LA FLORERÍA DE LA CUADRA
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—Agitaré la gorra y aparecerán detrás de mí, ¿Entendido? — Ash levantó las manos, imitando el movimiento.
A mi lado, Max frunció el ceño, confundido.
—¿No era hasta que chasquearas los dedos?
—El plan cambió — Lo interrumpí — Ahora, Ash debe agitar su gorra para que podamos salir.
—¿Por qué descartamos la idea de llegar metidos en una caja?
—Demasiado teatral, además, ¿Cómo íbamos a íbamos a transportar una de nuestro tamaño?
—Ese era el problema número dos, May — Contestó Ash.
Mi hermano encogió los hombros.
Era la tercera vez que Ash cambiaba el plan para sorprender a nuestros padres, al principio sus propuestas no estaban mal pero luego comenzó a ponerse descabellado: Desde fingir que éramos enfermeros para atender un accidente en la vía pública en el que Ash era el afectado hasta aparecer mágicamente en las escaleras de la casa en la que Max y yo llevábamos tiempo sin habitar.
Logramos persuadirlo para hacerlo mucho más natural, pero, aun así, se aferró a darle su toque a nuestra aparición.
—¿Quieres que repasemos el plan otra vez? — Pregunté bajito a mi hermano.
Max negó.
—Simplemente haré lo que tu hagas — Dijo — Además, ya no hay tiempo, ya llegamos.
La casa de mis padres era tal cual lo recordaba: Pequeña pero lo suficientemente cómoda para permitirnos tener nuestro propio cuarto, de dos pisos y un patio que mi padre llenó de asfalto y rejas para convertirlo en un espacio sin vegetación que pudiera incomodarme.
La fachada estaba provista de colores café claro y crema que le proporcionaban un ambiente más hogareño, el techo era el típico rectangular de loza gris y de no ser por ese detalle, casi parecía una casita de jengibre.
—Esto es extraño — Murmuró Max —Tengo la sensación de haberme ido hace apenas unas semanas.
Nuevamente, el tiempo parecía transcurrir diferente para todos menos para mí, eso generaba una sensación de despersonalización muy fuerte.
Ash estacionó el carro con cuidado, apretaba la lengua en sus labios, concentrado en no provocar ruidos que pudieran delatar nuestra llegada.
Cuándo puse un pie en el asfalto, los recuerdos de mi partida se presentaron como una película en mi cabeza.
Recordé aquel último vistazo a la fachada antes de subir al carro con mi hermano e irnos con nuestras dos últimas maletas, casi pude ver las caras de preocupación de mis padres (Quienes se habían negado a llevarme a la estación) para no hacerlo más difícil.
Estaba segura de que estaban mucho más preocupados por mi que por Max.
Eché un vistazo alrededor y entonces, vi a mi madre detrás de nosotros, sujetando una escoba metálica y a mi padre a su lado, con una cubeta llena de hojas secas.
—¿May? ¿Max? — La voz de mi madre era ahogada y bajita.
Ash se tensó a nuestro lado.
—Ay — Susurró — No puede ser.
Mi padre colocó la mano en el hombro de mi madre, dudoso.
—Hola, papá— Salude tímidamente.
—Hola, mamá — Dijo Max.
Mi mamá apartó la mano de mi padre de un salto y le entregó la escoba, saltó directo hacía nosotros y nos envolvió en un abrazo.
—¡May, Max! — Exclamó — No es un sueño, ¿Verdad? ¡No puedo creerlo! Están enormes y muy guapos… Oh, Norman, No es un sueño, ¿Verdad?
—No es un sueño, mamá — Dijo Max — De verdad estamos aquí.
Mi madre no dejaba de balbucear.
Sentí los brazos de mi padre unirse a nosotros, nos acarició la cabeza y nos dedicó una sonrisa, fue entonces que me abandoné a la sensación de estar en casa.
—Los extrañé mucho — Dije.
La risita nerviosa de Ash llamó nuestra atención, deshicimos nuestro abrazo y observamos a mi amigo, sujetaba las bolsas de las compras con una mano y agitaba su gorra con la otra.
—Ash, ¿Llegaste hace mucho? — Preguntó mi padre, sorprendido.
Max y yo soltamos una carcajada.
Los cinco caminamos hacia el interior de la casa de forma ruidosa, mi padre y Ash conversaban sobre el camino y mi madre y Max sobre lo que llevaban las bolsas, todo el intercambio de palabras fue bullicioso y ruidoso, sin sentido, producto de nuestra emoción.
—Estábamos terminando de recoger las hojas — Dijo mi padre.
—¡Hacía mucho tiempo que no cocinábamos juntos! — Exclamó mi madre.
—Llegamos ayer en la noche — Contestó Max — Ash fue por nosotros.
—¿Puedo ayudar? — Preguntó Ash — Estoy mejorando en la cocina, en serio.
—Ash, eres un invitado — Dijo mi padre — Ya hiciste mucho yendo por ellos a la estación.
—Papá, ¿Cómo van las cosas en la guardería?
Mi madre comenzó a reírse alto.
—Tú padre tiene un pequeño enemigo — Me susurró.
El ruido cesó, miramos a nuestro padre, quién se limitó a cruzarse de brazos.
—¿En la guardería? — Inquirí.
—Es un niño — Explicó mi madre.
—Tenemos competencias de vez en cuándo — Dijo mi padre.
Yo solté una carcajada.
—Pues deberíamos ponernos al corriente.
