Ser una Slytherin

La puerta de las mazmorras se abrió de par en par dejando entrar al nuevo grupo de estudiantes de primero, guiados al frente por la nueva prefecta, la chica de cabellos negros y ojos ámbar.

– Bien estudiantes, no deben olvidar la contraseña, esta se cambia cada dos semanas; el dormitorio de la chicas están a la derecha, chicos a la izquierda, sus cosas ya se encuentran ahí, no olviden sus clases mañana.

Los chicos, bastante animados, caminaron rápidamente a sus correspondientes dormitorios, la chica los observó hasta que el último despareció por las puertas y soltó un suspiro con cansancio; dirigió su mirada hacia unos sofás cerca de una ventana, ahí sentado, un chico de cabellos negros y nariz ganchuda, devoraba con avidez el libro en sus manos, sonrió levemente y caminó hasta él, sentándose en el sofá al frente.

– ¿Sigues con ese libro? –preguntó divertida, reconocinedo de inmediato el libro de pociones del año pasado

– ¿Y tú ahora te haces cargo de niños tontos? –respondió el chico sin levantar la mirada, haciendo ella sonriera

– Todos estuvimos en primer año alguna vez, Severus –el chico soltó un bufido

– Como sea. Por cierto, felicidades por ser prefecta… –Al fin el chico desvió la mirada del libro hacia ella

La chica sonrió levemente y antes de que pudiera contestar, el pequeño tintero de Snape, que se encontraba sobre la mesa, se volcó hacia ella haciendo que la tinta manchara su túnica.

– ¡Que demo…!

La pelinegra dio un ligero salto sorprendida y buscó con la mirada al responsable, solo encontrando a un grupo de cuatro chicos que veían divertidos en su dirección, uno de ellos, el más alto y de aspecto tosco, sonreía mientras hacía amago de guardar su varita. Al tener su mirada sobre ellos, el chico de cabellos rubios y con la insignia de prefecto en su túnica, se acomodó el cabello y caminó hacia los sillones, siendo seguido por los otros tres.

– Oh lo siento, solo fue un accidente –el chico le veía con burla – ¿No lo crees, Braun?

La pelinegra frunció el ceño con molestia, mientras a su lado Snape trataba de no mirarlos, aunque se notaba tenso; pero ninguno de los dos dijo nada y después de un par de segundo en silencio, el rubio sonrió triunfante.

– Me alegro lo entiendas –mencionó con una sonrisa, aún más amplia y dio media vuelta empezando a caminar, causando risa en el resto de sus compañeros

– Nos vemos Snape –El chico robusto que había lanzado el hechizo se despidió del pelinegro y siguió al prefecto, al igual que el castaño a su lado que veía con burla a la chica. Finalmente el cuarto chico, uno de cabello negro y aspecto feroz miró a la chica con repulsión.

– Estúpida mestiza –murmuró por lo bajo, mientras daba la vuelta y seguía al resto.

Cuando el grupo hubo desaparecido por la puerta del dormitorio, ambos chicos se permitieron respirar nuevamente, sin embargo, el denso silencio continuó entre ellos; la peligra notó como su compañero hacia lo posible por evitar mirarla, por lo que soltó un suspiro.

– Son solo idiotas –al fin la chica rompió el silencio

– Lo sé –murmuró el chico –Siento que el que seas prefecta no te ayude mucho –comentó mientras recogía el tintero

– No se pueden quitar puntos a otros prefectos Severus, además sería peor si lo hiciera a alguno de ellos – aseguró la chica mientras revisaba la mancha en su túnica

– Quieres que…

– No, lo haré yo, no te preocupes –medio le sonrió, tratando de restarle importancia

– Será mejor valla al dormitorio –el chico se levantó tomando su libro, el tintero y la pluma que estaban en la mesa –No tardes mucho aquí, recuerda no debes llegar tarde ahora

– No lo olvido, iré en un momento

Severus hizo un asentimiento con la cabeza y se encaminó hacia los dormitorios, cargando su preciado libro, la chica lo observó hasta que desapareció por la puerta; soltó un suspiro y volvió la vista, examinando nuevamente la mancha de tinta, sacó su varita y lanzó un sencillo hechizo limpiándola. Recorrió la vista por la sala, era tarde y todo estaba en calma, por lo que se acomodó mejor en el sofá, subiendo sus rodillas y abrazándolas, colocando su barbilla en ellas, mientras observaba a algunos peces pasearse cerca de la ventana.

