El Ascenso de un Científico Loco

¡Descubriré cómo Funciona el Mundo!

El Hermano Incómodo

Cuando el día terminó, mientras mis hermanos y Lazfam me preparaban para dormir y Eckhart guardaba la puerta, el joven caballero se aclaró la garganta, quizás contagiado por el ambiente holgado a mi alrededor, llamando mi atención en lo que Lazfam terminaba de trenzarme.

"¿Sucede algo, Eckhart?"

"Si, bueno… me, me preguntaba si podría solicitarle un favor… si no es demasiado."

Lo consideré un momento. Eckhart se estuvo esforzando mucho en servirme incluso antes de darme su nombre haciendo un trabajo impecable la mayor parte del tiempo, de modo que asentí.

"Mi esposa, Heidemarie, quién sirve a Lady Elvira, está con la carga de Geduldh."

Asentí para invitarlo a continuar, recordando de pronto que Elvira era una noble Leisegsng que se había casado durante el verano con Karstedt, el primo de Sylvester y Rozemyne... Y mi otro hermano y de Eglantine por adopción.

"Ahm… ¿podría obsequiarme una pequeña piedra Fey con su maná, mi señor? Ya que recibimos la carga luego de dar mi nombre, nos ayudaría para mantener sano a nuestro bebé… si no es una petición demasiado arrogante, por supuesto."

Le hice una seña a Justus y pronto tuve una piedra bastante pequeña que llené como si nada, permitiendo que se la entregarán a Eckhart y recordando de pronto que él no tendría más oportunidades de volver a Eisenreich con su esposa.

"Eckhart, ¿cómo planeas entregar mi maná a tu esposa Heidemarie?"

"Angélica le llevará la piedra. Ella visita a Heidemarie cada tres días… algo sobre, Heidemarie consintiendo a Angélica y probándole ropa para asegurar que tenga un guardarropa adecuado."

Laurenz soltó una leve risita, quitándole la piedra a Justus para ir a abrazar a Eckhart y entregársela él mismo.

"Así que dos esposas, eh. ¡Yo también quiero vivir ese sueño, Lord Eckhart! ¿cómo funciona?"

No pude escuchar más. Eckhart estaba sonrojado y Laurenz se las ingenió para sacarlo de mi habitación en lo que Lazfam se despedía y me quedaba a solas con Justus. Por supuesto, apenas todos salieron, mi hermano se dejó caer en la silla más cercana con un largo suspiro de derrota.

Lo miré comprendiendo que debía estarse sintiendo responsable de alguna catástrofe. Decidí relajarme y escuchar. El pobre hombre se mostró incómodo y culpable todo el día a pesar de seguir haciendo su trabajo con la misma eficiencia de siempre.

"Ferdinand… lo, lo siento mucho. De verdad lo siento. No debí acorralarte de ese modo."

"Está bien, Justus. Iba a pasar tarde o temprano y… yo… no me arrepiento."

Eso me sonrojó bastante y lo relajó a él de inmediato. Casi parecía a punto de llorar de alivio. Entonces, luego de un par de segundos volvió a ponerse serio, mirándome de nuevo en su papel de hermano mayor y dejándome saber que las cosas irían mejor ahora.

"Antes de que me regreses a mi… versión idiota y adicta… por favor, no vuelvas a escucharme si me pongo demasiado pesado. Devuelve mi nombre si es necesario y… Ferdinand… respecto a la princesa, ¿tengo que asegurarme de que estén solos durante…?"

Me sonrojé de nuevo, cubriendo mi cara con una mano antes de respirar y responder sin poder mirarlo a la cara.

"Les agradecerían que me dejen solo, sí, pero no vamos a… todo el tiempo… yo, accedí a… bueno… de vez en cuando. No quiero distraerla demasiado de sus obligaciones o… arriesgarla. Tú, tú sabes."

Justus asintió bastante más tranquilo ahora, sonriendo incluso antes de levantarse y apretar mi hombro de un modo bastante fraternal que me hizo quitar del todo la mano en mi cara.

"Me alegra que seas más responsable que Laurenz. Los aprecio a ambos, pero nunca había conocido a nadie tan hambriento de ciertas bendiciones."

