Abrió sus ojos y una sonrisa se formó en sus labios al notar que él se encontraba a su lado. Era la primera noche, de esa semana, en la que había logrado conciliar el sueño rápidamente y eso había ayudado a que su humor estuviera notablemente mejor.
- Gracias. - murmuró, besando sutilmente su mejilla mientras volteaba y tomaba su móvil para observar la hora.
¿Qué?
Batalló internamente para no ponerse de pie y comenzar a dar saltos por la habitación, por lo cual tuvo que reemplazar ese deseo con una amplia sonrisa, la cual fue tapada por su mano.
Buenos días, Kag, espero que esta noche estés en casa para recibirme... Naraku y yo ya abordamos el avión.
Miró la hora del mensaje y supo que llegarían al aeropuerto alrededor de las 00:00 hs de esa noche.
- Kikyo. - murmuró, tecleando la respuesta. - No tienes idea de lo mucho que necesito verte.
Sintió una cálida mano sobre el contorno de su cintura y se quedó inmóvil, mientras su piel se estremecía ante sus cálidas manos.
- Buenos días, hermosa.
- Buenos días, amor. - se inclinó dejando un suave beso en sus labios. - ¿Cómo dormiste?
- Mejor que nunca. - sonrió, atrayéndola hacia su pecho. -¿Qué hay de ti? ¿Pudiste dormir?
- Bueno... - se sonrojó. - Creo que mi cuerpo no tuvo opción después de...
- ¿Fue demasiado?
- Nunca es demasiado contigo.
- Entonces... - la tomó por la cintura, colocándola a horcajadas sobre él. - Exijo mi desayuno.
- ¿Y si me rehúso? - pasó la yema de sus dedos por su torso desnudo.
- Entonces... - comenzó a masajear sus pechos. - Tendré que convencerte. - ella mordió su labio en respuesta. - No hagas esa carita... si no seré yo quien tome el control...
- Esta vez no...
Luego de que la pasión los consumiera, ella se elevó, provocando un gruñido en respuesta.
- Lo siento, pero ya tengo que prepararme para el trabajo.
- Lo se, yo igual. - se puso de pie, buscando su ropa. - Después de todo, mis cosas están en la casa de mis padres.
- ¿Qué harás con eso?
Él se detuvo a medio vestir, dándose cuenta de que no había pensado en la posibilidad de regresar a la casa.
- Tú... - se aclaró la garganta. - ¿Tú crees que estamos listos para volver a vivir juntos?
- ¿Qué? - se sorprendió. - ¿A que te refieres?
- Bueno... quizás, lo mejor sea ir de a poco.
- Insinúas... ¿Qué seguirás viviendo en lo de tus padres? - comenzó a preparar su ropa antes de irse a la ducha, sin embargo, al momento de tomar el móvil para chequear la hora, frunció el ceño ante un nuevo mensaje.
Número de identidad protegida.
Ingresó a la aplicación, abriendo ampliamente sus ojos ante la imagen que le habían enviado.
- Creo que si nos damos nuestro espacio, las cosas pueden ser mejores...
- Claro, comprendo perfectamente tu punto. - pronunció, notablemente molesta, mientras volteaba. - Ya veo el porque. - lanzó el teléfono a la cama, mientras se dirigía al baño. - Idiota.
- ¿Qué? - quedó absorto ante la forma en la que ella le había hablado. - Oye... ¿Qué te sucede? - el portazo le dio la respuesta.
Posó sus orbes dorados en el móvil, el cual aún mantenía la pantalla encendida, por lo que se acercó y lo tomó.
- Maldición. - cerró sus ojos al ver la imagen en la que Yura se encontraba con su mano sobre su hombro, mientras sonreía. - Kagome, amor... - se acercó a la puerta. - ¿Puedes escucharme?
El sonido del agua le dio la respuesta, por lo que sólo se limitó a quedarse allí, esperando a que saliera.
Mientras tanto, ella se encontraba sentada en una de las esquinas, con su barbilla sobre sus rodillas. Sus lágrimas se mezclaban con las gotas de agua que la salpicaban, mientras su mente trataba de no recaer en los posibles escenarios a los que quería llevarla.
Ese es el bar que Inuyasha frecuenta con Miroku, pero... nunca mencionó nada sobre Yura.
Suspiró, llevando su mano a los lados de su cabeza.
¿Él siguió yendo a ese lugar cuando estábamos separados? ¿Ha mantenido contacto con ella todo este tiempo? ¿Por qué no la mencionó cuando hablamos?... ¿Y si él y ella...?
- No. - meneó su cabeza. - Él sería incapaz de hacerme algo como eso, ¿verdad?
¿Qué estoy pensando? ¿Cómo puedo dudar de Inuyasha?
Suspiró, sintiéndose culpable por su reacción, por lo que, se puso de pie y comenzó a ducharse, dispuesta a escucharlo al salir.
