te dijo? —dijo Interpol al otro lado de la línea con el murmullo de una bolsa de frituras de fondo.

—Que no vio el cuerpo de su padre, incluso de rio de los rumores; Poli, lo conozco a la perfección, no miente.

—Muy bien, tengo vigilada su casa por si acaso, nunca está de más un poco de paranoia, menos si hablamos de alguien como lo fue su padre.

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Alemania abrió la puerta de su casa suspirando, siendo recibido por Canadá, quien llegó corriendo y lo abrazó fuerte.

—¿Me extrañaste? —preguntó correspondiendo al abrazo.

—Si, mucho —dijo el canadiense ocultando su rostro en el pecho del alemán, aspirando su aroma de manera tranquila.

Se quedaron así unos momentos, solo sintiendo el calor del otro.

—Oye Ale, estaba limpiando tu armario bajo la escalera y encontré una caja con cosas viejas en ella, entre ellas un gorro militar viejo —dijo mientras lo miraba, recargando su barbilla en el pecho del más alto.

—¿Qué caja? —preguntó el alemán con curiosidad.

Ambos se separaron y Canadá tomó la mano del alemán para guiarlo a la sala; allí, sobre la mesita de centro, estaba una caja de cartón abierta.

Alemania se acercó y se paralizó, tenía años sin ver esas cosas; lo primero que había en la caja y que tomó fue el quepí militar de su padre, sintiendo nuevamente una punzada en el pecho.

—Canadá, ¿por qué la sacaste? —preguntó el alemán en voz muy baja, mirando al gorro entre sus manos.

—Bueno, es que se veía muy vieja y pensé que podía llegar a ser basura, pero al sentir su peso me dio curiosidad ver que tenía… lo siento, no pensé que te molestarías —dijo con voz temblorosa al ver que el alemán se veía afectado, con su rostro un poco pálido y sus ojos levemente ensombrecidos.

Alemania notó esto, volvió a meter el quepí a la caja y la cerró con calma, para después girarse al canadiense y abrazarlo.

—No me molesta… solo recordé algo, pero no pasa nada, ¿podrías volver a dejarla donde la encontraste? —dijo intentando mantener la calma.

—Claro, ya la dejo —dijo Canadá, tomando la caja y saliendo de la sala.

Alemania se dirigió al baño y se encerró, sacó el frasco de sus píldoras del bolsillo interno de su chaqueta y sacó varías sin importarle la cantidad, viendo como sus manos temblaban; directamente metió las pastillas en su boca, las masticó un poco con sus afilados dientes y bebió agua del grifo para tragar las pastillas.

Colocó sus manos alrededor del lavamanos y se sostuvo de este, mirando hacia el mueble y tratando de controlar su respiración mientras cerraba sus ojos con fuerza, esperando el efecto de sus medicamentos.

Una vez estuvo más tranquilo salió del baño, encontrando a Canadá saliendo del pequeño armario y sonriendo con calma, yendo a abrazarlo y recibiendo un beso bastante cariñoso.

Alemania trató de ocultar que los recuerdos aun dolían, y esperaba pronto las píldoras terminaran de hacer efecto, no quería volver a sentir ese dolor que generaba el recuerdo de su padre.

No quería sentir aquel vacío en su corazón que lo aquejaba debido a su orfandad.

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Rumania miraba muy enojada al esposo de su mejor amigo sentado en el sofá de tres plazas, el silencio en la sala de la casa de la chica era muy tenso.

—¿Eres imbécil acaso? —preguntó enojada, el corpulento hombre la miró ahora con enojo.

—Te respondería algo más inteligente, pero no lo entenderías —de fondo se escuchó un "uuuh" por parte de los otros dos presentes en la sala, quienes miraban un poco divertidos la situación.

—Rumania, vampirul meu, no te enfades… lo hizo por mí y…

—Eso no es excusa, ¡ya hay rumores de que los vieron!, esto no solo los afecta a ustedes dos, ¡también a los otros dos a mi espalda y a mí! —dijo interrumpiendo a su amigo de manera histérica.

—Ni que fueras tan importante —dijo el más alto, logrando que Rumania se acercara más a él y lo abofeteara con furia.

