No estás solo
La Luna llena estaba en su apogeo, la luz se colaba por la ventila, iluminando al pequeño cuervo sobre la viga, que observaba atento la terrible transformación del lobo frente a él. Abigail lo habia visitado los últimos meses, aunque sabía que no debía estar ahí, que la maldición del hombre lobo era peligrosa, no podía dejar de serntir empatía ante ese pobre chico y su vida aislada y temerosa; le observó un poco más, y en esta ocasión se aventuró a acercarse, dio pequeños saltos hasta posarse sobre el respaldo del derruido sillón que usaba Lupin para sentarse antes de su trasnformación, el lobo volteó de inmediato y se acercó a ella, y aunque tuvo el impulso de huir, se mantuvo firme sobre el sillón, el enorme lobo acercó su hocico y dio una rápida olfateada, antes de sentarse frente a ella, observándola curioso. Abigail se sorprendió, Remus se comportaba tan tranquilo y apacible como cuando humano, al menos después de la horrible transformación, frunció el ceño, no podía creer lo equivocados que estaban esos libros que ella se vio forzada a leer desde aquel día, libros como el de Emmerett Picardy, que retrataban a los los hombres lobos como horribles bestias que perdían la moral, incluso volviendo a su fase humana, ¡que le dieran! Si tuviera a ese estúpido autor frente a ella no dudaría en lanzarle una maldición, Remus era la persona más amable y buena del mundo, siendo hombre lobo o no, era mucho mejor persona que cualquiera, mucho más que ese idiota que suponía saber sobre ellos.
De pronto ruidos detrás de ella la alertaron, Remus también volteó rápidamente y ella aprovechó para volar hacia la seguridad de las vigas, justo debajo de las tablas del suelo aparecieron tres animales, un enorme ciervo con grandes astas y un perro negro desaliñado, que llevaba sobre su lomo una pequeña rata café, los mismos animales que habia visto el último mes. Los recién llegados se arremolinaron alrededor de Remus, el perro dando saltitos y juguetenado con algunas mordidas, el ciervo tomó lugar en el tapete, para que el resto le siguieran acorrucándose entre ellos, Abigail suspiró, asumiendo que no se irían y su tiempo con el lobo había acabado, brincó hacia las vigas directo a la salida, pero el sonido de un crujido alertó al perro que volteó de inmediato hacia ella, el cuervo se detuvo, observándolo por un momento, el azul y el ámbar chocando, apenas unos segundos, después ella salió volando del lugar, dejando al grupo de animales solos.
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Al fin la Luna llena había terminado y Remus reposaba en una de las camas de la enfermería, su cuerpo se veía más delgado y enfermizo y nuevas cicatrices cubrían sus brazos y alguna su mejilla, Abigail le observaba desde la puerta de la enfermería, cargando uno de sus libros de Runas Antiguas, clase que solo ellos compartían y de la cual sus amigos no estaban enterados de las tareas y actividades; tomó aire apretando más el libro contra su pecho, había inventado una tonta excusa para que el profesor le permitiese salir antes de la clase y poder visitarle sin que sus amigos estuviera presentes, pero ahora estaba nerviosa, negó con la cabeza y mordió sus labios tomando valor, ya se encontraba ahí y no iba a acobardarse, abrió la puerta y se adentró a la habitación.
Remus observaba distraído por la ventana, hasta que el sonido de la puerta llamó su atención, volteó por inercia y abrió los ojos sorprendido al ver a la pelinegra entrar.
– A–Abigail…
– Lupin –le saludó como siempre y se detuvo a los pies de la cama –yo… dejaron nuevas tareas de la clase de Runas Antiguas –titubeó levemente y le mostró el libro que llevaba – y es la única clase en la que no están tus amigos… así que… te traje los apuntes para que no te atrases… –el chico le veía aun impresionado y solo pudo asentir ligeramente
– Emm… si… gracias…
Remus desvió la mirada, ligeramente cohibido ante su presencia, esperó a que dejara el libro y se retirara, pero muy al contrario, la pelinegra se acercó y tomó asiento en la silla al lado de su cama mientras abría el libro.
– El profesor quiere que traduzcamos estas páginas y describamos estos símbolos, además un pergamino con la historia de esta imagen –empezó a mostrarle mientras se recargaba en la cama muy cerca de él, Remus sintió un escalofrío y se removió incómodo mientras bajaba las mangas de su camisa, tratando de cubrir las marcas en sus brazos, ella notó su incomodidad y le miró a los ojos. –¿Sucede algo?