Tuve que reírme de su evaluación. Yo tampoco podía olvidarme de la razón por la cual pedí que nuestro padre lo adoptara.

Cuando las risas pasaron y nuestro pequeño momento familiar parecía terminarse, Laurenz regresó con una mueca divertida, sentándose en mi cama como si esa fuera su habitación y él una de esas adolescentes enamoradas de las películas estadounidenses.

"Angélica es la muñeca de la otra esposa de Eckhart, ¿pueden creerlo?" Laurenz soltó una carcajada divertida antes de dejarse caer de espaldas y girar, mirándonos en una pose de adolescente americana en pleno momento de chisme con sus mejores amigas… lo cual hacía que su armadura de viera más que ridícula en ese momento.

"¿Angélica?" preguntó Justus con curiosidad y una mueca divertida en su rostro "¿es en serio?"

"¡Lo sé, hermano! Digo, la princesa logró sacar las pocas neuronas funcionales en esa bonita cabeza, pero, jajajajajaja, nunca pensé que alguien se divertiría probándole ropa, cosméticos y peinados. Y que no sería el valiente que se atreviera a atar sus estrellas con ella, jajajajaja… ¿creen que pueda encontrar una así para mí Alerah? Digo, a las chicas les gusta jugar con muñecas… ¡Y a mí también!"

"¡Laurenz!" le regañamos Justus y yo con algo de cansancio a lo que mi idiota hermano menor se dejó caer con dramatismo para ocultar su cara antes de volver a levantarse.

"Ustedes son un par de aguafiestas. Bueno, pasemos a lo bueno. ¡Ferdinand!"

Volteé los ojos antes de ponerme en pie y dirigirme, con ellos detrás, a mi habitación oculta.

Acepté de nuevo los nombres de mis hermanos, quienes se contorsionaron de dolor mucho más que la primera vez, haciéndome notar cuánto había incrementado mi maná. También me vi forzado a correrlos apenas notar las primeras señales de éxtasis en ambos. A pesar de saber que pasaría, no dejaba de parecerme desagradable.

'Supongo que dejaré de comprimir cuando termine la Conferencia de Archiduques.' Pensé antes de irme a dormir, después de todo, aun me esperaba una ajetreada temporada de invierno como profesor, con una bella novia que, sin duda, iba a encontrar el modo de drenarme de algo más que maná y conocimientos de vez en vez.

.

Las clases estaban por dar inicio cómo era usual, con una nueva adhesión inesperada.

Galtero se unió al cuerpo de profesores y este año daría la clase de candidatos de tercer año. Algo debió suceder entre él y nuestro padre durante su estancia en Ahrsenbach para que el Zent accediera a permitirle dar clases. Ni siquiera le habría dado importancia de no ser porque tenía que trabajar con él en parte.

"Príncipe Ferdinand, sería bueno para usted apoyar a Lord Galtero a preparar su material de clases, después de todo, este año usted está dando sexto y nunca tuvo oportunidad de impartir tercero."

Por la mueca en el rostro de Galtero, fue más que obvio que la idea le desagradaba tanto como a mí.

"Tengo una duda" intervino Galtero apenas pudo "¿Porqué al príncipe Ferdinand se le permite dar sexto cuando no dio tercero? Si se puede iniciar dando cualquier clase, me gustaría más dar sexto año."

Nuestra colega nos miró a ambos con una sonrisa noble y una mirada algo turbada y cargada de dudas. Esta era la misma profesora que me pidió que le cambiara el grupo cuando acababa de iniciar. Por eso nunca di la clase de tercer grado.

"No sé si esté usted al tanto, príncipe Galtero... pero la verdad es que la mayor parte de los profesores tenemos problemas para... instruir de manera exitosa a la princesa Rozemyne por su cantidad de maná. El príncipe Ferdinand es uno de los pocos que no tiene problemas."

Su mirada cargada de dudas y celos no me pasó desapercibida, igual no iba a darle el grupo de sexto año.

"¿Por su cantidad de maná?"

