Na: Algunos tienen dudas con respecto a los hermanos de Yamato, es por eso que, al final del capítulo luego de responder los comentarios aclararé ese punto.


Los gritos en el harem eran máximos, todos rogaban por la salvación de los hijos del sultán que se encontraban en medio de las llamas.

Mimi y Sora estaban convertidas en unas verdaderas fieras, su lado de madre leona estaba en su máximo esplendor, tanto así que los agas luchaban con todas sus fuerzas por mantenerlas quietas.

—¡Por favor, mis nietos! — Gritó Natsuko totalmente aterrada.

—¡Thomas!

—¡Kiriha!

Personas y personas corrían en el lugar, intentando socorrer a las personas del harem, otros trayendo agua intentando apagar el incendio.

De repente, de entre las llamas y el humo apareció Megumi con los dos príncipes en brazos.

—¡Mis nietos! — Exclamó la madre sultana.

Mimi sintió que el alma regresó a su cuerpo cuando vio a su pequeño en los brazos de esa esclava. Lo mismo ocurrió con Sora al ver a su hijo.

Ambas corrieron rápidamente hacia ellos.

Gennai Aga, Suzie Kalfa y Juri Kalfa se acercaron rápidamente a Megumi, el aga sostuvo a la esclava y las kalfas tomaron a los bebés para entregárselos a sus respectivas madres.

—Thomas...— Mimi tomó al bebé entre sus brazos—¡Mi pequeño!— Lo abrazó.

—Kiriha.— Sora tomó entre sus brazos al hijo mayor de Yamato— ¡Mi hijo! ¡Qué bueno que estás bien!

—Madre...—Kiriha abrazó a su antecesora— Tuve mucho miedo.

—Tranquilo hijo, ahora estás todo bien, yo estoy aquí.— Sora besó su frente y lo estrechó entre sus brazos.

—Pero ¡cómo rayos ocurrió esto!— Gritó Natsuko.

—No lo sabemos sultana.—Respondió Juri.

Justo en ese momento, Yamato apareció en el lugar.

—¡Atención, el sultán está aquí!

Rápidamente todos los presentes inclinaron sus cabezas en señal de respeto.

Yamato, ignoró a todos y caminó hacia sus mujeres.

—Pero ¿Qué rayos ocurrió?

—Mi sultán, lo lamento, pero hubo un incendio y sus hijos, casi mueren. —Respondió Gennai.

Yamato pasó su mirada por los pequeños.

—Mis hijos. — Suavemente depositó sus manos en sus cabezas y frunció el ceño— ¡Cómo ocurrió esto! Acaso ¿mis hijos no están custodiados todo el día y bien cuidados?

—Lo siento mi sultán, fue un descuido. — Respondió Megumi.

Yamato frunció el ceño molesto.

—A puesto que la culpa es de su hijo.— Musitó Mimi llamando la atención de todos.

¿Qué?

Mimi señaló a la madre de Kiriha— Es culpa del hijo de Sora. — Declaró— Él deja caer cera en la alfombra.

Todas las miradas se dirigieron a la castaña ante esta acusación.

—¡Pero que tontería dices!—Exclamó Sora—¿Cómo se te ocurre culpar a mi hijo?

—De ti puedo esperar cualquier cosa. Incluso que le digas a tu hijo que haga algo en contra al mío.— Respondió Mimi—Después de todo, me envenenaste para perder a mi hijo cuando estaba embarazada.

Todos intercambiaron miradas ante esto.

—¡No hice eso!

—¡Claro que sí!— Respondió Mimi—Y no me sorprendería que le dijeras a tu hijo que hiciera esto para deshacerse de su hermano.

Sora frunció el ceño ante esto, ella sí, hizo eso, pero jamás le diría a su hijo que hiciera algo así ¡Era un niño! Además, él también corrió peligro frente a este incendio.

—¡Admítelo!— Gritó Mimi—Kiriha, dilo...

El pequeño bajó la mirada angustiado ante la acusación de Mimi.

Ante esto, Yamato decidió intervenir.

—¡Mimi, deja de hacer acusaciones sin sentido!— Depositó una mano en su hombro.

—Pe-pero...

—¡Nada de peros!— Yamato alzó la voz— No puedes acusar a Kiriha, es mi hijo y un príncipe.— Le hio recordar— Además, es un niño. No tiene sentido tu acusación.

Mimi observó al sultán sorprendida— Sultán, sé que es un niño, pero él el otro día quiso jugar con una vela...

—Pero yo lo corregí.— Sora interrumpió— Acaso ¿no lo recuerdas?— Preguntó— Mi hijo es obediente, jamás haría algo que yo le prohibí.

—¡Ya te gustaría!— Exclamó la castaña.

—¡Suficiente Mimi!— Yamato alzó la voz en señal de regaño— Deja tus acusaciones y vete a tus aposentos.

¿Qué?

Mimi lo observó incrédula.

—Su majestad...

—¡Vete!— Yamato alzó la voz, evidentemente estaba perdiendo la paciencia— Es una orden.— Setenció.

El silencio se hizo presente en el lugar, Mimi observaba incrédula al sultán, jamás la trató así en público, acaso ¿estaba prefiriendo a su hijo Kiriha y Sora antes que ellos?

El llanto de su hijo provocó que los pensamientos de Mimi fueran interrumpidos.

Ante esto, Natsuko se acercó a ella y acarició a su nieto.

—Mimi, lo mejor será que te vayas, Thomas necesita descansar. —Ordenó.

Mimi hizo una mueca y observó a su alrededor, todos le brindaban miradas de culpabilidad, como si hubiese dicho algo incorrecto.

Lo mejor sería irse

—Mi sultana, vamos. — Yoshino se acercó a ella.

Mimi apretó los dientes y resignada hizo una reverencia para luego salir del lugar con su pequeño en brazos.

—Padre, por favor, no creas eso...—Kiriha le habló a Yamato—Yo jamás haría algo como eso.— Declaró—Yo siempre protegeré a mi hermano.

—Lo sé, Kiriha, lo sé.— Yamato abrazó a su pequeño hijo intentando consolarlo.


—¡Vaya susto!—Exclamó Hikari mientras ingresaba a su habitación.

—Sí.—Respondió su sirvienta— Es bueno que los pequeños príncipes estén bien.

La castaña asintió.

Ambas ingresaron a sus aposentos y grande fue la sorpresa de las dos al ver que había un gran ramo de rosas rojas encima de una mesa.

—¡Wow! Que lindo ramo.—Hikari se acercó a la mesa—¿Tú lo trajiste?

—No.— Respondió la sirvienta— No lo traje yo.

Hikari alzó una ceja y observó el ramo. Traía una carta, fue así como la tomó y la leyó.

En su rostro se formó una sonrisa al ver de quien era ese ramo.

"Takeru"

—Que lindas flores.— Hikari tomó el ramo en sus manos— Es, hermoso y...

—¿Quién envió ese ramo de flores?

Una voz se escuchó en el lugar y frente a ellas apareció el hermano de Hikari.

—Taichi...—Hikari se sorprendió al ver a su hermano.

