No fue una broma

Abigail se encontraba sentada en la sala común de su casa, tenía un libro en las manos al cual se forzaba en poner atención, sin lograrlo, bufó bajándolo y desviando la mirada a la ventana, iluminada por el verdor del lago, ese día no le correspondía la ronda nocturna, aunque en realidad eso importaba poco, la Luna estaba en su apogeo y seguramente Remus ya estaría en la casa de los gritos esperando su transformación, bufó molesta y cerró el libro de golpe. Estaba fastidiada, ella debería estar ahí, pero desde hace días Rosier había empeñado en acosarla, y justo ese día se le ocurrió seguirla a todas partes, incluso se quedó sentado en el sillón frente a ella, observándola todo ese rato, hasta hacía unos pocos minutos que se había ido a su dormitorio, y si que acudía ahora con Remus, lo más seguro es que el resto de sus amigos ya estarían en camino o con él.

De pronto un papel doblado como grulla llegó hasta su mesa, ella lo vio extrañada y lo desdobló leyéndolo, abriendo los ojos con terror: "He escuchado a Black, planean algo grande en la casa de los gritos, estoy siguiéndolo, Severus". La chica se levantó de inmediato, arrojando el libro a un lado, tomó la varita y salió corriendo, lo más rápido que pudo, esto estaba mal, era grave y Severus podía estar en problemas.

Esa tarde, Severus había escuchado a Black hablar desde detrás de los invernaderos, el gryffindor había mencionado que habían planeado una muy buena broma para los slytherin y prepararían todo esa misma noche en la Casa de los Gritos. Severus no lo pensó mucho, sabía de antemano que él sería uno de los principales objetos de burla, por lo que cuando cayó la tarde y vio salir a Sirius del castillo, no dudó en ir tras él para atraparlos y meter en problemas al grupo de leones

Lo persiguió cauteloso por los campos, hasta llegar al sauce boxeador, donde lo vio deslizarse por un pasadizo, Severus al ver que el árbol aun no reaccionaba, se adentró en el pequeño y oscuro hueco, avanzó a tropezones, hasta ver una pequeña luz al final del camino, movió unas tablas, haciendo un espacio y saliendo por el piso de la casa de los gritos. Apenas fue capaz de dar un par de pasos dentro del lugar cuando se detuvo, paralizándose, frente a él se encontraba un enorme lobo, observándolo y mostrándole los dientes, Remus había acabado su transformación.

– ¿B–black? –murmuró asustado pensando en que era un hechizo, como respuesta, el hombre lobo lanzó un aullido y se abalanzó de inmediato sobre él

Severus retrocedió logrando evitar el primer ataque, pero el lobo fácilmente lo acorraló en una esquina, dejándolo sin escapatoria, gruñó, mostrando los dientes y se aproximó ansioso por atacarle, pero antes de que pudiera acercarse lo suficiente, un pequeño cuervo negro entró por la ventila del techo, volando directo al rostro del lobo, rasguñándolo y picoteándolo, haciéndolo retroceder. Severus abrió los ojos con sorpresa ante el extraño comportamiento del ave, el lobo lanzó gruñidos de dolor y manoteó tratando de quitarse al cuervo de encima, que seguía sobre él gritando y atacándole, hasta que al fin una de sus patas logró golpearlo, arrojándolo contra una pared.

El cuervo lanzó un graznido de dolor, mientras el lobo sacudía su cabeza aturdido, percibiendo nuevamente a Severus, y volteó dispuesto a atacarle, de pronto un enorme ciervo emergió del mismo hueco por donde él había entrado y arremetió contra el hombre lobo alejándolo del chico, Severus no lo pensó dos veces y se arrojó por debajo del piso, dejando atrás al ciervo que levantaba las patas delanteras impidiendo al lobo seguirle.