La sensación hogareña que sentía en cada parte de mi cuerpo era algo que todavía no experimentaba en mi departamento, muchas veces me hacía falta esto: El ruido de las pláticas, de las anécdotas, de estar acompañada...
Cocinar en casa era la única cosa durante el día que me liberaba del estrés de estar fuera todo el día, era el momento que nos permitía enfrascarnos entre las esencias aromáticas de la cocina para preparar bizcochos y para rehacer las tartas que mi padre trataba de endulzar con combinaciones extrañas de budín y frijoles rojos mientras que mi madre y yo preferíamos adentrarnos en los sabores del postre, a eso se sumaba ahora la presencia de Ash, a quién considerábamos una parte importante en nuestras vidas.
Mi madre nos contó que había un pequeño en la guardería con actitud autoritaria que dominaba en los niños más pequeños, mi padre había tratado de encontrar un enfoque pedagógico basado en la empatía y comprensión para ayudarlo, pero el niño solo se burlaba de él en la más mínima oportunidad y le llamaba "Viejo".
Ambos sabían que no debían caer en provocaciones y recurrieron a la negociación, mi padre era el que le daba seguimiento a su caso y cuándo menos se percató, se había enfrascado en una competencia diaria por cosas como: "A que no me atrapas" o "Puedo correr más rápido que tú", retos en las que claro, mi padre siempre perdía.
—Sé que es infantil — Dijo mi madre — Pero la realidad es que el niño es mucho más dócil y respeta mucho a tu padre.
—A costa de mi dignidad — Contestó él — No se me olvida como tuve que corretearlo por toda la escuela y no logré atraparlo ni una sola vez.
Mientras la conversación continuaba, nos encargamos de la comida.
Max hizo el pollo a la crema, mi padre le ayudó a Ash con el arroz y ahora los tres se debatían entre hacer agua de pepino o agua de limón para acompañar, mi madre y yo los escuchamos enumerar las ventajas y desventajas de ambas hasta que a Ash se le ocurrió que, si no podían decidir, entonces deberían combinarlas.
Mi madre y yo nos encargamos del postre, elegimos uno sin horno, microondas o moldes rebuscados, mezclamos el jugo de unos limones con crema para batir para hacer una crema pastelera ácida, luego usamos la misma cáscara para poner la mezcla y refrigerarlo para que cuajara.
Ese momento con mi madre, era precisamente lo que amaba de los postres.
¿Es la combinación de los elementos lo que hace delicioso un postre? ¿Es lo elaborado? No, no era que se viera elegante o con bordes de oro recubiertos de elementos refinados, porque la apariencia de nuestras cuajadas de limón era humilde pero el corazón estaba lleno de sabor.
Era el momento con ellos, las conversaciones y los ruidos desenfrenados en la cocina lo que hacía memorable y deliciosa la hora de la comida.
Cuándo finalizamos, Ash y Max aguardaron en la sala jugando, mi padre y mi madre estaban conmigo lavando los trastes.
—He servido un vaso de agua para mi niña — Mi padre colocó un vaso en la mesita para mi y se sentó justo a lado de mi madre.
Cerré el grifo y me senté frente a ellos.
—Gracias papá.
—Sé que Ash es bueno y nunca le molestaría ir por ustedes — Dijo mi madre — Pero cuándo vengan pueden decirnos sin problema, no nos molestaría ir por ustedes.
—Es cierto — Dijo mi padre — Max dice que llegaron ayer bien entrada la noche.
Sonreí para mis adentros, después de todo, yo era la hermana mayor y por ese motivo estaban "llamándome la atención".
—Es que era una sorpresa — Respondí
—¿Desde cuándo llegar a tu casa es una sorpresa? — Preguntó mi padre
—Bueno, es que…Tenía que ser especial.
—¿Especial por qué?
Bebí un sorbo del agua de limón y pepino.
—Porque es la primera vez que vengo desde que me mudé — Contesté — Ya ha pasado más de un año.
—¡Y solo me has llamado unas cuantas veces! — Mi madre dijo aquello sujetándose el pecho.
Me dio la impresión de que contuvo esa queja por mucho tiempo, ella misma me había expresado su deseo por hablar más seguido y Max me lo había hecho notar también.
—Lo siento mamá, de verdad — Contesté — Enfrenté muchos cambios al mudarme, todavía tenía mucho que aprender, pero te prometo que desde ahora todo será diferente.
—Pues ya veremos — Dijo mi padre — Yo creo que un mensaje es más que suficiente, tampoco queremos que interrumpas tus actividades por preocuparte de nosotros.
—Es cierto — Contestó mi madre — No tuviste problemas en tu trabajo por venir a vernos ¿Verdad?
Mi mirada se posó en las cabezas de Ash y Max en el sillón, noté que me miraban de reojo, pero trataban de ser discretos, ambos sabían que se acercaba esa parte de la conversación que quería tener con mis padres.
—No, todo está bien — La tranquilicé — No hay motivo para preocuparse porque… Ya no estoy trabajando en la panadería.
Noté la cara de mi madre contraerse, intercambió una mirada de preocupación con mi padre, quién palmeó su hombro.
—Oh
Por el bien de sus nervios, debía apurarme y explicarle a mis padres lo que sucedía.
—Mamá, papá — Comencé — Últimamente he pensado mucho en los motivos que tuve para irme de la ciudad, mientras más lo pienso, más estoy segura de que lo hice por miedo y porque solo quería evitar los problemas que tenía aquí.
