Disclaimer: Algunos personajes de la historia no me pertenecen, son propiedad del Mundo de Harry Potter y su creadora, J.K. Rowling, los de más, son de mi creatividad, incluyendo la trama.
T/H, AU, y OoC
Sinopsis
Todos dicen que no me valoro porque soy una puta; pero no importa que piensen esto de mí: las joyas, la comida, la ropa...,en fin, todo lo bueno de la vida se obtiene con dinero, y yo, he aprendido a respetar eso. Sin embargo, tampoco crean que soy una puta cualquiera, por supuesto que no, soy todo lo que un hombre de poder requiere: una sumisa, una esclava, una perra hambrienta de de sexo y una máquina para dar placer con esto.Pero, ¿qué sucede, cuando, en medio de tu oficio, pasa algo que no estaba planeado? Peor aún, la regla número uno de todas las putas, es no mezclar el trabajo con el corazón, menos, si tu comprador no tiene deseos de repetir, una vez terminado el plazo.
1.-
—¡Joder! — exclamo cuando abro mis ojos y el sol golpea de lleno en mis retinas.
Otra vez he olvidado cerrar la cortina antes de irme a dormir y por eso mi mal humor. Tomo mi celular y este aumenta al darme cuenta que la alarma hace tiempo que se ha desactivado y yo no la escuché, por lo que agradezco ahora haber sido tan olvidadiza.
Dejo el teléfono en la cómoda y me dirijo al baño para asearme lo más rápido que puedo. Al terminar, salgo y camino hacia al armario, tomando lo primero que encuentro en él: blusa, pantalón y ropa interior. Me visto, me calzo luego unas deportivas azules a juego, y peino mi cabello con una coleta alta.
Cuando bajo a la cocina, noto que mi mamá ya se ha ido al trabajo, dejando, como siempre, el desayuno servido en la mesa.
Tomo las tostadas, las meto en una bolsa de papel y salgo de la casa.
En el camino me encuentro a mi mejor amiga. Él viste espectacular, como siempre, como si fuera a una sección de modas y no a la preparatoria en donde estudiamos.
En cuanto me ve, hace una mueca y yo ruedo los ojos.
—¿Qué? —le digo—. Algunos no tenemos tanta suerte. Al menos no voy desnuda al colegio.
—Pues, deberías —dice Jhoana (Jhoan), remarcando las palabras—. Las personas deberían ver que tienes buena mercancía. Además, con las cosas que has aprendido con su merced —se señala a sí mismo—. Seguro que por la mañana tendrías para comprarte todas las tiendas de ropa que hay en Alta Vista, y al otro día tendrías el doble de clientes.
—Sí, porque los chicos de la prepa tienen mucho dinero. —ironizó, haciendo un esfuerzo porque no se me note que sí he pensado en la idea. Es una que él y yo hemos hablado... en broma. Claro que esto fue al principio. Jhoana seguía bromeando, dándome tips que yo anotaba secretamente en mi cabeza, viendo cómo desarrollarlos sin que nadie se diera cuenta.
—¿Quién habla de los puberts? —dice Jhoana, mientras las dos seguimos caminando—. Yo hablaba de los sugar. La camioneta de Luis Daddy —el profe de química— no vale tres quinto, menos el deportivo de Baby Valentino —ese era el de Biología. Era menor que el primero y por eso Jhoana marcaba una distinción.
Yo solo me reí de su ocurrencia y no le dije nada porque ni de chiste haría alguna insinuación a los profesores.
3.-
Johana y yo entramos al aula y enseguida nos acomodamos en nuestros asientos, agradeciendo que el profe de Historia aun no hubiera llegado.
—¡Auch! —me quejó cuando alguien hala de mi coleta.
—¿Qué te pasa, imbécil? —dice Jhoana, enfrentado a Ronald. Él es quien ha halado mi cabello.
—Nada, fenómeno. Solo conquisto a mi chica.
—Eres un idiota –contesta Jhoana, defendiéndose del insulto, luego, nos señala a la dos—. A nosotras, las damas, nos gustan que nos traten con respeto, no que se nos maltrate como si estuviéramos todavía en la época de las cavernas.
—Para tu información, eso de dama solo es una fantasía que existe en tu cabeza, como también el que no sepas que a las chicas les gusta que las maltraten física y psicologicamente. —Ronald le dice, con sorna, haciendo que una rabia comience a bullir en mi interior, algo que sucede desde que me vio leyendo en una red, donde, las chicas de mi edad, descargamos nuestras emociones en letras y, aunque no niego que la mayoría del contenido que consumimos, no escapa de lo que él dice, no lo entendería. Esos personajes harían cualquier cosa por sus chicas, no la lastimarían, lo más seguro es que le hubieran cortado la mano a Ronald por lo que me acababa de hacer.
Cuando, tanto Jhoana y yo nos cuadramos, yo para insultarle y mi amiga para propinarle un golpe en la cara por siempre estar insinuando su aversión a la diversidad, Leonardo, el profesor de Historia, entra al salón.
—¿Pasa algo? —pregunta, atento a nuestras expresiones.
—No, profe, nada, solo estaba aquí, repasando un poco de Historia con mis compañeros. —Ronald dice con sorna de nuevo, obviamente continuando con su burla para con nosotras. Pero antes de que Jhoana y yo quisiéramos desmentirlo, el profesor continuó:
—Es bueno saberlo, porque hoy toca exámen de revisión.
El salón se llena de una queja colectiva pero eso no iba a hacer que Leonardo cambiara de opinión.
