Las Guerras Doradas versión Zack Snyder están resultando ser todo un desafío. No sé si los lectores de antaño se habrán dado cuenta, pero al final de este capítulo, apenas estamos llegando al final del capítulo 3 de la versión original de Guerras Doradas. Y si tomamos en cuenta el número de páginas, a estas alturas, cuando terminen de leer este capítulo, sería el equivalente a leerse toda la Saga de los Titanes original. La Saga de los Titanes original tenía 125,623 palabras, con este capítulo estaremos llegando en la nueva versión a 110,141, lo que básicamente significa que leer hasta el final de este capítulo, equivale a leerse el total de la Saga de los Titanes Original, y apenas y está empezando la Nueva Titanomaquia. Escribir todo esto ha sido una proeza, pero siempre quise que la Saga de los Titanes fuera rehecha de la forma en que está siendo escrita ahora, supongo que hace 12 años pensaba que simplemente era una pérdida de tiempo esforzarse tanto en un fanfic, y bueno, los tiempos de fanfiction han cambiado, pero aquí sigo, y planeo terminar esta historia. Muchas gracias a los que han estado leyendo, y a los que me han dejado review, de todo corazón espero que la estén disfrutando, y que estén reviviendo aquel sentimiento de antaño, los que leen esta historia, como aquella vez hace 12 años.
Josh88: Bueno, todo lo que escribiste que no te esperabas, es natural, son cosas que no pasaban en la versión original. ¿Al final el Ciclo Infinito va a terminar desconectándose de Guerras Doradas original? No, seguiré la misma historia base, así que tú tranquilo con respecto a eso. Sí habrá cambios, pero vamos a la misma dirección, al mismo desenlace, como te dije, esto es Guerras Doradas en esteroides. No considero que Albiore se haya portado infantil la verdad, más bien, siempre en el Santuario ha existido resentimiento contra los Caballeros Dorados, y parte de eso lo exploraremos en este capítulo también. Y bueno, allí arriba ya demostré lo exageradamente más largo que está esta versión en contra de la original, de hecho, tuve que editar este capítulo, para disminuir el número de hojas, ya que estaba quedando exageradamente largo este capítulo, y aún así, está demasiado largo, pero, en fin, estoy haciendo un esfuerzo por mantener un número promedio de páginas por capítulo y evitar las biblias de las ultimas sagas. El crimen de Mu lo resolvemos en este capítulo, tú tranquilo, ya lo recordarás. Sobre Guilty, culpa a Time Oddisey por eso, Noesis solo sobrevivió porque necesitaba a los 88 Caballeros en el Santuario, veremos si seguirá viviendo al final de esta locura, y bueno, lo de esmeralda, ni yo sé cómo lo voy a implementar, pero me sobraban armaduras. Veremos qué pasa. Espero que lo disfrutes.
Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.
Saga de los Titanes.
Capítulo 5: La Exclamación de Athena.
Grecia. Atenas. El Santuario. El Anillo Medio. 8 de Diciembre de 1981.
-¿Caballeros Dorados sirviendo como maestros de aprendices que no saben manipular el cosmos? –en el Anillo Medio del Santuario, existían también tabernas que servían a los Caballeros de Athena bebidas alcohólicas. Para los Caballeros de Plata inclusive, no existía un distingo de edad, por lo que un par de ellos bebía sin preocupaciones en un puesto con mesas al exterior que daban vista a una rotonda con una fuente en el corazón mismo del Anillo Medio. El Caballero de Plata que había hecho la pregunta, era un joven de 14 años que vestía una armadura azul profundo, de cabellera blanca despeinada, y con una mirada de incredulidad mientras observaba a su compañero en armadura enteramente color de plata, de cabellera naranja, y quien vaciaba un tarro de cerveza pese a tener la misma edad que el incrédulo de las noticias que recién le informaba su compañero.
-Es la verdad, Rigel –respondió el Caballero de Plata tras colocar su tarro de regreso en la mesa-. Me lo contó el mismísimo Nicole de Altar, y él es el verdadero asistente del Patriarca, no esa mujer que lo sedujo por una posición de poder –enunciaba el compañero de Rigel, un poco ruborizado por la bebida-. El Santuario es una vergüenza. Aioros rompe con la tradición de los Patriarcas al contraer matrimonio, y extiende la posibilidad a los Caballeros Dorados. ¿Dónde quedó el vivir solo por Athena? Quién, por cierto. ¿Cómo sabemos que ya reencarnó? ¿Y si Aioros está en estos momentos pretendiendo que así ha sido para hacer su voluntad? Además, están llegando ajenos al Santuario, nos contaminarán de los conocimientos del exterior, y pronto los Caballeros Dorados estarán abusando de su poder frente a políticos como lo hizo Shura que casi causa una guerra entre Grecia y Estados Unidos –se quejó el joven.
-Ya bebiste suficiente, Aeson. Caballero de la Copa o no, aprende a separar tu constelación de tu honor de caballero –le retiró el tarro de cerveza Rigel, lo que no fue del agrado de Aeson-. Y expresarte de esa forma de un Caballero Dorado, no lo considero sabio, y mucho menos prudente. Es de mi maestro Shura de quien estás hablando –le recordó él.
-Tu maestro es un imbécil, todos los Dorados lo son –le arrebató su tarro de cerveza Aeson, y volvió a beber-. La gran mayoría no es más viejo que nosotros –se fastidió Aeson, era evidente que ya había bebido suficiente, diferente de Rigel que no bebía, solo lo acompañaba-. Incluso le dieron una Armadura Dorada a ese tonto de Aioria. Seguro se ganó su lugar por ser el hermano del Patriarca. Nadie cree que merezca esa armadura –comentó Aeson.
-Yo estuve presente durante la entrega de la Armadura de Leo hace un par de años, Aeson. Aioria venció a Moses por el derecho legítimamente –defendió Rigel-. Aún si es el hermano menor del Patriarca, fui testigo de sus habilidades. Tendrá muy poco control del cosmos, pero su cosmos es enorme –insistió Rigel.
-Como el cosmos de muchos Caballeros de Plata –se defendió Aeson-. Los Caballeros Dorados no son tan honorables como crees, Rigel. El Caballero Dorado de Cáncer inclusive es llamado Máscara Mortal, y escuché que era un asesino en serie de Italia, ¿dónde está el honor en eso? –preguntó, y Rigel trastabilló un poco-. De Aioria ya hablamos, pero también me parece un fastidio que Dohko, un anciano de 256 años, continúe siendo el Caballero de Libra. Maldición, el supuesto Caballero de Aries robó su armadura. Y después está Escorpio, Orfeo debería vestir la Armadura Dorada de Escorpio, no ese niño salvaje sin nombre de la Isla de Milo que asesinó a 800 aspirantes por el derecho a portarla. –insistía Aeson.
-Juzgas muy duramente. El Caballero de Escorpio debe ser elegido de esa forma por ser el cazador más experimentado y sanguinario del Santuario… te lo dice quien viste a Orión que es su rival –continuó defendiendo Rigel a los Caballeros Dorados, ante las rabietas ebrias de Aeson-. Seguro si lo conocieras, cambiarías de parecer respecto a él, y respecto a todos los Caballeros Dorados que has mencionado –insistió Rigel.
-¡Ese es el maldito problema! –alzó la voz Aeson, y Rigel se preocupó mientras lo veía pedir otra cerveza- Es porque no los conocemos el que todos ilusamente piensan que son la gran cosa. Viven en las 12 Casas rodeados de lujos, tienen servidumbre, Escuderos les dicen, son los únicos entre los 88 Caballeros que pueden poseerlos. Así de mimados son los Caballeros Dorados, mientras los de Plata y Bronce solo somos carne de cañón –se fastidió él.
-Eso no es verdad –se quejó Rigel-. Los Caballeros Dorados son todos honorables y respetuosos, un ejemplo a seguir entre los pertenecientes a la Orden de Athena –defendió el Caballero de Orión, cuando entonces, en medio de los mercados, se escuchó un grito, y el par de Caballeros de Plata notó a un cometa dorado que se acercaba a los mercados del Anillo Medio, forzando a Rigel a salir preocupado- ¿Una invasión? –se preocupó el de Orión, Aeson solo hizo una mueca sabiendo lo que iba a pasar, por lo que tapó su vaso de cerveza antes del impacto.
-¡Aaaaah! –resonó el grito de Kyoko, mientras el cometa dorado aterrizaba sobre la fuente de la rotonda del mercado, haciéndola estallar en pedazos tras el aterrizaje de Milo, ante el cual Rigel se preparó para un combate- No más agua por favor. Después de aterrizar en el medio del océano, pienso que he desarrollado talasafobia… -se estremeció Kyoko.
-¿Talasaqué? –preguntó Milo, pero en lugar de continuar con su cuestionamiento, dejó caer a Kyoko dentro de lo que quedaba de la fuente, y la niña pataleó mientras intentaba ponerse de pie- No fue tan malo. Además, te sirvió para activar tu cosmos durmiente. De no haberlo hecho, pudiste haber muerto –le comentó Milo.
-¿¡Quiere decir que arriesgó mi vida sin saber si sobreviviría!? –se quejó Kyoko, pero sus quejas tuvieron que esperar, mientras Rigel intervenía posándose orgulloso frente a Milo- ¿Otro extravagante portador de armadura? –preguntó Kyoko.
-¡Invasor al Santuario, identifícate! –amenazó Rigel, a quien Milo miró con molestia, y la respuesta del de Escorpio fue colocar la Caja de Pandora de la Armadura Dorada de Escorpio sobre el suelo, que por su peso hizo temblar los alrededores- ¿Un Caballero Dorado? –exclamó Rigel sorprendido, la Caja de Pandora entonces liberó la Armadura de Escorpio, y vistió a Milo de dorado- La-lamento haberle faltado al respeto, mi señor –reverenció Rigel preocupado.
-Apártate –comentó Milo, sobresaltando a Rigel, quien se preocupó por las frías palabras de Milo, pensando que lo había irrespetado, por lo que se arrodilló frente a él-. Por todos los dioses… estás estorbando la vía principal, no tengo interés alguno en que un Caballero de Plata piense que me ha irrespetado, eso simplemente me es indiferente –agregó Milo, lo que molestó a Rigel, quien se sintió menospreciado-. Andando, Kyoko –ordenó Milo.
-Ya voy… -agregó Kyoko mientras intentaba exprimirse el agua de su vestido, pero al notar que Milo la dejaba atrás, se apresuró a intentar salir, solo para tropezar y comenzar a caerse nuevamente dentro de la fuente, solo que alguien la atrapó en medio de su caída-. Gracias, señor Milo –comentó pensando que había sido Milo quien la había ayudado, solo para encontrar a Rigel sosteniéndola-. Oh, gracias a usted entonces, gran hermano –sonrió Shoko.
-¿Gran hermano? –preguntó Rigel confundido, pero entonces se dirigió a Milo con molestia- Caballero de Escorpio, con el debido respeto, ¿no cree que está tratando mal a esta niña? ¿De verdad realizó un Salto de Cosmos con ella? Pudo haber muerto –se quejó Rigel.
-Está viva, ¿no es así? –comentó Milo fríamente, y Rigel cerró su mano en un puño- Reflexiona en lo que estás tratando de hacer, Caballero de Plata… Orión creo… levantarle el puño a un Caballero Dorado podría considerarse suicidio –comentó Milo.
-Espere –comentó Kyoko, tomando la mano de Rigel para tranquilizarlo. El Caballero de Plata entonces bajó la mirada para verla-. Muchas gracias por detener mi caída, y muchas gracias por preocuparse por mí, pero estoy bien –sonrió ella con dulzura, y el Caballero de Plata abandonó las intenciones de buscar pelea, mientras Kyoko se despedía con una reverencia, y se apresuraba para caminar junto a Milo-. ¿No ha sido grosero? –preguntó Kyoko preocupada.
-¿Grosero? –preguntó Milo, pensando al respecto- Hice lo posible por no requerir de un Salto de Cosmos para regresar al Santuario, y no lo realicé hasta que tuve la certeza de que podrías sobrevivir al mismo. Puede que te sientas ofendida, pero no puse tu vida en riesgo –se defendió Milo, y Kyoko parpadeó un par de veces.
-No me refería a que fue grosero conmigo, sino con el Caballero de Plata –apuntó Kyoko, lo que Rigel alcanzó a escuchar, momentos antes de retirarse en dirección a la taberna, donde su ebrio compañero lo había observado todo.
-No recordé el nombre del Caballero de Plata de Orión, supongo que debí sonar arrogante al no mencionarlo –comentó Milo, y Kyoko asintió un par de veces-. Como Caballero Dorado, es nuestro deber comportarnos como un ejemplo a seguir. Tal parece que aún me queda etiqueta por aprender, reflexionaré sobre ello –admitió Milo.
-¿Ahora sí es todo un caballero? –preguntó Kyoko sorprendida por el cambio de actitud de Milo, quien entonces se frenó y suspiró incomodado, forzando a Kyoko a preguntarse qué había hecho, y sobresaltándose cuando de pronto oscureció, o al menos así le pareció a ella, cuando en realidad era una inmensa sombra la que la rodeaba- ¡Un Gigante! –apuntó Kyoko.
-¡JA JA JA JA! –resonó una poderosa carcajada, que sobresaltó a los presentes en los mercados- ¿Qué veo? Milo con una aprendiz. ¿No tuviste suficiente con Saori y quieres a más admiradoras en tu templo? –se burló el inmenso hombre vestido en una túnica griega, y que llevaba varios juguetes de madera entre sus pertenencias.
-Aldebarán… -comenzó Milo, su ceja temblándole con molestia, lo que sorprendió a Kyoko, que en ese momento observaba a Milo perder su temple-. ¿¡Quién diantres necesita admiradoras!? ¡No necesito a una Escudera! ¡Ni se me ha asignado una discípula! ¿¡Y qué es todo eso!? –apuntó Milo, que entonces comenzó a respirar pesadamente.
-Ah, ¿esto? Me chiflan las artesanías –respondió Aldebarán. Milo bajó la cabeza, ya sintiendo la vergüenza de haber perdido el temple, lo que Kyoko encontró curioso-. Mucho gusto, soy Aldebarán, Caballero Dorado de Tauro, ¿un obsequio? –le ofreció un dulce, que Kyoko aceptó.
-Aldebarán… ¿se puede saber lo que quieres? –comenzó Milo nuevamente con solemnidad, aunque Kyoko se impresionó de ver la aguja en su dedo crecer. En definitiva, la sorpresa de Kyoko de saber que Milo tenía un temperamento muy volátil, la había impresionado mucho.
-Bueno, me asignaron a un discípulo. Creo que a todos nos han asignado a uno, no creo que ella sea coincidencia –apuntó Aldebarán, y Milo hizo una mueca, mirando a Kyoko con molestia, lo que la asustó-. Pronto llegará desde Canadá, y he venido a recibirlo. Es lo que hacen los maestros, tratan a sus discípulos con preocupación. Trata de no maltratar mucho a la tuya –apuntó Aldebarán a Kyoko, quien ya comía su dulce.
-Kyoko no es mi discípula, no comparte mis estrellas –le enunció Milo con molestia, lo que fue una sorpresa para Aldebarán-. Nadie comparte mis estrellas, lo que es preocupante. Si no desempeño un buen trabajo como maestro del discípulo que he de recibir, el legado de Escorpio se termina conmigo, que fastidio –se dijo a sí mismo Milo, pero ignoró a Aldebarán, dándose la vuelta, y retirándose-. Cuida de tu discípulo, Aldebarán, y deja de meterte en mis asuntos. Nos vamos, Kyoko –ordenó Milo, Kyoko obedeció, se despidió de Aldebarán, y siguió a Milo.
Mientras todo aquello sucedía, Rigel, quien había defendido a los Caballeros Dorados ante su compañero Aeson, había regresado a su mesa, y presionaba su copa con fuerza mientras el Caballero de Plata que representaba precisamente a la Copa, lo miraba con una sonrisa.
-Gloriosos los Caballeros Dorados, ¿no es así? –se burló Aeson, molestando a Rigel- El sanguinario de Escorpio de modales tan deplorables que parece haber sido encontrado en una cueva, y el honorable de Tauro que se gasta el dinero de los cofres en comprar baratijas en los mercados. Oh, es un honor pertenecer a la Orden de Athena –agregó Aeson sarcásticamente.
-Insisto en que los juzgas demasiado duro, ellos defendieron las 12 Casas de la invasión de Metis de hace un par de años –le recordó Rigel, y Aeson se burló de forma sonora-. No pueden ser tan malos, solo son… inexpertos –aclaró.
-¡Los Caballeros Dorados inexpertos! ¡Me encanta! ¡Espero que los Generales Marinos y los Espectros también sean inexpertos! ¡Así todos estaremos en igualdad de condiciones! –agregó Aeson alzando su copa, Rigel solo se preocupó por aquel comentario- Y claro que los Caballeros Dorados soportaron la invasión de Metis, que cruzó desde Aries hasta Escorpio, con varias horas aún de ventaja. Una Titánide, ¿qué pasará cuando sean 108 Espectros? –se quejó él.
Las 12 Casas. Senda a la Casa de Leo.
-Señor Milo, ¿voy a morir? –preguntó Kyoko, haciendo lo que podía por subir los peldaños hasta la Casa de Leo. Estaba sumamente agotada, pero Milo no se detenía por ella, y continuaba adelantándose- Espere por favor… -suplicaba Kyoko, sin que Milo se tentara el corazón.
-Eres demasiado cruel –escuchó Milo, interrumpiendo la marcha, y encontrando a Aioria frente a las escalinatas que daban entrada a su templo-. No fuera Saori, seguro la llevabas de caballito –se burló Aioria, y Milo se fastidió-. ¿Quieres pelear? –sonrió Aioria.
-Ganas no me faltan, gato inepto… pero tengo una misión por si no te has dado cuenta –apunto Milo, y Kyoko llegó tambaleante ante ambos, desplomándose por el cansancio, lo que preocupó a Aioria, quien apuntó a Kyoko-. Ella estará bien, solo es una exagerada –comentó Milo.