– No –contestó de inmediato para nuevamente desviar la mirada –E–es solo…
– ¿Te incomodo? –se aventuró a preguntar preocupada, él negó de inmediato
– ¡No! ¡No es eso! –Negó nuevamente –Es solo que… yo… ¿Yo no te incomodo? –murmuró e inconscientemente cubrió una marca de media luna en su brazo, la chica observó su acción y soltó un suspiro
– No más que en las rondas nocturnas –contestó restándole importancia, mientras buscaba en sus bolsillos de su túnica, sacó un pañuelo que colocó sobre las piernas de Remus y desenvolvió mostrando algunas galletas que había guardado del almuerzo. Remus le vio sorprendido mientras ella se sonrojaba levemente y desviaba la mirada, se aclaró la garganta y tomó el libro nuevamente –C–como te decía, creo que el profesor…. –Continuó con su explicación, mientras Remus soltó una pequeña sonrisa y tomaba una galleta, ahora prestando su total atención a la pelinegra a su lado.
Pasaron un buen rato platicando, primero sobre las tareas y apuntes, y pronto Abigail empezó a contarle algúna situación graciosa en las clases o en su misma casa, Remus le observaba atento y sonreía y asentía de vez en cuando, sintiéndose mucho más cómodo de lo que hubiera pensado, tranquilo de que ella no mencionara o indagara sobre su estado; Abigail no se dio cuenta de cuanto tiempo había pasado, ya era su siguiente clase, pero lo pasó por alto y continúo con su platica, hasta que, de golpe, la puerta de la infermería se abrió y las risas inundaron el lugar, los tres Griffindor habían llegado. Remus volteó y se tensó de inmediato, Abigail pudo notarlo y soltó un suspiro, se levantó dejando el libro sobre sus piernas y se aclaró la garganta
– Eso es todo Lupin, le diré al profesor que recibiste el mensaje –Remus la vio sorprendido mientras caminaba a paso tranquilo a la salida, con una mueca de indiferencia, muy contraria a la que tenía cuando platicaban
– Eh... s–si…
La chica caminó hacia la salida sin poder evitar toparse con los griffindors, Peter se hizo a un lado escondiéndose al lado de James que no le prestó mucha atención y se dirigió hacia Remus, sin embargo Sirius no dudó en detenerse observándola con molestia.
– Joder Lunático ¿Ni siquiera en la enfermería pueden dejarte tranquilo? Entregarás esas estúpidas tareas después –exclamó con molestia rodando los ojos, Abigail frunció el ceño, pero continuó su camino a la salida, al ver que sus palabras no habían hecho efecto, Sirius picó de nuevo –Si, fuera de aquí serpiente, no eres bienvenida y aléjate de nuestro Remus
Esta vez la chica se detuvo, apretó los puños con molestia, eso era suficiente, estaba harta de no encajar, de que no fuera bienvenida ni en su propia casa y justo cuando encuentra un sitio en el que se sentía cómoda, en compañía de alguien quien le trataba como su igual, el grupo de idiotas a su alrededor la despachaba como si fuera indigna de estar si quiera en su presencia. Volteó con el ceño fruncido, con su mano en su bolsillo apretando su varita y lanzó una mirada afilada hacia el grupo griffindor.
– Cierra la boca de una vez Black y les advierto que no se metan conmigo, porque la siguiente vez… los estúpidos leones podrían perder la melena por accidente –contestó mordaz y burlona, y se regocijó al ver que tanto Sirius como James se estremecieron pensando que se las cobraría con su amado cabello
Abigail sonrió con autosuficiencia y volteó continuando su camino, mientras Black y Potter murmuraban algunos insultos, Remus la observaba preocupado por cómo se tomaría el ataque de su amigo, sin embargo, antes de salir por la puerta, volteó de reojo hacia él y sonrió guiñándole un ojo, sorprendiéndolo y sonrojándolo ligeramente.
– Maldita serpiente –masculló Black –¿Quién demonios se cree?
– ¿Acaso no es la chica de Slytherin por la que preguntabas Remus? –Preguntó James, reconociéndola
– N–no sé de que hablas –rio nervioso Remus, negando con la cabeza
– ¿Te trajo la tarea? –preguntó Peter tomando el libro de la cama
– Eh si… me trajo algunos libros –volteó hacia la silla a su lado, mostrando una pequeña pirámide de libros, Peter se aproximó tomando uno, del cual, cayó en la cama un pequeño paquete, el castaño lo tomó curioso
– ¿Chocolate? –Leyó la envoltura, Remus de inmediato se lo arrebató de las manos extrañando a sus tres amigos.
