Este capítulo fue más difícil de escribir de lo que pensé. Verán, chamacones y chamaconas, a partir de este capítulo, se podría pensar que la secuencia de la Saga de los Titanes Original y esta nueva versión, fácilmente podían ser un copiar y pegar. Son batallas, solo se requieren de pequeños cambios, quienes leyeron la versión original ya saben quién se enfrenta a quien, y cómo termina la cosa, pero… ¿dónde está la diversión en eso? Si bien es cierto que esto es un "remake", al mismo tiempo también es cierto que es la "versión definitiva" de Guerras Doradas, donde implemento todas esas ideas que por alguna u otra razón descarté, en ese entonces era porque pensaba que nadie en su sano juicio leería una historia tan larga y terminé desechando muchas ideas por mantener capítulos cortos… todos los que leyeron Guerras Doradas Original hasta el final saben cómo terminó… ejem… La Masacre de Atenas…

En fin, lo que quiero decir es que, voy a aprovechar el remake para implementar las ideas que no pude implementar en su momento, cosa que ya sabían, pero que en este capítulo específico toma más relevancia (obviando el capítulo de Kyoko que en la versión original no existía pues… porque Kyoko no existía), en especial porque en la versión original los Titanes no eran tan fuertes como en esta nueva versión por cuestiones de… bueno… tiempo. Pero para los que conocen Guerras Doradas Original, solo basta con decirles que cada Titán tiene realmente el poder de un dios como Poseidón, con eso les digo todo. Por último, verán caras conocidas en roles que jamás pensaron que tendrían, ¿por qué utilicé a estos personajes? Porque los 88 Caballeros no han salido y necesitaba llenar huecos de forma coherente, así que, lo siento si parece poco creíble.

Josh: Supongo que eres Josh, se te ha olvidado ponerlo. ¿Cómo de diferentes se desarrollarán las batallas? Bueno, primero que nada, los Titanes en esta versión espero que sí tengan personalidad. Los originales no es que hayan sido escasos de la misma, más bien solo algunos las tenían, así que espero que ese sea el primer y más importante cambio a con la versión original. ¿Cómo no te fuiste a imaginar el crimen de Mu si leíste la versión original? Jajaja. Umm… hasta ahora no he recibido reviews que hagan mucho énfasis en las diferencias, solo que han disfrutado de la nueva versión, pero nada de: lo que pasó aquí vs lo que pasó acá, o al menos ningún review se me viene a la mente de momento. Sobre Okko, es un tanto complicado, en la versión original de Guerras Doradas, los "Personajes Toei", no tenían fichas de personaje existentes, así que me tomé la libertad creativa de decir: "Ohko" es tauro, bueno, pues resulta, que Toei lanzó las fichas oficiales, y no solo Ohko no es Ohko sino que es Okko, sino que también Okko tiene dos fechas de nacimiento distintas (porque Toei liberó dos fichas distintas de cada uno de sus personajes con fechas de nacimiento al azar a mi parecer), en una Okko es Aries, en otra Okko es Libra, pues yo elijo de entre esas dos la que mejor le conviene al guion, pero sí, oficialmente, y según Toei, Okko es o Aries o Libra, dependiendo del país. Es complicado, pero esto se repite con: Crystal, Geist, Reda, Spica, Docrates, y cualquier personaje Toei, como los Disoes Guerreros, de los cuales Siegfried es Escorpio, y Syd y Bud (se quebraron la cabeza con esta), son Géminis… a que nadie lo vio venir. Respuesta corta: Sí, Okko es Libra.

reyna liseet: Siento que vas a terminar llorando bastante para cuando se termine esta saga. Bueno, cada capítulo "remake" es el triple de largo que el original, así que no me sorprende el retraso en la lectura. Sobre la introducción de nuevos personajes a la trama, en este capítulo allí va una, espero ansioso tus comentarios sobre su participación, pon chunguitos para que no sea debut y despedida… que muy probablemente lo sea. El recipiente "oficial" de la Diosa Eris era Shoko, Kyoko era la segunda opción. Yo todavía me rio al acordarme de Kyoko alzando las manos tipo "me rindo" mientras Milo saltaba jajaja. Una parte que siento que me hizo falta en la versión original, fue darle un poco más de relevancia a Mu, con este capítulo siento que di el primer paso en esa dirección, porque a mi parecer se sentía la original así se, allí van Aioria y Milo… ha si y Mu también. En este capítulo, por cierto, sale una Saintia nueva que no estaba en la original, es medio obvio quien es.

dafguerrero: Pues ahora vas a estar en proceso de leer el capítulo 6 también, jajaja. Definitivamente la historia de Guerras Doradas requería más que solo una manita de gato, y me da gusto que la nueva versión esté siendo de tu agrado. Confieso que Saga siempre se me ha hecho un personaje un tanto difícil de manejar, por eso su poco protagonismo en Guerras Doradas original, peor para esta versión hay que cambiar eso, todo el Universo de Guerras Doradas, existe por Saga, ¿cómo es que no le di más protagonismo? Sobre la amistad de Mii con Saori, espero poder explorarla un poco mejor después, ya que, para estas alturas ya debes haberte dado cuenta, fue algo así de: "me la llevo dos años y después te la regreso", y ahora que recién tienen la posibilidad de reanudar su amistad, llegan los Titanes. Moraleja, Saori no puede tener una vida normal. Espero que ya te hayas puesto al corriente con la lectura.


Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de los Titanes.

Capítulo 6: La Nueva Titanomaquia.


Grecia. Atenas. El Santuario. Las 12 Casas. Julio de 1983.

-¡Exclamación de Athena! –el poderoso grito de los Caballeros de Aries, Leo y Escorpio, resonó con fuerza e iluminó en su totalidad las 12 Casas, con el resto de los Caballeros Dorados observando el intenso brillo desde las escaleras de cada uno de sus templos, mostrándose dos de ellos, Saga de Géminis, y Aioros, el Patriarca del Santuario, incluso más conmocionados que el resto, mientras frente a los ojos de ambos, la tremenda explosión de cosmos dorado se elevaba al cielo, rodeado de las flamas oscuras del Dunamis de Hyperión de Taiken, el Titán del Ébano, quien ni siquiera Aioros podría haber anticipado que se tratara de un dios tan poderoso.

Para cuando la luz de la Exclamación de Athena se disipó, una luz distinta comenzaba a iluminar los alrededores, la luz del amanecer, que llegó junto a la revelación de la inmensa edificación que había aparecido en el Mar Egeo, alzándose incluso tan alta como el mismo Santuario, el Laberinto de Cronos. Las mentes de tanto Saga como Aioros se cuestionaban si el lanzamiento de la Exclamación de Athena había sido o no necesaria, pero solo Athena misma podía perdonar esta ofensa, lo que causaba dolor a ambos, a uno, que pensaba que la diosa a quien se les estaba prohibido ver, no lo consentiría, y al otro, que mantenía a la diosa escondida frente a los ojos de todos, sabiendo que no podía revelar aún la verdad a los Caballeros de Athena, y que por ello, los tres Caballeros Dorados debían ser tratados como los traidores que ahora eran.

En las mentes de Saga de Aioros, la duda se hacía presente, al igual que el arrepentimiento. Después de todo, habían sido ellos quienes habían enseñado tanto a Aioria como a Milo, el cómo desencadenar la técnica máxima de los Caballeros Dorados.

La Isla de Milo. El Templo del Escorpión Celestial. Noviembre de 1973.

-¡Antares! –hace 10 años, fue cuando la tortura de Saga comenzó, aunque realmente había sido Milo a sus escasos 7 años de edad, quien recibía la tortura al ser golpeado por las 15 Agujas Escarlata en su pequeño cuerpo. Las puertas del Templo del Escorpión Celestial se encontraban abiertas, las columnas y las paredes del pequeño templo presumían la historia de valientes guerreros que se enfrentaban a los dioses, y una luz intensa que emanaba desde el interior dificultaba a Saga ver, obligándolo a cubrirse con su mano, pero entre las aperturas de sus dedos, estaba seguro de ver a una figura vistiendo la Armadura Dorada de Escorpio, y perforando el pecho de Milo con Antares, forzando al cosmos de Milo a estallar escarlata e inmenso, y ser reconocido como parte de la Constelación de Escorpio que brilló sobre él con la estrella roja más reluciente que cualquier otra en el firmamento-. El Juicio del Escorpión Celestial ha terminado –escuchaba Saga, lo que sus sentidos no comprendían, mientras el ser frente a Milo, un dios de cabellera escarlata, se viraba, y regresaba a los interiores del Templo del Escorpión Celestial-. Ha nacido el Anti-Ares. No solo los mortales sino los mismos dioses serán tu presa, y mientras tengas fe en Athena, no habrá rival al que no puedas enfrentar. Enorgullécete, Milo de Escorpio, y jamás olvides el lugar de los Caballeros de Escorpio en el corazón de Athena –terminó de decir el Caballero de Escorpio, quien tras desaparecer junto con la luz en el Templo del Escorpión Celestial, dejó únicamente su armadura vacía, que estalló en sus partes mientras Milo se apretaba el corazón como si fuera la víctima de un paro cardiaco, y que fue solo cuando las partes de la Armadura de Escorpio lo revistieron, en que el niño pudo por fin volver a respirar con normalidad, cayendo de bruces al suelo con el sonido metálico de su Armadura Dorada, mirando a sus manos con los ojos desorbitados, y notando una de sus uñas cambiar de color y crecer, mientras la Armadura Dorada transmitía los secretos de las estrellas, y de la Constelación de Escorpio, directamente al cosmos de Milo.

-¿El Anti-Ares? ¿Quién Espectros era ese sujeto? -comenzó Milo, antes de volver a sentir el dolor en su corazón, y tener que forzarse a sí mismo a golpear el suelo y patalear con fuerza tratando de reemplazar un dolor por otro, mientras el preocupado de Saga no sabía si ir en auxilio de su discípulo o no. Milo no podía siquiera alegrarse de vestir de dorado al requerir concentrarse en seguir con vida- ¡Quema! –se quejaba Milo sonoramente.

-Es un precio muy bajo a pagar por conservar la vida –le comentó Saga, intentando mantener la calma, mientras Milo, sudoroso y débil, hacía un esfuerzo por incorporarse-. Siempre se ha sabido que un aspirante a Caballero de Escorpio debe recibir las 15 agujas de su constelación en el orden correcto, para convertir su sangre en veneno y así poder desencadenar toda la fuerza del Escorpión Celestial. Pero aún como aspirante a Patriarca, desconocía cómo era eso posible si todos los Escorpio morían sin dejar a un sucesor. Jamás me fui a imaginar que era el mismísimo Dios de la Valentía y los Héroes quien juzgaba él mismo a todos los Escorpio, estoy sin palabras –le comentaba Saga a Milo, quien por fin logró incorporarse, y mirarse la Armadura Dorada.

-¿Entonces soy ahora el Caballero de Escorpio? ¿Fue un dios quien me ha elegido? –preguntó Milo a Saga, aún incrédulo de la Armadura Dorada que ahora lo arropaba, y que llenaba su cosmos con una calidez indescriptible- Jamás había sentido algo tan cálido… es como si me abrazaran el corazón… esto… ¿es lo que se siente ser un Caballero Dorado? –preguntó Milo conmovido, y Saga sonrió para él, pero su sonrisa no duró, lo que sorprendió a Milo- ¿Maestro? ¿Qué le inquita? ¿Acaso no cree que estoy listo? –le preguntó Milo con preocupación.

-Milo, estoy seguro de que llegarás a convertirte en uno de los Caballeros Dorados más grandes que la historia jamás ha visto… no puede ser de otra forma al ser él quien te ha elegido –miró Saga a las puertas cerradas del Templo del Escorpión Celestial, aún sorprendido por ser de los pocos mortales a quien se les había permitido observar el juicio-. Pero me temo, que aún hay una enseñanza más que debes aprender… -prosiguió Saga, elevando su cosmos inmenso, mismo que intimidaba a Milo al sentirlo-. Ahora que has sentido la calidez en el cosmos de Athena, que te ha aceptado como uno de sus Caballeros Dorados… -continuó Saga, optando una pose extraña, y que acrecentó su cosmos aún más-. Es mi deber como tu maestro… enseñarte la mayor ofensa en el nombre de este cálido cosmos que hoy sientes… -la luz del cosmos de Saga se incineró, y toda la Isla de Milo, se iluminó con su poder.

Casa de Leo.

-La Exclamación de Athena… -a las afueras del Templo de Leo, desde las escalinatas que daban a su interior, Aioros, el recientemente ascendido a Patriarca del Santuario, se encontraba en medio de una lección que su joven discípulo y hermano, Aioria, atendía con sorpresa mientras apretaba con fuerza el amuleto de una punta de flecha que se encontraba en esos momentos atada a su cuello, sorprendido tras observar desde la Casa de Leo a la inmensa explosión de cosmos que se tragó en su totalidad a la Isla de Milo-. Se trata de una técnica prohibida por los dioses desde la Guerra Olvidada. Concentra toda la energía del cosmos de tres Caballeros Dorados, y desata la fuerza creacionista del cosmos sobre quienes la reciben, el Big Bang –le explicaba Aioros a Aioria, quien se mostró maravillado por la luz hermosa que había despertado a toda la durmiente Atenas-. Existen muchas razones por las cuales el uso de la Exclamación de Athena está prohibido, pero la más importante… es que hubo una ocasión en que tres Caballeros Dorados: Libra, Escorpio y Acuario… la utilizaron para asesinar a un dios… y ese es un pecado que los Caballeros de Athena no han sido capaces de perdonar. Por ello, quien desencadene la técnica prohibida será visto como un traidor, y solo el perdón de Athena podrá salvar sus almas de la condena eterna –lloró Aioros, sabiendo por los textos sagrados la verdadera razón de la prohibición de la Exclamación de Athena.

-¿La fuerza de asesinar incluso a los dioses? –preguntó Aioria impresionado por lo que le contaba su hermano, y sobresaltado al ver las lágrimas cayendo de los ojos del antiguo Caballero de Sagitario- ¿Acaso es posible? ¿No son los dioses eternos? ¿Qué dios podría haber caído ante la Exclamación de Athena? –le preguntó Aioria, sabiendo que aquello era algo que causaba en Aioros un terrible dolor.

-No es algo que debas saber, Aioria… -le explicaba Aioros, alzó su dedo, y desde la Casa de Sagitario, un cometa dorado comenzó a caer, revistiendo al Patriarca una última vez en su Armadura Dorada, lo que mantenía a Aioria impresionado, ya que su hermano siempre se vio solemne mientras vistió de dorado-. La Exclamación de Athena, al fundir el cosmos de tres Caballeros Dorados en uno solo, es capaz de transformar el cosmos mismo en una fuerza incluso más grande. El cosmos de tres Caballeros Dorados se transforma por un instante en un Dunamis, y el Dunamis es capaz de no solo herir, pero asesinar a los dioses… -tras decir aquellas palabras, Aioros se colocó en una pose extraña para Aioria, su cosmos se incineró, y así como pasó en la Isla de Milo, este estalló dorado y hermoso, rodeando al menos a la tercera parte de las 12 Casas con su luz, mientras Aioros desencadenaba el secreto de la Exclamación de Athena frente Aioria-. No se te ha condecorado como tal, Aioria… pero sé que llegarás a vestir la Armadura Dorada de Leo… no me lo perdonaría jamás si no fuera yo mismo quien te enseñara esta técnica prohibida, la cual no deberás usar jamás… pero que debes aprender para de esa forma tener siempre presente, que los humanos son capaces de desafiar a los dioses… las consecuencias de hacerlo sin embargo… jamás podrían valer la pena –lloró Aioros, recordando a quien pereció en la Guerra Olvidada, al otro lado de la Exclamación de Athena.

China. Cinco Picos. 8 de Diciembre de 1981.

-Las consecuencias de desafiar a los dioses, valen totalmente la pena –años después de que la técnica prohibida se le fuera enseñada tanto a Aioria como a Milo, Mu se posaba detrás del Viejo Maestro, quien había enviado a sus discípulos lejos, para brindarle a Mu una última lección, misma que Shion fue incapaz de darle, ya que su tiempo en este mundo se terminó antes siquiera de que Mu estuviera listo para recibir esta lección, razón por la que Mu había aparecido ante el Viejo Maestro, esperanzado en poder completar sus enseñanzas-. Lo que la Guerra Olvidada significó para los seres humanos, es algo que los dioses no quieren que continuemos recordando. Fue el momento en la historia en que los humanos dejaron de ser sumisos, y se levantaron incluso en contra de los mismos dioses… fue la guerra en que los mortales sangraron y murieron en masa, por el deseo conjunto de entregar un mensaje muy importante… los seres humanos no son la diversión de los dioses… -aclaró Dohko, aparentemente poseyendo conocimientos que solo los Patriarcas del Santuario debían conocer.

-Jamás he escuchado de tal guerra –fue la respuesta de Mu-. Yo solo sé que mi maestro, Shion, hablaba de esta guerra sin dar muchos detalles, con una mezcla de miedo y de esperanza mientras lo hacía. Jamás me dijo nada muy concreto de esta guerra, solo se limitó a decirme que fue allí donde se prohibió la Exclamación de Athena, todo por la muerte de un dios… -comentó Mu, y Dohko asintió ante aquellas palabras-. ¿Pero qué dios murió? Si la Exclamación de Athena fue utilizada, debió haber sido un dios enemigo de Athena. ¿Por qué prohibirían la técnica por utilizarla contra un adversario de nuestra diosa? –preguntó Mu.

