Como en una burbuja
Un pequeño cuervo empujó una de las ventanas de la enfermería abriéndola, Remus volteó de inmediato, acostumbrado al sonido, la pequeña ave espió por ambos lados antes de adentrarse, dando saltitos sobre las cabeceras de las camas, hasta llegar a la de él, saltó hasta la cama, depositando en su regazo un pañuelo con galletas.
– Veniste…
Remus sonrió animado al ver al pequeño cuervo, este saltó nuevamente hasta llegar al suelo, donde se convirtió en la chica de cabellos negros y mechones blancos, Abigail le sonrió observándolo con atención, descubriendo nuevas marcas en su rostro y brazos, que antes no estaban ahí, y se maldijo internamente, detestaba la distancia que ahora les separaba.
Las últimas semanas, Abigail se había visto más vigilada, ahora no solo por Rosier, que siempre estaba tras de ella observándole en clases y durante las rondas como prefectos, sino también por los Grifyndor, que no dejaban a Remus solo en ningún momento y durante sus transformaciones, rondaban alrededor de la Casa de los gritos, vigilando, para evitar ella se acercara. Tal vez la opción más fácil era dejarlo pasar, dejar de buscar contacto con el chico Griffyndor y evitarse tantos problemas, sin embargo ahí estaba, aprovechando las mañanas y saltándose clases para poder platicar con él al menos un rato.
- Lo siento… Rosier ha estado últimamente demasiado pendiente de mi – bufó rodando los ojos "y tus amigos también" pensó, Remus frunció el ceño preocupado
- ¿Todo bien? –desde hace un tiempo había visto a Rosier más interesado en ella, siempre observándole, lo que le había hecho sentir extraño
- Por supuesto –le sonrió tratando de tranquilizarle, aunque en realidad ella se sintiera nerviosa por la situación, sabía que en ese momento Remus no necesitaba preocuparse, la trasformación era peor cuando había estrés –no es nada –Le restó importancia y se sentó en la cama, Remus se movió ligeramente para que estuviera más cómoda –En clase vimos un tema muy interesante –sonrió tomando el pequeño bolso que cargaba y rebuscando en él, hasta que sacó un libro –¡Aquí está!
Abigail sonrió y pasó las páginas del libro rápidamente, hasta encontrar las indicadas y se acercó más el libro a él para mostrarle el conjunto de garabatos, Remus se sonrojó ante su cercanía, y quedó absorto ante la vista, los ojos de ámbar brillante y esos cabellos de diferente color cayendo a los lados de su rostro, y sin pensarlo mucho, acercó su mano a su mejilla, apenas si rozándola, acomodando los desordenados cabellos detrás de su oreja, Abigail volteó a verlo, sorprendida ante el toque, teniendo el rostro de Remus muy cerca del suyo observándole, él pareció salir de su trance y se sonrojó completamente, retirando su mano rápidamente, como si quemara.
– L-lo siento –murmuró como disculpa evitando el contacto visual
– No, no pasa nada –ella se apresuró a contestar –me gusta… cuando haces eso
La chica lo mencionó en apenas un susurro, pero Remus logró escucharlo perfectamente, sintió su garganta secarse y sus manos hormiguearon, anhelando continuar tocando su piel, pero se contuvo, suspiró hondo y se recargó en la almohada de la cama, viendo al techo.
– ¿Por qué?
– ¿Hn? –Ella ladeó la cabeza sin comprender
– ¿Por qué no me temes? Aún con lo que soy… ¿Por qué te mantienes a mi lado? ¿Por qué no te vas antes de que te haga daño?
Murmuró sin verla, ansiaba ver su reacción, su rostro, pero temía que ella lo reconsiderara y que huyera de él, el silencio se hizo presente, apenas por unos segundos, que para él parecieron horas, hasta que Abigail abrió la boca.
– ¿Cómo podría temer a algo que me gusta?
Remus volteó a verla muy sorprendido, ella no lo observaba, veía a un punto fijo en la pared frente a ellos, mordió su labio inferior, como la veía hacer cada que se se encontraba indecisa sobre algo, respiró profundo, tratando de tomar valor, para al fin dirigir su mirada hacia él.
– M–me gustas, en verdad… me gustas Remus
Remus abrió los ojos con sorpresa, mientras un escalofrío recorría su cuerpo y su boca se secaba, Abigail lucía un pequeño sonrojo en sus mejillas y le miraba inquieta bajo sus espesas pestañas, bajó su vista a su garganta, donde le observó tragar saliva indecisa, alejó su mano, dejando el libro a un lado y con un movimiento lento, como si de un gato se tratase, se acercó hasta él, recargando su cuerpo sobre el suyo y lentamente lo besó.
Remus no había tenido tanta proximidad con las chicas, a decir verdad con nadie que no fueran sus inseparables amigos, para él llevar una relación como lo hacían James o Sirius con las mujeres era un tema complicado, como si esas cosas no fueran con él, como si él no mereciera ese tipo de contacto, sin embargo Abigail era diferente, Abigail no le temía, y ahora se encontraba sobre él, lo más cerca que alguien hubiera estado, con el olor de su cabello inundándole y el suave movimiento de sus labios sobre los suyos, que parecían acallar sus pensamientos, como si el tiempo se detuviese. De pronto la burbuja en la que se había sumergido reventó, ella había dejado de besarle y se separó lentamente, abrió sus ojos, brillantes como el oro, observándole por un segundo antes de desviar la mirada y sonrojarse aún más se era posible, mordiendo su labio, nuevamente.
– Remus lo siento, si tu no…
No la dejó continuar, se levantó ligeramente de la cama y aferró su nuca, atrayéndola hacia él, y esta vez fueron sus labios los que buscaron los de ella, pareció sorprendida al principio, porque sus labios se mantuvieron estáticos, aunque poco le importó, continuó moviendo los suyos hasta que los de ella se movieron correspondiéndole, uniéndose esta vez en un beso un poco más fuerte, más necesitado, más demandante; sintió como ella se dejaba llevar, subiendo sus brazos, enredándolos en su cuello y él se permitió deslizar sus manos por su cintura, apretándola más contra él.