Slytherin le encantaba, aún recordaba cuando recién había sido elegida para la casa, apenas entró a la sala común, quedó maravillada y eligió ese sitio como su favorito, le encantaba como el lago daba ese color verdoso al interior y como aquellos pecesillos iban y venían cruzándose por la ventana, y en algunas ocasiones, si tenía suerte, podía observar pasar el calmar gigante del lago. Le agradaba su casa, aunque a muchos de sus compañeros, ella no.

"Nosotros cuidamos a los nuestros" recordaba a la perfección aquellas palabras con las que los recibieron la primera vez y parecía ser verdad, si tenías conflictos con alguna otra casa, un montón de Slitheryn intervendrían y ya estarían sobre ellos, o eso era al inicio.

La pureza de la sangre era un tema regular en la casa, en realidad eran pocos los mestizos dentro de Slytherin y los hijos de muggles más bien escasos, por lo que los "sangre puras" dominaban el lugar, y eso no hubiera sido problema, de no ser por que algunos de ellos pensaban que quienes tuvieran dentro de su familia a muggles no eran suficiente buenos, incluso no merecían estar ahí, ni poseer magia. Los Slytherin por naturaleza buscan subgrupos, personas con sus mismos ideales y metas, por lo que pronto, grupos únicamente de "sangre puras" se formaron, y personas como ella se vieron más recluidos, más aislados.

No era el primer ataque que recibía, a decir verdad durante toda su estancia no había sido precisamente popular, y si bien ya había eliminado casi por completo su relación con los muggles, el título de mestiza le cobraba factura, en especial cuando empezó a destacar en las clases incluso más que algunos "sangre puras" y se convirtió en el objetivo de Rosier y su grupo.

Evan Rosier, el chico rubio que se había burlado de ella, también fue elegido prefecto ese año, y recordaba perfectamente su cara de rechazo en cuanto supo que ella también fue elegida. Él lidereaba un grupo de 3 personas más; Mulciber, el chico hosco que había hechizado el tintero, Avery, el castaño que también se había burlado, ambos seguían a Rosier ciegamente; y el peor de todos, Greengrass, el pelinegro que le había llamado estúpida mestiza, y quien era especialmente hostil con los que pensaran diferente a él y no dudaba en llamarlos "sangre sucia".

Ella nunca había sido precisamente sociable, tal vez platicaba con las chicas de su dormitorio, pero nada en especial, hasta que empezó a sentarse al lado de Severus Snape, un chico con la misma condición que ella y que en ocasiones se veía igualmente aislado. Severus le agradaba, era tranquilo y reservado, pero sumamente inteligente y como ella sentía fasinación por las posiones y casi por todo tipo de magia, por lo que se convirtió en un escape para ella, una persona grata con quien pasar el tiempo, no como Evan Rosier…

Volvió a suspirar, ahora que tanto Evan como ella eran prefectos, tendrían que mantener una mayor comunicación y las situaciones de tensión abundaría, situaciones como justo la de esa tarde, en el expreso… había terminado la reunión y después de un mordaz comentario del rubio había decidido abandonar el vagón, sin esperar que alguien entrara casi arrollándola; desvió la mirada hacia la ventana, recordando el contacto; sintió algo duro que chocó contra su rostro, una mano grande que sostenía su cintura firmemente evitando que cayera y el olor a canela y cípres invadiendo su nariz, abrió los ojos, topándose con unos azules, abiertos de par en par, tan sorprendidos como los de ella… un par de ojos amables y ¿melancólicos acaso?... frunció el seño y sacudió la cabeza, borrando el recuerdo, tenía bastantes más cosas en que preocuparse, en lugar de pensar en aquellos tristes ojos del torpe gryffinfor quien le había empujado. Se puso de pie y se dirigió a su dormitorio, Severus tenía razón, mañana debería de levantarse temprano y ahora no podía retrasarse.