"Así es" suspiró la otra profesora "no es ningún secreto que su exceso de bendiciones y su maná inmenso han llegado a poner en problemas al resto de sus compañeros. No muchos pueden guiarla con éxito, no hablemos de contenerla."

La siguiente pregunta era una que de verdad no esperaba, menos aun de Galtero, quien procedió a comportarse por una vez frente a mí, controlando del todo sus rasgos faciales y mirándome con una expresión en blanco.

"Príncipe Ferdinand, ¿me permitiría acompañarlo a su primera clase para comprender mejor como se contiene a un alumno con una basta cantidad de maná?"

Estaba a punto de negarme con rotundidad cuando la otra docente se entrometió con una enorme sonrisa y su mano en mi hombro como si fuéramos grandes amigos.

"¡Oh! El profesor Ferdinand estará encantado de tenerlo consigo para la primera clase, después de todo, los de sexto tendrán su clase el primer día y los de tercero hasta el cuarto día de clases. Seguro será muy educativo observar cómo se lleva el príncipe durante una de sus clases."

No solo ya no pude negarme, para de colmos Galtero me estaba dando ahora una sonrisa cortés y una pequeña reverencia de cabeza en lo que decía un "Me sentiré honrado de observar y aprender de un profesor tan calificado como usted, príncipe."

Esa noche Rozemyne decidió que era la noche perfecta para hacerme una visita nocturna, que yo le llamara la atención por correr a mí tan pronto no hizo más que llevarla a reír sentada en mi cama al amparo de una herramienta antiescuchas de rango específico.

"Mañana inicio mi primer día de mi último año como estudiante. Creo que es obvio que quiero tener un excelente inicio despertando temprano al lado de mi prometido."

"¡Rozemyne!" suspiré entre abochornado e incrédulo "¿Qué tal que alguien nos sorprende juntos?"

"¿Quién se atrevería a entrar a nuestras habitaciones sin permiso? En especial con nuestros juramentados montando guardia. De hecho, te ruego que vayas y duermas conmigo cuando lo desees, ya sea que terminemos divirtiéndonos o no."

Su tono coqueto me puso de inmediato de humor, llevándome a sonreírle. Agradecía que no planeara acostarse conmigo cada vez que durmiéramos juntos, pese a saber que esta no sería una de esas noches. Al menos esa era la intención de ella hasta que, luego de intercambiar un par de besos le solté la inevitable bomba.

"Galtero va a dar clases este año y se las ingenió para asegurarse de estar conmigo mañana en el salón de clases. Te lo advierto para que evites coquetearme."

"¡Osh! ¿Es en serio?"

Yo solo asentí y ella puso un rostro amargo, cruzándose de brazos y dejándose caer a mi lado de mal humor.

"Vaya forma de arruinar un primer día de clases... o la noche previa."

Yo solo sonreí a sus quejas, acercándola para besarla en la frente, abrazarla y cubrirnos con las cobijas, acariciándola de una forma consoladora que la ayudara a relajarse, diciendo en voz muy baja la oración a Verfuremeer que nos garantizó a ambos una noche entera de sueño reparador.

.

"¡No puede tener tanto maná!" susurró Galtero cuando Rozemyne levantó la mano de nuevo, indicando que acababa de terminar el ejercicio.

Di un par de recomendaciones a algunos alumnos en mi camino a atenderla, seguido de Galtero, quién por alguna razón, luego de que Rozemyne terminara el tercer ejercicio del curso, dejó de seguirme hasta su asiento, deteniéndose uno o dos lugares antes de alcanzarnos para observarnos y fingir inspeccionar el trabajo de algún otro candidato.

"Parece que lleva prisa por acreditar la materia, princesa Rozemyne."

"Como cada año, estoy decidida a batir todos sus récords, profesor. Voy a dedicar mi tiempo extra en cultivar las bendiciones de algunos dioses como Mestionora y… bueno, algunas bendiciones." Lo que se traducía cómo pasar tiempo en la biblioteca y buscarme cada vez que yo tuviera alguna campanada o media campanada libre.

Tener a Galtero ahí parecía haber asustado o incomodado a Rozemyne lo suficiente para que terminara el curso de candidato ese mismo día y no volver.