-Oh muy probablemente tú seas un tirano. Lithos… -comentó Aioria, y de inmediato la Escudera de Aioria llegó con un vaso con agua, mismo que Kyoko se terminó de un solo movimiento-. No lo entiendo, tratas a tu nueva discípula como si no te importara. Pensaba que estabas deseoso de encontrar a un sucesor para tu Armadura Dorada –comentó Aioria, Milo solo desvió la mirada-. Espera… no me digas que… -se puso en cuclillas Aioria, y miró a Kyoko fijamente. La niña se sintió ligeramente intimidada, en especial por el hecho de que, en las pupilas de Aioria, comenzaba a verse el cosmos. La mente de Kyoko pareció transportarla al espacio, se vio rodeada de estrellas, y Aioria parecía verlas de igual manera-. Aquí está… -prosiguió Aioria, trazando con sus dedos sobre un mapa de estrellas imaginario, y Kyoko logró ver lo que estaba haciendo-. Las estrellas de Sagitario brillan sobre ella. Por eso es que estás tan molesto, tu primera discípula, y no es una Escorpio –concluyó Aioria.
-Nadie ha dicho que sea mi discípula –enunció Milo con molestia. Aioria hizo una mueca por las reacciones de Milo, evidentemente estaba molesto, pero en lugar de prestarle atención al de Escorpio, desvió nuevamente su mirada a la niña, quien lo miró de regreso.
-Aioria de Leo, soy su rival –se presentó Aioria, y Kyoko se tomó de los bordes de la falda, e hizo una gentil reverencia en su dirección-. Si este te molesta, solo menciona a Saori y verás cómo le cambia la ca… -intentó decir Aioria, cuando Milo lo golpeó en la nuca con molestia, y un cosmos rojizo rodeándolo- ¡Ese me dolió! –lo tomó Aioria del cuello.
-¡No pretendía darte una suave caricia, Aioria inútil! –se defendió Milo, y el par pegó frentes el uno contra el otro, mientras Kyoko miraba a Lithos, confundida, y la de cabellera esmeralda solo hacía una mueca de vergüenza, como si esto fuera ya algoece común- Dejando la posición de Kyoko. ¿Qué hay de ti? –preguntó Milo, por lo que Aioria hizo una mueca de preocupación.
-Me asignarán al discípulo de Noesis del Triángulo –le explicó Aioria, lo que preocupó a Milo-. No es lo que crees. Noesis sigue con vida, no puedo decir lo mismo de la Caballero de Bronce de Equuleus –le explicaba Aioria, lo que ganó la atención de Kyoko por alguna razón-. La misión a la que me asignaron no terminó muy bien. Equuleus fue asesinada a manos de la Gorgona Euríale, a quien di muerte. A Noesis del Triángulo y a Retsu del Lince los enviaron al Santuario, y al ser Noesis un Géminis, lo asignaron a Saga, quien lo ha elegido como su posible sucesor en caso de que no sobreviva a la Nueva Titanomaquia. Retsu por otra parte, sus estrellas son las de Leo. Se están haciendo los preparativos para entregármelo por discípulo –le comentó él.
-Lamento que no hayas recibido a un pupilo desde cero –le respondió Milo con sinceridad-. Pero al menos, puedes estar tranquilo. Hay bastantes candidatos potenciales a tu Armadura Dorada –le comentó Milo, lo que fastidió a Aioria, pero antes de que el de Leo pudiera quejarse, el de Escorpio habló primero-. Sin importar lo que venga, dejarás atrás a grandes Caballeros de Athena que se inspirarán en tu nombre, y se enorgullecerán del legado de Leo… solo trata de que tu legado no se pierda tan pronto, o Saori se pondrá triste –le comentó Milo, pidiendo con un movimiento de su mano a Kyoko el que lo siguiera, y tras la pequeña obedecerle, el par continuó con el ascenso por las 12 Casas, mientras el de Leo embozaba una sonrisa.
China. Los Cinco Picos.
-La verdadera fuerza, está en derribar a tu adversario sin que este pueda llegar a tocarte, y sin derramar jamás una gota de tu propia sangre. He ahí donde radica el verdadero poder de un Caballero de Athena –en Cinco Picos, fuera de una choza donde las aspirantes a Caballeros de Athena, Shunrei y Xiaoling, amarraban cestos con víveres, el Caballero de Plata, Misty del Lagarto, realizaba una sesión de entrenamiento con Okko, quien perseguía furiosamente al Caballero de Plata que lo evadía grácilmente-. El desperdiciar movimientos, el no poder leer los músculos de tu oponente, y el no poder conectar siquiera un golpe, son sinónimos de tu debilidad. Es por eso que fue Shiryu y no tú, Okko, el elegido por el Maestro Dohko para obtener el tesoro de la cascada –le recordaba Misty, mirando en dirección a la cascada, donde Shiryu, el elegido por Dohko, se preparaba para su última prueba-. Relegándote a ti a ser el surcador del rio, no quien ha de controlar sus aguas –proseguía Misty, enfureciendo a Okko, quien en su rabia comenzó a atacar más rápidamente-. Eso es, si la ira es lo que mueve tu determinación, apodérate de ella y conviértete en el caballero que pueda moldear su ira en poder –prosiguió Misty, pero por más que se esforzaba Okko, simplemente no podía alcanzarlo, y al final, Misty terminó lanzándolo por los aires con un movimiento de su dedo.
-¿Eso es lo que piensas realmente que es la verdadera fuerza? –escuchó Misty, mientras las preocupadas de Shunrei y Xiaoling ayudaban al humillado de Okko a incorporarse. Quien hablaba era un recién llegado, un joven en túnica algo sucia por haber viajado tanto, con una caja de madera atada a su espalda, y con un pequeño de tres años, de cabellera anaranjada, y con un par de lunares sobre sus cejas- Me temo que tienes una idea equivocada de lo que es la fuerza verdadera. Ser alcanzado por el ataque de tu oponente no es sinónimo de debilidad, levantarte y seguir adelante, superarte y aprender, es la verdadera fortaleza. Alguien que no conoce la derrota, no puede entender eso, te compadezco –comentó el recién llegado, Mu.
-¿Quién eres, viajero? ¿Qué haces aquí? –preguntó Misty, aparentemente molesto por los comentarios. Frente a la cascada, Dohko viró para ver a Mu, y embozó una gentil sonrisa- Lo que ocurre en este lugar, no es de tu incumbencia. Márchate –ordenó Misty.
-Me temo que no puedo hacerlo, Caballero de Plata, ya que tengo una lección inconclusa con el Viejo Maestro –le comentó Mu, lo que indicó a Misty que no se trataba de un invasor ordinario-. Pero haré un trato contigo. Lanza tu mejor ataque en mi dirección, y yo lo recibiré con los brazos detrás de mi espalda. Si ante tu ataque continúo con vida, tendrás que recibir el mío. Puedes defenderte de mí ataque si así lo prefieres, me es indiferente –declaró Mu.
-¿Qué significa este atrevimiento? ¿Por qué habría de rebajarme a…? –intentó decir Misty, cuando sintió el cosmos de Dohko rodearlo- ¿Maestro Dohko? ¿Me está pidiendo que acceda a esta confrontación? –preguntó Misty, mientras Mu pedía a Kiki que se alejara un poco, antes de posarse de ojos cerrados frente al Caballero de Plata- No entiendo tan ridícula petición, pero si es Dohko quien me lo ha pedido, no está en mí el negarme. Tú lo has querido ermitaño, te lanzaré un ataque con todas mis fuerzas y demostraré así la extensión de mi fuerza. Pero antes de hacerlo te confieso que no conozco el significado de la palabra dolor, porque nunca durante un combate me ha tocado un adversario –elevó su cosmos Misty, que se incineró como flamas plateadas, mismas que lanzó en forma de un torbellino de plata-. ¡Tifón Plateado! -los poderosos vientos fueron recibidos por Mu, quien fiel a su promesa, no se defendió, sorprendiendo a Okko, a Shunrei y a Xiaoling, aunque el Muviano no recibió daño alguno- Recibió mi ataque, y este no traspasó siquiera su piel –se escandalizó Misty.
-Permíteme ahora demostrarte, el significado de la fuerza verdadera –apuntó Mu, sin mostrar debilidad alguna-. ¡Revolución de Polvo Estelar! –lanzó su ataque Mu, Misty se mostró impresionado por el mismo, el ataque estalló a sus pies, y Misty comenzó a caer por la cascada, con sus ojos bien abiertos, sangre cayéndole de sus heridas, y cayendo al agua debajo de la cascada-. Ahora sabes lo que es el dolor. Estoy seguro de que, a partir de ahora, conocerás lo que es la verdadera fuerza, valiente Caballero de Athena –terminó Mu, continuó avanzando, pero encontró al furioso de Okko cortándole el camino.
-Déjalo pasar, Okko –exclamó Dohko, sorprendiendo a su discípulo-. La lección que hoy ha aprendido Misty, lo convertirá en un mejor Caballero. Pero para ti y para Shiryu aún tengo una lección más antes de atender a Mu. Te pido que esperes un momento –le pidió Dohko, Mu asintió, y sentó junto con Kiki a observar-. Acércate Okko –pidió entonces el Viejo Maestro, su discípulo reverenció y así lo hizo, Dohko entonces continuó con su lección-. Adelante entonces, Shiryu. Es necesario que lo hagas –le pidió Dohko tranquilamente.
-No puedo gran maestro –fue la respuesta del joven Shiryu, quien miraba a la cascada con impotencia e incredulidad, convencido de que aquello que le pedía el Viejo Maestro era imposible, y demostrando una impaciencia que, por su joven edad, podría parecer incluso comprensible-. ¿Cómo quiere que un hombre invierta el curso de un torrente? Va contra las leyes de la naturaleza. Es imposible, solo un dios es capaz de hacerlo –le comentó Shiryu con molestia. Bajo la cascada, Misty, con su orgullo vencido por Mu, salió del agua y miró a la cima de la cascada, pensando en Shiryu, y en la enseñanza del Viejo Maestro.
-¿Quién ha decretado que un torrente debe fluir de arriba hacia abajo? –comenzó Dohko, y Shiryu intentó hablar, pero el Viejo Maestro continuó sin darse a esperar- Lo que el hombre llama leyes de la naturaleza no son más que unas generalizaciones de los fenómenos que él mismo no alcanza a comprender –Shiryu intentó quejarse, pero Dohko estaba bastante molesto con su discípulo-. No me interrumpas. Dices que solo un dios es capaz de hacer eso. Bueno, los Caballeros son tan fuertes como los dioses. El hombre que tras años de estudio conoce las leyes del universo debe ser capaz de hacer una cosa así. No queda más tiempo, Shiryu, si no logras invertir el flujo de la cascada con tu siguiente movimiento, no te entregaré tu sagrada armadura –amenazó Dohko, lo que despertó la preocupación de Shiryu-. Desde hace milenios, el torrente fluye hacia la tierra, tienes que conseguir que remonte su curso hacia el cielo y las estrellas. ¡Nada es imposible para un Caballero! ¡Hazlo Shiryu! –ordenó Dohko, sus palabras llenas de autoridad, llenas de vida- ¡No habrá otra oportunidad! ¿¡Eres un hombre capaz de desafiar a los dioses!? ¿¡Puedes crear milagros con tus puños y tus piernas!? ¡Demuéstralo entonces! –insistió Dohko, Shiryu se viró a ver a la cascada, cerró los ojos, pero no hizo movimiento alguno.
-Si tú no lo intentas, Shiryu… yo lo haré… -comenzó Okko, caminando al lado de Mu, y acercándose a la cascada, con ira evidente en su mirada y mientras se mordía los labios con desprecio- ¡Yo triunfaré donde Shiryu ni siquiera se digna a intentarlo! –gritaba Okko.
-No –fue la respuesta de Dohko-. Tú no puedes ir en contra de la corriente, Okko, vas a favor de ella, como el Tigre que representa a la Constelación de Eridanus –le explicaba Dohko, lo que realzó la curiosidad de Okko-. El Tigre y el Dragón son los que se sientan en los platos de la Balanza de Libra, las dos fuerzas regentes de su constelación. El Dragón se dice es tan poderoso, que es capaz de invertir el flujo de una cascada, forzar al agua a correr en dirección al cielo. El Tigre, sin embargo, posee otra fuerza indomable. No va en contra del rio, navega con él, lo doma, se vuelve parte del rio. Uno de ustedes es el Dragón de la Balanza de Libra, el otro es Eridanus, el Tigre. Sus fuerzas deberán estar en equilibrio siempre, ya que cualquiera de ustedes podría convertirse en el Caballero de Libra, pero hoy, ambos tienen que sentir la fuerza de sus bestias. Un Caballero de Libra, siempre se equilibra al Tigre o al Dragón, y yo he depositado mi fe en ustedes, así que Shiryu, ¡Libera al Dragón! –insistió Dohko.
-Pero… -intentó decir Shiryu, encontrando a Okko furioso y mirándolo fijamente, como un Tigre que rugía ante su rival el Dragón, y aquella determinación de su rival, inspiró a Shiryu-. Lo entiendo… -se viró Shiryu, y preparó su cosmos-. Siente el equilibrio… entrégate al Dragón, a su sabiduría, a su fortaleza, a su fuerza capaz de crear milagros. ¡Supremacía del Dragón Ascendente de Rozan! –saltó Shiryu con su cuerpo rodeado en cosmos, pateó, y ante la mirada atónita de Okko y de Misty, además de las de satisfacción de Dohko y de Mu, el agua de la cascada comenzó a estremecerse, y subió al cielo, a las estrellas, transformada en un dragón de agua que rugía con fuerza, y liberaba del fondo a una Armadura de Bronce, cuyos ojos brillaron de rojo mientras se elevaba al cielo.
-¡Es tu turno Okko! ¡El Equilibrio de la Balanza de Libra se ha roto en favor del Dragón! ¡Retoma el equilibrio perdido! ¡Convierte la fuerza del torrente en tu propia fuerza! –continuó con su explicación Dohko, y aunque Okko no lo comprendía muy bien, supo que esta era también su prueba, elevó el cosmos, azul y violento, le dio la espalda a Shiryu, y rugió con fuerza, lanzando un puñetazo que forzó al dragón de agua a regresar, alimentado por el viento y la tormenta.
-¡Tigre Descendente de Rozan! –el puñetazo de Okko resonó como un rugido, el rugido del poderoso Tigre de agua, que regresó el torrente a su forma original, y se dirigió rio abajo, hasta donde una Caja de Pandora esperaba, revelada por el cauce sin agua del rio gracias a la proeza de Shiryu. La Caja de Pandora reaccionó, se abrió, y mostró una Armadura Azul con la forma de un Tigre, la Armadura de Bronce de Eridanus. Ambas Armaduras, el Tigre y el Dragón, se encontraron en el firmamento, se rugieron el uno a la otra, estallaron en sus partes, y revistieron a sus respectivos portadores, a Shiryu el Dragón, a Okko el Tigre.
-Está hecho –agregó Dohko, orgulloso, y con la Armadura Dorada de Libra, incrustada en la roca detrás de la cascada que volvía a llenarse de agua, brillando intensamente-. Okko, Shiryu, uno de ustedes se convertirá en mi sucesor, en el Caballero de la Justicia. Con esta proeza ambos han dado su primer paso en esta dirección. ¿Quién será el Caballero de Libra? Eso es algo que no sé con certeza. Por primera vez en mi vida, siento esa incertidumbre de no ser quien comprenda a las estrellas, y descubrir el papel que cada uno jugará en la elección del Caballero de Libra. Lo que sí sé, es que ambos me enorgullecen, ya no hay nada que pueda enseñarles, de ahora en adelante, aprenderán el uno el otro, el Tigre y el Dragón –reverenció Dohko, y frente a él, la Caja de Pandora de la Armadura de Libra aterrizó-. Llevarán consigo a la Armadura de Libra al Santuario de Athena, junto al Caballero Dorado de Aries –presentó Dohko.
-¿Caballero Dorado? –se quejó Misty tras por fin escalar de regreso a la cima, Mu sonrió, y quitó la tapa de su caja de madera, mostrando el dorado de su Caja de Pandora- Increíble… jamás he perdido una batalla en mi vida… es natural haber perdido contra un Caballero Dorado. De haberlo sabido… -se mordió los labios Misty.
-De haberlo sabido, no me habrías enfrentado, ya que la razón de que jamás sentiste dolor o sufrieras una derrota, es el hecho de que sabiamente elegías a tus adversarios –le comentó Mu tranquilamente-. Lo que me deja con una duda, Misty. ¿Qué pasará el día en que no puedas elegir tus batallas? –aquello agregó más insulto a la herida, y Misty, bajó la mirada, comprendiendo la lección que Mu intentaba darle- Todos tenemos algo que aprender, y es por eso que he venido a Cinco Picos, a recibir la última lección que mi maestro Shion no logró completar –miró Mu a Dohko, quien meditó al respecto-. No es la primera vez que me presento ante usted por entrenamiento, Viejo Maestro. Por eso le suplico, que termine la lección que mi maestro Shion comenzó a darme. Por favor, enséñeme la técnica… de la que mi maestro hablaba con esperanza –se arrodilló Mu, e hizo una reverencia a manera de súplica.
-Umm… -meditó Dohko, mirando a Shiryu y a Okko fijamente-. Hay técnicas que, pese a estar prohibidas, se siguen enseñando, Shiryu, Okko. Justo como las técnicas más poderosas de sus constelaciones, que jamás deberás usar –les recordó Dohko, por lo que ambos intuyeron que se trataba de una técnica muy similar-. Muy bien… Mu… te enseñaré la técnica que Shion deseaba que supieras, y que jurarás en el nombre de Athena no usar jamás –le enunció Dohko.
-¿Una técnica que debe jurar en el nombre de Athena el no utilizar jamás? –preguntó Misty confundido- ¿Por qué transmitir una técnica bajo esas premisas? ¿De qué sirve enseñarla si usarla es sinónimo de insultar a Athena? ¿No sería mejor que esa técnica quedara en el olvido para evitar su uso? –preguntó Misty confundido.
-Aquellos que olvidan el pasado, están destinado a volverlo a repetir, Misty –le sonrió Dohko, lo que no comprendía el Caballero de Plata-. Enseñar esta técnica, es importante. Porque es una técnica que no se debe olvidar, ya que, si se olvida lo que significa, se volverán a revivir los pesares del pasado –le explicó Dohko, comenzó a elevar su cosmos, y Mu comenzó a hacerlo de igual manera-. Aprende esta técnica… Mu… y has con el conocimiento de la misma, la voluntad de los hombres… -terminó Dohko, mientras su cosmos se incineraba, inmenso, y brillante.
Grecia. Atenas. El Santuario. Casa de Escorpio.
-¡Maestro Milo! –apenas puso Milo su pie dentro de la Casa de Escorpio, cuando se escuchó el entusiasta grito de alegría de una Escudera dentro de la misma. Milo inmediatamente sonrió para sí mismo tras escuchar aquella voz, mientras la Escudera de cabellera lila y corta, corría descalza y algo mugrienta por la Casa de Escorpio, deteniéndose en seco cuando notó que estaba toda mal presentada, y escandalizándose- ¡Por favor espere! –agregó preocupada.