—Imbécil, ¡YO AÚN SOY UN PAÍS!, ¡ME TRATARAN COMO TRAIDORA DE LA HUMANIDAD!

—En eso Rumania tiene razón, sarà una calamità (será una calamidad) —dijo uno de los amigos que estaba tras la chica.

El más alto se puso de pie y empujó a Rumania de manera agresiva con su gran mano derecha.

—Número uno, no vuelvas a golpearme, y número dos, me importa una mierda lo que te pasé, yo jamás te pedí tu ayuda.

—¡No lo hago por ti, lo hago por él! —dijo mientras apuntaba a la pareja del más alto—¡¿Y acaso ya se te olvidó como viniste a mí a pedirme que te diera otra oportunidad de vivir, basura malagradecida?!, ¡estas aquí gracias a mí!

—Muy bien, ambos deben calmarse —el europeo menor se acercó con cautela a los dos que peleaban, sintiendo como exudaban agresividad.

—Cariño, no te metas, este país OLVIDADO debe entender que ella sola se metió en esto y que lo que pase es SU CULPA.

Aquello terminó por romper la poca paz mental que le quedaba a la rumana, quien con un tic en el ojo izquierdo terminó lanzándose contra el hombre alto y golpeándolo con furia, y dicho hombre no dudo en responder; no era la primera vez que peleaban a golpes, pero aun así asusto a los otros tres presentes, quienes rápidamente se acercaron para intentar separarlos.

—¡Tu accediste a ocultarlos!

—¡Fue tu idea, loca de mierda!

—¡Tú lo ocultaste primero, incluso de mí!

La pelea pronto se vio interrumpida por el sonido de un disparo que rompió la ventana, el cual termino dando en el europeo tricolor.

—¡AH!, ¡PRENDI LA MERDA! (¡ME LLEVA LA MIERDA!) —gritó el afectado, sosteniendo rápidamente su brazo herido.

—¡INTERPOL! —gritó alguien desde la puerta mientras la tiraban de manera rápida.

Rumania se levantó rápido y empujó a todos a la planta alta al tiempo que de su cuerpo salía una bruma azul oscuro, impidiendo el paso y visibilidad de los agentes; dirigió a sus amigos a su habitación y la cerró con llave, obteniendo ayuda del más corpulento, quien colocó una pesada cajonera contra esta de manera desesperada.

Rumania corrió a su closet y sacó una caja de zapatos, de la cual sacó una hoja con un sello azteca.

—Es el único que tengo, no pregunten como lo conseguí, ¡váyanse! —dijo de manera desesperada mientras colocaba la hoja contra la pared y en esta se abría un vórtice con tonos dorados.

—No, vienes con nosotros —dijo el bajo de piel rojiza, mientras rápidamente el asiático y el europeo tricolor entraban al portal.

—No puedo… alguien tiene que quedarse, cielo.

—¡No te voy a dejar! —Rumania miró tras su amigo, le hizo una seña al más alto con los ojos, y este tomó en brazos a su esposo y entró por el portal.

—¡NO, RUMANIA! —la mujer dejó de sostener la hoja contra la pared, haciendo que se cerrara el portal y la hoja se consumiera en una pequeña llama.

Por su ventana entró alguien, rompiendo el cristal y tirando las cortinas, rápidamente el intruso localizó y sometió a la mujer, quien gritaba de dolor por los rayos de sol que la tocaban y lastimaban.

—Rumania, estas bajo arresto por crímenes contra la paz mundial, ocultar a tres criminales de guerra y por poner resistencia al arresto —dijo Interpol mientras sacaba unas esposas especiales que solo se utilizaban con representantes.

—¡Imbécil, no es resistencia, me estoy quemando! —dijo mientras gritaba de dolor y lágrimas salían de sus ojos.

Interpol pronto se dio cuenta de su error, esposó a Rumania y la cubrió con una sábana que tomó de la cama, mientras la arrastraba a un costado de la cama para evitar la siguieran alcanzando los rayos del sol.

—Bueno, aun así, estas bajo arresto y con mucha mierda encima.