No me interrumpieron.
—Creía que estaba siendo madura al mudarme, pero solo estaba escapando de lo que esta guardaba de mí, mis inseguridades y sobre todo, de ese miedo a las flores que jamás logré manejar, todo se acumuló en un costal que cargué sobre mis hombros y que al mudar, solo cambié de hombro para aligerar la carga.
La mano de mi padre viajó hasta tomar la de mi mamá, tal como hacían para transmitirse entre ellos que todo estaba bien y que no había motivo de preocupación.
Sabía perfectamente lo que pensaban, creían que no habían hecho lo suficiente por mí, creían que pudieron haber hecho más.
—Todos aquí hicieron lo que estuvo a su alcance para ayudarme, querían enseñarme que no estaba sola pero la realidad, es que yo simplemente no quería hacer nada al respecto, solo escapé, fui una cobarde — Me mojé los labios — Pero, allá, en un lugar nuevo y con gente nueva tuve que enfrentarme a la realidad y tomé una decisión.
Levanté la vista al techo y proseguí.
—Descubrí que tengo mucho potencial — Sentí que se me cortó la voz — Jamás me sentí capaz de hacer algo memorable, pero hubo una etapa en mi nueva casa en la que… sentí que todo se derrumbó y decidí que no podía seguir así, para cambiarlo tenía que empezar retomando las sesiones que dejé inconclusas para tratar mi miedo a las flores.
Me aclaré la garganta, estaba costando pero al menos ya no tanto.
—¿Sabes cuál fue la parte más dura? — Pregunté — Darme cuenta de que tenía un problema aún mayor: Yo misma, me encerré en mi fobia y borré de mi cabeza toda idea de que podía sobresalir, fue duro darme cuenta de que había perdido mucho tiempo sin haberme ayudado antes, la respuesta era fácil, quiero poder experimentar el éxito y el fracaso, por eso renuncié a la panadería, por eso fui a terapia de nuevo, quiero tener mi local, quiero que sepan que ahora veo las cosas diferente, que me siento muy feliz de estar con ustedes justo ahora, con esta confianza que antes no tenía de poder decirles: Mamá, papá, estoy mucho mejor que antes.
Mi padre sujetó la mano de mi madre y colocó su palma en su boca para depositar un beso, me levanté del asiento y los rodeé con los brazos.
—Gracias por todo — Susurré.
Sentí a mi padre rodearme con fuerza.
—Eres una niña hermosa — Dijo, soltó un suspiro de golpe y meneo la cabeza — Uf...
—No tengo palabras — Contestó mi madre — Necesito un poco de papel, oh, gracias querido… Mi niña linda, estás radiante, estoy orgullosa por escucharte decir todo eso.
Mi padre acarició mi cabeza.
—Nuestra pequeña May no hubiera sido capaz de decir algo así sin echarse a llorar.
—Prefiero pensar en eso como una versión que mejoró.
Mi madre se sujetó la cara y se abanicó con los dedos.
—Tengo muchas preguntas — Dijo — Tenemos que hablar de muchas cosas.
—Estoy de acuerdo, todavía creo que tenemos mucho de que hablar.
El sonido de timbre nos devolvió la holgura en la conversación.
—¡Yo voy! — Dijo Ash.
Observé a Ash y Max removerse en el sofá, me había olvidado que ellos estaban escuchando.
—Deben ser las chicas — Dijo mi madre, sonándose la nariz.
—Espera, Ash — Pedí, mi amigo se detuvo — Déjame abrir la puerta, por favor.
—Ah, sí, claro.
Troté hacía la entrada y agudicé el oído, tratando de distinguir la conversación del otro lado de la puerta.
—No puedo creer que llegáramos una hora tarde.
—Creo que nadie se preocupa realmente por eso en una comida, Dawn
Escuché refunfuñar a la que supuse, era Misty
—Además, le avisé a Ash — Repuso Dawn, tratando de tranquilizarla.
Casi la escuché chocar la palma de la mano de Misty con su frente.
—¿No debí?
—Parece que no lo conoces, seguro no avisó, se le habrá olvidado, hemos llegado tarde, quizás pensaron que éramos maleducadas y ahora por eso ya no querrán abrirnos la puerta.
Abrí la puerta con una sonrisa enorme, divertida por su conversación, fue satisfactorio para mi ver sus caras anonadadas conforme fueron conscientes de quién era.
—Tienen razón, no debería dejarlas pasar — Dije
—¡May! — Exclamaron, al unísono.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—No entiendo porque todos se sorprenden tanto — Murmuré — Es mi casa y mi hermano y yo podemos venir cuándo queramos.
Ambas se abalanzaron sobre mí y comenzaron a bombardearme, no entendí ninguna de sus preguntas hasta que escuché a Misty gritar indignada en mi oído.
—¡Tú! ¡Ash! ¡Tú sabías que vendrían!
Mi amigo se escondió detrás de mi madre.
—Hasta fue a recogerlos — Dijo mi padre.
Misty y Dawn le lanzaron una mirada a Ash de: Estás muerto.
—¿Y si pasamos todos a la cocina? — Interrumpió mi madre, Ash agradeció el gesto en silencio — La comida está lista, ahí podemos platicar mejor.
Misty y Dawn corrieron para saludar a mi hermano, ignorando por completo al pelinegro, él solo alzó los hombros, acostumbrado a su trato, sin embargo, mientras repartíamos los platos y colocábamos en la mesa lo necesario, la tensión pasó a segundo plano y le siguió una conversación casual.
