Hola a todos, ¿me han extrañado? Yo vengo extrañando bastante el trabajar en esta historia. Lamento la tardanza, creo que la última vez que actualicé fue en Diciembre, pero antes de embarcarme en esta nueva Saga tenía que estudiar a Saintia Sho correctamente. Pues verán, esta Saga no existía en Guerras Doradas Original.

Cuando escribí Guerras Doradas Original, pasamos directamente de la Saga de los Titanes, a una saga creada enteramente por mí, la Saga de Ares, basándome en el mito de Antares como el Anti-Ares. En ese entonces no existían los Berserkers que después serían mencionados en Lost Canvas, ni los Phantoms, de los cuales Phobos y Deimos son parte. El ejercito de Ares eran los Daimones. Luego llegó Saintia Sho, y aunque en un principio estaba feliz porque Milo sería algo así como el Dorado Poster Boy, lo primero que hicieron fue crear un Ares (Saga), después sacaron a Phobos y Deimos como Daimones, sin mencionar que los dominios de las Dríades eran básicamente los Daimones, pero como dominios, no como personajes. En otras palabras, el nuevo Lore de Saintia Sho, destrozó por completo mi Saga de Ares, ya no tenía sentido, y eso que me esforcé, hasta tenía mi edificación de la destrucción, la Torre de las 1000 Batallas, y a mi propio maniaco personal como Ares, el Dios de la Guerra.

Si me pongo exigente, parte de las alrededor de 30 reediciones de Guerras Doradas Original, tienen más que ver conmigo "reparando" el nuevo Lore para que mi Saga de Ares no fuera obsoleta, que porque realmente yo fuera un perfeccionista (que sí lo soy). Pero, como diría Buzz Lightyear en el famoso meme: "Pero ya no estamos en Guerras Doradas Original".

En este remake de Guerras Doradas, no puedo simplemente saltar de los Titanes a Ares como hice hace casi 10 años. Eso dejaría un hueco argumental muy grande que solo puede ser llenado por un Gaiden (lo intenté, no funcionó), o con su propia Saga de Eris. Así que, mis estimados lectores y lectoras de Guerras Doradas Original, lo que van a leer en los próximos 12 capítulos, no existe en Guerras Doradas Original, espero lo disfruten y recuerden dejar su review, porque cada review es un voto más para que Shaka llegue a ser Patriarca, en fin, a contestar reviews:

Rocharin Hua San: Wow, 20 gatos son 20 gatos más de los que yo tendría, yo soy de perros, aunque sí tuve un gato, Freya. El Milo de Soul of Gold era más maduro que el de Episodio G, Saintia Sho y la saga original, pero espero que se sigan notando sus periodos arrogantes, en la Guerras Doradas Original sentí que lo infantilicé mucho. Sobre lo del beso… en la versión original fue en el capítulo 11 de la Saga de Ares, aunque ese no fue el primer beso canónico, que fue en el capítulo 24 en plena Saga de Poseidón, si las Sagas de Ciclo Infinito son de 12 Capítulos en lugar de 10, y si habrá toda una Saga de Eris con 12 Capítulos más… aproximadamente en el capítulo 35 sería el primer beso visto, y en el 50 el canónico. Jajaja, Mephisto de Patriarca daría miedo, pero en un videojuego sí llega a pasar. Lo lamento por lo de Aioros pero no olvides que el Ciclo Infinito es Guerras Doradas pero con esteroides, así que si Aioros fue desvivido en la original, también será desvivido en la actual, lo siento por eso. Yo feliz teniendo a Yoshiko de Matriarca, veremos cuanto le dura el papel. Sobre Kyoko como Caballero Dorado de Sagitario, me tientas, pero me temo que soy de los que se apegan a las directrices de los personajes, así que me temo que no será el caso, pero es posible que Kyoko vista de dorado de alguna otra forma… guiño, guiño. Vamos a ver quién de los lectores de antaño averigua cómo. Lo de Lithos y Marín te lo seguiré debiendo por un tiempo, de momento quien lleva la batuta en las posibilidades es Lithos, ¿se cumplirá el meme de algunos son el camino más no el destino? Tendrás que esperar para averiguarlo. Aioria: Y no me puedo quedar con las dos (A ver quien entiende la referencia).

Josh88: Ya sé que me tardé, antes nace tu próximo Caballerito de Athena que yo terminando el remake. Me ofende que como lector de antaño no te hayas dado cuenta de quién es el Dios de los Héroes. Pero bueno, de poco a poco vamos a ir revelando esa parte de la historia. No descartes a Shaka como Patriarca todavía, tiene previsto postularse para las próximas elecciones, no olvides que cada review es un voto más para que Shaka sea el Patriarca. Nada más falta que por la bromita ya no me dejen reviews porque no quieren a Shaka de Patriarca jajaja. Hey, notaste la relación con Guerras del Ragnarok, muy bien, te perdono tu falta por lo del Dios de los Héroes. Y sí, hilaste a Poseidón de Guerras de Troya, algún día terminaré esa historia.

MaryQueen: Tú déjame reviews MaryQueen (leer con voz de Peter Parker). Nunca es tarde para recibir reviews, mucho menos en esta época donde cada vez dejan menos, antes recibía de entre 9 y 10 por capitulo, ahora con tres me doy por bien servido. Me da gusto que seas lectora de la trilogía de guerras, y que te estés leyendo la antología (porque todavía me estoy debatiendo si continuo el remake incluyendo a Guerras del Ragnarok), espero que lo estés disfrutando mucho. Me alegran mucho tus palabras y espero que estés lista para lo que sigue, porque esta Saga no hay forma de que la hayas leído antes porque es totalmente nueva. Que lo disfrutes.


Prologo:


La Titanomaquia, un conflicto más allá de la comprensión humana, fue un evento bélico de consecuencias inimaginables, que vio enfrentarse a dos estirpes de dioses, los Dioses Antiguos, también llamados Titanes, y los Dioses Olímpicos, en una guerra que amenazó con la total destrucción de la Tierra, y que culminó únicamente con el encarcelamiento de Cronos en el Tártaros.

Sin embargo, y pese a que Zeus contaba con el relámpago, la debilidad de los Titanes, regalo del Titán Ceo para poner fin a la batalla, no fue gracias a este regalo el que los Dioses Olímpicos vencieron, sino que la victoria de Zeus, Poseidón y Hades sobre su padre Cronos, se debió a algo más, a alguien más. Mnemosyne, la Guardiana de las Memorias.

Fue gracias a la Titánide, hermana del propio Cronos, el que todo movimiento del Rey de los Titanes pudo ser predicho y contrarrestado, inclinando la balanza de la guerra para el lado de los Dioses del Olimpo, quienes sin Mnemosyne, no habrían logrado enfrentar a las hordas de bestias comandadas por Cronos, quien se dio cuenta bastante tarde de la traición de su hermana, y fue incapaz de contrarrestar su dominio a tiempo, cayendo derrotado bajo el ataque combinado de sus hijos fortalecidos por herramientas divinas.

Con Cronos derrotado y desterrado, una traición aún más grande se hizo presente cuando, tras la repartición del mundo en tres partes por Zeus, Poseidón y Hades, Mnemosyne consumara aún más su traición al unirse sentimentalmente con Zeus, convirtiéndose, aunque de forma muy breve, en la Reina del Olimpo. Gobernando junto a Zeus en un mundo que apenas comenzaba a tomar forma tras haber sido sacudido hasta sus cimientos.

Como Reina del Olimpo, Mnemosyne dio a luz a 9 hijas tras su unión con Zeus: Calíope, la deidad de la Elocuencia y el Heroísmo. Melpómene, la deidad de la Tragedia y del Teatro. Erató, la deidad del Amor y la Poesía. Clío, la deidad de la Historia y el Conocimiento. Urania, la deidad de la Astronomía y la Astrología. Terpsícore, la deidad de la Danza y los Cánticos. Talía, la deidad de la Comedia y los Banquetes. Euterpe, la deidad de la Música y el Arte. Y Polimnia, la deidad de la Geometría y la Retórica. Las 9 Musas, habían nacido de la unión entre Titanes y Olímpicos.

Pero las 9 Musas no fueron consideradas ni Titanes, ni diosas, simplemente fueron llamadas deidades, ese fue el trato que Zeus dio a quienes, pese a ser sus hijas, causaban repudio al Dios Supremo de los Dioses Olímpicos al ser las 9 Musas vástagos de una Titánide. Ante los ojos de Zeus, la sangre de los Titanes no debía gobernar y, de ser posible, debía purificarse. Fue así que Zeus traicionó a Mnemosyne, y la encerró en el Tártaros junto al resto de sus hermanos, desposando a Hera, quien sería la nueva Reina de los Dioses Olímpicos, y concibiendo, entre a muchos otros hijos, a los herederos legítimos de Zeus: Ares, el Dios de la Brutalidad de la Guerra, y Eris, la Diosa del Caos y la Discordia.

Más ambos herederos, resultaron ser un peligro para los dioses, y para la humanidad que recién comenzaba a recuperarse. Ares traía consigo la guerra y las matanzas, poco interesado en las consecuencias, y con el solo objetivo de divertir a su hermana Eris, quien era la que susurraba a su oído, y se fortalecía con el caos reinante en el nuevo mundo de los mortales.

Zeus, en un intento por corregir el rumbo de sus hijos, asignó a las 9 Musas como las maestras, damas de compañía y cuidadoras de Eris, esperanzado en que el cambio provocado por la influencia de las 9 Musas calmara a Eris quien, en consecuencia, calmaría a Ares. Pero Eris no las aceptó, atesorando en su lugar a 9 Semillas del Caos, las opuestas perfectas a las Musas, y quienes ayudarían a su hermano y a sus Daimones a esparcir el Caos por todo el mundo. Todo lo que los dioses gobernaban, la existencia misma, se acercaba peligrosamente a un nuevo conflicto de proporciones idénticas, o tal vez superiores, a la Titanomaquia. Y así casi fue, hasta el nacimiento de la Esperanza.

Atenea, la Diosa de la Sabiduría, nacida revestida en una Armadura Divina, nacida tras romper el cráneo mismo de Zeus tras Zeus haberla tragado mientras ella yacía dentro del vientre de su madre Metis, como prevención a una profecía y maldición declarada por Cronos. Atenea enfrentó por sí misma a Ares y a Eris, probando para Zeus al menos, que Atenea podía llegar a ser un mal necesario, una diosa para mantener al margen a otros dioses.

Bajo la orden de Zeus, se crearon las 12 Armaduras Doradas, con la finalidad de que Atenea fuera la fuerza de equilibrio entre Ares que era la Brutalidad, y ella quien era la Sabiduría, pasando ambos a conocerse como los Dioses de la Guerra.

Más algo aún hacía falta. Eris, y sus 9 Semillas del Caos se fortalecían sin importar quien fuera el dios que reinara sobre la guerra. Su poder crecía, y amenazaba con superar incluso a Zeus. El caos se hacía presente, y mientras más agresivo y violento fuera Ares, más agresiva y violenta se volvía Atenea. Pronto en lugar de tener a un solo Dios de la Brutalidad en la Guerra, serían dos, una a quien se le habían entregado a 12 Caballeros Dorados para poder hacer frente a los dioses de ser necesario.

Había entonces un dilema que resolver, y la respuesta, nuevamente, fueron las Musas. Las 9 maestras serían quienes educarían a Atenea, la mantendrían firme, pero llena de sabiduría. Ellas quienes se encargarían de que Atenea jamás sucumbiera ante su lado más bélico. Fue gracias a las enseñanzas de las 9 Musas, quienes pasarían a llamarse sus Saintias, que Atenea jamás sucumbió a la Brutalidad en la Guerra, e incluso pudo sobreponerse al Caos mismo, partiendo a Eris en tres partes: Su alma, la cual encerró en la Manzana de la Discordia, su influencia, la cual encerró en un cometa llamado Repulse al cual envió al espacio, y su cuerpo original, el cual desintegró y envió por una grieta en el tiempo y el espacio.

Con el Caos derrotado y dividido, una Eris más débil y manejable, regresaría a la Tierra cada cierto tiempo en que su alma y su influencia se fortalecieran, una vez cada 9 siglos. Siempre buscando volver a traer el Caos al mundo, pero jamás con la intensidad que pudiera amenazar a los dioses. Así fue como Zeus lo había decretado, asegurándose de que jamás el cuerpo original de su hija alcanzara el poder requerido para renacer como la Diosa del Caos en su totalidad. O al menos así fue… hasta hace 3 años, en que la Nueva Titanomaquia reunió tanta Energía del Caos, que hoy, el resurgimiento de una Eris completa, es más que posible.

-¡Exclamación de Athena! –el reinado del caos, comenzó aquella noche, cuando tres dioses en armaduras doradas desafiaron al mismísimo Dios del Tiempo renacido.


Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de Eris.

Capítulo 13: El Regreso de Repulse.


Atenas. Grecia. El Santuario de Eris. El Árbol del Conflicto. 9 de Diciembre de 1985.