-Espera… Saori… -intentó detenerla Milo, mientras la niña corría rápidamente a los pisos inferiores, y se escuchaba el salpicar de agua, mismo que incomodó a Milo, quien suspiró dejando salir su molestia, y tras recordar el ya común gesto, se viró buscando a Kyoko, quien llegaba tambaleante y escasa de aire a la Casa de Escorpio-. ¿Estás bien? –preguntó Milo.
-¿Le puede dar un infarto a una niña de once? –preguntó Kyoko sumamente agotada, Milo solo hizo una mueca, pero se negó a responder, mientras de los pisos inferiores Saori regresaba ya con el rostro limpio, aunque sudando un poco por el esfuerzo.
-Bienvenido sea de vuelta… Maestro Milo… -sonrió Saori con ternura, y con un gentil rubor en su rostro, mismo que se borró casi de inmediato, cuando notó a la chica que había llegado junto a Milo a la Casa de Escorpio-. ¿Eh? –preguntó Saori, Kyoko la saludó nerviosamente, como si intuyera una fuerza aplastante de cosmos rodearla- Ma-maestro Milo… -comenzó a temblar Saori-. ¿Va a reemplazarme? –preguntó la Escudera.
-¿Reemplazarte? –preguntó Milo, y Saori inmediatamente apuntó a Kyoko, quien se sintió bastante incomodada por las reacciones de la niña-. Ella es Kyoko. Aioros me pidió traerla desde Japón, pero eso es todo –le explicó Milo.
-Mucho gusto –reverenció Kyoko, y Saori realizó una reverencia instintivamente, recordando su educación japonesa-. Y bueno… aún no me queda claro lo que soy, pero… creo que soy discípula del señor Milo… -aclaró Kyoko, y aquello disparó las alertas de Saori.
-¿Eh? –comenzó Saori, y entonces se viró para ver a Milo, quien ya suspiraba incomodado, sabiendo lo que estaba por ocurrir- ¿Discípula? Pe-pe-pero, Maestro Milo. ¿Eso significa que va a vivir con nosotros? –apuntó Saori.
-Saori –agregó Milo con autoridad, preocupando a Saori-. No tengo por qué darte explicaciones, eres mi Escudera, y tienes que acatar mis órdenes –le recordó Milo, y Saori se apenó, pero asintió-. En cuanto lo sepa, te informaré –fue lo último que se dijo al respecto.
-Sí… Maestro Milo… -respondió Saori, a quien Kyoko miró con algo de preocupación, mientras ella se paraba cerca, y esperaba instrucciones adicionales, pero Milo tan solo suspiró, se adelantó un poco en su templo, y comenzó a elevar su cosmos buscando en los templos superiores con el mismo, momento que Kyoko aprovechó para acercarse a Saori.
-¿Saori? –preguntó Kyoko, y Saori la miró con curiosidad- ¿Hice algo que te molestara? –preguntó curiosa, Saori se apenó, pero movió su rostro negándolo- Me alegro… -se sentó Kyoko cerca de ella, en el suelo, por lo que Saori se sentó con ella de igual manera-. ¿Tienes 8 años? –preguntó, y Saori asintió-. Ya veo… que bien… -sonrió Kyoko-. Mi hermana, Shoko… cumplió 8 años hoy… y ya la extraño mucho –comenzó, sin notar que las lágrimas se le habían escapado, pero tras notarlas, intentó limpiarse las mismas, solo para llenarse el rostro de mugre y deprimirse aún más tras notar aquello. Entre los saltos de cosmos, la subida por las 12 Casas, y múltiples caídas entre las sendas, Kyoko había terminado toda sucia, además su vestido, de las pocas pertenencias que le quedaban, estaba todo arruinado. Saori entonces pensó que, pese a todo, y sin importar si Kyoko terminaba como discípula de Milo o no, Kyoko había sacrificado mucho por estar en el Santuario, igual que había hecho ella.
-El Maestro Milo es muy estricto, pero lo es porque se preocupa por las personas a las que ponen a su cargo –comenzó Saori con dulzura, una que incomodó a Milo, quien la miró de reojo-. Pero él no te desea el mal… es duro, porque sabe que el mundo es duro… y te somete a cosas como subir a pie por las 12 Casas, aun cuando puede simplemente cargarte y llevarte en lo que dura un parpadeo, porque quiere que te vuelvas más fuerte, así cuando él no esté, puedas protegerte por ti misma –explicó Saori, conmoviendo un poco a Kyoko-. No sé si vas a ser la discípula del Maestro Milo… o si tan solo te está llevando con tu nuevo maestro, pero lo que sí sé, es que Milo no va a tentarse el corazón, ni te endulzará nada… te mostrará la realidad tal cual llega, porque Milo desea prepararte para el momento en que él no pueda protegerte. No por nada no se han movido de Escorpio. Quiere que la atienda, ¿no es así? –se burló un poco Saori.
-Yo no he dicho nada –agregó Milo de forma agresiva, lo que intimidó un poco a Saori, mientras Milo la miraba de reojo, pero volvía a prestar atención a las casas superiores-. Ve… sería una descortesía mostrar a Kyoko en ese estado ante el Patriarca -terminó Milo, y Saori sonrió, llevando a Kyoko consigo entonces a los pisos inferiores, donde la ayudó a darse un baño, y a acomodarse en ropa más adecuada. En la duración de todo aquello, Milo suspiró, dejando salir su agotamiento mental, sus preocupaciones, y sus frustraciones-. Dos años siendo mi Escudera, conmigo entrando y saliendo del Santuario por las misiones de Assassin… y ya me lee como un libro abierto. Estoy bajando la guardia –se molestó Milo, pero se dio la vuelta a sentir el par de cosmos regresar a los pisos superiores, encontrando a Kyoko junto a Saori nuevamente, la primera ya limpia, y revestida en un traje de entrenamiento que incluía un pantalón blanco, túnica azul, y armadura de cuero alrededor de las rodillas, codos, y sobre una sola hombrera. Kyoko reverenció entonces, sin saber qué más hacer.
-Les agradezco el traje de entrenamiento, Escudera Saori… -comenzó ella, pero entonces se dirigió a Milo, confundida-. ¿Maestro? –preguntó ella, Milo lo pensó, no estando del todo seguro, pero sintiendo pena por la mirada dolida de Kyoko, quien no sabía qué pensar.
-Lo discutiremos frente al Patriarca Aioros… andando… -enunció Milo con determinación, Kyoko asintió, pensando en su deber a con su hermana Shoko. Por otro lado, Saori se mostró agradecida, por lo que tomó a Kyoko de sus manos, y la miró fijamente.
-Mientras el Maestro Milo no diga no… eso significa que todo va a estar bien –le frotó las manos Saori, como forma de darle fuerzas, y aunque las manos de Kyoko estuvieran en esos momentos recubiertas por unos guantes de entrenamiento, fue capaz de sentir la calidez emanando del corazón de Saori antes de reverenciarle, y seguir a Milo en el ascenso por las 12 Casas.
Templo del Patriarca.
-Hemos recibido el mensaje de cosmos de Dohko, el Viejo Maestro, de que se ha cumplido satisfactoriamente con las instrucciones del Santuario sobre la entrega de las Armaduras de Bronce de Dragón, Eridanus, la Osa Menor y la Regla –en el Templo del Patriarca, Aioros se mantenía sentado en su trono, con una mirada de preocupación, mientras Yoshiko, al lado del mismo y de pie, colocaba su mano sobre el hombro de Aioros intentando ayudarlo a tranquilizarse, mientras frente a ambos un Caballero de Plata de larga cabellera azul negruzca, revestido en una Armadura de Plata, daba su resumen sobre lo acontecido desde el llamado de los 88, pero aún con 4 Cajas de Pandora a su alrededor, y con un par de niños quienes miraban confundidos a los alrededores con Afrodita como su escolta, lo que no era del agrado del Caballero Dorado de Piscis. Galarian también estaba presente, al fondo, y vigilando el acceso-. Desde Cinco Picos también llegarán Misty, el Caballero de Plata del Lagarto, y Mu, el Caballero de Aries, quien llevará consigo la Armadura de Libra. Pero el Viejo Maestro, Dohko, no piensa moverse de su puesto. ¿Qué deberíamos hacer al respecto? –preguntó el Caballero de Plata.
-Nicole, como el Caballero de Plata del Altar, tú mejor que nadie debería conocer las razones de que Dohko no pueda dejar su puesto, hasta Miko las sabe –apuntó Aioros a su mujer, quien sudó frio, tomó su libreta en la que llevaba las anotaciones de la reunión, y golpeó gentilmente a Aioros con la misma-. Eres la secretaria del Patriarca, llevas la escritura de todas las reuniones. Obviamente vas a saberlo –defendió Aioros.
-Cariño… no has discutido ese tema con nadie en tu corte, por lo que no hay registro escrito de que yo lo sepa –le recordó Yoshiko, por lo que Aioros sudó frio-. Así que, si no quieres que tu posible sucesor piense que conozco secretos del Santuario, abstente de mencionarme, yo solo vengo a escribir –se molestó ella.
-Yo soy el Patriarca, yo decido quien debe y quien no debe conocer secretos del Santuario… y no me molesta que mi propia esposa sepa algunas cosas que le digo en la intimi… -intentó decir, cuando Nicole se aclaró la garganta, visiblemente apenado-. Relájate, Nicole, no todo en el Santuario debe ser siempre honor, grandeza, y heroísmo. Los esfuerzos que estoy haciendo porque el Santuario deje de verse como un símbolo del imperialismo helenístico poco a poco deben convertirse en la norma de comportamiento, no somos un imperio, en realidad perdimos la guerra del imperio, los Romanos son la prueba –recordó Aioros.
-Rómulo y Remo –recordó Yoshiko, Aioros asintió, y de pronto la conversación entre el Patriarca y su secretaria divagó en la historia antigua, lo que dio una idea a Nicole del por qué el Patriarca había terminado casado con alguien mayor. Infantil o no, Aioros era más listo de lo que dejaba ver, pero se distraía con la misma facilidad, por lo que Nicole tuvo que recobrar la conversación.
-Ajem… -se aclaró la garganta Nicole, logrando apenar a Aioros y a Yoshiko, quienes regresaron a la conversación que importaba-. El mensaje ha quedado claro, Maestro Aioros, no se tomarán medidas extremas contra el Viejo Maestro por faltar al llamado de los 88, ya que su Armadura Dorada y sus dos posibles sucesores vienen en camino –comentó Nicole, y Aioros asintió ante aquello, mientras Yoshiko lo anotaba todo-. Lo que me lleva a la siguiente petición del Viejo Maestro. Misty, el Caballero del Lagarto, llegará en breve junto a las Saintias, Xiaoling de la Osa Menor, y Shunrei de la Regla. Pero el Caballero de Aries solicita dos años más antes de poder cumplir con el llamado de los 88, llegando al Santuario a mediados de Julio de 1983 –le explicó.
-Así que… mediados de Julio de 1983 –se preocupó Aioros, tornándose serio, lo que impresionó incluso a Yoshiko, quien desconocía el significado de esa fecha, no era algo que Aioros le hubiera compartido-. El trabajo de un Patriarca es estar siempre a un paso por delante de las circunstancias… te lo agradezco mucho, Shion… he recibido tu mensaje –susurró Aioros para sí mismo, y entonces regresó su atención-. Los Caballeros Mu de Aries, Shiryu de Dragón, y Okko de Eridanus, tienen mi permiso –declaró Aioros, Nicole asintió.
-Con estos permisos, el total de Caballeros Dorados estacionados en el Santuario actualmente queda en 9, con el Caballero de Aries en tránsito, y las Armaduras Doradas de Libra y Sagitario disponibles, estando la de Libra en tránsito también –resumió Nicole al leer sus anotaciones-. Respecto a los Caballeros de Plata, los 29 ya han sido seleccionandos, estando únicamente el Caballero de Lagarto, Misty, en tránsito –continuó Nicole, lo que Aioros agradeció-. Eso deja únicamente a los Caballeros de Bronce por completarse. Con las asignaciones que se han hecho, de los 47 Caballeros de Bronce, 43 ya han sido o condecorados o poseen una Armadura de Bronce asignada a recibir al término de su entrenamiento. Eso deja únicamente a Pegaso, Equuleus, Unicornio y Paloma como Armaduras de Bronce Vigentes. Siguiendo sus instrucciones, Unicornio será entregada al Caballero de Escorpio. Para las Armaduras de Pegaso y Paloma, el Caballero de Piscis ha traído consigo a dos posibles candidatos desde Japón –presentó Nicole.
-Qué reunión tan más tediosa –suspiró Afrodita a manera de molestia, y empujó al par de niños al frente, justo al momento en que Milo y Kyoko, tras ser aceptados por Galarian, entraban al Templo del Patriarca, por lo que Aioros, tras notar a la pequeña, observó la Armadura de Bronce de Equuleus, sabiendo lo que significaba que esta estuviera presente-. Su excelencia, he buscado en las estrellas, y en efecto, el joven al que le presento en estos momentos, Seiya, posee un acceso tenue al cosmos, compartiendo inclusive su constelación –le comentó Afrodita, lo que alegró a Aioros-. En cuanto a su hermana, Seika, sentí una chispa, muy leve. Seguramente, si algún Caballero de Plata hubiera sido enviado a analizarla, hubiera pasado desapercibida, pero no solo yo soy un Caballero Dorado y puedo percibir hasta la más tenue presencia de un cosmos, sino que Seika es protegida por mí misma constelación –le explicó Afrodita-. Si no es molestia, me decanto en solicitarla de discípula –se arrodilló Afrodita.
-Está decidido entonces, a partir de este momento, Seika será tu discípula, Afrodita, y yo tomaré a Seiya como el mío –terminó Aioros, Afrodita reverenció, miró a Seika, y movió su cabeza indicando que debía seguirlo. La chica así lo hizo, el confundido de Seiya intentó seguirla, pero Galarian posó su mano sobre el hombro de Seiya-. Nicole, ve que una de las Armaduras de Bronce llegue al Templo de Piscis. Veamos, ¿de qué tienes cara, Seiya? ¿Qué tal de Paloma? –se preguntó Aioros, lo que Seiya comprendió gracias al cosmos, por lo que hizo una mueca de descontento-. Es broma, es broma. Te entrenaré para vestir a Pegaso. Galan, más tarde lleva la Armadura de Paloma a Piscis –pidió Aioros, y Galarian reverenció-. Eso solo deja a Equuleus como la única Armadura de Bronce restante, ¿no es así Nicole? –el Caballero de Plata intentó hablar, pero Aioros alzó su mano, evitándolo- En estos momentos, no requiero explicación sobre la Caballero de Equuleus anterior –le comentó Aioros, Nicole entonces siguió la mirada de Aioros, y encontró a Milo y a Kyoko detrás de él-. Pasa, Milo… queda una sola Armadura de Bronce, y estoy seguro de que estaba escrito en el destino que Equuleus le perteneciera a tu primera discípula –le sonrió Aioros.
-Su excelencia –reverenció Milo, Kyoko lo miró confundida, pero Milo inmediatamente le empujó la cabeza, obligándola a arrodillarse-. He cumplido con mis órdenes, pero me temo que la constelación regente de Kyoko no es la de Escorpio, sino la de Sagitario. Ella estaría mejor con usted que recibiendo mis enseñanzas –le comentó Milo respetuosamente.
-Pero justo llegaste en el momento en que elegí a Seiya como mi único discípulo –le sonrió Aioros, Milo entonces dedujo que está siempre fue la intención de Aioros, quien pidió a Nicole que esperara un poco, por lo que el de Plata se hizo a un lado, y observó lo que ocurría con respeto-. Como Patriarca que soy, no tengo el tiempo de entrenar a tantos discípulos. Seiya será el único al que entrene, otros Sagitarios requerirán de otros maestros, y pienso que tú serías un maestro perfecto para Kyoko. Así que, si no tienes inconveniente, ¿podrías hacerte cargo de Kyoko? –preguntó Aioros, la pequeña miró a Milo, el de Escorpio no le dirigía la mirada, solo pensaba al respecto- No todos los discípulos se entrenan con la intención de ser sustituirlos para Caballeros Dorados. Pronto llegará tu potencial sucesor desde Japón, así que lo que te estoy pidiendo no es que entrenes al siguiente Caballero de Escorpio, sino que entrenes a un sucesor en tus ideales de justicia y devoción a Athena –le explicó Aioros, lo que realzó la curiosidad de Milo-. Pero claro, esta es una petición, no una orden. ¿Estás dispuesto? –preguntó Aioros.
-Entrenar a alguien que no comparte mis estrellas… -la observó Milo, Kyoko se mostró intimidada, desvió un poco la mirada, pero entonces se cacheteó sus mejillas con sus manos para ayudarse a concentrar, y sonrió en dirección a Milo, quien suspiró soltando su estrés, lo que incomodó a Kyoko-. Acepto la responsabilidad, Patriarca Aioros… a partir de este momento, eres mi discípula de manera oficial. No hagas que me arrepienta de mi decisión –le espetó Milo, intimidando a Kyoko nuevamente.
-Ya que esto ha quedado arreglado –prosiguió Aioros con gentileza-. Cuéntame, sobre tu misión –los siguientes minutos, fueron invertidos en Milo explicándole a Aioros todo lo que ocurrió, y tras meditar al respecto, Aioros suspiró, y se dejó caer sobre su trono-. Entonces eso es lo que ha ocurrido –se frotó la frente Aioros, y Yoshiko se preocupó por su bienestar emocional-. El Cometa Repulse pasa lo más cerca de la Tierra que puede cada 295 años, continúa siguiendo la órbita alrededor del sol, y regresa siguiendo la misma ruta apareciendo cerca de la tierra 5 años más tarde, para después perderse por aproximadamente 3 siglos. Durante ese periodo de tiempo, las Energías del Conflicto contaminan los corazones de los humanos. En estos tiempos vivimos paz, pero muy probablemente Repulse habrá plantado la semilla de guerras futuras en los seres humanos, la discordia –aseguró Aioros.
-Guerras siempre existirán, su excelencia –comentó Milo, y Aioros asintió a sus palabras-. Muchos conflictos a lo largo de la historia de nuestro mundo, han comenzado sin la influencia del Cometa Repulse. La Primera y Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría. En mi opinión, lo único importante es evitar el renacer de la Diosa del Caos y la Discordia que sin lugar a dudas podría causar mucho más daño que aquellas guerras –aseguró Milo.
