*Un Gryffindor*
Abigail caminaba con una enorme pila de libros en sus manos en dirección al despacho del profesor Slughorn, durante toda la semana había estado llevándose más libros de los usuales, adelantando sus deberes y tareas, todo para tener precisamente ese día libre. Sonrió abiertamente, este sería el primer cumpleaños de Remus que pasarían solos, totalmente solos, durante la cena de hace unos días, James había tenido la maravillosa idea de celebrar su cumpleaños el fin de semana, es decir al día siguiente, por lo que tendría a Remus solo para ella. ¡Gracias y mil veces gracias, James! Así que ahora, tenía planeado un regalo perfecto para él.
- ¡Hey cuidado! –la chica se frenó de golpe, haciendo que la pila de libros tambaleara, y hubiera caído de no ser porque justamente alguien frente a ella le había apoyado, tomando la columna y estabilizándola. Abigail ladeó la cabeza, para encontrar a la Sirius que le observaba con una sonrisa de lado
- Hey, te dije que con cuidado –sonrió de lado, haciendo que la chica bufara
- Si caían sería por tu culpa, Sirius
- No, sería por que llevas demasiados libros
El pelinegro tomó prácticamente tres cuartas partes de los libros y le hizo una señal para que ella avanzara, Abigail sonrió levemente y continuó su camino, con Sirius a su lado. Aún ahora, a veces le parecía extraño las actitudes que el Black tenía con ella, Sirius había pasado drásticamente de no tolerarla y no quererla cerca, a saludarla, platicar con ella o guardarle un asiento a su lado, todo desde aquella vez que le había defendido de aquel desagradable encuentro con su exnovio y donde por primera vez le había llamado amiga. Aunque el título de "amiga" también conllevaba a ser objeto de algunas de sus "inocentes" bromas y jugueteos.
- Te quedarás ciega si lees tanto Abigail –le veía divertido
- Nunca nadie sea quedado ciego por eso... –contestó la chica
- Bueno, aunque seguramente a Remus solo le parecerás más atractiva con gafas como el miope de James –las chica se sonrojó y solo soltó un bufido, divirtiéndolo –Por cierto, pensé estarías con él, por eso atrasamos su cumpleaños un día
- Veré a Remus un poco más tarde y diciendo cosas lindas de mí no lograrás convencerme de nada –el pelinegro soltó una risotada
- Parece que ya me conoces muy bien ¡Pero vamos! Somos amigos, así que estoy seguro que no podías negarme esto –le sonrió coquetamente – He estado quedando con una chica y da la casualidad de que no conoce el baño de los prefectos, así que me he ofrecido humildemente a mostrárselo, y me ayudarías muchísimo si me compartieras la actual contraseña –la miró con ojos suplicantes, Abigail rodó los ojos.
- Remus también la conoce –le aseguró –¿Por qué no se la pides a él? – el chico bufó
- Lunático es un aburrido –rodó los ojos –Siempre sale con su ética… pero tú –volvió a sonreírle –Sé que me entiendes y me permitirás hacer mi buena acción del día
Abigail soltó un suspiro, un "beneficio" de ser amiga de Sirius, era que te pediría algún favor, en el caso de ella, era su acceso favorito al baño de prefectos, donde, sabía bastante bien, que lo que menos hacía era precisamente tomar un baño.
- Sirius, sabes que no debo compartir esa contraseña ¿Verdad?, si otros Prefectos se enteran me meterás en problemas. Además, como capitán de Quidditch, James también la conoce
- Sé que Cornamenta la sabe, pero pedírtela a ti lo hace más divertido –sonrió –¡Oh vamos! Nunca me ha atrapado y tampoco no es que nadie haya hecho algo así como compartir el acceso al baño a otros. –la pelinegra soltó un suspiro al darse cuenta que no aceptaría un no por respuesta
- Bien, bien, pero tú y tu amiga tendrán que esperar, el día de hoy estará ocupado –Sirius hizo un mohín
- ¿Ya te han avisado que lo ocupará algún prefecto?
- No, lo usaré yo –Sirius levantó una ceja
- ¿Vas a usarlo? ¡Oh Vamos Abigail! Puedes ducharte normal para tu cita con Remus, no necesitas ese baño precisamente
- Lo necesito –le aseguró –Es el cumpleaños de Remus
- No necesitas un baño de burbujas para estar presentable –volvió a insistir
- Necesito un baño de burbujas para el regalo de Remus
Y entonces algo hizo clic en su cabeza, Sirius se detuvo, observándola sorprendido mientras ella avanzaba, al volver en sí, apresuró el paso, alcanzándola.
-Espera, espera, ¿Lo necesitas para el regalo de Remus? O… ¿Ese es el regalo de Remus?
Abigail volteó hacia él y sonrió divertida al verlo tan sorprendido y continuó caminando, Sirius la observó y sus mejillas se sonrojaron involuntariamente
- ¿Es enserio? ¿No crees que a veces eres demasiado audaz, Abigail? –caminó hasta llegar a su lado
- ¿Lo crees? –la chica sonreía divertida
- Bueno… los armarios, las aulas vacías… y supongo que el baño no es precisamente para que se duchen ¿Verdad?
