Su secreto

Remus caminaba hacia su clase con el resto de sus amigos detrás de él, platicando ruidosamente de alguna tontería, a la cual él no había prestado atención; estaba cansado e irritado y lo que menos quería era entrar a la clase de pociones, porque esa clase la compartían con los Slytherins, y por supuesto tendría que verla. Y como si sus pensamientos la hubieran invocado, justo frente a ellos, dos Slythrins aparecían por el pasillo, la pelinegra acompañada de Snape. Remus se detuvo por un instante justo frente a la puerta de la clase, mientras el par de serpientes se acercaban.

- ¿Qué pasa Remus?

Sus compañeros se detuvieron imitándolo, el más alto no dijo palabra, pero dirigieron su mirada al frente, donde los Slytherins ya los habían alcanzado y se adentraban a la clase. Remus observó a la chica, que lucía el cabello ondulado suelto y llevaba su túnica abierta, mostrando orgullosa su corbata color verde, pero a pesar su escudriño, ella no pareció interesada, no ofreció ni una mirada y pasó de largo, como si no existiera, como si nunca se hubieran conocido; en cambio Snape les lanzó una mirada de molestia al grupo y se adentró después de su compañera.

- ¡Pff! Son esas serpientes, siempre creyéndose los reyes del mundo –bufó Sirius a su lado

- ¡Opino lo mismo Sirius! –secundó Peter

- Ya vamos chicos

James les hizo una seña con la cabeza y se adentraron al aula, ocupando sus usuales asientos al fondo de la habitación, Remus los siguió casi por inercia y se sentó a su lado, observando al frente a la chica, que ocupaba la primera banca junto con Snape y Lili.

- ¿Qué opinas Remus?

- ¿Hn? –el chico levantó una ceja, ajeno a la pregunta de Sirius

- ¿Estas con nosotros? Haremos Quejicus se orine en los pantalones

El chico levantó la vista hacia la banca del frente y frunció el ceño.

- Ya paren con eso chicos –bufó con molestia, extrañando al resto

- ¿Que te sucede Remus? No has estado de humor estos días –Peter le veía preocupado, Remus fue consciente de su actitud y desvió la mirada

- Yo… lo siento –murmuró

- Tranquilo –James interfirió de inmediato –Seguro es por la fecha próxima Remus –le tomó por el hombro con una sonrisa tratando de tranquilizándolo

- Eso creo…

Remus se acomodó en la banca avergonzado, la luna casi estaba en su apogeo y pronto pasaría aquel desastroso evento, sin embargo lo que lo tenía más irritado de lo normal, aun en esos días, era su discusión con la Slytherin, sabía que su comportamiento había sido demasiado y debería disculparse, pero desde ese día la chica no volvió a aparecerse durante las rondas nocturnas y durante el día, ella pasaba de él, justo como hace un momento.

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El día era frío, acababa de anochecer y las nubes cubrían gran parte de la Luna, Abigail se encontraba sentada en uno de los balcones, había escapado de su compañero durante su ronda y ahora observaba la luna, suspiró, aunque le costaba admitirlo extrañaba la tranquila personalidad de Remus y por supuesto su compañía. Unas voces le alertaron, justo debajo de ella, la profesora McGonagall y Madame Pomfrey se habían detenido a charlar.

- ¿Por fin está en cabaña Minerva?

- Si –suspiró –espero este mes sea bueno

- Pobre chico, es tan buen estudiante y que tenga que pasar cada mes asi

- Lo sé, lamento mucho que el Sr. Lupin pase por esto

Abigail abrió los ojos con sorpresa y aunque agudizó el oído, ambas mujeres ya se habían adentrado al colegio. Lo meditó apenas si por un instante, había escuchado perfectamente que se referían a Remus y que se encontraba en aquella cabaña embrujada, "la casa de los gritos", levantó la vista hacia aquel punto y sin pensarlo dos veces se levantó sobre el baranda y se dejó caer convirtiéndose en cuervo para volar directo a donde el gryffindor se encontraba. Llegó al sitio bastante rápido y sobrevoló alrededor de la pequeña casucha hasta encontrar una entrada, una pequeña trampilla en el techo, logró empujarla hasta abrirla y se adentró hasta la pequeña sala de la derruida casa, ahí se encontró a un temeroso Remus, sentado en el suelo abrazando sus rodillas contra su pecho, el pequeño cuervo se movió con pequeños saltos hasta llegar a una viga de madera y le observó atenta, antes de que las nubes despejaran la luna y la luz se colara por las pequeñas ventanas.

- No, basta, no quiero –le escucho quejarse lastimeramente

El castaño se abrazó a sí mismo, antes de lanzar un fuerte alarido y que su cuerpo empezara a retorcerse de dolor, Abigail se paralizó, frente a ella Remus se rasguñaba la piel como si quisiera arrancársela, sus extremidades empezaron alargarse, mientras su cuerpo se encorvaba y el pelo se asomaba por los jirones de tela que antes eran su ropa, frente a ella, el apacible chico de gryffindor se había convertido en un enorme lobo, el animal soltaba pequeños y lastimeros gemidos, hasta que la luna volvió a iluminarlo y soltó un enorme aullido, que hizo a la pequeña ave estremecerse y volar rápidamente hasta la trampilla por donde había entrado, se detuvo, apenas por un segundo, observando como el animal se echaba sobre una desgarrada alfombra.