-Está ocurriendo –en una isla flotante, dentro de una dimensión ajena al plano humano, en un lugar similar al Olimpo en cuanto a su esencia, pero existiendo en los cielos de Grecia, invisible tanto para mortales como para los dioses, se encontraba el Santuario de Eris, un palacio de roca conteniendo en su centro un inmenso árbol, que era visitado constantemente por destellos de luces y pétalos creados de un cosmos rosado. Energías del Caos viajaban por toda la Tierra hasta llegar al inmenso árbol, que absorbía en sus hojas la energía para alimentar a su vientre, una esfera rosada de energía que contenía en su interior a las Energías del Caos, y frente al cual tres figuras se reunían en esos momentos, una bella mujer de apariencia vampírica, piel pálida, y ropaje morado de contornos escarlatas, una niña de cabellera blanca en ropas de un estilo inglés antiguo y que cargaba a un par de ositos de peluche en brazos, y un hombre delgado, de piel pálida, cabello azul, y vistiendo una túnica azul con adornos carmesí de una armadura que asemejaba pétalos u hojas-. Tras tres años de intentar contactar con su espíritu, las Energías del Caos, magnificadas por la cercanía del Cometa Repulse, comienzan a dar resultado. Uno de los Daimones ha contestado a mi llamado –se alegró la mujer mayor en el grupo, que se relamía los labios con alegría.

-No tengan miedo, Mick y Maas, él no va a lastimarnos. No lo hará, ¿verdad? –preguntó la pequeña de los peluches, mirando al hombre alto a su lado, quien se frotaba la barbilla con curiosidad-. Este es el momento donde dices: "descuida Emony. Los Daimones jamás nos lastimarían a las Dríades", despierta Phonos –se quejó la niña.

-Ah, pero los Daimones son su propia voluntad, Emony, y quien sea quien ha respondido al llamado va a estar muy enojado –comenzó Phonos, preocupado por la figura que se creaba dentro de Úterus, la formación de Energías del Caos en el vientre del Árbol del Conflicto-. Los 9 Daimones de Ares solo pueden materializar sus verdaderas formas físicas bajo el mandato de Ares, el Dios de la Brutalidad en la Guerra, pero al mismo tiempo son espíritus errantes. Para manifestarse sin sus cuerpos originales requieren de un Yoshiro, un cuerpo contenedor de una porción de sus almas, como Athena es para Atenea, aunque en una escala mucho menor. En otras palabras, al elegir aceptar el llamado de Atë, el Daimon que ha contestado al llamado ha elegido renacer en este mundo en un cuerpo débil e incómodo… mucho menos poderoso que su cuerpo original y, aun así, siendo más poderoso que cualquiera de nosotros. Oh, va a estar muy enojado –finalizó Phonos, lo que escandalizó a Emony, quien comenzó a retroceder, pero encontró sus pies cubiertos de telarañas-. Oh no, si nos mata nos mata a todos, no seas una cobarde –aseguró Phonos.

-¡Está ha sido una terrible idea! –se quejó Emony, forcejeando contra la telaraña a sus pies, cuando la luz concentrada en el Árbol del Conflicto tomó forma, y de sus raíces se alzó un hombre desnudo, de cabellera larga y anaranjada, tuerto, contando con una cuenca vacía en el lugar donde debería estar su ojo izquierdo, y con su ojo derecho de un color rojo como la sangre- Bueno… es guapo al menos… -agregó Emony sonrojada.

-El llamado ha sido todo un éxito –declaró Atë emocionada, y arrodillándose frente al hombre desnudo, quien la miró desde arriba con soberbia-. Mi señor Daimon, mi nombre es Atë, líder de las Dríades de la Diosa Eris. Me complace el que haya decidido atender a mi llamado. Espero que el cuerpo que creamos para usted sea de su agrado, tomó tres años el fabricarlo después de todo –le sonrió la mujer.

-Es un reemplazo patético, pero supongo que ha de bastar –le respondió el Daimon, mirando sus manos, y apretando fuertemente los puños, sintiendo su nuevo cuerpo, y elevando su cosmos para verificar su extensión, lo que intimidó a Phonos y a Emony, no así a Atë.

-Este cosmos… no eres un simple Daimon… eres algo más… -se impresionó Atë, notando la fuerza emanando del cuerpo artificial del Daimon-. Eres uno de los semidioses, Deimos del Miedo –declaró Atë, lo que sobresaltó a Emony, quien incluso se ocultó detrás de Phonos buscando su protección-. Con usted de nuestro lado, no hay forma en que Eris no renazca. No tiene idea de lo feliz que me hace el que haya accedido a ponerse bajo nuestro servicio –agregó ella.

-¿Su servicio? –preguntó Deimos, intimidando a Atë, a quien Deimos rodeó con su cosmos, forzándola a arrodillarse frente a él- Entiende una cosa, Dríade… Ares y sus Daimones no están al servicio de nadie. Tu papel, no es otro que el de hacer resurgir a Eris, y preparar el terreno para la llegada del dios verdadero, Ares –amenazó Deimos, intimidando a las tres Dríades frente a él-. Y yo sé perfectamente a quien más invitar a este festín que hemos de liberar en la Tierra… -agregó Deimos, hundiendo su mano dentro del Árbol del Conflicto, usando su cosmos para atraer a alguien más al plano astral en el que existían.

China. Cinco Picos.

-Este cosmos… -lejos, en Cinco Picos, el Viejo Maestro, Dohko, se mantenía sentado de piernas cruzadas, mirando a la cascada, antes de dirigir su mirada a las estrellas, encontrando a una estrella roja en el cielo, o al menos a Dohko le pareció una estrella en un principio, tratándose en realidad de un planeta con dos pequeños orbes blancos rodeándolo, imperceptibles para los ojos de cualquier mortal, pero que ante los ojos de Dohko, brillando con la fuerza de su Dunamis, revelaba algo más-. Phobos y Deimos… los semidioses, líderes de los Daimones. ¿Qué significa esto? –se preguntó el Viejo Maestro, su Dunamis haciéndose presente, agudizando sus sentidos. Un peligro latente se acercaba a la Tierra, podía sentir su influencia-. Así que es eso… -se mencionó a sí mismo, preocupación más que evidente en su corazón-. Ya dejé mi puesto una vez… eso no puede volver a pasar. Sin embargo, aún soy parte de la Orden Dorada, y me niego a quedarme de brazos cruzados –miró Dohko a lo profundo de la cascada, donde la Caja de Pandora de la Armadura de Libra esperaba-. Estoy con ustedes, mis hermanos de cosmos, y he de advertirlos como se debe –rugió Dohko, su rugido viajando por el tiempo y el espacio, y llegando a oídos de los Caballeros Dorados, apostados en las 12 Casas.

Grecia. Atenas. El Santuario de Athena. Templo de Escorpio.

-Así que… está ocurriendo de nuevo… el día prometido ha llegado –mirando a los cielos en esos momentos, se encontraba Milo, encontrando sin problemas en el firmamento al punto rojo en el cielo, que parecía mirarlo de forma amenazante, o al menos eso era lo que su Dunamis le decía en ese momento-. Si logré hacerlo la primera vez… puedo hacerlo de nuevo… -terminó Milo.

-¿Maestro? –tras las palabras de Milo, una joven que aparentemente no había podido conciliar el sueño, salió de los pisos inferiores, solo para observar al Caballero Dorado de Escorpio concentrado en el punto rojo brillante en el firmamento, despertando la preocupación en el corazón de la chica, Kyoko, quien sentía la pesadez en su pecho en esos momentos-. Está ocurriendo, ¿no es así? –bajó la cabeza la chica, apretando con fuerza el dije en forma de Pegaso que llevaba colgando del pecho-. Shoko… -susurró para sí misma Kyoko. El Caballero de Escorpio se viró para verla, un instinto asesino se dibujaba en su mirada, uno que realzó la preocupación de Kyoko- ¿Aún cree… en aquellas palabras que me dijo hace ya 4 años? –preguntó la joven preocupada.

-No soy yo quien debe responder a esa pregunta, Kyoko –le recordó Milo, dirigiéndose a ella, manteniéndose imponente y determinado-. Son tú y tu hermana quienes han nacido bajo el cruel destino de las estrellas –mientras decía aquellas palabras, Kyoko solo podía admirar a Milo parado delante de ella, con el planeta marte, brillante como si fuera una estrella, alzándose alto en el fondo. Casi como si juzgara al Caballero de Escorpio con su brillo escarlata-. El destino nuevamente ha llegado a llamar a tu puerta. Tú decides si dejas que te atrape o lo enfrentas. Si sigues creyendo que tienes la voluntad de enfrentar al destino, demuéstrale tu fuerza. Solo tú tienes el poder de cambiar el destino… -terminó Milo.

-Solo yo tengo el poder de cambiar el destino… lo comprendo… maestro… -respondió Kyoko, su cosmos incinerándose, ardiendo, buscando su propia estrella en el cielo, donde la Constelación de Equuleus brillara en el firmamento-. Cambiaré el destino de ambas… Shoko… -terminó, una Caja de Pandora se alzó a sus espaldas, estalló en sus partes, revistiendo a Kyoko con el cosmos y la Armadura de Equuleus, y solo entonces, un par de cometas, uno dorado, y uno blanco, se lanzaron al cielo, mientras un tercer cometa, mucho más lejos en el espacio, comenzaba a aparecer en el firmamento.

El Santuario. Templo del Patriarca. 10 de Diciembre de 1985.

-¡Señorita, despierte ya! –dentro del Templo del Patriarca, Saori había estado durmiendo haciendo almohada con sus brazos contra varios documentos y pergaminos sagrados, al menos hasta el momento en que Mii, su Saintia y mejor amiga, había blandido una regla de madera en contra de su escritorio, despertando a la ahora joven de 12 años de edad, que por la sorpresa había lanzado todos sus pergaminos sagrados por todas partes, recibiendo además las risas de gran parte del sequito que acompañaba a Mii en esos momentos, un grupo de 8 doncellas vistiendo túnicas griegas, todas sonrientes mientras Saori se tomaba del pecho y respiraba pesadamente- ¡Señorita! ¡La dejamos sola por solo diez minutos, y ya se ha quedado dormida! ¡Su educación es muy importante! –le apuntó Mii con su regla.

-¡Acabas de darme un susto de muerte Mii! ¡Sentí a todas mis encarnaciones pasadas gritar al unísono conmigo! –se quejó Saori, respirando pesadamente, y apenándose por los burdos intentos del resto de doncellas, por mantener las apariencias, mientras se cubrían los labios intentando no reírse-. Solo fue un pestañeo, no estaba realmente dormida –aseguró ella.

-Tiene medio pergamino sagrado contando la historia de las constelaciones impreso al rostro, señorita –reprendió otra de las Saintias, Katya, más frívola que Mii al momento de reprender a Saori, y quien causaba en la diosa cierta incomodidad-. Además, estaba roncando, lo cual no es normal para alguien de su edad, complexión física, y divinidad. Considero que se merecía la reprimenda –aseguró Katya.

-Más que un ronquido era como un leve ronroneo –continuó la conversación otra de las Saintias, Xiaoling, más divertida que molesta por las reacciones de Saori-. Como si se hubiera quedado dormida sobre su nariz y se le hubieran pegado las fosas nasales, como un zumbidito –agregó, apenando a Saori aún más.

-Dilo como lo que es, la Diosa Athena se congestionó la nariz –mencionó otra joven, de tez un tanto más morena, Erda, quien extrajo un pañuelo, y a la fuerza comenzó a limpiar la nariz de su diosa-. Sople, los fluidos nasales también son sagrados, así que puedo asegurarle que dispondré de ellos de la forma más atenta posible –se burló Erda.

-Ow, mis fluidos nasales no son sagrados. Suéltame, Erda –se quejó Saori, las Saintias nuevamente rieron con grata familiaridad-. Esto es sobrepasarse en sus funciones. ¿Acaso no hay reglas para tamaña familiaridad? Puedo sacarme mis propios mocos, gracias –se fastidió la diosa, notando la mirada de incredulidad de sus Saintias.

-Pero Saori, aboliste las reglas de familiaridad entre Saintias y Diosa –comentó otra joven, Shunrei, quien también pertenecía al grupo de Saintias, y quien parecía más ajena a los modales que el resto, aunque manteniendo un aire refinado de todas formas-. ¿Lo has olvidado? No llevábamos ni dos semanas siendo tus Saintias, cuando estallaste en molestia porque todas te tratábamos formalmente, y nos ordenaste dejar de tratarte como a una princesa noble –le recordó Shunrei.

-Pasar de Escudera a Diosa de la Sabiduría en la Guerra debió parecer todo un reto para ti –le mencionó Miho, otra de las Saintias-. Ahora sabes lo que se siente salir de tu zona de confort, como cuando Afrodita me obligó a desbloquear mi cosmos durmiente. Yo era una linda huérfana con aspiraciones de convertirme en ayudante en el orfanato de mi pueblo, pero entonces llegó Afrodita diciendo: "quieres acompañar a tu amigo Seiya y a la joven Seika, entonces te ayudaré", y de la nada, Saintia de Athena. Si nosotras hemos de aceptarlo, usted debió aceptar su rol de diosa también –se burló Miho.

-Si lo pones de esa forma me haces parecer como una tirana, pero te recuerdo que yo no sabía que era la Diosa Athena en ese momento –se quejó Saori, Miho solo se cruzó de brazos, fingiendo estar dolida, aunque solo estaba molestando a Saori-. Además, yo también solo era una Escudera. Defiéndeme Lithos, estás en mí mismo barco –se quejó Saori, sorprendiendo a la Saintia de cabellera Esmeralda.