Ella siempre era la primera en terminar todos sus cursos, pero había usado los días libres entre sus exámenes para venir y ayudar a sus compañeros. Me gustara o no admitirlo, Rozemyne disfrutaba bastante encontrar formas veladas de coquetearme usando los contenidos de la materia como tema de pantalla. Mentiría si dijera que no lo había disfrutado.

Quizás por saber que esta sería la última vez que podría enseñarle y que, de hecho, no habría coqueteos, subí la dificultad de su último ejercicio tanto como pude antes de asomarme a su pequeña maqueta viva para susurrarle en japonés "¿Te importaría quedarte un poco luego de que la clase termine?"

Debía estar sonrojado porque ella me miraba sorprendida y luego con una sonrisa divertida, dando un rápido vistazo a su trabajo y hablándome en el mismo tono que toda esa clase.

"Profesor Ferdinand, si no es molestia, ¿podría explicarme un poco más sobre este último ejercicio?"

Fingí explicarle de nuevo con términos diferentes y ella fingió no comprender, deshaciendo una pequeña parte de su maqueta en el proceso.

Le pedí que trabajara en arreglar su maqueta y le advertí de esperarme a que terminara de supervisar e instruir al resto.

No mucho después Galtero me interceptó, hablando a través de una herramienta antiescuchas en lo que ambos caminábamos despacio para atender a un candidato de un Ducado bajo.

"¿Es normal que Rozemyne deshaga parte de sus trabajos?"

"Tiene tanto maná que en ocasiones se sale de su control. Es mínimo, pero cómo verás, al ser tanto, puede afectar su propio material o el de sus compañeros."

"Ya veo… nunca tuve ese problema."

Nos detuvimos junto al pupitre, el alumno olvidado un momento por ambos en lo que yo miraba a Galtero hacia abajo, cómo si fuera uno más de mis alumnos.

"Una enorme cantidad de maná conlleva a la práctica constante del control y la contención. Para un noble normal, perder el control sobre una pequeña cantidad de maná no es en realidad un problema, pero para Rozemyne y para mí… bueno, digamos que mis principales problemas para pasar las asignaturas prácticas siempre fue el control sobre esa pequeña cantidad de maná. No deberías preocuparte mucho, no es usual que algún noble crie tanto maná como para sostener varios Ducados a la vez, así que no necesitas estar tan pendiente de cómo la corrijo."

No estaba seguro de cuál de mis palabras lo dejó pálido y sorprendido, lo cierto es que cuando solté el aparato antiescuchas, como si no estuviera interesado en escucharme corregir a un candidato de un Ducado bajo, Galtero giró el rostro y se fue tan rápido cómo pudo con algún otro estudiante.

Cuando la clase terminó, Galtero estaba de pie frente al proyecto de Rozemyne que estaba casi terminado, llamando mi atención.

"¡No es tan fácil como dice, profesor Galtero! Ya que soy una candidata a Zent, le pedí al profesor Ferdinand que fuera más estricto conmigo y me diera asignaciones más complejas. Ese resultado puede ser adecuado para un candidato de Klassenberg e incluso de Ahrsenbach, pero me parece un poco deficiente para un futuro Zent."

Las orejas de Galtero y su nuca se colorearon de rojo. Su mandíbula se tensó al igual que sus puños y su postura entera a un grado tal, que fue bastante notorio cuando pasó algo de saliva.

Los únicos tres nobles en la sala nos quedamos viendo unos a otros y tanto Rozemyne cómo yo, escuchamos con claridad como Galtero contenía la respiración un momento antes de bajar la mirada en una actitud avergonzada y destrozada, cómo si se negara a hacer a un lado su enorme orgullo para admitir un error. Entonces volvió a respirar, calmándose de algún modo sin atreverse a mirar a mi prometida.