Abordar el tema con Misty y Dawn fue mucho más fácil, ellas ya estaban enteradas de la parte más complicada y ponerlas al corriente no fue difícil, estaban más que encantadas y se lamentaron de haber llevado solo pastel de papas para la ocasión.
Misty nos habló sobre el gimnasio, pero parecía mucho más contenta con las clases de natación, adoraba a los niños y quería enfocarse en ello, Dawn por su parte, aunque un poco más reservada solo nos hizo saber que estaba mejor que nunca y que quería seguir apoyándonos como siempre.
Max hablaba ocasionalmente sobre la universidad, aunque no parecía muy cómodo con la idea de hablar de él, decía que prefería enfocarse en sus notas por ahora y que estaba muy seguro de seguir su sueño para crear videojuegos.
Mi noticia de la renuncia fue bien recibida por todos, mis padres estaban evidentemente preocupados y creía que quizás pude haber hecho las cosas diferentes pero no se quejaron, entendían que era el camino que había elegido, por otra parte, Misty y Dawn estaban tan entusiasmadas que soltaron ideas al aire sobre la decoración y logística, cosa que yo tomé muy enserio y anoté todas sus observaciones en la libreta que Phoebe me había regalado.
Me ayudaron a crear una cuenta y concretaron mis ideas, de esa forma, logré solidificar la base de mi visión y tuve mucho más claro lo que haría cuándo estuviera de vuelta.
Los días posteriores, Ash nos ofreció a Max y a mí un tour de su gimnasio, nos enseñó a usar los aparatos (Aunque a mí me costó tomar una mancuerna correctamente) y nos dejó pasearnos por el lugar para ver las clases.
El piso consistía en tres niveles, el primero enfocado en las clases de natación de Misty y los otros dos en aparatos de menor y mayor impacto, me explicó que Dawn se había encargado de poner las luces neón y de llenar en lugar con espejos, de ese modo era mucho más motivador ir a entrenar.
Nuestros padres también nos dejaron ayudarles con la guardería, lo que nos permitió conocer al niño con el que mi padre competía, se llamaba Ian y en seguida nos dimos cuenta de que solo era travieso porque le gustaba jugar con nuestro padre, Max se llevó muy bien con él y pronto, eran los dos molestándolo para jugar.
Mi madre estaba muy emocionada y me alentaba a no quitar el dedo del renglón, me regaló un pañuelo bordado con una rebanada de pastel al centro y mi padre insistía en que debía tener cuidado y analizar mis opciones de ventas para que mi producto fuera competente en el mercado y que pudiese ganar también.
No me había sentido tan contenta en la ciudad como lo estaba en ese momento.
Aunque no era una persona amargada, si era muy retraída e introvertida, la mayoría de reuniones siempre eran en mi casa y no siempre era lo más cómoda para nosotros, pero era mejor a salir por mucho tiempo porque nunca se sabía como podría reaccionar a algún estímulo diferente.
Aunque no había vuelto a intentar algo como lo que había ocurrido en el departamento de Ash, era muy notorio para todos que estaba logrando controlar mi fobia, lo notaron cuándo una pareja a lo lejos cargaba un ramo de unos dos claveles se acercó a nosotros, cuándo en la calle ya no cruzaba para evitar los arbustos con flores o en mi reacción con el solo hecho de mencionarlas.
¿Cuánto tiempo había perdido con mis amigos y familia por miedo? ¿Era esto como se sentía sentirse libre?
Hubiera deseado quedarme más tiempo de no ser porque no podía darme el lujo de procrastinar y porque la verdad, la emoción de llegar a casa y comenzar a desarrollar mi idea eran mucho más fuertes.
Regresé sola, porque Max quiso quedarse un poco más con mis padres.
La primera vez que me despedí de ellos, parecían preocupados, pero ahora, lucían alegres, orgullosos y relajados, estaba segura de que todo esto era liberador para ellos, porque estar al pendiente de mi era complicado.
Ahora, realmente sentía que todo sería diferente.
Las chicas no pudieron acompañarme, lo hizo Ash, quién como siempre, estaba conmigo, atento a lo que yo necesitara, además, era el que más podía permitirse dejar su zona de trabajo por la naturaleza del mismo.
—Muchas gracias por todo, Ash.
—Me gusta ayudar — Dijo, orgulloso — Mucha suerte en tu viaje.
Me abrazó
—Te avisaré cuándo llegue a casa.
—Por cierto, May, todos te dieron un regalo — Explicó — Y sé que no tengo esa creatividad de Dawn y Misty para guiarte en la estética de tu emprendimiento, pero hay algo que si puedo hacer.
Colocó una lonchera con sándwiches y un termo en mi mano.
—Son emparedados dulces, el arroz con leche lo hizo mi madre para ti, dice que espera que la visites cuando vengas la próxima vez, ella piensa mucho en ti.
Le dediqué un abrazo.
—Ash, has hecho mucho por mí, por favor, agradécele de mi parte.
Mi amigo me revolvió el cabello y me miró con una sonrisa extraña, diferente, como… compasiva.
—Bueno, ya casi me voy, pero, ¿Puedes decirme que te tiene preocupado? — Pregunté — Me has mirado así muchas veces estos días.
—¿Tan evidente soy?
—Más o menos.
Hizo una mueca.