Voló lo más rápido que pudo de vuelta al castillo, y ni bien se había terminado de transformar ya corría por los oscuros pasillos directo a su sala común, justo a unos metros de la entrada, Rosier bloqueó su camino y trató de detenerla, pero ella le esquivó y pasó de largo con la excusa de sentirse mal, entró a la sala y de ahí directo a su habitación. Estaba a oscuras, sus compañeras ya se encontraban dormidas, se encaminó hasta su cama, sin siquiera cambiarse y corrió su cortina, levantó su varita realizando un hechizo silencioso y al fin, en esa privacidad, se permitió exhalar el aire que había contenido todo ese tiempo, cubrió su boca tratando de callar los pequeños gemidos que luchaban por salir de su boca, mientras las lágrimas, obstinadas, se empeñaban en salir de sus ojos; la información recién obtenida había sido demasiado para ella, sería demasiado para cualquiera, era demasiado para… él, abrazó sus rodillas contra su pecho seguramente tal y como él estaría haciéndolo en ese lúgubre lugar, ahora todo tenía sentido, las ausencias durante la luna llena, su color pálido y enfermizo cuando regresaba, su delgadez y esa constante mirada de soledad y temor.

La maldición del hombre lobo, una de las peores, la persona que la sufría perdía su humanidad y se convertía en una peligrosa criatura, sin conciencia, capaz de lastimar y devorar a sus amigos sin que se diera cuenta; temidos por todos, repudiados por la sociedad… respiró profundo, ahora entendía a la perfección la actitud de Remus, el enojo que tuvo con ella cuando cuestionó su ausencia, era miedo, tenía miedo de que ella lo supiera, que supiera lo que era; si alguien descubriera su secreto sería el caos, ya podía imaginarse las miradas de miedo hacia él, los murmullos, las cartas pidiendo su expulsión, su aislamiento, él debía sentirse muy solo… como ella.

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Los siguientes días, Abigail se mantuvo pendiente del gryffindor. Como era de esperarse no se presentó a clases, pero durante el día lo pudo observar en una de las camillas de la enfermería, se veía cansado y con marcas recién hechas a su cuerpo, trató de acercarse un par de veces, pero su grupo de amigos se lo impidió, ya que no se despegaban de su lado y aprovechaban cualquier descanso para ir y hacerle compañía, incluso había notado como el desastroso grupo no se habían saltado ninguna clase, incluso tomaban apuntes, seguramente para llevarle a Remus y que él no se atrasase; lo que le hizo pensar que posiblemente ellos ya sabían de su condición y al parecer lo aceptaban, tal vez de ahí que Remus les dijera que si a todo y que siempre les acompañara en sus tonterías, ellos le aceptaban y él se aferraría a eso sin importar nada, ella misma lo haría.

La luna llena al fin terminó y después de un par de días más en la enfermería, había visto al fin entrar a las clases a un Remus un poco más compuesto. Esa misma noche, se escabulló de la compañía de su compañero y se sentó en aquella banca cerca del balcón en la que solían verse, aún no sabía si Remus estaría lo suficiente bien para sus rondas, pero más pronto de lo que esperaba, apareció la pequeña luz de su varita desde el pasillo, sacándole una pequeña sonrisa.

- Abigail, hola… –murmuró como saludo cuando estuvo lo suficientemente cerca

- Lupin –contestó el saludo, el gryffindor desvió la mirada avergonzado, y a Abigail se le removió el estómago, él parecía avergonzado, avergonzado de su condición ante ella.

- S–sobre lo que paso la última vez, yo…

El chico no se sentó en la banca, se mantuvo de pie, tambaleándose, nervioso, mientras tartamudeaba una justificación de lo ocurrido la última vez que había compartido la ronda nocturna, Abigail no le dejó continuar, se levantó para colocarse frente a él y le extendió una barra de chocolate frente a su rostro

- ¿Eh? –Remus parecía destanteado

- M–me gusta el chocolate, mi papá me daba uno cuando… me sucedía algo y siempre me hacía sentir mejor… e–este es delicioso, papá lo consigue en una tienda de Rumania –desvió la mirada con un leve sonrojo –yo… t–tenlo, te sentirás mejor si lo comes

- G–gracias… –Remus lo tomó, aún confundido

- Lo siento –continuó la chica –No debí molestarme, todos tenemos secretos y no quiero inmiscuirme en los tuyos, es solo que… extrañaba tu compañía, m–me agradas –terminó en apenas un susurro

Remus tenía la boca abierta y se sonrojó completamente ante sus últimas palabras, la pelinegra lucía bastante cohibida, con las mejillas sonrojadas y rehuyendo de su mirada, muy contrario a como acostumbraba a verla; su corazón latía rápidamente y una boba sonrisa y calor se extendió por su cuerpo, la calidez de la aceptación, aun con el enorme error que había cometido, ella extrañaba su compañía, ella quería su cercanía, a ella le agradaba, tragó saliva y mordió levemente sus labios

- Sigamos siendo amigos –soltó de golpe, haciendo que Abigail volteara hacia él sorprendida –¿E–estás de acuerdo? –tartamudeó ante su falta de respuesta

- Si, seamos amigos –asintió regalándole una sonrisa, una enorme que no había visto antes

Remus sonrió emocionado y señaló la banca, ella asintió y se sentaron al lado el uno del otro, el chico desenvolvió el chocolate partiéndolo a la mitad y le dio una parte a ella, mientras comían y comenzaban a platicar para ponerse al día.