"Me he divorciado de Nahelache, quien ha decidido entrar al templo junto al hijo que me dio… te ruego que me expliques cómo alcanzarte. Yo… haré lo que quieras. ¡Me esforzaré más! ¡Rezaré y estudiaré más! Tu opinión será la más valiosa de todas para mí, ya sea que logre volver a la competencia y reclamar el trono o fungir como un simple consorte y ministro, incluso… incluso trataré de llevarme bien con… Ferdinand… si me tomas al menos como un segundo consorte, pero, te lo ruego. Dime cómo los alcanzo."

Rozemyne me dedicó una mirada conflictuada y compleja. No había modo de no oírlo y comprender hasta que grado estaba dispuesto a escuchar esta vez. Su obsesión con volverse Zent parecía haber disminuido de manera considerable, igual que su búsqueda por acaparar el amor de Rozemyne.

Me cubrí el rostro para contener un suspiro cansado. No había manera de que Galtero obtuviera el color que le faltaba a su schtappe y recibir así el Grutisheit.

Con algo de pena, pensé que aún si hubiera tenido una oportunidad real por volverse Zent, ganándose el derecho por sus esfuerzos y sus propios méritos, jamás habría conseguido a Rozemyne, no sin estar con ella en el templo desde un inicio al menos. Después de todo, mi novia nunca mostró interés en él. Pasó de una preocupación filial al rechazo, al fastidio y luego a algo muy por encima del desagrado.

Recordé la primera vez que Rozemyne se metió en mi cama, desnuda y desesperada por ser reclamada cómo una flor para escapar a un matrimonio con este hombre y no pude más que sentir aun más pena por él. Mientras no renunciara por completo a Rozemyne, Galtero jamás sería feliz.

"Puedo indicarte cómo aumentar tu maná, un paso por semana y ver hasta donde llegas con eso. Puedo recomendarte que ores con fervor y de manera sincera a los Dioses e incluso que pidas permiso para repetir la ceremonia de obtención de bendiciones, pero, no estoy muy segura de que tú schtappe pueda soportarlo."

"Tengo la tablilla del fuego" dijo ese idiota de repente, atrapando nuestra atención, provocando que se me olvidara cómo respirar.

"Decía algo sobre ser inadecuado y yo… quise venir a preguntarte si sabías que significaba. Quise venir y confirmar si tú sabías sobre ese templo extraño que encontré en los alrededores… y viendo cómo han respondido ambos, supongo que los dos lo saben."

De pronto tenía sentido que se consumiera en su propia miseria de un día para el otro. No era por mi relación con Rozemyne, sino por la descalificación de Leidenshaft en persona.

Rozemyne lo interrogó un poco cuando ambos volvimos de nuestro error de procesamiento y ambos nos enteramos de que encontró el templo siguiendo las indicaciones de unas tablillas viejísimas, ocultas en la biblioteca subterránea. Galtero tuvo que hacer el baile de las espadas hasta caer desmayado, atrapado dentro del templo por lo que sintió fue más de un día, bailando debido al fuerte impulso cada vez que lograba regenerar su maná lo suficiente y consiguiendo, no solo sentir que su schtappe crecía, sino también recibiendo esa tablilla que parecía burlarse de su sueño, volviéndolo en algo imposible.

Cuando volvió a estar fuera, apenas unos latidos después, el asistente que lo acompañaba lo tomó en brazos para apoyarlo y obligar a su erudito a hacerle una revisión porque estaba demacrado.

Lo alimentaron, bañaron y atendieron con algunas pociones especializadas, cómo si tuviera alguna clase de anemia mánica o algo así y entonces, cuando su mente dejó de estar nublada, logró aceptar cómo verdadera la fatídica revelación.

Él no tenía lo que se necesitaba para gobernar.

Rozemyne me lanzó una mirada demasiado cargada de angustia, de duda y de alguna forma de miedo. Quizás ver a aquel arrogante príncipe en una actitud tan derrotada le trajo recuerdos de cuando pensó que todo estaba perdido.

Asentí para ella, puse mi mano sobre el hombro de Galtero, ignorando como se tensaba de inmediato y lo obligué a girar un poco.

"Ve a descansar y a preparar tu clase. Rozemyne necesita pensar. Lo que has dicho es demasiado para saber cómo manejarlo de inmediato."