El cuervo se sacudió aturdido y doliente, volteó hacia la salida, observando como su compañero se deslizaba y huía del lugar, mientras un perro negro entraba rápidamente, ayudando al ciervo a contener a Remus, levantó las alas con dolor y con todo su esfuerzo levantó el vuelo, saliendo por donde había entrado. Revoloteó hacia el castillo, lo más que pudo, hasta que cayó cerca de la puerta, se trasformó nuevamente y se recargó en una de las paredes jadeando mientras sostenía su brazo. Abigail avanzó cansada hacia su sala común, el brazo le dolía y se sentía mal ante lo sucedido, entró a pasos pequeños y pesados en la sala común de Slytherin, solo para encontrar a Severus pálido y jadeante, sentado en uno de los sofás y acompañado de Rosier, al escuchar la puerta él volteó, temblando y sobresaltado.

– A–abigail… –murmuró sorprendido

Abigail lo observó por un momento, antes de desviar la mirada, y sin emitir palabra alguna caminó hacia su dormitorio cerrando la puerta.

A la mañana siguiente despertó tarde, con un increíble dolor en el hombro, llevó su mano a él y jadeó ante el simple toque, estaba lastimado, demasiado, tomó aire y se levantó lentamente de la cama, tomó su capa, colocándosela con cuidado y se dirigió hacia la enfermería, ella sola no podría arreglarlo. La mañana era fría y gris, el cielo estaba cubierto por densas nubes augurando lluvia, entró a la enfermería y de inmediato fue recibida por Madame Pomfrey.

– Señorita Braun ¿se encuentra bien? –se acercó preocupada

– Yo… si es solo que…. tengo lastimado el hombro –abrió su capa mostrándoselo y que la sanadora se acercara rápidamente –me caí por las escaleras –aseguró de inmediato

– De acuerdo, veamos… –la mujer tocó su hombro y soltó un quejido de dolor –no es solo un hombro dislocado, también hay una fractura, pero vamos a arreglarlo

Con cuidado retiró la capa y tomó su otro brazo, dirigiéndola a una de las camillas, una cerca de la ventana, una justo enfrente de la camilla donde Remus se encontraba, él abrió los ojos con sorpresa al verla, ella se quedó estática, de pronto un intenso dolor le hizo soltar un pequeño grito.

– Lo siento señorita Braun –volteó a verla –pero tenía que acomodar el hombro dislocado

– S–si… está bien –murmuró, mientras Madame Ponfrey ataba un pañuelo a su brazo inmovilizándolo

– Sin embargo, para la fractura debo darte una poción y quedarte por lo menos hoy

Ella asintió sin prestar mucha atención, dirigiendo su mirada hacia Remus, que no había perdido detalle de ella, la medimago regresó con una pequeña taza con pócima que hizo beber a la chica de un sorbo y después de meterla a la cama, los dejó solos.

Remus desvió la mirada avergonzado y Abigail soltó un suspiro, con cuidado se levantó de la cama y se dirigió hacia la de él, Remus pareció asustado y se removió tratando de alejarse, pero ella tomó su mano impidiendo que se moviera, la pelinegra levantó su mano tomando su mejilla y observó su rostro, descubriendo rasguños y marcas que ella había dejado ahí la noche anterior, Remus jadeó y bajó la mirada avergonzado.

– Abigail, y–yo l–lo sien…

– Lo siento –se adelantó –lo siento Remus, te lastimé –él volteó a verle sorprendido ante el rostro lleno de culpa de la chica –esas marcas… fui yo

– ¿De que hablas? ¡Esto no es tu culpa! ¡yo te ataque! –levantó la voz, mientras lágrimas trataban de salir –yo te empujé y te lastime el brazo ¿verdad? Te ataque

Ella le abrazó, rodeándole con el brazo sano y se acomodó en su cuello, Remus se tensó por un momento, antes de relajarse poco a poco y subir sus brazos rodeando la cintura de la chica.