-Ama Saori, nuestras respectivas realidades son muy diferentes –declaró la Saintia y Jefa de Arquitectos, apenando a Saori-. Pero fuera de burlas. Habiendo siendo una Escudera por tanto tiempo, me cuesta creer que se quede dormida en medio de sus labores –agregó con sorpresa.

-Últimamente he tenido bastante sueño, no me preguntes por qué –bostezó Saori, e incluso se dio tiempo para estirarse un poco-. Es extraño, he dormido como roca, pero de todas formas no se me quita el sueño. Debo estar agotada por tanto estudio –aseguró ella.

-Tonterías –llegó una última Saintia, ante la cual las demás dejaron sus bromas, y se pararon con respeto y elegancia. Mito, quien llegaba vistiendo la Armadura de Plata de la Grulla, pero manteniendo su postura como Saintia al no portar su máscara-. El cuerpo de una diosa dista mucho de la naturaleza mortal. Factores como el hambre, el sueño, y demás necesidades, no existen para usted. No a menos que usted las desee. Está en los pergaminos sagrados, su cuerpo no fue engendrado, fue creado, y como tal, es especial –le recordó Mito.

-Eso… ya lo sé… y me hace sentirme como un fenómeno –susurró para sí misma Saori, quien tembló ante la sola presencia de Mito-. Pero no es mentira cuando te digo que siento sueño en verdad. Soy una diosa, y me estoy quedando dormida en mis lecciones. Tengo medio pergamino sagrado en el rostro como prueba –terminó Saori.

-El que seas una diosa no te exenta de tener necesidades básicas, Saori… simplemente estas llegan a ti con menor frecuencia –escuchó el grupo, las Saintias todas se arrodillaron, y miraron por detrás del escritorio de Saori hasta las cortinas del trono del Patriarca, detrás de las cuales salió Yoshiko, en su túnica esmeralda, y con el casco dorado del Patriarca sobre su cabeza, acompañada además por un pequeño de cabellera castaña suave, quien llegaba tomado de su mano y mientras se chupaba el dedo-. Ios, te he dicho que no debes chuparte los dedos. Miho, ¿te importaría? –preguntó la Matriarca.

-Yo me encargaré, Matriarca –reverenció Miho, antes de dirigirse a donde el pequeño, tomarlo en brazos, y permitir a la Matriarca sentarse en su trono. El pequeño estiró su mano para volver a tomar la de Yoshiko, pero Miho comenzó a acariciarle la cabeza, y a tranquilizarlo-. No Ios, ya sabes que tu madre necesita concentrarse en su papel de Matriarca. Después de todo, y después de Athena, ella es la personalidad más influyente de toda Grecia –sonrió Miho.

-Mucho mejor que ser una profesora en alguna prestigiosa academia de arqueología en el Cairo. Al menos aquí no se me exige el inglés –bromeó Yoshiko, y miró directamente a Saori, quien se había distraído y jugaba con Ios, hijo legítimo de Yoshiko, y del ya fallecido Aioros-. Este mundo está lleno de maravillas –sonrió Yoshiko, ganando la atención de Saori nuevamente-. Las estrellas me mostraron mundos distantes, realidades, por llamarlas de alguna manera. Tal parece que, al tomar el puesto de Matriarca, se me brindó un don distinto al de la Visión del Futuro de los Patriarcas. Mis ojos pueden ver posibles pasados, no así posibles futuros, y en la mayoría de estos pasados, Ios no había nacido en este mundo. Mi felicidad al descubrir mi embarazo tras la muerte de Aioros, apaciguó un poco mi pena. Es Ios el fruto de la existencia de Aioros, y por ello todos debemos de recordar el pasado, para poder contemplar el futuro que podría llegar a ser -sonrió Yoshiko, imaginando a su pequeño vistiendo de dorado, específicamente, la Armadura Dorada de Sagitario, ya que Ios, al nacer prematuro a los 7 meses, había coincidido con las estrellas de la constelación de su padre-. Sería un futuro agradable… aunque terrorífico considerando los problemas en los que se meten los Caballeros Dorados, lo que trae el siguiente tema a colación. Saori, en mi Visión al Pasado, he visto a muchas Athenas. Comúnmente estas Athenas comparten ciertos rasgos: Rectitud, modales excelsos, son cuidadosas en su andar y en su hablar. Es curioso como terminé con una Athena un tanto más… infantil –sonrió ella, lo que incomodó a Saori.

-Lamento mucho el no ser la Athena que todos esperaban –aceptó Saori con tristeza, bajando la cabeza, y sintiéndose incapaz-. Pero… al mismo tiempo, confío en la decisión de Aioros quien, sin poder ver al futuro, decidió el brindarme una niñez más amena, más humana… y por eso… le estoy eternamente agradecida –admitió Saori, Yoshiko sonrió ante aquellas palabras-. Estoy convencida de que la decisión de Aioros fue la correcta. Puede que ahora no lo parezca, puede que me piensen débil… frágil… pero prometo esforzarme para cumplir lo que se espera de mí… -reverenció Saori, intentando mostrar modales.

-Normalmente, una diosa no reverencia a los mortales –reprendió Yoshiko, Saori se dio cuenta de su error, y volvió a apenarse-. Aunque… Saori no es una diosa normal, ¿no es así? –agregó la Matriarca con una sonrisa, una que apenó a Saori-. La Visión al Pasado, es algo muy interesante. No sé porque se me ha brindado una Visión al Pasado en lugar de una Visión al Futuro. Pero mirar al pasado no es del todo malo de todas formas. Me ayuda a ver las verdades del universo, las verdades de los universos… y es gracias a esta Visión al Pasado, que puedo ver con mis propios ojos el amor que los dioses alguna vez sintieron por los humanos, el amor que los Titanes sintieron por los humanos, y puedo decirte, sin miedo a equivocarme… que el amor de los Titanes por los mortales, existe en ti… y eso no tiene nada de malo, Saori –terminó Yoshiko, lo que dibujó una sonrisa en el rostro de la diosa-. No significa que no te puedas educar a comportarte a la altura –susurró la última parte, Saori volvió a deprimirse-. Mito, ¿cómo va el entrenamiento de Saori? –preguntó Yoshiko.

-Deficiente, por decirlo de alguna manera –respondió la líder de las Saintias, lo que molestó un poco a Mii, quien, pese a todo, aún veía a Saori como su mejor amiga-. Su estadía en Escorpio como Escudera, ciertamente le ayudó a desarrollar ciertas habilidades como la cocina, la limpieza, la sastrería, el té, y la medicina. Pero su educación, aún con los esfuerzos de todas nosotras por estos tres años que hemos servido como sus Saintias, es deficiente en elocuencia, teatro, poesía, historia, astrología, astronomía, comedia, música, arte, geometría, retórica, y danza –finalizó ella.

-En otras palabras, la mayoría de los dominios de las Musas –sudó frio Yoshiko, Saori solo se apenó por sus deficiencias-. Pero es extraño. Algunas de esas habilidades son habilidades que consideraba que ya habrías dominado. ¿Historia? ¿Astrología? ¿Danza? –preguntó Yoshiko.

-La señorita parece repeler las clases de historia –comenzó Katya, sorprendiendo a Yoshiko, e intimidando a Saori-. Hemos repasado cientos de manuscritos, cientos de eventos, la historia del mundo y de diferentes religiones. Pero a la señorita solo parece interesarle una parte de la historia, que debo agregar, sigue estando prohibida –aseguró Katya.

-La… la Guerra Olvidada, no es como la pintan los libros de historia… -comenzó Saori nerviosamente-. Me gusta la historia, pero la verdadera historia. ¿De qué me sirve aprender de historia si la historia está mal escrita? Si tan solo me dejaran acceder a los pergaminos sagrados yo podría… -intentó defenderse Saori.

-Saori, eres la Diosa de la Sabiduría en la Guerra, si fuera tu orden tendríamos que acceder –le recordó Yoshiko, Saori se alegró y entonces intentó hablar-. Sin embargo… forzar tu mano podría considerarse tiránico, y no quieres ser una Diosa Tirana, ¿o sí? –preguntó Yoshiko, cortando de tajo las intenciones de Saori-. Sobre la astrología… -se dirigió Yoshiko a Mii.

-A Saori parece solo importarle un grupo de 12 Constelaciones… señorita Matriarca –se apenó Mii, e igual lo hizo Saori, quien comenzó a juguetear con sus dedos nerviosamente-. Debo decirle que la señorita tiene una curiosidad inmensa, y desea aprenderlo todo de las Constelaciones, sus estrellas, sus mitos, todo… simplemente… le da prioridad a 12 de las 88 Constelaciones, y a una en específico de las 12 –agregó ella.

-¿Sa-sabían que las 15 estrellas de la Constelación de Escorpio entran en concordancia con la posición de 14 de las pirámides del Valle de los Reyes en Egipto? –comenzó Saori, desviando la atención, hablando al mismo tiempo de la Constelación de Escorpio, como de Egipto, lo que llamó la atención de Yoshiko-. Tengo una teoría, creo que no son 14 las pirámides en el Valle de los Reyes de Egipto. Estoy convencida de que hay una quinceava pirámide justo en la posición donde Antares se encuentra –agregó ella alegremente.

-¿La tumba del Faraón Horus Escorpión II? –preguntó Yoshiko, recordando sus días como arqueóloga, pero descubriendo el truco de Saori inmediatamente- Buen intento, Saori. Pero soy la Matriarca del Santuario de Grecia, y aunque voy a hacer una anotación solo por curiosidad sobre tu teoría, de todas formas tienes que estudiar otra cosa que no sea la Constelación de Escorpio –reprendió Yoshiko, Saori se apenó nuevamente-. Sobre la danza… -comenzó nuevamente, mirando a Mito.

-Me disculpo, Kyoko es la Saintia que se encarga de las lecciones de danza –respondió Mito, Saori buscó a Kyoko entre las Saintias, notando que solo habían 8 de las 9 presentes-. Pero me temo que la Saintia, Kyoko de Equuleus, se ausentó sin otorgarme explicación alguna –agregó con molestia Mito.

-¿Ausente? –preguntó Yoshiko, cerró los ojos, y de su cuerpo se desprendió un gentil destello de cosmos. Aioros ya había despertado el cosmos durmiente de Yoshiko en el pasado, más fue gracias a la posesión por parte de Pontos, que el cosmos de Yoshiko ahora podía manifestarse a un nivel muy superior, logrando cierto grado de omnisciencia casi divina. Una habilidad que, al igual que su Visión al Pasado, no era común en los Patriarcas. El alcance actual de sus habilidades gracias a su posesión por parte de Pontos, aún se desconocía-. Detecto una ausencia más en las 12 Casas además de la ausencia del Caballero de Libra y la más que obvia ausencia de Sagitario… solo 9 Caballeros Dorados permanecen en las 12 Casas. Escorpio está ausente –comentó Yoshiko.

-¿Milo no está? –preguntó Saori, elevando su cosmos, buscando al Caballero de Escorpio, notando que genuinamente no se encontraba en las 12 Casas, ni en los alrededores- ¿No deberían… informarme de este tipo de eventos? –preguntó Saori.

-Si es el deseo de la Diosa Athena, se castigará pertinentemente –le recordó Yoshiko, incomodando a Saori-. Pero no es secreto para mí, señorita, que no juzga la ausencia de Milo de Escorpio como desacato. Sino que más bien es por otra cuestión. He de recordarle que la abolición de la prohibición de perseguir relaciones sentimentales, solo aplica para los Caballeros de Athena. En su caso, debe permanecer virgen –terminó Yoshiko sonriente, lo que apenó sobremanera a Saori, y causo que las Saintias viraran sus rostros, evitando prestar atención a las reacciones de Saori-. Sé que no es fácil, no lo ha sido para ninguna de las Athenas que he visto con mi Visión al Pasado –se burló Yoshiko.

-Me juzga por no ser una Athena recta y determinada, pero usted no hace lo pertinente como la primera Matriarca –recriminó Saori agresivamente, Yoshiko solo hizo una mueca aceptando la culpa-. Por mi virginidad… esté tranquila, no seré yo la Athena que rompa el Ciclo Infinito de los Dioses –aceptó ella, más molesta que nada.

-Mientras lo tenga en claro –aceptó Yoshiko-. Pero volviendo al tema. ¿Qué hay con la danza? –preguntó Yoshiko, incomodando a Saori nuevamente, lo que no pasó desapercibido por la Matriarca-. Pensaba a Saori más… adepta en el tema de la danza –aseguró ella.

-Dependerá mucho de la interpretación de danza que usted tenga –comentó Mito fríamente-. No considero el retorcerse como lombriz en un día lluvioso, ni remotamente similar a lo que es la danza –prosiguió ella, las Saintias de Saori todas se tragaron la risa, Saori solo volvió a apenarse-. Lo que he logrado entender hasta ahora del poco avance en el tema, se limita a la negativa de Athena de aceptar a Kyoko como instructora de baile –declaró Mito, lo que fue una sorpresa para Yoshiko, quien miró a Saori con curiosidad-. Por lo visto… existe cierto… resentimiento… que impide a la señorita… -comenzó Mito, su ceja le temblaba, Yoshiko comenzó a tener sospechas de lo que ocurría-. Me temo que no tengo una forma sencilla de decirlo –aceptó Mito con rubor en su rostro.