Su rostro era como el de un niño perdido, un hombre, en realidad, que ha perdido todo sentido no solo de su vida, sino de su existencia misma. Me miró a mí, luego a Rozemyne con esa misma expresión y apenas pudo poner una expresión en blanco, asintió y se fue, dejándonos solos.

"¿Cómo pudo pasar de causarme tanta desesperación y repulsión a provocarme lástima?" preguntó Rozemyne arreglando su maqueta fallida de manera ausente, mirando su trabajo sin ponerle apenas atención.

"Quizás te sentiste identificada. Yo mismo puedo identificarme un poco, de cuando sentía que no merecía nada, en realidad."

El diminuto Ducado, con sus múltiples templos, castillos, sembradíos, ciudades y fundaciones quedó terminada entonces y Rozemyne soltó un suspiro antes de ponerse en pie, asegurarse de que la puerta estaba bien cerrada y se lanzó a mis brazos, cómo buscando consuelo.

"Puedo ayudarlo a elevar su maná, pero ¿con que fin? No hay manera de que su schtappe funcione si le falta un elemento para recibir la sabiduría. No podría volver a la competencia y yo… no pienso tomar a nadie más como consorte, aún si es solo para un matrimonio Blanco."

La tomé de la barbilla, agachándome para depositar un beso pequeño en sus labios, tomándola de la cintura para sentarla en el pupitre, a un lado de su país miniatura y depositar algunos besos más en su rostro, celoso por la estúpida idea de compartirla de modo alguno.

"Si lo tomaras como consorte por pura pena, después querría convocar al invierno así fuera solo una vez. Por mí puede arrastrarse a un agujero en la tierra y no volver a salir. Nadie más que yo va a atar sus estrellas a las tuyas."

Eso pareció calmarla, alegrarla incluso porque no tardó en abrazarse a mi cuello para besarme. Un beso más largo y dulce que los que ya le había dado.

"¡Así que mi Geduldh también puede ser Ewigeliebe! Vaya sorpresa más agradable."

"Apenas pueda gritárselo a todo Yurgensmith, te voy a tener tan atrapada en mi hielo, que nadie se atreverá a verte, siquiera."

Rozemyne me sonrió complacida y sonrojada, pasando una mano perezosa y audaz por mi pecho, apretando en un intento por sentir a pesar de la cantidad de ropa que llevaba puesta.

"¡Oh, dioses! Ya estoy deseando que nuestras estrellas sean atadas y nuestros nombres intercambiados para dejar bien claro quién es tu Geduldh y tu Ewigeliebe."

"Es una pena que el que sea Zent tendrá menos tiempo para este tipo de cosas." Le murmuré sin dejar de acariciar su rostro con una de mis manos, hundiendo mi nariz en su cabello y sintiendo una terrible necesidad de reclamarla ahí mismo, disfrutando de las caricias cargadas de maná, el secretismo y el contenido mismo de nuestra pequeña conversación.

Ella me tomó de la larguísima bufanda que estaba usando, atrayéndome, besándome de forma juguetona sin dejar de sonreír, mordiendo mi labio y jalándolo un poco antes de mirarme a los ojos sin dejar de tocarme en ningún momento.

"¿Y si le cediéramos el asiento y tomo su nombre?" preguntó ella en un tono que parecía una broma perversa, con esa mirada hambrienta y cargada de lujuria que me dejó ver un par de veces durante la semana que llamamos al invierno cada noche.

"¿Tanto deseas encerrarte conmigo para recibir el invierno?" me burlé, descartando del todo su idea, mordiéndome la lengua para no regañarla cuando me miró de una forma maquiavélica y perturbadora.

"Nos hemos esforzado mucho hasta ahora y… ¿Por qué no ser egoístas por una vez y dejarlo hacer todo el trabajo un par de años? No lo tomaré como cónyuge, pero puedo tomar su nombre para que no se interponga entre nosotros de nuevo. Podemos dejarlo lidiar con el país mientras nos dedicamos a amarnos y llamar a Entrinduge un par de veces. Cuando él esté cansado y nuestro hijo más joven tenga un par de años, puedo solo ordenarle que anuncie que se retira y me ceda el trono… o que te lo ceda a ti, tendrás tiempo de sobra para convencerme."