Alrededor de diez minutos después, salió, encontrándose con él sentado al lado de la puerta.
- Inuyasha. - se sorprendió.
- Kag, escúchame. - se puso de pie. - Me había olvidado por completo de decirte lo de Yura...
- Esta bien...
- Lo siento...
- No tienes que disculparte. - sonrió. - Lamento mi reacción.
- Esta bien, pequeña. - la abrazó. - No existe nadie más que tú... nunca existirá alguien más.
- Lo mismo es conmigo. - sonrió, acurrucándose en su pecho. - ¿Hace cuanto que ella esta en ese bar?
- ¿Mm? - se apartaron.
- Miroku y tú van todas las semanas a ese bar y... dudo mucho que eso haya cambiado cuando nos separamos...
- Anoche fue la primera vez que la vi ahí, antes no.
- ¿Seguro?
- ¿Crees que te mentiría con eso?
- Se que no. - sonrió unos segundos, hasta que su semblante se ensombreció.
- ¿Qué ocurre?
- Anoche fuiste con Miroku, ¿verdad? - asintió. - ¿Hablaron de Sango?
- ¿Por qué preguntas?
- Bueno...
Inicio del flashback.
- ¡Kag! - sonrió, mientras abría la puerta.
- Sango. - sonrió tristemente, notando el aspecto de su amiga.
La abrazó sin más, mientras notaba que ella se aferraba a su cuerpo un poco más de lo normal.
- ¿Cómo te encuentras? - preguntó, alejándose un poco.
- Estoy bien, ¿Qué hay de ti?
- Igual. - suspiró. - Lamento el desorden, estaba limpiando un poco.
- Sango, tu casa esta perfecta.
- No, no lo esta, hay polvo y los juguetes de las niñas...
- Oye, tú misma lo dijiste, hay niñas viviendo aquí, es lo más normal del mundo. - la castaña sonrió. - Se que tú estabas acostumbrada a otro estilo de vida, pero... no debes ser tan dura contigo misma.
- Gracias, amiga. - sus ojos se humedecieron. - Por favor, siéntate, ¿quieres un te?
Fin del flashback.
- Ella... ella no esta bien, amor... necesita a Miroku.
- Keh... se esta comportando como un idiota, lo se.
Inicio del flashback.
Yura les dejó sus cervezas y, sin perder su sonrisa, se retiró.
- ¿Estas bien? - preguntó el castaño, mientras bebía un sorbo. - Te pusiste pálido.
- ¿Qué dices? Sólo me sorprendió verla aquí... no me lo esperaba.
- ¿Cómo te encuentras? - sonrió. - Por tu mirada puedo dilucidar que estas triste.
- Feh, ¿desde cuando me psicoanalizas? Ya tengo a Urasue por eso.
- Bien, entonces cuéntame como vas con la terapia.
- Eso puede esperar... ¿Qué sucede contigo, Miroku?
- ¿Qué? - se sorprendió al notar la seriedad en la mirada de su amigo.
- Esta mañana me encontré con Kagome.
- ¡¿Qué?! ¡¿Por qué no comenzaste por eso?!
- Ya te dije que mis asuntos pueden esperar... me comentó lo de Sango y tú.
- ¿Tú también vas a juzgarme?
- Por supuesto que lo haré, pero primero quiero que me expliques lo que sucede.
- No me dejarás en paz hasta que te lo diga, ¿verdad? - el silencio de tu amigo le dio la respuesta, mientras él suspiraba. - Estoy abrumado, querido amigo.
- ¿Abrumado? - arqueó una ceja. - Déjame decirte que...
- Ya lo se. - intervino. - Se que Sango es quién realmente la esta pasando mal, pero... aún así, no puedo evitar sentirme de esta manera.
- ¿Qué es lo que te abruma?
- Todo, Inuyasha. - sus ojos se ensombrecieron. - Las niñas... siento que... que no puedo ser un buen padre para ellas.
- Si no estas presente, lo dudo mucho.
- No comprendes... me refiero a que... ¿sabes? Cuando tienes niños, cada cosas que haces mal, los marca... los moldea y yo, me siento un inútil.
- ¿Y no crees que tu ausencia las esta marcando también?
- ¿Qué?
- Ellas ya no son bebes, Miroku, pronto cumplirán 2 años, ¿realmente crees que no saben quién es quién se encarga de todo? - el castaño guardó silencio. - Exacto... ¿Cómo se comportan cuando están contigo?
- Lloran sin parar. - sonrió. - Bueno, algunas veces, otras se comportan bien... hasta que quieren algo y si Sango no esta presente... es un problema.
- Porque no te conocen, idiota.
- Oye, no es como si no hubiera estado nunca presente.
- Me refiero a que no ayudas en sus necesidades... le estás dejando todo el trabajo a ella mientras te escondes como un cobarde.