El castaño se detuvo frente a su hermana y se cruzó de brazos.

—¿Quién te envió este ramo de flores?—Preguntó Taichi.

—¿E?— Balbuceo Hikari mientras arrugaba disimuladamente la carta en su mano— D-de nadie.

El mayor observó a su hermana seriamente— De alguien debe ser.

Taichi se acercó y agarró el ramo— Dime ¿quién fue?

—Ya te dije hermano, no sé quien lo envió.— Contestó la menor.

—Espero que no haya sido el príncipe Takeru.

—¿Q-qué?— Preguntó Hikari— ¿Takeru?

Taichi asintió.

—No, claro que no.— Respondió la castaña—Él es mi amigo, pero jamás haría algo como esto.

—Eso espero.— Contestó el mayor—Porque tú bien sabes que no tienes permitido tener ningún tipo de amorío con él...—Comentó— Incluso, ni amigos deberían ser.

Hikari bajo la mirada—No hay nada malo en ser amigos.

—¿No?—Preguntó Taichi— ¡Claro que sí! Tú bien sabes cual es mi opinión con respecto a que te relaciones mucho con él.

—S-sí, pero una amistad, no hace mal a las personas.— Comentó Hikari— Es solo una amistad. Cualquier persona normal...

—¡Takeru no es alguien normal!— Taichi la interrumpió— Es un príncipe que se salvó del fatricidio, nada más, no puedes actuar como si nada.— Sentenció.

Hikari apretó su puño.

—Además, nunca se ha visto que una mujer libre, tenga una amistad con un príncipe otomano.— Recordó Taichi— Tú eres la excepción, pero por lo general la hija de los grandes visires no pueden si quiera ver el rostro del príncipe.

El hecho de ser hija de una princesa Crimeana le dio ciertos privilegios, pero eso no significaba que debía romper las reglas, debía mantenerse al margen.

—No debes desafiar las reglas.

—Lo siento, hermano.—Comentó Hikari— Pero yo jamás he querido desafiar las reglas.

—¡No debes!— Exclamó Taichi— Es tu obligación mantenerte lejos del príncipe.—Declaró— De no hacerlo...— Al decir esto se calló.

Hikari alzó la mirada—¿De no hacerlo?— Repitió—¿De no hacerlo? ¿Qué ocurrirá?

—Tendré que tomar medidas.

—¿Medidas?

Taichi asintió— Si el príncipe sigue insistiendo en estar cerca de ti me veré obligado a buscar una forma de sacarte de este palacio.

—¿Qué?— Preguntó Hikari— ¿Sacarme de este palacio?

Taichi nuevamente asintió— Tú estás aquí porque le rogué al sultán que te quedaras conmigo luego de la muerte de nuestros padres yo no quería dejarte sola. Él accedió, aun sabiendo que mujeres otomanas no pueden vivir aquí.— Declaró— Sin embargo, yo podría regresarte a Amasia.— Comentó— O, incluso, podría verte un matrimonio para que no tengas que vivir aquí.

—¿Qué?— Cuestionó— ¿Matrimonio? ¿Quieres casarme?

—No quiero todavía.—Admitió el mayor—Pero si no me obedeces, tendré que optar por esa opción para que, no vivas en palacio y yo esté tranquilo.

¡No, por favor, no!

Hikari sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de su hermano. La idea de ser separada de él o, peor aún, ser obligada a casarse para satisfacer sus deseos le resultaba abrumadora. Sin embargo, sabía que Taichi estaba hablando en serio y que, de no encontrar una solución a la situación con el príncipe, estas opciones podrían convertirse en realidad.

—Taichi, por favor, no puedes hacer esto.—rogó, con los ojos llenos de lágrimas— No puedo creer que estés considerando sacrificarme de esta manera. No puedo dejar que me obligues a casarme con alguien a quien no amo solo para librarme de este palacio.

Taichi sintió el peso de las palabras de su hermana y la angustia en su voz. Sabía que estaba poniendo una carga sobre ella, pero también sentía la responsabilidad de protegerla y mantenerla a salvo.

—Lo siento, Hikari, pero no puedo permitir que te hagan daño. Si el príncipe continúa acercándose, no tendré otra opción.—explicó con pesar. Suavemente depositó su mano en su hombro—Hermana, no te coloques triste, por favor. No digo que te vaya a casar, sin embargo, necesito que pienses bien las cosas ¿sí? Todo esto que digo es por tu bien. No quiero que algo malo te suceda o que te hagan sufrir. Al contrario, yo quiero que tengas una buena vida, no triste.

—Sí, lo sé.

Sabía que su hermano hacia lo mejor por ella, sin embargo, era difícil pensar que su vida tendría que ser independiente de la vida de Takeru.

—Por favor, ten cuidado, y obedéceme.

Hikari asintió, sabiendo que su hermano estaba haciendo lo que creía mejor para ella. Aunque temía lo que el futuro pudiera deparar, encontró consuelo en saber que Taichi estaba a su lado, dispuesto a luchar por su bienestar.

Aunque, era difícil alejarse de Tk, porque estaban cada vez más cerca.


~A la mañana siguiente~


En la majestuosa sala del palacio imperial, el sultán Yamato se sentaba en su trono, rodeado de sus consejeros más cercanos. Taichi Pashá, su leal guardaespaldas, permanecía de pie junto a él, vigilante como siempre. Daigo Pashá, el gobernador de Amasia, Masami Izumi Pashá, el gran visir, y Masaru Daimon Pashá, el tesorero, se sentaron en círculo frente al trono, listos para discutir los asuntos del imperio.

Yamato frunció el ceño, preocupado por la situación que estaba afectando a su reino—Los informes de los aldeanos son cada vez más inquietantes.—comenzó, dirigiéndose a sus consejeros— Parece que la gente está desconforme con mi gobierno. Esto no puede continuar así.

Taichi Pashá asintió solemnemente—Los rumores de descontento se están extendiendo por todo el reino. Necesitamos abordar esta situación antes de que se vuelva incontrolable.

—¿Se logró averiguar quién fue el responsable de la mala distribución de dinero?— Preguntó Yamato.

Daigo Pashá asintió— No fue un problema del tesorero, ni del gran visir, fue netamente de las personas encargadas de la repartición de dinero, ellas le dijeron al pueblo que el dinero fue distribuido entre los pashás de alto rango, pero fue mentira. El sirviente encargado de repartir el dinero lo robó para él, haciendo creer que sería para los pashás.

—¿Qué sirviente fue?— Preguntó Yamato.

—No es necesario nombrarlo.— Respondió Daigo—Lamentablemente, él huyó del imperio.

—¿Qué?— Cuestionó el rubio— Debe ser una broma.

—Tristemente no lo es.

¡Rayos!

—Al menos ¿recuperaste el dinero?

Daigo negó— No se pudo recuperar.

—¡Genial!— Exclamó Yamato con ironía— ¡Esto no puede volver a ocurrir!— Musitó— El pueblo es parte de nuestra prioridad.