– Lo siento –susurro nuevamente

– No fuiste tú, fue la maldición, no tu Remus –le aseguró ella, mientras sentía humedad en su hombro

– Me detuviste –tragó saliva –Gracias a ti no le hice daño a Snape, si tu no hubieras estado... –la pelinegra se tensó ante ese pensamiento –pero ahora… él lo sabe ¿Verdad? Él sabe lo que soy –Abigail escuchó miedo en su voz

– Yo… no lo creo –le aseguró –No creo que haya visto quien era el lobo

– Pero si lo sabe…

– No te preocupes por eso Remus –interrumpió –Yo lo arreglaré, yo me haré cargo, nadie lo sabrá

El silencio inundó el lugar, pero ella pudo sentir como asentía como respuesta, suspiró y trató de separarse, pero Remus se lo impidió, apretándola más contra él, ella sonrió levemente y se acorrucó sobre él mientras subía su mano acariciando los cabellos de su nuca y lo que inició como una mañana fría y nublada, ahora se sentía cálida.

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Por suerte la fractura de Abigail no fue de gravedad, por lo que solo hizo falta otras 4 dosis más de la asquerosa pócima para que estuviera casi totalmente recuperada, y pudiera dejar la enfermería, sin embargo, Madame Ponfrey le recomendó seguir con el pañuelo y evitar el esfuerzo del brazo para que sanara completamente.

Caminó por los campos del colegio, cortando camino hacia su sala común, había perdido clases todo el día de ayer y seguramente ahora estaría llena de pendientes atrasados, caminaba apresurada hasta que, justo frente a ella, del acueducto salía Sirius Black, y por primera vez desde que lo conocía, totalmente solo. Frunció el ceño de inmediato, recordando la enorme molestia que sentía debido a la estupidez que había hecho y, sin pensarlo dos veces, se adelantó a pasos rápidos donde se encontraba.

– ¡Black!

Sirius escuchó su nombre y levantó la mirada, estaba tan sumido en sus pensamientos que no había percibido como la chica se acercaba y ahora se encontraba justo frente a él, fulminándolo con la mirada.

– Black –repitió y le empujó hasta que su espalda topó con una enorme roca –¿Acaso eres idiota?

– ¿Disculpa? –él parecía confundido y frunció el ceño

– ¡¿Cómo pudiste hacer eso?! ¡Pusiste en peligro a Severus! Pudo haber muerto –el pelinegro abrió los ojos con sorpresa

– N–no sé qué te dijo tu amigo, pero miente –negó a la defensiva

– Él no me ha dicho nada, yo lo ví

Sirius palideció y en su mente las piezas empezaron a ordenarse, tomó a la pelinegra de los hombros, volteándola y poniéndola contra la pared.

– ¡Eres tú! ¡El cuervo eres tú! –concluyó

– ¡Suéltame! –gruñó la chica

– ¿Lo sabes? ¡¿Sabes quién es el lobo?! –preguntó, apretando sus hombros

– ¡Eres un idiota arrogante! –estalló la chica –Siempre piensas en ti mismo, en lo bueno que eres, en cómo te diviertes… pero jamás piensas en cómo se sienten los demás ¿Acaso te preocupaste por el lobo? ¿Por lo que siente? ¿Qué hubiera sentido él cuando se diera cuenta que mató a alguien? ¿Te importa eso?

Sirius se sorprendió y un escalofrío recorrió su espalda, era la segunda vez que escuchaba esas palabras, desvió su mirada avergonzado y titubeó por un segundo, pero sacudió la cabeza tratando de alejar todas esas ideas y afirmó más el agarre, lastimando su hombro y sacándole un gemido.

– ¡¿Sabes quién es el lobo?! –repitió más fuerte

– ¡Flipendo!

La chica había logrado sacar su varita y lanzar un hechizo, que apartó a Sirius y lo hizo caer de trasero al suelo; la pelinegra removió su hombro con molestia.

– No te tengo miedo Black, eres solo un crio estúpido y arrogante, y no te temo –acomodó su túnica –la siguiente vez… usaré un hechizo enserio