—No he podido dejar en lo que pasa entre Drew y tú, veo ciertas similitudes entre ustedes como Serena y yo — Admitió — Me siento confiado de darte un consejo a pesar de que no me lo has pedido, así que…May, solo quiero que sepas que todo va a acomodarse, lo prometo.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Es un presentimiento — Se encogió de hombros.
Aquello me dejó un poco trastocada lo que restó del viaje de vuelta a mi departamento.
Había procurado no pensar en Drew durante esos días, pero lo cierto es que lo hacía cada cierto tiempo.
Ahora que tenía la cabeza fría, entendía que había hecho lo mejor al alejarme, estaba preparada mentalmente para la resolución, tenía claros mis errores y los motivos por los que debía disculparme con él.
No importaba el resultado, estaba preparada para cuándo el también lo estuviera.
Lo primero que hice a mi regreso fue re organizar mi cocina, simplemente quería que todo estuviera mucho más ordenado, también tomé el consejo de Misty para modificar mi tarjeta de presentación en mi perfil online para escribir lo siguiente:
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Los postres prevalecen en nuestro paladar en forma de recuerdo
¿Me permites ser parte de tu historia?
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Ya tenía en mente toda la logística y me había apoyado mucho de un archivo de Excel para programar mis tiempos, al menos para comenzar eso estaba bien, había varios grupos de personas que se encargaban de promocionar sus negocios en línea y ya estaba publicando mi perfil para que pudieran conectarse conmigo.
De igual manera, no planeaba quedarme sentada en la laptop todo el día, tenía que movilizarme, buscar oportunidades y si no, crearlas, lo mejor era acercarme a los salones de fiesta, mostrarles mi recetario (Que ya me había dado el tiempo de actualizar) y dejarles una copia.
La gestión en línea de las fotos que quería publicar era lo que todavía no comenzaba, por ahora, mi perfil solo era una foto de mi junto a los regalos que me habían dado todos para mostrarme.
Una tarde, mientras intentaba decidir que era lo primero que debía publicar, recibí una llamada de Miranda.
—Quiero pedirte un favor, May — Había dicho — Primero, pasa al local para darte dinero equivalente a tu liquidación.
—¿Liquidación? — Inquirí.
— No es mucho, pero creo que te ayudará para comenzar, solo acéptalo, ¿Si?
Me reí.
—Lo haré, así que dime, ¿En qué puedo ayudarte?
Escuché el ruido de cacerolas al fondo y de sus tacones andar por la loza.
—Cerré temprano porque debía entregar algo para un cliente — Explicó — Todos se han ido, pero me surgió un problema y no puedo quedarme, ¿Sería mucho pedirte que hagas esa entrega por mí? Por favor.
—Yo no tengo problema, pero, ¿Estás segura?
—Sí, claro — Respondió — Me ayudaría mucho, no sé a quién más recurrir.
No tuve que pensarlo mucho, después de todo, era un favor y no tenía nada planeado para ese día.
Llegué en taxi para movilizarme rápido, Miranda ya estaba afuera para recibirme, dijo que estaba feliz de verme, me entregó el sobre y me dijo que cerrara igual que siempre, no quiso dejarme las llaves para evitarme la ida de vuelta para entregárselas, me dijo que el pedido estaba en el refrigerador y que ya le había dado mi nombre al cliente.
Desapareció, como si hubiera sido una ilusión, dejándome frente al local ya casi cerrado, como si nos estuviera dando un momento a solas.
El local estaba igual que siempre, aquel lugar que había visto todos los días desde mi llegada no parecía haber pedido ni un solo mes a lo largo del tiempo.
Recorrí el interior con la punta de mi dedo hasta llegar al refrigerador, dónde había una docena de panques de chocolate caramelizados en el refrigerador, los examiné hasta que me di cuenta de que había algo inusual: Un grupo de ingredientes al centro, por su posición estaban puestos ahí a propósito.
Tomé una caja de leche y la sujeté, en la panza tenía una nota que decía: "Cocíname"
Me reí alto.
¿Qué significaba esto? ¿Acaso lo habían hecho a propósito?
Dejé la leche y me dispuse a salir, sujeté la puerta pero regresé la mirada al cartón de leche.
Podía dejar todo como estaba, un regalo, para ellos... No tenía nada de malo, ¿Verdad?
Fue por inercia, no me percaté de lo que estaba haciendo hasta que empecé a buscar la menta y la puse en el mousse, recordé aquel postre que tenía en el olvido, aquel que había modificado tantas veces en mi ordenador para desestresarme desde que había conocido a Drew.
Si, ese postre que había dejado olvidado hasta dejarlo ser en lo que había ahora frente a mí: Una tarta pequeña y cuadrada, de crepas y capas del mousse de menta, relleno de cerezas y decorado con hojas y crema de frutos rojos.
Lo puse en la vitrina del local, la iluminación era ideal para tomar una foto y subirla como primer post, además, era una nueva incorporación a mi recetario.
—Buenas tardes, señorita — Saludó alguien a mis espaldas.
Era un hombre, muy alto y de saco café, su cabello era largo, pero parecía pulcro y muy limpio, era como ver una versión más madura de Saúl.
—Oh, buenas tardes, usted debe ser el señor Mori. — Repuse.
Me levanté del mostrador y caminé hacía él.
—Señorita, May, ¿Verdad? — Preguntó — Miranda me dijo que podía dirigirme con usted para recoger mi pedido.
—Sí, claro, permítame un momento.
Fui directo a la cocina para recoger los panqués, revisé que estuvieran en perfecto estado antes de salir y entregarlos, me encontré hombre inclinado en la vitrina, mirando mi mousse.