-Descuida, sé quién me va a contar el chisme completo y sin rodeos. Mii… -agregó Yoshiko, mirando fijamente a la rubia de cabellera ondulada, quien se escandalizó. Saori comenzó a sudar frio por lo que la Matriarca estaba haciendo-. Saori me brindó la autoridad para revocar cualquier juramento, incluso los suyos. Así que, por la autoridad conferida por Athena, revoco cualquier juramento de secrecía. Ahora, si eres tan amable. La versión completa… -pidió ella.

-Yo… no lo considero justo… lo lamento mucho, señorita –se apenó Mii, Saori solo suspiró, y se cubrió el rostro con vergüenza-. Me temo que la señorita Saori, no se encuentra del todo cómoda por la cercanía de la Saintia Kyoko, a con el Caballero Dorado, Milo de Escorpio. Mostrando repudio a la interacción social con ella, en especial tras… ser Kyoko… la compañera de casa del Caballero de Escorpio… espero que pueda comprender el resto sin que yo lo diga, señorita Matriarca –se apenó Mii.

-Así que es eso… -se quejó Yoshiko, suspirando también, mientras Saori deseaba que se la tragara Gea-. Supongo que las hormonas existen para los dioses también. ¿Me estás diciendo que te niegas a recibir clases de Kyoko por celos? –preguntó Yoshiko, Saori asintió- No puedo decirte que no lo entiendo, pero no lo apruebo –finalizó la Matriarca.

-¡Viven juntos! ¡En la misma casa! ¡En mi casa! –por fin estalló Saori, víctima de la vergüenza y la impotencia- Quiero decir, sé que soy omnisciente y si me place puedo espiar lo que pasa allí dentro, y realmente no ha pasado nada, pero… Jabu ya no vive en Escorpio tampoco por entrenar a los nuevos reclutas… y además Kyoko ha estado arreglándose más, y… practicando la danza… con Milo… ¡Con Milo! ¡Él no baila! –se quejó nuevamente.

-¡Diosa Athena! -se tornó seria Yoshiko, Saori sabía que siempre que Yoshiko se dirigía a ella por su divinidad, entraba en un estado en que no era empática con su lado humano, lo que no fue del agrado de la diosa- Milo, es un Caballero Dorado. De los más estoicos de la orden si me lo preguntas. Me atrevería a decir que, de todos en la orden, es él quien menos piensa en una relación sentimental. Simplemente, Milo solo existe para su deber –intentó tranquilizarla Yoshiko, lo que Saori aceptó con cierta pena-. Pero si no fuera el caso… tienes un juramento de virginidad irrompible. Déjalo ir –pidió Yoshiko, lo que aparentemente no agradaba a Saori-. Compréndelo por favor, eres una diosa, y aún si no existiera semejante juramento, eres eterna, Milo no lo es. Ya he visto cómo termina esto para otros Escorpio, trata de no hacerlo tan… difícil… -pidió Yoshiko, Saori intentó defenderse, pero Yoshiko se mantuvo firme-. Es todo, no se hablará más del tema. Al regreso de Milo y de Kyoko de Japón, atenderás a tus lecciones como se debe… -terminó, dándose cuenta entonces de la reacción en el rostro de Saori.

-¿Japón? –preguntó Saori, Yoshiko soltó aire con molestia- ¿Milo? ¿Y Kyoko? ¿En Japón? ¿Juntos? –la sola idea, había desencadenado el coraje en el rostro de Saori, quien no tenía muy sanas ideas sobre la convivencia del Caballero Dorado al que tanto admiraba, y una de sus Saintias que viajaba con él.

Japón, Tokio. Dojo Tokumaru.

-No puedo creerlo, ha pasado mucho tiempo desde que regresé a este lugar –a su llegada a Tokio, Milo y Kyoko no tardaron en llegar al Dojo Tokumaru, lugar que alguna vez Kyoko llamó su hogar y que, tras exactamente 4 años, no había vuelto a visitar. La joven que el día de mañana cumpliría sus 15 años, no vestía su Armadura de Bronce, llevaba puesto un vestido blanco de mangas largas y abombadas, de falda larga hasta las rodillas, y con un cinturón blanco de hebilla amplia alrededor de la cintura. Mantenía en su mano el dije de Pegaso apretado en contra del moño blanco de listón de tela translucida que llevaba atado al cuello de su vestido, nerviosa, mientras intentaba encontrar la fuerza para dirigirse a la entrada del dojo-. ¿Qué pensarán al volver a verme? ¿Me extrañarán siquiera? –se preguntó la chica.

-Me parece una pregunta de lo más estúpida. Por supuesto que te han echado de menos –le respondió Milo, recargado en contra de un árbol cercano, desprovisto de su Armadura Dorada, la cual permanecía a sus pies junto a la de bronce de Kyoko-. Me siento tan raro sin mi Armadura Dorada, para los Caballeros Dorados la armadura es una segunda piel. ¿Cómo me dejé convencer de esto? –se fastidió el de Escorpio, que llevaba pantalón de mezclilla negro, una camisa roja, un chaleco de cuero negro, y zapatos negros.

-Pero si se ve increíblemente atractivo –se burló un poco Kyoko, fastidiando a Milo-. Saori también lo pensaba siempre que vestía de una forma más amena cuando accedía a ser mi compañero de baile para sus clases. Al menos lo hacía antes de que los celos la consumieran por dentro –le recordó ella, lo que no fue del agrado de Milo-. Sí sabe que Saori se niega a recibir clases de mi parte desde entonces, ¿no es así? –continuó ella burlesca.

-No encuentro el razonamiento en su actuar. Desde que comenzó a negarse a recibir tus lecciones, no tiene ninguna razón para venir a Escorpio –admitió Milo, lo que no pasó desapercibido por Kyoko, quien sonrió para él-. ¿A qué va esa sonrisa tan molesta tuya? –preguntó de forma arrogante.

-¿A qué va a venir? Si ambos sabemos que la razón por la que Saori no viene más a Escorpio es porque ella piensa que usted y yo somos… ya sabe… -continuó burlándose ella, ganándose un tirón de mejilla por parte de Milo-. Pero es la verdad… -se quejó ella.

-Si Saori es lo suficientemente infantil para no entender que no todas las relaciones deben forzosamente terminar en el terreno romántico, ese es su problema –la soltó Milo, forzando a Kyoko a frotarse la mejilla con cierto dolor-. Además, soy un Caballero Dorado, esos sentimientos son innecesarios, solo existe mi deber –aseguró Milo.

-Considerando la abolición de tales leyes por parte de Aioros, permítame dudarlo –se defendió Kyoko, más Milo se mantuvo firme-. Si usted lo quisiera, Maestro, podría perseguir una relación sentimental con alguien, eso ya no está penado. El problema que usted tiene es que la persona a la que ha elegido sentimentalmente está realmente fuera de su alcance, ¿no es así? –preguntó ella, la mirada de Milo se lo dijo todo-. Por favor no me lastime –suplicó ella.

-Deja de pensar en tonterías, y limítate a concentrarte en la misión –fue la frívola respuesta de Milo-. Tu padre adoptivo no me pareció un manipulador de cosmos cuando lo conocí, pero si tu hermana está destinada a convertirse en el recipiente de la Diosa Eris, debería tener un cosmos. No percibo nada. En realidad, pareciera que no hay un solo manipulador del cosmos en esta ciudad –aseguró Milo.

-Habrá que averiguarlo de otra forma entonces… -miró Kyoko a la entrada del dojo, más específicamente hablando, al área residencial-. ¿Vendrá conmigo? –preguntó ella, Milo lo pensó- Puedo traducirle. Lo hacía de niña, ¿no es así? –le sonrió nuevamente.

-Detesto a los no manipuladores del cosmos. Aprender lenguas es una pérdida de tiempo –se quejó Milo, tomó su Caja de Pandora, y se la amarró a la espalda, Kyoko intentó tomar la suya también, pero Milo se le adelantó, colocándola sobre la propia en una torre de cajas improvisada-. Yo la llevo –agregó él.

-Vaya, que caballeroso. No me cabe duda del por qué Saori piensa que hay algo entre usted y yo –se volvió a burlar Kyoko, ganándose otro tirón de mejillas por parte de un molesto Milo-. A Saori nunca le pellizcó las mejillas antes –se quejó ella.

-Saori no me molestaba como hace cierta Saintia anárquica… -reprendió Milo, ya fastidiado por los juegos de Kyoko, quien se sobó la mejilla tras haber sido reprendida por Milo, y se dirigió a la entrada del área residencial del dojo, aspirando, tomando aire con fuerza, y tocando el timbre.

-Un momento –se escuchó del otro lado de la puerta, causando en Kyoko una leve incomodidad y ansiedad, más con un suspiro, uno que recordaba mucho a Milo quien siempre que se fastidiaba por alguna razón simplemente soltaba aire para calmarse, Kyoko recuperó la compostura, incluso cuando la puerta se abrió-. Diga… -comenzó el hombre, dibujando en Kyoko una sonrisa, mientras en los ojos del hombre vestido en un traje de entrenamiento negro, se dibujaba la sorpresa en su mirada-. ¿Olivia? –comenzó el hombre, Suhiro Tokumaru, el padre adoptivo de Kyoko. Tras escuchar aquel nombre, Kyoko se sorprendió, pero no alcanzó a preguntar, cuando los ojos de su padre se llenaron de lágrimas-. Eres la viva imagen de tu madre… de mi querida Olivia… -continuó el hombre, quien entonces abrazó a Kyoko, quien sonrió, y regresó el abrazo a su padre-. Te he extrañado tanto… mi querida hija… -lloró él.

-Estoy en casa… padre… -susurró Kyoko-. He vuelto a casa… gracias por esperar… -finalizó. En todo momento, Milo solo esperó a que la reunión terminara, en incluso se dio la vuelta un poco incomodado. Después de todo, él no podría ver a sus padres, aunque lo deseara.

Grecia. Atenas. El Santuario. Cárcel de Urano.

-¿Japón? –de regreso en el Santuario, una figura envuelta en una capucha de seda blanca, se reunía en esos momentos con Jabu, el Caballero de Unicornio, quien cumplía con una parte de sus funciones impuestas como Caballero de Bronce, que incluía el presentarse a la Cárcel de Urano, una de las prisiones del Santuario apostado en las montañas, para cuidar de los prisioneros- ¿Y viniste desde el Templo de Athena, escabulléndote de la vigilancia de los Caballeros Dorados, ignorando las ordenes de la Matriarca, solamente para decirme esto? ¿Cómo es que no te atrapan siempre que te escabulles de las 12 Casas? –se quejó Jabu.

-Tengo un aliado poderoso entre los Caballeros Dorados que básicamente es mi confidente de confianza –le recordó Saori, la chica con la capucha de seda, y quien se viró con una sonrisa para saludar a Afrodita, aparentemente fastidiado en ese momento, e ignorando a todos mientras mantenía vigilancia por el sendero en el bosque que llevaba a la Prisión de Urano-. Además, con la mayoría de Caballeros Dorados destinando sus esfuerzos al entrenamiento de nuevos portadores para las Armaduras de Bronce y Plata vacantes, se podría decir que la vigilancia del Santuario es… eludible… al menos para alguien con acceso a los túneles subterráneos que no conocería de no ser porque obligué a Lithos a contármelo todo –sonrió ella.

-Eres la Diosa Athena. Comienza a comportarte como tal –se fastidió Jabu, Saori se escandalizó y pidió a Jabu hacer silencio al colocar su dedo contra sus propios labios-. No hay nadie aquí más que los prisioneros y yo. ¿Qué importa que se sepa que Athena viene de visita informal? –se molestó Jabu.

-Importa en el momento en que algunos de esos prisioneros fueron Caballeros de Athena –se molestó Saori, mirando al interior de la cueva, que era la entrada a la Cárcel de Urano-. Además de que no vine únicamente a venirte con el chisme. Del cual esperaba una reacción más molesta. ¿O acaso no decidiste mudarte a Rodorio, el pueblo más cercano al Santuario, porque te fastidiaba lo cercano que se habían vuelto Kyoko y Milo? –se burló Saori, apenando a Jabu, y molestado a Afrodita, quien continuaba pendiente de la conversación.

-Diosa Athena… -comenzó Jabu, su ceja temblándole por la molestia, Saori solo se cruzó de brazos y le dio la espalda a Jabu, comenzando a arremedarlo-. He de recordarle que no es una mortal cualquiera, usted es la Diosa Athena reencarnada, se espera… -comenzó él.

-Se espera cierta etiqueta, porte, elegancia, y refines de su parte –arremedó Saori-. ¿Sabes cuál es tu problema Jabu? Exactamente el mismo de Milo. Ninguno de los dos acepta que, desde el momento en que Aioros me permitió vivir como una mortal más, me crie de forma humilde. No tengo ni el más remoto interés en ser formal, ni comportarme como una déspota figura de autoridad como todos ustedes quieren que sea. Mi crianza, fue una crianza familiar, amena. ¿Por qué se niegan a verlo? –preguntó ella, Jabu no dijo nada, solo otorgó una reverencia- Fue por esto, y no por Kyoko, el que dejé de frecuentar la Casa de Escorpio. Me fastidia ver a quienes deberían ser mis amigos, mi familia, viéndome únicamente como una diosa a la que hay que temer. Voy a entrar… -declaró Saori, Jabu estuvo por interrumpirla-. Es una orden de tu diosa. ¿Quieres que sea déspota y formal? Puedo serlo, esa también es parte de mi identidad. Tan solo pensaba que, si alguien podía entender a la verdadera Saori, eran sus amigos de la infancia, pero ustedes solo ven a Athena, ahora apártate –terminó ella, Jabu reverenció, y se hizo a un lado, permitiendo a una molesta Saori pasar.