Era tentador, demasiado tentador, pero no estaba seguro de que fuera a funcionar… a diferencia de dejarla tocarme y mezclar su maná con el mío, que estaba resultando demasiado estimulante para mi salud mental o la de nuestros cuatro juramentados adictos.

Haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad, la tomé de las manos, la besé y luego recité la oración de Verfuremeer tan rápido cómo pude en un susurro, sintiendo como ambos nos calmábamos y mi mente comenzaba a funcionar con normalidad.

"Ve a comer, la clase de giros viene después. Hablaremos esta noche. Espero que tu mente se haya despejado del todo para entonces.

Me sonrió, dedicándome una mirada inocente y luego se fue. Sus asistentes no estarían felices con el hecho de que su dama tuviera que apurar su almuerzo, pero con Margareth y Alerah ahí, no necesitaba enviar un justificante. Me apresure a guardar todo en su lugar y salir.

.

"¿Qué sucede, hermano? Estas distraído."

Miré a Eglantine, sentada frente a mi. Como profesor, comía con los maestros del curso de candidatos, sin embargo debido a mi retraso con Rozemyne los demás ya habían terminado. Solo mi hermana menor me esperó.

Debía apurarme ya que la clase de giros venía apenas después del almuerzo. Pero la conversación con Galtero me tenia un poco estresado y sin saber como reaccionar.

'Lo mejor es que deje de pensar en eso.' Miré mi plato, que seguía lleno en su mayoría y luego el de mi hermana, quien solo tenía té y algunas galletas para acompañarme a comer.

"No tiene importancia, Elgantine. Mejor cuéntame cómo te va en Eisenreich." Pedí observando como una sonrisa divertida se extendía por su rostro. "Dijiste que entrarías en la competencia de Aub, aunque me parece que tienes muchas desventajas."

Si podía ayudarla, me gustaría hacerlo. Aun si ella había declarado su intención de apoyar a mi novia sobre mi.

"Eres profesora de la academia, y en cuestión de maná, aunque estés nivelada con nuestro primo, él tiene más colores que tú." Comenté recordando lo que me dijo Bernadette.

"Soy omnielemental."

"¿Cómo?"

"Soy omnielemntal." Repitió calmada con una sonrisa antes de dar un sorbo a su té. "La verdad, creo que no soy hermana de Galtero. Al menos, creo que no compartimos madre."

Eglantine tenía nulos o pocos recuerdos de su vida en la soberanía antes de llegar con su familia bautismal. Sabia que era una princesa oculta porque su madre, la esposa de Bonifatuis, a menudo debía recordarle que debía prestar más atención a sus clases de etiqueta y artes que a las lecciones de esgrima y combate porque un día debía volver a la soberanía.

Mi hermana disfrutaba de la esgrima y la danza por igual. Le gustaba la libertad que sentía al poder mover su cuerpo. Fue durante su sexto cumpleaños, cuándo escuchó que su familia biológica falleció, que se planteó por primera vez la idea de permanecer en el ducado.

Después del bautizo de su hermano, cuando descubrió que Galtero tenía seis atributos, ella pensó que también tendría seis atributos por lo que, en su última visita a Rozemyne antes de su bautizo, Eglantine le pidió un favor.

"Le dije, ¿El sacerdote puede decir que tengo un atributo menos de los que tengo en realidad? En ese momento pensé que tendría seis o cinco atributos, porque Galtero tenía seis. Pero tenía siete, por lo que el sacerdote que me bautizó dijo que tenía seis colores." Continuó explicando que solo hasta ese momento se planteó la posibilidad de que en verdad no fueran hermanos.

Eglantine me confesó entonces que los asistentes de Galtero siempre habían hablado de su pedigrí, de lo importante que era y sobre el gran futuro que le esperaba. No pude evitar soltar un suspiro cansado al entender de donde venía toda su arrogancia. Mi hermana estaba segura de que él era el hijo menor del supuesto padre de mi novia y difunto Zent.