- ¡Oh vamos Sirius! –Esta vez fue su turno de restarle importancia –sé perfectamente que tú tampoco lo usas para eso ¿No es así?
- Si bueno –titubeó –Pero yo soy yo… y tu… ¡A-además! ¡Piensa! ¿En qué estas convirtiendo a nuestro pequeño e inocente Remus? –Abigail se detuvo y soltó una risa
- Sirius, en verdad te sorprendería lo que Remus oculta
Sirius volvió a sonrojarse y ella soltó una risa, se acercó a él, retirando el resto de libros y después de una pícara sonrisa, empujó la puerta detrás de ella con los pies, deslizándose dentro del despacho de Slughorn, dejándolo aún conmocionado. De pronto, Sirius se removió cuando un escalofrío recorrió su espalda ¿Desde cuándo Abigail era tan… candente?, sacudió la cabeza, definitivamente Remus tenía buena suerte al tener una chica como ella.
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Por la tarde todo estaba listo, Abigail había ordenado todo a su gusto, había hechizado un tocadiscos con una música suave, el baño estaba lleno de burbujas de colores, con fragancia suave de rosas y cerezas, había incluso conseguido un poco de licor de cerezas y trufas de chocolate, todo para recibir a Remus. De pronto, los pequeños toques en la puerta del baño llamaron la atención, se acomodó la bata y movió su varita, dándole acceso. Remus se deslizó por la puerta confundido y entonces se paralizó al verla.
Abigail sonrió y deslizó despacio la cinta anudada en su cintura, abriendo la bata y dejándola caer al suelo, mostrándose totalmente desnuda ante Remus. Abigail había tenido conflictos como cualquier chica de su edad, su aislamiento por parte de su casa y sus pocas amistades habían contribuido a ello, ella nunca se había considerado atractiva, no más que otras chicas, pero extrañamente desde Remus su percepción de sí misma había cambiado. La forma en que Remus la veía, le hablaba o la acariciaba le hacía sentir bonita, segura de sí misma, como si no tuviera miedo alguno de mostrarse frente a él, porque para Remus ella era atractiva.
Remus, por su parte, le observaba con la boca abierta, si bien no era la primera vez que le observaba desnuda, su cuerpo siempre parecía sorprenderle. Nunca más había visto a una chica desnuda, Abigail había sido la primera y la única, pero estaba más que seguro que nadie luciría como ella, era pequeña y delicada, su piel ligeramente bronceada, sus pechos era pequeños por lo que sus manos cubrían casi totalmente, su cintura bien marcada, la cual le encantaba sujetar para levantarla y por supuesto su lindo trasero, que aunque le avergonzara admitir, no dudaba en observar cada que iba detrás de ella. Abigail se aproximó hasta él y se levantó en puntas para tomar su cuello y jalarlo hacia ella, buscando sus labios.
-Feliz cumpleaños… Remus… -susurró sobre ellos, en un pequeño roce, para al fin unirlos en un beso. Remus no tardó mucho en responder, tomando su cintura, mientras ella deslizaba sus manos por su pecho, llegando a su roja corbata y empezando a desanudarla
- E-Espera –murmuró –detente, la chica dejó de besarlo y se separó despacio
- ¿Qué sucede?
- Esto no está bien, es el baño de prefecto… y si alguien… -ella soltó una risa
- Calma Rem, nadie se dará cuenta –sonrió y retiró la corbata para empezar a desabotonar su camisa –Además, no es la primera vez que algo como esto pasa aquí –Empezó a repartir besos por su cuello y Remus tomó sus manos deteniéndola
- Abigail espera –insistió, la chica se detuvo y levantó la vista preocupada.
- ¿Rem? ¿Qué sucede? –Remus sostenía sus manos y desvió la mirada, observando todo el lugar.
- N-no creo que debamos…
- Lo hacemos en otros lados más "peligrosos" –le aseguró –¿Las aulas vacías y armarios te parecen más seguros que aquí con la puerta bloqueada?
- No es eso
-¿Entonces? –la chica ladeó la cabeza y Remus tragó saliva, bajando la mirada
- E-es la luz…
- ¿La luz?
- Sí, está... muy iluminado aquí
- ¿Y eso qué? –Remus soltó sus manos y se hizo un paso atrás, jalando las mangas de su camisa, cubriendo sus brazos
- Esque… vas a verme
Abigail abrió los ojos sorprendida, observando como Remus desviaba la mirada avergonzado, mientras jalaba y acomodaba su ropa, cubriendo la mayor parte de piel, tal y como lo había cuando lo encontró por primera vez en la enfermería, después de su noche de Luna llena. No lo había notado antes, cada vez que se encontraban juntos todo era tan turbulento que no se había dado cuenta que era ella prácticamente la que quedaba sin ropa, mientras él solo bajaba sus pantalones, y las otras veces, donde habían ocupado una cama, la habitación siempre se encontraba a oscuras. Remus siempre se había acongojado a las marcas en su cuerpo que le revelaban como licántropo, mientras para Abigail toda esa situación no era relevante, le gustaba Remus, sentimentalmente, físicamente, de todas las maneras posibles. La pelinegra volvió a acercar se a él, tomando sus manos.