-Una niña caprichosa es lo que es… -susurró Afrodita para sí mismo, lo que no pasó desapercibido a los oídos de Jabu, aunque aquello parecía no importarle a Afrodita-. Aioros… la Athena que nos entregaste podrá parecer más humana… pero lo que necesita el Santuario, es a una verdadera Diosa de la Guerra… espero que tanto tú como Cronos no se hayan equivocado… -prosiguió él, mirando a la rosa roja en su mano-. Esta Athena… simplemente no tiene la fuerza suficiente… -terminó, meditando al respecto.

Dentro de la Cárcel de Urano, Saori caminó por entre los pasillos, recibiendo las miradas de lujuria de varios de los prisioneros, quienes soltaban piropos en su dirección, la invitaban a acercarse, y le silbaban, desconociendo la verdadera identidad de quien en esos momentos caminaba por enfrente de sus celdas de barrotes aparentemente de madera, y quien comenzó a sentirse débil, cayendo sobre sus rodillas, mareada, y respirando muy pesadamente. Los prisioneros continuaban burlándose, continuaban sacando sus manos por entre los barrotes, y amenazaban con llegar hasta la capucha blanca que envolvía el cuerpo de una Saori que comenzaba a cubrirse la boca con su mano como si estuviera a punto de vomitar. El interior de la cueva la enfermaba, aquello era más que evidente, y el bullicio de los prisioneros, le hacía la estadía dentro de la misma más molesta.

-¡Silencio todos! ¡Más respeto para la Diosa Athena! –exclamó uno de los prisioneros, llamando la atención de los presentes, la mayoría de los cuales reaccionó con terror ante la revelación, algunos otros la miraron con repudio y tan solo escupieron al suelo, pero el objetivo se había conseguido, la prisión entró en silencio, y aquello ayudó a Saori a sentirse un poco mejor- No debería haber venido –declaró el prisionero que calmó a los reclusos, de cabellera blanca, y apariencia fornida-. Los barrotes a nuestro alrededor son de madera por una razón. El Paladio repele el cosmos, incluso el Cosmos Divino. No será lo suficientemente fuerte para dejarla vulnerable, Diosa Athena, pero sí lo suficientemente fuerte para debilitarla, y enfermarla. ¿Por qué ha venido aquí, a reunirse con todos estos traidores, sabiendo eso? –preguntó el joven.

-Eres… ¿Rigel? ¿No es así? –preguntó Saori, el hombre asintió, Saori entonces encaró a su compañero de celdas, otro antiguo Caballero de Plata- Y quien está a tu lado, es Aeson. Caballeros de Plata de Orión y de la Copa. Recibieron juicio. Se declararon culpables. Bien saben que pensaba perdonarlos –le recordó Saori.

-¿Recibir el perdón de una diosa tan inútil? No me parece –insultó Aeson, sentado hasta el fondo de la prisión, y sin dirigirle la mirada a Saori, lo que fue un duro golpe para el corazón de la diosa-. El Santuario ya era corrupto y débil, pero las decisiones de Aioros terminaron por debilitarlo todavía más. ¿Islas de masacre? ¿Entrenamientos tiránicos para los Caballeros Dorados? ¿Someter a niños a convertirse en armas para la guerra? Antes pensaba que todo eso valía la pena, pero entonces llegó usted, Diosa Athena… y en su mirada, solo puedo ver debilidad… no deseamos su perdón –finalizó Aeson, Rigel tal vez no compartía el mismo sentimiento que su compañero prisionero, pero tampoco dijo nada para diluir el descontento, solo se mantuvo en silencio, y mirándola fijamente.

-Sé que el Santuario ha tomado posturas que podrían considerarse inhumanas, Aeson… -comentó Saori, mirándolo fijamente, aun cuando el antiguo Caballero de Plata se negaba a verla de regreso-. Yo también me he cuestionado si todos estos sacrificios son o no verdaderamente necesarios, y justificarlos es aún más difícil –agregó ella, mirando al suelo mientras acomodaba sus ideas-. Pero también creo que Aioros no estaba equivocado al darme una crianza poco convencional a la de otras Athenas. Y te aseguro que no voy a defraudar su confianza en mí –le aseguró Saori.

-Una Athena más humana, es lo que este mundo necesita. Para tiranos sin corazón, ya tenemos a los dioses –escuchó Saori, quien se alegró en ese momento, y se dirigió a otra de las celdas, desde la cual un hombre de tez morena, cabellera blanca, y con el tatuaje de un número XII sobre su rostro, le sonreía mientras en sus ojos con heterocroma se reflejaba una gran felicidad-. Es un gusto volver a verte, Saori. He contado las horas hasta por fin volver a encontrarnos. Ya estás lista, para cambiar el cruel destino de tus estrellas –aseguró el hombre, a quien Saori estaba agradecida de volver a ver.

Japón, Tokio. Dojo Tokumaru.

-Increíble… de verdad me parezco mucho a mi madre… no sabía que contaras con fotos de ella –de regreso en Tokyo, Kyoko, el señor Suhiro, y un muy molesto Milo quien no entendía más que la mitad de la conversación al no hablar japonés, se encontraban comiendo algunas manzanas con la forma de conejitos, en el comedor de la casa comunal del Dojo Tokumaru. Suhiro, el padre adoptivo de Kyoko, no había perdido el tiempo en intentar ponerse al corriente con su hija, y se había dado a la tarea de sacar todos los álbumes fotográficos de sus días de instituto, momentos en los que conoció a Olivia, la madre biológica de Kyoko y Shoko, líder de las Saintias-. Pero espera, de lo poco que sé de mi madre es que ella era una Saintia, la líder de las Saintias. Si Shoko y yo nacimos en el Santuario, ¿por qué no nos crio ella? Sin mencionar que, terminamos viviendo con su exnovio. ¿No te parece todo esto algo muy raro? –preguntó ella.

-Sé cómo suena, y tienes toda la razón. Pero eran demasiado jóvenes para que les contara toda la verdad, ni siquiera tu hermana Shoko lo sabe todavía –explicaba Suhiro, ignorando completamente a Milo, quien intentaba deducir la conversación tras escuchar a Kyoko-. Conocí a tu madre antes de que se convirtiera en una Saintia. Asistimos a la misma secundaria, y nos llevábamos bien. Entrenábamos juntos en el dojo por las tardes –continuaba su padre, mostrándole a Kyoko algunas fotos de cuando ambos eran niños, fotos muy viejas y amarillentas, que bien podrían ser en blanco y negro en opinión de Milo, ya que la calidad de las mismas era bastante cuestionable. Pero pese a aquello, Milo logró identificar a alguien en una de las fotos.

-¿El Patriarca Shion? –interrumpió Milo, acercándose a ver la imagen. Suhiro no agradeció la interrupción, pero Kyoko no tardó en posar toda su atención en él- ¿Qué hace su excelencia en esta foto? –se preguntó Milo a sí mismo, notando entonces el rostro de extrañeza de Kyoko- No lo conociste, Aioros ya era el Patriarca cuando te asignaron a mi cargo. Yo tampoco conocí muy bien a Shion, pero hay una memoria latente en mi mente sobre él. Apareció frente a mí, en la Isla de Milo, el día que asesinaron a mis padres… -le comentó él.

-Entonces él es el Patriarca Shion… -lo admiró Kyoko, notando en Milo la curiosidad, y desviando la conversación en dirección a aquella persona-. ¿Lo conoces padre? –preguntó Kyoko, Suhiro suspiró, y asintió.

-Por supuesto… el Patriarca del Santuario en ese entonces –le explicó su padre, lo que fue una sorpresa para Kyoko-. Conocí la existencia del Santuario gracias a Olivia. Ella entrenaba en el dojo, era la más sobresaliente de todas. El Patriarca llegó un día, dijo que había visto en las estrellas el futuro de tu madre, y que yo formaría parte de este futuro –agregó, apenándose-. Obviamente, como todo joven hormonal, intuí que era una declaración del destino, y pese a las dudas de Olivia, alenté a tu madre a ir con el Patriarca. No me pasaba por la mente que, lo que Shion quería para tu madre, no tenía nada que ver conmigo, no en sus inicios al menos –agregó mientras se frotaba el bigote con molestia.

-Eh… entonces Shion personalmente reclutó a mamá para convertirse en una Saintia… ¿por eso nací en el Santuario? –preguntó ella. Suhiro en respuesta, pareció ensombrecer su semblante- Siento que esto te molesta de alguna manera… -agregó ella con sorpresa.

-¿Có-cómo no iba a molestarme? Si la próxima vez que vi a tu madre, fue cuando llegó con un par de bebés y con un tipo llamado Aeson, a mi dojo –le explicó Suhiro, la revelación fue toda una sorpresa para Kyoko, quien recordaba perfectamente a Aeson siendo el amigo de Rigel, quien alguna vez fuera su prospecto amoroso. Kyoko inmediatamente comenzó a hacer cuentas mentales-. ¿Qué haces? –preguntó su padre.

-Yo… bueno… solo… es que Aeson debe tener unos 27 años, ¿o no? –preguntó Kyoko a Milo, quien la miró con una mueca de curiosidad- ¿No es muy joven para ser mi padre? –le susurró, Suhiro se encontraba bebiendo un poco de té cuando su hija realizó aquel comentario, lo que terminó con él escupiendo su bebida.

-Cuando lo conocí tendría unos 15 años, tú tenías 3 años, tu hermana apenas un año –le explicó Suhiro con el rostro ruborizado, Kyoko solo sudó frio por las reacciones de su padre-. Lo que entiendo, es que tu madre era la compañera, o maestra, de ese tal Aeson. Ustedes eran muy jóvenes para recordarlo, pero vivían en un pueblo de Atenas, Rodorio creo que se llamaba, en secreto, ya que tu madre te había… tenido… en secreto. El Santuario hubiera mandado asesinar a tu madre si se descubría, Aeson era algo así como su guardián –le explicó él.

-Espera, espera, espera –interrumpió Kyoko-. Todo esto es demasiado confuso. Eras el novio de mi madre antes de que Shion llegara y se la llevara al Santuario para convertirla en Saintia. Y mientras mamá vivía en el Santuario, como la líder de las Saintias, se embarazó de mí… y después de Shoko… y vivimos en la Aldea de Rodorio, con Aeson como nuestro guardián… ¿por qué no recuerdo nada de esto? Más importante. ¿Por qué mamá nos trajo desde el Santuario a vivir contigo cuando tenía 3 años? Te quiero mucho papá, para mí no es importante si eres mi padre biológico o no, pero toda esta historia es muy extraña. ¿Quién es mi verdadero padre? ¿Es el mismo de Shoko? ¿Por qué nos trajo mamá específicamente contigo? Tengo tantas preguntas… -se frotó la cabeza Kyoko, Milo tan solo comenzó a pensar sobre todo lo que se había dicho.

-Las Saintias… solían ser algo así como secretos a voces… incluso los Caballeros Dorados no sabíamos de su existencia… -comenzó Milo, llamando la atención de Kyoko nuevamente-. Recién Aioros llegó al poder, la existencia de las Saintias se hizo pública… Aioros necesitaba completar a la orden de 88 Caballeros de Athena. ¿Dices que tenías 3 años cuando te trajeron aquí? –preguntó Milo, y Kyoko asintió- Concuerda con la fecha de coronación de Aioros. Si tuviera que adivinar, tu nacimiento y el de tu hermana, no fue penado ni mal visto, simplemente porque las Saintias eran un secreto para toda la orden. Con Aioros haciendo de conocimiento general la existencia de las Saintias, seguramente tu madre no tuvo opción más que huir del Santuario, y darlas en adopción a alguien de confianza, como tu padre con quien tenía una relación tan profunda en la infancia, como para verlo como el padre de sus hijas… es lo único que se me ocurre –le comentó Milo.

-Ya veo… eso significa que mamá nos abandonó porque, si el Santuario se enteraba de nuestro nacimiento, el Santuario la reprendería severamente –aceptó aquella respuesta Kyoko, pero aún quedaban bastantes interrogantes-. Pero si eso es cierto, y los Caballeros de Athena no conocían de la existencia de las Saintias, es muy poco probable que mi padre sea un Caballero de Athena, después de todo, las Saintias no existían para el resto de la orden –agregó ella.

-Umm… debió haber autoridades que supieran al respecto de todas formas… -meditó Milo al respecto-. Shion reclutó a tu madre como Saintia, lo que significaba que él lo sabía. Además de él, los Caballeros de Altar y la Copa, son los confidentes del Patriarca. Aeson era el Caballero de la Copa, y Nicole, antes de convertirse en el recipiente de Cronos, era el Caballero del Altar. Es natural pensar que él también conocía de su existencia –le comentó Milo, y Kyoko asintió, recordando a aquel Caballero de Plata-. Sin embargo, el hecho de que Nicole tuviera la misma edad de Aeson en ese tiempo, y obviando el hecho del dilema moral que se refiere a la edad, ambos tenían una posición jerárquica muy alta como para arriesgar sus cabezas, dos veces, así que dudo que tu padre fuera algún Caballero de Athena de cualquier tipo –dedujo Milo-. Pero, de todas formas, no soy detective, solo digo lo que me parece obvio. Tu padre debió ser un poblador de Rodorio –aseguró Milo.