La pelinegra le lanzó una última mirada, antes de voltear y avanzar a pasos apresurados por el acueducto, directo al castillo. Sirius la observó marcharse y soltó un suspiro, dejándose caer de espaldas en el pasto, chistó la lengua, lo sabía, la había cagado, se lo había dejado claro James hacía unos pocos minutos, cuando le enfrentó en el pasillo y estuvo a punto de golpearlo, reclamando precisamente lo mismo, a su amigo tampoco había parecido graciosa la broma y le cuestionó en qué demonios pensaba al exponer a Remus de esa manera, frunció el ceño, no era estúpido, llevó a Snape hasta que estuviera seguro que Remus ya estuviera trasformado; aunque tenían razón, ambos, le había parecido tan gracioso espantar al entrometido de Quejicus que no había tomado tiempo de pensar en Remus y en lo que sentiría, y ahora mismo estaría en la enfermería tratando de disculparse, de no ser porque James le había prohibido acercarse a él, asegurado que si lo veía le desconocería como hermano y lo golpearía hasta cansarse. Observó las nubes, que justo en ese momento se abrían, desatando una ligera lluvia de la que todos los estudiantes corrían para resguardarse, menos él; el día no podría ponerse mejor…

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Abigail acababa de salir de su sala común, cargaba con algunos libros y caminaba hacia la biblioteca para poder terminar sus pendientes, volteó por el pasillo topándose con Severus de frente, el chico pareció sorprendido de verla y dirigió de inmediato su vista al pañuelo atado en su hombro.

– Severus…

– ¿Estás bien? –se acercó unos pasos –no te vi el día de ayer

– Eh si… yo… caí por las escaleras y tuve que ir a la enfermería –titubeó, él le vio extrañado –esa noche… me llegó tu mensaje y salía buscarte pero no te encontré

El chico se tensó de inmediato y un escalofrió recorrió su espalda, recordando cómo casi perdía la vida, volteó a ambos lados, esperando nadie los escuchara e hizo una seña a la chica para que lo siguiera, dirigiéndose al abeto en el que solían reunirse.

– Seguía a Black fuera al castillo, y fue directo al sauce boxeador, lo hechizó, aunque no sé cómo y se deslizó por debajo, hay un pasadizo que lleva directo a la casa de los gritos –tragó saliva –y no está embrujada Abigail, los gritos que se escuchan y mantienen a todos lejos, es un hombre lobo, un hombre lobo transformándose –Abigail tragó saliva nerviosa, pero trató de ocultarlo

– Eso es imposible Severus –desestimó dejando los libros en el suelo

– ¡No lo es! –replicó ofendido –¡Lo vi! ¡Casi me mata! –desvió la mirada –de no ser por esa loca ave y el ciervo de las astas enormes ¿Por qué no me crees? –volteó hacia ella con el ceño fruncido, Abigail carraspeó

– Lo siento Severus, es solo que me es difícil pensar que encontraras un hombre lobo

– Seguramente es del colegio –interrumpió pensativo, tensándola

– Eso es imposible –negó de inmediato

– Piénsalo Abigail, ¿Por qué habría un pasadizo desde los terrenos de Hogwarts hasta la Casa de los gritos? Para que un estudiante se moviera por ahí sin que lo descubrieran

– O es un hombre lobo que escogió ese lugar para transformarse y solo Black encontró un pasadizo que conecta con Hogwarts por casualidad –contradijo

Severus le vio extrañado, y frunció el ceño ante su renuencia, su teoría era más lógica que la casualidad que ella manejaba y era la primera vez que ella descartaba algo tan rápidamente, la observó con atención, tensa e incómoda.

– Dime… ¿Viste quién era el licántropo? –preguntó ella, desviando la mirada como si no le importara, Severus abrió los ojos con sorpresa –¿Lo viste, Severus? –ella volteó a verlo, con ojos serios, Severus pudo ver cómo, con lentitud, deslizaba su mano por su túnica, directo a donde él sabía siempre guardaba su varita

– No –negó –no vi a nadie más que a Black, después al lobo y a esos animales –Severus le observó a los ojos tratando de mostrar seguridad, ella le observó por un momento más antes de suspirar, relajándose y alejando su mano de su varita

– De acuerdo, supongo fue una casualidad, pero lo más seguro para nosotros y el resto de los estudiantes es no volver ahí, ¿No lo crees? –se agachó para recoger sus libros

– Supongo… –murmuró el pelinegro observándola

– Bien, tengo muchas tareas pendientes del día de ayer, iré a la biblioteca ¿me acompañas? –volteó hacia él

– Tal vez después te alcance, tengo cosas que hacer

– ¡De acuerdo! Nos vemos en la sala común más tarde

Abigail medio sonrió y dio la vuelta, caminando de vuelta al castillo, bajo la atenta mirada de Severus, lo había notado, su extraño comportamiento y asumió que estaba involucrada en el tema, más de lo que había demostrado.