-Es más complicado de lo que piensas, Milo –aseguró Aioros-. Repulse aparecerá cada 3 siglos, pero cuando aparece planta las semillas. Estas semillas luego germinan en la forma de los padres de los dictadores, los inventores de arsenal militar peligroso, o enfermedades que años después causarán pandemias y muerte. En otras palabras, la Tierra vive un periodo de paz relativa al poco tiempo de que Repulse vuelva a iluminar el firmamento, y a lanzar sus Energías del Conflicto. El caos y la discordia son inevitables, nosotros solo podemos actuar en consecuencia –aseguró Aioros, y entonces miró a Kyoko-. Sin embargo, también es cierto que Eris es una diosa muy poderosa, y que solo durante el periodo de 5 años en que el Cometa Repulse rodea al sol, puede renacer en esta Tierra. Has evitado la primera oportunidad de su resurrección, pero el peligro aún persiste. Kyoko, dentro de 5 años, tu hermana volverá a correr peligro, y Milo pretende darte una oportunidad de evitarlo. ¿Comprendes lo que ha ocurrido entonces? La misión de Milo, por dura que parezca, era la de asesinar a tu hermana. No voy a reprenderlo por fallar, pero dentro de 5 años tendrá que volver a evitar el renacimiento de Eris. Si lo consigue, tú y tu hermana podrán volver a vivir felices, si no lo consigue… tu hermana… -intentó explicar Aioros, pero no encontraba las palabras adecuadas.
-No pasará… -comentó Kyoko, Milo la miraba de reojo-. El Maestro Milo dijo que el ser humano es capaz de cambiar el destino. Él confió en mí, y no voy a defraudarlo. Me volveré fuerte, y protegeré a Shoko. Lo prometo –aseguró Kyoko, y Milo sonrió un poco ante aquello.
-Eso es muy noble de tu parte, y te lo agradezco, y con Milo de maestro, estoy seguro de que juntos, un Escorpio y una Sagitario, encontrarán la forma –les sonrió Aioros, lo que Milo intuyó que era un mensaje, o alguna clase de enseñanza por parte de Aioros-. Verán, existe una relación muy especial entre Escorpio y Sagitario. Artemisa es la diosa que creó la Armadura de Escorpio, pero su Arco Dorado se lo entregó a Sagitario. Eso significa que un Escorpio puede usar el Arco de Artemisa –aclaró Aioros.
-¿Un Escorpio puede usar el Arco y la Flecha de la Armadura de Sagitario? –preguntó Milo, y Aioros sonrió y asintió- Su excelencia… ¿se acaba de inventar eso? –preguntó Milo, y Aioros bajó la cabeza un poco, sintiéndose menospreciado.
-Estoy seguro de que, si se lo pidiéramos a Artemisa, ella te brindaría aquella oportunidad… aunque de momento no se me ocurre un escenario en que un Caballero Dorado de Escorpio requiera de usar el Arco y la Flecha de Sagitario –agregó Aioros sonriente, pero su comentario ya había despertado la curiosidad de Milo, quien pensaba si era posible-. En todo caso, esta relación que existe entre Escorpio y Sagitario, me indica que es posible que las enseñanzas de un Escorpio, se apliquen al estilo de batalla de una Sagitario. Con esto no estoy diciendo que Kyoko vaya a convertirse en la sucesora de la Armadura Dorada de Sagitario… pero puedo admitirlo como una posibilidad si mi propio discípulo no resulta merecedor de este mérito –ofreció Aioros, lo que mantenía bastantes dudas en la mente de Milo.
Casa de Escorpio. 9 de Diciembre de 1981.
-Esta es tu habitación –terminada la reunión con Aioros, Milo regresó al Templo de Escorpio a dar sus órdenes a una más que agradecida Saori quien, pese a la hora, y a que la reunión se había extendido tanto que ahora era un nuevo día, siguió sus órdenes con alegría de tener a una nueva amiga con quien pasar el rato cuando el de Escorpio estuviera en una misión. La pequeña Kyoko sin embargo, estaba un poco distanciada, lo que Saori notó-. ¿Kyoko? –preguntó Saori, y Kyoko reaccionó rápidamente, mirando a los alrededores y pensando en lo que había estado haciendo, mientras Saori miraba la mano de Kyoko que sostenía un objeto que llevaba atado al cuello por una cadena- ¿Qué sostienes? –preguntó Saori curiosa.
-Ah… ¿esto? –preguntó Kyoko, mostrándole a Saori el dije con la imagen del Pegaso de plata. En ese momento Milo bajaba a los pisos inferiores dispuesto a verificar que Kyoko se hubiera instalado bien, cuando notó a Kyoko explicándole a Saori- Mi padre me lo regaló hace dos años, el día de mi cumpleaños. Yo le compré uno igual a mi hermana Shoko para su cumpleaños que fue ayer, y no pude ver su reacción al recibirlo –le explicó Kyoko, entristeciendo a Saori-. Hoy ya es 9 de Diciembre… el día en que Shoko y yo celebramos nuestro cumpleaños juntas porque, bueno, mi cumpleaños es el 10 de Diciembre y celebrar dos fiestas es muy costoso, así que celebrábamos juntas hoy, pero… supongo que ya no podré hacerlo… –le explicó Kyoko, y Milo se mantuvo detrás del marco de la puerta para no interrumpir.
-Kyoko, ¿mañana es tu cumpleaños? –preguntó Saori, y Kyoko asintió con fuerza- Eh… dispongo de poco tiempo para encontrar algo para regalarte –se apenó Saori, pero Kyoko le dio muy poca importancia-. Deberíamos celebrarlo. El maestro Milo nunca celebra su propio cumpleaños, jamás ha querido decirme por qué. Pero él suele traerme una flor cada que cumplo años. No me felicita, pero son esos pequeños detalles los que me hacen saber que le importo –aseguró Saori.
-Yo quisiera saber si le importo a alguien –comentó Kyoko deprimida, y tanto Saori, como Milo quien aún espiaba la conversación, se mostraron ambos sorprendidos-. ¿Ah? ¿Dije eso en voz alta? Lo lamento, no pretendía que sonara tan depresivo, es solo que… -lo pensó Kyoko-. Mamá nos dejó hace mucho tiempo, ni siquiera sé si la volveré a ver algún día –comenzó a explicarle Kyoko, mientras Milo recordaba que, antes de retirarse del Templo del Patriarca, Aioros pidió un minuto a solas, momento en que le explicó algo que en esos momentos inquietaba a Milo, quien miraba a la habitación, y a la Armadura de Equuleus dentro de la misma-. Mi padre nos adoptó. Él solía salir con mamá, pero no es nuestro padre biológico. Pero, yo me sentía como que formaba parte de una verdadera familia. Pero entonces pasó lo que pasó… y mi papá, entregó mi custodia –y Saori se deprimió un poco, recordando cuando su abuelo Mitsumasa Kido había hecho lo mismo con ella-. Desde que eso pasó, no tengo la certeza de que mi padre realmente me haya amado. Me regaló este collar, pero… este ya no significaría nada para mí. O al menos no lo haría si no le hubiera regalado uno igual a mi hermana Shoko… ella es… la única persona por la que creo que siento amor ahora. Es por eso que mi cumpleaños, ya no significa nada para mí –agregó Kyoko deprimida, pero Saori entonces la tomó de ambas manos.
-¡Volverá a significar algo para ti! –agregó Saori, sorprendiendo a Kyoko- Aun cuento con algo de tiempo. Ya que te mudas con nosotros tendré que comprar más comida, así que compraré suficiente para hacerte una tarta de manzana, a mi maestro le gusta mucho la tarta de manzana, ¿sabías que su nombre significa manzana en griego? –preguntó.
-¿Cómo? Todo este tiempo pensé que el maestro se llamaba manzana –comentó Kyoko, y Saori parpadeó un par de veces sin comprenderlo- Bueno… no sé griego, nos comunicamos con el cosmos según lo que me explicó el Maestro Milo, así que, Milo y manzana suenan exactamente igual para mí –agregó Kyoko, Saori comenzó a pensar al respecto, y llegó a una conclusión, ambas eran japonesas, por lo que lo que Kyoko escuchaba realmente era manzana en japonés.
-¿Ringo? –preguntó, y Kyoko asintió- ¡Pff! -de pronto, ambas comenzaron a reírse a expensas de Milo, quien aprovechó la oportunidad para aparecerse en el marco de la puerta- Maestro Ringo, qué divertido –continuó Saori, Kyoko se apenó por el comentario, y Saori entonces notó a Milo en la habitación- ¡Maestro Milo! –exclamó sorprendida.
-¿Ya terminaste de avergonzarte a ti misma? –preguntó Milo, y Saori desvió la mirada en extremo avergonzada- Kyoko, ven conmigo –pidió Milo, y Kyoko así lo hizo, mientras Saori seguía dándole vueltas a su vergüenza por la comparativa de Milo con las manzanas. Kyoko continuó siguiendo a Milo hasta las afueras del templo, donde Milo se posó viendo a las estrellas- ¿Te das cuenta que llevas dos días sin dormir, ni probar alimento? –preguntó Milo.
-¿Eh? –comenzó Kyoko- Lo de dormir ya lo había notado, pero lo otro. ¿Por qué lo menciona? –preguntó Kyoko, y Milo en respuesta, lanzó una de sus Agujas Escarlatas a un manzano que había sido plantado a las afueras de su templo, derribando una manzana, y atrapando la misma.
-Saori me pidió plantar este manzano, un año después de mudarse a vivir conmigo. Ella mencionó que era una especie de presente de aniversario, no se dignó a explicarme, que ese día era su cumpleaños –le explicó Milo, entregándole a Kyoko la manzana, misma que ella aceptó con curiosidad-. ¿Mañana es tu cumpleaños? –preguntó Milo, y Kyoko asintió- Vaya coincidencia… Saori cumplía años el mismo día que me fue asignada como Escudera, y tú cumples años un día después de que eres asignada como mi discípula –concluyó Milo.
-Mi cumpleaños… no es importante –se apenó Kyoko, pero Milo la miró con detenimiento-. Descuide, maestro, usted no sabía de mi cumpleaños, ¿cómo podría pedirle que me regalara algo? Además, no tiene que hacerlo, solo… es mi maestro… no es mi familia –aclaró ella.
-Kyoko… -comenzó Milo, y Kyoko pensó que había insultado a su maestro-. No puedo hablar japonés, pero Saori me ha enseñado un poco. Entre lo que me ha enseñado, creo que puedo identificar lo que significa tu nombre –comentó Milo, tomando una pequeña rama del manzano, y arrancándola, escribiendo el nombre de Kyoko en japonés en la tierra suave cercana al manzano-. Kyoko… significa la más bella, un nombre muy popular en Japón. Pero si dividimos los kanjis en el nombre de Kyoko, encontramos el kanji de "xing" –apuntó Milo, rodeando el kanji en el nombre de Kyoko-. Durazno… -tradujo Milo, aunque Kyoko no entendía lo que intentaba decirle-. Sé que no es mucho, pero quiero que veas a Saori, y me veas a mí, como a una familia… y para celebrar que te has unido a nuestra familia, mañana plantaremos un durazno junto al manzano de Saori… -declaró Milo, y en ese momento, el corazón de Kyoko se estremeció, y sus ojos comenzaron a humedecerse-. Feliz cumpleaños… Kyoko… -sonrió Milo.
-Aja… ja… ja ja ja… -comenzó Kyoko a reírse entre lágrimas-. Una familia… ¿cómo regalo de cumpleaños? ¿De verdad? –Milo mantuvo su silencio, no comprendía la reacción, pero entonces, Kyoko sonrió para Milo- Es el mejor regalo de todos… Maestro Milo… gracias… -sonrió Kyoko, y se abrazó a la cintura de Milo, quien se mostró un poco incómodo, por lo que Kyoko se sobresaltó-. ¡Lo siento! –se separó ella, pero entonces notó a Milo agacharse, y abrazarla. El sentimiento llenó a Kyoko de calidez, pero también de dolor, mientras se entregaba al llanto con una mezcla de felicidad y tristeza. Felicidad por sentir que podría formar una nueva familia, tristeza por el desprendimiento de su familia anterior. En todo momento, Saori observó lo que ocurría desde las escalinatas del templo, y sonreía.
Casa de Escorpio. Julio de 1983.
-¡Meteoros de Equuleus! –dos años después de que Kyoko se convirtiera en la primera discípula de Milo de Escorpio, no solo un manzano y un durazno se habían plantado en los terrenos aledaños de la Casa de Escorpio, sino también una vid, un pequeño árbol que en esos momentos daba sus primeras uvas moradas, y que Saori, ya de 10 años, intentaba recolectar, cuando los meteoros del ataque de Kyoko pasaron muy cerca de ella, derribándola al suelo por la fuerza de viento del ataque, momentos antes de que Kyoko saliera corriendo a toda velocidad por detrás de Saori- ¡Lo siento Saori! ¡Ven aquí Jabu! –gritaba Kyoko emocionada, revestida en su armadura azul, pero sin necesidad de llevar una máscara al haberse graduado no como Caballero Femenino, sino como Santia, lo que no dejaba de recordarle al joven con quien intercambiaba golpes y patadas por los alrededores del Templo de Escorpio-. ¿Por qué tanta defensa, Jabu? ¿Tienes miedo de que una chica te vuelva a derrotar? –preguntaba Kyoko divertida, persiguiendo a Jabu, el Caballero del Unicornio, y técnicamente, el legítimo discípulo de Milo al compartir sus estrellas, por lo que Milo suspiraba intranquilo al notar que la discípula Sagitario, lograba poner como siempre en aprietos a su discípulo Escorpio.
-Por esto es que nos encierran en la Isla de Milo. ¡Jabu, no tienes instinto de supervivencia! ¡Siente el instinto y lee los movimientos de Kyoko! –se quejó Milo, reprendiendo a Jabu, quien sudaba frio por la velocidad en los puños de Kyoko, quien no le daba a Jabu un respiro. Aunque el de Unicornio lograra esquivarla, la queja de Milo simplemente era que Jabu no lograba conectar un solo golpe- Eres un Escorpio. Se supone que los Escorpio poseemos el ataque más rápido de todos los Caballeros de Athena. El que Kyoko lance 105 puñetazos por segundo y tú no seas capaz de asestarle uno solo, no es ser el Caballero más rápido de los 88 –insistía Milo.
-¿Te imaginas si pudiera vestir a Escorpio? ¡Sería la discípula más feliz del mundo! –se burlaba Kyoko, cuando en su distracción por su emoción, Jabu logró atraparle la pierna- Joh… -sonrió ella, pero Jabu en lugar de atacar, la soltó, y volvió a evadir más de sus golpes-. ¿Qué fue eso? ¡Tenías la ventaja Jabu! ¿¡Vuelves a subestimarme por ser mujer!? –se quejó Kyoko, aumentando la velocidad de sus golpes como castigo, mientras Saori llegaba, molesta, ante Milo, y con la canasta con las uvas sobre su cabeza, lo que incomodó a Milo, quien le quitó la canasta de encima, antes de quedársele viendo a Saori con curiosidad, lo que apenó a la Escudera.
-¿Te arreglaste el cabello? -preguntó Milo, e inmediatamente Saori se sonrojó- Es… diferente de lo habitual. Es obvio que le pusiste mucho empeño al erizado de las puntas -Milo acarició el cabello de Saori gentilmente, y Saori se sonrojó aún más, lo que alegró a Kyoko mientras perseguía a Jabu, quien se distrajo y casi fue impactado-. Se ve bien -y sin decir más, Milo continuó observando el combate.
-Se dio cuenta… el maestro se dio cuenta -habló Saori con entusiasmo para sí misma, y comenzó a dar vueltas felizmente y mientras reía-. ¡Tenía razón! ¡Kyoko tenía razón! ¡Arreglarme el cabello funcionó! –monologó en susurros Saori, mientras movía su mano saludando a Kyoko a la distancia, quien asintió regresando a su enfrentamiento.
-¡Vamos Jabu! ¡Golpéame! –insistía Kyoko, Jabu ya huía sin voluntad alguna para el combate, lo que avergonzaba a Milo, quien se estaba desesperando ante la actitud de su discípulo, aunque verlo correr a una de las columnas de las afueras del templo y usarla para patearse a sí mismo detrás de Kyoko, fue un recurso que sí le llamó la atención a Milo, más porque Jabu quedaba en la posición perfecta para patear a Kyoko por la espalda, pero al final, el de Unicornio no lo hizo, y fue en su lugar pateado por Kyoko, quien lo lanzó algunos metros, y hasta casi caer por las escaleras de la senda entre Libra y Escorpio-. Me sigues subestimando, Jabu –se quejó ella.
-¡Uy! ¡Si no usas máscara sigues siendo una mujer, y a esas no se les golpea! –se defendió Jabu, quien entonces se puso nervioso mientras Kyoko en su furia por ser menospreciaba, lanzó un puñetazo de cosmos que le derribó el casco de la cabeza- Aunque… podría hacer una excepción. ¿Maestro? ¿Qué hago? –continuó retrocediendo Jabu.
-Dejar de avergonzarme sería un buen inicio. Cualquiera, hasta Saori, podría igualar tú velocidad –le recriminó Milo, Jabu solo hizo una mueca de incredulidad-. Ah, ¿no me crees? Saori –pidió Milo, Saori asintió, y en un chasquido de dedos de Milo, la Escudera había tomado a Jabu del cuello de su armadura, aún más rápido que Kyoko al perseguirlo, y lo había derribado en 4, sentándose sobre su espalda a manera de burla.
-Abajo y en 4, caballito –agregó Saori malévolamente, lo que apenó a Jabu sobremanera, e impresionó a Kyoko, quien apuntó a Saori en señal de sorpresa-. Legalmente no soy discípula del Maestro Milo, pero tras un pequeño incidente en la Casa de Cáncer, el maestro accedió a enseñarme un par de cosas, soy más rápida que Jabu –comentó ella orgullosa.
-Lo que es una vergüenza –admitió Milo, pidiéndole a Saori bajarse de Jabu, y tomando al de Unicornio del cuello de su armadura, forzándolo a incorporarse-. Voy a decírtelo una sola vez, Jabu, aunque tu oponente sea una mujer, y esta mujer no haya abandonado su feminidad portando una máscara, la enfrentas sin importarte eso. Las reglas de las Amazonas de Hipólita solo aplican para los matrimonios, a un Caballero de Athena no le importa golpear a una mujer si lo considera necesario, la golpeas y punto, ¿o qué pretendes hacer si un día Hipólita decide que quiere hacerle la guerra a Athena? ¿Pretendes que los Caballeros de Athena se queden de brazos cruzados y se dejen golpear? ¡Espabila! ¡Kyoko es igual o más fuerte que cualquier hombre! ¡Lo que importa es el cosmos, no el físico! –apuntó Milo su aguja, y atacó a Kyoko sin previo aviso, la de Equuleus vio el ataque venir y trató de evadirlo, aunque este le impactó el casco, que salió volando- Velocidad de reacción e instinto de supervivencia, necesitas de ambas como un Escorpio –reprendió Milo, lo que incomodó a Jabu.