Masami Izumi Pashá, con su mirada perspicaz, agregó: —La estabilidad del imperio depende de la satisfacción de nuestro pueblo. Debemos tomar medidas para restaurar su confianza en tu liderazgo, mi sultán.

Masaru Daimon Pashá, con un gesto reflexivo, añadió: —La economía también está bien, pero necesitamos saber administrarla de la mejor manera entre el pueblo. Si no actuamos rápidamente, podríamos enfrentar problemas financieros serios.

Taichi Pashá, tomando la palabra, propuso una solución—Mi sultán, humildemente sugiero que emprendamos una gira por el imperio. Visitar las diferentes regiones nos permitirá estar en contacto directo con nuestro pueblo, escuchar sus preocupaciones y demostrarles que nos preocupamos por su bienestar.

Yamato reflexionó sobre la propuesta de Taichi. Después de un momento de consideración, asintió con determinación— ¿Gira?

Taichi asintió— Cuando su padre estaba a cargo y mi padre era gran visir, recuerdo que realizaron una gira para conocer mejor el imperio, esto mejoró. Si lee los informes verificará que tengo razón.

—Taichi Pashá tiene razón.—Comentó el gran visir Masami Izumi Pashá— Cuando fui nombrado gran visir, esa información me fue entregada y es verdad, todo mejoró desde que el sultán Hiroaki recorrió el imperio. Ya que le permitió saber mejor cómo funcionaba.

Yamato llevó una mano su mentón—Es una idea sabia, Taichi.

Daigo hizo una mueca ante esto. No le gustaba la idea de que, Taichi siempre fuera el de las buenas ideas. Sin embargo, la ausencia del sultán podría ayudarle tanto a Alice como a él.

—Emprenderemos esta gira y demostraremos a nuestro pueblo que estamos comprometidos con su prosperidad y felicidad.

Con un plan trazado y una nueva determinación en sus corazones, el sultán y sus consejeros se pusieron en marcha para enfrentar los desafíos que amenazaban la estabilidad de su imperio.


—¿Casarte?— Preguntó Takeru— ¿Tu hermano quiere casarte?

Hikari hizo una mueca y negó.

—No, pero me dijo que, si algo ocurre entre tú y yo, él tomará esa decisión para sacarme de este palacio.—Comentó.

—Pero ¡él no puede hacer eso!

—Lamentablemente puede.—Respondió Hikari— Tengo la edad suficiente, según él, para casarme.

Sí, eso era verdad. Hikari tenía 16 años, por lo general, las mujeres se casaban a esa edad.

Takeru tomó las manos de la castaña— No puedes dejar que él haga eso Hikari.—Musitó— Yo te amo y no soportaría verte con otro.

—Y yo tampoco aceptaría estar con otro.— Declaró la castaña— Pero, mi hermano sospecha de nosotros.—Comentó— Aunque hemos intentado ser discretos, él aún sospecha.

Takeru apretó suavemente las manos de Hikari, buscando consolarla en medio de la angustia. —No permitiré que nada nos separe, Hikari. Prometo que lucharé por nosotros, sin importar los obstáculos que enfrentemos —aseguró con determinación en su voz.

Hikari miró profundamente a los ojos de Takeru, encontrando consuelo en su amoroso gesto. —Gracias, Takeru. Saber que tienes mi espalda me da fuerzas para enfrentar esta situación —dijo con gratitud sincera.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, perdidos en sus pensamientos, hasta que Takeru rompió el silencio con una idea. —Quizás deberíamos considerar hablar con tu hermano. Explicarle nuestros sentimientos y asegurarle que nuestro amor es genuino —sugirió con cautela.

Hikari frunció el ceño, dubitativa. —¡No, Takeru, ni lo intentes!—expresó con preocupación— Estoy segura de que eso empeoraría las cosas. Y no quiero que eso ocurra.

—Entonces ¿qué haremos?

—No lo sé.— Musitó la castaña bajando la cabeza.

—No lo sé —musitó la castaña bajando la cabeza.

Takeru suspiró, sintiendo la frustración y la impotencia crecer en su pecho. Sabía que no podía dejar las cosas como estaban, pero también entendía la preocupación de Hikari. Se acercó a ella y la abrazó con ternura, tratando de transmitirle su apoyo y su amor.

—Estaremos bien, Hikari. Encontraremos una solución juntos —dijo en un tono tranquilizador, aunque por dentro también estaba lleno de incertidumbre.

Hikari se aferró al abrazo de Takeru, buscando consuelo en su presencia. Aunque las cosas parecieran complicadas en ese momento, sabía que tenían el amor y la determinación necesarios para superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino. Juntos, encontrarían una manera de enfrentar los desafíos que tenían por delante y proteger su amor a toda costa.


—Que extraño...—Musitó Mimi— Yamato no vino esta mañana a verme.

—Sé que no te gustará escuchar esto, pero creo que es lógico.— Comentó Airu mientras mecía al pequeño bebé—Luego de lo ocurrido ayer, debe estar enojado. Acusaste a su hijo de provocar el incendio.

Mimi hizo una mueca.

—Simplemente dije la verdad...—Comentó— Tú y yo fuimos testigos como Kiriha, el otro día, quería jugar con la vela.

—Sí, pero eso no significa que nuevamente lo iba a ser.—Respondió la rubia— La sultana le dejó bien claro que no debía hacer esto, y dudo que Kiriha haya desobedecido.

—¡Como sea!— Exclamó Mimi— El sultán no debería estar enojado.

Después de todo, ella simplemente fue una madre que actúo en defensa de su pequeño.

¡Toc, toc!

La puerta sonó.

—Adelante.—Musitó Mimi.

Fue así como la puerta se abrió y en el lugar apareció Juri Kalfa, quien hizo una reverencia.

—Buenas tardes sultana.

—Buenas tardes.— Respondió Mimi— ¿Qué haces aquí, Juri Kalfa?

—Vine a por Thomas.—Contestó la kalfa—El sultán mandó a buscar a su hijo Thomas, quiere verlo.

Mimi asintió—Claro.— Se colocó en pie— Iremos altiro.

—¿E?— Balbuceo la kalfa— Disculpe, sultana, pero solo pidió verlo a él.

¿Qué?

—¿Sólo a él?— Preguntó Mimi—¿Y a mí?

La kalfa bajó la mirada, evitando encontrarse con los ojos de la sultana. Sabía que esta situación podía ser delicada, especialmente considerando la relación complicada entre el sultán y su hijo.

—Lo siento, sultana, pero su majestad solo quiere ver a su hijo. No usted.

—¡Eso no puede ser!— Exclamó Mimi antes de tomar a su hijo en sus brazos— ¡No intentes alejarme del sultán!

—¿Qué?— Preguntó Juri— Yo no intento eso. Simplemente sigo órdenes.

Mimi rodó los ojos— Sí ¿cómo no?

Estaba claro que todo ese harem le era más leal a Sora que a ella.

Fue así como caminó hacia la puerta con su bebé en brazos y se dirigió rápidamente hacia los aposentos del sultán, donde se encontraba el guarda espalda real.

—Buenos días Taichi Pashá.