-A riesgo de sonar como Saori, que explicación tan poco romántica –agregó Kyoko, lo que fastidió a Milo-. De todas formas, no creo que sea algo que importe realmente. Mamá murió como una Saintia en servicio, incluso antes de que me asignaran a su cargo, Maestro Milo. Así que, lo único que tengo de mi madre, son estas fotos y mi Armadura de Equuleus –continuó ella, mirando las fotos de su madre-. No puedo siquiera sentirme triste por esto. Lo poco que la conocí, ya lo he olvidado por ser tan joven. Así que no sé lo que se siente tener una madre realmente, solo un padre, podría decirse que dos si lo pienso con detenimiento –miró Kyoko a Milo, quien miró a Suhiro, quien se rascaba la cabeza sin entenderlo, lo que llamó la atención de Milo-. Lo dije en griego, no me entendió. Me sentiría horrible si la persona que me cuidó desde los 3 hasta los 11, se enterara de que la persona que me crio desde los 11 hasta mis actuales 15 años, y quien seguirá haciéndose cargo de mí por más tiempo todavía, es lo más cercano a mi figura paterna actual –sonrió ella, apenando a Milo-. Es la verdad, Saori siempre tuvo la idea totalmente equivocada sobre nuestra relación. ¿Debería comenzar a llamarlo padre frente a ella para evitar los malos entendidos? –se burló Kyoko.

-Soy tu maestro, no soy tu padre, y solamente eres tres años menor a mí, ubícate en tu realidad actual –agregó Milo poniéndose de pie, Kyoko inmediatamente se puso de pie de igual manera-. Te permití el ponerte al corriente con tu padre, pero ya desperdiciamos mucho tiempo. Tu hermana aún no aparece, y te recuerdo que tenemos una misión muy importante. Tenemos que irnos –se cruzó de brazos el de Escorpio.

-Lo comprendo, y le agradezco que me haya permitido cerrar este ciclo. Después de todo, yo ya no pertenezco a este mundo, sino al suyo y al de Saori –le recordó Kyoko, quien se viró a ver a Suhiro nuevamente-. Supongo que Shoko aún tardará en volver –agregó Kyoko en tono de pregunta, su padre supo que la reunión había terminado en ese momento.

-Estará en la escuela todavía, pronto inicia su receso –comentó Suhiro mientras observaba su reloj-. Si la vez, recuérdale que debe pasar a la tienda por leche y huevos. Si se le olvida, no habrá pastel de cumpleaños. Es más, pídele que compre el doble, ya que tendré que hacer dos pasteles, uno para Shoko, y otro para Kyoko. Te quedarás a celebrar, ¿verdad? –preguntó él. La pregunta agarró a Kyoko con la guardia baja, y desvió la mirada en dirección a Milo.

-No sé japonés… pero supongo que esto tiene que ver con lo que pasa mañana, ¿no es así? –preguntó Milo, Kyoko se apenó, pero asintió. Milo entonces suspiró, lo que apenó a Kyoko aún más-. Si todo sale bien, puedes quedarte a celebrar. Pero no llegues tarde a Grecia. Molesta o no, Saori no se perdería tu cumpleaños –agregó Milo.

-Japón y Grecia están a 7 horas de diferencia –comenzó Kyoko alegremente-. Celebraré con mi familia de Japón y estaré lista para celebrar con mi familia de Grecia. Es la ventaja de tener dos padres –se burló Kyoko, lo que fastidió nuevamente a Milo.

-Tienes un padre biológico, niña tonta. Y deberías estar preguntándote si aún continua con vida –aseguró Milo, de una forma tan frívola, que fue una sorpresa para Kyoko, quien entonces notó que había tocado una fibra sensible en Milo, quien por más que lo quisiera, no tenía forma de volver a ver a sus padres. Fue entonces que por vez primera Kyoko, genuinamente, se preguntó por la identidad de su padre biológico.

Grecia. Atenas. Isla de Milo. El Santuario del Dios de los Héroes.

-Entonces no lo imaginé… la presencia que sentí hace 13 años, ha vuelto a hacerse presente en la Isla de Milo –en lo profundo de la Isla de Milo, se encontraba un altar de roca y oro, con un par de puertas dobles agujeradas, conteniendo en su interior a un espíritu, una deidad, que era la encargada de juzgar a los que sobrevivieran a la Masacre de la Isla de Milo, masacre siempre orquestada por el Santuario para la selección del cazador más experimentado de Athena, quien habría de convertirse en el Caballero de Escorpio.

La Isla de Milo comúnmente era una tierra fértil y virgen, el asentarse en ella estaba estrictamente prohibido, y que terminaba en consecuencias sumamente desfavorables para quienes no obedecieran a esta prohibición. Aquello era algo que Saga conocía muy bien, ya que Saga tenía en buena estima a cierto discípulo que sufrió en esta isla una de las más grandes tragedias de todas, el ver a su padre y a su madre, calcinados hasta no ser más que cenizas.

Tradicionalmente, el único Caballero Dorado permitido a ingresar a la Isla de Milo, era el Caballero Dorado de Escorpio. Como sobreviviente a la Masacre de la Isla de Milo, tenía ese derecho, la isla le pertenecería mientras contara con vida. Sin embargo, con un permiso especial, otros podían entrar a la Isla de Milo, fue el caso de Saga en el pasado, y como conocedor de los secretos de la isla, fue que se le permitió volver para cerciorarse de un temor latente en la mente de otro Caballero Dorado, uno que era tan sabio, que tenía una autoridad que algunos considerarían igual a la de la Matriarca del Santuario.

-Estoy frente al Templo del Dios de los Héroes… -habló Saga telepáticamente, en su mente aparecía la cascada de Rozan en Cinco Picos, y el Viejo Maestro, Dohko, meditando frente a la misma-. Tengo que confesar que, pese a ser antiguamente un discípulo de Shion compitiendo por el puesto del Patriarca, jamás había escuchado de un Dios de los Héroes. ¿Quién es este dios? ¿Pertenece al Panteón Griego? ¿Cuál es su relación con Escorpio? –preguntó Saga.

-Eso es algo que ni yo mismo sé, Saga –le respondió Dohko, aún en su meditación. Los Dunamis de ambos Caballeros Dorados se conectaban pese a la distancia, y para Saga casi era como si Dohko estuviera sentado en su pose de meditación justo a su lado, y admirando el templo delante de él-. Incluso Shion en su papel de Patriarca, solo encontró textos sobre esta estructura que la calificaban como la herramienta de selección para los Caballeros de Escorpio. Los pergaminos sagrados solo establecían instrucciones para rellenar el veneno, ya que, como es bien sabido, ningún Caballero de Escorpio jamás ha transmitido sus enseñanzas, y solo sobrevivir a las 15 agujas, recibiéndolas en tu cuerpo en el orden correcto, mientras se está bajo la protección de la Constelación de Escorpio, culminará en que la sangre del Escorpio sobreviviente se convierta en veneno –resumió Dohko.

-Ese es el mismo conocimiento al que tuve acceso mientras estudiaba para convertirme en el Patriarca –le respondió Saga, dirigiéndose a la estructura-. En realidad, no hubiera creído nada sobre la existencia de un supuesto Dios de los Héroes, de no haberlo visto con mis propios ojos, el día en que Milo pasó la prueba… -recordó Saga el día que Milo recibió el Juicio del Escorpión Celestial, y a un Caballero Dorado, un espíritu de cabellera escarlata, lanzando sus agujas-. Tengo que decir, además, que a quien vi no era un dios, sino un Caballero Dorado –comentó él.

-Dice el Dios de las Dimensiones –le sonrió Dohko, lo que fue una sorpresa para Saga-. No me digas que en todo este tiempo no lo has sospechado, Saga. Desde que terminó la Nueva Titanomaquia, poseemos un Dominio Divino. En otras palabras, los 11 Caballeros Dorados podríamos ser considerados dioses en estos momentos. ¿No significa eso que, probablemente, no somos los primeros Caballeros Dorados en ser condecorados como tal? –preguntó Dohko, el pensamiento pasó por la mente de Saga, mientras recordaba a aquel Caballero Dorado de Escorpio-. También asumir que somos dioses a un nivel similar al de Saori, sería ser soberbio. Nuestros cuerpos siguen siendo mortales, el acceder al Dunamis sigue siendo increíblemente difícil. No tenemos sentidos agudizados, ni omnisciencia divina, ni nada de eso. Somos dioses, pero al mismo tiempo no somos dioses, somos más bien algo intermedio. Pero es gracias a este "dominio", por llamarlo de alguna manera, el que he sentido una perturbación en el cosmos. Themis era la Diosa de la Justicia y el Orden, su dominio ahora existe en mi Dunamis… y en estos momentos, siento este dominio estremecerse. Algo está por pasar, y la perturbación en mi dominio se siente justo en este lugar –aseguró Dohko.

-No puedo decir que siento lo mismo que tú, Dohko… pero sí recuerdo a una presencia maligna intentar apoderarse de mi mente hace 13 años –le comentó Saga, lo que fue una sorpresa para Dohko-. Lo que voy a decirte, podrá sonar lleno de soberbia… pero cuando enfrenté a Iapeto, logré ver realidades distintas, algunas de las cuales me llevaron por un camino maligno y oscuro –recordó Saga su combate con el Titán, y caer dentro de una grieta dimensional, presenciando varios mundos distintos, realidades alternas, con inquietantes resultados-. El fundir mi cosmos con el Dunamis de Iapeto, no hizo más que avivar un presentimiento de que tal vez, solo tal vez, yo era el epicentro de todas esas realidades. Hace 13 años, Cronos intentó apoderarse de mi mente… pero en aquella ocasión, sentí que no era el único… alguien más estaba con Cronos ese día. Cronos me dio la Daga Dorada por supuesto, pero tengo el presentimiento de que no era él quien deseaba la muerte de Athena. Durante toda la Nueva Titanomaquia, jamás me lo pareció –aseguró Saga.

-¿Intentas decirme que alguien manipulaba al titiritero? –preguntó Dohko, Saga asintió ante aquello- ¿Quién podría tener un poder tan grande como para manipular al Rey de los Titanes? Estamos hablando de un dios que solo pudo ser contenido por Zeus, Poseidón y Hades –comentó él, rascándose la barbilla, pensativo.

-Yo creo recordar a cierto dios que no se sometía, incluso al mismísimo Zeus –observó Saga a las puertas doradas del Templo de los Héroes, y de pronto, su mente fue impactada por algo, o alguien, que forzó a Saga a caer contra sus rodillas.

-¡Saga! ¿Qué ha sido eso? –preguntó Dohko, en su mente, la nariz de Saga comenzaba a sangrarle- ¡Saga! ¿Te encuentras bien? ¿Qué ha ocurrido? –insistió Dohko, pero Saga tranquilamente comenzó a incorporarse- ¿Qué ha sido eso? –preguntó.

-No estoy seguro, pero estoy bien… -le respondió Saga, limpiándose la sangre de la nariz, y mirando a la misma en su mano-. Sea lo que sea que está encerrado dentro del Templo de los Héroes, creo que es mejor que se quede allí –agregó Saga, el viento blandiendo su cabellera y su capa, mientras el de Géminis recogía su casco del suelo, derribado tras el ataque mental a su mente, manchando accidentalmente uno de los rostros del mismo con su sangre-. No sucumbiré ante nada, ni nadie… en esta realidad, en este universo, no podrás alcanzarme… no importa cuántas veces me llames –agregó Saga, dándose la vuelta, pero antes de seguir con su camino, miró una última vez a las puertas con la Constelación de Escorpio-. Aun así… tomaré las debidas precauciones. Me voy Dohko… he comprobado que lo que yace allí adentro, no es una verdadera amenaza –finalizó Saga, retirándose. Dohko aceptó su respuesta, y se desvaneció de la mente de Saga.

El Santuario. Cárcel de Urano.

-Existen en este mundo fuerzas más poderosas que los dioses, Saori –de regreso en la Cárcel de Urano, Saori conversaba con Arctos XII, anteriormente el Caballero de Plata de Horologium, declarado un traidor por levantarse en contra de los Caballeros de Athena sin explicación alguna durante la Nueva Titanomaquia-. Estas fuerzas son las que detonaron en mi traición. No espero que lo entiendas, tan solo espero que lo aceptes. Era mi destino el jugar aquel papel durante la Nueva Titanomaquia, así como era tu destino el ser criada por Milo de Escorpio. Aioros no se equivoca –aseguró Artcos XII, quien pese a estar hablando con Saori, parecía como si dirigiera sus palabras a la celda detrás de él, donde Rigel y Aeson, sentados en el fango de la misma, por alguna razón estaban muy interesados en lo que escuchaban, principalmente Aeson-. Hay pocas cosas inamovibles en el universo. El destino siendo una de las más difíciles de manipular. Casi tanto como el Ciclo Infinito –le comentó él.

