CRIMEN Y CASTIGO
Parte 1: Skyfall
Limpiar la chimenea de la librería no era algo que Aziraphale hubiera hecho antes porque nunca había visto la necesidad de ello; sin embargo no tenía ningunas ganas de que una pavesa de la sobrecargada chimenea originase un incendio en su ausencia, como le había comentado esa mañana la señora Sandwich que podía ocurrir si no se limpiaban con regularidad, así que, alarmado, se había puesto manos a la obra.
Provisto de un cubo y una pala conveniente, estaba retirando ceniza cuando un pliego de papeles, semidestruidos por la acción del fuego, llamó su atención. Él nunca arrojaba papeles a la chimenea y mucho menos escritos (tenía un respeto que rayaba casi en la devoción por todo tipo de comunicaciones escritas) y pese a que en algunas partes el fuego había dañado mucho la escritura, reconoció de inmediato la letra picuda y sinuosa de Crowley. Por inercia, comenzó a leer lo que podía descifrarse de la primera página. Diez segundos después, tuvo que sentarse temblando como una hoja, aunque no por ello dejó de leer…
… me pregunto si los humanos también sentirán terror cuando se sienten en peligro de muerte. Ese tipo especial de terror que hace que la sangre se te solidifique en las venas y se convierta en hielo abrasador, que te abre un pozo sin fondo en el estómago y que empapa todo tu cuerpo en un sudor frío como la tumba… porque yo sí lo sentí. Precipitado al vacío, ni siquiera podía esperar estar muerto al llegar al suelo, como le ocurre a algunos humanos al caer desde gran altura. No. Yo no… desde que noté el último empujón en el pecho, con mis alas rotas, la sensación del viento alrededor de mí que tantas veces había sentido al volar se convirtió en un torbellino descontrolado mientras caía como una piedra a velocidad letal hacia el suelo. Un instante después de mis plumas empezaron surgir hilos de humo… que se fueron convirtiendo en llamas a medida que seguía cayendo como Ícaro, maldecido por los dioses por su atrevimiento, convertido en espantosa estrella fugaz. Porque eso es lo que había sido en realidad…
Caí y caí, mientras mis plumas ardían y mi piel se abrasaba. Una agonía larga para la que no estaba preparado… para la que ningún ángel ni demonio está preparado, pues aunque mis alas ardían, la pena que me abrasaba el corazón era infinitamente peor. Solo deseaba quedar inconsciente con el golpe final, inconsciente tal vez durante eones, pues sabía que la muerte me estaba completamente negada. El terror aumentó cuando supe que la tierra no me pararía; pese al humo que me cegaba y las lágrimas que llenaban mis ojos por el dolor y la pena, pude ver como ésta se abría como las fauces de una espantosa criatura ancestral y me engullía; y pese a todo seguía cayendo, esta vez en la oscuridad, rota tan solo por el fuego que consumía mis alas y que se cerraba cada vez más sobre mí, como recordatorio de lo que me esperaba, ya para siempre, desde ese momento en adelante.
El final llegó abruptamente, sustituyendo el frío mortal del viento, que me había llenado la piel de cortes como mil cuchillos, por un angustioso calor opresivo al zambullirme como una exhalación en un lago de brea y azufre en el mismo corazón del infierno. Tal velocidad llevaba que me golpeé con el fondo de la profunda sima, y mi cuerpo aulló de dolor con ese nuevo castigo. Mi maldito instinto me impulsó a subir a la superficie, y lentamente, medio asfixiado, nadé hacia arriba durante una eternidad, hasta conseguir sacar la cabeza de aquel pestilente lodo. Por instinto también, tomé una bocanada del pestilente aire infernal, como una criatura recién nacida en el seno de la tierra, y tosí hasta casi echar los pulmones por la boca por los irritantes vapores sulfurosos del lago. A mi alrededor, más ángeles caídos entraban en barrena y ardiendo en el lago… y cuando me arrastraba entre el lodo pegajoso de la orilla para salir de allí, vi una bola de fuego de tamaño descomunal que levantó una enorme columna de brea al impactar contra la superficie. Y se me encogió el corazón cuando supe que era él, e intenté volver al lago arrastrándome para prestarle algún auxilio, pese a que estaba al borde de la inconsciencia.
Luzbel… no, no, no…por favor…él también no…- las fuerzas me traicionaron y todo se volvió negro…
Parte 2: Dancing with the devil
Aziraphale tardó un largo rato en recomponerse después de leer estas palabras. Era el relato de puño y letra del propio Crowley narrando su Caída del Cielo y sus sentimientos al convertirse en un demonio. El ángel sabía que si Crowley había desechado ese escrito era para que nadie lo leyese y sin embargo, aun sintiendo que estaba asomándose a la parte más íntima y privada de la memoria de su amigo sin su permiso, decidió continuar leyendo.
