¿Dónde está Remus?
Abigail se encontraba en una de las torres del castillo, se había sentado en el borde del balcón, con las piernas al aire, jugueteando con su varita; suspiró nuevamente y tomó una galleta del pañuelo a su lado, había cogido más de la cuenta en la cena, para compartirlas con Remus; pero nuevamente el chico no había aparecido.
Los últimos meses habían pasado juntos todas sus rondas nocturnas, tenían bastante temas en común, que iban desde las clases que compartían, algunos libros, hechizos y podían hablar de cualquier cosa, todo sin mencionar una sola vez la riqueza de sus familias o que tan pura podría ser su sangre; algo que la chica agradecía, sin embargo, había algunos días en los cuales Remus desaparecía por completo, días como este, cuando la luna era enorme y brillante.
El castaño le había comentado hacia algunos días que no se sentía muy bien y ella lo había notado, se veía demacrado y un tanto distante durante sus conversaciones, tal vez, justo en ese momento, se encontraría muy enfermo tirado en una camilla; tardó un par de minutos en la misma posición, hasta que soltó un largo suspiro.
– Solo será un momento…
La pelinegra enredó las galletas, espió por ambos lados del pasillo y tras asegurarse que no había nadie más, se levantó sobre el barandal, guardó su varita en un bolsillo y tomó el pañuelo con las galletas en su boca mientras saltaba al vacío.
Durante la caída se permitió sonreír, como toda una tonta, disfrutando el viento entre sus cabellos y la sensación de libertad escaparse entre sus dedos, a algunos metros antes de llegar al suelo, su cuerpo empezó a cambiar, largas plumas emergieron de su cuerpo y su rostro comenzó a alargarse formando un pico, y antes de tocar el suelo, abrió un par de enormes alas negras con las que levantó el vuelo, se había convertido en un cuervo.
Ella era un animago, lo había perfeccionado hace poco, durante las últimas vacaciones, su padre, quien también lo era, la había estado instruyendo y después de temer por semanas que quedaría deforme, al fin había conseguido en convertirse a la perfección en un pequeño cuervo negro, con algunas plumas blancas en la cabeza, a causa de sus mechones de cabello blanco.
El cuervo sobrevoló a lo largo del castillo, le tomó apenas un par de minutos para llegar hasta la ventana de la enfermería, tal vez solo daría algunas vueltas, solo vería que estuviera bien, tal vez le dejaría el resto de las galletas y después podría regresar a terminar su ronda; empujó con la cabeza la ventana, abriendo el suficiente espacio para entrar, saltó a la pequeña mesita y se movió con pequeños saltos por el lugar, pero todas las camillas estaban vacías, Remus no estaba.
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Habían pasado un par de días, Abigail cargaba algunos libros y caminaba apresurada a su clase, había pasado más tiempo del pensado en la biblioteca y ahora tenía que correr para llegar a tiempo, dio vuelta al último pasillo y detuvo su andar de golpe, frente a ella se encontraba Remus; el castaño acababa de salir del comedor, se veía un poco desanimado, pálido y con unas enormes ojeras, pero lo importante es que estaba ahí. La chica sonrió e hizo un ademán de acercarse, hasta que vio salir detrás de él a su grupo de amigos; se detuvo de golpe, para todos era bien sabido la antigua enemistad que mantenían sus casas, sin embargo, ese grupo eran en especial aversivos con los suyos, de ahí el acuerdo no pactado que ellos dos solo pudieran verse en la noche, para evitar conflictos.
Le observó un momento más, Petegree y Black jugueteaban a su alrededor mientras Potter le pasaba el brazo por los hombros al más alto y lo arrastraba con él por el pasillo hacia su clase; se giró y continuó con su camino, no importaba, al menos estaba segura lo vería en su próxima ronda nocturna.
Esa noche, se había apresurado en perder a Rosier, había tomado algunos panecillos de más de la cena y se encontraba en una banca cerca de una ventana, jugueteaba con sus pies ansiosa y volteaba cada cierto tiempo hacia el pasillo, esperando ver la tan acostumbrada luz; después de unos minutos, un par de pasos alertaron, volteó de inmediato, Remus se acercaba, con su varita iluminando el pasillo y una ligera sonrisa
– Hola
– Lupin –respondió al saludo, tratando de aparentar poca importancia
– ¿Qué tal te has pasado estos días sin compañía? –el castaño tomó asiento a su lado
– Genial, no tuve que lidiar contigo –contestó mordaz mientras disimuladamente empujaba uno de los panecillos hacia él y ella tomaba el otro.
– Me alegro no hayas tenido inconvenientes –sonrió el chico mordiendo el bocadillo.
Los días siguientes volvieron a la rutina, ambos chicos parecían desconocerse durante el día, pero en cuanto oscurecía se apresuraban a escapar de sus compañeros para pasar las rondas juntos. Esa noche eran cerca de las cuatro de la mañana, estaban dando su último rondín y pasaron al frente de uno de los balcones, Abigail se detuvo observando la Luna, que ya lucía la mitad de su esplendor, y entonces recordó lo sucedido hacia unos días, la ausencia del alto chico; Remus se detuvo observándola curioso.
– ¿Sucede algo?
– No, nada en especial… –la chica continuó su caminata a su lado, pero apenas unos cuantos metros adelante decidió hacer su pregunta –Lupin, ¿Por qué no viniste esos días?
– ¿Hn? ¿Qué días? –el chico le miró confundido
– Hace dos semanas, no apareciste por algunos días, ni siquiera ibas a clases –de inmediato las facciones de Remus se endurecieron
– Te lo mencione antes… me enferme –respondió escuetamente
– Fui a la enfermería… –volteó hacia él –no estabas ahí
Remus abrió los ojos sorprendido y un escalofrío recorrió su cuerpo, volteó hacia la chica que lo veía atenta; había cometido un terrible error, se encontraba tan cómodo a su lado, que no había notado cuantas noches ya habían pasado juntos, olvidando por completo lo observadora que ella podía ser; era solo cuestión de tiempo para que se diera cuenta de lo que sucedía, o tal vez ya lo había hecho y eso lo aterró.
– ¿Acaso me estas espiando? –contestó de inmediato a la defensiva, la chica dio un respingo
– ¿Que? C–claro que no… es solo… –titubeó ante su mirada hostil
– Simplemente me sentía mal ¿vale? –Remus le interrumpió con un gruñido –No tenías por que irme a buscar ¡Nadie te lo ha pedido!
Levantó la voz mostrando aún más su enojo, Abigail lo observaba sorprendida, jamás había visto al chico perder los estribos y casi gritarle, desvió la mirada, tal vez ella se había equivocado, tenía razón, el que recorrieran los pasillos juntos cuando tenían vigilancia no les hacía cercanos, mucho menos amigos, mordió sus labios, molesta con él y aún más consigo misma, por la idea errónea que se había formado.
– Tienes razón… –murmuró, levantando la vista a él –Nadie me ha pedido nada…
La chica se dio vuelta y se encaminó hacia su sala común, dejando al castaño solo. Ver su espalda desparecer por el oscuro pasillo, al fin hizo reaccionar a Remus, la había jodido y enormemente, la había alejado.