-Porque el dios que murió, fue quien exigió ser asesinado por la Exclamación de Athena… y si no se hubieran cumplido esas exigencias, todo cuando existe hubiera perecido durante la Guerra Olvidada –le comentó Dohko, lo que mantenía a Mu sumido bajo un manto de incertidumbre-. Llegará el día en que todos los secretos de la Guerra Olvidada sean revelados. Hoy en día, solo una persona en el mundo tiene ese conocimiento, y debe haber una razón por la que guarda este secreto tan celosamente –le enunció Dohko, por lo que Mu supo que incluso Dohko desconocía mucho sobre la Guerra Olvidada-. Pero desde aquella guerra, un conocimiento sí se ha traspasado generación en generación –se incorporó Dohko, sorprendiendo a Mu, quien comenzó a verlo brillar con un intenso cosmos dorado que jamás se esperó que el Viejo Maestro aún conservase-. Y ese secreto… es el de que incluso si los mortales pueden asesinar a los dioses… solo hay una única razón para hacerlo… y hasta que los Caballeros Dorados comprendan esa razón, deberán mantener el conocimiento de la Exclamación de Athena presente -se acomodó Dohko en una pose, y su sombra, reflejada por la extensión de su cosmos contra la pared de la cascada, se mostró vigorosa y juvenil en comparación-. Descubran el secreto… Mu… y jamás permitan que se vuelva a olvidar… -terminó Dohko, lanzando el poderoso estallido de cosmos, que se tragó por completo a Cinco Picos.

Atenas. Grecia. El Anillo Principal. Julio de 1983.

-Unght… todo me duele… -despertó Kyoko para encontrar a una ciudad en silencio. Jabu, Seiya y Retsu se encontraban noqueados a su alrededor, cubiertos de polvo y de escombros. Parte de la muralla del Anillo Principal había cedido a la explosión de cosmos, y los soldados del Santuario se encontraban todos regados por los alrededores, mayormente inconscientes, pero todos vivos al parecer-. ¿Dónde? ¡Maestro Milo! –se incorporó Kyoko, forzando a su vez a Jabu a ponerse de pie, antes de correr en dirección al exterior de la ciudad, donde el polvo apenas y le permitía ver, pero encontrando a Saori, arrodillada frente a las demolidas puertas de la ciudad, con la mirada perdida, sin saber siquiera el por qué se sentía de esa manera, era como si su propia alma se hubiera estremecido y le apresara el corazón- ¿Saori? –preguntó Kyoko, quien comenzó a sacudir a la niña, que apenas y reaccionaba para virar a verle el rostro, que se encontraba cubierto de lágrimas- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué reaccionas de esa manera? –le preguntó Kyoko confundida, mientras Jabu, Seiya y Retsu se reunían con ambas.

-Porque los Caballeros Dorados han realizado el insulto más grande a la Diosa Athena, y acaban de perder todos sus derechos a con el Santuario –escuchó el grupo, Kyoko se dio la media vuelta, y encontró a Rigel de Orión, con los soldados rasos del Santuario envueltos en sus armaduras de cuero, y utilizando lanzas y escudos para defenderse mientras intentaban avanzar en dirección al grupo de tres Caballeros Dorados, quienes apenas y prestaban atención a lo que ocurría, estando ellos envueltos en su propia conversación.

-¿A qué te refieres con que nuestras Armaduras Doradas han perdido la vida? –preguntó Aioria en dirección a Mu, quien se mantenía con los ojos cerrados, meditando sobre el cómo explicarles a sus compañeros dorados- Tan solo son rasgaduras. Las enviaremos a Jamir para que el Reparador Legendario las vuelva a dejar en forma –le comentó el de Leo.

-Estás viendo al Reparador Legendario frente a ti, y te estoy diciendo que nuestras Armaduras Doradas han perdido la vida –alzó el brazo Mu frente a Aioria, el metal dorado en la misma se oscureció, transformándose en plomo, y comenzó a caer en pedazos frente a los sorprendidos de Escorpio y de Leo-. Los daños tal vez no parezcan la gran cosa. Pero una Armadura Dorada para dañarse, requiere que el cosmos de la bestia haya sido quebrantado y derrotado -le explicó Mu, apuntando a la Armadura de Leo, que comenzó a oscurecerse y a desquebrajarse, y a esta le siguió la Armadura de Escorpio.

-Entonces es verdad… la conciencia dentro de las armaduras y el cosmos de sus criaturas, ha comenzado a disiparse en el olvido –exclamó el de Escorpio al notar su armadura opacarse, y sintiendo al corazón de su constelación extinguirse. Milo entonces dirigió su mirada de determinación ante Mu- Si realmente eres el Legendario Reparador de Armaduras, seguramente al ser descendiente de la antigua raza de Muvianos, y como portador de la Armadura de Aries que fue bendecida por Hefestos, también posees los conocimientos suficientes para salvar a nuestras armaduras –concluyó Milo, aunque por la mirada de Aioria, era evidente que él no lo había comprendido del todo.

-Permíteme aclarar tus dudas, Aioria -comenzó Mu-. Hefestos, el Dios de la Forja, era quien creaba las armas de los dioses. Incluso los relámpagos de Zeus -Aioria asintió, al menos conociendo aquella parte-. Cuando Atenea nació, Hefestos quedó tan maravillado por la belleza de la Armadura Divina que vestía al nacer, que intentó recrearla tantas veces como constelaciones hay en el cielo. De Hefestos nacieron las Armaduras de Bronce y las de Plata. Y al final por fin logró crear una Armadura Dorada, la primera de las 12, la Armadura de Aries, en la cual no solo vertió parte de su cosmos, sino que también colocó los conocimientos de cómo reparar las armaduras y devolverles la vida. Así que Milo tiene razón, existe una forma de resucitar a nuestras armaduras –admitió el Muviano.

-Los Muvianos son una raza de reparadores de armaduras que siguen las enseñanzas de Hefestos, y que se piensa descienden de los Atlantes –continuó Milo, sabiendo que las dudas de Aioria sobre las raíces de Mu persistían-. Los Atlantes se hundieron con su continente gracias a Poseidón, y los sobrevivientes se asentaron en otro continente llamado Lemuria, luego Zeus hundió Lemuria, y los Lemurianos se asentaron junto a los humanos. A los descendientes de humanos y Lemurianos se les pasó a conocer como Muvianos, de entre los cuales, el conocimiento de la reparación de las Armaduras Doradas, recae específicamente en aquel Muviano elegido para vestir a Aries, cualquier otro Muviano, no podría realizar una reparación tan efectiva –terminó Milo.

-Ya veo, pero entonces eso es perfecto –miró Aioria a Mu, quien sudó frio-. Al ser el Caballero de Aries, eso significa que eres el Muviano que puede salvar la vida de las bestias en nuestras constelaciones. Por ello te lo pido, Mu, salva a Leo –reverenció Aioria, lo que preocupó a Mu-. Con o sin Leo, soy un Caballero de Athena, así que si me dices que no es posible, iré desarmado a enfrentarme a nuestros enemigos. Hyperión de Taiken resultó ser inmensamente fuerte, y allí dentro, seguro hay más Titanes que lo son más que Hyperión. Mis colmillos están bien afilados y listos para proteger a Athena, pero me sentiría más seguro con mi melena –admitió él, lo que dibujó una sonrisa en Mu.

-Entonces, Aioria, ¿sacrificarías tu vida por resucitar a tu Armadura Dorada? –preguntó Mu, lo que no solo confundió a Aioria y a Milo, sino que forzó una reacción sobre Saori, quien aún estaba siendo atendida por Kyoko, ya que Rigel no permitía a nadie acercarse a los Caballeros Dorados, mientras esperaba pacientemente el que existiera una apertura para actuar- Para resucitar nuestras armaduras, se requerirá de la sangre de nuestros cuerpos. Y por la naturaleza de nuestras armaduras, probablemente estamos hablando de cantidades muy altas. ¿Morirías por resucitar tu armadura? -preguntó Mu nuevamente.

Saori, por fin despertando de su trance, se incorporó para sorpresa de Kyoko e intentó correr en dirección a los Caballeros Dorados, solo para ser atrapada por la cintura por Rigel, quien la lanzó entonces a los guardias del Santuario, quienes la forzaron a quedarse quieta. Aquello no pasó por desapercibido por Milo, quien en su molestia intentó ir en auxilio de su Escudera, pero sus intenciones fueron cortadas, cuando Aioria habló ante Mu con fuerza.

-Por mi armadura, no lo creo –respondió Aioria, sorprendiendo a Mu-. Pero por la armadura de Milo, toma toda la sangre que quieras -Milo se viró a ver a Aioria, igual de sorprendido que Mu, el Muviano entonces dispersó cualquier duda, y embozó una gentil sonrisa.

-Aioria… -comenzó Milo, pero el de Leo lo ignoró mientras realizaba un corte en sus antebrazos, y Mu usaba su telequinesis para terminar de despedazar la Armadura de Escorpio, y posar los guijarros bajo el chorro de sangre de las heridas del de Leo-. ¿En qué estás pensando? Yo no te he pedido nada -recriminó Milo con molestia.

-No necesitas pedírmelo para que haga este sacrificio por ti… -enunció Aioria, débil por la pérdida de sangre, lo que forzó a Milo a morderse los labios con molestia-. Lanzamos la Exclamación de Athena juntos… después de eso… siento que puedo confiar en ti plenamente, así que déjame hacer esto por ti –le pidió Aioria, lo que apenó un poco a Milo.

-Hermanos de Cosmos… -comenzó Mu, ganando la atención de Aioria y Milo, mientras el Muviano usaba su telequinesis para destruir la Armadura de Leo y ponerla frente a sí mismo-. Dohko me dijo, que lanzar la Exclamación de Athena significaba fundir tu cosmos con tus compañeros, creando un lazo distinto al lazo de sangre, un lazo de cosmos –prosiguió Mu, cortándose sus antebrazos, y comenzando a verter su propia sangre en la Armadura de Leo, para sorpresa de Aioria, quien no esperaba aquello-. Caballero de Leo que desinteresadamente has elegido usar tu sangre para revivir a Escorpio, en honor al sacrificio que realizas ahora, y por el sacrificio que terminó por declararte un traidor, usaré mi propia sangre para revivir a Leo por ti –vertió su sangre Mu sobre Leo, y lentamente, los guijarros de plomo comenzaron a adquirir una tonalidad dorada.

-No sabes nada de nosotros, ¿pero nos declaras hermanos solo por entregarnos a una medida desesperada en el nombre de Athena? –preguntó Milo, y Mu asintió, sonriente- Eres un pensador, cualquiera te llamaría demente por poner tu confianza en completos desconocidos –se acercó Milo a Mu, y con rudeza le arrebató la protección del pecho de su armadura, el resto de la de Aries terminó por caer a sus pies en la forma de guijarros, mismos que Milo levantó-. Corres con la suerte, de que diferente de otros, yo entiendo sobre el sacrificio por el bien mayor. Así que tendrás mi sangre también, Caballero de Aries –Milo dio unos pasos hacia atrás, dejó caer los guijarros con poca gentileza, y se cortó los antebrazos, comenzando a verter su sangre también sobre la Armadura de Aries. Tras unos instantes, los tres conjuntos de guijarros comenzaron a brillar nuevamente de dorado, lo que significaba que lo habían conseguido. Aries, Leo, y Escorpio, volvían a brillar en sus constelaciones.

-El pacto de nuestra hermandad de cosmos ha quedado completado –sonrió Mu, elevando su cosmos y cauterizando sus heridas, Aioria hizo lo mismo, y Milo lo imitó al poco tiempo-. El resto déjenmelo a mí. Usando las Herramientas Cósmicas, volveré a dar forma a nuestras Armaduras Doradas –prosiguió Mu, materializando herramientas creadas por el cosmos mismo, con las que golpeó con fuerza los guijarros de las armaduras, que poco a poco comenzaron a restaurarse conforme Mu trabajaba-. Celebrando la ocasión, colocaré en cada armadura una pequeña sorpresa. Lo comprenderán al volver a vestirlas –declaró Mu, cuando las Armaduras Doradas terminaron de repararse.

-¡No volverán a vestir esas Armaduras Doradas! ¡Fuegos Fautos! –exclamó Rigel de Orión, para sorpresa de Mu, quien no alcanzó a defenderse y fue alcanzado por las llamas azules lanzadas desde el brazo izquierdo de Rigel, que rodeó a Mu en su totalidad, antes de estallar con fuerza, lanzando a Mu por los aires, y dejándolo tendido en el suelo.

-¡Lanza de Hielo del Loto Blanco! –enunció Aeson de igual manera, levantando una barrera de agua que se solidificó antes de estallar en la forma de lanzas de hielo, que fueron lanzadas en dirección a Aioria, quien en su estado de debilidad por la pérdida de sangre, no logró evadirlas, quedando perforado por las lanzas, y siendo lanzado al suelo, donde terminó en un charco de su propia sangre.

-¡Rigel! ¿¡Qué estás haciendo!? –recriminó Kyoko, mientras Rigel se lanzaba en dirección a Milo, quien intentó preparar su aguja, pero su mirada flaqueó, permitiendo al de Orión impactar a puño cerrado contra el rostro de Milo, y derribarlo al suelo- ¡Rigel! ¡Es mi maestro! –suplicó Kyoko ante el de Orión, quien, ignorándola, parecía descargar toda su ira contra el cuerpo de Milo una vez que el de Escorpio intentó incorporarse, golpeando una y otra vez el pecho de Milo con sus puños envueltos en llamas, hasta que el último de los puños se estrelló contra una barrera de cosmos que emanó del cuerpo de Milo, cuyo cosmos comenzaba a incinerarse rojo y demoniaco por la ira- ¡Maestro! –se alegró Kyoko, o al menos así fue hasta que unos hilos de plata se aferraron al cuello de Milo, cortándole la piel y comenzando a asfixiarle.

-¡Acorde de Cuerdas! –resonó la música de una Lira, por lo que Milo siguió la cuerda alrededor de su cuello hasta llegado al objeto en manos del Caballero de Plata recién llegado, un joven de tez blanca, cabellera azul, y quien miraba a Milo como si lo despreciara por alguna razón- Una disculpa por haber llegado tarde, General. Yo me encargo del de Escorpio. ¡Réquiem de Hilos Mortales! –continuó el Caballero de Plata, su Lira se electrificó, y la cuerda envuelta en el cuello de Milo comenzó a electrocutarle el cuerpo, lo que no derribó al de Escorpio, pero lo enfureció.

-¡Maestro Milo! –gritó Kyoko, intentando acercarse, los Soldados del Santuario procuraron impedirlo, pero Kyoko ya había tenido suficiente- ¡Fuera de mi camino! ¡Meteoros de Equuleus! –noqueó Kyoko a un buen número de ellos, comenzó a correr en dirección al Caballero de Plata de la Lira, y reunió el cosmos en su puño- ¡Suéltalo! –exclamó Kyoko, cuando Jabu se interpuso en su camino, giró evadiéndola momentáneamente, y la atrapó por la espalda.

-¡Espera Kyoko! ¡Ese es Orfeo de la Lira! ¡El Caballero de Plata que se dice posee el poder de los Caballeros Dorados! –le explicó Jabu, aunque Kyoko continuaba forcejeando intentando liberarse, solo que, por vez primera, Jabu había dejado de contenerse, logrando así mantener a Kyoko apresada. Todo aquello fue presenciado por Saori, quien no dejaba de llorar mientras veía no solo a Milo, sino a Mu y a Aioria, ensangrentados y malheridos.

-Basta… -comenzó Saori, mientras Milo caía en una de sus rodillas y vomitaba un poco de sangre. No solo el hecho de enfrentar a Hyperión lo tenía sumamente agotado, el usar su sangre para revivir a Aries también lo tenía al borde de la muerte, y ahora la presión en su cuello comenzaba a doblegarlo- Ya basta… -continuaba Saori, la tierra temblando a su alrededor, lo que Kyoko y Jabu notaron-. ¡Ya basta! –gritó Saori furiosa, su cosmos estallando y atacando a Rigel, a Aeson y a Orfeo, quienes sintieron todo el peso de sus armaduras rechazarlos, reaccionando al cosmos de Saori, quien comenzaba a perder el control, cuando desde el Templo del Patriarca, una luz intensa llamó su atención.

-¡Rigel de Orión! ¡No es tu lugar juzgar a los Caballeros Dorados que han desatado la Exclamación de Athena! –se escuchó la voz de Aioros, poniendo un alto a las hostilidades- Si los Caballeros de Aries, Leo y Escorpio desean tener una posibilidad, aunque mínima, de buscar el perdón de Athena, los escoltarán inmediatamente junto a los Caballeros de Bronce y la Escudera de Milo, al Templo del Patriarca. ¡No pierdan el tiempo! ¡Nuestros enemigos no esperarán a que solucionemos nuestros problemas internos antes de volver a intentar atacarnos! –terminó Aioros, y su cosmos se apagó.

-Ya lo oyeron, traidores… suéltalo, Orfeo –pidió Rigel, y el de la Lira así lo hizo, permitiendo a Milo respirar nuevamente-. ¿Qué hará entonces, Caballero de Escorpio? Combatirá arriesgándose a perder la vida porque: "el Caballero de Escorpio solo perderá la batalla que le dará la muerte" –enunció Rigel con desprecio, lo que hería el corazón de Kyoko, aunque en esos momentos, a Rigel aquello no le importaba-. O cooperará con nosotros, para tener una mísera oportunidad de suplicar el perdón de Athena, aunque tenga en claro, que los Caballeros de Plata no los perdonaremos –le apuntó Orión.

-Muy valiente y hablador el gigante Orión, cuando acabo de romperme el rostro contra un Titán y vertido la mitad de mi sangre –lo miró desafiante Milo, aunque Rigel no se dejó intimidar-. Llévanos ante Aioros entonces, Caballerito de Porcelana –insultó Milo, Rigel enfureció, pero en lugar de confrontarlo, se acercó a la Armadura de Escorpio, que ya entraba dentro de su Caja de Pandora como hacían las de Aries y Leo, y la tomó en custodia, igual que hicieron Orfeo con la de Aries, y Aeson con la de Leo. Habiendo resuelto las hostilidades, los de Plata pidieron a los traidores avanzar, y los escoltaron a las 12 Casas, con los preocupados Caballeros de Bronce, y una mortificada Saori, temiendo lo peor.

El Mar Egeo. El Laberinto de Cronos. Bajo el Sello de los Titanes.