Estaba claro que algo debía haberle empujado a ponerlo por escrito y si, entendiendo mejor lo ocurrido podía ayudar de algún modo a su demonio, no dudaría en leerlo aunque cada palabra sobre su sufrimiento le estuviese doliendo como un puñetazo.
Con sumo cuidado, llevó el chamuscado legajo al escritorio y lo depositó con cuidado sobre un papel encerado. Se puso unos guantes blancos y cogió un pincel de suave pelo de marta. Fue pasando las páginas con él, tomando mil precauciones para que no se desintegrara más. Seguía una parte ilegible de varias páginas, pues el fuego había quemado la tinta e incluso el papel en algunas partes, pero cuando pudo encontrar la siguiente parte más o menos intacta, no daba crédito a lo que leía.
… atrajo mi atención. No había idea suya que no me diera qué pensar, y como de costumbre, me preguntó que me parecía a mí. Como siempre, quería escuchar mis opiniones y las respetaba, e incluso matizaba sus geniales ideas con mis aportaciones. En esa ocasión estaba explicándome que se le había ocurrido que sería más enriquecedor que todo el mundo pensara sobre cómo hacer algo, en lugar de esperar a que Ella dijera como había que hacer las cosas y simplemente realizarlo sin pensar en ello. Recuerdo perfectamente toda la conversación como si la hubiera tenido hace diez minutos, y es como si pudiera ver su cara y oír su voz en este preciso momento.
Si, verás, se trataría de que todo el que quisiera dijera: pues yo creo que este problema se podría arreglar así… por ejemplo, lo del tema ese de la lluvia. Tiene que llover para que las plantas funcionen, y las plantas hacen falta a su vez para que los animales también funcionen, de acuerdo; pero en lugar de llover aleatoriamente, pues podía llover siempre en las mismas circunstancias y durante el mismo tiempo, y así todos podrían preverlo y evitar los inconvenientes…Quedarían los beneficios nada más, evitando los inconvenientes ¿entiendes?- me dijo, con su deslumbrante sonrisa y entusiasmado con la idea- Pues a esto me refiero… que se puede mejorar lo que se está haciendo.
Pero… estás insinuando que Ella está haciendo chapuzas, Luzbel? – recuerdo que le contesté, preocupado.
No, no, para nada, que horror. Permíteme que lo matice. – respiró hondo y se giró hacia mí, rozando sus magníficas alas con las mías un segundo al moverse- Tal vez, como Ella tiene tanto que hacer, pues se le ha pasado por alto un poco afinar ciertas cosas, y así la ayudaríamos a que saliera todo lo mejor posible, como buenos hijos… Hablo de ayudar a mamá, firey.
Firey, así me llamaba siempre por el color de mi pelo… recuerdo que me parecía un apodo de lo más chulo… en realidad, todo lo que viniera de él me parecía de lo más chulo, si he de ser sincero conmigo mismo.
Ayudarla? Como si tuviese mucho trabajo? Pero… Ella es Omnipotente…
Si, claro, pero en realidad, no sería más dulce por nuestra parte ayudarla? Aunque Ella pueda hacerlo sola de sobra… no olvidemos que al séptimo día se tomó un descanso… y es que creo que deberíamos cuidarla. Y así… - se volvió y miró hacia la infinitud del nuevo universo recién creado. Las estrellas brillaban en sus ojos- la Creación también tendría un poquito de nosotros, y como a fin de cuentas somos sus hijos, pues todo queda en familia, no crees, hermano?
Bueno, si es por ayudarla… supongo que está bien. Ayudar es bueno, a Ella le gusta que cooperemos y…
No pude seguir hablando. Me sonrió y, tomando mis manos, hizo algo que en ese momento no entendí. Acercó su boca a la mía y tocó con sus labios mis labios. Pensé que era una especie de juego o idea nueva que había inventado y le miré con curiosidad.
Que inteligente eres. Sabía que entenderías mi idea a la perfección.
Luzbel…yo… eso que has hecho ahora…?
Oh, no es más que una forma de decir que te tengo en mucha estima.
Me sobresalté al escuchar una voz detrás de mí. El tono de la misma distaba mucho de ser amable, y al girarme reconocí al arcángel Gabriel que se acercaba a nosotros a grandes zancadas.
¿Qué creéis que estáis haciendo? Ese comportamiento es odioso a los ojos de Ella…- dijo, y me agarró por un ala para separarme de Luzbel de un tirón.
Pero, si sólo es una manera de demostrar amistad – protesté, retrocediendo y volviéndome para evitar la molestia sobre la articulación, tal como me había enseñado Luzbel en una ocasión.
Esto solo irritó a Gabriel, que al parecer, pretendía retorcerme el ala como hacía a menudo con los ángeles bajo su mando para corregir alguna falta.