-No tenía que perforarme la diadema… -se quejó Kyoko, recogiendo su diadema del suelo, y mostrándole el agujero a Milo, quien le dio poca importancia, y comenzó a regresar a su templo-. ¿Se terminó la lección del día? –preguntó Kyoko sorprendida.
-No obtendrán más lecciones de mí, hasta que Jabu demuestre ser capaz de darte un golpe. Y si me entero de que te dejas golpear, Kyoko, te reprenderé severamente –entró Milo en su templo, dejando a Saori, a Kyoko, y a Jabu, fuera del mismo e intercambiando miradas.
-Buena esa Jabu, el Maestro Milo estaba de tan buen humor que incluso me había hecho un cumplido por el corte de cabello que me hizo la Saintia Afrodita –se quejó Saori, pero Jabu no estaba para prestar atención a los desvaríos de Saori, y más bien pateó con fuerza una piedra, y se apartó de las chicas en una rabieta-. ¿Qué le pasa? –se quejó Saori.
-Bueno… yo también me sentía fatal cuando el Maestro Milo me reprendía todo el tiempo –concluyó Kyoko, lo que llamó la atención de Saori-. Jabu originalmente fue el discípulo de Orfeo de la Lira, y por lo que he escuchado, Orfeo no era tan exigente como lo es el Maestro Milo. Siento que Jabu preferiría regresar con Orfeo que ser humillado todo el tiempo por el maestro, tú sabes lo exigente que es. Y el que el maestro te haya estado entrenando siendo una Escudera y lo humilles de esa forma tampoco ayuda –reprendió Kyoko.
-Pues disculpa, aquí la primera en ser víctima del perfeccionismo del maestro fui yo, tengo dos años más con él –delimitó su territorio Saori, o al menos así es como lo sintió Kyoko-. Además, el que Jabu se ponga en ese plan es ridículo. Yo soy una Virgo, sin mencionar que soy una simple Escudera, ni Armadura de Bronce tengo, y tú eres una Sagitario, de los tres, el único que puede vestir la Armadura de Escorpio es… -intentó decir ella.
-¡Ya lo sé! –se quejó Jabu, quien había estado escuchando toda la conversación- Ya lo sé… ¿está bien? ¿No creen que tengo suficiente presión con tan solo saber que el Maestro Milo tiene todas sus esperanzas puestas en que yo pueda sustituirlo algún día? –se sentó Jabu sobre las escaleras que daban al final de la senda, mirando al resto de las 12 Casas-. Debería sentirme halagado de estar aquí, soy de los pocos entre los 88 que pueden acceder a las 12 Casas y entrenar con un Caballero Dorado. Pero lo único que hace el maestro Milo es recriminarme que todo lo hago mal. El Maestro Orfeo era más flexible –se quejaba él.
-Orfeo, es un Caballero de Plata… -escuchó el grupo de discípulos de Milo, encontrando a Camus de Acuario, a Mii en su Armadura de Bronce del Delfín, a un joven rubio vistiendo la Armadura del Cisne, y a un joven de cabellera esmeralda vistiendo la Armadura de Bronce del Pez Volador, siendo esta azul y con unas alas tornasoladas alrededor de cada brazo-. Unicornio, la exigencia que se impone a un Caballero de Athena con posibilidades de reclamar una Armadura Dorada, es muy superior a la de otros Caballeros de Athena, en especial si es de Escorpio de quien se habla, un signo cuyos aspirantes todos fueron asesinados por el actual portador de la Armadura Dorada –le apuntó Camus, lo que intimidó a Jabu-. Saori –saludó Camus.
-Maestro Camus, sea bienvenido, al Maestro Milo le agradará saber que por fin ha terminado su viaje de entrenamiento al Norte de Europa –reverenció Saori, quien entonces saludó alegremente a Mii, quien posaba con solemnidad junto al otro par de discípulos de Camus, pero quien no pudo evitar embozar una sonrisa al ver a Saori- Buscaré al Maestro Milo, espere por favor –pidió Saori, intentó correr de regreso a Escorpio, cuando Milo salió del templo.
-Descuida, Saori… a Camus jamás lo dejaría esperando. Reverencia –ordenó Milo a sus discípulos, y ambos se arrodillaron ante Camus. Los discípulos del Caballero de Acuario hicieron lo mismo-. Bienvenido, Camus –enunció Milo con solemnidad.
-Es un verdadero placer el volver a verte, Milo -habló Camus cálidamente, y los Caballeros Dorados no dijeron más. Milo simplemente permitió que Camus y sus discípulos entraran en su casa-. Ha pasado mucho tiempo. Has cambiado… pareces más… extrovertido –dedujo Camus.
-He pasado mucho tiempo con el tonto de Aioria por órdenes de Aioros… solo espero que no se me haya pegado su idiotez nata -Saori fue a preparar algo de té para los invitados, mientras Hyoga y Jabu se saludaban como los viejos amigos que eran, llamando la atención de Milo-. Es verdad… Jabu y Hyoga pertenecían al orfanato de la Fundación Graude de Mitsumasa Kido, el abuelo de Saori. Jamás entenderé como Aioros tuvo la idea de dejar a Saori bajo mi cargo. Saori es una niña de familia acomodada, y en el Santuario es simplemente… -Saori le entregó una taza de té a Milo, y le jaló la silla para que se sentara-. Una Escudera -continuó Milo, y Saori le preparó la silla a Camus también, mientras los discípulos de cada uno de los Caballeros Dorados se paraban al lado de su respectivo maestro.
-La humildad les sienta bien a los poderosos -agregó Camus mientras bebía de su taza de té-. Y aunque no fuera así, Mitsumasa Kido al fallecer donó todo su dinero a instituciones de caridad y centros arqueológicos en todo el mundo. Su único legado a parte de ese fue la escuela de Caballeros de Bronce que formó. Incluso ahora, poseemos discípulos gracias a los esfuerzos de Mitsumasa Kido –le recordó Camus, sorbiendo el té, y mirando a Saori con gentileza-. La temperatura… -comenzó, poniendo a Saori nerviosa-. Es la correcta… también has madurado mucho, Saori –le agradeció Camus.
-Kyoko también viene de la Fundación Graude, pero no todos los casos de reclutas son iguales –comentó Milo, dándose un momento para degustar el té de Saori antes de continuar-. El discípulo de Aioria, Retsu del Lince, no fue elegido por la Fundación Graude. Es un discípulo a la antigua usanza –agregó él, lo que llamó la atención de Camus-. Aioros también tiene un discípulo nuevo, creo que su nombre es Seiya, no estoy seguro, me parece un cabeza hueca, le otorgaron la Armadura de Pegaso. En opinión de Aioria, fue algo muy precipitado, pero yo creo que hay que respetar las decisiones de su excelencia el Patriarca –prosiguió él.
-¿Aioria otra vez? -Comenzó Camus, y Milo asintió- Ya veo… así que Aioria… Milo, te estas emblandeciendo… -Milo lo miró confundido-. Tú odiabas a Aioria. ¿Qué ocurrió? -preguntó Camus, y Milo alzó una ceja en señal de curiosidad.
-¿A qué viene esa pregunta, Camus? No voy a desperdiciar saliva en hablar de ese gato tonto -Camus sonrió, y continuó bebiendo de su taza de té-. Cambiando el tema. Los 88 fueron convocados, pero el Viejo Maestro no dejó su puesto en los Cinco Picos. A cambio tan solo envió a sus discípulas a la Casa de Libra. Aún no sé qué pensar de ellas, no me parecen capaces… todos estos ascensos de Caballeros prematuros, me parecen precipitados –admitió Milo.
-Y por eso, es que no hay que bajar la guardia en el entrenamiento -agregó Camus mirando a Jabu, quien se sintió nuevamente reprendido, solo que esta vez por alguien que no era su maestro-. Agradezco las atenciones, Milo, pero es momento de volver a mi templo. Los entrenamientos de Hyoga, Isaac y Alicia, continuarán a pesar del cambio de lugares de entrenamiento. Te pido una disculpa de antemano por el futuro descenso de la temperatura –le sonrió un poco Camus.
-Le diré a Saori que compre cobertores nuevos -fue la rápida respuesta de Milo, y Camus hizo una reverencia antes de continuar con su camino hasta el Templo de Acuario-. No le va a gustar nada a Afrodita, eso te lo aseguro –terminó Milo.
-¿Afrodita? -mencionó Saori, y rápidamente corrió en dirección a Camus y le ofreció un broche para cabello con una rosa blanca en este- Señor Camus, espero no ser imprudente. Me olvidé de agradecerle a la Saintia Afrodita por ayudarme con mi cabello –ante aquello, tanto Camus como Milo se mostraron sorprendidos-. Si no es una falta de respeto. ¿Podría entregarle este broche junto con mis respetos a la Saintia Afrodita? -Jabu entonces se cubrió la boca a manera de burla, más Kyoko le golpeó la nuca fuertemente para que se mantuviera en silencio.
-Lo haré, pequeña Saori… más no lo llamaría Saintia si fuera tú, o terminarás con una de sus rosas blancas clavada en tu pecho -Camus entonces continuó con su camino, seguido por sus discípulos. Saori tan solo miró a Milo confundida.
-Afrodita es hombre -y Saori se sorprendió ante esa revelación, aunque pensó que su maestro le tomaba el pelo, pero de igual manera sabía que Milo no era de la clase que hacían bromas, mucho menos de este tipo-. El Santuario se muestra demasiado concurrido últimamente. Además, todo ha estado demasiado tranquilo… como si fuera la calma… antes de la tormenta… -meditó Milo, mirando su reflejo en lo que quedaba de su té, antes de notar a Saori preocupada a su lado-. Todo está en calma. Ve por unas monedas al cofre del templo y vayan los tres por cobertores. Pronto comenzará a nevar, y no quiero que ninguno enferme –comentó Milo, Saori y Kyoko asintieron alegremente a las palabras de su maestro, Jabu por otra parte, lo miró con repudio, misma mirada que Milo le dirigió a su discípulo-. Si no quieres aceptar la realidad de tu entrenamiento, ni te dignes a regresar. La Armadura de Escorpio no es para los cobardes –le espetó Milo, Saori ya no estaba para escuchar aquello, pero Kyoko sí, y preocupada, tomó del hombro de Jabu, quien se quitó su mano de encima, y encaró a Milo con desprecio.
-A sus órdenes… maestro… -se viró Jabu entonces, retirándose, y dejando a Kyoko preocupada, quien se viró a ver a Milo, pero el de Escorpio tan solo movió su mano indicando que no le interesaba seguir discutiendo, y les permitió retirarse.
El Anillo Medio. Zona de Mercados.
-¡Nieva! -Saori mencionó una vez su pequeño grupo terminó de bajar por las 12 Casas, y se encontraron dentro de los mercados del Anillo Medio, donde los ciudadanos, sorprendidos, miraron el cielo llenarse de pequeñas gotas de nieve, que no eran suficiente grandes para representar un problema ya que la mayoría simplemente se derretía totalmente al tocar el suelo, pero que sí venía a bajar la temperatura normalmente cálida de los meses de Julio.
-Incluso se puede observar la aurora boreal -agregó Kyoko alegremente, aunque más bien buscaba por los alrededores de los mercados, hasta encontrar a un Caballero de Plata, a quien le sonrió con ternura mientras seguía a Saori, y a un más que deprimido Jabu.
Recién llegó Kyoko al Santuario, se hizo rápidamente amiga de un Caballero de Plata que solía patrullar los mercados alrededor de aquellas horas, el de Plata regresó el saludo con una sonrisa, antes de dirigirse a un grupo de Caballeros, aparentemente sus subordinados. Se trataba de Rigel de Orión, el discípulo de Shura de Capricornio y General de los Caballeros de Plata, evidente por la capa que llevaba alrededor de su armadura, que ningún otro caballero de Plata llevaba. Su amigo Aeson de la Copa estaba entre los Caballeros de Plata que lo acompañaban, así como Nicole del Altar, quien no era subordinado de Rigel por su puesto como discípulo del Patriarca, pero que venía a aconsejarle mientras aparentemente llevaban a un grupo de Caballeros de Bronce a una rutina de entrenamiento, entre los cuales estaban los Caballeros de Pegaso, y el de Lince.
-Los Caballeros Dorados son impresionantes, ¿no es así? –comentó Jabu, deprimido, y mirando al cielo, justo en el lugar donde la Aurora Boreal se reunía, sobre la Casa de Acuario- Poder hacer algo tan impresionante como cambiar el mismo clima… casi parecen dioses… ¿cómo podría siquiera estar a la altura de semejantes bestias? –se deprimió el de Unicornio.
-Aún con tanto poder, siguen siendo humanos, Jabu -agregó Saori. Jabu y la hasta entonces distraída de Kyoko, le dirigieron sus miradas-. El Maestro Milo siempre regresa de sus batallas ensangrentado y sumamente herido. Se recupera muy rápido, pero el maestro siempre expone su cuerpo ya que, como guerrero de Artemisa, debe afrontar las batallas a costa de su propia vida –recordó Saori las enseñanzas de Milo, aunque con preocupación ante dichas enseñanzas.
-¿Te refieres a la leyenda del Escorpión Celestial, el que salvó a Artemisa del Gigante Orión? –preguntó Kyoko, sudando frio tras recordar la armadura del joven al que había saludado con tanto entusiasmo recientemente, pero entonces Kyoko notó la mirada de curiosidad de Jabu- ¿El maestro no te ha contado la historia? –preguntó confundida, el de Unicornio lo negó entristecido.
-El maestro seguro está esperando al momento en que Jabu esté listo –le sonrió Saori, animando un poco a Jabu-. Pero, como yo soy increíble y de un corazón inmenso, te lo contaré de todas formas. Has el favor de hacerte el sorprendido cuando el Maestro Milo te la cuente –le guiñó el ojo Saori, lo que apenó un poco a Jabu, quien asintió de todas formas-. Orión fue hijo de Poseidón, el Dios de los Mares, y de la hija del rey Minos de Creta. Como hijo de un dios, Orión creció con una fuerza descomunal y fue considerado como un Gigante -explicó Saori-. Su fuerza era tal, y sus dotes de cazador tan reconocidos, que Artemisa, la Diosa de la Cacería, invitó a Orión a convertirse en su compañero de caza. Pero Orión se enamoró de Artemisa e intentó forzarla a amarlo. Temiendo por su seguridad, Artemisa pidió a sus animales que la ayudaran, pero todos le temían a Orión… solo un pequeño escorpión la ayudó, pero Orión lo aplastó burlesco, clavándose su aguijón… ambos murieron. Zeus subió a Orión al cielo como una constelación, y Artemisa ascendió a su leal guardián de igual manera, de forma que el Gigante Orión aparece en el cielo perseguido eternamente por el Escorpión Celestial –terminó Saori.
-Gran historia –agradeció Jabu, mientras de fondo, Kyoko se apenaba al saber que la Armadura de Orión era la del malo de la historia-. Pero no entiendo qué tiene que ver esta historia con que el maestro salga tan mal herido de la mayoría de sus batallas -Saori simplemente sonrió, aunque un temor latente le invadía el pecho.
-Los 12 Caballeros Dorados están destinados a ser regidos por la naturaleza de sus constelaciones -continuó Saori-. La fuerza y la valentía del Escorpión Celestial del mito, le pertenecen al maestro Milo, pero igual lo hace su destino. El maestro solo puede demostrar su verdadera fuerza cuando protege a quienes ama a costa de su vida. De los 12 Caballeros Dorados, el que representa al Escorpión Celestial es el más desinteresado. En todas sus batallas arriesga su vida, se niega a ser derrotado. El día en que el maestro sea derrotado, será el día en que él morirá. No puede aceptar menos que eso -Jabu lo comprendió entonces, el orgullo latente en el signo que regía su constelación, y comenzó a preguntarse si lo duro de su entrenamiento se debía a que él también debía perder solo una batalla en toda su vida-. Es por esto que el maestro siempre sale herido de sus batallas. Arriesga su cuerpo sin dudarlo y pensando en a quienes desea proteger, porque sabe que el fracaso no es una opción -fue la conclusión del relato, y entonces Saori sonrió-. Es por eso que yo siempre voy a sanar las heridas del maestro. Siempre que el maestro este bien, sé que sobrevivirá a todo –Kyoko sonrió ante las palabras de Saori, y para sorpresa de ambas, Jabu sonrió también. Pero las sonrisas en sus rostros se perdieron a momento que escucharon una trompeta de alarma resonar por los mercados, y notaron la sorpresa en los rostros de los Caballeros de Plata.
-¡La trompeta de alarma! ¡Estamos bajo ataque! –exclamó Rigel ante los Caballeros a su servicio, y elevando su cosmos para prestar atención- Son un total de 7 invasores. ¿Los Generales Marinos? –preguntó Rigel.
-No en estas fechas –le respondió Nicole, quien se mostraba preocupado, pero teniendo una mejor idea de a quienes se enfrentaban-. ¡Hay que evacuar a los civiles en dirección al Anillo Superior! ¡Si lo que sentí en el cosmos es correcto, entonces están demasiado cerca, lo que no me explico el cómo ha sucedido! ¡Es como si se hubieran materializado de la nada! –comentó Nicole, Rigel estuvo por hablar, cuando Kyoko corrió en dirección a los Caballeros de Plata.
-General, Kyoko de Equuleus reportándose al servicio –saludó militarmente Kyoko, lo que incomodó a Rigel, quien intentó negarse, cuando Jabu también se posó al lado de Kyoko, lo que enorgulleció a la de Equuleus.
-Jabu de Unicornio, discípulo de Milo de Escorpio, reportándose al servicio, mi general –saludó Jabu, y antes de que Rigel pudiera oponerse, aparentemente Nicole tomó el mandato de los presentes, irrumpiendo en la autoridad de Rigel.
-Como Caballero de Altar, les agradezco su ofrecimiento, valientes Caballeros de Bronce –reverenció Nicole, arruinando cualquier posibilidad de Rigel de negarles el servicio-. Rigel, la fecha prometida ha llegado, llevaré a una pequeña unidad para mantener el orden en las murallas del Anillo Principal: Equuleus, Unicornio, Pegaso, Lince, a conmigo. Apoyaremos en la resistencia –les pidió Nicole, y los 4 seleccionados asintieron orgullosos.