-¡Suéltenme! –en la cima del Laberinto de Cronos, en una explanada amplia debajo del Sello de los Titanes, el circulo de 12 caras que presumía en esos momentos a 11 de las 12 Armaduras de los Titanes, los Soumas, Nicole del Altar permanecía encadenado y bajo la custodia de Phlox de Kardía Mágma, el único sobreviviente de los 6 Gigantes que habían atacado al Santuario, y quien se mantenía inmóvil y furioso unos metros por detrás del Caballero de Altar- ¿Por qué no puedo sentir el cosmos? ¿Qué quieren de mí? –enfureció el Caballero de Plata.

-¡Ow! ¡Silencio! ¡Silencio! ¡Silencio! –escuchó Nicole, virándose para buscar a alguien además del silencioso gigante a sus espaldas, y encontrando a una bella mujer de cabellera blanca, piel bronceada, y ojos rosados, vistiendo una Souma similar a la de Hyperión, aunque de un morado un poco más brillante- Dime Hyperión, ¿por qué has traído a un humano tan ruidoso al Laberinto de Cronos? Me molesta y huele mal –se tapó la nariz de forma infantil la mujer, causando la risa de Hyperión, a quien Nicole notó materializándose bajo la sombra de uno de los símbolos en el Sello del Laberinto de Cronos.

-Es simple, Tethys, al parecer hay un aliado de los Titanes en el Santuario de Athena, y nos ha entregado a este Caballero de Plata para usarlo a nuestro antojo –le comentó Hyperión, mientras la Titánide Tethys, se tomaba la barbilla y observaba a Nicole fijamente, quien intentó estirar sus cadenas para golpearla, pero por más que se esforzaba, Nicole simplemente no podía sentir el cosmos.

-Es inútil que te esfuerces, mortal –habló otra Titánide, que se materializó en otra de las sombras de los símbolos del Sello del Laberinto de Cronos-. Las cadenas con las que te hemos aprisionado, parecerán de madera en lugar del metal, pero están hechas de un material que repele al cosmos, Paladio –le explicó la mujer recién llegada, fornida, de cabellera morada suave algo corta, y con 4 alas de ventosas en las hombreras de su Souma. A su lado comenzó a materializarse otro Titán, siendo este rubio, de mirada traviesa y el cabello ligeramente largo.

-Vaya Themis –agregó el Titán recién llegado con una sonrisa divertida-. Dignarte a explicarle algo a un humano no es propio de alguien tan orgullosa como tú. El humano no necesita de explicaciones, no vivirá lo suficiente para comprenderlas –le aseguró el hombre, lo que continuó molestando a Nicole, pero el Caballero de Plata comprendió que no servían de nada sus quejas, si las cadenas de Paladio le reprimían enteramente el cosmos-. Pero yo también tengo curiosidad, ¿sabes? ¿Qué vamos a hacer con él? ¿Le sacamos los intestinos con buitres y águilas como los dioses castigaron a mi hijo Prometeo? -se quejó el Titán. Deseos de tortura más que evidentes en su mirada.

-Basta, Iapeto –interrumpió otra Titánide que se materializaba bajo la sombra de su arma, está teniendo cabellera esmeralda adornada en un par de esferas de cabello, y poseyendo una mirada de determinación en su rostro-. Este no es un simple humano, es el actual portador del Altar, lo que lo convierte no solo en el Caballero de Plata más poderoso de todos, sino también en el único Caballero de Athena capaz de acceder a la fuerza durmiente del Titán. Sea quien sea el aliado al que Hyperión se refiere, nos ha enviado una ofrenda de paz bastante útil para nuestros planes –le comentó la mujer, que entonces fue abrazada de la cintura por otro Titán que se materializó detrás de ella, rubio y de cabellera revuelta, y con facciones más adultas que las del resto de los Titanes-. Ahora no, Ceo, no estoy de humor –admitió la mujer.

-Dame este gusto, Phoibe –le respondió el Titán Ceo con una sonrisa-. Tras miles de años en una existencia incorpórea dentro del Tártaros, poder volver a sentir el cuerpo de mi esposa, me parece incluso más tentador que resucitar a Cronos –le comentó Ceo, momentos antes de que una larga espada morada lo obligara a retraerse, estando está en manos de otro Titán, de cabellera azul pálida, y mirada de molestia-. Dame un respiro, Kreios –se fastidió Ceo-. El que no puedas contactar con tu esposa Eurybia, no es razón por la que yo no pueda disfrutar de volverme a reunir con la mía –defendió Ceo incomodado.

-Aunque pudiera comunicarme con Eurybia, no me contendría –le espetó Kreios con molestia-. Esta nueva vida que se nos ha bridado solo tiene un objetivo, Ceo. Destruir a los Dioses del Olimpo y a todos los enemigos que se opongan en nuestro camino. Así que concéntrate en precisamente eso, Relámpago Negro –le apuntó Kreios con molestia.

-Puedo sentir el dragón de Icor presente en el Santuario de Athena, Kreios –se materializó otro Titán, de cabellera azul marina y ligeramente larga-. Tu suegro Pontos mueve los hilos en el Santuario, eso me tranquiliza, ya que no necesitamos de Cronos para vencer a los Dioses Olímpicos –se fastidió el Titán.

-¿Continúas en tu revelación ante Cronos únicamente porque eres el hermano mayor, Okéanos? –habló otra de las Titánides que se materializaba, de mirada gentil, cabellera larga y blanca que terminaba en chinos, y mirando a Okéanos con desafío- Tanto te jactas de que deberías ser tú el Rey de los Titanes, cuando fue mi marido quien se levantó en contra de Urano –le recordó la mujer, lo que enfureció a Okéanos.

-No discutan, todos somos hermanos –habló otra Titánide, de cabellera despeinada y verde-azulada, y quien se posó al lado de Hyperión, que le tomó de la cintura para recibirla-. Tu Souma… está fragmentado –habló ella con intranquilidad.

-Nada que no se restaure en un par de horas, Theia –le tomó de la barbilla Hyperión-. Y tranquilo, Caballero de Plata, hay una razón por la cual te he traído aquí. Tan solo necesito de Mnemosyne en estos momentos para que todo comience a tener sentido. ¿Dónde está…? –comenzó Hyperión, cuando un par de manos tomaron la cabeza de Nicole por la espalda, asustando al Caballero de Plata, quien intentó forcejear, pero las manos lo mantuvieron firme-. Supongo que no necesito explicarte –sonrió Hyperión.

-Soy la memoria, lo sé todo, sé lo que quieres exactamente de mí, y la importancia de este Caballero de Plata –le contestó una mujer de cabellera rosada atada en un par de coletas, y quien poseía una mirada letárgica, como si estuviera eternamente cansada, o eternamente triste-. No existe ni un solo secreto para mí –prosiguió ella, reuniendo su cosmos alrededor de sus manos, y causándole a Nicole un gran dolor.

Los Titanes presentes miraron a Mnemosyne confundidos, solo Hyperión, y aparentemente Phoibe, alcanzaban a entender lo que estaba pasando, mientras el Caballero de Plata sentía su mente ser invadida y destruida, dejando atrás solo a un cascaron vacío. Hyperión entonces comenzó a quitarle las cadenas de Paladio a Nicole, quien, tras verse liberado, comenzó a elevar un cosmos maldito, mismo que fue bastante familiar para una de las Titánides.

-¿Cronos? –preguntó Rea, la Titánide que era la esposa de Cronos. La Armadura de Plata del Altar entonces comenzó a oscurecerse, se tornaba morada, como el Souma de los Titanes, los ojos de Nicole se encendieron rosados, y el cabello oscuro de Nicole, comenzó a flotar tornándose morado sombrío, como si la fuerza del cosmos lo rodeara en todo momento, solo que este no era el cosmos de un Caballero de Plata, más bien se sentía maligno- Mnemosyne, ¿qué has hecho? –preguntó Rea, mientras Nicole dirigía su mirada perdida en su dirección.

-Ha resucitado a Cronos parcialmente –comenzó Phoibe, comprendiendo perfectamente lo que había pasado-. Cuando Zeus, Poseidón y Hades derrotaron a nuestro hermano Cronos en la Titanomaquia, separaron el cuerpo, el alma, y el Dunamis de Cronos en tres partes. Su cuerpo quedó atrapado en la Armadura del Altar, su alma fue depositada en el Tártaros, y su Dunamis anclado a su Souma. Se necesitan de los tres para resucitar a Cronos, pero de esta forma, al menos el cuerpo de Cronos puede ser ligeramente útil –les explicó Phoibe a los Titanes.

-Gracias a Metis que sacrificó su cosmos para capturarnos, Cronos requirió de todo su cosmos para destruir nuestra prisión –comenzó Mnemosyne-. La mente en el alma de Cronos no es tan poderosa para representarse físicamente en estos momentos, pero su cuerpo, posee memoria física. Combatirá de ser necesario –les comentó la de cabellera rosada.

-Y pelear es lo que hemos de hacer –miró Hyperión al Santuario-. Mnemosyne, accede a las memorias de todos los Caballeros Dorados y del Patriarca del Santuario. Quiero el mejor curso de acción para enfrentarlos. No los considero una amenaza, pero tres de ellos se las arreglaron para desquebrajar mi Souma. Si todos los Caballeros Dorados son capaces de desencadenar la Exclamación de Athena, podrían complicarse las cosas por más divinidades que seamos –le explicó Hyperión.

-Lo entiendo… -respondió Mnemosyne, accediendo a las mentes de todos los Caballeros Dorados en el Santuario, observando con sus ojos cansados todo lo que ellos observaban, y encontrando en el Santuario a Saori, descubriendo la verdad oculta-. Esto es… -comenzó Mnemosyne monótonamente, pero entonces se viró a ver a Hyperión-. La Exclamación de Athena es una técnica prohibida, y los Caballeros de Aries, Leo y Escorpio, han sido declarados traidores al Santuario por utilizarla –comenzó ella, e Hyperión se sorprendió-. Además de eso, el Patriarca del Santuario puede manipular la fuerza de Cronos, que existe dentro de una Torre de Reloj en el Santuario –les explicó ella, y los Titanes intercambiaron miradas de curiosidad-. Una vez encendido el Reloj de Cronos, al cabo de 12 horas, todos quienes no pertenezcan al mundo terrenal regresarán al lugar de donde han venido. Quienes estén dentro del dominio de las 12 Casas, regresarán al Tártaros, expulsados por la fuerza misma de Cronos. La distancia entre sendas es de una hora a pie cada una, hay 13 sendas en total, incluyendo la del Templo del Patriarca. Bajo el dominio de la Barrera del Santuario, no se permite la transición espacio temporal, solo dentro de los templos. Incluyéndose al Caballero de Altar, los 88 Caballeros de Athena se encuentran dentro del Santuario. Eso es todo lo que requieren saber. El Patriarca Aioros en estos momentos discute con los traidores el qué hacer ahora –terminó Mnemosyne.

-Entonces esperaremos –sonrió Hyperión-. Los dejaremos hacer el primer movimiento, y haremos el nuestro en respuesta. Aunque esto son solo acciones de contingencia muy probablemente innecesarias, ya que al estar prohibida la Exclamación de Athena, la única técnica capaz de dañar a los dioses, los Caballeros de Athena no son ahora más que simples molestias insignificantes –declaró Hyperión, mientras Mnemosyne, continuaba buscando dentro de las memorias del Santuario.

El Santuario. Templo del Patriarca.

-¡Usar la Exclamación de Athena es un crimen muy grave! ¡Mu, Aioria, Milo! -habló Aioros ante los 3 Caballeros Dorados que ya se arrodillaban frente al Patriarca del Santuario sin sus Armaduras Doradas, y con los Caballeros de Plata, Orfeo, Aeson y Rigel, como sus custodios. Yoshiko también se encontraba en el recinto, preocupada por la molestia de Aioros, quien miraba a los tres con desilusión-. No se les enseña la Exclamación de Athena para que la utilicen… se enseña para que, pese al tremendo poder que puede desatar, en el nombre de Athena renuncien voluntariamente al mismo, por servir bajo los principios de la Diosa de la Sabiduría y la Guerra. Un verdadero Caballero de Athena, habría encontrado la manera. Lo que hicieron solo Athena lo puede perdonar –agregó Aioros con tristeza.

-¡Es por Athena que elegimos romper las reglas! –se defendió Aioria incorporándose, desilusionado por las palabras de su hermano, Mu y Milo pensaban igual que hacía Aioria, pero eran más prudentes y permanecieron en silencio- Desde siempre se nos ha enseñado a los Caballeros Dorados que se es capaz de desafiar a los dioses. ¿Acaso Athena no es una diosa que también pueda ser desafiada? ¡Lo hemos hecho en su nombre! –insistió Aioria, lo que enfureció a Rigel, quien no daba crédito a lo que estaba escuchando- Hermano… trae a Athena ante nosotros… estoy seguro de que ella entenderá nuestras razones -pidió Aioria ya más tranquilo.

-No puedo permitirlo –le respondió Aioros-. Mu, Aioria, Milo… existe una razón por la que no se ha permitido a los Caballeros Dorados el conocer a Athena -explicó Aioros-. La fe en Athena debe de ser incondicional y sin ser perpetrada por el conocimiento de la identidad de nuestra diosa. Cuando Athena esté lista para liderar a los Caballeros Dorados, se dará a conocer su identidad. Hasta entonces, solo la devoción incondicional está permitida –ante aquella realidad, Aioria volvió a arrodillarse, sabiendo que nada podían hacer ya-. Me temo que esto también significa que hasta entonces, no tengo más alternativa que revocarles sus derechos de Caballeros Dorados –prosiguió Aioros, y los tres Caballeros Dorados no se defendieron, solo aceptaron el castigo-. Sus discípulos serán reasignados. Como Caballeros Dorados, han perdido el derecho de transmitir sus enseñanzas –aquello hirió a Milo más que al resto, pero no dijo nada, solo aceptó solemnemente-. Los tesoros de sus casas les serán confiscados, y por ultimo… renunciarán a sus Escuderos… -aquella orden, sin embargo, sí generó reacción tanto en Aioria como en Milo, pero ambos nuevamente, se mantuvieron solemnes-. Hasta recibir el perdón de Athena… sus Escuderos serán reasignados a mi cargo… ¿alguna objeción? -preguntó Aioros, pero nadie habló- Retírense –terminó el Patriarca con desilusión, los Caballeros de Plata los pusieron de pie a la fuerza, y los obligaron a salir del recinto, fuera del cual Galarian esperaba con los Caballeros de Bronce de Equuleus, Unicornio y Lince, además de junto a una preocupada Saori, a quien Milo tuvo que darle las tristes noticias, que forzaron a sus ojos a humedecerse, lo que Aioros presenció, mientras las puertas dobles se cerraban, detrás de los Caballeros de Plata que escoltaban al grupo.

-Aioros… ¿estás seguro de lo que estás haciendo? –preguntó Yoshiko, notando a Aioros con la cabeza baja, y la depresión en su mirada- Aioria tiene razón. Si la Exclamación de Athena era la única alternativa, ¿por qué no utilizarla? ¿Por qué está prohibido? –preguntó Yoshiko.

-No lo entenderías, Yoshiko… -comenzó Aioros, cansancio evidente en su mirada, por lo que Yoshiko sabía que cargaba un terrible secreto en su corazón-. Es algo que no existe siquiera en los textos sagrados… un crimen imperdonable que solo pasa de labios de un Patriarca al otro… ¿acaso no escuchaste a Aioria? Él lo dijo con tal convicción –comenzó a temblar Aioros, el estrés del secreto que guardaba lo estaba carcomiendo, Yoshiko lo sabía: "¿Acaso Athena no es una diosa que también pueda ser desafiada?", sus palabras me perforan la mente, me destrozan el corazón… -confesó Aioros por fin, y Yoshiko abrió sus ojos sorprendida por lo que estaba escuchando.

-Aioros… -comenzó Yoshiko, y Aioros, ya cansado, dirigió su mirada en dirección a Yoshiko, sus ojos ya cubiertos en lágrimas-. Hay algo que sabes, que no has compartido, ni siquiera conmigo, ¿verdad? La Exclamación de Athena… acaso… -preguntó Yoshiko, Aioros, suspiró, enunció una verdad inadmisible para cualquiera, y Yoshiko cayó en sus rodillas, perturbada por el terrible secreto, que acarreaba aquella técnica prohibida.

Afueras del Templo del Patriarca.

-¡No! ¡Maestro Milo no bromeé! –tras recibir de labios de Milo el veredicto de Aioros, Saori se quebró en llanto nuevamente. Kyoko y Jabu no estaban en mejores condiciones, estaban de rodillas contra el suelo, incrédulos de las noticias. Retsu por su parte, era un poco más centrado, y lo demostraba al aceptar las palabras de Aioria. Mientras todo aquello ocurría, Mu se mantenía expectante, ya vistiendo su Armadura Dorada, y con las Cajas de Pandora de Leo y Escorpio a su lado- ¡No quiero ser reasignada! ¡Usted es mi maestro! -suplicó Saori, pero Milo simplemente se agachó e invitó a Saori a un gentil abrazo- ¡No quiero separarme de usted, maestro! –susurró ella con el corazón destrozado.

-Saori… -comenzó Milo, y la niña se secó las lágrimas con tristeza-. Te prometo con Athena de testigo… que no descansaré hasta ser digno de su perdón y volver a reclamarte como mi Escudera… tienes mi palabra -Saori asintió, pero igual no dejó de abrazar a Milo-. Jabu… Kyoko… -se dirigió Milo entonces a sus discípulos, quienes se hacían los fuertes para no soltarse en llanto-. Quédense juntos, y cuídense entre los tres. Kyoko, aún sostengo lo que te dije hace algunos años. El ser humano, es capaz de cambiar las estrellas –le tomó de la hombrera de su armadura Milo, y la de Equuleus, derrotada por los sentimientos, se lanzó a abrazarlo, acto que Milo no le impidió, pero que tuvo que romper para dirigirse a Jabu, quien miraba al suelo deprimido-. Jabu… sé que piensas que he sido demasiado duro contigo. Me gustaría que comprendieras que no siempre voy a ser el Caballero de Escorpio, y que jamás en toda la historia del Santuario, un Escorpio ha dejado atrás a un sucesor… si decides renunciar a la Armadura Dorada, yo lo comprenderé, ya soy una vergüenza de maestro de todas formas –admitió Milo con tristeza.