—Aquí tiene — Dije colocando la caja en el centro del mostrador.
No despegó la mirada del postre, de hecho, parecía que ni siquiera me había escuchado.
—No había visto este — Observó.
—Es una creación mía — Contesté
—Uhm, ¿Eso significa que no está en el muestrario del local?
—Así es.
El hombro continuó observando el mousse, sacó su celular y tecleó.
—¿Es de limón? — Preguntó.
—No, es de menta.
Aquello le sorprendió.
—Interesante, solo había visto la menta combinada con el chocolate, no creí que hubiera otras formas de mezclar el sabor.
—Intento hacer recetas poco convencionales — Expliqué
—¿Le importa si tomo una foto? Es para mi esposa.
—Adelante
El hombre no tuvo que esperar mucho para una respuesta, sacó su cartera y miró en mi dirección.
—Lo quiero, ¿Cuánto cuesta?
Abrí la boca.
—¿No quiere probarlo primero?
Lo pensó una fracción de segundo, no parecía el tipo de hombre para el que el dinero fuera un problema y por lo visto, la toma de decisiones tampoco.
—No.
—Iré por una caja para ponerlo dentro — Repuse rápidamente.
—¿Le importaría darme su número de contacto? — Lo escuché preguntar — Por si acaso.
En cuánto salió del local, di un brinquito, alegre, el señor Mori se había llevado un pedacito del resultado de mi travesía, una que marcaba el inicio y el final de una nueva era a la que le había encontrado un significado y un propósito.
Mis manos temblaban incluso cuándo cerré el local, cuándo revisé dos veces que estuviera todo en orden y que no se me olvidaba nada.
Miranda…
Ella lo sabía, estaba segura, es más, estaba convencida de que todos habían tenido algo que ver, aún cuando ya no trabajaba ahí seguían esforzándome por ayudarme y más me valía dar todo de mi para responderles por su ayuda.
Un rayo de sol me cegó, como si quisiera captar mi atención, me dediqué a observar hacía el fondo de la calle y a admirar sus colores, dejando que nuevos cuestionamientos abordaran mi mente.
¿Qué hubiera sido de mi si no me hubiera mudado?
¿Dónde me encontraría ahora si hubiera preferido encerrarme en mi ciudad?
¿Hubiera sido diferente?
¿Las circunstancias variarían?
¿El resultado sería el mismo?
—Hola, May.
Cerré los ojos y aspiré profundo, al fin, después de tantos días… Por fin podía escuchar su voz.
¿Qué hubiera pasado con Drew? ¿Lo hubiera conocido en otras circunstancias o nos habríamos encontrado inevitablemente?
No me di cuenta hasta que lo vi, pero parecía agitado, su pecho se elevaba al tiempo que absorbía aire y lo soltaba en bocanadas.
—Hola, Drew.
Una corriente de aire nos envolvió y me rozó las mejillas.
De reojo lo vi tambalearse, su mirada se perdió por una fracción de segundo y sus cejas se juntaron formando una línea en su frente, se frotó la cabeza y luego lo escuché maldecir bajito.
—¿Todo bien? — Me acerqué por instinto ¿Se había mareado?
Mi vecino sacudió la cabeza.
—Sí, sí, todo está bien, es que me sorprende… — Arrastró la vocal, luego repuso rápidamente — Quería verte, May, espero no importunarte, ¿Me concedes un poco de tu tiempo para hablar?
Intenté que su invitación no evidenciara mi felicidad, por fin, la oportunidad que tanto deseaba estaba frente a mí.
—Sí, claro, yo también quería hablar — Contesté, esperaba que mi voz no sonara tan apremiante — ¿Cuándo? ¿Ahora mismo?
—De ser posible
Asentí, mientras más rápido, mejor.
Drew se enderezó y sacudió su suéter, recuperó la compostura de golpe.
—Adelante — Me cedió el paso para avanzar hacía su edificio.
Pasé mucho tiempo reflexionando sobre la situación con mi vecino, estaba convencida de que estaba haciendo el problema más grande en mi cabeza y que la solución era simple.
Ash tenía razón, las cosas iban a acomodarse, pero también yo podía influir en ello, podía hacer lo que estaba a mi alcance para conciliar mis emociones.
Por ese motivo, no estaba preocupada en absoluto de estar a solas con Drew, ¡Verdaderamente sentía la seguridad en mi! Se notaba en mi tono de voz, en mi posición erguida y en mi andar firme y sereno, un rechazo o ser correspondida no iba a detenerme, no a esas alturas…
—¡Ay!
Tropecé.
Fue apenas un saltito, mis dedos arañaron el aire hasta que logré sujetarme del marco de la puerta y plantar mis pies con fuerza en la loza brillante.
—¿Estás bien? — Preguntó Drew, extendió sus manos frente a mí, listo para sujetarme si mi peso cedía.
¡Por Dios!
¿Cómo podía pasarme esto a mí?
—Sí, jaja — Después, susurré — No puedo creerlo.
Mi vergüenza aumentó cuándo lo escuché soltar una carcajada.
—Yo tampoco puedo creerlo — Drew colocó su abrigo en el pechero y se dirigió a la cocina — Será mejor que me esperes aquí, no queremos accidentes, puedes ponerte cómoda.
Ya tenía suficiente con mi bochorno, así que le hice caso y tomé asiento.