- Remus –le llamó y subió su mano a su mejilla acariciándola –Yo te amo, amo cada parte de ti, tu sonrisa, tus ojos, tu cabello y también cada marca de tu cuerpo –pasó uno de sus dedos por la antigua marca de media luna de una de sus manos
- Pero…
- No hay peros Remus –sonrió –¿No crees que te ame tanto como para fijarme en nimiedades como esas? Para mí no es importante algo como eso, te amo tal y como eres, y tal y como te ves…
Remus apenas pudo asentir, sorprendido y sonrojado ante la sinceridad con la que siempre le hablaba la chica. Abigail volvió a subir sus manos desabotonando uno a uno los botones de su camisa, sin dejar de verlo a los ojos, pronto la camisa cayó al suelo, Remus desvió la mirada y tuvo el impulso de retirarse, pero Abigail se acercó y comenzó a repartir besos por su cuello y pecho, pasó sus manos por sus brazos y cada cicatriz de su pecho, haciendo que la piel de Remus se erizara y empezara a relajarse, rápidamente el pantalón hizo compañía a la camisa y la corbata, junto con la ropa interior, para que al fin ambos se hundieran en la bañera.
El baño de los prefectos era un sitio el cual, al menos las personas beneficiadas y algunos otros afortunados, solían ocupar para tener algún encuentro íntimo, por supuesto estaba prohibido, a decir verdad, el tener cualquier encuentro íntimo en el castillo estaba prohibido, pero el controlar a un montón de jóvenes hormonales no era tarea sencilla y aunque todos sabían lo que sucedía, hasta el momento, no habían logrado atrapar a nadie. Abigail sabía de los encuentros, incluso había ayudado en algunos, como a Sirius a quien daba la contraseña cada que la quería, sin embargo ella no se había atrevido a darle ese uso al baño, hasta ahora. Remus, por su parte, se encontraba ligeramente avergonzado, no es que no frecuentara lugares prohibidos para tener intimidad con Abigail, sin embargo, a veces la chica parecía ser mucho más temeraria de lo que él alguna vez sería, la observó frente a él, con una sonrisa, embarrada con aquella espuma que cubría parte de sus pechos y sus cabellos húmedos, y soltó un suspiro, ¿Cuántas veces tendría que agradecer por tener a alguien como Abigail a su lado?
La pelinegra se acercó a él, acomodándose sobre sus piernas, mientras pegaba más sus pechos al suyo en un abrazo y deslizó su mano hacia la intimidad del chico, que parecía estar más que listo y ansioso para ella, enrojeció de inmediato, las reacciones de Remus siempre le hacían sentir atractiva, deseable y por supuesto amada, y adoraba la sensación, casi tanto como observar las sensaciones que ella causaba en él y como en muchas ocasiones tomó el control de todo.
Habían pasado horas encerrados, y habían utilizado absolutamente cada parte de la bañera, acomodándose en formas que a Remus le habían parecido que eran físicamente imposibles, pero que el agua y la espuma les habían ayudado a mantener. Se habían movido tan rápido y errante como pudieron, que le sorprendía la bañera aún se encontrara llena, Abigail se había acomodado de tantas formas y estirado y contorsionado su cuerpo que a veces temía que pudiera lastimarla, pero al parecer no lo había hecho, al contrario solo podía escuchar su disfrute con cada movimiento, cada vez que entraba con fuerza en ella, como justo ahora, que la tenía de espaldas a él, con el trasero levantado mientras él se adentraba una y otra vez, disfrutando de como su espada resbala contra su pecho y el apretaba su cintura buscando un mejor agarre, moviéndose cada vez más intenso dentro de ella, hasta que finalmente algo explotó y terminaron, nuevamente.
Exhaustos, decidieron acomodarse en la bañera, Remus había recargado su espalda en un costado, mientras Abigail se acomodó sobre él, recargando su cabeza en su pecho, mientras Remus acariciaba su espalda, dejando que la espuma la cubriera, enviciado con la visión que ella le ofrecía.
- Abigail –le llamó, ella levantó al vista a él –Eres perfecta –ella soltó una sonrisa y se acorrucó más sobre él, y comenzó a pasar los dedos por su piel, delineando cada cicatriz que poseía
- Tú eres perfecto –le aseguró
- Eso no…
- Lo eres –pasó sus labios por cada marca, besándola
- ¿Por qué? –Ella levantó la mirada sin comprender –¿Por qué haces todo esto? ¿Por qué me ves así? ¿Acaso no te disgustan? Todas esas marcas… toda esta apariencia…
- ¿Por qué lo haría? –preguntó ella, continuando los besos sobre su piel –Me gustan… tus cicatrices me gustan, cada una es una batalla ganada y los Grifindors son leones, osados y valientes –le aduló con unas sonrisa – Y tú eres más que eso…
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