—Sultana.— El castaño hizo una reverencia— Buenos días.—Contestó— ¿Qué hace aquí?

—Quiero ver al sultán.—Respondió Mimi.

—¿Ver al sultán?

La oji-miel asintió— Me dijeron que él quiere ver a mi hijo y aquí lo traigo.

Taichi hizo una mueca ante esto—Lo siento, señorita Mimi.— Informó— Pero, el sultán solo quiere ver a su hijo. No a usted.

—¿Por qué?— Preguntó la castaña— Acaso ¿está enojado por lo que ocurrió ayer?

Taichi hizo una mueca— Lamentablemente sí.— Respondió.

—Pe-pero...

—¡Sultana Mimi!— La voz de Juri se hizo presente y ella apareció en el lugar— ¡Por favor! Deje de actuar impulsivamente y permítame seguir mis órdenes. El sultán quiere ver a su hijo, no a usted.

—¡No dejaré que lleves a mi hijo!— Exclamó Mimi—No antes que el sultán hable conmigo.

—¡Mimi! ¿Qué estás haciendo aquí? —la voz resonó con autoridad en la habitación, perteneciendo a Natsuko, la madre sultana, quien entró con paso firme y mirada severa.

Mimi retrocedió un paso, sintiendo el peso de la regañina que se aproximaba. Taichi y Juri se mantuvieron en silencio, observando la escena con cierta incomodidad.

—¿Por qué tanto escándalo?— Preguntó Natsuko.

—Mi sultana, disculpe.

—¿Qué está sucediendo?— Volvió a preguntar la Valide y dirigió su mirada hacia Mimi.

—Vine a traer al príncipe Thomas a ver a su padre, el sultán, quien solicitó su presencia. Pero la sultana Mimi, no quiere entregarmelo, insiste en ser ella quien lo lleve.— Respondió Juri.

Natsuko dirigió su mirada hacia la oji-miel— Mimi ¿Por qué no entregas a tu hijo?

—Madre sultana, el sultán quiere ver a mi hijo y no a mi... —Mimi comenzó a balbucear, pero fue interrumpida por Natsuko levantando una mano para detenerla.

—¿Y?

—Es grave, porque...—Mimi intentó hablar pero Natsuko la interrumpió.

—No quiero excusas, Mimi. Debes entender tu lugar y tus responsabilidades como sultana. No puedes interponerte en las decisiones del sultán, especialmente cuando se trata del bienestar de tu propio hijo. —La mirada de Natsuko era implacable, con un brillo de decepción en sus ojos.

Mimi bajó la cabeza, sintiéndose avergonzada por su comportamiento impulsivo. Sabía que su madre tenía razón, pero su preocupación por su hijo había nublado su juicio en ese momento.

—Lo siento...—Murmuró Mimi.

—Dame a tu hijo ¡y vete!— Natsuko extendió sus brazos.

Mimi hizo una mueca y le entregó al pequeño. Luego hizo una reverencia y se fue del lugar.


Fue así como acontecieron un par de días y el sultán no apareció en los aposentos de Mimi.

Sí, no apareció.

Al contrario, esas dos noches fue a visitar a Sora y su hijo primogénito, Kiriha. Sora se sentía victoriosa ante esto, ya que Yamato se preocupaba solo por ellos.

Cuando Yamato quería ver a Thomas, le ordenaba a la madre sultana que trajera a su hijo, Thomas, frente a él, pero no iba a los aposentos de Mimi.

Lamentablemente

—No puedo creer que el sultán lleve dos días sin venir a mis aposentos. — Declaró Mimi.

—¿Qué más esperaba sultana? — Preguntó Yoshino— Acusó a su hijo de comenzar el incendio.

Mimi hizo una mueca— Estaba enojada.

—Sé que estaba alterada, pero acusar a un príncipe, sin pruebas es una falta grave en este harem. —Comentó la pelirosa— Sobre todo si es un niño.

Mimi se mordió el labio inferior— Lo sé. —Comentó— Sé que no fue correcto. Y créeme, me arrepiento de acusar a Kiriha, después de todo, no lo merecía. Pero fue un conjunto de cosas, no soporté la idea de perder a Thomas.

—Lo entiendo, sultana, y estoy segura de que el sultán también entiende eso. —Declaró Yoshino— Pero debe entenderlo. Kiriha es su hijo.

Sí, lo sabía.

—Necesito arreglar las cosas, no soporto que esté enojado conmigo. — Mimi salió del lugar y tuvo intenciones de caminar en dirección hacia los aposentos del sultán. Estaba en eso, cuando frente a ella fue intersecada por un grupo de mujeres y Juri, quienes arreglaban una habitación.

—¡Vamos, señoritas!—Ordenó la kalfa— Apresúrense en ordenar. La señorita Reika está a minutos de llegar.

Justo en ese minuto frente a ella apareció Gennai Aga quien iba acompañado de una mujer.

—Señorita Reika, espero que les gusten los aposentos que la sultana madre mandó a preparar para usted.

Mimi reconoció al instante la habitación que estaban preparando, era la habitación de las favoritas.

—Yoshino...—Le habló a su kalfa de confianza— ¿Qué está ocurriendo aquí?

Yoshino hizo una mueca— No creo que te interese saber.

Mimi ignoró el comentario de Yoshino y observó a la mujer.

—Yoshino, dime ¿quién es ella?

La kalfa mantuvo silencio.

—¡Te lo ordeno, Yoshino! — Mimi alzó la voz— Dime ¿quién es ella?

Yoshino pasó su mirada por la mujer y luego por Mimi, verdaderamente no quería decirle, pero, Mimi insistía en saber.

Lo mejor sería decirle, después de todo, pronto lo sabría.

—Ella es Reika Hatun. — Respondió Yoshino— Es una esclava que Gennai Aga está preparando para el sultán Yamato esta noche.

—¿Qué? — Preguntó Mimi sorprendida— ¿Para el sultán?

La pelirrosa asintió— Por lo que tengo entendido, esa concubina se la regaló Masami Izumi Pashá, el gran visir, el día del incendio.

—¿Qué? — Preguntó Mimi— ¿El gran visir puede hacer eso?

Yoshino asintió— De vez en cuando, pocas veces, pero sí. — Respondió—Esta concubina fue dada a Yamato hace dos días.

—¿Cómo no lo supe?

—Porque, llegó el día del incendio, nadie supo de su llegada solo la sultana madre. No fue hasta ayer que Gennai Aga ordenó que la enviasen al cuarto de las favoritas, sin embargo, usted aún estaba muy alterada por el tema del incendio, la sultana madre prohibió que usted y la sultana Sora fueran informadas de la llegada de esta mujer.

—¿Por qué?

—Porque temía que pudiera encontrarse con algún conflicto. — Comentó Yoshino—Verá, el día, mejor dicho, la noche del incendio, el sultán Yamato estaba en sus aposentos, siendo acompañado por ella.

¿Qué?

—Debe ser una broma.

Yoshino hizo una mueca y negó— Lamentablemente no lo es.

—Pe-pero Yamato no puede estar con ella, sabiendo que yo, estoy a su disposición.

