Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de Silque, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from Silque, I'm just translating with the permission of the author.

Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic


Bella POV

Con los dedos sobre las teclas, giró la cabeza para mirarme de nuevo y dijo:

―¿Los Nocturnos? ¿Puedo seleccionar mis favoritos para ti?

Asentí.

Oh Dios.

Ya estaba enamorada de él.

Rayos.

¿Cómo podría estar enamorada de un hombre que acababa de conocer?¿Amor a primera vista? ¿Seguramente era una tontería romántica? Pero sabía que era verdad. Amaba a este hermoso hombre. No tenía nada que ver con su apariencia, ni con su fama o talento. Algo en sus ojos me estaba llamando.

También sabía que era una idiota y que estaba condenada a terminar con el corazón roto. ¿Qué vería él alguna vez en ?

Edward empezó a tocar el Opus 27 Número 2 y quedé cautivada al instante. Sorprendentemente, tocó sin mirarse las manos. Parecía estar mirándome tan intensamente, casi como si estuviera tratando de comunicarme algo. Era tan intenso que tenía que mirar sus manos sobre el piano de vez en cuando, o las mariposas en mi estómago me abrumarían. Tenía miedo de que viera en mis ojos el amor que ya sentía por él. Sería demasiado embarazoso expresarlo con palabras.

La melodía triste e inquietante llegó directamente a mi alma. Casi podía imaginar que estaba contando mi historia: sola en el internado, mis padres muriendo cuando yo aún era muy joven, pero con momentos de asombro y felicidad; mi abuela. Las cosas maravillosas que ella me mostró en mi vida. La belleza que ella me enseñó a abrazar con las artes. Y luego de vuelta al internado, sola entre la multitud.

Nunca hice amigos fácilmente. Hice una amiga, Angela. Ella era tan callada como yo y gravitamos la una a la otra. Aun así, solo era cercana a una persona: mi maravillosa abuela.

Después, tocó el Opus 72 Número 1. Parecía una continuación de mi historia: mi abuela enfermando justo cuando yo me graduaba de la secundaria. Dejando a un lado las ilusiones de una despreocupada carrera universitaria para cuidarla mientras enfermaba más. Sus últimas palabras coherentes para mí: "Sé siempre feliz, mi Isabella". Sosteniendo su mano mientras exhalaba su último aliento. Su funeral, al que acudió tanta gente, personas cuyas vidas fueron tocadas de alguna manera por mi hermosa abuela.

Sentí como si Edward se hubiera metido directamente a mis recuerdos cuando comenzó el Opus 48 Número 1. La pieza musical favorita de mi abuela. Sentí que las lágrimas subían hasta llenar mis ojos y bajé la cabeza para evitar que él las viera. Él nunca vaciló, pero lo escuché jadear cuando las lágrimas cayeron y marcaron la seda de mi blusa. ¿Pero cómo podía él saber que era su favorita y que hice que la tocaran en su funeral?

Cuando terminó, me disculpé y corrí al tocador para recuperarme. El espejo me mostró que no me había hinchado como un pez globo, ¡gracias a Dios! Me lavé la cara con agua fría y sequé los rastros de mis lágrimas. Por suerte, tenía mi maquillaje compacto en el cajón y apliqué un poco de polvos para reducir el brillo. Respiré hondo para calmar mis nervios, me pellizqué las mejillas para darles color, eché los hombros hacia atrás y regresé al salón.

Mientras me sentaba en mi silla nuevamente, Edward se deslizó por el banco hacia mí. Aplasté despiadadamente un estremecimiento cuando se inclinó hacia adelante, su rostro a solo unos centímetros del mío, ¡y tomó mis manos! Se sentían tan frías que imaginé que debía tener fiebre. Agachó la cabeza, obligándome a mirarlo a los ojos y dijo:

―¿Bella? Por favor, ¿qué hice? Lo siento mucho. Nunca quise lastimarte de esta manera.

¡Parecía tan triste! ¡No estés triste, hermoso hombre! ¡No por mi culpa!

―No es nada, Edward. De verdad.

Edward comenzó a frotar círculos en el dorso de mis manos con sus pulgares.

Casi me olvido de cómo respirar. Finalmente logré contarle sobre mi abuela y su funeral, sobre el pianista de Julliard que tocó la pieza.

Y luego besó mi mano izquierda. Simplemente la acercó a su hermosa y carnosa boca y la besó. Realmente esperaba que no pudiera escuchar mi corazón latiendo con fuerza. Se disculpó conmigo por tocar la pieza y yo le resté importancia y le pregunté si necesitaba un descanso. Él se negó, pero estaba frotando ese beso en mis nudillos, y quería objetar, quería pedirle que lo dejara ahí mismo, para poder sentirlo en los fríos y silenciosos días venideros.

Con un último apretón, soltó mis manos y volvió a las teclas. Parecía un poco avergonzado, tal vez no quería que yo malinterpretara su amabilidad.

Anunció que quería que sonriera y tocó un vals. Sabía cuál vendría y tenía razón; tocó The Minute Waltz y lo dejó resonar por toda la habitación. Cumplí felizmente y le sonreí. Y, ¡oh, él me devolvió la sonrisa! No podía imaginar cómo lucíamos ambos, sonrisas dibujadas en nuestros rostros, ojos fijos el uno en el otro.