-Arctos, me lastimas la cabeza. No entiendo tus mensajes crípticos –se molestó Saori-. Vine aquí buscando tu consejo. Fuiste mi mayordomo, y fuiste un Caballero de Athena. Te negaste a mi indulto, y aun no entiendo por qué. Pensé que sería mejor venir a preguntártelo personalmente, sin que hubiera una audiencia de Caballeros Dorados juzgándote de por medio –fingió una sonrisa Saori, Arctos le devolvió la misma.

-¿Se ha puesto a pensar, señorita, el por qué en estos tres años eligió precisamente hoy como el día en que habría de visitarme? –le preguntó Arctos, Saori hizo una mueca, notando que Arctos se rehusaba a dejar de ser críptico en su comunicación- Es por el destino, señorita. Incluso Cronos como el Dios del Tiempo, con toda su divinidad, solo puede manipular el tiempo en lo que se refiere a su movimiento. Tal vez usando todo su Dunamis podría concretarse algo más descabellado, un viaje al pasado, cambiar ciertos eventos, conocer a ciertas personas. Pero sin importar cuanto se cambie, hay eventos que simplemente están labrados en piedra. Está aquí porque se supone que esté aquí. Duda de su liderazgo porque se supone que dude de su liderazgo. Todo lo que ocurre, se ha escrito desde hace mucho tiempo. El destino, es inamovible. Por eso estoy convencido de que, sin importar qué, usted se convertirá en la diosa que debe ser. Despreocúpese, no está haciendo nada mal. Está haciendo lo que debe de hacer –aseguró.

-Mii me lo advirtió, pero no, yo no le hice caso –se quejó Saori, Arctos simplemente sonrió-. Mii dijo que venir a hablar contigo solo me iba a dar dolores de cabeza y a confundirme más. Pero, ¿la escuché? Obvio no. Le dije que podía confiar plenamente en quien me cuidó desde recién nacida. ¿En verdad solo vas a decirme que no haga nada y deje las cosas fluir? –preguntó ella.

-No es lo que dije –corrigió Arctos-. Lo que dije es que las cosas son como deben de ser, y que su destino es el de convertirse en una diosa genuina y verdadera. Deje de compararse con las demás Athenas, deje de compararse con lo que pudo o no pudo haber sido. Usted es Saori Kido, la encarnación actual de Atenea. Usted es Athena. Y Athena debe ser lo que usted quiera que Athena sea, no lo que los demás quieran que Athena sea –terminó él.

-Eso… sonó un poco mejor. Pero al mismo tiempo no me satisface –le respondió ella, Arctos se cruzó de brazos, y asintió-. Está bien, dejemos el tema de si soy o no una Athena competente de lado. Hay otra cosa que quería preguntarte –continuó ella, y Arctos esperó-. ¿Quién eres realmente, Arctos? Geki dijo que tu lealtad era a con Cronos, pero por más que te interrogamos, no nos das una respuesta. Han pasado 3 años ya desde la Nueva Titanomaquia, y sigues sin darme una respuesta concreta. Antes de morir, mi abuelito Cronos aceptó el que liderara a la humanidad. Siendo alguien que, según Geki, profesa lealtad a Cronos. ¿No deberías estar de mi lado? Te extraño, extraño a mi familia… ¿por qué no pueden todos simplemente, seguir siendo parte de mi mundo? ¿Por qué el mundo de Saori, no es tan importante como el mundo de Athena? –finalizó ella.

Arctos mantuvo su silencio momentáneamente. Era más que evidente que Saori no estaba bien. Era siempre forzada a recibir lecciones, y a comportarse bajo ciertos estándares, y no era como si, mientras Aioros siguiera con vida, no se la obligara a ciertas cosas. Pero desde el momento en que Saori descubrió su proceder divino, no pudo evitar sentir que todos a su alrededor cambiaron. Y aquello le causaba a Saori una tremenda inseguridad.

-Saori… -comenzó Arctos, ganando la atención de Saori, quien sonrió para él-. Lamento no poder darte palabras que te brinden la tranquilidad que deseas. Tal vez algún día podré ser enteramente sincero contigo, pero ese día no será hoy –agregó él, lo que volvió a deprimir a Saori, quien soltó aire intentando tranquilizarse, un gesto que logró dibujar una sonrisa en Arctos-. Sin embargo… sí hay una cosa que puedo decirte –le comentó, lo que volvió a llamar la atención de Saori-. Una luz de esperanza brilla sobre ti, como 12 velas que forjan quien es Saori realmente. Lo que sientes en estos momentos, es porque una de esas 12 velas se ha apagado, una vela, que pudo haberte guiado por un mejor camino. Pero una vela que, esté o no, plantó en ti la voluntad de convertirte en la diosa que nos salvará a todos. No pierdas la esperanza –aseguró él, y miró una vez más en dirección a Aeson, quien se sintió juzgado por Arctos-. Tiempos difíciles van a hacerse presentes nuevamente. Más pronto de lo que crees. Pero sin importar lo que pase, sé que estarás bien –terminó él.

-Hablar contigo es todo un dolor de cabeza, Arctos –se quejó Saori, pero por alguna razón, atinó a sonreír-. Y aun así… siento que dijiste lo que realmente necesitaba escuchar. Aunque tendré que meditar al respecto por un tiempo, te agradecería que me dijeras las cosas de una forma más digerible –terminó Saori, y comenzó a retirarse-. Voy a salir Jabu –comentó Saori, reuniéndose con Jabu a la entrada de la cueva-. En resumen… Arctos dijo que no me preocupara, que soy como debo ser –le comentó ella.

-Arctos es un prisionero curioso, no me cabe duda –le respondió Jabu, aunque apenándose inmediatamente-. Me disculpo por mi descortesía, Diosa Athena. Si tiene alguna otra instrucción especial… -intentó decir Jabu.

-No Jabu, no tengo ninguna instrucción especial. Aunque ordene a todo mundo tratarme como a una humana más, es obvio que nadie va a obedecerme –se quejó Saori, retirándose, y llegando hasta Afrodita-. Me disculpo por la tardanza, Afrodita, sé que estoy siendo una molestia –reverenció Saori.

-Los dioses no se disculpan ante los mortales, Diosa Athena. Estoy a sus humildes servicios –reverenció Afrodita, lo que fue una molestia para Saori, quien suspiró, y comenzó a retirarse. Afrodita blandió su capa, y comenzó a caminar detrás de ella, en silencio, aunque notando lo cabizbaja que se veía Saori-. Algo la inquieta –comenzó entonces.

-Oh, entonces los Caballeros Dorados sí que pueden dirigirme la palabra sin que yo se los pida –se molestó Saori, Afrodita no dijo nada, solo continuó caminando tras de ella-. Obviamente que algo me molesta, conviví con todos ustedes desde los 6 hasta los 10 años, y todos me trataron con familiaridad, cariño, y calidez. Pero ahora que es de conocimiento popular que soy Athena, solo encuentro servidumbre, indiferencia, y exigencias. ¿Cómo crees que se siente eso? Por cierto, tienes mi real permiso de responder –se quejó Saori con sarcasmo.

-En toda la historia del Santuario, el mantener a Athena aislada del mundo mortal, ha sido la norma. Su crianza fue… distinta… -aceptó Afrodita, lo que molestó a Saori aún más-. Se le permitió ser criada por ajenos al Santuario, y cuando llegó al Santuario, la trataron como a una Escudera. Le repito que su crianza, no fue normal… -agregó él.

-Tampoco la de Sasha, quien era mi antecesora, y aunque no pueda acceder a sus memorias, tampoco fue el caso de la Athena de Cabellera Escarlata –le comentó ella, Afrodita pensó al respecto, curiosidad más que evidente en su mirada, pero Saori simplemente le dio la espalda nuevamente con molestia-. No importa, por más que investigo no encuentro nada sobre esa dichosa Athena –se quejó ella.

-Entonces, si aún se me permite derecho a réplica, permítame hacerle un comentario –comenzó Afrodita, por su tono de voz, era más que evidente que estaba molesto, lo que no pasó desapercibido por Saori-. No puedo hablar por la Athena de Cabellera Escarlata, pero sí por aquella a la que llama Sasha. Y si es tan diestra en la historia del Santuario como las Saintias esperan de usted, entonces sabe el cómo terminó la Athena que fue criada fuera del Santuario –agregó Afrodita, lo que fue una apuñalada en el corazón de Saori-. Sin mencionar que, aunque sea un secreto a voces, usted sabe lo que ocurrió también con aquella otra Athena –le recordó Afrodita, regresando a Saori una vez más en el tiempo, al único recuerdo al que podía acceder sobre aquella Athena, y a su muerte en manos de tres Caballeros Dorados.

-Lo sé… sé exactamente cómo terminaron aquellas dos Athenas… -lloró Saori, lo que conmocionó a Afrodita, quien se sintió levemente culpable por sus palabras-. ¿Por qué no entienden entonces, lo importante que es para mí el que dejen de tratarme con semejante frialdad? ¿Han considerado siquiera el cómo me siento al respecto? Aquella vez, hace tres años… no me hubiera importado morir a manos de Cronos si eso evitaba más tragedias… no significa que quiera morir… -lloró Athena, cayendo en sus rodillas, y entregándose al dolor. Afrodita pensó al respecto. En su mente, a la niña de 10 años se le permitía tener estos sentimientos, pero a esta Saori, supuestamente más madura, probablemente se le estaba exigiendo demasiado.

-Supongo que así debió sentirse Aioros… cuando eligió entregarla a Milo como Escudera… -se dijo Afrodita a sí mismo, meditando al respecto. Ante sus ojos, el que Athena se desplomara al suelo, y se entregara al llanto, era una debilidad. Otros dioses la juzgarían, otros dioses se burlarían. Pero al mismo tiempo, un pensamiento rondó por la mente de Afrodita-. Otros dioses… considerarían a los humanos una molestia pasajera –se susurró a sí mismo Afrodita, mientras Saori se secaba las lágrimas, y sorbía por la nariz con fuerza-. Al final… supongo que los Titanes también sucumbieron ante el amor humano… eso es lo que querías enseñarnos, ¿no es así, Aioros? –terminó Afrodita, y miró a Saori, por fin recuperándose de su llanto, y resumiendo la caminata, con el vestido ya sucio por haber caído sobre sus rodillas- Puede que Saori no sea una diosa como las demás… pero… ¿es eso malo? A mí me parece… muy hermoso… -susurró.

-¿Di-dijiste algo? –preguntó Saori, virándose un poco para ver a Afrodita, y encontrándolo caminando con los ojos cerrados, pensativo- Por supuesto que no dijiste nada… solo… eres mi Caballero Dorado y nada más… -terminó con sus ojos humedecidos, deteniendo a Afrodita en su andar, Saori tan solo siguió adelante.

-Un pensamiento acaba de pasar por mi mente –comenzó Afrodita, Saori se detuvo, y se viró para observarlo con detenimiento-. Shion, cuando solía ser el Patriarca del Santuario, solía bajar del Santuario y visitar tanto a Rodorio como a Ágora, cuidando de su pueblo –le comentó él, lo que Saori no comprendía-. En ese entonces solo habíamos 5 Caballeros Dorados. Mephisto de Cáncer, Saga de Géminis, Aioros de Sagitario, Shura de Capricornio, y un servidor. Atendiendo a las viejas costumbres, uno de nosotros habría de convertirse en el siguiente Patriarca… Shion nos invitó a los 5 a pasear por los pueblos de Rodorio y Ágora. Lo hizo así, por todo un mes. Recuerdo que la tarea me resultaba, molesta, estresante, e indigna. Para Mephisto era una carga también, le fastidiaba. Shura… bueno, él no mostraba emoción alguna, casi era como si no estuviera. Solo dos de los Caballeros Dorados, se presentaron ante el pueblo, Saga, y Aioros… al poco tiempo, Shion solo llevaba a Saga y a Aioros al pueblo. El resto… era como si no existiéramos… incluso cuando la Nueva Titanomaquia terminó, y las puertas del Santuario se abrieron para que los pobladores de los pueblos cercanos pudieran prestar sus respetos a Aioros de Sagitario… creo recordar que los pobladores no parecían reaccionar a nuestra presencia. Nuestras armaduras estaban rotas, vestíamos de civil. Pero a Saga no tuvieron problema en reconocerlo sin su Armadura Dorada –le comentó Afrodita, lo que fue una curiosa anécdota para Saori, quien se mantuvo pensativa al respecto-. Recuerdo en ese momento haber pensado algo similar a: "luchamos por ustedes, arriesgamos nuestras vidas contra los Titanes, y ustedes ignorantes ni siquiera saben quiénes somos." Dicen que los héroes verdaderos no necesitan reconocimiento, pero… fue un sentimiento solitario… -admitió Afrodita, y miró a Saori directamente-. Como Caballero Dorado, el pensar en trivialidades como el reconocimiento, debería ser algo indiferente para mí… sin embargo, la realidad es muy diferente. Tal vez no soy digno de ser un Caballero Dorado… -dedujo él.

-O tal vez, deberías ser el Caballero Dorado que tú quieres ser, no el que los demás quieren que seas… -agregó Saori, sonriente-. Creo que ya entendí el discurso rebuscado de Arctos… él simplemente no se sabe explicar –admitió Saori, Afrodita solo esperó, confundido-. Afrodita. ¿Te gustaría pasear por Rodorio y Ágora conmigo? –preguntó.