¿Además te resistes a la corrección? ¿Se puede saber que te has creído, cretino?
Gabriel, por favor, déjale- dijo Luzbel saliendo en mi defensa- El chico solo…
Cállate, embaucador! Vas por un pésimo camino – contestó furioso Gabriel, abriendo las alas. Al hacerlo, me golpeó con una de ellas en la cara- De seguir así…
Eres tú el que vas por mal camino, Gabriel! –grité, furioso por el golpe en la cara- Sólo estábamos hablando sobre cosas útiles, no como tú, que lo único que haces es molestar a todo el mundo, estúpido engreído de mierda!
Ambos ángeles se me quedaron mirando sorprendidos por mi explosión de ira. Gabriel con horror, y Luzbel, con admiración. Debía haber sabido en el lío en el que me estaba metiendo…
Parte 3: Betrayal and desolation:
Desde que fui creado, nunca me habían dicho que algo de lo que había hecho era incorrecto o estaba mal. Jamás había recibido una reprimenda de mis superiores. Tampoco una mirada de desaprobación; si acaso, alguna de cansancio de los ángeles más antiguos ante mis numerosas preguntas, pero nada que pudiera calificarse como una falta, ni siquiera leve.
Sin embargo, allí estaba yo, desnudo desde la cintura y con las alas extendidas, en el despacho de Gabriel, temblando y sin poder explicarme aún cómo era posible que me viese en esa situación. Mi cuerpo se estremeció al sentir el primer impacto de la disciplina y una sensación desconocida, la de dolor, me sacudió de la cabeza a los pies. Abrí la boca pero no fui capaz de articular ningún sonido. Con el siguiente golpe la cerré, y también los ojos. Entendía que había pecado al dejar que la ira me invadiese y que por tanto debía expiar mi falta y que Gabriel sólo estaba cumpliendo con su deber. Pero sin embargo, debía luchar contra el impulso de girarme, arrancarle el azote de la mano y gritarle "Si ha sido tu culpa por entrometerte!" pero eso no estaba bien. No era lo que se esperaba de un ángel. Y el pensamiento de no haber hecho lo correcto, junto con los golpes que no cesaban, fue lo que me hizo encogerme, desolado y avergonzado de mí mismo.
¡Despliega las alas inmediatamente! No he acabado aún. Tienes mucha penitencia por delante todavía.
Cuando Gabriel por fin me permitió marcharme, me coloqué trabajosamente la túnica y, arrastrando las magulladas alas y con la cabeza baja, salí de su despacho. Lo que quería de verdad era esconderme en algún lugar tranquilo, pero el arcángel me había impuesto además trabajo extra en el departamento de mantenimiento (en este caso, orden y limpieza) y debía presentarme allí de inmediato. Me dirigí a las escaleras de bajada para ir al sótano, pero Luzbel me abordó tan pronto como perdí de vista a Gabriel.
Firey! Firey, amigo, estás bien? – me miró preocupado y al ver mis alas en el suelo, su rostro se contrajo en una mueca de ira- No! No… no me digas que ese bastardo te ha puesto las manos encima…
Luzbel… yo… él ha hecho lo que debía, no tenía que haberle hablado de esa manera – dije, avergonzado y evitando su mirada- la ira…
Esto no tiene nada que ver con lo que tú hayas hecho, Firey. Ese individuo tiene los humos muy subidos y se ha creído que es el dueño del Cielo…- se arrodilló junto a mis alas antes de que pudiera evitarlo y tomó una entre sus manos, invocando su poder celestial para curarlas – Ayer mismo, a Beelz también…
Me agaché y traté de retroceder para impedir que siguiera haciendo lo que se hubiera considerado un milagro superfluo cuando me quedé inmóvil al escucharle.
Que a Beelz también…? – dije, horrorizado- Pero, por qué? Si es uno de los mejores ángeles del cielo! Que está pasando, Luzbel?
Pues lo que trato de explicarte, Firey. Que Gabriel, Miguel y su camarilla de arcángeles creen que el Cielo es suyo, que son Ella o algo así, y están abusando de todos los ángeles con cerebro y agallas que hay aquí. Quieren corderitos que obedezcan ciegamente sus tonterías, y cuando alguno le planta cara con toda la razón, intentan machacarlo. Mira lo que te han hecho a ti!