Me imaginé que describía mi alegría por ganar la subasta que lo traería a mi casa, para tocar solo para mí. Y luego las horas de anticipación, esperando su llegada, preguntándome cómo transcurriría la velada. ¿Sería frío y distante? ¿Me hablaría siquiera, alguien sin importancia? ¿Importaba entonces?No. Escucharía mis hermosos Nocturnos en vivo, por última vez.

Con solo una breve pausa, Edward comenzó a tocar el Opus 9 Número 1, mi favorito. Era completamente encantador, la forma en que parecía hacer que las notas parecieran una caricia. Lo admito, mi imaginación se apoderó de mí y casi podía sentir sus dedos en mi cara. Largos y fuertes, pero tan suaves como una pluma. Y sus ojos me miraron con tanta ternura que fue abrumador. Sabía que, si me quedaba sentada aquí, haría algo estúpido como arrojarme a sus brazos.¿No sería eso mortificante?

Me levanté y di un paso hacia el costado del piano, presionándome contra el cuerpo, dejando que las notas vibraran a través de mi cuerpo. Cerré los ojos e incliné la cabeza hacia atrás. Vale, me estaba imaginando que podía sentir sus dedos sobre , en lugar de las teclas. Ya no me importaba. Podía sentir la música en todo mi cuerpo. Fue tan claro y maravilloso.

Cuando terminó, regresé a mi silla y le agradecí por tocar mi Nocturno favorito. Decir su nombre provocó una oleada de calor en mi rostro, casi a la par de escuchar mi nombre de sus labios. Casi.

Luego tocó Opus 32 Número 2. Y había algo en sus ojos mientras me observaba fijamente. Su rostro se llenó de alegría y sus ojos ardían con... ¿qué? Tuve que recuperar el aliento. Casi parecía... ¿amor? No, imposible. Él era un águila que volaba muy por encima de mí, un pequeño ratón de campo. Oh, pero en este momento podría amarlo, aunque solo fuera en mi propia cabeza y corazón.

Y luego me sonrió. No pude evitar devolverle la sonrisa.

Comenzó el Opus 15 Número 2, y con una rápida mirada al reloj de bronce en el estante detrás de él, supe que mi concierto casi terminaba. Mientras las notas finales se desvanecían, Edward levantó las manos de las teclas y luego cerró suavemente la tapa, dándole una caricia subrepticia.

Se terminó. Reprimí un suspiro de pena.

Pero... ¿me estaba pidiendo sentarse conmigo y hablar? ¡Oh, sí, por favor! Sostuvo mi silla mientras yo me levantaba y me guio hasta un sofá con su mano en mi espalda baja. Logré no temblar ante el placer de su toque. Me preguntó por mí y le aseguré que era bastante aburrida.

Él no estuvo de acuerdo. Y me tomó la mano. La sostuvo en el asiento entre nosotros. Me sentí mareada.

Y luego empezó a hacer pequeñas e inofensivas preguntas sobre mi flor, color y piedra preciosa favorita. Logré evitar que mis ojos se posaran en su cabello cuando le dije que mi color favorito era el bronce, pero tuve que apartar la mirada cuando le dije que mi piedra preciosa favorita era el topacio.¡Puaj! ¡Piensa antes de hablar, Bella! Bueno, era difícil pensar con él acariciando mis dedos, ¡por Dios!

Preguntó sobre comida y libros. Tuvimos una pequeña discusión sobre Cumbres Borrascosas y luego me preguntó si estaba saliendo con alguien. ¡Parecía tan feliz cuando dije que no! No pude evitar que mi corazón traidor intentara salirse de mi pecho.Y luego dijo:

―Bien.

En ese momento sonó el timbre y supe que todo había terminado. Caminamos hacia la puerta, uno al lado del otro, y su mano nunca soltó la mía.

Me detuvo justo antes de llegar a la puerta, me dijo que realmente había disfrutado la velada y luego preguntó:

―¿Puedo verte de nuevo? ―Mi corazón casi se detuvo. ¿Quería verme de nuevo? ¡Dios mío, sí, sí, SÍ!

―Me... me gustaría eso. Mucho, Edward ―volví a tartamudear. Qué sorpresa.

Me emocioné cuando me invitó a cenar y a ver un espectáculo la noche siguiente. Accedí rápidamente y él dijo que vendría a recogerme a las siete.

¡Estaría lista a las seis!

Le abrí la puerta a su publicista, que parecía sumamente satisfecha. Ella comenzó a charlar, preguntando si la velada había sido maravillosa, y tuve que decir que realmente lo fue... maravillosa. Le sonreí a Edward mientras lo decía.

Pasó el dorso de sus dedos por mi mejilla, tan suavemente que casi no lo sentí, y luego salió por la puerta, arrastrando detrás de él a su publicista que sonreía frenéticamente y se despedía.

Cerré la puerta y me recosté contra ella por un momento. Tenía una cita. Mañana por la noche. ¡Con Edward Masen!

Grité de alegría y corrí por el pasillo.