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Al día siguiente, muy temprano en la mañana, Abigail, trasformada como cuervo, espiaba por la ventana, al no observar a nadie, empujó el cristal y se adentró en la enfermería. Remus la observó sorprendido y tras asegurarse que nadie podría verla se trasformó nuevamente.

– Pensé estabas lastimada y no debías mover el brazo

– Fue solo un rasguño –le restó importancia –además tenía algo muy importante que decirte –Remus le observó curioso –Ayer pude hablar con Severus, él no sabe nada de ti, dice que vio un licántropo trasformado, pero nunca a ti –le sonrió tratando de tranquilizarlo –Así que nadie lo sabe Remus

El chico suspiró, sacando todo el aire que había contenido, se recargó en la almohada y cubrió sus ojos con el dorso de su mano, relajándose al fin de la tensión acumulada en todo ese tiempo, desvió la mirada hacia ella, que le sonreía

– Gracias Abigail –ella negó restándole importancia –Es una suerte que él no me haya visto, no sé lo que haría, si él lo supiera… todo esto…

– No te preocupes más por eso –interrumpió –no sucedió y si llegaba a saberlo, te lo dije ¿No? yo me haría cargo –el chico volteó a verla curioso

– ¿Como? –ella pareció meditarlo un poco y dirigió su mirada a la ventana, lejos de la de él

– Soy buena con el hechizo Obliviate

Remus abrió los ojos con sorpresa, no solo porque el encantamiento desmemorizador era complicado de realizar, sino porque la chica estaba dispuesta a hechizar a su amigo, la única persona que había visto cerca de ella, solo por él; sin poder evitarlo sus mejillas se sonrojaron y dio gracias que la chica no lo mirara directamente.

– Yo… estoy un poco preocupado, no he visto a Sirius –murmuró tratando de cambiar el tema y evitando ella viera su sonrojo

– Para mejor –bufó –Ese idiota tiene toda la culpa de esto –Remus suspiró y observó a la ventana, tenía razón, Sirius había hecho todo este desastre él solo, pero al fin de cuentas era su amigo y sabía que su intención nunca sería dañarlo. Abigail pareció notar su decaimiento por lo que soltó un suspiro –Lo siento, pero sabes es cierto… y no te preocupes, lo vi en las clases ayer, él está bien –Remus volteó sonriéndole agradecido –bien, supongo debo irme, tus amigos no tardarán en venir, el día de hoy es tu última noche ¿Verdad?, lo siento, no podré verte, pero estaré pendiente de Severus, por si se le ocurre hacer otra investigación –él asintió aliviado

– De acuerdo, y no te preocupes por no ir, estaré bien…

Abigail asintió con la cabeza y se dirigió a la ventana, abriéndola, Remus la observó y en un impulso su nombre salió de sus labios

– ¡Abigail! –ella volteó levemente –Yo…g–gracias… Gracias por todo –Remus la observaba nervioso y Abigail sintió sus mejillas calentarse, no era la primera vez que Remus le agradecía algo, de hecho era una palabra que utilizaba con frecuencia, sin embargo, en esta ocasión se sintió diferente, más cálida, más significativa, tanto que ella se sonrojó de la misma manera que el chico

– No hay de que… –murmuró volteándose, evitando su mirada y de inmediato se convirtió en cuervo para dejar rápidamente el lugar.

Esa misma noche, ella montó guardia en su sala común, tomó un libro y se acorrucó en uno de los sillones, pero Severus no apareció, ni siquiera espió de su dormitorio, por su parte solo James y Peter hicieron compañía a Remus, mientras Sirius deambulaba solo alrededor de la casa, buscando al cuervo, que por supuesto, no apareció de nuevo.