-¿Llevarás a Bronces a las Murallas Principales? Nicole, serás el prospecto a sucesor del Patriarca, pero no lo consiento, yo soy el General de las Tropas de Caballeros de Plata –se apuntó a sí mismo Rigel.
-Y por eso, Rigel, no he seleccionado a ningún Caballero de Plata –respondió Nicole, Rigel intentó nuevamente quejarse, pero Nicole no se los permitió-. ¡A las puertas, ahora! ¡Es responsabilidad de los Caballeros de Plata el poner a los civiles a cubierto y proteger el Santuario! –espetó Nicole, y comenzó a liderar a los de Bronce a las murallas, ante los ojos de desprecio de Rigel, quien no dejaba de ver a Kyoko, preocupado por ella.
-Saori, regresa a las 12 Casas –le pidió Kyoko, Saori asintió, y comenzó a correr en dirección al Anillo Superior, aunque quedando atrapada en la evacuación. Kyoko entonces se dispuso a seguir al resto de Caballeros de Bronce, cuando Rigel la tomó de su mano, impidiéndoselo-. ¿Rigel? –preguntó Kyoko curiosa.
-¿Qué crees que haces? ¿Acaso el estúpido de tu maestro no te enseñó a tener un instinto de supervivencia y a darte cuenta del peligro cuando lo tienes en frente? –enfureció Rigel, y ante aquellas palabras, Kyoko le arrebató su mano- ¿Kyoko? –preguntó el de Orión.
-Caballero de Plata de Orión, desde que llegué al Santuario, usted había sido muy gentil conmigo, y educado, al punto en que llegué a disfrutar de su presencia –le exclamó ella con molestia, lo que incomodó al de Orión-. Pero el estúpido de mi maestro como usted lo llama, me enseñó no solo a ver al peligro que tengo frente a mí en este momento –le espetó con rudeza, dirigiéndose a Rigel como el peligro-. Me enseñó también, la importancia de proteger lo que amamos, a los que amamos, así que no vuelva a detenerme de hacer lo que mi corazón dice que es lo correcto, con su permiso –reverenció, y comenzó a seguir a los de Bronce.
-Ese maldito de Escorpio… -se quejó Rigel-. Has contaminado… a la mujer que he llegado a admirar. ¡Milo de Escorpio! –enunció furioso, una ira muy profunda creciendo en su interior.
Puertas del Anillo Superior.
-¿Por qué tanto escándalo? Me arruinan la merienda –se quejaba un joven moreno, comiendo dentro de una posada en los límites del Anillo Superior, con un sombrero chino, y la Caja de Pandora de Eridanus atada a su espalda, a su lado se encontraba otro joven con sombrero chino, de cabellera negra y larga, y llevando la Caja de Pandora del Dragón, y frente a ellos se encontraba Mu, bebiendo un poco de té, mientras su hermano Kiki de ahora 5 años, intentaba robarle la comida de su plato tras acabarse el suyo, lo que Mu notó, por lo que con un movimiento de su mano, rodeó a Kiki con su psicoquinesia, y lo forzó de regreso a su silla.
-Esas son las trompetas de invasión del Santuario, tal parece que llegamos justo a tiempo, como lo predijo el Maestro Shion –comentó Shiryu, mirando a Mu fijamente-. Hay que ir a apoyarlos en las puertas –pidió Shiryu.
-No… esa no es la razón por la que los traje conmigo –les comentó Mu, poniéndose de pie tranquilamente, y colocando algo de dinero en la mesa-. Lo último que Shion pudo ver en las estrellas antes de morir, fue que yo estaría presente en la defensa del Santuario de Athena, frente a las Murallas del Anillo Principal. Estaban otros Caballeros de Bronce, pero no estaban ustedes. Pienso que sé por qué, los 12 Caballeros Dorados son la última línea de defensa, pero estos invasores, no son tan respetuosos de eso. Aioros no moverá a los 12 Caballeros Dorados a menos que confirme la identidad de los atacantes. Vayan a las 12 Casas lo más rápido que puedan, lleven a Libra con ustedes como prueba de su identidad, y díganle a Aioros que quienes nos atacan son 6 de los 9 Gigantes al servicio de Cronos, con un Titán en sus filas liderándolos. Vayan –pidió Mu, Okko y Shiryu asintieron, el de Eridanus tomó la Armadura de Libra, y Shiryu a Kiki, antes de salir de la taberna y casi arrollar a Saori, quien apenas llegaba a las puertas del Anillo Principal, terminando la Escudera cayendo, y siendo sepultada por las frazadas que había traído de los mercados-. Señorita… -comenzó Mu, ofreciéndole su mano, y ayudándola a salir de debajo de las frazadas-. Debería estar evacuando, busque refugio por favor –le pidió Mu.
-Lo comprendo, y le agradezco su preocupación –le respondió Saori, limpiándose la túnica, y volviendo a levantar las frazadas-. Pero mi maestro necesita estar saludable todo el tiempo. Se arriesga mucho y pierde mucha sangre. Todos los días tengo miedo de que vaya a morir -explicó Saori-. Seguro que no tarda en atender a esta emergencia, y cuando regrese, estaré esperándolo para curarlo, cuidar de él, y mantenerlo caliente con estas frazadas. No podía regresar a las 12 Casas sin ellas –declaró ella, lo que llamó la atención de Mu.
-Si es así, tienes la palabra del Caballero Dorado de Aries de que velaré porque su maestro regrese sano y salvo a su casa -continuó Mu con una gentil sonrisa, se quitó entonces su capucha, y reveló su armadura debajo de la misma-. Pequeña de corazón divino, mantente saludable tú también. Yo atenderé a esta emergencia, y esperaré a tu maestro. Tienes mi palabra de que regresará con bien -Saori no supo por qué, pero asintió, confiando plenamente en aquel extraño. Mu entonces dio un tremendo salto de cosmos, y se dirigió al Anillo Principal, Saori se viró para correr al Anillo Superior entonces, pero para su sorpresa, las puertas se habían cerrado, dejándola a ella, y a muchos otros, atrapados en el Anillo Medio.
Casa de Tauro.
-¡Alto allí, invasores al Santuario! ¡Yo Aldebarán de Tauro no permitiré que nadie pase por las 12 Casas sin el real permiso de su excelencia, Aioros! –dentro de los terrenos de las 12 Casas, Okko de Eridanus y Shiryu del Dragón se las habían arreglado para dejar a Kiki en Aries, y subir lo más rápido que podían por las 12 Casas, encontrando al Caballero de Tauro protegiendo su casa- No se ha levantado la barrera del Santuario, pero eso no significa que los dejaré pasar. Tienen esta única oportunidad de explicarse, antes de que los saque del Templo de Tauro a la fuerza –amenazó él, y en respuesta, Okko colocó la Armadura de Libra en el suelo-. ¿La Armadura de Libra? Imposible, eso significa que… -resonó entonces la Armadura de Tauro.
Casa de Géminis.
-La Armadura de Géminis está resonando con fuerza, se siente como un palpitar –comentaba Saga, saliendo del Templo de Géminis para observar en dirección a la ciudad-. Según los textos sagrados que se me permitieron ver durante mis estudios por el puesto de Patriarca, eso significa que las 12 Armaduras Doradas están reunidas en el mismo lugar –exclamó él.
Casa de Cáncer.
-Que molesto resplandor –se miró Máscara Mortal su Armadura Dorada, que resonaba en consonancia con las demás-. Pero lo que más me sorprende es que acabo de escuchar lo que acabas de decir, Saga –declaró Mephisto, cuando Aioria pasó por su casa de improviso-. ¡Oye! ¿Quién te dio permiso de pasar? –se quejó Mephisto.
-Mi discípulo patrullaba junto a los de Plata, no lo dejaré solo –le comentó Aioria, pero era gracias a las Armaduras Doradas que Máscara Mortal continuaba escuchándolo-. Sé que me arriesgo a una reprimenda, pero debo ir… -aceleró Aioria, pasando con un boom sónico por Géminis, Tauro y Aries, y corriendo hasta el Anillo Principal.
Casa de Virgo.
-Los que invaden al Santuario… poseen un cosmos impresionante… -comenzaba Shaka, meditando en medio de los árboles gemelos del jardín de su casa junto a Mayura-. No… solo uno de los invasores posee un poder sorprendente… el resto se alimenta de su cosmos para acrecentar el propio… pero eso… es inaudito, solo una clase de ser poseería semejantes características. ¿Qué ser es capaz de acrecentar el cosmos de otros? –meditó Shaka al respecto.
Casa de Escorpio.
-Un Dios… -comentó Milo, cerrando sus manos en puños-. Solo un Dios posee el potencial de alimentar a otros con su cosmos… -exclamó Milo, virando su rostro, y encontrando el conjunto de tres árboles a las afueras de su templo-. Si un Dios ha llegado al Santuario… envié a mis discípulos y a mi Escudera a los mercados en el peor momento… -enfureció Milo.
Casa de Capricornio.
-No te atrevas a dejar tu puesto, Milo… -le respondió Shura, sabiendo exactamente en lo que pensaba el Caballero de Escorpio-. Tu responsabilidad no es a con tus discípulos, ni a con tu Escudera. Desde el momento en que aceptaron la Armadura de Bronce dejaron de ser dueños de sus propias vidas… si sales de tu puesto como ha hecho Aioria, se te podría considerar un traidor –le comentó Shura, mirando la estatua de Athena entregando una espada sagrada a uno de los más valerosos Caballeros de Capricornio de antaño, sabiendo donde radicaba su deber-. Es a Athena a quien debes proteger –le explicó.
Casa de Acuario.
-Milo, si los invasores son realmente quienes creemos que son… no podemos abandonar nuestros puestos –declaró Camus, quien diferente de Milo, contaba con la presencia de todos sus discípulos dentro de la Casa de Acuario-. Sé que es duro… pero tienes que confiar en que estarán bien. No hay lugar para el sentimentalismo en el nombre del deber. Mantente en tu puesto –pidió Camus, aunque algo en su interior le decía que Milo no lo soportaría.
Casa de Piscis.
-Es una lástima realmente… -agregó a la conversación Afrodita, con el broche que Saori le había enviado junto a Camus en su mano-. Pero con el aplastante poder de quienes nos invades, es la decisión más sensata. Pero estate tranquilo, Milo, estoy seguro de que incluso tu preciada Escudera Saori, no dudaría en dar su vida en el nombre de Athena… simplemente, es el tipo de persona que ella es… -admitió Afrodita, girando una rosa blanca entre sus dedos.
Templo del Patriarca.
-Sí… tristemente… ese es el tipo de persona que es Saori… -comentó Aioros, sentado en su trono, y apretando los bordes del mismo con fuerza, mientras Yoshiko a su lado, se mostraba aterrada de lo que estaba pasando-. Bajé la guardia… conocía la fecha, me preparé para que los 88 estuvieran presentes, pero en mi ceguera me permití cometer tan estúpido error… por tener a una diosa más humana… -se quejó Aioros, tomándose la cabeza, y pensando sobre lo que debía hacer-. ¡Caballeros Dorados! ¡El deber de los 12 es el de mantenerse en sus puestos en el nombre de Athena! –enunció Aioros, aunque increíblemente preocupado, dejando su trono, y pasando por las puertas dobles del Templo del Patriarca- La prioridad de un Caballero Dorado, es y siempre será Athena –declaró con autoridad.
-Entonces, Gran Patriarca, no puede considerarse traición el que el Caballero de Escorpio deje su puesto como lo ha hecho el de Leo –escuchó Aioros, sorprendiéndose por el conocimiento de quien le hablaba en ese momento, el Caballero Dorado de Aries-. Solo me bastó verla una vez para darme cuenta. ¿Acaso todos en el Santuario son ciegos a esto? –preguntó Mu, y en el corazón de Aioros, comenzó a encenderse la flama del temor- Caballero de Escorpio. ¿Lo desconoces, o es simplemente el que no quieres verlo y aceptar la verdad? Sabes que no debes quedarte de brazos cruzados, ¿no es así? Si lo haces, es posible que pierdas a la persona más importante para ti, ¿acaso me equivoco? ¿Qué significa esa niña para ti, Escorpio? –preguntó Mu con fuerza, y desde la Octava Casa del Zodiaco, una tremenda explosión de cosmos se dejó ver, mientras un cometa dorado se elevaba a los cielos, y bajaba rápidamente en dirección al Anillo Principal, disparando en los que se quedaron atrás la confusión, de ver a Milo sacrificarlo todo, incluso el ser declarado un traidor, por su pequeña Escudera.
Anillo Principal.
-Entonces nadie lo sabe, no me sorprende… -hablaba Mu, corriendo por el Anillo Principal, pasando entre los soldados, y encontrando a un grupo de un Caballero de Plata, y 4 Caballeros de Bronce, posándose desafiantes frente a los soldados, y mirando a un grupo de 6 inmensos seres, vistiendo en su mayoría armaduras de cuerpo completo. Mu por fin llegó a donde los caballeros que formaban la primera línea de defensa, se posó frente a ellos, y frente a los Gigantes, y desafió con la mirada al aparente líder del grupo, un hombre envuelto en una capucha, y sobre un carruaje tirado por un par de caballos diabólicos-. Así que Shion tuvo razón todo este tiempo. Quienes nos atacan son seres del Tártaros -explicó Mu, sorprendiendo con su presencia a los Caballeros de Athena-. Como seres del Tártaros, basta con encender las flamas del Reloj de Cronos para enviarlos de regreso. Pero el límite de su poder solo llega a los alrededores de las 12 Casas. Si los invasores atraviesan esta muralla, muchos morirán -los soldados, aún a sabiendas del peligro, intentaron salir, pero Mu de un movimiento de su mano los detuvo-. Estos no son oponentes que puedan enfrentar. Repliéguense –pidió Mu.
-Con todo respeto, Caballero Dorado –comenzó Nicole-. Vistes la Armadura de Aries, pero no te reconozco como parte de la Orden Dorada. ¿Quién avala tus ordenes? –preguntó el de Altar, cuando Aioria llegó a posarse frente a él y al lado de Mu.
-¿Qué te parece el Caballero Dorado de Leo? –preguntó Aioria, alegrando a uno de los Caballeros de Bronce, Retsu, quien era su discípulo- Afila tus garras, Retsu, salvo una excepción, los Caballeros de Bronce y Plata pueden repeler a estas bestias, estoy seguro de ello –le comentó Aioria, quien entonces se viró a ver al de Aries-. ¿Nos conocemos? –preguntó Aioria.
-No del todo –le comentó Mu, alzando la cabeza, y encontrando al cometa dorado aterrizando con fuerza a la derecha de Mu, alegrando a su vez a Kyoko y a Jabu-. Pero presiento, que los tres vamos a ser bastante cercanos de ahora en adelante. Mu de Aries –se presentó Mu con una reverencia-. Aunque siento que esa "cercanía", va a tener que esperar. Creo que no te agrado –comentó Mu mientras veía a Milo.
-Me hiciste desobedecer una orden directa… tú dímelo… -le apuntó Milo con su aguja, Mu solo sonrió-. Kyoko, quiero que mantengas tus ojos bien abiertos en todo momento, estos no son oponentes ordinarios. Y en cuanto a ti, Jabu… -se viró un poco Milo para verlo, lo que preocupó al de Unicornio-. A partir de este momento, te prohíbo perder batalla alguna. ¿Ha quedado claro? Pierdes una batalla y yo mismo te mato –amenazó Milo, lo que preocupó a Jabu sobremanera, aunque Kyoko colocó su mano sobre su hombrera, dándole ánimos.
-Que interesantes son los humanos –escuchó el grupo, mientras el hombre de la capucha los observaba desde detrás de los Gigantes-. 6 Gigantes salidos del Tártaros se posan frente a ustedes, y prefieren conversar, en verdad que es interesante. Humanos que sirven a los Dioses Olímpicos, ríndanse ante nuestras demandas. Nuestra guerra no es con ustedes, nuestra guerra es con los Olímpicos que nos aprisionaron por la eternidad en el Tártaros –les apuntó el de la capucha, y los 6 Gigantes, se arrodillaron frente a él.
-Tentadora oferta, pero entre los Dioses Olímpicos se encuentra Athena. Y si traes la guerra a Athena, entonces sus Caballeros Dorados se interpondrán en tu camino -aclaró Mu, y el invasor lo miró sorprendido de sus palabras-. Más antes que proteger a Athena, protejo al más débil. No permitiré que pisotees a los humanos como si fueras un ser divino –defendió Mu.
-Soy un ser divino -aclaró el invasor-. Soy el Ébano, el regente de los cielos, padre de los astros, cuyo trono fue usurpado por los Dioses Olímpicos y entregado a Helios, el dios del Sol antes de Apolo. Mi nombre es Hyperión de Taiken, el Titán del Ébano –tras su presentación, el hombre se quitó su capucha, revelando su armadura morada, de casco de cornamenta como la de un demonio. La piel de Hyperión era de color tostado, su cabellera era oscura, y poseía un par de ojos de iris rosada, algo muy fuera de lo común. Además de aquello, su cosmos era inmenso y aplastante-. Arrodíllense ante su dios –les apuntó él.
-Así que, los Titanes por fin han despertado. Pensé que eran 12, no un blandengue y sus 6 mascotas –apuntó Milo con orgullo, lo que molestó a Hyperión-. No nos importa quién eres, ni que te creas una divinidad. No eres el primer dios al que me enfrento, y no serás el ultimo. Tu supuesta divinidad no significa nada para nosotros –le comentó él.
-Un ser oscuro como tú que exige reverencia no puede ser considerado un dios –agregó Aioria, con su cosmos ya incinerándose, igual que comenzaban a hacer los cosmos de Mu y de Milo-. Anteponerte por sobre los demás solo porque te crees con el derecho divino, no te hace merecedor de reverencia. Ante los Caballeros Dorados, no eres un dios… solo un renegado que se ha escapado de su prisión en el Tártaros –le apuntó Aioria.
-Ilusos… han insultado a un Titán -habló Hyperión-. Y la penitencia, será su muerte. ¡Mátenlos! –ordenó Hyperión, los 6 Gigantes abandonaron sus reverencias, y comenzaron a correr en dirección a los Caballeros Dorados.
-Aquí vienen… -se preocupó Nicole, mientras los Caballeros Dorados miraban a los Gigantes que hacían temblar la tierra bajos sus pesados pasos, virando sus cabezas de uno en uno, como si los tres hubieran tenido la misma idea-. Sus órdenes, Caballeros Dorados –pidió el de Altar.