No…- sacudí la cabeza- Ellos están al mando porque la Omnipotente les ha puesto en ese lugar. Es Su voluntad…
Vamos, Firey… estás hecho polvo, tienes que descansar un rato. Vente con nosotros, estamos todos en el almacén que hay junto a la armería. Allí podrás…
Nnno… no puedo… tengo que hacer trabajos de…
Entonces me miró a los ojos mientras me ponía una mano sobre la frente
Firey, cariño, tienes fiebre. Ese malnacido se ha ensañado bien contigo – su otra mano se apoyó sobre mi pecho, justo encima del corazón. Entonces me estremecí por segunda vez en el día, y aunque esta vez no fue de dolor, las piernas ya no me sostuvieron- Vamos, ven con nosotros, estamos allí todos: Beelz, Lial, Levi… - su mirada se hizo más intensa mientras me llevaba casi a pulso con él- Por cierto, Levi ha creado algo que es estupendo para darse ánimos… alcohol, creo que lo llama…
El timbre de la librería taladró el silencioso ambiente del establecimiento de Aziraphale, haciendo que el ángel saltara prácticamente de la silla. "ESTA CERRADO!" gritó de malos modos y se levantó para colgar el cartel en la puerta que indicaba el cierre de la librería, pese a que no eran más que las doce de la mañana. Volvió a la silla tan pronto como lo hizo, horrorizado por lo que estaba leyendo pero sin poder despegarse de aquel maltrecho legajo medio carbonizado. Desde fuera, veía la tremenda manipulación que Luzbel, el favorito de Ella, había ejercido sobre otros ángeles y especialmente sobre Crowley, arrastrándoles prácticamente al infierno con él. Les había seducido y tentado incluso siendo un ángel, incluso siendo ellos ángeles también, con una eficacia e implacabilidad que le había puesto todos los pelos de punta. Era peor que el más mortal de los venenos… no podía entender como un ángel, y no cualquier ángel, sino el amado Luzbel, tenía un alma tan tóxica.
Y aún le quedaba por leer la peor parte.
… cuando por fin recuperé el conocimiento, vi a algunos de los otros tumbados también en la orilla de aquél infecto lago. Estaban tan demacrados como yo, debilitados por la batalla contra los ángeles y hechos cisco por la caída del Cielo. Sin embargo, Luzbel estaba allí, de pie, y aunque sus alas estaban tan quemadas como las de los demás, las mantenía erguidas con orgullosa pose. Sin embargo, cuando le miré a la cara estaba llorando. Llorando de rabia y de impotencia, mirando hacia arriba y gritando con voz de trueno.
Como pude, me arrastré hacia él. Estaba asustado… no, que narices, estaba aterrorizado, pero quería consolarle, quería decirle que haríamos cualquier cosa, lo que fuese, para volver al Cielo, para volver junto a Ella, porque tal como él había dicho, éramos los ángeles más inteligentes de todos, ¿no? Y que entre todos se nos ocurriría la manera de conseguir que Ella nos perdonara.
Luzbel… Luzbel, soy yo…- me puse de pie trabajosamente, y me acerqué para tratar de confortarle- n…no te preocupes, todo podrá arreglarse…
NO VUELVAS A LLAMARME LUZBEL JAMÁS! – durante un instante, pensé que del techo se había desprendido una piedra y me había caído en la cabeza. Me toqué la sien, que sangraba. No había sido una piedra- A PARTIR DE AHORA, SOY LUCIFER, TU AMO Y SEÑOR!
Parte 4: Bad Romance:
…miré hacia arriba. Cerniéndose sobre mí como un buitre, Luzbel abría las alas amenazador. La ira y el dolor distorsionaban de tal manera sus rasgos que retrocedí, creyendo estar viendo un monstruo. Sin embargo… sin embargo yo pensaba que él era mi amigo, y me había ayudado y confortado muchas veces antes. Quería devolverle el favor, quería servirle de apoyo en aquél terrible momento, así que respiré hondo y de nuevo me puse de pie, ya que el golpe que me había propinado me había derribado.
Tra…tranquilo… - dije, aproximándome con cuidado- todo esto tiene que ser un error… ya sabes, seguro que Gabriel y los demás se han extralimitado con eso de la batalla y la expulsión… Venga, conseguiremos hablar con Ella y volveremos al Cielo de un modo u otro…
Él me miraba, y pareció escuchar mis palabras, aunque un brillo rojizo que nunca había visto antes se había aposentado detrás de sus pupilas. Acaricié con mucha suavidad una de sus alas quemadas (apenas un tenue roce) y me acordé de aquel gesto amistoso que tanto me había sorprendido. Despacio, aproximé mi rostro a su boca, y puse mis labios sobre los suyos, con la esperanza de calmarlo y darle paz, tal como a mí me había sucedido.
Él sonrió, al parecer complacido, y durante un instante tuve la esperanza de que todo se solucionaría. Esa estúpida esperanza se convirtió en el martillo que terminó de hacer pedazos mi angelical inocencia. Si la Caída me había quemado las alas, convirtiéndome en ángel caído, lo que ocurrió a continuación me transformó definitivamente en el infame demonio que soy ahora.