– M–me lo mandaron de casa –murmuró tratando de excusarse al darse cuenta de su acción
– Ya veo… –James contestó no muy convencido
– Nosotros también te trajimos dulces –exclamó Sirius, mostrándole una bolsa –escapamos anoche por el pasadizo y trajimos muchas cosas –se acercó animado volteando todos los dulces de la bolsa sobre la cama
– Gracias –sonrió Remus guardando disimuladamente el chocolate debajo de su almohada, tratando de no llamar su atención
Sin embargo James lo había notado y levantó las cejas extrañado, él era más observador que Sirius y Peter y había notado un comportamiento diferente por parte de su amigo más tranquilo, había escuchado risas antes de que ellos entraran, por lo que le sorprendió solo encontrar a Remus y a la chica de Slytherin, que estaba seguro era la misma chica que Remus observaba al inicio de año en el comedor, soltó un suspiro y sacudió la cabeza, tal vez solo estaba divagando demasiado y se unió al resto de sus amigos.
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Abigail caminaba a paso tranquilo a su clase de Runas, había despedido a Severus unos minutos atrás en su otra clase y ahora se dirigía a su salón, de pronto alguien tocó su hombro, volteó y abrió los ojos sorprendida al tener a Remus frente a ella, ladeo la cabeza a los lados buscando a sus amigos, sin encontrarlos, mientras Remus soltaba una risita
– No están
– Me sorprende que te dejaran caminar solo –continuó su camino, con Remus siguiéndole
– La profesora Macgonagall los atrapó y se los llevó quejándose de que siempre van tarde
– Ya veo…
Los chicos caminaron juntos hasta la clase, uno la lado del otro, intercambiando algunas palabras, bajo las miradas curiosas de algunos de sus compañeros; en cuanto llegaron a la puerta ella entró primero, dirigiéndose a su lugar de siempre, sin embargo se sorprendió al escuchar el movimiento de una silla a su lado, Remus le había seguido y ahora tomaba lugar en la misma banca que ella.
– ¿Qué haces? –le preguntó sorprendida
– Tomamos clase juntos ¿Por qué no sentarnos juntos también?
– B–bien –murmuró ligeramente sonrojada
Durante la clase habían murmurado entre ellos, jugándose alguna broma, divirtiéndose tanto que no notaron como la clase había terminado, tomaron sus cosas y tal cual como habían entrado salieron juntos caminado por el pasillo.
– ¿Cuál es tu siguiente clase? –preguntó Remus
– ¿Encantamientos y la tuya?
– Transformaciones
– Ya veo… con tus amigos –murmuró fastidiada
– Si… –trató de sonreír –pero puedo acompañarte a tu clase antes y…
– Aun no entiendo Lupin –le interrumpió – ¿Cómo puedes ser amigo de chicos como ellos? Son unos pesados
– Bueno… sé que son molestos y a veces arrogantes, pero son buenas personas, además han sido mis amigos desde el primer día, ellos me aceptan… son los únicos que lo hacen –fue bajando la voz hasta terminar en un murmullo que logró escuchar
– Te equivocas –contestó tajante deteniéndose, él la imitó confundido –eso no es verdad, ellos no son los únicos que te aceptan, hay personas, más personas como…
Se detuvo, no pudiendo terminar la frase y dejando a Remus con los ojos abiertos intrigado, Abigail desvió la mirada y mordió sus labios debatiéndose, pero apenas un par de segundos después pareció convencida, volteó hacia él y tomó su mano.
– ¡Ven! –comenzó a jalarlo hacia el lado contrario de donde tendrían sus clases
– ¿P–pero a dónde vamos? ¿Y la clase? –preguntó Remus confundido dando trastabillando mientras trataba de llevarle el paso
– ¡Tú solo ven! ¡Iremos después!
Abigail hizo que subiera las escaleras rápidamente y abrió una de las puertas que daba a un aula vacía, jaló a Remus adentro y cerró de inmediato con un encantamiento
– ¿Abigail que te sucede? –preguntó el chico confundido, ella se tensó y suspiró pegando su frente a la puerta, había actuado por impulso, sin medir la consecuencia de sus actos, pero ya no podía retractarse –¿Abigail?
– Lupin… –suspiró nuevamente y volteó enfrentándole con las mejillas sonrojadas –e–es solo que yo… –tartamudeó sin quererlo, estaba nerviosa, pero tomó valor y se acercó más a él, Remus se sorprendió y dio unos pasos atrás sin quererlo – Lupin, ya me he dado cuenta
Abigail apenas pudo murmurarlo, pero Remus lo oyó perfectamente debido a su cercanía, la observó curioso mientras ella le observaba nerviosa y sonrojada, y entonces algo pareció cuadrar en su cabeza, ¿Se había dado cuenta? Se extremesió y enrejeció totalmente, ¿Acaso se había dado cuenta que la observaba? ¿Qué trataba de tener el mayor tiempo con ella? ¿Qué esperaba la noche para estar con ella? ¿Qué la buscaba inconsientemente en el comedor?...