-Usted no es una vergüenza… Maestro Milo… -le respondió Jabu, e inmediatamente después hizo una reverencia-. ¡Me volveré fuerte y digno! ¡Usted siempre será mi maestro! -y sin más, Milo asintió y continuó con su camino- Jamás olvidaré sus enseñanzas… maestro… no volveré a ser débil… seré valiente. Mi cosmos será infinito -Jabu tomó la mano de Saori, quien tomó la de Kyoko también, y juntos esperaron frente al Templo del Patriarca. Milo se reunió con Mu, tomó su Armadura Dorada y comenzó a vestirla, y ambos esperaron a Aioria, quien no se sentía tan listo como Milo para despedirse de su discípulo.

-Creo… que no fui tan buen maestro como lo fue Noesis para ti… -comenzó Aioria, Retsu tan solo le dirigió una mirada de preocupación-. Fuiste mi primer discípulo, y el que las cosas hayan terminado de esta forma me entristece. Aun así, quiero que sepas que estoy orgulloso. Cuida de Lithos por mí –le pidió Aioria, Retsu asintió solemnemente, y el de Leo fue a donde su Caja de Pandora, abriendo la misma, y vistiéndola nuevamente. Los tres intercambiaron miradas y comenzaron a retirarse, ante la vista deprimida de sus antiguos discípulos, y los ojos ahogados en lágrimas de Saori, quien sentía tristeza por lo que ella consideraba una injusticia, pero también miedo cada vez que recordaba la luz de la Exclamación de Athena.

-Admiro el sacrificio que ambos están haciendo, Caballeros de Leo y Escorpio –comenzó Mu, mientras los tres Caballeros Dorados bajaban por la senda en dirección a Piscis, en relativo silencio-. Solo tengo una pregunta que hacerles. Ahora que somos traidores, ¿qué piensan tras haber enfrentado a un Titán? Uno que asesinó a nuestras tres Armaduras Doradas… -continuó el de Aries, notando las miradas de determinación de Aioria y de Milo.

-Lo único que sé, es que no derroté a Hyperión de Taiken –le respondió Milo, lo que llamó la atención de Mu, quien lo observó de reojo-. Él tampoco me derrotó, pero no consiento el que tuve que requerir a una técnica prohibida para proteger a mis discípulos y a Saori… esto no puede quedarse así, necesito probarme a mí mismo –declaró el de Escorpio.

-¿Sabes una cosa, Milo? –se tronó los dedos Aioria, y tras hacerlo golpeó su puño derecho contra su mano a palma abierta- Me he cansado de reglas absurdas. No sé ustedes, pero Athena es más importante que cualquier exigencia de mi hermano, y tras enfrentar a Hyperión, me queda más que claro que quedarnos a esperar no es la mejor de las ideas –admitió el de Leo.

-Así que, terminé eligiendo por Hermanos de Cosmos al par de Caballeros Dorados más obstinados de todos –sonrió Mu, y tras ver aquella sonrisa, aparentemente hubo un entendimiento entre los tres-. ¿Realmente piensan desobedecer las órdenes directas de Aioros? El crimen por hacerlo, sería la pena máxima –les recordó Mu.

-Si los Titanes llegan al Santuario, y los 12 son igual de poderosos que Hyperión… no habrá Reloj de las 12 Casas que los regrese a todos al Tártaros –le comentó Milo, con una mezcla de determinación, y tal vez un poco de desesperación.

-La última vez que alguien con semejante poder invadió las 12 Casas… llegó hasta Escorpio, y solo era una Titánide –le comentó Aioria, lo que era un suceso que Mu había escuchado, pero del cual no estaba tan enterado-. Si los Titanes son 12, y atacan todos al mismo tiempo, llegarán ante Athena de todas formas. Solo hay una alternativa –le comentó Aioria, y Mu meditó al respecto, mientras el grupo entraba en la Casa de Piscis.

Casa de Piscis.

-¿Y qué alternativa es esa? Hermanito del Patriarca -al llegar a la Casa de Piscis, Afrodita ya los esperaba. Incluso les daba su espalda a los traidores. Los 3 Caballeros Dorados que pasaban por su casa lo ignoraron, sabían que este trato se propagaría por todo el Santuario y que no sería exclusivo de los Caballeros Dorados. Los Caballeros de Plata de la Lira, de Orión y de la Copa, ya habían expresado su descontento después de todo-. Aunque no es como que haga mucho la diferencia, el que sigan con su descabellado plan. Traidores ya son, no recibirán apoyo de ninguno de los 88 Caballeros de Athena. Eso y estar muerto, son básicamente lo mismo. ¿De verdad planean hacer algo tan estúpido, sin la orden del Patriarca Aioros? –sonrió Afrodita.

-No planeamos hacer nada, Afrodita… -mintió Aioria, cuando el de Piscis por fin se dio la media vuelta para encararlos, y apuntó a su Armadura Dorada-. ¿El palpitar? ¿Acaso has escuchado todo lo que hemos dicho hasta ahora? –preguntó Aioria molesto.

-Solo mientras tuvieron sus Armaduras Doradas puestas –les confesó Afrodita-. No sé lo que significa este palpitar. Pero les diré una cosa, no planeo ir a contarle a Aioros sobre esto –terminó Afrodita, lo que sorprendió a los 3 Caballeros Dorados, mientras Afrodita nuevamente les daba la espalda-. La fuerza verdadera se impondrá sin importar si la batalla es dentro de las 12 Casas, o fuera de estas. Así que, yo me limitaré a planear sus respectivos funerales. Plantaré unas hermosas rosas en sus respectivas tumbas… traidores al Santuario… -agregó con un tono de desprecio-. El verdadero poder está en la belleza. Y su batalla no tuvo nada de bello. Pero me encargaré de que su partida al reino de los muertos sea una marcha hermosa y guiada por el aroma de las rosas. Rosas blancas adornarán la Casa de Aries. Hermosas, pero peligrosas. En Leo reinarán mis rosas negras, serán el oscuro reflejo del corazón del Patriarca al recordar a su hermano caído. En la Casa de Escorpio serán rojas… en honor a la sangre derramada dentro de sus paredes. Aunque el mundo los olvide. Mis rosas los honrarán -los 3 Caballeros Dorados no prestaron más atención a sus palabras, y continuaron con su camino.

Casa de Acuario.

El cielo ya se coloreaba con la llegada de la mañana. Pero la temperatura en el Santuario no era cálida, sino que estaba influenciada por el cosmos de los Caballeros del Templo de Acuario, que habían transformado el Santuario entre Piscis y Acuario en un desierto congelado.

Al llegar a la Casa de Acuario, Milo bajó la mirada con tristeza al ver a su querido amigo, Camus, observarlo con desaprobación en su rostro. El Caballero de Plata, Crystal de Pyxis, y los discípulos de Bronce, Hyoga de Cisne, Isaac de Pez Volador y Mii de Delfín, estaban a su lado, pero ninguno les dedicó reverencia alguna. Los 3 Caballeros Dorados simplemente pasaron al lado de ellos, o al menos pareció que lo harían, hasta que Camus colocó su mano sobre la hombrera de Aioria, y le propinó un potente golpe que derribó al Caballero de Leo.

-¡Camus! -se quejó Milo. Y Aioria simplemente se puso de pie enfurecido y listo para devolverle el golpe a Camus- ¡Basta Aioria! ¡No permitiré que le levantes la mano a Camus! -Milo apuntó su Aguja Escarlata en dirección a Aioria, quien se mostró herido ante los comentarios de Milo- Camus, de igual manera, si vuelves a levantar tu puño contra Aioria, no dudaré en usar mis agujas en tu contra –le amenazó Milo.

-Cierra la boca, Milo -fue la respuesta del Caballero de Acuario, y Milo bajó la mirada, un tanto apenado-. Ya desahogué mi ira en Aioria por contaminarte con su imprudencia. Con este golpe, estamos a mano -continuó Camus, mirando a Aioria, quien le rugió con cautela-. De ahora en adelante, somos camaradas. Esta es la última vez que me dejo llevar por mis emociones, espero lo comprendas, ya que me heriste profundamente –desvió la mirada Camus en dirección a Milo, quien no comprendía muy bien el descontento de su mejor amigo-. Quedas a cargo en mi ausencia, Crystal, cuida de mi templo, de Hyoga, de Isaac, y de Alicia –enunció Camus sin dirigirles la mirada, y comenzó a adelantarse.

-Espera, ¿me golpeas y ahora vienes con nosotros? –preguntó Aioria, y Camus asintió solemnemente- No lo entiendo. Pensé que estabas molesto por "contaminar a Milo" con mi imprudencia. ¿Por qué arriesgarte por unos traidores? –preguntó Aioria curioso.

-Son caballeros leales a Athena. Eso es todo lo que importa –le respondió Camus, lo que conmovió a Milo-. Además… pese a tu imprudencia, y la del recién llegado. Lo que hicieron fue en el nombre de Athena. Si alguien puede comprender eso, ese soy yo… andando… -los 4 caballeros continuaron con su caminar, ya más tranquilos de que se apaciguaran los ánimos entre los mismos.

Casa de Capricornio.

Al pasar por la Casa de Capricornio, el grupo se llevó una sorpresa similar al ver que el Caballero de Capricornio los miraba de una forma honorable, y al permitirles pasar los seguía en dirección a la Casa de Sagitario.

-¿Shura? -se sorprendió Milo, sabiendo que al Caballero de Capricornio se le conocía por ser el de lealtad más inquebrantable, por lo que debería de despreciar a los traidores- ¿Por qué nos sigues? ¿Usamos la Exclamación de Athena? –le preguntó Milo curioso.

-Y por eso mi lealtad ha sido puesta a prueba –se detuvo Shura, y el grupo se viró para verlo con curiosidad-. Cuando usaron la Exclamación de Athena, mi primer sentimiento fue el de despreciarlos, y el llamarlos traidores, incluso llegué a maldecirlos –admitió el de Capricornio-. Pero entonces sentí la fuerza de sus convicciones, y el cálido poder de la Exclamación de Athena. He sentido esa calidez antes -susurró la última parte para sí mismo Shura, lo que no fue audible para los demás-. La lealtad que ustedes mostraron al sacrificarse y al ser nombrados traidores a Athena me ha conmovido -explicó Shura-. De haber usado la Exclamación de Athena injustamente sobre un oponente desprotegido y débil al que hubiesen podido detener al encender sus cosmos al infinito, sus acciones me hubieran repugnado, y yo sería el primero en cortarles la cabeza. Pero su oponente era un dios, y se interpusieron en su camino por amor a Athena. Por esto yo, Shura de Capricornio, gustoso arriesgaré mi vida junto a ustedes -y al escuchar esto, Camus asintió, aunque antes de continuar, Shura miró a Mu con molestia, quien se incomodó un poco por las reacciones del de Capricornio-. Considera esto también, mi aceptación de tu título de Caballero Dorado, pero si me decepcionas, terminaré lo que iniciamos en Estados Unidos –lo amenazó.

-Me queda claro ahora que Assassin jamás perdona –sentenció Mu de forma incomoda, Shura lo ignoró, y comenzó a adelantarse, por lo que el resto de Caballeros Dorados continuó con el camino de igual manera.

Casa de Sagitario.

Al llegar a la Casa de Sagitario, los caballeros encontraron a Seiya, el Caballero de Pegaso, entrenando incansablemente al golpear un costal de boxeo. Al ver a los Caballeros Dorados que pasaban por la casa, Seiya se puso de rodillas de inmediato. Normalmente Seiya no reflejaría semejante respeto a los Caballeros Dorados ya que era terco y obstinado. Pero diferente de otros que permanecían en los dominios de las 12 Casas, Seiya compartía con Mu, Aioria y Milo, un deseo de justicia que superaba al seguir las reglas, así que, por ellos, en la mente de Seiya al menos, valía la pena colocar una rodilla en el suelo.

Casa de Escorpio.

La siguiente fue la Casa de Escorpio. La que encontraron vacía y bien cuidada. Saori se había esforzado mucho en mantener la Casa de Escorpio impecable. Y al pasar por esta, Milo no pudo evitar sonreír. A las afueras de la Casa de Escorpio, un manzano, un durazno, y una vid permanecían, el reflejo de lo que Milo ahora intentaba proteger. Así fue entonces que Milo, sin detenerse a ser víctima de la nostalgia, salió de la Casa de Escorpio.

Casa de Libra.

En la Casa de Libra, el Caballero del Dragón y el Caballero de Eridanus, recién llegados a la Casa de Libra, reverenciaron en dirección a Mu, sabiendo que, sin importar el sacrificio, ellos conocían al Caballero Dorado de Aries lo suficiente para continuar mostrándole sus respetos.

-Caballero de Aries, el Tigre y el Dragón protegeremos la Casa de Libra sin importar las adversidades, puede estar tranquilo –ofreció Shiryu su mano, misma que Mu estrechó orgulloso antes de dirigir su mirada a Okko, quien era más osco de Shiryu, pero que reverenció de una forma un tanto arrogante.

-Les agradezco, Caballeros de Bronce, y sepan que, en su defensa de la Casa de Libra, no estarán solos –posó cada una de sus manos Mu en los hombros de los de Bronce, antes de reverenciar, y mirar en dirección a la Armadura de Libra, que yacía en el centro del templo, como una prueba del poderío que aquella casa en el Santuario.

Casa de Virgo.

La siguiente fue la Casa de Virgo, donde Shun, el Caballero de Andrómeda, ya era uno de los discípulos de Shaka al igual que lo era Mayura del Pavoreal, quien meditaba junto a Shaka en esos momentos, o al menos así fue, hasta sentir el cosmos de Mu, incorporarse, y darse la vuelta para recibirlo.

-Mayu… ha pasado tiempo –le sonrió Mu, aunque de la Caballero de Pavorreal no recibió respuesta alguna, o tal vez la había recibido, pero al estar su rostro enmascarado, Mu no podía verlo-. Parece que tu entrenamiento ha rendido frutos, eres más que solo una monja tibetana ahora –agregó con una reverencia budista Mu.

-Así que, tú eres el Mu del que Mayura solía hablar con Tanto cariño –se incorporó Shaka, manteniendo sus ojos cerrados, y posándose ante Mu, orgulloso-. La persona de la que Mayura me habló tanto, no podría ser una persona maligna. He decidido acompañarlos también, y afrontar a cualquier consecuencia de esta decisión –los invitó Shaka a pasar por su casa, lo que fue una muy grata sorpresa para quienes bajaban por las 12 Casas.

-Me place recibir el apoyo del Bodhisattva -habló Mu recordando sus enseñanzas budistas, pero su mirada se desvió en dirección a Mayura momentáneamente, quien no dijo absolutamente nada, solo se mantuvo recta, como si sus piernas jamás hubieran mostrado debilidad alguna-. Mayu… yo… -intentó decir Mu.

-Ella ha aceptado el Nirvana, Caballero de Aries… estoy seguro de que sabes lo que significa –le explicó Shaka, y Mu asintió con tristeza, comprendiéndolo-. Ya habrá otra oportunidad para que ambos puedan ponerse al corriente… tienes mi palabra, de momento, el Laberinto de Cronos espera –le recordó Shaka, Mu asintió, y dejó atrás sus sentimientos, y a una Mayura, con una lágrima traicionera, escapando por debajo de su máscara.

Casa de Leo.

La siguiente fue la Casa de Leo, donde encontraron a Lithos parada en medio del templo, con la mirada de ojos llorosos, y con las palabras aparentemente atrapadas en su garganta. Aioria se detuvo momentáneamente para verla, pero no logró decir nada, no sabía siquiera el si ella sabía sobre la reasignación de los Escuderos, y no tenían el tiempo de invertirlo en esa conversación.

-Señor Aioria -habló Lithos a momento de que el Caballero de Leo intentaba resumir la marcha-. He recibido las órdenes del Patriarca Aioros de dejar su casa… se me ha dicho que no soy más su Escudera… pero yo no me moveré… lo esperaré señor Aioria… siempre –mencionó determinada.

-Lithos… -fue conmovido Aioria, que entonces asintió y siguió con su camino-. Volveré, Lithos… estaremos juntos. Eso te lo prometo… somos una familia… siempre estaremos unidos. ¡Espérame Lithos! -y Aioria siguió adelante.

Casa de Cáncer.

Más a pesar del entusiasmo de Aioria, al llegar a la Casa de Cáncer se encontraron con una realidad distinta. Mephisto, mejor conocido como Máscara Mortal, aguardaba como eterno guardián de la Casa de Cáncer, y la sombra de la muerte que lo rodeaba comenzó a extenderse a los invasores de su templo.

-Frente a la boca del Hades se presentan los traidores a quienes se les ha negado el derecho de entrar a los Campos Elíseos y están destinados al Tártaros -habló Mephisto, y el descontento en los rostros de quienes llegaban a su templo se hizo visible-. Pero despreocúpate, Milo. Yo me encargaré de tu pequeña Escudera en tu ausencia -se burló el de Cáncer.

-Si te atreves a tocarla, Máscara Mortal… -lo amenazó Milo, pero Mephisto se cruzó de brazos con soberbia, sonriendo ante Milo con malicia-. Aseguras que no le temes al Hades y que tienes el favor del Dios del Inframundo… tienta tu suerte y pondré a prueba tus palabras –continuó Milo con su amenaza.

-Ignóralo Milo -lo detuvo Aioria-. De todas formas, Máscara Mortal debería estar más preocupado por si fracasamos. Menos Caballeros Dorados, igual a más dioses en las puertas de la Casa de Cáncer –se burló Aioria, borrando entonces la sonrisa de Mephisto-. Así que, por tu bien, espero que no se cumpla tu deseo –terminó Aioria, dejando atrás a un preocupado Caballero Dorado.

Casa de Géminis.