- No es necesario que te pongas así. - bebió otro sorbo.
- Reacciona Miroku... tienes dos hijas y una esposa que te ha soportado más de lo que, tal vez, otra persona hubiera hecho, no lo arruines.
- Lo dices por tu hijo, ¿no es así? - sonrió. - el silencio reinó durante unos momentos. - Ya hablamos demasiado de mi, dime, ¿Cómo te esta yendo con las terapias?
Fin del flashback.
- ¿Miedo? - arqueó una ceja. - ¿De verdad dijo eso?
- Oye, se que Miroku es un idiota a veces pero yo si le creo. - ella se quedó observándolo. - Él viene de un hogar disfuncional, jamás tuvo a su padre, no es extraño que no sepa ser uno.
- Pues, eso no lo justifica, Inuyasha.
- Lo se, sólo quiero decirte que no es una mala persona.
- No tengo dudas de que él es una buena persona, pero... si sigue con esa actitud, me tengo que Sango. - suspiró, recordando las palabras de su amiga. - Olvídalo.
- ¿Qué? ¿Va a dejarlo? - no respondió. - No me sorprendería... él ya esta advertido de toda esta situación, si no cambia las cosas, tendrá sus consecuencias.
- Supongo...
- ¿Quieres desayunar o...?
- De hecho. - volvió a mirar la hora en su móvil. - Ya voy tarde.
- No te preocupes, yo te llevaré.
- Gracias. - sonrió, mientras comenzaba a preparar su bolso.
Se despidió de ella con un cálido beso en los labios, mientras acariciaba su mejilla.
- ¿Quieres ir a cenar esta noche? - preguntó, mientras ella abría la puerta.
- ¡Kikyo! - gritó, recordando repentinamente el mensaje de su prima.
- ¿He? ¿Kikyo?
- ¡Si! ¡Por dios, lo olvide! ¡Necesito que me lleves esta noche al aeropuerto!
- ¿Qué? ¿Vendrá?
- ¡Si! De hecho, ya están en vuelo. - su genuina enterneció al peliplata. - ¿Puedes llevarme?
- Claro, amor, ni lo dudes. - sonrió, depositando un pequeño beso en su mano. - Te amo.
- Te amo. - salió. - Te escribiré.
- Esperaré tu mensaje.
Ambos se sonrieron una última vez, mientras él esperaba que ingresara, para seguir su camino.
En la ciudad, las calles estaban bastante transitadas, como siempre, por lo que su avance era lento, lo cuál le permitió adentrarse en sus pensamientos.
¿Quién le envió esa foto a Kag? ¿Habrá sido Yura? No, imposible, ella ni siquiera sabía que iría a ese bar, ¿verdad?
Un bocinazo provocó que regresara a la realidad y, alrededor de 20 minutos después, se encontraba ingresando a la casa de sus padres.
- Inuyasha. - pronunció su madre. - ¿A donde te habías ido?
- Buenos días, madre. - sonrió, depositándole un suave beso en la frente.
- ¿Estas bien? - se sorprendió.
- Si, no te preocupes, sólo estuve con Kagome.
- ¿Qué? - casi se atragantó con un sorbo de café. - ¿De verdad? - él asintió. - ¿Y?
- Tranquila, iremos de a poco.
- ¡Inuyasha! - se puso de pie, riendo y abrazándolo. - ¡Me alegra tanto por ustedes! Son una pareja hermosa, merecían otra oportunidad.
- Gracias. - sonrió. - Espero que esta vez las cosas sean diferentes.
- ¡Lo será! - se alejó, acariciando su mejilla. - Por favor, dile que venga a visitarnos, de verdad la extraño.
- Lo haré... pronto le diré que venga a almorzar con ustedes. - un pequeño silencio se provocó.
- ¿No irás a vivir con ella?
- Aún no... ya te dije, nos tomaremos las cosas con más calma. - se encogió de hombros. - Esto puede ser similar a cuando éramos novios.
- Inuyasha... ustedes no están casados, siguen siendo novios.
- No, madre... ella es mi mujer. - tomó una taza y se sirvió un poco de café. - Iré a cambiarme, tengo una junta a las 9.
- ¿En la escuela?
- Si, Goshinki va a hacer un anuncio y nos quiere a todos presentes, te veré más tarde.
Se dirigió a su habitación, en donde finalizó su café mientras seleccionaba su ropa. Alrededor de media hora después, ya se encontraba duchado y listo para ir a la escuela. Tomó las llaves y salió.
- Buenos días, joven Taisho. - sonrió el anciano.
- Ya, señor Goshinki, me conoce hace años, el señor Taisho es mi padre.
- ¿Qué es de la vida de Toga? Hace demasiado tiempo que no lo veo.