La casa de Drew era familiar pero no importaba las veces que hubiera estado ahí, me sorprendía lo ordenado que era, las macetas, los cuadros y el suelo parecían recién aseados, inclusive el poco desorden que había en los muebles parecía escenificado, podía jurar que los cojines del sofá estaban acomodados con la misma esquina hacía arriba, me dio un poco de recargarme en ellos.
Acercarme a Drew me había habituado a los aromes frescos, pero ese que percibía en el aire no me era conocido, intenté recordar dónde lo había identificado hasta que mi vecino salió de la cocina.
Llevaba una charola que colocó al centro de la mesita, acompañaba de un tazón de frutos rojos al centro, seguido de unos recipientes de yogurt y miel y dos vasos de cristal.
En seguida extendió uno para mí.
—Gracias— Contesté.
La bebida era de agua mineral con frutos machacados al fondo, unas fresas descansaban en la superficie, cortadas de forma que sus bordes simulaban los pétalos de una rosa
—Espero no haber interrumpido en tus actividades — Comentó.
—No te preocupes, no tenía planeado nada concreto hoy — Contesté — Esta rosa es muy bonita, creo que voy a robarte la idea.
—Adelante.
Noté sus dedos repiquetear con el cristal frio en sus manos, inclinó la bebida en sus labios y soltó un suspiro, dejando que el aliento fresco llenara su boca.
Aquello me resultó divertido, su habitual aura se sentía perturbada, temblorosa, preocupada… ¿De esa forma me veía al hablar con él? ¿Es así como él me percibía? ¿De que forma podía ayudarle?
¿Sería inadecuado poner algo de música?
—May, escucha — Drew colocó su vaso en el centro de la mesita — Me gustaría hablar y aclarar lo que ocurrió ese día en el parque.
Era obvio que ese era el tema a tratar, pero agradecí mucho que lo dijera en voz alta, de esa forma, las cosas eran mucho más claras.
—Si me lo permites, quisiera comenzar — El alivio en mi voz era notorio — He tenido tiempo para pensar en eso, y quiero disculparme, fui precipitada y no me di cuenta de que te estaba incomodando.
Intenté descifrar su mirada, pero como no dijo nada decidí continuar.
—Eres muy importante para mí, Drew — Tragué saliva — No quiero perder una amistad tan valiosa como la tuya así que, de verdad quiero que sepas que estoy apenada por haberte puesto en esa situación.
Una mueca burlona se asomó en los labios de mi vecino.
—¿Qué? — Inquirí.
—Te agradezco — Dijo, sincero — Pero no debes sentirte mal.
—¿Cómo?
Drew se recorrió en su asiento hacía adelante.
—Siento mucho que mi cobardía te haya hecho creer que fue un desacierto tratar de mostrarme tus sentimientos.
Analicé su mirada, dudosa.
—Creo que no te entiendo.
Se inclinó hacia mí, como si quisiera que no me perdiera ninguna de sus palabras, se mojó los labios y habló, su cercanía me puso nerviosa.
—May, hora del examen.
La fresa resbaló entre mis dedos y cayó en mi vaso, provocando que unas gotitas de agua se deslizaran en mi rostro.
—¿De qué hablas? ¿Cuál examen? — Apenas pude ocultar mi confusión.
Mi vecino habló, bajito, como temiendo romper la atmósfera.
—Dime y observa con atención — Pidió — Desde que me conoces hasta ahora, ¿Qué ha cambiado?
Junté las cejas, sin terminar de comprender a dónde quería llegar.
—¿Qué ha cambiado en mí, May? — Volvió a preguntar.
Mi mirada se perdió en sus gestos, recorrí de un vistazo cada facción de su rostro con extrema lentitud.
¿Qué se supone que debía decir?
—¿Puedo acercarme? — Pregunté
—Si
Me levanté para acomodarme a su lado del sofá, el aroma a rosas me golpeó las narices, en seguida noté como el calor me recorrió el rostro.
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Bien, aquí voy.
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Volví a observar su rostro, está vez, tomándome mi tiempo para examinarlo.
Primero, su cabello, que lucía suave y sedoso, luego aquella línea desde su mentón hacía el costado de su frente y de regreso, los rasgos en su rostro eran armoniosos, el tabique de su nariz, ligeramente desviado solo agregaba proporción a su cara y sus labios, ligeramente entreabiertos resultaban más que interesantes.
Reflejar sus emociones en el rostro no eran su fuerte, al conocerlo creía que era una persona hostil y hubiera seguido con esa idea de no ser porque había encontrado una manera de descifrarlo.
Deslicé mi mirada hacía sus ojos, que no se despegaban de mí.
Noté ese brillo que vi la primera vez que se disculpó conmigo, noté esa calidez que emanaba cada que habla con él de mis progresos, noté esa amabilidad y cariño con el que me miraba cuándo presenciaba mis avances.
Solidad ya lo había dicho, Drew era de acciones y no de palabras, así que decidí, que yo también podía serlo.
Toqué su mejilla con suavidad y levanté su barbilla, tratando de que la luz de la habitación me permitiera verlo mejor.
Entonces, su mirada cambio, no era tan cálida y comprensiva, la había visto aquella vez que me encontró en el parque, o en aquella otra vez que me entregó la rosa de papel y me dio un beso en la frente… O como aquel día que me dio el anillo.
Era una mirada atenta, llena de intensidad, como si…
—Sé que lo sabes, pero no está de más dejarlo claro — Susurró, muy cerca de mi cara — May, eres el motivo por el que rechacé a Brianna.