-Caballero del Altar, nuestros oponentes, aunque poderosos, no son rivales para nosotros como Caballeros Dorados –le explicó Mu, pero no se le veía tan tranquilo como sus palabras lo reflejaban-. Sin embargo, solo podemos quitarles a los tres más poderosos de encima. Al resto deberá enfrentarlos junto a los de Bronce, confiamos en ustedes –ordenó Mu, desapareció frente al grupo, y reapareció frente a uno de los Gigantes, uno de los pocos que no iba enteramente enmascarado, y pateó con fuerza el rostro del mismo, lanzándolo por los aires pese al tamaño del Gigante, que incluso dio un par de vueltas en el aire por el tremendo impacto-. Te he elegido como oponente, Gigante, así que será mejor que te concentres únicamente en mí –le apuntó Mu.
-¿Cómo te has atrevido a tocar el rostro de Rhuax de Phoenix? –rugió el Gigante tras incorporarse. El ser de al menos unos 20 metros de altura, incineró su cuerpo con llamas oscuras, y lanzó un tremendo puñetazo, que Mu evadió al desmaterializarse nuevamente, y reaparecer frente a su rostro en una segunda ocasión, haciendo estallar su cosmos en una esfera de energía, que volvió a alejar al Gigante Rhuax del resto de Gigantes, quienes no comprendían el cómo un mortal había logrado enfrentarlos- ¡Maldito! ¡Es un Dios a quien te enfrentas! –alrededor de la cintura del gigante, poseía un cinturón de monedas de oro gigante, mismo que se desató y comenzó a blandir como un látigo en dirección a Mu, quien extendió sus manos, recibiendo el azote del cinturón.
-¡Muro de Cristal! –enunció Mu, forzando al cinturón a regresar en dirección a Rhuax, y estamparse en su rostro, forzando a un hilo de sangre a caerle de su labio roto por su propio cinturón, lo que impresionó al resto de Gigantes, no así a Hyperión, quien lo observó todo tranquilamente, y de brazos cruzados.
-Imposible… los dioses no sangran –comentó otro de los Gigantes, de armadura roja de cuerpo completo, físicamente más imponente que la mayoría de los Gigantes, y frente al cual Aioria caminó tranquilamente mientras se tronaba el cuello-. Ustedes los humanos no son más que insectos… no mereces siquiera escuchar mi nombre –apuntó el Gigante en Armadura Escarlata.
-Tu nombre no me interesa, Gigante –le comentó Aioria, su cuerpo rodeado de relámpagos de energía, mismos que intimidaron al ser en su armadura escarlata-. Si lo que quieres es una tumba vacía, es lo que obtendrás –le espetó Aioria de forma violenta.
-¿Insinúas que un insecto como tú es merecedor de enfrentarme? Muy interesante, te diré mi nombre entonces, sucio mortal, solo para que vayas al Inframundo con este resonando con fuerza en tu alma aterrorizada. Mi nombre es Zugylos de Anthrakma. ¡Me llaman así por mis puños de acero! Los cuales teñiré de sangre. ¡Después de aplastarte! –atacó el Gigante a puño cerrado, aunque Aioria solo requirió levantar su mano cerrada en un puño para pulverizar el del Gigante, que se destrozó tras chocar con la poderosa garra de la Armadura de Leo- ¡Aaaaah! ¿Qué es esta sensación? –se estremeció el Gigante, retrocediendo.
-Dolor, Zugylos… y pronto sentirás el miedo, de enfrentarte a los mortales a quienes llamas insectos. ¡Plasma Relámpago! –atacó Aioria, y tras ver su ataque, los ojos de Hyperión se impresionaron, pero no por el hecho de que Aioria había conseguido herir al Gigante, sino por algo más, que incluso forzó a Hyperión a morderse el labio iracundo.
-¿Qué les pasa? ¿Cómo es que se han dejado doblegar en batalla por unos simples mortales? –preguntaba otro de los Gigantes, el único que portaba un arma, en su caso, una espada de color gris igual de oscura que el resto de su armadura, y ante la cual Milo sonreía de forma arrogante- No posees un arma. ¿Cómo osas enfrentarte a Spathé de Phaios? –le apuntó con la espada.
-Para tu fortuna, Gigante, he aprendido de mala manera a respetar el nombre de quien sea a quien me enfrente, por lo que no olvidaré el tuyo fácilmente –le apuntó Milo con su aguja-. Pero eso no significa que vayas a vivir lo suficiente para entender el mío. Soy Milo de Escorpio, el cazador por excelencia del Santuario, y solo requiero de mi uña para enfrentar a tu espada. ¡Aguja Escarlata! –lanzó su ataque Milo, el Gigante defendió con su espada, pero no fue lo suficientemente rápido para evadir el ataque de Milo, o al menos así le pareció, la realidad era que todo su cuerpo se movía lento y le dolía, como si descargas eléctricas le recorrieran el mismo- ¡Restricción! –se burló Milo con malicia, y sus ojos brillando de escarlata- Déjame decirte una cosa, Gigante, la Restricción solo funciona con aquellos quienes me tienen miedo. Se dicen dioses, pero sienten temor, y es este miedo el que me dará la victoria –elevó su aguja Milo, y volvió a atacar sin piedad-. ¡Aguja Escarlata! –comenzó entonces, la dolorosa tortura.
-¡Está hecho! ¡Los Caballeros Dorados han elegido a los más fuertes entre los Gigantes! ¡Equuleus, Unicornio! ¡Encárguense del Gigante de Armadura Negra! ¡Pegaso y Lince! ¡Sobre el de Armadura Blanca! ¡Yo me encargaré del último! –ordenó Nicole, dividiendo a los de Bronce.
-¡Vamos Jabu! ¡Enorgullezcamos al Maestro Milo! ¡Meteoros de Equuleus! –enunció Kyoko, lanzando un conjunto de puñetazos, que por la gracia del cosmos se transformaron en meteoros de luz, que el Gigante en Armadura Negra comenzó a recibir, sin inmutarse.
-Oye esa es mi técnica. ¡Me arruinas el estilo! –se quejó Seiya, pero no tardó en prestar atención al Gigante frente a él de todas formas- ¡Te mostraré como se hace realmente! ¡Meteoros de Pegaso! –atacó Seiya, el Gigante de su lado sí que resintió los golpes, lo que molestó a Kyoko, quien imprimió más fuerza en su propio ataque.
-¡Los puños de esta humana! ¡Aumentan rápidamente su velocidad! –comenzó a quejarse el Gigante de armadura negra, idéntica a la armadura de su hermano de armadura blanca- 85 golpes… 95 goles… 105 golpes… ¿qué tan veloz puede ser un simple insecto? ¡Yo, Brontes de Melas no lo consiento! ¡Voy a aplastarte! –alzó el pie el Gigante, y se preparó para aplastar a Kyoko, cuyo cosmos no logró sobrepasar la armadura del gigante.
-¡Cómo el Escorpión Celestial del mito de Artemisa, yo no te lo permitiré! –se posó Jabu frente a Kyoko, empujándola y recibiendo el pisotón del Gigante, pero lanzando a la de Equuleus a zona segura, y preocupando a Milo, quien interrumpió la tortura sobre Spathé para ver a su discípulo, y sorprendiéndose del brillo esmeralda debajo del pie del Gigante, mientras Jabu lograba empujarlo con ambas manos, aunque sangraba de su boca con algo de daño interno por haber sido aplastado- Yo enorgulleceré al Maestro Milo. Le daré la tranquilidad de suplirlo cuando llegue el momento de la batalla en la que encontrará la muerte, y me regiré por las reglas de su constelación. ¡Saeta Esmeralda! –tras rodear su cuerpo con cosmos esmeralda, Jabu lanzó un destello del cuerno de su diadema, mismo que perforó el pie del Gigante, que cayó de espaldas haciendo temblar el suelo, y quejándose por los choques de electricidad que ahora le rodeaban.
-¡Hermano! ¿Cómo se han atrevido? –gritaba el Gigante en armadura blanca, quien ya se cubría con sus brazos por los potentes golpes de Seiya- No serán tantos golpes como los que la chica puede lanzar, pero sin duda son más fuertes. Te lo has buscado, insecto, serás aplastado por Anemos de Leukotes –extendió los brazos el Gigante, dispuesto a aplastar a Seiya en un tremendo aplauso, más antes de poder hacerlo, un vórtice de viento le rompió la máscara.
-¡Huracán de Garras Cortantes! –resonó el ataque de Retsu del Lince, quien cayó con una pose de felino tras su ataque, y con sus uñas extendidas como proyecciones de cosmos- ¡Mis garras también están bien afiladas, Gigante! –le apuntó Retsu, mientras Aioria, tras dar un tremendo puñetazo a Zugylos, se viraba para prestarle atención a su discípulo- Gracias a mi maestro Aioria, he comprendido que el cosmos es infinito. No necesito de una Armadura de Plata o de Oro para demostrarlo. ¡Sentirás la fuerza de mis garras de Lince! ¡Colmillo Relámpago! –moviendo rápidamente su mano al aire, Retsu formó a un Lince de relámpagos en su mano, concentrando su energía y lanzándola a puño cerrado, impactando a Anemos, quien comenzó a electrocutarse por los relámpagos azules.
-Mis hermanos caen a mi alrededor… sometidos por los humanos –comenzó el último de los gigantes, de cabellera larga y blanca, musculoso y de tez bronceada, cuya armadura era negra y con la forma de algún felino inmenso-. Pero diferente de ellos, yo no considero a los humanos unos insectos insignificantes. ¿Te enfrentarás a mí, Caballero de Plata? Sí es así, aprende mi nombre, Phlox de Kyanos, aquel que rige el pulso de la Tierra –se presentó el Gigante, con modales que distaban mucho a los de sus hermanos.
-Nicole del Altar –se presentó el Caballero de Plata, y tras aquella mención, Hyperión, quien no había hecho más que observar a los humanos enfrentarse a los Gigantes, posó toda su atención en su dirección-. Siento en ti, Gigante, un aura distinta al del resto. No demuestras un desprecio por los humanos como los demás, y por eso, he de enfrentarme a ti con toda mi fuerza –exclamó Nicole, elevando su cosmos, que era inmenso, y llamó la atención de los Caballeros Dorados que ya doblegaban a sus respectivos oponentes-. En la Orden de Athena, la Armadura de Plata del Altar se entrega al Caballero de Plata más poderoso de todos, y estás por descubrir la razón -el Altar se dibujó a espaldas de Nicole, una Mesa de Plata, que se abrió liberando la fuerza en su interior-. ¡El Altar es la mesa donde los dioses se reunieron para destronar a Cronos! ¿Dónde crees que enterraron su cuerpo divino? -al abrirse el Altar, un inmenso ser de cosmos se hizo presente, un ser ante el cual incluso Hyperión comenzó a temer-. El Caballero de Altar… es y siempre será el Caballero de Plata más poderoso… capaz de controlar una fuerza opuesta a los dioses. ¡La Fuerza del Titán! -tras cruzar sus brazos, y extenderlos, un estallido plateado comenzó a liberarse alrededor del Gigante Phlox, quien comenzó a ser incinerado por flamas plateadas, hasta dejarlo moribundo y de rodillas frente al Caballero de Plata.
-El Cuerpo Original de Cronos –susurró Hyperión para sí mismo-. Inaudito, encontrarlo tan fácilmente. Es como si alguien en el Santuario deliberadamente nos lo entregara –sonrió Hyperión, miró al Santuario, y con sus ojos rosados logró encontrar a Yoshiko, quien miraba desde el Templo del Patriarca a todo lo que acontecía, y a la serpiente primordial de Icor en su interior-. Pontos… ya veo… así que, como asistente del Patriarca descubriste el secreto mejor guardado del Santuario. Aceptaré tu ofrenda de paz, Pontos –se concentró nuevamente Hyperión, y observó al moribundo gigante frente a Nicole-. Levántate, Phlox, aliméntate de mí Dunamis y cura tus heridas –comenzó Hyperión, de su cuerpo se desprendió una energía similar al cosmos, pero más grande y aplastante, con la que comenzó a curar las heridas de Phlox hasta recuperarle totalmente su vitalidad y fuerza, lo mismo no ocurrió con el resto de Gigantes, quienes se desintegraron en ese momento, algunos sin siquiera estar enteramente derrotados.
-¿Qué ha sido eso? Zugylos acaba de desintegrarse frente a mí –comentó Aioria sorprendido, los oponentes de Mu y de Milo se despedazaban también, incluyendo sus armaduras, como la gran espada de Spathé, que cayó de su brazo antes de terminar de desintegrarse.
-¿Sorprendidos, mortales? –sonrió Hyperión divertido- No les he mentido cuando les he informado que soy un dios, aunque realmente soy más que solo un dios, soy un Titán –les comentó él, mientras Phlox rugía con fuerza frente a Nicole, aún más poderoso que antes, como si le pertenecieran ahora los cosmos de sus 5 hermanos caídos-. Y como Titán que soy, tengo acceso a un poder superior al cosmos, el Dunamis, la forma completa del cosmos –reveló él.
-¿Dunamis? –comenzó Mu, y tanto Aioria como Milo se viraron a verlo- He escuchado de eso antes. El cosmos es la fuerza destructiva del universo, pero el Dunamis es su forma definitiva, la fuerza tanto destructiva como creacionista del universo. En otras palabras, mientras el cosmos solo tiene la capacidad de destruir, el Dunamis tiene la capacidad para crear –les explicó Mu.
-¿Quieres decir que Hyperión destruyó deliberadamente los cuerpos de los 5 Gigantes a los que enfrentábamos –comenzó Milo, mientras Phlox creció incluso más alto, su cuerpo se rodeaba de una armadura de cuerpo completo color de rubí, con un escudo inmenso, un par de brazos adicionales, y una espada como la de Spathé, solo que de color escarlata.
-Para crear a su propio Gigante… -enunció Aioria sorprendido, mientras el cosmos de Phlox ardía con violencia, inmenso, casi alcanzando el nivel de Hyperión mismo-. Se siente casi como si hubiera creado a… -se estremeció Aioria.
-¿Un dios? Casi, pero incluso el Dunamis tiene sus limitantes –admitió Hyperión, mientras la tierra comenzaba a temblar frente a los Caballeros de Athena-. Pero para efectos dramáticos, llamémosle un Demonio. Phlox de Kardía Mágma –presentó Hyperión al Demonio, quien extendió sus dedos, que soltaron látigos incandescentes que comenzaron a partir la tierra-. Pero despreocúpense, Phlox no será su oponente, ya que he decidido enfrentarlos yo mismo como premio al valor que han demostrado, y castigo por levantarse en contra de los dioses. Phlox es un simple mensajero, uno que no caerá nuevamente ante el Altar. ¡Phlox! ¡Lleva al Altar frente a mis hermanos! ¡Yo me encargaré de estos Caballeros de Athena! ¡Vórtice Umbrío! –extendió sus manos Hyperión, y después las bajó a gran velocidad, desprendiendo vientos oscuros que se movieron tan rápido, que rodeó en su totalidad a Mu, Aioria y Milo, lanzándolos por los aires, y permitiendo que Phlox lanzara sus látigos incandescentes para rodear a Nicole e incinerarle el cuerpo, forzándolo a desmayarse por el dolor, y tras aquello, Phlox apresó a Nicole en su mano, y comenzó a correr con él lejos de la ciudad de la Zona Arqueológica de Atenas.
-¡Tiene a Nicole! –exclamó Kyoko, quien junto a Jabu, Seiya y Retsu intentó ir en su auxilio, Hyperión les permitió pasar sonriente, y los de Bronce pronto se enteraron de la razón. Con cada paso que daba, el Gigante Phlox alzaba torrentes de magma hirviente que les cortaron el paso, los forzaron a retroceder, y cuando aquello sucedió, los vientos oscuros de Hyperión los apresaron y los lanzaron por los aires, dejando a los 4 Caballeros de Bronce malheridos, mientras el Gigante se dirigía al mar, cubierto hasta esos momentos de neblina, y al cual nadie había prestado atención por posar sus atenciones en los invasores. Mientras el inmenso gigante de magma corría por el mar con Nicole entre sus dedos, la luz que emanaba de su cuerpo comenzó a iluminar lo que parecía ser una estructura en medio del mar, que se posó entonces inmensa, más alta incluso que el mismísimo Santuario, y que tras recibir al Gigante Pholox en su interior, fue enteramente visible por los Caballeros de Bronce. Un Castillo Negro, que presumía 12 Templos Oscuros, rodeado de flamas azules, que brillaban sobre un aro de cosmos con divisiones a manera de caras de un reloj inmenso de 12 horas, cada hora presumiendo un arma de cosmos distinta, menos una de ellas que estaba vacía y sin flama que la iluminara.
-Impresionante, ¿no es así? Es el Laberinto de Cronos –presentó Hyperión, caminando tranquilamente entre Mu, Aioria, y Milo, quienes seguían arrodillados en el suelo, rodeado de los torbellinos oscuros que les rasgaban la piel, y los dejaron tendidos sobre charcos de su propia sangre- La fortaleza de los Titanes. He de confesarles algo, Caballeros Dorados, únicamente por respeto a su valiente esfuerzo, por más inútil que haya parecido. ¡Helios Vortex! –alzó su mano Hyperión, y el suelo alrededor de los tres Caballeros Dorados estalló en llamaradas azules, que quemaron los cuerpos de Mu, Aioria y Milo, lanzando a los tres por los aires, con quemaduras rodeándoles todo el cuerpo- Si bien Metis, en su sacrificio, logró retrasar nuestra resurrección por 4 años, en lugar de hacerles un favor, terminó por condenarlos. De haber resucitado hace 4 años, y tomando en cuenta el poder que los tres poseen en estos momentos, seguramente, los Titanes recién resucitados no tendríamos el completo dominio de nuestros Dunamis que en estos momentos sí poseemos por haberse retrasado nuestra resurrección –les explicó Hyperión. Aioria se negó a seguir escuchando, rugió con fuerza y se liberó de los torbellinos oscuros, rodeó sus puños de relámpagos y atacó a Hyperión, quien bloqueó el puñetazo de Aioria, cuyos relámpagos repelieron un poco a Hyperión, hasta que su Dunamis comenzó a empujar a Aioria y a lanzarlo lejos, enterrándolo en el suelo tras un poderoso lanzamiento de cosmos-. Incluso, me atrevería a decir que tú, Caballero de Leo, habías sido una amenaza al poseer el relámpago. En un estado de recién resucitados, tus relámpagos podrían ser inclusive molestos, pero ahora, en la plenitud de nuestro poder, nuestros Dunamis son invencibles. Cada uno de nosotros los Titanes, posee un poder superior a Poseidón o Hades, rivalizando con Zeus. ¡Ebony…! –comenzó Hyperión, reuniendo una esfera en llamas azules, mismo que liberó en contra de Milo- ¡Helios! –el sol estalló con fuerza, lanzando a Milo por los aires, incluso desprendiendo pedazos de su Armadura Dorada, con su hombrera partiéndose, y siendo disparada por las planicies frente a las murallas del Anillo Principal, donde los aterrados soldados no sabían qué hacer.