– Sé lo que eres… sé tú secreto –Sus palabras lo sacaron de sus pensamientos, y todo el nerviosismo y el sonrojo se esfumó, siendo reemplazado por un escalofrío
– ¿D–de que hablas? –tragó saliva, ella le taladraba con la mirada
– Te vi desde hace algunos meses… en la casa de los gritos
Remus palideció de inmediato y dio unos pasos atrás, mareado, la pelinegra no hablaba de sus inocentes escudriños, era algo grande, terrible. Abigail le observó afectado y se acercó tratando de reconfortarlo, pero el empujó su mano alejándola
– ¡No me toques! –gruñó –¿Cómo es posible? ¿Cómo te diste cuenta?
– Yo… esque… –titubeó ligeramente, pero Remus volvió a atacarle, aproximándose furioso y amenazador hacia ella
– ¡No te atrevas a decirle a alguien! –levantó la voz
– Yo… sabes que nunca lo haría –trató de justificarse
– Eres una serpiente –le contestó, como si eso explicara todo, mientras la arrinconaba contra la pared, y aunque Abigail estaba sorprendida, frunció el ceño ante el ofensivo apodo, que él nunca antes había usado
– ¡¿Q–que te sucede?! –le alejó empujándolo del pecho –Soy una Slytherin, ¡Pero no lo diría! pensé que me conocías Lupin –él pareció avergonzarse por un momento, pero continuó a la defensiva
– Hazte a un lado –el chico caminó dispuesto a salir de ahí, pero ella se interpuso cerrándole el paso
– ¡Lupin escucha!
– ¡Braun que te hagas a un lado! –trató de evitarla
– ¡No! No me moveré –la chica volvió a interponerse –¡Debes escucharme por favor! S–solo… ¡Observame!
Ella se apartó un par de pasos y tomó su varita apuntándose a si misma, él se tensó de inmediato, sin embargo, el movimiento solo la trasformó en un pequeño cuervo negro con un par de plumas blancas en la cabeza. Remus abrió la boca con sorpresa mientras el pequeño cuervo dio un par de saltitos hasta él, para nuevamente convertirse en la joven Slytherin.
– El cuervo… eres ese cuervo
– Si soy yo… –suspiró aparentando la varita en sus manos –Soy un animago, mi padre me enseñó, pero… soy ilegal, nadie lo sabe o… bueno nadie lo sabía…
– ¿Por qué?...
– Por qué ahora tú puedes ir a contarlo a quien quieras –le interrumpió –y me mandarán a Azkaban –levantó su varita apuntando la puerta y quitando el cerrojo –Ahora mismo puedes ir con cualquier profesor y contarlo, no te detendré, pero… yo sé que no lo harás, porque yo confío en ti y yo te juro… que jamás diría algo que ti…
Remus estaba estático, tratando de comprender toda la nueva información obtenida, recordaba perfectamente a ese cuervo, había estado ahí los últimos meses sin falta, observándole, acompañándole; Abigail se alejó unos pasos, dándole su espacio, lo sabía, fue demasiado pronto, él simplemente miraba a la nada, perdido en sus pensamientos, pero no huyó.
– Remus… –le llamó por primera vez por su nombre –No solo tus amigos te aceptan por lo que eres, yo… yo también lo hago… –caminó alejándose de él, hasta sentarse en una banca olvidada y polvorienta –Desde que lo supe, estuve leyendo, leyendo mucho en realidad, de lo que eres, de lo que todos suponen que es y no creo ni la mitad de lo que los libros dicen –la pelinegra le vio a los ojos –No eres un monstruo, no importa que tú incluso lo pienses así, no lo eres, eres Remus Lupin, el chico inteligente y amable de Gryffindor y… bueno yo… –pareció dudar mientras enredaba su varita en el borde de su falda –t–tú me agradas Remus, hombre lobo o no, me agradas y eso no cambiará, no importa lo que digas
Remus se acercó a ella en un impulso y le abrazó, estaba tensa, y se golpeó internamente, tal vez había sido demasiado sorpresivo, tal vez ella aún no estaba lista, pero sus dudas se disiparon apenas unos segundos después, cuando la sintió relajarse y acorrucarse contra él; su cuerpo era más pequeño y menudo de lo que pensó, pero se amoldaba perfectamente al suyo, sentía su respiración cosquillear contra su pecho y como, aún dudosa, levaba los brazos y rodeaba su cintura con ellos. La sensación más extraña que hasta ahora había sentido, su corazón latiendo rápidamente, el calor instándose en sus mejillas y a su vez, su escalofrío recorriendo su espalda, sensaciones extrañas pero que estaba seguro intentaría una y otra vez volver a sentirlas.