—El sultán ha negado pasar noches con otras concubinas, salvo por la sultana Sora, el sultán se ha mantenido al margen de estar con mujeres. — Comentó Yoshino— Pero, eso no va a ser para siempre, después de todo, él es un sultán, debe cumplir con sus labores de tener más herederos.

Sí, lo sabía, pero ella quería ser la madre de sus hijos.

—Además, fue un presente del gran visir, debe aceptarla. —Habló Yoshino— Es por eso que, hoy en la noche, Yamato pasará la noche con ella.

—No, eso no puede ser, Yamato no puede estar con ella…—Mimi frunció el ceño.

—Mimi, entiendo que esté molesta, pero debemos recordar las reglas del palacio.— comenzó Yoshino, con una expresión comprensiva en su rostro— El gran visir trajo a esa concubina como un gesto de cortesía hacia el sultán. No podemos interferir en los asuntos del sultán y sus deberes como gobernante.

Mimi se giró hacia Yoshino, con los ojos centelleantes de furia contenida—¡Pero no puedo soportar la idea de que Yamato esté con otra mujer en este mismo lugar donde compartimos momentos juntos!— exclamó con frustración.

Yoshino se acercó con delicadeza y colocó una mano reconfortante sobre el hombro de Mimi—Lo entiendo, Mimi-sama, pero debemos aceptar que estas son las reglas del palacio. El sultán tiene sus deberes y responsabilidades, y nosotros debemos respetarlos. — dijo con calma.

—¡Olvídalo! — Exclamó Mimi, suavemente tomó a su pequeño entre los brazos y salió en dirección hacia la salida junto a su pequeño hijo en brazos.

—¿A dónde vas?

—A hablar con su majestad.


Mimi se detuvo frente a las imponentes puertas que conducían a la sala del trono, su corazón latía con fuerza en su pecho. Sabía que debía enfrentar al sultán y resolver las tensiones que se habían acumulado entre ellos. Con determinación, buscó a Taichi entre los guardias que custodiaban la entrada.

—Taichi Pashá.

—Buenos días sultana.—Taichi hizo una reverencia.

—Buenos días.— Respondió Mimi— Dime ¿la reunión con el consejo terminó?

Taichi asintió— Sí, acabó de terminar.

—¿El sultán está ocupado?

Taichi negó.

—Que bien.—Musitó Mimi— Necesito hablar con el sultán.

El guardia la miró con seriedad, su ceño fruncido en preocupación—Lo siento, Mimi, pero no creo que el sultán quiera hablar contigo.

—¿Sigue molesto?

Taichi asintió.

Mimi contuvo un suspiro, sintiendo un nudo en la garganta. Sabía que su relación con el sultán había sufrido debido a sus recientes acciones impulsivas, pero no podía permitirse evitar enfrentar la situación.

—Por favor, Taichi.—insistió, con voz suplicante—. Debo hablar con él. Necesito arreglar las cosas.

Taichi vaciló por un momento, su mirada llena de preocupación. Sabía lo mucho que Mimi anhelaba reconciliarse con el sultán, pero también era consciente de la persistente ira de este último.

—Lo siento, sultana Mimi.—dijo finalmente, con pesar en su voz— El sultán aún está muy molesto con usted. No sé si es el momento adecuado.

Mimi apretó los puños con frustración, sintiendo las lágrimas amenazando con brotar en sus ojos. No podía permitirse rendirse, no cuando su relación con el sultán pendía de un hilo.

—Por favor, Taichi.—rogó, con voz temblorosa—Necesito hablar con él. No quiero que esté enojado.

—Acusó a su hijo, es común que se enoje.— Comentó Taichi.

—Sé que no fue lo mejor.—Mimi bajó la mirada— Pero estaba muy alterada. Me dio mucho miedo perder a mi hijo. Simplemente actúe por miedo. No pensé que el sultán se enojaría.

—Sultana, entiendo su reacción.—Declaró el pashá mientras observaba a la mujer con compasión— En su lugar, también hubiera desconfiado de Sora y su hijo.—Admitió.

Esto sorprendió a Mimi.

—Pero, Kiriha es un príncipe, hijo de nuestro sultán. Siempre será protegido por él.

—Es por eso que estoy aquí. Vengo a enmendar mis errores.

—Puedo pedirle que hable contigo, pero él es quien decide.

—Sí, él decide.— Declaró Mimi— Pero, el sultán confía mucho en ti.—Recordó— Él te escucha, estoy segura de que, sí le pides que me escuché. Él te obedecerá.

Taichi alzó una ceja— ¿Usted lo cree?

Mimi asintió— Estoy segura.

Taichi la miró con cierta lastima. Mimi evidentemente estaba desesperada por no perder el favor del sultán, lo cual era algo válido, ya que de eso podría depender la seguridad de su hijo y su influencia en el harem.

Reconociendo la sinceridad en sus palabras. Asintió lentamente, resignado a cumplir con su pedido a pesar de las dudas que albergaba.

—De acuerdo, sultana Mimi.—cedió finalmente— Intentaré ver, que puedo hacer.

Con un gesto de agradecimiento, Mimi se preparó para enfrentar al sultán, con la esperanza de que pudiera encontrar la manera de reparar su relación fracturada.


Taichi Pashá se acercó con cautela a Yamato, quien estaba concentrado revisando algunos documentos en su despacho. Sabía que abordar este tema delicado requeriría tacto y persuasión.

—Yamato Sultán, discúlpeme interrumpir su trabajo —comenzó Taichi con deferencia.

Yamato levantó la mirada, frunciendo el ceño ligeramente al ver a Taichi. —¿Qué sucede, Taichi? ¿Hay algún problema? —preguntó con tono serio.

—Sultán, la sultana Mimi está afuera y desea hablar contigo —informó Taichi con precaución.

La expresión de Yamato se volvió aún más sombría al escuchar el nombre de Mimi. Sus últimas interacciones habían sido tensas, y la mera idea de enfrentarse a ella nuevamente lo llenaba de incomodidad.

—No tengo tiempo para eso ahora.—respondió Yamato con firmeza, volviendo su atención a los documentos sobre su escritorio.

Taichi entendió la postura de Yamato, pero sabía que Mimi estaba desesperada por reconciliarse. Decidió hacer un último intento para convencerlo.

—Sultán, comprendo su posición, pero la sultana Mimi está sinceramente arrepentida de sus acciones. Está dispuesta a hacer lo que sea necesario para remediar la situación —explicó Taichi con cuidado— Creo que sería beneficioso para ambos resolver esta disputa y restaurar la armonía en el palacio.

Yamato frunció el ceño, considerando las palabras de Taichi. Sabía que no podía ignorar completamente la situación, pero la idea de enfrentarse a Mimi nuevamente lo llenaba de ansiedad y desconfianza.

—No estoy seguro de que sea una buena idea, Taichi.—respondió Yamato con precaución— Aun sigo enojado porque acusó a Kiriha.

Taichi asintió con comprensión, pero no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.