La tensión de Milo recién llegado a la Casa de Géminis, era más que palpable, mientras el de Escorpio no podía hacer más que mantener la mirada baja, sin poder verle a los ojos a quien fuera su maestro. Saga se encontraba de brazos cruzados, ignorando a todos los presentes, pero posando su atención enteramente en Milo, quien no podía leerlo correctamente. No sabía si su maestro se sentía decepcionado, o arrepentido, o molesto, no sabía nada. Pero por lo visto, la duda embargaría a Milo por más tiempo, ya que Saga no intercambió palabra alguna. Simplemente le dio la espalda a Milo, su rostro ensombrecido por las sombras que el sol ya proyectaba al estar cerca del mediodía, impidiendo que Milo pudiera saber si Saga alguna vez lo perdonaría.

-Lo lamento tanto… maestro… -fue lo único que Milo pudo decir, mientras recobraba la determinación, y comenzaba a salir el Templo de Géminis, dispuesto a seguir adelante, y creyendo haber escuchado algo que le dio cierta esperanza de recibir el perdón de su maestro, una gota, o al menos aquello es lo que pensó, ya que Saga no mostró sentimiento alguno, por lo que Milo suspiró, y salió de Géminis. Solo cuando aquello ocurrió, Saga azotó su puño con fuerza contra una de las columnas, partiéndola a la mitad, mientras uno de sus ojos derramaba lágrimas de dolor, mientras el otro, parecía reflejar una ira indescriptible.

Casa de Tauro.

Al llegar a la Casa de Tauro, los viajeros encontraron un panorama muy diferente al que encontraron en la Casa de Géminis. Aldebarán ya los esperaba en las escalinatas de su templo, y una gentil sonrisa se dibujaba en su rostro.

-¡Me han hecho esperar un buen rato! ¿Qué es eso de caminar por las 12 Casas como si el enemigo fuera a esperarnos todo el tiempo? -habló el Caballero de Tauro, que entonces colocó sus poderosas manos sobre los hombros de Aioria y Milo- ¡Me importa un cuerno de Minotauro si son traidores! ¡Me caen bien! ¡Tienen la fuerza de Aldebarán para servirles de apoyo! –Aioria y Milo sonrieron agradecidos, y Aldebarán entonces viró su rostro para ver a Mu- Elegiste a los peores que podías elegir. Habérmelo dicho y venía en tu auxilio, Mu –se burló el de Tauro.

-No sabía a quienes me iba a encontrar llegando al Santuario, Aldebarán –se quejó Mu, mientras el de Tauro se reía a carcajadas. Aioria y Milo miraron a Mu curiosos, el de Aries solo se rascó la nuca incomodado-. Solo el Caballero de Tauro sabía legítimamente que yo era un Caballero Dorado –les explicó.

-¿Ah sí? –se quejó Shura, incomodando a Aldebarán- Cierto Caballero Dorado olvido mencionarlo, a sabiendas de todo el tiempo que desperdicié en tu cacería. Eres demasiado molesto, Aldebarán –se fastidió Shura, quien comenzó a empujar al de Tauro-. Solo por eso tú vienes también –se quejó Shura.

-Oye, si ya dije que iba a acompañarlos, no seas tan vengativo, Shura –se preocupó el de Tauro, pero Shura no dejó de empujarlo en todo momento, ni aún llegados al primero de los 12 Templos del Zodiaco.

Casa de Aries.

Ya en Aries, Mu se detuvo y permitió a los demás pasar. Los Caballeros Dorados entonces lo miraron curiosos. Todos menos Aioria y Milo, quienes ya conocían de antemano las intenciones del Caballero Dorado de la Casa de Aries.

-6 Caballeros Dorados marchan a la batalla. 4 Caballeros Dorados se quedan y defienden el Santuario, y los Templos de Libra y Sagitario seguro aguardan con sorpresas para los invasores -explicó Mu-. Levantaré la barrera más fuerte que pueda levantar. Y el Reloj de Cronos será el principal obstáculo de los Titanes que nos invadan. A pesar de las apariencias, el Santuario estará bien protegido. Seremos victoriosos en esta guerra -Mu le ofreció su mano a Aioria y a Milo, quienes la estrecharon y se despidieron.

-Las puertas del Laberinto de Cronos se abren -interrumpió Shaka. Los 6 Caballeros Dorados que viajarían al laberinto, entonces comenzaron a correr en dirección al castillo que había aparecido frente al Santuario-. 6 Titanes salen del laberinto. Los Titanes han tenido nuestra misma idea –comentó Shaka, descubriendo a los invasores con la fuerza de su cosmos.

-¿Los detenemos en el camino? -preguntó Aldebarán- Soy bueno envistiendo, no sabrán qué los golpeó -continuó con sus afirmaciones mientras se enorgullecía de su fuerza, y adelantándose del resto preparado para el embiste de ser necesario.

-¡Los mataremos! ¡Seremos la primera línea de defensa del Santuario en el Anillo Medio! -agregó Aioria con una sonrisa en su rostro- Serán los primeros en probar mis colmillos –preparó los puños Aioria, mismos que se rodearon de relámpagos.

-Eso sería imprudente -agregó Camus, en su carrera observaba los alrededores-. Todo parece indicar que la ciudad ha sido evacuada por los Caballeros de Plata. Pero aún si comenzara una confrontación entre 6 Titanes y 6 Caballeros Dorados, sin importar el resultado, no quedaría nada de la ciudad que pudieran reclamar los victoriosos, debemos continuar al Laberinto de Cronos y permitirles pasar a las 12 Casas –enunció Camus, lo que no agradó al grupo.

-¿Dejarlos pasar? ¿Estás demente? ¿Quién dice que Cronos personalmente no buscará la cabeza de Athena? -habló Shura- Si bien es cierto que yo creo en el principio de que la mayor defensa es la ofensiva, si dejamos a estos invasores pasar sin pelea, y Cronos está entre ellos… -objetó el Caballero de Capricornio, pensando en las posibilidades.

-¡Cronos no está entre ellos! -aseguró Milo- El cosmos de quienes nos invaden es poderoso, pero no se compara al de Hyperión de Taiken quien al parecer tampoco está con ellos. Cronos debe ser el más fuerte de los Titanes, en este grupo no se encuentra -y mientras decía esto último, por el Anillo Medio se vieron a 6 Titanes correr revestidos de armaduras de un color morado intenso y brillante-. Esperaremos… si nos atacan, nosotros lucharemos –declaró Milo, justo en el momento en que los 6 Caballeros Dorados y los 6 Titanes invasores, se encontraban sin interrumpir sus respectivas carreras, y tan solo intercambiaban miradas, permitiéndose pasar los unos a los otros. Los Titanes entraron entonces en los límites del Santuario, y los Caballeros Dorados entraron en los dominios del Laberinto de Cronos.

Templo del Patriarca.

-Necios… -se quejó Aioros, quien no solo lo había observado todo desde las afueras del Templo del Patriarca, sino que tenía conocimiento de todo lo que Mu, Aioria y Milo habían planeado-. Pero aun sabiendo lo que estaban por hacer… no los detuve, soy igual de necio que esos tres… -se viró Aioros a observar a Yoshiko, quien estaba acompañada de Saori en esos momentos-. Yoshiko, quiero que me escuches con claridad en estos momentos –comenzó Aioros, tomando a la confundida de Yoshiko de los hombros, y forzándola a mirarlo fijamente-. Sin importar nada, yo confío en ti plenamente, y en tus manos, dejo a Saori. Tienes que protegerla, ¿lo entiendes? Confío en ti más que en nadie en la vida, no me defraudes –le enunció Aioros, lo que Yoshiko no comprendía, ella solo sabía que en los ojos de Aioros se reflejaba la desesperación.

-Aioros, me estás asustando –comenzó Yoshiko, sintiendo las manos de Aioros temblar, y su temple decaer-. ¿Por qué estás tan nervioso? Eres un Caballero de Athena, te he visto desafiar a los dioses antes. Me aterra verte en este estado –admitió Yoshiko con ojos llorosos.

-Júrame algo, Yoshiko… -pidió Aioros. Saori, confundida, y debiendo permanecer en el Templo del Patriarca por las ordenes de reasignación, los miró a ambos sin saber lo que ocurría-. Júrame en el nombre de Athena que protegerás a Saori, sin importarte nada más. Por favor… -le pidió Aioros, Yoshiko estuvo por responder, cuando notó a Galarian llegando con noticias-. Puede esperar, necesito que me lo jures –pidió Aioros nuevamente.

-Aioros… no entiendo lo que está ocurriendo… pero… -le comentó Yoshiko, y miró a Aioros con determinación-. Te juro en el nombre de Athena, que protegeré a Saori sin importar lo que ocurra… te lo juro… -tras el juramento de Yoshiko, el alma de Saori se estremeció por alguna razón. Aioros asintió entonces, y se viró a ver a su Escudero.

-Maestro –comenzó Galarian-. Ha terminado la evacuación del Santuario. Salvo el Caballero de Plata, Nicole del Altar, que fue secuestrado por los Titanes, las 87 Armaduras Zodiacales restantes se encuentran en el Santuario. Pero más de la mitad de los Caballeros Dorados fueron vistos abandonando las 12 Casas, ¿qué hacemos? –preguntó Galarian preocupado.

-Defendernos en contra del capricho de los dioses. Como solo los Caballeros de Athena saben hacerlo –elevó su cosmos Aioros, sus vestiduras sagradas entonces se rompieron, revelando las alas de la Armadura de Sagitario, lo que fue una sorpresa para Galarian-. El juramento de castidad, no es el único que rompí… jamás dejé de vestir mi Armadura Dorada. Estamos 6 contra 6 –le comentó Aioros.

-¿Jamás dejó de vestir la Armadura de Sagitario? ¿La llevaba bajo sus prendas todo este tiempo? –preguntó Galarian, mientras Aioros terminaba de quitarse la túnica del Patriarca, revelando la Armadura Dorada, misma que completó tras sacar la diadema de la Armadura de Sagitario de debajo del casco del Patriarca- Pero, aunque ese sea el caso… sigue faltando el Caballero de Libra –le recordó Galarian.

-Te equivocas –enunció Aioros, posando frente a Yoshiko revestido en la Armadura Dorada de Sagitario, lo que traía recuerdos bastante gratos a su esposa-. Hoy, por segunda vez desde la Guerra Olvidada, no, por segunda vez desde la Guerra de Troya… -reveló el nombre de la Guerra Olvidada Aioros, y en el alma de Saori, algo se estremeció-. Las 12 Armaduras Doradas están no solo reunidas… sino siendo portadas con orgullo por los 12 Caballeros Dorados -habló Aioros, y Galarian se estremeció por la noticia-. La Nueva Titanomaquia se cierne sobre nosotros. Y los 12 Caballeros Dorados atenderemos al llamado. Galarian, esta es mi última orden, tanto para ti como para Yoshiko. Le revelarán toda la verdad a Saori, en el momento en que consideren correcto. Ella tiene el derecho a saber el porqué de su sufrimiento, y del sufrimiento de los 12 Caballeros Dorados que arriesgan sus vidas por ella -Saori no comprendía de lo que hablaba Aioros, pero el Caballero de Sagitario tampoco pretendía explicarle. En su lugar, se concentró en el movimiento de los 12 Titanes, esperando el momento preciso de que pisaran el primer escalón de la Senda de Aries-. ¡Reloj de los 12 Signos del Zodiaco! ¡Enciende tus llamas! ¡Trae contigo la fuerza del Titán primordial y regresa a nuestros enemigos al Tártaros! –ante su orden, las 12 flamas del Reloj de Cronos se encendieron, levantando la barrera del Santuario, misma que estremeció el alma de Yoshiko, quien se mostró preocupada por aquello- Jamás olvides, que confío en ti plenamente –le susurró Aioros, y sin que Yoshiko lo viera venir, le plantó un beso gentil, antes de virarse, y comenzar a bajar por las 12 Casas.

Laberinto de Cronos.

-¡Prepárense! -gritó Aioria- ¡Las puertas del Laberinto de Cronos se cierran! -entonces Aldebarán, que siempre fue el más lento de los Caballeros Dorados debido a su peso, dejó atrás a los otros caballeros y con sus manos detuvo las puertas gigantes de cerrarse.

-¡Les abriré el paso! ¡Gran Empuje! –agregó Aldebarán burlesco, sosteniendo las puertas dobles del Laberinto de Cronos para mantenerlas abiertas, permitiendo a los Caballeros Dorados restantes entrar por las aperturas de sus brazos, justo a tiempo para evitar que los ejércitos del Laberinto de Cronos, las Bestias del Tártaros, criaturas oscuras envueltas en armaduras moradas y de ojos escarlata, pudieran encajar sus armas en el cuerpo de Aldebarán.

-¿Qué fue esa tontería del Gran Empuje? –se fastidió Shura, y jaló al Caballero de Tauro dentro del Laberinto de Cronos, liberándolo de su castigo auto infligido- Me agradas, Aldebarán, pero no solo te compares a la fuerza de un Titán. Demuéstrala en esta guerra. ¡Excalibur! -gritó Shura, y de un revés de su mano cortó a los Ejércitos del Tártaros, y limpió las escalinatas de las 12 Moradas de los Titanes para que siguieran su camino a través de ellas.

-¿Que es este lugar? ¡La tierra y el cielo han desaparecido! ¡Es como si camináramos por el espacio! -se quejó Milo al ver que el Laberinto de Cronos estaba formado de estrellas y galaxias, y no de pisos de piedra o estructuras erguidas por los hombres- Si Shura no hubiera limpiado el camino con su ataque, pudimos haber perdido nuestros pasos en el vacío infinito –observó Milo la caía, o aparente caída, a una zona de suelo estrellado oscura, y que presumía relámpagos que parecían revelar a una criatura de roca oculta en su interior. Milo prefirió dejar de mirar al abismo y concentrarse en la situación actual.

-Nuestros adversarios son dioses, Milo, Titanes –le explicó Shaka-. Lo que vez es lo que jamás ha sido tocado por el hombre. Un paraíso existencial donde lo único que existe es creación divina, o destrucción de la misma naturaleza… el suelo que ahora pisamos es probable que sea un suelo marchito que alguna vez los dioses destruyeron por la incompetencia de los blasfemos –apuntó Shaka al suelo que parecía reflejar las estrellas, y que se sentía líquido, como si fuese un inmenso océano de estrellas el que se extendía bajo sus pies.

-En otras palabras, estamos parados sobre los restos del mundo de alguien que, al igual que nosotros, pensó que podía desafiar a los Titanes -explicó Camus-. En verdad que atacar el Laberinto de Cronos ha sido una sentencia de muerte. No solo para nosotros, pero para todo nuestro mundo. No hay lugar para la derrota –agregó Camus con una tranquilidad que podría parecer atípica para cualquiera tomando en cuenta las circunstancias.

-¿Soy el único que se pregunta cómo Shaka pudo describir esto si tiene los ojos cerrados? –rompió Aioria con las preocupaciones del grupo, incluso ganándose la mirada de incredulidad de Camus- Ya estamos adentro, me importa muy poco la escenografía. Vinimos a derrotar a Cronos, no a admirar el panorama –les recordó Aioria, quien fue el primero en saltar al vacío y caer sobre una roca flotante. Desde esta continuó con sus saltos en dirección a la primera de las 12 Moradas que invadían- ¡Mejor abre los ojos, Shaka! ¡No te vayas a caer! –se burló Aioria.

-Tu sentido del humor es una eterna intriga, Aioria -habló Shaka, quien simplemente flotó en el vacío con la fuerza de su cosmos. El resto de los Caballeros Dorados tuvo que saltar hasta la primera de las 12 Moradas-. No siento una presencia en esta Morada –agregó Shaka curioso.

Morada de Tethys.

-Eso es porque está vacía -habló Camus al inspeccionar la Morada, una especie de templo de cristal entre color de amatista y la obsidiana, adornado de estatuas que contaban la historia de una Titánide muy hermosa y de cabello largo-. Este es el Templo de Tethys. Diosa de los Ríos y madre de 3,000 hijas llamadas las Oceánidas. O como eran conocidas por los mortales, los ríos -terminó con su explicación Camus-. Solo de pensar en la grandeza del mito, nos hace tener bien presente el poder de nuestros enemigos –admitió Camus, sintiéndose sobrecogido.

-Es mejor que no lo pensemos y sigamos -continuó Aioria, como de costumbre tomando el liderato de la misión-. No importa quienes sean nuestros enemigos. Nadie tocará a Athena –insistió Aioria, pero Shaka lo detuvo en ese momento-. ¿Qué ocurre? –preguntó Aioria.

-Antes de continuar, necesito que entiendas una cosa, Aioria. Con esa actitud solo terminaremos desatando grandes tragedias en este mundo –le explicó Shaka, lo que el de Leo no comprendía-. Nos levantaremos contra los dioses, pero los dioses no son nuestros enemigos. Al menos los Titanes no lo son –les comentó Shaka, lo que el grupo no alcanzó a comprender-. Entre los Dioses Olímpicos a quienes los Titanes odian, está la Diosa Atenea, y es por ella por quien luchamos. ¿O acaso no es cierto que los Caballeros de Athena enfrentan a otros Dioses Olímpicos en el nombre de Athena? –les preguntó Shaka.

-Ya lo entiendo… -comentó Milo, ganándose las miradas del resto de los Caballeros Dorados-. Por eso es que, pese a usar la Exclamación de Athena, has decidido seguirnos. Porque la utilizamos en el nombre de Athena, para proteger a Athena, no porque quisiéramos destruir a nuestros enemigos –le comentó Milo.

-Así es… -fue la respuesta de Shaka, quien entonces se tranquilizó-. Enfrentar a un dios, tiene consecuencias mayormente catastróficas para el mundo que existe gracias a sus dominios. La caída de un dios es la caída de su dominio. Si los Caballeros Dorados nos jactamos de que somos capaces de derrotar a los dioses, debemos afrontar las consecuencias de ese acto. Eso es algo que quiero que quede bien claro antes de continuar. Si vamos a hacer esto, lo veremos terminar hasta las últimas consecuencias. Si pueden aceptar eso, podrán derrotar a los dioses –finalizó Shaka, y el grupo intercambió miradas, pocos eran los que entendían a lo que Shaka se refería, pero al parecer no solo Milo, sino Camus, sí que lo entendían.