Como digo, esa esperanza solo duró un instante, pues los labios del que creía mi amigo estaban extrañamente calientes y amargos. Imaginé que sería por los vapores de aquel lugar, pero cuando retrocedí suavemente para separarme, él me agarró por la nuca, impidiendo que me apartara, y abrió la boca para morderme el labio inferior. Levanté las manos en un gesto instintivo y le empujé del pecho, pero no solo no soltó la presa sino que apretó más, haciendo que mi boca sangrara. Tras eso, introdujo su lengua en mi boca brusca y profundamente haciéndome sentir arcadas, mientras yo trataba de separarme con desesperación, agitando las alas desordenadamente.
Entonces me agarró del pelo y, mirándome de un modo espantoso, me dijo:
Que te pasa ahora? Acaso no quieres servirme? Tú y todos los demás ahora sois completamente míos; sois el regalo de Ella para que yo haga con vosotros mi voluntad- de un tirón me arrancó los restos de la túnica, y por primera vez, sentí la vergüenza de la desnudez.
Pero… pero… que estás haciendo? Esto está mal, es…es pecado…lu… lujuria- me retorcía intentando soltarme, pero su agarre era de acero- no…
Soltó la carcajada más horrible que había escuchado nunca, y me agarró con ansia por las caderas, pegando su cuerpo al mío del modo más sucio. Horrorizado, intenté separarme, pero sin conseguir nada porque su fuerza parecía infinita, y sus manos parecían estar en todas partes, palpando cada parte de mi cuerpo de un modo que me hizo sentir como el ser más despreciable de toda la Creación.
Claro que lo es! Y me has besado tú, estúpida perra. Porque eso es besar… B.E.S.A.R! Un aperitivo de lo que se hace después, que es fornicar… así que ahora, termina lo que has empezado y sacia mi deseo…ES UNA ORDEN!
Dicho esto me giró y me lanzó de un empujón al suelo. Caí amortiguando el golpe con las manos, pero antes de que pudiera hacer nada, ya estaba detrás de mí. Al girar la cabeza vi sus manos clavando sus uñas negras en la carne blanca de mis caderas, como los dientes de un cepo perforan la pata de un zorro ártico. Y más atrás, vi algo muy cercano a mi cuerpo que me puso todos los pelos de punta por el pánico. Me revolví con todas las fuerzas que me quedaban y, recordando mis enseñanzas sobre combate en el suelo, conseguí colocar una pierna para asestarle una patada en la cara.
No! No vas a arrebatarme mi pureza!- dije, e intenté patearle otra vez- Estás loco! Te has convertido en…- Me agarró el pie con el que iba a golpearle y me hizo girar en el aire, poniéndome boca arriba. Entonces vi su rostro, sangrando por el golpe y riendo como un maníaco. Y ante esa visión, las fuerzas me abandonaron por completo. Ese ya no era el ángel que había conocido… o mejor dicho, era lo que había bajo ese ángel. Lo que siempre se había ocultado, y yo no había sabido o querido ver. El mismo Príncipe de las Tinieblas- … en un monstruo…
Tú ya no eres puro, porque no eres un ángel, ni lo serás nunca más. En realidad, eres tan monstruo como yo…Crawly. Tan inteligente, tan curioso, tan inconformista… tan soberbio. Bienvenido pues a nuestro reino, el reino de los que hacen las cosas como les da la gana porque son los mejores –repuso, mientras me alzaba de nuevo en el aire para hacerme girar otra vez y aproximarme a él, esta vez mejor colocado para su repugnante propósito. Repugnante propósito que yo me había buscado. Así que dejé de luchar, y bajé la cabeza. Tenía razón; yo era también un monstruo, porque había cometido el mismo pecado que Lucifer- Por cierto… va a costarte muy muy cara esa pequeña rebelión contra la voluntad de tu amo, perra rebelde…
Entonces…
Aziraphale cerró los ojos y puso bruscamente un grueso volumen sobre lenguas indoeuropeas encima del legajo. Una nube de cenizas le manchó el pelo y la cara, pero no se dio cuenta. No iba a continuar, no podía continuar. No sabía por qué Crowley había escrito su caída en desgracia, pero era incapaz de continuar leyendo. Había empezado con el fin de comprenderle mejor, de entender sus circunstancias y de ese modo, poderle ayudar y alentar en cuanto se pusiera en el camino de la redención, pero jamás hubiera imaginado que le había pasado algo semejante. Él ángel se puso de pie, se volvió a sentar y de nuevo se irguió. Quería correr a abrazar a su amigo, a decirle que todo estaba bien, a besarle para hacerle ver que el amor también podía estar detrás de ese gesto, que Lucifer le había engañado, que si había pecado de soberbia había sido inducido y engañado y por ello, podía arrepentirse… quería curar las lesiones que estaba seguro que aún conservaba desde aquel fatídico día y que le había ocultado sin duda pensando que las merecía… y también quería hacerle cosas a Lucifer completamente impropias de un ángel… pero su justa ira celestial hervía por dentro como una olla en ebullición.