- Bueno, esta próximo a retirarse, ahora se encuentra dando clases en diferentes centros privados y otras clases personalizadas a un par de chicos, aspirantes al atletismo.
- El buen Inu No Taisho. - sonrió. - Me alegra que le vaya bien.
- Gracias. - sonrió, pasando la mirada por los presentes en la sala de espera, notando que sólo habían unos pocos colegas. - ¿Sólo seremos nosotros?
- Bueno, los demás ya la conocieron al llegar a sus trabajos, por lo que sólo cite a quienes deben presentarse en los días siguientes.
¿La conocieron?
Pensó, entrecerrando sus ojos.
- Como saben. - continuó. - Tsubaki, nuestra secretaría, ha aceptado su retiro y, desde hoy, ya no se presentará a trabajar. - todos asintieron. - Fue por ello que, desde hace unos meses, nos vimos en la obligación de comenzar a buscar a su posible reemplazo y, luego de unas cuantas entrevistas, nos decidimos por ella. - se acercó a la puerta. - Por favor, querida, puedes pasar.
Sus orbes dorados se dilataron ampliamente al verla ingresar. Sus ojos se encontraron con los de ella y, por un segundo, le pareció que su sonrisa se amplió.
¿Yura?
Extra: Gatenmaru
- ¿Se encuentra bien, señor Sesshomaru? - preguntó, tomando su mano.
- Si, no te preocupes. - respondió, cerrando su mano alrededor de la de ella.
- Todo irá de maravilla. - sonrió, cerrando sus ojos.
Aunque su expresión se mantenía inmutable, la sonrisa de ella siempre despertaba una calidez en su pecho, una que le recordaba el porque se había casado con la joven.
En ese momento, Kagura ingresó, sumándose a la sonrisa de la castaña.
- Buenos días, queridos.
- Kagura. - se puso de pie y se acercó, abrazándola.
- Mi niña. - correspondió su gesto con afecto. - ¿Cómo te encuentras? ¿Cómo se encuentra bebé? - acarició su vientre. - ¡Oh, esta mas grade que la última vez que lo vi! ¿ya sabes si será niña o niño?
La risa de la castaña resonó en toda la oficina.
- Pronto lo sabremos, ¿verdad? - llevó sus ojos a su esposo, quién esbozó una pequeña sonrisa.
- Si.
El teléfono de la oficina sonó, provocando el silencio de los presentes.
- ¿Señor Sesshomaru?
- Dime, Ana.
- El señor Gatenmaru y su gente ya están aquí.
- Hazlos pasar.
Rápidamente, ambas mujeres se colocaron a cada lado del hombre, mientras el joven hacia su entrada, acompañado de dos personas más, cuyos rostros jamás habían visto.
- Buenos días, señor Sesshomaru. - sonrió.
- Gatenmaru. - se puso de pie, estrechando su mano. - Ya conoces a Kagura...
- Un placer, señorita. - besó el dorso de su mano.
- Y ella es mi esposa, Rin. - estrechó la mano de la castaña, asintiendo. - Pronto se reincorporará a nuestras oficinas.
- La felicito, señorita. - observó su pequeño vientre. - Y a usted también, señor.
- Muchas gracias. - respondió ella con modestia.
Los dos hombres tomaron asiento, mientras el moreno de larga cabellera, elevada en una cola alta, les hacia un gesto a sus hombres para que se posicionaran al lado de la puerta.
- Espero que haya tenido tiempo de analizar mi propuesta, señor. - sonrió, colocando su barbilla en el dorso de su mano.
- Bueno, si, Kagura y yo evaluamos cada punto, ¿no es así? - la morena asintió. - Dime, Gatenmaru, ¿Qué crees que te hace merecedor de ser socio de esta firma?
- Bueno, usted ha visto mi desempeño durante los últimos casos a los que me he enfrentado. - sonrió. - Aunque se que no me lo dirá directamente... además, he seguido la historia de su firma desde que la sociedad era "Taisho-Wolf". - posó sus ojos en Kagura, quién no desvió su mirada. - Lamento lo que sucedió con el señor Bankotsu, le aseguro que seré mejor socio.
- ¿Por qué aquí? - preguntó la mujer sin más. - Hay demasiadas firmas en esta ciudad, ¿por qué venir a esta?
- Porque son los mejores. - un pequeño brillo emanaba de sus ojos negros, mientras se mantenían sobre la mirada de fuego de ella. - La realidad es que no se por cuanto tiempo podré mantenerme como abogado independiente en esta gran ciudad, por lo que...
- Tú lo dijiste, Gatenmaru, somos los mejores. - intervino el peliplata. - Y tú deberás mostrarnos que estas a la altura... tendrás un mes para hacerlo, el siguiente caso que llegue, será tuyo, si nos convences, serás el nuevo socio.
- De acuerdo, señor... le prometo... que no lo decepcionaré.