Una sonrisa tonta estiró mis mejillas al escucharlo decir eso.
Solidad tenía razón, todos tenían razón, hasta yo la tenía.
No estaba equivocada, Drew correspondía a mis sentimientos.
Ignoré la mirada confundida del chico al verme sonreír, no importaba, estaba entusiasmada y mi cuerpo reaccionó más rápido que mi mente.
Ante su mirada estupefacta, acerqué mi rostro al suyo y coloqué mis labios contra los suyos con una seguridad y suavidad que no sabía que tenía.
Quise ser delicada, pero al parecer mi acercamiento encendió un interruptor en él que me tomó desprevenida, levantó el rostro para responder y aspiró con fuerza el aire que salió de mis pulmones, su movimiento me tomó con la guardia baja, me sujeté de su nuca y tiré de él cuándo sentí sus manos extenderse sobre mi cintura.
Ambos intentábamos ser cuidadosos, pero era difícil.
Sus manos se movieron de nuevo, esta vez, para sujetarse del respaldo del sofá y levantarse con el apoyo de su rodilla, noté su diligencia, pero el movimiento solo me desbalanceó y nos obligó a apartarnos.
Colocó las manos a ambos lados de mi cara y me retuvo contra el sofá.
Escondí mi cabeza entre su cuello y dejé que mi nariz se llenara de ese aroma a rosas que tanto me gustaba.
—¿Estás bien? — Preguntó en un susurro.
La euforia no podía salir de mi cuerpo, en lugar de eso me sentía la joven más avergonzada del planeta.
—No esperaba ser correspondida — Admití
—Ah, es verdad — Contestó — ¿Cómo dijiste? Que no querías perder mi valiosa amistad.
Gruñí.
—¿Qué esperabas? — Pregunté — Tus señales eran un poco confusas, no puedes culparme.
Torció la boca, se tomó el tiempo de meditarlo y luego me miró.
—Pues yo lo veo muy claro — Dijo, seguro.
Puse los ojos en blanco, creyendo que estaba bromeando, pero su silencio me hizo entender que estaba hablando muy en serio.
Él soltó una risa por mi reacción.
—Para ser justos, creo que tienes razón — Admitió — Pensé que había sido directo con las señales, pero entiendo que creyeras que no por la conversación en el parque, la verdad es que eso me desequilibró en muchos aspectos.
Ash tenía razón.
—Lo entiendo — Dije — De verdad.
Arqueó una ceja.
—¿A qué se debe tanta benevolencia?
—Un buen amigo me dijo que a veces necesitamos tiempo para entender sentimientos inexplorados.
Me di el tiempo de analizar su expresión, su mirada iba y venía desde mi mentón hasta mis ojos, Drew levantó su mano y acarició con delicadeza mi mejilla, sentí su rostro un poco más cerca del mío.
Cerré los ojos, esperando que se acercara, pero en lugar de eso, colocó su cabeza en mi vientre, sentí su mano viajar hacía la mía, cerró sus dedos alrededor de los míos y colocó nuestras manos encima de su pecho.
—Quedémonos así.
No contesté, pero acepté su petición.
Noté que se había quedado dormido cuándo su agarre se aflojó un poco, ahora era yo la que sujetaba su mano y acariciaba su cabello con suavidad.
Sentí que cabeceé un poco, intenté no abandonarme al sueño y creía que lo había logrado, hasta que luego de cabecear, ahora era yo la que descansaba en el regazo de Drew.
Meneé la cabeza para espabilarme.
—Lo siento — Susurré — Estoy un poco cansada.
—Descuida, puedes dormir el tiempo que quieras — Dijo, apartando mi cabello de la frente.
Me estremecí, un poco aturdida por la forma en la que me sujetaba, no estaba acostumbrarla a sentirlo tan cariñoso conmigo, en absoluto.
Reprimí un bostezo que se manifestó en lagrimas al costado de mis ojos, me froté los ojos, un poco avergonzada.
—Hay algo que quiero darte — Dijo — La verdad, es que quería darte una desde hace mucho tiempo.
Sentí algo deslizarse entre mis dedos, de reojo vi una nube roja que poco a poco se fue aclarando conforme la enfoqué: Era una rosa, sus pétalos contenían gotitas de roció y el aroma era mucho más intenso que como lo recordaba.
—Es hermosa.
Deslicé mis dedos hacía los pétalos, esta vez, no tuve que pensar en alguna historia, esta vez, fue la mía propia la que brotó de mis recuerdos.
La historia de una chica cuyas inseguridades se vieron reflejadas en su fobia a las flores, mismas que se había encargado de alimentar por su cobardía y que se vieron puestas en duda hasta la irónica llegada de un florista a su cuadra, un joven que le había enseñado que nadie más que ella podía solucionarlo y quién le había demostrado que estaría con ella en el camino.
— Así que May — Dijo —¿Puedo acompañarte en tu travesía?
Le ofrecí la mejor de mis sonrisas.
—Solo si me permites acompañarte en la tuya.
¡Si supieran lo mucho que disfruté con esto!
Tengo un pequeño regalo para ustedes que me leyeron a lo largo del tiempo, es una historia corta pero necesaria.
Siéntanse libres de tomar esta historia y hacer lo que gusten con ella, nada me podría más feliz.
En adelante, se vienen solo actualizaciones de errores ortográficos, porque siempre es bueno re leerlo para percatarse de esos errores que hacen menos disfrutable la lectura.
Saludos, Xana.