Una silueta delgada y elegante se recortó contra la luz que entraba por la puerta de la librería.
Parte 5: Bitter sweet simphony:
Aziraphale sintió pánico. Crowley iba a descubrir que había estado leyendo aquello que había creído destruir. Con un movimiento más veloz de lo que podía captar el ojo humano, cogió las páginas semicarbonizadas y las metió en el cajón de debajo de su escritorio. Hecho esto, hizo un milagro mínimo para hacer desaparecer todas las cenizas de la mesa, del suelo y de su pelo. Compuso su cortés sonrisa de librero y miró hacia el exterior. La puerta apenas había comenzado a abrirse.
Hola, ángel- el demonio, con su habitual paso de modelo y sus gafas oscuras, entró en el establecimiento y se le aproximó, apoyándose seductoramente en el mostrador- estás ocupado?
Si! Es decir… no, no… estoy… bueno, pero ya había acabado y… bueno, decididamente podría hacer otra cosa después… tengo montones de cosas que hacer, sin duda… claro, el trabajo de librero es mucho más ajetreado de lo que la gente piensa, ¿sabes? – balbuceó, jugando nerviosamente con sus dedos- así que puede decirse que si bien no estoy ocupado en este preciso momento, si estoy ocupado en el transcurso de la mañana… y de la tarde… y probablemente de la noche, también…una ocupación continua, podría decirse…
- Ajá…- opinó el demonio, mirándole con cierta extrañeza-Yo solo venía a invitarte a un café, pero si no puedes…ahm… oye… estás bien?
- ¿En qué sentido? – el ángel se miró de arriba abajo- a ver… dos piernas, dos brazos, una cabeza…posición vertical, pies en el suelo, vestiduras humanas, colores habituales... si, creo que no hay ningún error…
Crowley frunció el ceño y miró alrededor, buscando que era lo que había perturbado a su amigo. Aziraphale siempre había sido pésimo hasta decir basta disimulando. Suspiró y levantó la mirada.
- Venga, dime, en qué clase de lío estás metido esta vez? Te han llamado tus superiores, has hecho un milagro comprometido o tienes un alien escondido en la librería?
El principado miró a Crowley con una expresión de pena y cariño. Siempre dispuesto a ayudarle… ¿Cómo podía haber tanta bondad en él después de lo que le había sucedido?
No estoy metido en ningún lio… todo va es…- tuvo serias dificultades para evitar abrazarle, pues todo lo que había leído daba vueltas en su cabeza y su amor y su naturaleza de ángel le pedían a gritos confortar a su querido demonio- estupendamente...No pasa nada.
Estás seguro?- dijo, ladeando un poco la cabeza.
Por completo, si. – repuso el ángel, desviando la mirada.
Bueno… pues… ya que estás tan ocupado, tal vez deba marcharme entonces –repuso Crowley, algo decepcionado- Supongo que te veré en otro momento.
Si… si, claro. Gracias – sonrió condescendientemente Aziraphale.
Arrastrando un poco los pies, Crowley dio media vuelta y volvió a la puerta. Aún se paró en ella y miró al ángel.
Bueno pues… hasta otro rato.
Si, otro rato. Buenas tardes.
El demonio dejó caer los hombros y salió, dirigiéndose al Bentley aparcado a diez metros de la puerta. Volvería a su apartamento a ver de qué forma se le ocurría pasar la tarde. De repente se sentía muy solo.
Y Aziraphale se sentía muy estúpido. Le había tenido ahí, buscando su compañía, y había dejado que se fuera. En realidad, prácticamente le había echado, cuando lo que de verdad quería era demostrarle el amor que…
"Decididamente, debo ser el ángel más estúpido de todo el… oh, al cuerno!"- sacudió la cabeza y salió corriendo, con la esperanza de alcanzarle antes de que se fuese. Nunca se acordaba de llamarle al teléfono- Espera! Crowley!
Los habitantes de aquella zona del Soho que estaban mirando hacia la calle en ese momento, pudieron ver entonces un espectáculo insólito: al librero que era dueño de la manzana entera, el pausado y rechoncho señor Fell, correr presuroso tras un Bentley clásico que acababa de arrancar quemando rueda. Aziraphale no desistió al ver moverse el coche, sino que siguió corriendo. No podía… no, no quería dejar que Crowley se fuera así…necesitaba abrazarle aunque no le explicara el porqué al demonio.
Crowley levantó la vista de la radio, en la que sonaban los primeros compases del Hold on de Tom Waits y miró por el retrovisor. Abrió mucho los ojos cuando vio la extraña escena y frenó de golpe.
Ángel! Por el peluquín de Belfegor…Pero que estás haciendo? – dijo, asomándose por la ventanilla.