—Entiendo su molestia, sultán, pero Mimi es su concubina, madre de su hijo, Thomas.—Comentó Taichi— Creo que merece ser escuchada.

Yamato se mordió el labio inferior.

—Ella me comentó que está decidida a enmendar sus errores. Creo que merece al menos una oportunidad de explicarse y disculparse ante usted. —insistió Taichi con persuasión—Además, su opinión es muy importante para ella, y creo que, si se toma un momento para escucharla, podría encontrar una solución que beneficie a ambos.

Yamato reflexionó sobre las palabras de Taichi, sintiendo la presión de la responsabilidad y la necesidad de resolver esta situación de una vez por todas. Aunque dudaba de que una conversación pudiera cambiar mucho, también reconocía la importancia de mantener la paz en el palacio.

Finalmente, con un suspiro resignado, Yamato asintió. —Está bien, Taichi. Has que entre —concedió—. Pero no puedo prometer nada más que escuchar lo que tenga que decir.

Taichi asintió con gratitud y se retiró para llevar a Mimi al despacho de Yamato. Mientras tanto, Yamato se preparó mentalmente para enfrentarse a la sultana, esperando que esta conversación pudiera ser el primer paso hacia la reconciliación.


Fue así como Taichi salió de los aposentos de Yamato.

—Mi sultana, puede pasar.

Mimi sonrió emocionada ante esto y entró al lugar encontrándose con el sultán de pie, pero dandole la espalda.

—Mi sultán.

Yamato volteo hacia ella y Mimi hizo una reverencia.

Yamato se volvió hacia Mimi, su expresión seria y distante. Mimi se esforzó por mantener la compostura mientras enfrentaba la mirada del sultán, sintiendo el peso de la tensión entre ellos.

—Mimi —murmuró Yamato, sin emoción en su voz.

Mimi enderezó su postura, buscando mantener la determinación que la había llevado hasta allí. Sabía que este encuentro sería crucial para el futuro de su relación con el sultán y para la estabilidad del palacio en general.

—Taichi dijo que querías hablar conmigo.

Mimi asintió.

—Dime ¿qué haces aquí?

Mimi hizo una mueca ante la mirada fría y la seriedad de Yamato hacia ella.

—Mi sultán ¿sigue enojado conmigo?—Preguntó Mimi.

Yamato se mordió el labio inferior—¿Tú que crees?

La castaña bajó la mirada— No ha ido a mis aposentos, así que debo pensar que, sigue enojado.

—¡Pues claro que lo esto!—Musitó—Acusaste a mi hijo.

—Siento mucho lo que dije el otro día...—Declaró la castaña— Pero me alteré mucho, verá, me aterrorizó la idea de perder a Thomas.

—No lo justifica.—Respondió Yamato— Entiendo que, Sora y tú no tengan buena relación, pero no puedes simplemente acusar a Kiriha, él también es mi hijo, al igual que Thomas.

—Lo sé, entiendo que Kiriha también es su hijo, estoy de acuerdo que lo quiera proteger, pero estaba preocupada por Thomas.—Comentó— Sí, tiene razón al decir que no lo justifica, pero compréndame. La idea de perder a mi hijo luego de perder a mi familia es una idea muy...—Mimi bajó la mirada— Muy dolorosa.

Yamato analizó las palabras en su mente, la verdad era que, al principio se enojó bastante, jamás hubiese esperado que Mimi acusara a Kiriha, quien era su hijo. Sin embargo, en cierto punto tenía razón. Mimi era madre y él sabía como eran las madres cuando su hijo estaba en peligro.

Muchas veces, cuando era niño, vio a madres gritar en el harem porque sus hijos eran lastimados.

—Te comprendo Mimi...—Tomó suavemente su rostro por el mentón— Pero, por favor, que no vuelva a pasar. Kiriha es mi hijo.

Mimi asintió con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta. Sabía que había cruzado una línea al acusar a Kiriha sin pruebas sólidas, y se sentía avergonzada por ello.

—Lo siento mucho, Yamato. No volverá a ocurrir. Prometo controlar mis emociones y no dejarme llevar por el miedo.

Yamato le dedicó una mirada comprensiva—Lo importante es que la situación no pasó para más y nuestro hijo está bien.

La castaña asintió y dirigió su mirada hacia el bebé que tenía en brazos. Yamato extendió sus brazos y Mimi le entregó al pequeño.

—Mi sultán, en señal de mi arrepentimiento, me gustaría que viniese a mis aposentos a cenar esta noche.—Comentó Mimi.

Yamato al escuchar esto, hizo una mueca— Lo siento, Mimi, mi madre está organizando algo para mí.

Mimi hizo una mueca— Pero, hoy es Jueves.— Respondió— Usted me dijo que, el día Jueves sería mi día especial ¿no?

Sí, se lo había dicho.

—¿Mi error me quitará el privilegio de estar con usted?

Yamato notó como el rostro de Mimi pasaba de alegría a tristeza.

—Claro que no.

—¿Entonces?— Preguntó Mimi y depositó una mano en su hombro— ¿Acepta ir a mis aposentos esta noche? Le pediré al cocinero que haga un delicioso plato veneciano, estoy segura de que le gustará.

El rubio pasó su mirada por la castaña, por unos segundos tuvo intención de negarse, sin embargo, cambió de opinión. La verdad era que, tenía más interés en estar junto a su concubina favorita y su hijo, antes que estar con una desconocida.

Sobre todo, ahora que, estaba a días de irse a la gira por el imperio, sus hijos y mujeres principales merecían el más mínimo tiempo libre que tuviera.

—Está bien.— Respondió Yamato— Iré.

Mimi sonrió victoriosa.


—¿Yamato fue a cenar con Mimi?—Pregunto Sora furiosa.

Miyako asintió—Al parecer sí. Escuché que Gennai lo decía.

La pelirroja apretó su puño completamente furiosa—Pensé que estaba enojado con ella. ¿Por qué aceptaría cenar con ella?

—Al parecer la perdonó. —Comentó Miyako.

¡Que mal!

—Esto no puede ser verdad.—Musitó Sora decepcionada—Pensé que, luego de acusar a Kiriha, Yamato no la perdonaría, después de todo, Kiriha nada hizo y es su hijo.

Al parecer el sultán prefería a esa mujer antes que proteger a su hijo.

—Lamentablemente, Mimi también tiene un hijo del sultán, es lógico que el sultán quiera tener todo en paz con ella.

—¡Pero no de esta forma!—Exclamó Sora.


Yamato observó atentamente al bebé meses, estaba más gordito y grande, tenía unas mejillas bastante tiernas y de a poco su cabello rubio crecía más. Suavemente depositó un beso en su frente.

—Me alegra que mi hijo menor esté bien.

Mimi sonrió.

La sonrisa de Yamato cuando estaba con su hijo era algo de otro mundo, evidentemente lo amaba, eso era visible.

—¿La médica lo ha revisado?

—Sí.— Respondió Mimi— Como me ordenó la sultana madre, todas las semanas va a control, y la médica lo revisa.— Comentó— Gracias al cielo tiene buena salud y su crecimiento es adecuado.— Acarició a su pequeño— Cada vez más bello como su majestad.