-Un dios me eligió personalmente como Caballero de Escorpio –le respondió Milo, lo que fue una sorpresa para todos, menos para Shaka-. Comprendo perfectamente las consecuencias de enfrentar y asesinar a los dioses, y lo que implica no atender a estas consecuencias –admitió el de Escorpio, tranquilizando un poco a Shaka.

-Tu respuesta me tranquiliza, Milo… hicimos bien en seguirte a ti y a Aioria –se dio la vuelta Shaka, posando su rostro en dirección a la cima del Laberinto de Cronos, y al círculo que flotaba sobre el mismo. Pese a tener los ojos cerrados, Milo sabía que Shaka podía verlo todo perfectamente con su cosmos-. Porque estos no son dioses cualesquiera, Milo… son los cimientos mismos del universo en que existimos. Siento que, sin importar quienes pudieran intentarlo después de ellos… los cimientos mismos del universo se estremecerán justo en este día… andando –continuó Shaka, y el grupo salió de la Morada de Tethys.

El Santuario. Casa de Aries.

En el Santuario, se vivía una situación muy diferente. Mientras la primera de las 12 Moradas de los Titanes estaba vacía y desprotegida, un Muro de Cristal se interponía en el camino de 6 Titanes. Una de las cuales era Tethys, la Titánide de cabellos blancos que había abandonado su puesto con la finalidad de atacar al Santuario.

-Invasores que amenazan a nuestra diosa, no pasarán de mi casa. No sin al menos hacer un sacrificio -habló Mu con seguridad, y mientras mantenía sus brazos extendidos y su cosmos embravecido. Esforzándose por fortalecer la barrera.

-Mortal insolente. ¿Te atreves a levantar tu mano en contra de los dioses? -habló Tethys impacientemente, como sintiendo que su Morada había sido invadida e intentara compensarlo al ser la primera en desafiar las 12 Casas- Primero te levantas contra Hyperión, y ahora lo haces contra 6 Titanes. Tu atrevimiento ha levantado mi ira -la barrera de Mu fue derribada, y Mu cayó de rodillas tras su mente ser atacada por la invasora, que demostró poseer un poder mental muy superior al del Muviano, cuya nariz sangró por el ataque de cosmos-. Exigiste un sacrificio de una diosa, y por tu insolencia serás castigado. Vayan por el Megas Depranon de nuestro señor Cronos, yo castigaré a este mortal –les comentó Tethys.

-No veo por qué debamos seguir las reglas de los mortales si estamos en guerra –le comentó otro de los Titanes, Iapeto, quien preparó su espada para enfrentar a Mu, el de Aries en respuesta, hizo estallar su cosmos, sorprendiendo al Titán, que fue lanzado un par de metros atrás por la explosión de cosmos liberada por el Caballero Dorado.

-Tal parece que no están al tanto de la situación, sus excelencias –desafió Mu, mirando a Iapeto fijamente-. El Reloj de Cronos está encendido, ni siquiera ustedes los Titanes, pueden levantarse ante el poder de Cronos –miró Mu en dirección a la Torre del Reloj, misma que admiraron los invasores-. Si piensan que tienen el poder de derrotar a los Caballeros Dorados, y a todos los Caballeros de Athena que se encuentran entre las sendas, entonces los invito a intentar acabar conmigo todos al mismo tiempo, en 12 horas, todos estarán en el Tártaros –los amenazó Mu, mostrándose solemne ante los invasores-. Si no pretenden atender a mi cortesía, está bien, están en su derecho. Pero subestimarme por ser un mortal, podría ser un grave error que les tomará bastante tiempo remediar –les comentó Mu, orgulloso y desafiante.

-Hay 4 Caballeros Dorados defendiendo las 12 Casas solamente –comentó una de las Titánides, lo que preocupó a Mu. Se trataba de Mnemosyne, la Guardiana de las Memorias, quien había mirado en el interior de las memorias de Mu-. No… son 5… esperen… 6… -cerró sus ojos Mnemosyne, confundida-. La barrera del Santuario se mete con mi dominio en las memorias. Por un segundo estuve convencida de que eran 6 los Caballeros Dorados defendiendo las 12 Casas –comenzó Mnemosyne, mientras Mu caía en una rodilla, sintiendo una presión aplastante en su cerebro-. La mente de este Muviano… es inquietante. Parece programar su propia memoria para evadir a mi dominio –les comentó Mnemosyne, quien entonces miró al Reloj de Cronos-. Nos hace perder el tiempo efectivamente, recomiendo aceptar su cortesía, los Caballeros Dorados, son peligrosos, y entre las sendas están dispersos el resto de los 88 Caballeros de Athena –le explicó la Titánide.

-¿Cómo es que…? –se quejó Mu, incorporándose, y haciendo estallar su cosmos nuevamente- Si no aceptarán mi cortesía… entonces los enfrentaré a todos juntos… -continuó incinerando su cosmos Mu, que no resultaba ser una amenaza para los Titanes. Pero, atendiendo a las recomendaciones de Mnemosyne, Tethys volvió a desafiar a Mu.

-Tu insolencia es sorpresiva… pero el riesgo a pesar de ser dioses, existe gracias a la torre de nuestro amado hermano Cronos que nos debilita -enunció la Titánide-. Yo, Tethys de Megas Kroustiká, Diosa de los Ríos, lucharé contigo, mortal -en el Dunamis de Tethys se dibujó el Megas Kroustiká, un martillo doble inmenso que le servía de Souma-. Cumpliré tu deseo y te castigaré por tu blasfemia -el resto de los Titanes salieron de la Casa de Aries, dejando a la Titánide atrás-. Con el Megas Kroustiká, limpiaré al mundo de tu especie. ¡Chilioi Potamos! -gritó la Titánide en heleno, la lengua perdida antes del griego, que significaba 1,000 ríos. Mismos que se desprendieron de sus manos como serpientes marinas que rodearon a Mu y le atravesaron el cuerpo como una lluvia de 1,000 agujas, llenando a Mu con un dolor que le fue indescriptible- Tu castigo divino será el de ser víctima de la furia de los 3,000 ríos. Esto claro está si es que eres capaz de soportar recibir mi ataque 3 veces –se burló la diosa, lanzando a Mu a los interiores de su templo, donde quedó clavado en contra de una columna, antes de desplomarse contra el suelo, cubierto de agua y de sangre.

-Ni siquiera… pude ver su ataque… -tosió sangre Mu, temblando por el dolor de las perforaciones en su pecho, e intentando incorporarse-. Pensé… que Hyperión tal vez era especial por ser el que decidió enfrentarnos a los 12 Caballeros Dorados… pero… no fue un error… si yo, un Caballero Dorado, no fui capaz de ver tu ataque… entonces… -se viró Mu preocupado, pensando en los Caballeros de Athena acomodados entre las sendas-. Esto… será una masacre… -se preocupó Mu, pero preparó su cosmos de todas formas tras incorporarse- ¡Revolución de Polvo de Estrellas! –lanzó su ataque Mu, que frente a los ojos de Tethys parecía moverse en cámara lenta, incluso la luz misma era lenta para un dios, por lo que ante los ojos de Mu, las flechas tornasoladas de su ataque parecieron pasar a través del cuerpo de Tethys, cuando en realidad la Titánide se había movido rápidamente entre cada destello tornasolado, que terminó por estallar a sus espaldas-. Esta velocidad… es imposible… -se dijo a sí mismo Mu.

-Es la velocidad de un dios, Caballero Dorado de Aries… -le comentó la Titánide, reuniendo agua nuevamente alrededor de sus brazos, agua que se materializaba de la nada misma, lo que la mente de Mu no podía comprender, su cabeza le dolía de solo pensarlo.

-No solo es su velocidad que supera por mucho la de un Caballero Dorado… el poder de los ríos siempre ha representado una amenaza a la naturaleza humana… este dolor que ahora ciento… es como si sintiera el dolor de quienes han visto sus vidas asechadas por la ira de los ríos… es un poder tremendo -explicó Mu, y alrededor de su mano comenzaron a flotar unas esferas doradas-. No siento desprecio a los Titanes. Los ríos, aunque temibles, nacieron gracias a usted, mi señora, por lo tanto, no siento más que respeto por su labor. Pero por Athena tengo que demostrar que los Caballeros Dorados podemos derrotar a los dioses. ¡Revolución de Polvo de Estrellas! –repitió el ataque Mu, obteniendo el mismo resultado ante sus ojos.

-Esa es una declaración muy interesante -habló la Titánide-. Puedo ver que eres sincero, pero entonces, no comprendo el por qué te levantas en batalla contra los Titanes -Mu, a pesar de sus múltiples heridas gracias al primer y único ataque de Tethys, concentró su energía en sus manos nuevamente-. Nosotros no tenemos nada en contra de los humanos. Aún puedes salvar tu vida si me pides disculpas en este momento, y te haces a un lado -le explicó la Titánide.

-Mi señora. A pesar de que respeto su proceder, no me arrodillaré ante usted porque intenta asesinar a quien le he jurado mi lealtad y devoción eterna -continuó Mu-. Gustoso recibiré sus 3,000 ríos como penitencia por las acciones que estoy por realizar. Ya que no saldrá de mi casa con vida, sino que regresará al Tártaros a cumplir con el castigo que Zeus impuso ante los suyos -Tethys mantuvo el silencio, como si Mu no le representara amenaza alguna-. Permítame mostrarle las estrellas. ¡Revolución de Polvo Estelar! -lanzó su ataque Mu una tercera vez, esta vez con más violencia, el ataque se desprendió en múltiples destellos de luz que la Titánide en esta ocasión, no evadió, sino que recibió sin que estos pudieran dañar su Souma, ya que un intenso cosmos azul la protegía- Entonces este es el Dunamis. El cosmos de los dioses –se impresionó Mu.

-Tal parece que ustedes los humanos no aprendieron del sacrificio de Metis… la madre de Athena incluso sacrificó su cosmos para brindarles de 4 años más para que recapacitaran… -bajo los pies de Tethys, comenzó a crearse un suelo de estrellas, mismo que rodeó toda la Casa de Aries, transportando a Mu a una dimensión bastante húmeda, en la cual parecían volar miles de dragones cuyos cuerpos eran enteramente hechos de agua, dragones que rugieron ante la presencia de Mu-. Pero, por alguna razón, encuentro fascinación en tus palabras. Muy bien, Caballero de Aries, como muestra de mi impresión por tu valentía, te he invitado a mi Dunamis Absoluto, la dimensión creada por mi Dunamis, donde no solo recibirás el resto de los 3,000 ríos, sino que sentirás la completa extensión de su poder ¡Chilioi Potamos! –de un movimiento, las serpientes de agua se lanzaron a Mu atravesándole el cuerpo en 1,000 secciones, 1,000 agujeros distintos que, si bien no destruían la Armadura Dorada de Mu, sí le extraían la sangre que comenzó a brotar en torrentes interminables, así como la agonía de Mu, quien gritaba con un dolor descomunal que resonó por todo el Santuario.

El Laberinto de Cronos. Morada de Okéanos.

-¡El cosmos de Mu está siendo desgarrado! ¡Es como si miles de Agujas Escarlata le penetraran el cuerpo! -habló Milo un tanto preocupado por el bienestar del Caballero de Aries. Pero el deber estaba primero, debía cumplir con su misión.

-No lo conozco tan bien, pero… cuando fundimos nuestros cosmos, pude sentir la extensión del suyo… -le comentó Aioria, interrumpiendo la carrera a su llegada a la Segunda Morada de los Titanes, que presumía la misma arquitectura que la primera, pero adornando sus paredes con estatuas y grabados de criaturas monstruosas y primigenias, desde calamares inmensos y cachalotes, hasta monstruos marinos difíciles de describir, pero que sostenían a ambos entre sus manos de ventosas, aunque el único que admiraba los alrededores era Camus, estando el resto más interesado en las batallas-. Si su cosmos se estremece de esta forma, eso significa que el resto de los Titanes tiene un cosmos tan grande como el de Hyperión –concluyó Aioria.

-Dunamis -se escuchó una voz resonar dentro del templo-. El cosmos es solo una fuerza que los dioses le obsequiaron a los humanos. El Dunamis es la fuerza de creación y destrucción que poseen los dioses, una verdadera fuerza divina. No comparen su insignificante poder con el de los dioses -un Titán de piel un tanto morena, y de cabellera corta y azulada oscura, comunicó a Aioria tras la llegada del grupo, y los amenazó al hacer crecer el poder de su Dunamis y los obligó a todos a retroceder-. Mortales. ¿Cómo se han atrevido a invadir nuestro recinto? –les apuntó el Titán con su espada.

-¿Nos juzgas por invadir tu Morada, pero invades las nuestras sin dudarlo? -interrumpió Camus, Milo intentó interponerse entre su amigo y el Titán, pero Camus se negó a que Milo lo protegiera, y en su lugar caminó en dirección al supuesto dios- Tú debes de ser Okéanos, Dios de los Océanos. Quien gobernaba los mares antes de Poseidón -se dirigió Camus al Titán.

-Okéanos de Tanken, dios legítimo de los Océanos para ti, mortal -espetó Okéanos, mientras el Tanken, un par de espadas dobles que formaban su Souma, se dibujaba en su Dunamis-. Mi trono fue usurpado por Poseidón… un trono que pienso reclamar -habló el Titán, y Camus preparó su cosmos para la batalla-. Mortales… desistan de sus intentos de invadir y derrocar a los Titanes -mencionó primero Okéanos, lo que sorprendió al grupo-. Pese a que la humanidad me es indiferente, no es nuestra enemiga, son los Dioses Olímpicos a los únicos que queremos. Perdonaré sus vidas si desisten, esta es la bondad de un dios. Mis dominios son los océanos, y los mares dividen a estos. Le entregaré a cada uno de ustedes uno de los 7 Mares como regalo, los convertiré en mis Generales Marinos, y a ti que te has atrevido a desafiarme, incluso te convertiré en mi príncipe por tu valor -ofreció Okéanos, lo que fue sorpresivo.

-Es una oferta muy tentadora -aceptó Camus, pero miró a Okéanos sin desprenderse de la fuerza de su cosmos-. Pero pese a que le debo mi respeto, Okéanos, Poseidón es el único y verdadero señor de los mares -Okéanos, pese a mantenerse benevolente, sintió ira ante semejantes palabras-. Milo… lo he decidido… seré yo quien se enfrente a este Titán -le pidió Camus, quien detuvo a Milo de preparar su aguja.

-¡Camus! -se quejó Milo, pero el Caballero de Acuario negó con la cabeza- No desconfío de ti, Camus… tan solo prefiero ser el primero en enfrentarme a los Titanes -intentó dialogar.

-El Caballero de Escorpio solo puede perder una batalla en toda su vida, ¿no es así? -preguntó Camus tranquilamente, Milo tan solo asintió- Tienes una batalla pendiente, no podrías seguir con vida sin verla terminada. Así que, como tu amigo, y pensando que tú en verdad me consideras tu amigo de igual manera… -lo miró Camus con determinación-. Respetarás mi deseo y me permitirás luchar contra este Titán –insistió Camus.

-Si lo pones de esa manera… realmente es la primera vez que me pides algo -agregó Milo con intranquilidad. Y el Caballero de Acuario asintió-. Honraré tu decisión en honor a nuestra amistad. Pero tú deberás cumplirme una promesa, regresarás con vida –le apuntó Milo decidido.

-Jamás me atrevería a fallarle a mi mejor amigo -habló Camus, reafirmando su posición como mejor amigo de Milo-. Nos volveremos a ver, Milo… te lo prometo. ¡Koliso! -gritó Camus en ruso, honrando la tierra donde aprendió esa técnica. De su dedo se desprendieron anillos de cristal que rodearon a Okéanos y lo mantuvieron atrapado- ¡Márchense! -los Caballeros Dorados restantes entonces continuaron con su camino.

-De seguro piensas que tus anillos me han mantenido aprisionado lo suficiente para que tus amigos pasen -exclamó Okéanos con tranquilidad, pero Camus se negó a responderle al Titán-. Los he dejado pasar ya que no representan una amenaza. En tu caso por otra parte, me niego a permitirte el paso, ya que has aclamado a Poseidón, quien usurpó mi trono. Tu castigo será la muerte –Okéanos entonces despedazó los anillos de hielo con suma facilidad, y en su Dunamis brilló intensamente el Tanken, poniendo a Camus a la defensiva.

-No le soy fiel a Poseidón -aclaró Camus, sorprendiendo a Okéanos-. Mi lealtad le pertenece a Athena, y por ella daré mi vida de ser necesario. Más le he hecho una promesa a mi querido amigo Milo, y fue la de que nos volveríamos a ver -Camus preparó la fuerza congelante de su cosmos alrededor de su mano, Okéanos por supuesto que no se impresionó-. Y por mi amigo, cumpliré mi promesa. ¡Polvo de Diamante! -conjuró Camus su ataque, el Titán de los Océanos que parecía poco impresionado por el cosmos del Caballero Dorado de Acuario, en el último instante decidió evadir el ataque, que terminó por congelarle el brazo izquierdo-. Milo podrá ser el Caballero Dorado más joven en reclamar una Armadura Dorada, pero yo soy un prodigio, y mi cosmos alcanzó el infinito a los 8 años, incluso antes que Milo –apuntó Camus con seguridad.

-El Cero Absoluto… -habló Okéanos mientras miraba su brazo congelado-. La fuerza de congelar al mismo sol. Admito que es en verdad sorpresivo –el Titán cerró su puño, y rompió el hielo a su alrededor-. Pero no deja de ser una pequeñez. Te mostraré entonces, el verdadero poder de los dioses. ¡Thalassa Deluge! -anunció el Titán en heleno antiguo, que significaba Diluvio del Mar. Y de su mano se desprendió un torrente que más parecía un océano.

-¡Ejecución Aurora! -se defendió Camus, la aurora boreal se desprendió de sus puños, congelando el agua a su alrededor, sorprendiendo al Titán que acababa de presenciar su océano siendo congelado por un mortal- Te lo he dicho. Mi amigo me espera, y no voy a fallarle -le respondió Camus, con su aliento congelado.