Pa…para y ha, ha!…aparca…ufff…ha!… vuelve a la librería, por…ha!… por favor…- dijo el ángel respirando con dificultad. Cuando llegó hasta el vehículo, se paró, apoyando las manos en las rodillas- Decididamente, tengo que adelgazar…
No creo que ni aun así sea buena idea echarle carreras a un coche…- comentó el demonio. Luego sacudió la cabeza- Ves? Te lo dije…
Ha!… el…el qué?
Que te pasaba algo.
Tras regresar al establecimiento que regentaba el ángel para resguardarse de las miradas de los curiosos transeúntes (a fin de cuentas, la librería estaba situada en Londres), Crowley miró a Aziraphale con curiosidad.
Bueno, qué? Estás más raro hoy que un pato azul con sombrero tirolés bailando en Times Square…
Antes de que el demonio continuase hablando, Aziraphale le miró y le dio un fuerte abrazo, apoyando la mejilla en su pecho. Aquello dejó más asombrado a Crowley que si hubiera visto al citado pato conduciendo su propio coche. Era la primera vez desde que se conocían que Aziraphale le abrazaba… de hecho, era posiblemente la primera vez que el ángel abrazaba a alguien. Crowley experimentó una sensación de calidez que prácticamente había olvidado, y acarició con mano torpe la espalda del ángel.
Bueno… ya… ya está…no me he ido muy lejos, no? Yo…
Oh, Crowley…perdóname. Yo… es que pensé que te enfadarías si sabías… - el ángel, que se había quedado ensimismado escuchando los latidos del corazón de su amigo, se maldijo mentalmente al darse cuenta de su desliz- "Pero que NO se lo ibas a contar, pedazo de memo!"
Enfadarme? Pero qué te ocurre, ángel? – enternecido por aquella desacostumbrada muestra de cariño, la voz del demonio era suave y cálida-
Por na…nada…
Aziraphale…
Por leer lo que tiraste a la chimenea.
De repente, el demonio se separó y le miró fijamente. Sus pupilas de serpiente se convirtieron en dos finas líneas cuando entrecerró los ojos.
Que tú qué?
Parte 6: Still loving you:
Crowley se separó bruscamente de Aziraphale y caminó con paso decidido hasta la chimenea de la librería. Se quedó con la mirada fija en el hogar apagado y una expresión de rabia en el rostro. El ángel, que se había cubierto la boca con la mano como si con ello pudiese volver a tragarse las palabras que acababa de soltar, le miraba con expresión desolada. Muy despacio, el Principado se acercó a su amigo, una figura trágica e inmóvil delante de la fría chimenea y, armándose de valor, alzó una mano para apoyársela en el hombro.
La reacción del demonio dejó atónito a Aziraphale, pues Crowley, al ver la mano por el rabillo del ojo, se encogió y giró con la velocidad de una cobra que espera una pedrada.
¡Crowley! Pero que…
Espera! Ya me voy… no es necesario que me eches… - rápido como una rata que escapa de una trampa, el demonio ya estaba prácticamente de vuelta en la puerta. La luz del atardecer hacía que estuviese bastante oscuro como para distinguirlo, pero la vergüenza opacaba sus grandes ojos- Que estupidez dejarlo salir…ojalá no te hubieras enterado nunca de esto, de lo sucio y despreciable que… yo… oh, j*d*r, maldita sea… yo quería… yo de verdad te…- sacudiendo la cabeza, tiró de la puerta para salir y esta vez, no volver nunca más.
La puerta se entreabrió por el tirón y se cerró de nuevo. El demonio tiró otra vez de la manilla, pero esta vez, no cedió ni un ápice. Tiró con ambas manos, pero fue como si aquella entrada se hubiera convertido en un muro sólido. Se giró y miró al ángel, asustado.
Déjame ir, por favor… sé que no tengo perdón, pero…
Crowley…
Por los buenos ratos al menos… deja que me vaya por eso…- igual que una serpiente encerrada en un cubo, Crowley buscaba con la mirada desesperadamente una salida, sin darse cuenta que Aziraphale tenía los claros ojos inundados de lágrimas.
CROWLEY! ESCUCHAME!
Sobresaltado, el pelirrojo vio cómo el Principado se abalanzaba sobre él, y levantó los brazos instintivamente para protegerse el rostro. Pese a su degradación, Aziraphale seguía siendo un ángel muy poderoso y un temible adversario para un demonio de baja categoría como Crowley. Sin embargo, lo único que notó fue un enorme y cálido abrazo, y la cara de su amigo esconderse en su pecho.