Yamato sonrió con orgullo al escuchar las palabras de Mimi. Acarició suavemente la cabecita del bebé.

—Es un verdadero regalo tenerlo con nosotros.

—Gracias a ti y a los cuidados de la médica, nuestro hijo está creciendo fuerte y saludable. No puedo pedir más que eso. Mimi asintió, con una expresión de gratitud en su rostro.

—Para mí es una alegría tener a mi pequeño.

El bebé emitió un pequeño sonido y abrió sus ojitos, mirando con curiosidad a su alrededor. Yamato lo sostuvo con cuidado, sintiendo un profundo amor y conexión con el pequeño ser en sus brazos.

—Eres todo un guerrero, ¿verdad, mi pequeño príncipe? —murmuró Yamato con ternura, acercando su rostro al del bebé.

Mimi observó la escena con una sonrisa radiante, sintiendo el amor y la felicidad llenar su corazón. Sabía que, juntos, formaban una familia fuerte y unida, lista para enfrentar cualquier desafío que el destino les pusiera en el camino.

¡Toc, toc!

—Adelante. —Declaró Mimi.

Fue así como Yoshino ingresó al lugar e hizo una reverencia.

—Permiso. —Musitó—Sultana Mimi, es hora de que me lleve al pequeño a ser amamantado por la nodriza antes de dormir.

—Sí. — Respondió la castaña— Ya es hora.

Yoshino se acercó a ellos— Mi sultán, permiso, debo llevarme a su hijo.

Yamato asintió y observó a su hijo, suavemente depositó un beso en su mejilla— Buenas noches, pequeño. — Luego le entregó el pequeño a la kalfa, quien al recibir al pequeño hizo una reverencia.

—Permiso. — Fue lo último que dijo antes de salir del lugar.

Mimi sonrió al quedar a solas con su majestad.

—Bien, creo que es hora de que, yo también me vaya. — Comentó Yamato antes de levantarse.

—¡No, mi sultán! — Mimi rápidamente se colocó en pie y tomó su brazo— No se vaya, por favor.

—Pero, es tarde, tú y yo necesitamos descansar.

—¿Descansar? — Repitió Mimi— Yo no necesito descansar. Ya he descansado mucho.

El sultán observó desconcertado a la castaña.

—Mi sultán, sé que usted ha querido darme tiempo para descansar y cuidar de nuestro hijo.—Musitó la castaña— Pero, yo necesito de sus caricias.— Acarició sus labios.

Yamato la observó de pies a cabeza, Mimi se había vestido de un color rojo sensual, utilizaba un sujetador escotado, una falda con un corte desde el muslo de su pierna hacia abajo.

Yamato la abrazó por la cintura y Mimi besó sus labios.

—Es tarde, pensé que estabas cansada.

La castaña negó y depositó un beso en la mejilla del sultán, luego en su frente, luego en sus labios, Yamato pasó su mano por el corte de su pierna y la acarició suavemente.

—Fantaseo con el momento en que estoy debajo de usted, su majestad.— Comentó— Cumpla mi deseo de volver a ser la mujer de todas sus noches.

Él también quería eso, sin embargo, debía darle tiempo a su hijo.

—Debo darte tiempo con nuestro hijo.

—Tengo todo el tiempo del mundo, durante el día.— Respondió Mimi— Pero necesito atención en las noches.

Bueno, si ella lo pedía. Entonces, lo tendría.

Yamato respondió al deseo expresado por Mimi con un ardor igualmente apasionado. Con gestos delicados pero decididos, la tomó en sus brazos y la llevó hacia la cama, donde el deseo compartido se desató en un torbellino de emociones y sensaciones.

Cada contacto entre ellos parecía encender una chispa más intensa, alimentando el fuego de su pasión mutua. Los besos eran la manifestación de un deseo profundo y compartido, mientras se sumergían en el placer de estar juntos una vez más.

Sobre la suavidad de las sábanas, sus cuerpos se entrelazaban en una danza sin fin de caricias y susurros, cada movimiento sincronizado con el latir de sus corazones. En ese momento, el mundo exterior desapareció, dejando solo a dos amantes perdidos en el éxtasis de su unión.


+Sí, me demoré bastante en actualizar. Pero seré sincera: Casi no hubo capítulo hoy. Sí, casi no hubo. Este capítulo lo escribí hoy, un par de escenas las escribí ayer. Este capítulo lo escribí en tiempo record ¿por qué? La semana que pasó fue muy difícil para mí. Escribí capítulos para mis historias y no se guardaron. Además, tuve temas en vida personal de estudiante. Fue una semana cansadora, literalmente, no quería hacer nada. Luego, una amiga se casó y estuve centrada en eso, y muchas cosas más.

+Me estresó mucho que estos capítulos se borraran, pero, aquí estoy.

Adrit126: Hola ¡Sí! Natsuko y Miyako son unas víboras, pero eso se debe a la posición en la cual están y en la cual está Mimi. Sin embargo, a una la amarán y a la otra la continuarán odiando más adelante. Yamato no se da cuenta porque tiene mil cosas en la cabeza aparte de su harem. Además, confía en que su madre hace las cosas "Bien" Aunque, ya sabes que no lo hace. Con Izumi ¿te refieres a Masami Izumi Pashá (el gran visir, pariente lejano de Koushiro Izumi, aliado de Taichi) o a Izumi Fatma Sultan (la difunta hermana del sultán Hiroaki)? Bueno, espero que te haya gustado el capítulo, ojalá continues leyendo y comentando. Un abrazo.

DespinaMoon98: ¡Hola! Yo estoyfeliz en leer tu comentario. Sí jajaja Daigo ha intentado convertirse en el favorito jajaja y de cierto modo lo ha logrado, por ser yerno de la dinastía, tiene privilegios. Tienes toda razón al decir que tienen razones para dudar, pero, por esta vez, Taichi en verdad se quedó dormido. Al final del capítulo aclararé el tema de los hermanos de Yamato, sin embargo, Alice si está ardida, no exactamente con Yamato, pero no soporta ver a Takeru vivo, aunque sabe disimularlo. Respondiendo a tu pregunta, no necesariamente. La muerte de un príncipe otomano no implicaba automáticamente la muerte de sus aliados. Sin embargo, en algunos casos, las muertes de figuras prominentes podían desencadenar conflictos políticos o cambios en las alianzas entre facciones dentro del Imperio Otomano. Un ejemplo de esto es Taslicali (aliado de Mustafa en la novela " El sultán" que pasó a apoyar a Bayaceto) Además, estos aliados, luego de morir Ryouma, le juraron lealtad a Yamato. Sobre el sultán Hiroaki escribiré al final explicando el tema de sus mujeres. Sí, pareciera que Natsuko quiere revivir todo eso, pero dentro del harem de Yamato. Bueno, tienes un buen punto, Yamato es su hijo y, como madre, jamás querría jugarle una mala pasada. Sin embargo, en su intención por ayudar a Takeru, puede cometer errores (No diré más porque no quiero dar spoiler o crear falsas expectativas jsjsjs) Pero creo que se entendió. Bueno, con respecto a Yamato, no puedo decir mucho. Es algo común de esa época, que le den mujeres. Pero si con sus pashas te refieres al otro tema de Takeru. Yamato está recién en el trono y aun no hace valer por completo su voluntad. Ya verán como él también irá imponiéndose en el trono con todo. Bueno, sí, Alice y Daigo le echaron la culpa a alguien, pero ese personaje "escapó" No mataron a un pashá, mataron a un inocente que nada malo había hecho jajaja Rika no ayuda a Mimi, simplemente no soporta a Sora jaja Pero, de alguna forma Ayuda a Mimi inconscientemente. Espero que sigas disfrutando de la historia y que continúes participando con tus comentarios y seguimiento. ¡Un cordial saludo y espero verte por aquí de nuevo muy pronto!