-El Cero Absoluto es una fuerza peligrosa, no te lo niego, joven prodigio –comenzó Okéanos tranquilamente, elevó su Dunamis, y despedazó las aguas congeladas alrededor de Camus en filosas puntas de lanza, que el Dunamis mismos dio una forma más mortífera y afilada, como si se tratasen de verdaderas lanzas de cristal-. Pero ni siquiera el Cero Absoluto, capaz de extinguir las llamas del mismísimo sol, podrían romper mi Souma. Las leyes de los mortales simplemente no aplican para nosotros los dioses que con nuestros Dunamis podemos crear todo cuanto deseemos –le explicaba Okéanos, mientras las lanzas creadas por su Dunamis eran disparadas en dirección a Camus, quien intentó evadirlas, pero se vio rebasado por la velocidad de las lanzas, que se clavaron en su cuerpo, perforándolo en varias secciones, lo que Camus no comprendía, mientras observaba las lanzas, y notaba que estas no habían roto siquiera su Armadura Dorada, pero aun así le atravesaban el cuerpo-. Con un Dunamis un dios puede hacer lo que le plazca… como evadir todos los átomos de tu Armadura Dorada, para darte justo en la carne y en los órganos importantes –declaró, ante lo cual Camus vomitó algo de sangre, pero comenzó a elevar su cosmos para mantenerse con vida-. Es inútil, los dioses estamos a un nivel incomprensible. Por más que tu mente busque la explicación de lo que acaba de ocurrir, está básicamente es inexistente –le comentó Okéanos, arrancando todas las lanzas de un movimiento de su mano, y volviendo a bajar las mismas para volver a perforar el cuerpo de Camus.

-No me subestimes… Okéanos… -alzó su propia mano Camus mientras las lanzas de hielo bajaban, y estas se desestabilizaron, ignorando el cuerpo de Camus, y clavándose en contra del suelo, para sorpresa del Titán-. Te lo dije desde un principio… soy un prodigio… y como prodigio que soy, no elegiría a un oponente al que no pudiera derrotar –continuó Camus, vientos color de esmeralda se reunían alrededor de su puño, vientos que Okéanos reconoció- ¡Polvo de Diamante! –atacó Camus, la tormenta de hielo fue liderada por los vientos esmeraldas, por lo que Okéanos, molesto, cubrió con sus brazos, astillándose uno de ellos solo un poco tras recibir la fuerza del ataque de Camus, que cayó en su rodilla con debilidad por el esfuerzo.

-Los vientos de Poseidón –dedujo Okéanos tras ver la fragmentación de su Souma-. Ahora lo comprendo, las Armaduras Doradas fueron alimentadas por los cosmos de los Dioses Olímpicos que las crearon, lo que te brinda a ti, Caballero de Acuario, acceso a los vientos de Poseidón, igual que el Caballero de Cáncer puede acceder a las Ondas Infernales de Hades, y el Caballero de Leo puede manipular los relámpagos de Zeus –concluyó Okéanos, mirando a Camus con interés renovado-. Pero los vientos de Poseidón son solo una pequeña ventaja. Aunque, eso no quita el hecho de que me sorprende que hayas planeado esto, Camus de Acuario –se dirigió Okéanos a Camus por su nombre, lo que el de Acuario sabía que significaba una forma de respeto por parte del Titán.

-En mi mente… es la única forma en que un mortal puede derrotar a un Titán… usar el poder de otro dios para conseguir un milagro. Pensando en esto, fue que yo mismo elegí al único contrincante que mi Armadura Dorada podría enfrentar -respondió Camus, y Okéanos asintió con tranquilidad-. Es un suicidio enfrentar a los Titanes, por más que lo pienso, toda esta guerra es un suicidio, pero, aun así, me anclo a la esperanza, porque eso es lo que significa Athena, esperanza… y en su sabiduría, sé que me sonrió para pensar en esta estrategia como una forma de decirme que es posible que un humano venza a un dios –le apuntó Camus determinado.

-Parece que los humanos… ahora me son un poco más que indiferentes… -aceptó Okéanos, lo que mantenía a Camus sorprendido con su forma de actuar y referirse a su especie-. Pero no debes olvidar, Camus de Acuario, que soy un dios… y aunque tengas una ligera ventaja por la fuerza de Poseidón que respalda tu armadura, tú no dejas de ser un mortal, y voy a demostrarte la diferencia abismal que existe entre nosotros. ¡Thalassa Deluge! -atacó Okéanos, y Camus fue sacudido violentamente por el poder de los océanos.

El Santuario. Senda a la Casa de Tauro.

-¡La senda entre las casas de Aries y Tauro es protegida por los Caballeros de Athena que compartimos estos signos! –enunció con fuerza Albiore, el Caballero de Cefeo, quien estaba acompañado de varios Caballeros de Athena, 2 Caballeros de Plata, una mujer con la Armadura de la Cobra y enmascarada, y otro que llevaba unas cadenas alrededor de sus brazos. También se encontraban presentes 3 Caballeros de Bronce, entre los cuales, el que más destacaba era Lodin, el amigo de Mu y quien confeccionaba las máscaras para los Caballeros Femenino, vistiendo la Armadura de Bronce del Escultor, junto a él, entre las Caballeros de Bronce estaba June, vistiendo la Armadura del Camaleón, además de otra joven que era difícil saber si se trataba de una Caballero Femenino o de una Santia por la máscara partida a la mitad que estaba obligada a llevar. Su armadura era marrón, y abrazaba un Pincel de Bronce con fuerza. La cabellera de la joven era azul. Su ojo visible por la parte de la máscara partida, denotaba terror.

-Esto es una locura –se quejaba el de plata que llevaba las cadenas amarradas a sus antebrazos-. El cosmos de estos sujetos, es incluso más grande que el de los Caballeros Dorados. ¡Gran momento que eligieron esos traidores para dejar el Santuario! ¡Son unos cobardes! –se quejaba el de Cerberos.

-Tranquilo, Dante –exclamó Albiore con tranquilidad-. Mientras se apeguen al plan, nadie morirá, no importa la extensión del cosmos de nuestros enemigos –le comentó Albiore, observando a los Titanes que ya estaban cerca- ¡No se dejen intimidar! ¡Juntos los enfrentaremos, y si es que caemos, ganaremos tiempo! –comentó Albiore, cuando una de las Caballeros de Bronce comenzó a llorar- ¡Espabila, Miho! ¡No es el momento! –reprendió Albiore.

-¡No puede evitarse, Caballero de Cefeo! –espetó Lodin con intranquilidad- Le condecoré su máscara a Miho apenas hace un mes, no puede esperar a qué esté preparada para entregar su vida en servidumbre a Athena así como así –se fastidió Lodin.

-¡Desde el momento en que aceptó la máscara, esa se convirtió en su responsabilidad! ¡Arriba, Miho del Pintor! –exclamó una Caballera de Plata enmascarada, que vestía a la Cobra, y quien intentaba dar ánimos a la Caballero de Bronce de la máscara partida- ¡Si se gana un mísero minuto, estamos cumpliendo con nuestro deber! ¡Solo un minuto! ¡Es todo lo que te pido! ¡A mí Cobra! –enunció la de Plata, con sus uñas afiladas rodeándose de relámpagos, y lanzándose en dirección a los Titanes.

-¡Espera, Shaina! –intentó detenerla Albiore, sabiendo que era una locura- ¡Imprudente! ¡Solo liderará a los demás a una tumba! ¡Quédense juntos! –insistió Albiore, cuando June se aferró a su Látigo de Bronce determinada, y comenzó a correr escaleras abajo siguiendo a Shaina- ¡June! –estiró el brazo Albiore, deteniéndola- ¡No seas imprudente! –se quejó Albiore.

-Si no ataco ahora, dejaré que el miedo me domine como a Miho… lo lamento… maestro… pero no dejaré que lo de la Isla de Andrómeda se repita –se lo quitó de encima June, y la rubia enmascarada se esforzó lo más que podía para alcanzar a la Caballero de la Cobra, ante la mirada de incredulidad de Albiore. Lodin solo cerró sus manos en puños, inquieto por lo que escuchaba mientras sus ojos ciegos parecían buscar a las Caballeros Femenino.

-Así que estos son los defensores del Santuario. ¡Me dan lástima! –se burló Iapeto, materializando un par de espada moradas, una en cada brazo, mismas con las que bloqueó el ataque de Shaina, sumamente divertido por el esfuerzo de la de Plata, quien alzó la pierna e intentó patear, solo que Iapeto ya esperaba aquel movimiento, e intentó bloquear con su otra espada, pero esta fue bloqueada por el látigo de June, que con su cosmos detuvo la espada en su trayecto, permitiendo a Shaina impactar el rostro de Iapeto, lo que detuvo a los otros 4 Titanes de seguir con el ascenso-. ¿Se han atrevido a tocarme? –se quejó Iapeto, aunque lo que realmente había pasado, fue que la pierna de Shaina se fracturó tras intentar golpear el rostro de Iapeto con todas sus fuerzas, por lo que la de Plata de retrajo con la pierna fracturada, y requirió de la ayuda de June para volver a incorporarse- Déjenme decirles algo… mortales… sus esfuerzos no significan nada. Si los Caballeros Dorados no pueden vencernos, ¿qué posibilidades tienen ustedes? Si me has tocado, es solo porque me place el ejercicio tras milenios encerrado en el Tártaros. ¡No porque sus inútiles cosmos signifiquen una amenaza para mí! ¡Desaparezcan! –atacó Iapeto con ambas espadas, solo para que, frente a él, Shaina y June desaparecieran tras ser atrapadas de sus cinturas por un par de cadenas, que Dante lanzó para apresarlas de sus cinturas, y jalarlas de regreso a la cima de las escaleras.

-¡Les dije que no fueran imprudentes! –reprendió Albiore- ¡Miho! ¡Como lo planeamos! –pidió el de Cefeo a la Caballero de Bronce que se había quitado la máscara para limpiarse las lágrimas, pero que ahora tras recibir sus órdenes, volvía a colocársela, y a levantar su Pincel de Bronce- No todos los Caballeros de Athena son ofensivos, algunos cuentan con otras habilidades. ¡Ahora! –ordenó Albiore, y la Caballero de Bronce, elevando un cosmos casi inexistente, movió su Pincel de Bronce, y frente a los Titanes, alrededor de toda la escalinata, se materializaron cientos de soldados griegos en armadura, con lanzas, y con sus escudos en alto.

-¿De dónde han salido todos estos guerreros? Pensé que habías dicho que la transición espacio temporal era imposible en el Santuario –miró Iapeto a Mnemosyne, quien cerró sus ojos, alzó un dedo iluminado con una fuerza de cosmos rosado, y disparó a través de la ilusión, rompiendo de un solo movimiento el Pincel de Bronce en manos de Miho, quien se escandalizó por lo que había ocurrido-. ¿Eran ilusiones? –se quejó Iapeto.

-La Caballero de Bronce de Pintor casi no tiene cosmos, el que posee le fue desbloqueado a la fuerza por el Caballero Afrodita en su viaje por Japón reclutando huérfanos hace un par de años… la mayor parte de los Caballeros de Bronce apenas y tiene entrenamiento –le explicó.

-¿Cómo has dicho? –preguntó otra de las Titánides, fornida, de piel un poco más oscura que la de sus hermanos, Themis- ¿Insinúas que Athena es tan débil, que requirió desbloquear a la fuerza el cosmos durmiente de inexpertos para vestirlos de Bronce? –se quejó la Titánide.

-En palabras de Aioros, si ganan al menos un minuto, bien habrá valido la pena… la Caballero del Pincel ya ha ganado tres minutos en lo que duró su ilusión, dos más con esta discusión –les comentó Mnemosyne, apuntando al Reloj de Cronos-. Saben que no pueden vencernos, su objetivo es que las Flamas del Reloj de Cronos se extingan. Hacernos perder el tiempo es la mejor estrategia del Santuario –les comentó ella.

-¡Entonces dejemos de perder el tiempo! ¡Brabeus Blade! –pateó con fuerza la Titánide, partiendo la roca tras lanzar una fuerza cortante similar a la Excalibur de Shura, que subió por las escaleras en dirección al grupo de Caballeros de Athena.

-¡Los Secretos de la Forja! –escuchó la Titánide, notando al Caballero de Bronce del Escultor, Lodin, el ciego encargado de confeccionar las máscaras para las Caballeros Femenino, levantar su puño contra Themis, y estrellarlo contra la fuerza de cosmos lanzada por la Titánide.

-¿Un Caballero de Bronce ha detenido mi ataque? –agregó Themis, mientras el resto de Caballeros de Athena se colocaba a la defensiva- Ya veo, al perder uno de los sentidos, el resto se agudiza, incluyéndose el cosmos, pero sin importar eso, sus cosmos combinados no llegan al nivel de nosotros los Titanes, no podrían detener siquiera a un Caballero Dorado con ese cosmos tan patético –elevó su Dunamis Themis, incluso haciendo a su esposo Iapeto a un lado.

-¡No estoy de acuerdo! ¡Martillo Demoledor de Cefeo! –le respondió Albiore, su cosmos materializando un inmenso martillo, mismo que dejó caer contra Themis, quien detuvo el mismo con uno de sus dedos, y destruyó la proyección sin problema alguno- ¡El que vistamos de Plata no invalida la fuerza de nuestro cosmos! ¡Solo significa que otros son más grandes y habilidosos! ¡Dante! –se viró Albiore a ver al de Cerberos, que comenzó a girar su maza.

-¡Respetarán a los Caballeros de Plata, malditos Titanes! ¡Bolas de Acero del Infierno! –atacó el Caballero de Cerberos, lanzando las maza, que al girar a gran velocidad proyectó una ilusión óptica, misma que confundió a los ojos de los Titanes, de todos menos de Mnemosyne, quien no requería ver cuál era la maza real, y empujó tanto a Iapeto como a Themis a posiciones que les permitieran escapar del ataque de Dante, que despedazó las escaleras, la cadena fue retraída entonces por Dante, quien intentó golpearlos de regreso, pero nuevamente Mnemosyne movió a Iapeto y a Themis a posiciones que evadieran la misma- No lo entiendo, ¿cómo evadieron mi ataque? –se preocupó el de Cerbero.

-Lo que realmente debería importarles, Caballeros de Athena, es lo imprudentes que están siendo –les comentó Iapeto, subiendo con sus espadas listas. Shaina, pese a tener una pierna rota, nuevamente preparó sus uñas y se lanzó en dirección a Iapeto de un brinco, logrando golpear la piel de Iapeto, pero esta tan solo le rompió las uñas-. Te lo he dicho, solo te permito golpearme por mi propia diversión. Pero ya ha sido suficiente de la misma –giró sus espadas Iapeto, mientras Shaina aún continuaba cayendo por las escalinatas. El Titán se movía más rápido que lo que el ojo humano podía ver, aunque para Iapeto todo se movía en cámara lenta, Shaina caía, sus espadas se alzaban, y Iapeto las blandía sin siquiera mirar atrás, por lo que tras el movimiento, la sangre escapando del cuerpo de su víctima salpicó los alrededores, solo que para sorpresa de Iapeto, la sangre no pertenecía a Shaina, quien continuó rodando escaleras abajo tras el tiempo moverse con normalidad una vez más, siendo pateada por Themis quien la hizo a un lado rudamente, y la lanzó por la ladera de la montaña por la que subían en ese momento, deshaciéndose de las molestias, aunque Shaina logró afianzarse con lo que le quedaban de uñas a la ladera evitando caer-. Este humano… se ha movido más rápido que un Caballero Dorado –exclamó Iapeto, notando su espada atrapada dentro del cuerpo de Lodin, el Caballero de Bronce había usado hasta la última flama de su cosmos para moverse rápidamente y salvarle la vida a Shaina de ser atravesada por la espalda-. ¿Por qué? ¿Cómo es siquiera posible? –preguntaba Iapeto, intentando sacar su espada del cuerpo de Lodin, quien se aferró a la espada, negándose a dejarlo escapar.

-No lo entenderías… Titán… -comenzó Lodin, usando todas sus fuerzas para prevenir que Iapeto liberara su espada de dentro de su cuerpo-. Yo mismo… fabriqué estas máscaras, para las Caballeros Femenino Shaina de Ofiuco, June del Camaleón, y Miho del Pintor –le explicaba Lodin. Los Caballeros de Plata de Cerberos y Cefeo intentaron ir en su auxilio, pero de un movimiento de su espada libre, Iapeto los lanzó lejos y escaleras arriba, June también intentó ayudar con su látigo, pero Iapeto interpuso su espada en el camino e intentó blandirla en dirección a la pendiente, cuando se vio incapaz de hacerlo por el cosmos de Lodin que le impedía moverse. Miho por su parte, se mantenía en el suelo, sin saber qué más hacer sin su pincel, y con su mente perdida tras ver a Lodin con el cuerpo atravesado por aquella espada-. Cuando una joven… que ha decidido entregarse a la caballería… -comenzó Lodin, respirando con bastante dificultad, mientras se atragantaba con su propia sangre-. Llega a la edad de 12 años… viene a mí, y presume su rostro una última vez, aunque yo no puedo ver su rostro, después de todo estoy ciego. Pero sí que puedo sentir sus corazones romperse, cuando aceptan el ser tratadas como iguales por los Caballeros de Athena. ¿Sabes lo que se siente… Titán? ¿Sabes lo que se siente herir a los que amas por su propio bien? Todas esas niñas… obligadas a abandonar su feminidad, solo por Athena… cada vez que le colocaba a cada una de ellas una máscara, parte de mí moría… cuando Equuleus falleció, fue que tomé una decisión… ella sería la última… -se viró Lodin, aún con la espada de Iapeto dentro de su cuerpo, pero se acomodó a sus espaldas, apresándolo del cuello, Themis intentó ir en auxilio de su esposo, pero Mnemosyne la detuvo-. Así que… voy a hacer estallar la galaxia de mi cosmos… y voy a llevarte al infierno conmigo, Iapeto… todo sea por salvar a las que he lastimado, arrebatándoles su feminidad… daré hasta la última flama de mi cosmos por este objetivo –incineró su cosmos Lodin, que comenzó a temblar furioso, como la explosión misma de un volcán.