"Pensé que podían compartir madre, así que me opuse con firmeza a su compromiso, pero considerando que mi Rozemyne tiene siete atributos y es menor que Galtero, no lo veo muy viable. Pero me estoy saliendo del tema… supongo que solo quería contarte mis pensamientos." Sonrió volviendo a beber su té.

Solo sonreí. Mi hermana seguramente adivinó el origen de mi malestar. Sabía que Eglantine quería a Galtero como un hermano mayor. Pese a todas sus… peculiaridades, nunca fue un mal hermano para ella.

A juzgar por la narrativa, quizás mi hermana suponía que pensaba descartar a Galtero ahora que su esposa lo había dejado.

Si podía adivinar, ella solo quería darme otra perspectiva sobre porque Galtero era como era, para que pudiera tomar una decisión adecuada. Aunque ella jamás me obligaría a hacer algo que no considerara correcto, ni a aceptarlo como ministro si no lo consideraba competente.

Eglantine dejó su taza sobre la mesa, mirándome sin dejar de sonreír y continuó como si nunca hubiese hablado de Galtero. "Le dije a mi tío que tengo siete atributos, aunque es probable que piense que obtuve vida en la ceremonia de obtención de protección divina."

"Eso los nivelaría en maná." Dije en voz alta, confirmando que la competencia no se inclinaría a favor de Sylvester solo por los colores.

"Si, y Anastasio y yo tenemos hacemos todo lo posible para trabajar el día de la tierra que volvemos al ducado. También nos ordenamos como azules y, tras la ceremonia de dedicación, nos quedaremos en el ducado hasta el torneo interducados. Pienso aprovechar ese tiempo tanto como pueda reforzar mi facción."

"Tengo algunos socios que estaban en mi facción, como sabrás tuve que desmantelarlo cuando acepté la adopción, pero puedo enviar algunas cartas." Ofrecí con una sonrisa de negocios, provocando que ella ocultara una risa tras su taza de té.

"¿Muestras tu mano tan pronto, hermano?" preguntó modificando su sonrisa a una que gritaba peligro. Demostrando que era hija de Bonifatius en todo menos por nacimiento.

Colocando mi sonrisa más inocente levanté mis manos en señal de paz, como si no tuviera segundas intenciones.

"Solo pretendo mostrar mi apoyo a mi querida hermana menor que busca el manto oscuro para ella dentro de Gedulh." Declaré.

Eglantine me miró unos segundos antes de soltar una risita divertida. "Digamos que te creo. Aceptaré tu ayuda, querido hermano."

Después de intercambiar una sonrisa prometí enviar esas cartas por la noche para que ella siguiera formando una facción. Por desgracia para Rozemyne, casi el total de su principal base de apoyo se había mudado con ella a la soberanía. Los sacerdotes y doncellas que estaban bajo su tutela la siguieron.

Debido a que por mucho tiempo ella no confió en los nobles, no tenia relaciones profundas y tuvo muy poco tiempo para buscar aliados tras comenzar a competir en serio, de modo que no tenia una facción que trasladar. Sin embargo ,mi facción se mantuvo incluso tras mi adopción porque algunos esperaban que volviera al ducado y me convirtiera en archiduque. Ahora que estaba decidido a volverme Zent, bueno, debían buscar un nuevo líder.

Tras entrar en el salón donde se llevaría a cabo la danza de dedicación, sentí un escalofrío en la espalda. Rozemyne estaba de pie, charlando animadamente con sus hermanos Fabrizio, Bernadette y Melisa. Sus ojos fríos revelando que adivinó lo que acababa de hacer.

Mientras se posicionaba para girar como diosa de la luz su voz me llegó como un susurro amenazante. "Esta vez me desquitaré."

Fingí ignorancia, observando a todos los estudiantes de forma individual, admirando cuanto habían crecido el más joven de mis primos, quien ahora era tan alto como yo durante mi quinto año, comparando su altura con el resto de sus hermanas, durante el tiempo que tardo en finalizar la clase, en un fútil intento de mantenerme tranquilo.

Rozemyne y yo debíamos tomar una decisión con respecto a Galtero esta noche, pero ahora que la había hecho enojar, no sabia que esperar.