Crowley… basta… por el amor de dios, deja de asustarte de mí… y sobre todo, deja de decir esas cosas…- alzando la vista, Aziraphale buscó la mirada de su amigo y se estremeció al contemplar hasta qué punto Satán había hundido a Crowley. Desde que le conocía como demonio, siempre había evitado el tema o mencionado muy de pasada su Caída con alguna frase sarcástica e imprecisa, y ahora se daba cuenta de que en realidad lo ocurrido había destruido casi por completo el alma a su amigo, y que éste llevaba sobreviviendo como podía desde entonces con los pedazos de su ser dispersos como hojas en el viento.
Cómo puedes hablarme siquiera? – dijo, atónito- soy igual que él… no, peor que él, porque todo el que ha querido me ha…
La mano blanca del Principado se posó sobre los labios del demonio, mientras que las alas blancas le envolvían como una manta suave y cálida. Despacio, le fue apartando de la puerta, procurando que se calmara y que dejara de intentar huir. Haría falta mucho trabajo para sanar todo aquello, pero era un trabajo que Aziraphale estaba más que dispuesto a asumir. Ahora agradecía haber encontrado aquellos papeles, agradecía que Crowley los hubiera escrito, porque por fin había encontrado donde estaba la herida y de ese modo, podía intentar curarla. Seis mil años había costado, pero por fin sentía que podía arreglar lo que habían destrozado con tanta saña.
Fue guiándole hasta el sofá, lentamente, ya que Crowley estaba muy tenso y a la defensiva. Se estremeció al pensar que en realidad ese era el estado real en el que había vivido todos esos años. Le hizo sentarse junto a él, sin retirar el reconfortante abrazo de las alas, que además le garantizaban al demonio que no intentaba hacerle ningún daño (ya que de esa manera Aziraphale estaba muy vulnerable ante un ataque de los venenosos colmillos de Crowley). Una vez que ambos estuvieron sentados, habló despacio y con voz dulce.
Querido…voy a pedirte un favor…un gran favor que necesito de ti- alzó la cabeza para mirarle a los ojos, que le evitaban aún- Nunca, nunca, vuelvas a decir que eres igual que él…
Pero…
No eres un ser despreciable, Crowley. Escucha esto bien. Eres, sigues siendo, un ángel... un ángel con las alas manchadas con la inmundicia que ese…- Aziraphale frunció los labios para contener el juramento- salvaje derramó sobre ti. Pero toda esa…porquería es ajena a ti, nunca ha salido de tu ser. Por tanto, no sólo no es tu culpa, sino que tú eres la víctima.
Por primera vez desde que había intentado huir, Crowley volvió a mirar a los ojos a Aziraphale.
Soy un demonio, Aziraphale… estoy en el infierno. Eso…
Eso es algo circunstancial. No vayas a decir que eso es lo que mereces- dijo, anticipando las palabras de su amigo- Hay una razón que no comprendemos por la que su Omnipotencia permitió que cayeras pero, y esto es tan cierto como que en Ella creo y sólo a Ella adoro, que Lucifer es tu torturador, no tu igual. Y que todo lo que te ha hecho han sido barbaridades para su diversión, no porque lo merecieses.
Ángel… no quiero que te metas en un lío por compadecerme.
¿Meterme en un lío por comportarme como un ángel? Bueno… creo que ya es tarde para preocuparme por eso…- dijo, recordando con cierta congoja la metedura de pata con la espada ígnea- Pero si tengo que hacerlo por ayudarte, pues nada, bienvenido sea el lío…- dijo, sonriendo con cierto pánico.
Entonces… no te repugna que yo…bueno, haya sido la p…- la dura mirada de Aziraphale no le dejó terminar la palabra- … la chica de compañía de él…y de medio infierno?
No.
No? – preguntó incrédulo Crowley-
No, el único sentimiento que me inspira es la necesidad de ayudarte con todas mis fuerzas… y de…- el rostro de Aziraphale enrojeció-
Y de…?
Y de mostrarte lo que es el verdadero amor… y no ese horrible engaño que sufriste del que tiene el corazón podrido – susurró el ángel tan bajito que apenas se le escuchó- porque yo…yo te quiero… y mereces ser amado.
Aún sin dar crédito a lo que oía, Crowley abrió lentamente sus alas negras y, despacio, abrazó con ellas a Aziraphale. Notó las lágrimas calientes mojar sus plumas azabache y acarició con manos temblorosas el cabello rubio del ángel.
Aziraphale…ángel, yo… nunca hubiera imaginado que seguir el consejo de Nina de escribir mis traumas y lanzarlos al fuego funcionaría de este modo…- bromeó, aunque se le notaba la voz tomada-
- Pues…- dijo Aziraphale sonriendo y haciendo pucheros a la vez- parece que ha sido muy eficaz…ah… por cierto...- reuniendo todo el valor que tenía, le dijo- me gustaría que te quedaras esta noche a dormir aquí…o pensándolo mejor…- sonrió al ver la sonrisa de Crowley y levantó la mano para acariciar la mejilla de su demonio- quédate para siempre, querido.