-Eso… sería irresponsable, y contra el código de ética de un Caballero Dorado –agregó Afrodita, cruzándose de brazos, y deprimiendo a Saori-. Pero supongo… que si es una orden de la Diosa Athena –comenzó sonriente, dibujando una sonrisa también en Saori.

-No es una orden, es una invitación –corrigió Saori-. Y es cortesía general el que un verdadero caballero, acepte una invitación de una señorita, en especial de una tan atractiva como yo –declaró ella, Afrodita sonrió, y ambos comenzaron a dirigirse a los pueblos cercanos.

Japón. Tokio. Academia Meteor.

-¡Alto allí bandido! –de regreso en Japón, a la entrada de una prestigiosa academia para jóvenes señoritas, una malhumorada monja comenzó a caminar a largas zancadas, mientras varios grupos dispersos de estudiantes observaban curiosas a Milo caminar despreocupadamente, con dos cajas pesadas, una de oro y una de bronce, sobre su espalda, mientras una nerviosa Kyoko caminaba a su lado- ¡Deténgase o llamaré a la policía! ¿Acaso no habla japonés? ¡Deténgase dije! –se quejaba la monja.

-¿Qué quiere la bruja en el traje de pingüino? –preguntó Milo a Kyoko, quien tuvo que cubrirse los labios para no reírse tras escuchar aquello ultimo- ¿Y por qué todos me miran así? –continuó preguntando despreocupadamente.

-Primero, me sorprende que sepa lo que es un pingüino, pero no entienda lo que es una monja –comenzó Kyoko, Milo solo la miró con molestia-. Una monja es una… sacerdotisa de Dios… no de cualquier Dios, del Dios que es Dios… ¿me entiende? El Dios de los Cristianos –explicó ella.

-No siento un cosmos en esta sacerdotisa del Dios Cristiano –comentó Milo, preparando su aguja-. Pero si debo pelear por pasar como pasa en las 12 Casas, no pienso contenerme –prosiguió él, escandalizando a Kyoko.

-¡No-no! ¡Las monjas no son guerreras de Dios! ¡No en el sentido bélico de la palabra! –lo tomó de la mano Kyoko, escandalizando a las chicas, y de paso a la monja- Ella simplemente quiere que se vaya porque esta es una academia solo de chicas. Los hombres no están permitidos aquí –admitió ella.

-No voy a usar una máscara para que me dejen pasar. Dile a la Guerrera de Dios que no fastidie, mi paciencia tiene sus límites –continuó Milo, la monja ya se le había adelantado, y comenzaba a reprenderlo en japonés-. Las Guerreras de Dios son un fastidio. ¡Restricción! –declaró Milo, dejando a la monja petrificada y convulsionándose, y a Kyoko escandalizada por lo que acababa de suceder-. El Dios Cristiano requiere de mejores guerreros –terminó Milo, continuando con su camino por la Academia.

-No soy Cristiana, pero Dios perdona a mi maestro, él no es malo realmente. Lo siento mucho, hermana –reverenció Kyoko, antes de correr en dirección a Milo-. ¿Ella va a estar bien? ¿Qué le pasa a una humana que no puede manipular el cosmos cuando se usa la Restricción sobre ella? –preguntó Kyoko mortificada.

-Como si me importara, si a su Dios le molesta tanto, pues que baje y me lo diga al rostro. Dioses más imponentes que él lo han intentado y han fallado –se quejó Milo, evidentemente de mal humor.

-Dios es amor y paz, no guerra y belicosidad… no voy a discutir religiones con usted… si ve a una monja, déjeme manejarlo a mí por favor –se quejó Kyoko, Milo suspiró, calmándose, Kyoko solo se avergonzó aún más-. Maestro… me da mucha vergüenza a veces. Compórtese por favor –se quejó Kyoko.

-Basta Kyoko, concéntrate… -comenzó Milo, por el tono de su voz, era evidente que algo estaba pasando, por lo que Kyoko concentró su cosmos, pero no lograba sentir nada-. Siento algo… no es un cosmos, es algo un tanto más antiguo, de no ser por mi Dunamis no lo habría percibido… -le comentó él, Kyoko se puso a la defensiva, pero diferente de Milo, ella no podía percibir nada, al menos no en un principio, ya que Kyoko no tardó en sentir una fragancia delicada golpeando su nariz, además de sentir una sensación que le parecía muy familiar-. ¿Lo sientes? –preguntó Milo, y Kyoko asintió.

-El Edén Oscuro… lo he sentido antes… hace 4 años… -comentó Kyoko, virándose, y encontrando a las estudiantes, y a la monja, noqueadas en contra del suelo-. Está ocurriendo, es igual que hace 4 años –se preocupó ella.

-No es igual que hace 4 años –respondió Milo, colocando la Caja de Pandora de Equuleus frente a ella-. Diferente de aquella vez, hoy puedes hacerles frente. Andando –elevó su cosmos Milo, y la Armadura de Escorpio fue liberada de la Caja de Pandora, revistiendo al de Escorpio de Dorado. Kyoko accionó la cadena de su propia Caja de Pandora, esta estalló de igual forma, y la vistió a ella con la Armadura de Equuleus-. Concentra tu cosmos, busca a tu hermana –ordenó Milo, pero Kyoko ya había virado su rostro en una dirección en específico.

-La encontré… siempre la encuentro… -le sonrió Kyoko, Milo asintió, y ambos corrieron en dirección a la parte trasera de la escuela, donde había un campo de flores y una fuente, misma en la que una pelirroja se encontraba sentada, en alguna especie de trance, mientras una mujer de piel pálida, con una lengua larga, y colmillos sobresaliéndole de los labios, se acercaba a la joven en trance-. ¡Shoko! –gritó Kyoko, la pelirroja despertó, se percató de la mujer frente a ella, y pegó un grito de sorpresa- ¡Deja a mi hermana! ¡Meteoros de Equuleus! –gritó Kyoko, la mujer que intentaba apoderarse de Shoko se sorprendió, y fue impactada por los meteoros, cuya potencia empujaron a Shoko algunos metros hacia atrás, pero la pelirroja terminó cayendo en brazos de su hermana-. Me alegro de haber llegado a tiempo, Shoko… -agregó Kyoko, sonriente, la pelirroja en sus brazos la miró extrañada.

-¿Eres mi hermana… Kyoko? –preguntó la chica, sus ojos quebrándose por la sorpresa mientras frente a ella, por fin, después de tantos años, su querida hermana había regresado. Momentáneamente, la presencia de aquella mujer de aspecto vampírico, había pasado a segundo plano.

-Si… he vuelto, Shoko –agregó mientras la ponía de regreso en el suelo-. Ahora… soy la Saintia de Equuleus al servicio de la señorita Athena –agregó sonriente, más su sonrisa se borró en el momento en que detrás de ella, la mujer cuyo cuerpo ahora se rodeaba de lianas oscuras, resumía su ataque-. Te explicaré más tarde… ahora retrocede, Shoko. ¡Meteoros de Equuleus! –atacó Kyoko, repeliendo las lianas, forzando a la mujer a retroceder, y a Shoko a admirar con sorpresa el brillo despedido por los puños de su hermana mayor.

-Jujuju… una Saintia, ¿no es así? –respondió la mujer, Atë, o al menos Kyoko pensó que se trataba de ella, ya que su maestro le había contado sobre ella y su enfrentamiento en la Torre de Tokyo. El cuerpo de Atë se despedazó, pero su voz continuó llegando desde sus espaldas, cuando otra Atë se materializó e intentó llegar a Shoko-. Me temo que tengo demasiada Energía del Caos para que tu poder sea suficiente para desafiarme niña –susurró la Dríade, asustando a Shoko, quien intentó retroceder mientras Atë se abalanzaba en contra de ella, más su cabeza fue perforada por una tira de cosmos salida del dedo de Kyoko, quien, sin remordimiento alguno, atacó veloz y precisa.

-Tus clones no me asustan, Dríade… he sido entrenada por Milo de Escorpio, el cazador más experimentado del Santuario –enunció Kyoko, virándose, y pateando a otro clon de Atë que en esos momentos se formaba detrás de ella, impactándola con una patada, y destrozando al clon que se convirtió en pétalos, escandalizando a Shoko aún más.

-¿El Escorpio está aquí? –escuchó Kyoko, se dio la vuelta una vez más, y encontró a una Atë revestida en una armadura, rodeada de más de sus clones- De manera que ha venido a volver a molestarme. ¿Por qué el cobarde no ha dado a la cara? –preguntó la mujer.

-El cobarde, es un cazador experimentado –escuchó Atë, detrás de ella Milo se materializó, con una sonrisa cínica, impresionando a Atë-. ¿El concepto de carnada te es familiar? Sabía que te expondrías tarde o temprano, solo debía esperar el momento correcto –alzó su dedo Milo, de este se desprendieron destellos escarlatas, y estos perforaron las frentes de todos los clones de Atë, dejando únicamente a la verdadera frente a él-. Nunca olvido un olor… mucho menos esa fragancia repugnante con la que rodeaste a toda la Academia Meteor. ¿Cómo es que sobreviviste? Aunque no creo que importe tanto, esta vez, no dejaré nada de ti –amenazó Milo, intimidando a Atë.

-Este resplandor como el sol… es él… es la persona que nos salvó a mí y a mi hermana… es la persona dorada –comentó Shoko, arrodillada en el suelo, sin saber el cómo procesar todo lo que estaba pasando a su alrededor.

-Fufufu… -comenzó Atë, muy poco impresionada por la presencia del Caballero Dorado-. Así que sí viniste, Caballero de Escorpio. Pero te equivocas si piensas que vas a interponerte entre yo y mi madre… no soy la misma a la que enfrentaste hace 5 años, chiquillo impertinente –ante su sonrisa despiadada, un cosmos bastante más alto que el que Milo había sentido hace 5 años se hizo presente, un cosmos que desafiaba incluso al cosmos dorado del de Escorpio.

-¿Madre? ¿De qué está hablando? –preguntó Shoko, Kyoko tan solo se colocó frente a su hermana, dispuesta a protegerla ante todo, pero retrocediendo para forzarla a retroceder de igual manera- Hermana, ¿qué está pasando? –insistió nuevamente la pelirroja.

-No hay tiempo de explicarte, Shoko –agregó ella nerviosamente-. Yo solo sé en estos momentos que, pese a todo mi entrenamiento, al sentir el cosmos de Atë me doy cuenta de que no soy rival. Lo lamento, Maestro Milo, lo he defraudado –se apenó ella.

-No es del todo correcto… -aclaró Milo, su mirada dejó de ser arrogante y desafiante, volviéndose aguerrida y concentrada-. La Atë a la que enfrenté hace 5 años, sería presa fácil para tus habilidades actuales –le explicó Milo, molestando a Atë, quien notó que pese a las palabras del de Escorpio, este no se dignaba siquiera a levantar su defensa-. La Atë que permanece frente a nosotros en estos momentos por otra parte… complicaría al más experimentado de los Caballeros de Plata… pero sigue estando muy por debajo del poder de un Caballero Dorado… -le aseguró Milo.

-Fufu… niñito impertinente. Estás frente a la líder de las Dríades al servicio de la Diosa Eris. Atë de la Ruina. ¡Te empalaré en honor a nuestra madre! ¡Millar de Hilos! –atacó Atë, alzando varias raíces del suelo, mismas que se abalanzaron contra el de Escorpio, quien suspiró con decepción.

-Qué aburrido. ¿Esto es todo lo que la líder de las Dríades puede hacer? –se burló Milo, su velocidad evadiendo todas las lianas, pero fallando en darse cuenta de una liana que comenzaba a salir de debajo de la tierra a sus pies, misma que estalló en una prisión de lianas que envolvieron al de Escorpio, preocupando a Kyoko y a Shoko. Milo intentó mover su brazo, pero este estaba afianzado entre las lianas.

-Es inútil… esa enredadera está imbuida con el poder de la señora Eris –comenzó Atë de forma arrogante-. Puedo moverla libremente para asegurar que mi presa no escape. Fufu… he esperado el momento para hacerte pedazos con mis propias manos… desde hace 5 años, ¡cuando me arrebataste la oportunidad de despertar a madre después de toda una eternidad! Pero en estos 5 años, no solo he reunido poder de la sangre derramada por los conflictos humanos que proveyeron a este cuerpo con su belleza. ¡Sino que, gracias a la guerra entre Caballeros Dorados y Titanes, he logrado renacer en algo superior! ¡Algo divino! –enunció Atë, su cosmos estalló, liberando a su alrededor una dimensión portátil que recordaba a Milo sobre el Dunamis Absoluto de los Titanes, pero que para Atë era algo más- ¡Bienvenido seas, Milo de Escorpio, a mi Edén Oscuro personal! –declaró Atë, transportando a toda la Academia Meteor al espacio, a su propia isla flotante, rodeada de flores amarillas que danzaban con el viento, rodeado de una bóveda celeste aparentemente personal, y desde la cual se veía de fondo al Cometa Repulse, aquel cometa que incineraba la preocupación de Kyoko, y que representaba un fracaso personal del de Escorpio que aún hoy en día intentaba remediar- El Reinado del Caos… comenzará con tu sacrificio –terminó ella, regocijándose en una carcajada, gracias al tremendo poder adquirido por las Energías del Caos reinantes, generadas en la Nueva Titanomaquia.