-Y al final… lo único que quedará es tu discurso… estúpido Caballero de Bronce –le enunció Iapeto, el cuerpo de Lodin entonces estalló, lanzando a June, Dante y Albiore por los aires, y desquebrajando la ladera de la montaña por la cual Shaina intentaba subir, lanzando a la de Ofiuco por la misma, hasta estrellarse con unos árboles cercanos a la ciudad, quedando la de Ofiuco con vida, pero inconsciente. Cuando la poderosa luz de la explosión dejó de verse, sin embargo, Lodin no corrió con la misma suerte, su Armadura de Bronce terminó regada por las escalinatas, su cuerpo convertido en cenizas fue golpeado y desintegrado por el viento, pero en medio de todo, Iapeto permaneció en pie, lo que no solo venció a la ya de por sí frágil mente de Miho, quien se desmayó en ese momento, sino que forzó a Dante contra sus rodillas, y a Albiore a enfurecer. Iapeto no tenía ni un solo rasguño pese a la explosión.

Casa de Aries. El Dunamis Absoluto de Tethys.

-¿Lodin…? –derribado y tembloroso, sobre un charco rojo que se extendía por los alrededores del suelo de estrellas que representaba el Dunamis Absoluto de Tethys, y que se presentaba como un cuerpo de agua de baja profundidad en el cual se reflejaban las estrellas, Mu comenzó a incorporarse, quedando de rodillas sobre el agua de baja profundidad, con el rostro cubierto en su propia sangre- De la nada, el cosmos de Lodin se incineró, y estalló… antes de desaparecer por completo… ¿qué ha ocurrido? –continuó incorporándose Mu, ante la Titánide Tethys, quien de brazos cruzados parecía observar las estrellas a su alrededor.

-Lo que sentiste, debió haber sido la Constelación de Escultor hacer estallar sus estrellas –apuntó Tethys a un conjunto de estrellas, 5 estrellas, mismas que ante los ojos cansados de Mu, parecieron unirse por fuerzas de cosmos solo visibles para los manipuladores del mismo, uniendo a las 5 Estrellas de la Constelación de Sculptor, mejor conocida como el Escultor. Las estrellas, sin embargo, comenzaron a apagarse-. Escultor al parecer hizo estallar su galaxia interior en un esfuerzo inútil por detener a uno de mis hermanos… él no lo sabía, pero su esfuerzo ha sido inútil. Dio su vida por nada –declaró la Titánide con tristeza.

-¿Por nada… dice? –comenzó Mu, incorporándose con su cosmos incinerándose, y llamando la atención de Tethys- La Armadura del Escultor, era una de las Armaduras de Soporte, igual que lo son la Armadura del Pintor, la de Cincel, u otras más fuertes como las de Horologium y la Copa… Armaduras de Athena no destinadas para el combate, sino para la defensa, la construcción, o las profecías –continuó Mu, su cosmos ardiendo con mayor fuerza, impresionando a Tethys, quien comenzaba a pensar si tomarse enserio o no al Caballero Dorado-. Aun así… Lodin forzó a su constelación a estallar, para intentar derrotar a uno de los Titanes… pero no se confunda, mi señorita Tethys, no estoy furioso por la muerte de Lodin… me entristece, pero esa no es la razón de mi ira… -la miró Mu con molestia, misma que confundía a Tethys-. Lo que me molesta es que, pese a que un gran amigo mío a muerto… ¡no siento odio en ustedes que justifique este sacrificio! –el cosmos de Mu estalló, y un par de alas inmensas, las del Carnero Dorado, se extendieron a su alrededor, forzando a Tethys a la defensiva- ¿Por qué? –lloró Mu, confundiendo a Tethys aún más- ¿Por qué no siento en ustedes intenciones malignas u odio de ningún tipo? ¡Cuando Aldebarán me contó sobre Metis, me dijo que la razón de que llegara tan lejos es que no sentía odio, sino amor, y que por ello no lograban alcanzar la fuerza de cosmos necearía para vencerla! ¿Por qué es que he perdido a un gran amigo contra ustedes quienes no sienten odio? ¡No lo comprendo! ¡No lo entiendo! ¡Los Secretos de la Forja! –reunió las flamas de su constelación Mu en su puño, transformando las alas del Carnero en fuego.

-¿El fuego del Vellocino de Oro? ¡No! ¡Es la Fragua de Hefestos! ¡Las llamas mismas del volcán de Lemnos se alzan furiosas! –se impresionó Tethys, rodeando su cuerpo del agua de los alrededores, elevando una barrera protectora en la forma de un torrente de agua con polvo de estrellas, mismo que se alzó justo a tiempo para interceptar el cosmos de Mu, pero que estalló con el mismos, lanzando a Tethys por el Dunamis Absoluto, quien comenzó a sentir una sensación extraña en su cuerpo- ¿Qué es esto que siento? Un palpitar en mi frente, y una punzante sensación que jamás había sentido antes –se preguntó Tethys, cuando notó una gota azul caerle del rostro, y manchar el agua de su Dunamis Absoluto- ¿Icor? ¿De dónde? –se preguntó la Titánide, tomándose la frente, y notando sus manos manchadas de azul- ¿Mi Icor? –preguntó sorprendida.

-Hace un par de años… enfrenté a un Caballero de Plata, que decía jamás haber experimentado la derrota, ni el dolor… -enunció Mu, incorporándose nuevamente tras su violento ataque-. Las reacciones en su rostro, son exactamente las mismas que muestra usted en estos momentos –le apuntó Mu-. Lo que siente es dolor, y de la mano del dolor, está sintiendo miedo –le apuntó Mu, lo que la Titánide comprendió.

-¿Dolor? ¿Miedo? –preguntó la Titánide, pero rápidamente recuperó la compostura, y se incorporó- Ya entiendo, estás son emociones humanas que se dispararon al ver mi Icor –observó sus dedos aún manchados de Icor Tethys, antes de posar su atención nuevamente en Mu-. Pero, aún con este ligero inconveniente, sigues sin ser rival para mí. ¿Cómo es entonces que me has herido? –se preguntó Tethys, cuando sus ojos lograron ver el volcán nuevamente haciendo erupción detrás de Mu- No lo imaginé, es el Volcán de Lemnos… Hefestos te ha brindado su fuerza –declaró ella sorprendida.

-Esta es mi propia fuerza, Tethys –corrigió Mu-. Hefestos tan solo colocó parte de su cosmos en la Armadura de Aries, sus conocimientos. Es verdad que sentí el cosmos de Hefestos estremecerse por la muerte de Lodin, supongo que Hefestos le tenía cierta estima. Pero la fuerza de dominar las flamas de la Fragua de Hefestos, son enteramente mi fuerza –prosiguió Mu, determinado, y llamando bastante la atención de Tethys-. Lodin… no murió en vano… murió protegiendo a quienes deseaba proteger… y con su muerte, me ha abierto los ojos… no sé qué alimenta su deseo de guerra contra los Dioses Olímpicos… pero no son seres malignos. Aun así, Lodin logró algo más que solo abrirme los ojos… la Flama de la Casa de Aries, se apaga –declaró Mu, y entonces, Tethys sintió una especie de vacío en su alma, mientras el Reloj de las Doce Casas, perdía la primera de sus flamas.

El Santuario. Explanada frente a la Estatua de Atenea.

-Mi corazón, acaba de estremecerse… -comenzó Saori, sosteniéndose el pecho, mientras observaba preocupada al Reloj de Cronos, que perdía en ese momento la flama de la Casa de Aries-. ¿Habrá sido por la flama de Aries? No, el sentimiento en mi corazón… fue muy triste, no había sentido algo así desde que mi abuelo… -pensó Saori al respecto, pero tras haber dicho aquello, miró a la estatua de Atenea, y se arrodilló frente a esta-. Señora Athena que proteges a nuestro mundo desde el Santuario, renacida en nuestros tiempos para liderar a tus caballeros en la batalla –comenzó a orar Saori, y mientras lo hacía, Yoshiko terminaba de subir las ultimas escaleras en dirección a la explanada, con una daga dorada en sus manos, y sus ojos azules brillando intensamente-. Por favor vela por el bienestar del Maestro Milo y ayúdalo a que regrese sano y salvo de estas batallas. Sé que has enfurecido por la desobediencia del maestro, pero sus males los ha cometido en honor a tu persona. Por favor Athena, perdona al maestro y protégelo. Protégelo a él y a todos los Caballeros Dorados. Al joven Mu a quien no conozco, pero que luchó junto a mi maestro y junto a Aioria. A Aldebarán que tiene un corazón de oro, a Saga, a quien apenas conozco, pero que me sonríe con gentileza siempre que viene a beber el té con mi maestro. Incluso a Máscara Mortal… creo que su nombre real es Mephisto… él me da mucho miedo, pero es un Caballero Dorado. Debe haber bondad en su corazón si ha logrado vestir la Armadura Dorada –prosiguió Saori en su oración, mientras Yoshiko llegaba detrás de ella, y preparaba su daga dorada para darle muerte a la distraída pequeña-. Cuida de Aioria y de su hermano Aioros –al menos hasta ese momento, en que Yoshiko escuchó el nombre de dos personas muy importantes para ella, por lo que detuvo el bajar de la daga, y comenzó a forcejear consigo misma-. Protege también al joven Shaka, quien siempre conversa conmigo cuando paso por su casa. También a Shura, aunque discuta siempre con mi maestro, y a Camus quien es el mejor amigo de mi maestro, y al Caballero Afrodita, protégelos a todos con tu cosmos –continuó Saori, su cosmos elevándose, cegando momentáneamente a Yoshiko, cuyos ojos dejaron de brillar azules, y regresaron a su tonalidad de siempre-. Protégelos a todos… sé que es egoísta pedírtelo, pero son tus Caballeros Dorados, son tu esperanza… por favor. ¡Lucha a su lado y no les permitas caer! –lloró Saori, quien entonces escuchó un sonido metálico y se viró curiosa, encontrando a Yoshiko pateando una daga dorada lejos de ella, y respirando pesadamente- ¿Maestra Miko? –preguntó Saori.

-¿Qué Espectros, estuve a punto de hacer? –se tomó la cabeza Yoshiko, sus pupilas vibrando con incredulidad- ¿Acaso yo? ¿Esa daga era? ¿Será posible que…? –cayó en sus rodillas Yoshiko, Saori preocupada corrió en su encuentro, y tomó a Yoshiko de su cabeza, sus manos brillaron por un instante, y Yoshiko pudo pensar con más claridad- Saori… -comenzó Yoshiko, y Saori la miró confundida-. ¿Le rezabas a Atenea? –preguntó ella.

-Por los Caballeros Dorados –aceptó Saori, mientras Yoshiko la miraba fijamente-. Quisiera rezar también por los demás… es solo que… a los Caballeros Dorados es a los que mejor conozco, aunque no los conozca a todos, solamente a 11 de ellos. Al señor Dohko no he tenido el placer de… -comenzó Saori, sus ojos abiertos de par en par-. ¿Dohko? Ese nombre… y la imagen de un anciano… de pronto llegaron a mi mente. ¿Quién es Dohko? –preguntó ella curiosa, recibiendo en su memoria la imagen de un joven con un sombrero chino, a quien al parecer conoció alguna vez, hace mucho tiempo.

-Dohko es el Caballero de Libra, que luchó por Athena en la Guerra Santa de 1747 –comenzó a explicarle Yoshiko, sabiendo que había llegado el momento-. Él vive, después de 240 años, gracias a un tesoro que la encarnación de ese entonces de Athena, Sasha, le brindó… todo sea por proteger a la encarnación de Athena actual. Dime, Saori. ¿Sabes el nombre de este poder especial brindado por Sasha al Caballero Dorado de Libra? –preguntó Yoshiko con una sonrisa.

-¿Cómo sabría yo algo así? –preguntó Saori curiosa, cuando escuchó dentro de su alma la respuesta- ¿Misopethamenos? –preguntó Saori, y Yoshiko asintió- ¿Cómo es que conozco ese nombre? –preguntó Saori confundida.

-Lo conoces, y conoces el nombre de todos quienes han vestido alguna Armadura de Athena antes… -comenzó Yoshiko, intimidando a Saori, quien se tomó del pecho con temor-. Conoces incluso el nombre de Lodin, ¿no es así? Un Caballero de Bronce al que jamás has visto en tu vida, pero que en estos momentos mantiene a tu corazón en pena, y temeroso, al grado de rezarle a Atenea por el miedo que te da que lo que le ocurrió a Lodin, le ocurra a alguien más. Sabes lo que ocurrió con Lodin, ¿no es así? –preguntó Yoshiko, asustando a Saori aún más.

-Basta… no quiero saberlo… -pidió Saori, cuando en su mente, la imagen de Lodin haciendo estallar su galaxia, le estremeció el corazón-. Ni siquiera sé quién era Lodin, jamás lo conocí… no… sí lo conocí… ¿qué está pasando? ¿Por qué las imágenes de una persona a la que jamás había visto antes, recorren mi mente? –preguntó Saori, sus ojos llorosos reflejando un conjunto de 5 Estrellas, y observando a un joven Lodin recibiendo de Shion su Armadura de Bronce, su entrenamiento en Jamir, y estar presente durante el nacimiento de Mu, a quien no podía ver gracias a sus ojos ciegos. Saori continuó viendo visiones de la vida de Lodin, quien se ganó el respeto de otros caballeros al mostrar sus habilidades de la forja, y principalmente en la creación de máscaras, ganando un oficio en el Santuario, que poco a poco comenzó a marchitarle el corazón. Lodin no podía ver sus rostros, pero Saori si podía hacerlo, miraba el rostro de cada niña que llegaba ante él, y recibía su máscara, mismas que eran el orgullo de Lodin, pero la desdicha de toda chica que llegara a usarlas, ya que debían abandonar su feminidad, como cierta Caballero de Bronce, que abandonó a sus hijas tras recibir de Lodin su máscara a una edad muy diferente de las de la mayoría-. ¿La madre de Kyoko? ¿Olivia? ¿Cómo es que sé eso? ¿Kyoko está usando la armadura de su difunta madre sin saberlo? Kyoko ni siquiera sabe que su madre… -lloró Saori, tomándose la cabeza, como si esta le doliera demasiado- Detenlo… detenlo… las imágenes… no quiero verlas… -suplicó Saori, observó en su mente el combate de Mu, Aioria y Milo en contra de Hyperión, y revivió una vez más el lanzamiento de la Exclamación de Athena, lo que llenó el corazón de Saori de otras memorias, aún más antiguas. Su mente viajaba por el tiempo, a otras épocas, a otros lugares, a donde Dohko era más joven, a donde Shion seguía con vida. Revivió guerras pasadas, sufrió pérdidas pasadas, y siguió viajando en miles y miles de memorias, que llegaban una tras otras, hasta una memoria en específico, una memoria muy antigua y aterradora.

-¡Exclamación de Athena! –escuchó Saori a tres Caballeros Dorados, Libra, Escorpio y Acuario, lanzar en dirección a una diosa de cabellera escarlata, y tras aquello escuchó los gritos de dolor de aquella diosa, que en esos momentos perdía la vida, y cuyo grito de dolor, se transformó en un llanto de un bebé, después en otro, y en otro, recorriendo nacimiento tras nacimiento, hasta llegar a ver a Shion frente a sus ojos, sonriéndole con ternura.

-Bienvenida… Diosa Athena… hasta siempre… -recordó Saori, y el resto, fueron solo sus memorias, que la regresaban hasta aquel preciso momento en el tiempo, en que Saori se encontró frente a la Estatua de Atenea, frente a la cual se desplomó incrédula.

-Soy Athena… -exclamó Saori, mirándose a sus propias manos-. Recorrí toda mi vida… de presente a pasado… tuve una visión de cada una de mis anteriores vidas… de todas ellas… o al menos… -recordó Saori el grito desgarrador, y a los tres Caballeros Dorados lanzando la Exclamación de Athena-. Ese fue… el momento en que nací… -comentó Saori, observando el cosmos que brilló en sus manos en ese momento-. Sé por qué la Exclamación de Athena está prohibida… -lloró Saori, tomándose el pecho, y recordando a otros tres Caballeros de Athena, a Mu, a Aioria y a Milo, desencadenar la técnica prohibida, encontrando sentido en su dolor de aquella misma mañana-. Lo entiendo todo ahora… -lloró Saori, secándose las lágrimas, mientras sufría un dolor que jamás pensó sentir antes.

-¿Lo entiendes realmente, Saori? –preguntó Yoshiko, hincándose frente a ella, y abriendo sus brazos, sabiendo exactamente lo que Athena necesitaba en esos momentos- Tú eres Athena… lo que viste, fue la revelación de quien eres realmente. Nadie más que tú sabe lo que las visiones de las Athenas del pasado quisieron mostrarte… pero Saori… la Athena que importa es la que tengo en frente de mí en estos momentos –le susurró Yoshiko, limpiando las lágrimas de Saori-. Ellos te necesitan… todos ellos… rezarle a Atenea no sirve de nada… tú eres Atenea en cuerpo físico, la Diosa Athena… y si quieres que tu esperanza, los Caballeros Dorados, sobrevivan a todas las tragedias que están por venir… tienes que alcanzarlos con tu cosmos… -le pidió Yoshiko, pero Saori no sabía si deseaba hacerlo, Yoshiko lo notó-. ¿Piensas en Mu, Aioria y Milo? –preguntó Yoshiko.

-Ellos no lo saben… lo que han desatado usando esa técnica… el terrible crimen que cometieron… a quien mataron… -lloró Saori, inundando a Yoshiko de dudas-. ¿Cómo podría perdonarlos? Quiero perdonarlos, pero… -se estremeció Saori, la memoria de la diosa de cabellera escarlata gritando en dolor y pena, se repetía una y otra vez en su cabeza-. ¿Cómo? –se estremeció Saori- Yo… he perdido toda mi esperanza… -finalizó ella, aceptando la derrota.