-¿Rompió la Armadura de Escorpio? –se impresionó Mu, y entonces se viró a ver a Aioria, con su puño ensangrentado, y fracturas en su Armadura Dorada- No solo la Armadura de Escorpio, la de Leo también se ha fragmentado. Cualquier daño a una Armadura Dorada, por insignificante que sea, necesita de un poder inmenso, y este sujeto no solo ha dañado a una, sino a dos Armaduras Doradas –se impresionó Mu, quedando frente a frente con el Titán- ¿Podría ser que, en verdad son más poderosos que Poseidón y Hades? –se preocupó Mu, mientras Hyperión estiraba su brazo, y en este se formaba una espada, misma que apuntó en dirección a Mu.
-No tengas dudas al respecto, Caballero de Aries… ellos no poseen un Dunamis como lo poseemos los Titanes. ¡Vórtice de Gurthang! –lanzó una estocada Hyperión, proyectando una luz azul en línea recta, rodeado de vientos oscuros. Los vientos oscuros mantuvieron a Mu encerrado, e incapaz de evadir el ataque que como un láser le perforó el pecho, y salió por detrás de su cuerpo con un chorro de sangre que lanzó a Mu con su Armadura Dorada perforada en dirección a Aioria y a Milo, quienes se retorcían en el suelo incrédulos por sus heridas.
-¡Maestro Milo! –gritó Kyoko asustada, intentó correr en dirección a Milo, pero Hyperión al notarlo, y al notar el cómo Jabu, Seiya y Retsu se incorporaban para ir a defender a los Caballeros Dorados, los atacó primero.
-¡Vórtice Umbrío! –los atacó Hyperión, encerrando nuevamente a los Caballeros de Bronce dentro de las esferas de vientos oscuros, que les desgarraban las prendas, rasgaban sus armaduras, y les cortaban la piel arrebatándoles la sangre- Me considero un dios piadoso, Caballeros de Bronce. Ustedes no morirán si dejan de interferir. Nosotros los Titanes hemos venido únicamente por una cosa, el Megas Depranon –exigió Hyperión.
-¿Qué Espectros es… el Megas Depranon? –intentó incorporarse Aioria, la investidura de su puño derecho cayéndose a pedazos- Maldición… Leo está herido… su colmillo se ha roto… -se quejó Aioria-. Jamás lo habían herido antes. ¿Qué clase de bestia es ese sujeto? –se fastidió Aioria.
-Hemos perdido… demasiada sangre… -se incorporó Milo, aunque extrañamente, su cosmos parecía más grande que antes, parecía inclusive palpitar-. Pero es perfecto… así es como prefiero estar… -resonaba el palpitar del corazón de Milo, que era audible incluso para Mu y Aioria-. Después de todo, es precisamente este el estado entre la vida y la muerte, el que potencia el poder del Escorpión Celestial, y desbloquea su potencial ilimitado –prosiguió Milo.
El Anillo Medio.
-Parece que no hay forma alguna de regresar… -se dijo Saori a sí misma, tras haber recorrido la muralla del Anillo Superior, sin encontrar quien le abriera la puerta-. Todo el Anillo Medio ha quedado desierto. Me pregunto si el Maestro Milo estará… -intentó decir Saori, cuando su cosmos sintió el palpitar-. ¿El corazón de la Constelación de Escorpio? Puedo escucharlo. ¿Por qué? –preguntó, se viró, y de pronto, ya no se encontraba en el Anillo Medio, las frazadas en sus brazos cayeron al suelo, mientras destellos de cosmos dorado se alejaban de las mismas.
El Anillo Principal.
-¿Qué es este palpitar? –se quejaba Hyperión, sintiendo el cosmos de Milo, que se desbordaba, y crecía escarlata e inmenso- Este cosmos… se siente maldito, furioso, como el cosmos de un manipulador del caos –espetó Hyperión con curiosidad.
-¿Manipulador del caos? Es la primera vez que escucho esa –sonrió Milo con malicia. Kyoko, aún atrapada en los vórtices oscuros, escuchó la mención de los manipuladores del caos, y comenzó a preocuparse por su maestro-. Ciertamente, hace algunos años estuve frente a la presencia de una Diosa del Caos… pero de allí a manipular su fuerza, hay una abismal diferencia. No te confundas, Hyperión, este realmente es el alcance de mi cosmos cuando mis heridas me fuerzan a tambalearme entre la vida y la muerte, justo como el escorpión que venció al gigante Orión en el mito. No aceptaré derrota alguna, el día que sea derrotado será el día en que pierda la vida. Pensando en eso, he sometido mi cuerpo a niveles altos de dolor, forzando a mi cosmos a crecer hasta el infinito –terminó Milo, preparando su aguja, desbordante de energías escarlatas.
-¿Quieres decir que mientras más herido te encuentras, más cercano estás a llegar al infinito? -preguntó Aioria, mientras detrás de los Caballeros de Aries, Leo y Escorpio, se materializaba Saori, justo a tiempo para escuchar aquello- Milo, hay otras formas. No era necesario arriesgar tu vida de esta manera, a Athena no le sirves de nada muerto –recriminó Aioria.
-Aioria, yo no voy a perder ante nadie -fue la respuesta de Milo-. Pueden pulverizar mi cuerpo hasta que me desangre, mi cosmos me mantendrá con vida y superará cualquier adversidad. Los escorpiones en la naturaleza jamás huyen de una batalla, morirán peleando antes de caer. No moriré… pero desencadenaré el cosmos máximo –la Constelación de Escorpio se dibujó detrás de Milo, su estrella principal, el corazón de la misma, brillando con fuerza, y centellando con pequeños chispazos violentos, mientras Milo reunía las energías de Antares, como una pequeña estrella escarlata sobre su uña-. ¡Aguja Escarlata, Antares! –lanzó Milo con toda la fuerza de su cosmos, la aguja se liberó errática, realizando movimientos de zigzag de izquierda a derecha, de arriba abajo, siendo incapaz de ser lanzada en línea recta, confundiendo a la mirada de Hyperión, quien no sabía exactamente por donde venía, intentó esquivarla, pero la aguja se incrustó contra su armadura, que se astilló, sorprendiendo al Titán, quien fue impactado repetidamente por la aguja que le atravesó el cuerpo varias veces, dañando su cosmos, y siendo lanzado por la aguja y enterrado al suelo, mientras Milo respiraba pesadamente, con su cosmos apenas sosteniéndose a su cuerpo, momentos antes de toser sangre, que salió disparada de su boca, preocupando al de Aries y al de Leo, pero más importante, a Saori.
-¡Maestro Milo! –exclamó la Escudera, sorprendiendo a Milo, quien se viró momentáneamente para ver a Saori corriendo en su dirección, y lanzarse a abrazarlo con fuerza- ¿Por qué? ¿Qué razón tendría para someter a su cuerpo a semejante castigo? –preguntó la pequeña con ojos llorosos. Debido a que Hyperión había sido derribado, y que el Titán observaba las astillas de su armadura con incredulidad, su poder sobre los Caballeros de Bronce se extinguió, liberándolos, y permitiéndoles correr en dirección a los Caballeros Dorados.
-Saori… ¿qué haces aquí? –preguntó Milo, aunque carraspeaba su garganta por la sangre acumulada. Mu rápidamente buscó por el pecho de Milo, le quitó una parte de su armadura, y golpeó su centro sanguíneo, deteniendo momentáneamente la hemorragia- Gackt… -se quejó Milo, pero en lugar de recriminar a Mu, miró a Saori, a Kyoko, y a Jabu, todos mirándolo con preocupación-. Eso no importa… repliéguense… esto no ha terminado… -pidió Milo, cuando sintió entonces el estallido de Dunamis de Hyperión, quien se había puesto nuevamente de pie, y levitaba gentilmente sobre el suelo mientras lo destrozaba con la extensión de su Dunamis.
-Dañaste mi Souma… -se fastidió Hyperión, sus ojos rosados brillando intensamente-. Eso es imposible… humanos como ustedes no deberían de existir… -les apuntó Hyperión con molestia-. Fueron creados de la arcilla por los dioses con la finalidad de ser los portadores de sus fallas. No se supone que sean estas fallas las que les den semejante fuerza –enfureció el Titán, la tierra despedazándose y la destrucción causada por su Dunamis avanzando en su dirección.
-Este sujeto… nos tiene completamente agotados, y lo más que pudimos hacer fue astillarle su Souma o como se llame –se quejó Aioria, ayudando a Milo a incorporarse, aunque el de Escorpio no se sentía para nada listo para continuar el combate.
-Así que… a esto se refería Shion con un crimen que debía cometer… -meditó Mu, lo que no comprendían ni Aioria ni Milo, y que, por alguna razón, forzaba al corazón de Saori a latir más rápidamente-. Caballero de Leo, Caballero de Escorpio… acabo de conocerlos, pero… siento que con ustedes podría enfrentar cualquier castigo, incluso uno divino, por proteger a Athena –comenzó Mu, virándose a ver a Aioria a Milo, quienes tampoco conocían a Mu del todo, pero por alguna extraña razón, lo escuchaban-. Nuestros cuerpos están desechos… este Titán ha resultado ser muy superior a lo que habíamos imaginado… nuestras armaduras fueron dañadas por su tremendo poder, y nuestros cosmos consumidos no resistirán mucho más… no puedo decidir por ustedes… pero… yo me volvería un traidor por Athena… -ante la mención, Aioria y Milo se estremecieron.
-¿Estás demente? -fue la respuesta de Milo- Lo que pides fue prohibido por Athena, podemos derrotarlo sin llegar hasta esos extremos -más el cosmos de Hyperión se elevó incluso más alto de lo que los 3 Caballeros Dorados jamás habían logrado alcanzar, y se transformó en algo divino, algo superior a cualquier Caballero Dorado, mientras el poder del Titán primordial del Ébano crecía sin límites aparentes, por lo que Milo tuvo que replantear sus posibilidades.
-Mortales… este es el Dumanis Absoluto -explicó Hyperión, con su fuerza colosal extendiéndose como una nube de estrellas que distorsionaban las dimensiones, creando un universo personal alrededor de los Caballeros Dorados-. Una fuerza superior al cosmos, la fuerza creacionista del universo. Ustedes quienes se han ganado mi desprecio están por sentir su poder -apuntó Hyperión, comenzando a crear un sol negro en miniatura en sus manos.
-¿Está creando un sol de verdad? -se preocupó Milo, y tanto él como Mu y Aioria se miraron con determinación- Maldición… por Athena lo haría todo… Kyoko… Jabu… Saori… retírense… me niego a que mis discípulos vean a su maestro rebajarse a este nivel… andando, Aioria -elevó su cosmos Milo, tomando una pose muy peculiar.
-¿Me involucras en tu traición sin siquiera preguntarme si deseo formar parte de este insulto a nuestra diosa? -preguntó Aioria, y Milo asintió- Me conoces demasiado bien, arácnido inútil. Será una larga vida de ser conocido como el traidor al Santuario. Las repercusiones de nuestros actos son muy altas, pero caminar por esa senda no será tan difícil con compañeros como ustedes a mi lado. Mis colmillos siempre estarán afilados por ustedes -se preparó Aioria también, en una pose similar a la de Milo y pegando espaldas con él.
-¿Maestro? No entiendo sus palabras. ¡Maestro! -se quejó Jabu, sintiendo el cosmos de Mu fundirse con el de Aioria y Milo mientras tomaba su lugar agachado frente a los Caballeros de Leo y de Escorpio, elevándose hasta desafiar el Dunamis de Hyperión de Taiken, quien sintió la presión del cosmos combinado de los Caballeros Dorados frente a él- Maestro, no nos descarte. Juntos podemos vencer a nuestro oponente -suplicó.
-¡Escucha Jabu! -gritó Milo, su cosmos alcanzando niveles impresionantes- Los Caballeros de Athena pelean desarmados, los Caballeros de Athena respetan las reglas del combate de uno contra uno. El quebrantar estas reglas es un insulto a nuestra diosa, son reglas que jamás deben romperse. Intenté enseñarte a ser fiel a estas reglas, intenté enseñarte que la fidelidad y la lealtad son inquebrantables, pero tal parece, que soy un fracaso como maestro, no puedo siquiera seguir mis propias enseñanzas… es por esto que no deseo que me veas desobedecer a estas reglas. ¡Largo! -le gritó Milo iracundo, mientras concentraba todo su cosmos.
-¡No lo entiendo! ¿Qué está pasando? –se estremeció Kyoko, las murallas del Anillo Principal comenzaban a agrietarse por el exceso de energía de cosmos entre el Dunamis Absoluto de Hyperión, y el cosmos reunido por los Caballeros de Aries, Leo y Escorpio, quienes comenzaban a brillar como la luz del sol, lo que liberó algunas memorias durmientes en el alma de Saori.
-La Exclamación de Athena -habló Saori, y sus ojos se llenaron de lágrimas-. La técnica prohibida por Athena. La lealtad de estos caballeros es tan grande que no temen pasar a la historia como los más grandes traidores del Santuario. Abrazan la idea solo por el bien de su diosa, quien es la única que puede perdonar esta ofensa… maestro, es usted un tonto. ¿Qué pasará conmigo, con Kyoko, y con Jabu, si usted es penalizado por esta ofensa? –lloró Saori.
-Nunca debiste ser mi Escudera para empezar… -el cosmos de los tres Caballeros Dorados, iluminó a toda la ciudad, rodeó a las 12 Casas con su luz, y todos los Caballeros Dorados, salieron de sus templos para presenciar lo que ocurría con sus propios ojos.
-¡Exclamación de Athena! -gritaron los tres, y el cosmos de los Caballeros Dorados fue tan intenso, que Seiya, Retsu, Kyoko, y Jabu fueron lanzados en dirección a las puertas cerradas del Anillo Principal, puertas que no pudieron permanecer cerradas al abrirse de golpe por la tremenda energía. La única que no fue lanzada fue Saori, quien por alguna razón, podía permanecer en medio de la Explosión de la Exclamación de Athena, mientras su luz, y el cosmos de Aries, de Leo, y de Escorpio, la envolvían, mirando con sus propios ojos a las tres constelaciones brillantes colisionar unas con otras, combinar sus estrellas, y formar una sola galaxia en espiral, fundiendo a los tres Caballeros Dorados, en una misma resolución, mientras el poder de la Exclamación de Athena, en la forma de un sol, era lanzada en dirección a Hyperión de Taiken, quien lanzó en respuesta su sol negro. El sol dorado de los Caballeros Dorados, y el sol negro de Hyperión, colisionaron, y el tiempo mismo, pareció verse afectado, antes de que la tremenda explosión se elevara al cielo en la forma de un torrente dorado con llamaradas oscuras a su alrededor, y el sonido desapareciera por unos instantes, justo en el momento en que el sol verdadero comenzaba a asomarse por el firmamento, revelando el resultado del choque. Tres Armaduras Doradas, caían en pedazos en contra del suelo, los cuerpos de sus portadores estrellándose contra el mismo, una Souma se desquebrajaba en varias secciones, pero su portador se mantenía en pie, y una pequeña Escudera, lo observaba todo con su corazón en pena, sus ojos ahogados en las lágrimas, y su alma llorando por el tremendo insulto a una diosa que había prohibido semejante afrenta.
-Un poder… incluso tan grande como el de los dioses… fue liberado y destrozó mi Souma… he sido derrotado… -pero aún con estas palabras, Hyperión no había caído, su armadura inclusive, solo estaba fragmentada, no se caía a pedazos. Hyperión estaba tan sorprendido, que la ira no se reflejaba en su rostro, simplemente podía sentir admiración y respeto en esos momentos-. Este insulto no será olvidado, Caballeros Dorados… solo han retrasado lo inevitable -más esta vez los tres fueron incapaces de ponerse de pie, a pesar de que lo intentaban-. El Laberinto de Cronos y los 12 Titanes nos levantaremos en contra del Santuario y de sus guardianes. Exterminarlos será el primer paso para la conquista del Olimpo… nos volveremos a ver -y sin decir más, Hyperión partió con los restos de su armadura hacia las afueras del Santuario, donde el castillo negro lo esperaba-. Los Titanes han llegado, y su veredicto, será inminente -e Hyperión desapareció.
-¡Maestro Milo! -habló Saori asustada, y se lanzó sobre Milo y lo abrazó con fuerza, lastimando sus adoloridos músculos, pero arrebatándole una sonrisa- ¡Pensé que lo perdería, maestro! –lloró Saori, la única que no había salido lanzada por la Exclamación de Athena.
-Probablemente lo hayas hecho -Saori lo miró preocupada, sin saber a lo que su maestro se refería-. El ejecutar la Exclamación de Athena, es la ofensa más grande a nuestra diosa a pesar de que la utilizamos para servirle. Bajo ninguna circunstancia debe un Caballero de Athena atacar con ventaja numérica a ningún oponente, esa es la regla, y nosotros la quebrantamos… ya no soy más el maestro de nadie -los ojos de Saori se llenaron de lágrimas, pero no había tiempo de preocuparse por eso, Milo se levantó, y la hizo a un lado-. Debemos seguir adelante, ese castillo alberga a nuestros enemigos, están muy próximos al Santuario.
-Vamos entonces -agregó Aioria, tomándose de su brazo aparentemente dislocado-. Prefiero arriesgar mi vida contra los 12 Titanes, que ser sermoneado por mi hermano por haber usado la técnica prohibida -Milo asintió, más sus heridas le impedían moverse.
-Esperen por favor -los detuvo Mu-. Sus heridas son muy graves, y sus cosmos están sumamente debilitados… atacar el Laberinto de Cronos en estas condiciones solo nos llevará a nuestras tumbas -y tanto Aioria como Milo, tuvieron que aceptar aquella respuesta-. Además… no pueden combatir con armaduras que han perdido la vida -pero más que sus heridas, fue la revelación de Mu lo que los dejó incrédulos de lo que habían escuchado-. Hyperión de Taiken, por sí solo, ha asesinado al Carnero Alado, al León Dorado, y al Escorpión Celestial.