BethANDCourt: ¡Hola! (Primeramente, diré que, arreglé esa parte del capítulo de Revenge en la escena de Takuya y Kouji, fue una escena que se me pasó jaja un spoiler para un capítulo que viene más adelante. Pero Izumi no debía aparecer en la escena) Sí, lamentablemente es así, parece que nos libramos de una y aparece otra. Este harem es infinito. Mimi deberá luchar con uñas y dientes. Yo tampoco hubiera sobrevivido en un reino así, mucho menos sabiendo que compartirlo podría traer consecuencias (un hijo) que amenace la vida de mi hijo. Pero, lamentablemente, fue así en la vida real del Imperio Otomano. Sí, Mimi recuperó la custodia. Lamentablemente Yamato aun no está en tiempo de saber lo que le hacen, Natsuko hace lo imposible por evitarlo y Mimi no quiere meterse en problemas, porque sabe que, no está en la mejor posición. Estamos recién comenzando, te caeran peor Alice y su marido, sobre todo Alice. Se vienen cositas jajaja pero todo a su tiempo. Tranqui, Ryo no tiene mucho que ver en esta historia, al menos por el momento. Tranqui, tranqui, tranqui. Los bebés están bien, a pesar de todo, el pequeño Thomas está bien, como esperabas, Kiriha fue su héroe y lo cuidó. Espero que te haya gustado el capítulo y que continúes participando con tus comentarios y seguimiento. ¡Te envió un abrazo y espero verte por aquí de nuevo muy pronto!


+Voy a hacer una aclaración con el tema de los hermanos:

Yamato tenía seis medios hermanos:

Thomas, Kouji, Koichi, Ryouma, Kiriha y Yuu

*Thomas, el mayor, este fue ejecutado por órdenes de su padre Hiroaki. La madre de Thomas (No le daré nombre) fue la consorte principal, por un tiempo, tuvo una hija llamada Relena (La segunda hija mujer de Hiroaki). Sin embargo, con el paso de los años la madre de madre de Thomas y Relena perdió el favor del sultán y fue enviada al palacio de lágrimas en señal de castigo.

*Yamato era el segundo, se llevaba por un año con Thomas, Yamato es hijo de Natsuko e Hiroaki. Natsuko era la segunda concubina, pero pasó a ser la principal, luego que la madre de Thomas fuera exiliada, ganó ese puesto porque, aparte de ser madre del segundo, tuvo otro príncipe, Takeru. Natsuko fue presentada por la sultana Izumi (Hermana de Hiroaki)

*Kouji fue el tercero, se llevaba por un mes con Yamato. Kouji fue hijo de una concubina llamada Satomi, concubina presentada por Susumo Yagami Pashá (padre de Taichi y gran visir) Kouji fue el único hijo de la sultana Satomi. Satomi fue bien preparada por Susumo, así que sabía de mucho de economía. En temas de relación, Satomi tenía más confianza con Hiroaki, antes que amantes, Hiroaki la consideraba su amiga. Él tuvo seis hijos, tres hombres y tres mujeres. Los tres niños murieron luego que él muriera. Y sus hijas, viven con su madre en el palacio de lágrimas.

*Koichi fue el cuarto, se llevaba por semanas con Kouji, fue hijo de una concubina llamada Tomoko. Tomoko fue una concubina de una noche del sultán Hiroaki y quedó embarazada. Koichi alcanzó a tener su provincia. Tuvo un hijo el cual fue ejecutado luego de su muerte. Además, tiene dos hijas que viven en el palacio viejo.

*Yuu fue el quinto, fue hijo de una concubina de nombre desconocido, ya que murió joven, no se sabe mucho de su madre. Tuvo dos hijos que murieron por la viruela. Cuando la guerra por el trono comenzó él era un gobernador de provincia, inexperto, sin madre y sin consejeros reales a su favor, entonces fue fácil de vencer.

*Ryouma fue el sexto se llevaba por un año con Koichi, Kouji y Yamato. Fue hijo de una concubina llamada Chiaki, quien también dio a luz a Alice. Chiaki también una concubina de una noche de su majestad, quedó embarazada de Ryouma e Hiroaki la tomó en cuenta para tener otro heredero. Sin embargo, al dar a luz a una niña, Alice (su tercera hija mujer), decidió no tomarla más en cuenta. Además, justo en ese momento Hiroaki tomó a Rumiko como concubina (madre de Rika) provocando problemas con Chiaki e Hiroaki lógicamente prefirió a Rumiko, quien le llamaba más la atención.

*Mencionaré a Rika, sin embargo, Rika es la menor de las hijas de Hiroaki, única hija de Rumiko Hatun.

*Kiriha fue el séptimo. Fue hijo de una concubina llamada Hana, quien antes de Kiriha tuvo una hija llamada (Pensaré el nombre jsjs) (La primera hija de Hiroaki) Quién es un año menor que Yamato, Hana murió joven, así que la hermana de Yamato (que debo pensar el nombre) se hizo cargo de Kiriha. Kiriha era muy joven cuando comenzó la guerra por el trono, tenía quince años, así que fue fácil de asesinar, era unos cuantos años mayor que Takeru. Sin embargo, al ser el primero en morir, Yamato prometió que a su primer hijo le colocaría su nombre.

*Finalmente viene Takeru, pero Takeru era MUY pequeño cuando la guerra comenzó.

*Hiroaki en sus últimos años tuvo un par de gemelas, que murieron siendo pequeñas por la Viruela, como no fueron importantes son sultanas olvidadas.

En el capítulo que Mimi y Yamato se conocen Mimi dice algo así: "Por ahí escuché que era un viejo a punto de morir, que tenía siete hijos y cuatro mujeres" Efectivamente, antes de morir, Hiroaki solo tenía siete hijos vivos, porque Thomas ya estaba muerto, y con mujeres se refiere a las cuatro mujeres hijas.

La guerra por el trono se dio: Kiriha murió a manos de Koichi, Yuu murió a manos de Yamato, Ryouma murió a manos de Kouji, en ese transcurso de tiempo quedaban tres para el trono, sin embargo, Koichi fue contagiado de Viruela (en una táctica estratégica) y murió. Kouji y Yamato se enfrentaron. Yamato finalmente venció.